Amante de las artes, tal y como ya habían anticipado aquellos que le formaron en Ocaña durante sus años mozos, y seguramente también debido a la herencia genética de su padre Felipe IV que también lo era, lo cierto es que don Juan no desaprovecharía su estancia en tierras partenopeas para perfeccionar su técnica con los óleos. A juzgar por los numerosos retratos oficiales que realizara este pintor valenciano a don Juan en aquellos años de la revuelta napolitana, entre ambos existió un importante vínculo emocional y artístico. Según González Asenjo, no resulta sorprendente aquella relación, ya que los principales protectores y clientes de este pintor fueron precisamente los virreyes españoles de Nápoles, desde el Duque de Osuna, al Conde de Oñate (1).
Según las noticias aportadas por De Dominici (2), sería Ribera el que se acercó a don Juan conocedor de las inquietudes artísticas de éste, le invitaría a visitar su casa, que parece ser se situaba en Santa María del Ángel, via di Nardò, frente a la Iglesia de San Francisco Severino, más tarde residencia del también pintor Luca Giordano. Dominici, quizás más preocupado por narrar la deshonra de Ribera, da entender que don Juan volvió al día siguiente a visitar aquella casa con la excusa de admirar sus lienzos: “sotto colore di ammirare le Picture del padre”, aunque quizás la verdadera intención fuese más bien otra: su hija.
En efecto, aquella relación entre Ribera y don Juan no resultaría simplemente artística, sino que se ampliaría a la esfera familiar, hasta tal punto que fue conocido por muchos el hecho de la existencia de relación entre el bastardo y una hija (o sobrina) del pintor, de la que, fruto de aquellos amores, nacería algún tiempo después una niña que recibiría el nombre de Margarita y el apellido de Austria. Infinidad de testimonios confirman la seducción de don Juan sobre aquella joven del entorno del pintor. Durante mucho tiempo se admitió que aquella era su hija María Rosa, tal y como afirman De Dominici, Fuidoro, Domingo Conforto y el mismísimo padre Everardo Nithard. En sus “Memorias”, el padre Juan Everardo Nithard, desde su exilio romano escribía sobre don Juan: “Empezó a darse a lascivos divertimientos, cuyos efectos testifica la prenda que después entró en el Real Convento de las Descalzas de Madrid, donde hoy se halla con el título de Excelentísima Señora, siendo su madre hija de un famoso pintor llamado Joseph Ribera” (3). Por otra parte, Inocencio Tidoro, contemporáneo autor de un diario sobre la revuelta napolitana escribía: “Tras el estrépito de Marte aún domina Cupido, pues teniendo Ribera una bellísima hija, admirada por todos cuantos contemplaban su extraordinaria belleza, cautivó el ánimo de su Alteza, que estimaba en mucho aquella casa” (4). Sin embargo, ciertas aportaciones posteriores vinieron a constatar que ninguna de las tres hijas de Ribera venía a poseer tal nombre.
Recientemente Benito Doménech, Pérez Sánchez (5) y Spinosa, han aclarado, al menos en parte, este asunto. Indican que la amante de don Juan pudo ser una sobrina ahijada de Ribera, llamada Rosa Azzolino. Esta tesis, que aparece referenciada en la obra de González Asenjo, constata como en la noche del 24 de marzo de 1648 don Diego de Álamos y don Antonio Enríquez, hermano del Marqués de Alcañíz, intentaron convencer a Rosa Azzolino que era “mirata da tutti vagamente et chiunque pasava da quel luoco contemplava le sue belleze, le quali erano tale che havessero rapito l’animo come si dice di Su Alteza, da cui era quella cosa molto stimata et favorita”. Descubiertos por Fernando Carrillo, gentilhombre de la cámara de don Juan de Austria, se retaron a duelo de espada para el día siguiente, en el jardín de la Iglesia de Santa Maria degli Angeli a Pizzafalcone.
Continuando con lo que narra González Asenjo, aquella reacción de Carrillo, atendía a que él mismo trataba con la susodicha “nipote del Ribera y con una sorella doncella D.Giovanni, la quale aveva ingravidata a quei poi partorisse un figliuolo, que fu dato con la madre secretamente in custodia all’Aldobrandina duchesa di Mondragone”. Resulta curioso ver como don Juan visitaría tiempo después a la citada Duquesa de Mondragón, que vivía en la Torre del Greco.
González Asenjo, siguiendo a De Dominici, da más datos sobre la amante de don Juan, como es el hecho de que al conocer el embarazo de la misma, vino a colmarla de preciosas joyas. Sin embargo, cuando la pasión finalizó, fue el propio bastardo el que se desharía de la joven, buscándole un matrimonio de conveniencia.
Por lo que respecta a la niña, ésta fue arrebatada de los brazos de su madre, algo parecido a lo que había sucedido con don Juan y su madre por orden de Felipe IV, y entregada al Conde de Eril para que se hiciese cargo de la misma. Más tarde sería internada en el convento de las Descalzas Reales de Madrid con tan sólo 6 años de edad en 1656, profesando allí a los 16 en 1666 (6). Resulta curioso observar como el jesuita Padre Nithard contribuyó al ingreso de la niña en el regio convento, a juzgar por la carta de agradecimiento que el propio don Juan escribió desde la Coruña al propio Nithard el 25 de julio de 1668 (7).
Sor Margarita de Cruz, nombre con que pasó a llamarse tras profesar, pasó en dicho convento el resto de sus días hasta el mismo instante de su fallecimiento cuando contaba 36 años, en 1686, siete años después de que lo hiciera su padre. Con todo, antes de ingresar en dicho convento, como se decía, fue cuidada por el Conde de Eril, marqués de Castelnou, sumiller de corps y mayordomo mayor de de la cámara de don Juan. A título de curiosidad, si no de ulterior comprobación, se puede citar la existencia en las Descalzas Reales de un retrato con el siguiente pie, y del que por desgracia no he conseguido una imagen para esta entrada a pesar de haberlo visto con mis propios ojos: “La Serenísima Señora Sor Margarita de la Cruz y Austria, religiosa profesa de este Real Monasterio, tomó el hábito de edad de seis años en el de 1656 y profesó en el de 1666. Murió de 36 años en 1686”.
Don Juan nunca olvidó a su hija, teniéndola constantemente en su mente, fundamentalmente cuando se acercaba al final de su vida. Resulta ciertamente emotivo observar como don Juan José, en los últimos días de su vida, y siendo ya el todopoderoso primer ministro de la Monarquía, se acercaba a dicho convento a ver a su hija y a pasar a su lado, en la tranquilidad que aquellas paredes propiciaban, largas horas. Además, en 1678 ordenó la realización en dicho convento de las obras de construcción de la famosa Capilla del Milagro. Además existen testimonios de continuos regalos y otras mercedes que don Juan hizo a su hija, tales como comida, ropa, etc, incluyéndose libros y pinturas de las colecciones privadas del bastardo regio.
Según González Asenjo, tampoco abandonaría don Juan a la familia Ribera, o al menos no sería en términos absolutos, ya que no conviene olvidar la estrechez económica que marcaría los últimos años de “Lo Spagnoletto”. En este sentido, al primogénito del pintor, Antonio Simón Jacinto Ribera Azzolino, vino a concederle una ayuda de costa por el valor de mil reales de vellón, el 7 de julio de 1660. Por otro lado a Ana Lucía, una de las tres hijas del pintor, ayudaría a conseguir una licencia de la Reina regente, el 26 de enero de 1667, para contraer matrimonio don Juan Moreano, hijo del Barón de Campo Florido.
A pesar de ser sor Margarita la hija más conocida de don Juan y de la que más datos se conservan, éste tuvo otras dos hijas naturales (que se sepa):
-Catalina (1661-26 de noviembre de 1714), murió como religiosa en un convento de Bruselas a la edad de 53 años (8).
-Ana María Juana Ambrosia Vicenta (1663-17 de marzo de 1705) (9), a los nueve años entró en el Convento de las Agustinas de Madrigal de las Altas Torres (Ávila) y profesó allí en el mismo año de la muerte de su padre (1679), declarando en la profesión ser hija del Serenísimo Señor D.Juan Joseph de Austria, hijo del Rey nuestro Señor D.Phelipe IV. Falleció a los 42 años, habiendo sido priora varias veces.
La información sobre ambas es muy limitada y confusa por lo que su historia es difícil de reconstruir. De Catalina, nacida según las fuentes consultadas en 1661, se puede decir que debió haber sido concebida durante la estancia de don Juan en la Corte tras su regreso de los Países Bajos y mientras esperaba para partir hacia Portugal, pero desconozco cómo pudo llegar a Bruselas donde murió, por ello me inclino a pensar que quizás nació en 1660, siendo concebida durante los últimos tiempos que el bastardo pasó en Bruselas como Gobernador de los Países Bajos, lo que aclararía la estancia de ésta en la actual capital belga. De Ana María, nacida siempre según las fuentes en 1663, ésta debió ser concebida durante la campaña de reconquista que el bastardo estaba realizando en Portugal. En una obra consultada se dice que quizás ambas niñas nacieron de una señora que, muerto don Juan, entró en las Carmelitas de Madrid, sin declarar nombre, ni familia (10)…
Fuentes principales:
* Florez, Fray Enrique: “Memoria de las Reynas Catholicas, historia genealógica de la Casa Real de Castilla Y León, todos los infantes”. Madrid, 1790.
* González Asenjo, Elvira: “Juan José de Austria y las Artes (1629-1679)”. Fundación de Apoyo a la Historia del Arte Hispánico. 2006.
* Rey Atuna, Luis: “Jusepe de Ribera y su circunstancia alavesa. En la conmemoración del IV centenario (1591-1652)”.
* Ruiz Rodríguez, Ignacio: “Juan José de Austria en la Monarquía Hispánica: entre la política, el poder y la intriga”. 2008.
Notas:
(1) González Asenjo, E: “Don Juan José de Austria y las Artes (1629-1679)”. Madrid, 2005. Pag. 76.
(2) Bernardo de' Dominici (1683-1759) fue un historiador de arte y pintor de finales del activo principalmente en Nápoles, famoso por su biografía sobre Luca Giordano (1727) y por su colección de tres volúmenes, amplia, aunque con defectos, con breves biografías de artistas napolitanos: "Vite dei Pittori, Scultori, ed Architetti Napolitani” (1742).
(3) Nithard, Juan Everardo: “Memorias”. Biblioteca Nacional. Sección manuscritos: V 126-146.
(4) Menéndez Pidal, Ramón: “Historia de España”, Volumen XXV. Madrid, 1982, IV, “Iglesia y Estado en la época barroca”, por Quintín Aldea Vaquero, p.759.
(5) Según Pérez Sánchez, no sería la hija de Ribera la seducida por don Juan José sino su sobrina María Rosa, hija de Juan, hermano del artista que siempre vivió a su lado.
(6) El 2 de septiembre de 1666 el Vicario Doctor Francisco Forteza reconoció la voluntad de una novicia que se hallaba en el convento de las Descalzas Reales.
(7) B.N.M, ms. 8345, fol.171.
(8) Revista Hidalguía número 59. Año 1963, pag. 538.
(9) Ibídem, pag. 538.
(19) Florez, Fray Enrique: “Memoria de las Reynas Catholicas, historia genealógica de la Casa Real de Castilla Y León, todos los infantes”. Madrid, 1790.