lunes, 30 de agosto de 2010

LAS GUERRAS DEL REINADO (II): LA GUERRA DE DEVOLUCIÓN (PARTE IV)

Mapa que muestra el avance francés durante la Guerra de Devolución.

Con la temprana rendición de Tournai aparecieron en Flandes muchos fantasmas ante la incapacidad hispana de presentar resistencia ante un enemigo muy superior en número. La población se mostraba apática ante un gobierno que no parecía presentar batalla, y cuyo ejército era demasiado escaso para controlar el territorio y poder así defenderse del agresor francés. Entre los balones y flamencos resonaba la idea de que su Rey y España les habían abandonado, y ningún socorro se podía esperar del Emperador o del resto de príncipes alemanes aliados. El desconsuelo y la desesperación habían también cundido entre los mandos hispanos que asistían en el gobierno de Flandes.

Las rendiciones apresuradas y la incapacidad del gobernador Castel-Rodrigo de presidiar convenientemente todas las ciudades de los Países Bajos ante la carencia de infantería, habían hecho que se temiese que los habitantes del país convinieran a entregar sus ciudades a los franceses proclamando su neutralidad. Sin embargo, lo cierto era que los valones y los flamencos, celosos de su integridad, no tenían demasiado aprecio a una Francia burocrática que estaba desarrollando el absolutismo y el centralismo, y que imponía elevadas cargas hacendísticas sobre la población para el mantenimiento de su poderoso ejército. Pero parecía claro que la población de las ciudades, bastante independiente de por sí, no presentarían resistencia ante cualquier asalto francés sin esperanza alguna de que un ejército de socorro pudiera llegar a liberarles; tenían mucho que perder.

En este ambiente de desconfianza y desamparo que padecían los habitantes de los Países Bajos con respecto a España, la hija del Marqués e Castel-Rodrigo, junto con la Condesa de Monterrey y otras de las mujeres de los altos dignatarios hispanos que estaban en Bruselas, fueron enviadas al convento de Santa Clara escoltadas por sus maridos ante el temor de los nuevos acontecimientos. La salida de estas notables damas fue entendida por los habitantes de la ciudad como una huida, por lo que se extendieron rumores de abandono y se temió que se produjese algún alboroto popular. En estas circunstancias, el gobernador Castel-Rodrigo, pese a estar enfermo de gota, paseó por las calles de la ciudad a caballo para atestiguar que no abandonaría la ciudad. Pero el paseo de Castel-Rodrigo no bastó para asegurar del todo los ánimos de los naturales, según el mismo comentaba: “conociendose en los semblantes nos miraban a todos con horror y deprecio” (1).

Volviendo al tema militar, tras la caída de Tournai los franceses se dirigieron a la vecina Duoai, la rodearon y empezaron a levantar trincheras para circunvalar la plaza. La guarnición presente en la ciudad se componía de 3 compañías de caballería y 4 de infantería, algo más de 300 hombres, todos ellos balones al mando de Jean-Philippe d’Yve, barón d’Ostiche. El 6 de julio, después de 6 días de asedio, la guarnición capituló ante las peticiones de rendición de la población civil. Pero antes la guarnición opuso cierta resistencia, llegando a ser herido levemente en el asedio el mismísimo Vauban (2).

Lo más doliente de la rendición fue la prácticamente nula resistencia opuesta por el gobernador del fuerte vecino de Escarpe. Este pequeño recinto fortificado, al mando de un gobernador español, estaba presidiado por una compañía de infantería valona libre, con una dotación teórica de 50 hombres sobre el papel. Pero en esos momentos seguramente apenas tenía algunos hombres, por lo que éstos no podrían haber opuesto apenas resistencias a un asalto. Pese a ello, la rápida rendición incondicional del fuerte y la fuga de su gobernador causó ampollas en el alto mando hispano. Si bien había sido comprensivo ante la rendición de los gobernadores de ciudades, a los que la población civil les obligó de algún modo a rendirse, no lo fue tanto en un puesto eminentemente militar y en el que no había civiles a los que proteger. Los militares debían haber combatido antes de su rendición, debían haber salvado su honor, por lo que el gobernador, un tal Alverado, fue condenado a muerte en Gante por su mala actuación, intentándose así dar ejemplo a los demás. Pero a pesar de su arresto, Alverado pudo huir de la prisión por lo que no pudo ser decapitado, duro revés para la justicia militar (3).



Fuentes principal:

* Rodríguez Hernández, Antonio José: “España, Flandes y la Guerra de Devolución (1667-1668). Guerra, reclutamiento y movilización para el mantenimiento de los Países Bajos españoles”. Colección Adalid/Ministerio de Defensa, 2007.


Notas:

(1) Carta del Marqués de Castel-Rodrigo de 4 de agosto de 1667. A.G.S. Estado Leg. 2.106.

(2) Carta del Marqués de Castel-Rodrigo de 6 de julio de 1667. A.G.S. Estado Leg. 2.106.

(3) Papeles sobre la reforma del ejército de 1662. A.G.S. Estado Leg. 2.099. Aviso de Bruselas de 23 de julio y 6 de agosto de 1667. A.S.V. Segretaria di Stato, Fiandra 55. Noticias recibidas de Bruselas de 6 de julio de 1667. Noticias concernientes a la ocupación de Douai y el sitio de Lille por las tropas francesas. B.N. ms. 3.396.

sábado, 28 de agosto de 2010

DE VUELTA DE BRUSELAS Y BRUJAS

Y aquí estoy de nuevo…

Antes de seguir con la serie sobre la Guerra de Devolución de 1667-1668, me gustaría dejaros algunas imágenes relacionadas con Carlos II y los Países Bajos Españoles que he encontrado en este corto viaje a Bruselas y Brujas. Aquí van:

1. Medallón con la efigie de Carlos II y su escudo de armas en la casa llamada “Le Cornet” (1697), antigua “Maison de la Corporation des Bateliers” de la Grand Place de Bruselas:



2. Busto de Carlos II (1696) en otra de las casas de la Grand Place de Bruselas con la inscripción en flamenco “De Coninck van Spagnien”. Actualmente este edificio en una famosa cervecería conocida como “Le Roy d’Espagne”, mientras que antiguamente era la “Maison de la Corporation des Boulangers”:


3. Toda la plaza en sí, como podéis ver en las inscripciones de las fachadas, fue prácticamente construida o mejor dicho reconstruida en los últimos 5 años del reinado de Carlos II (1696-1700) tras el bombardeo francés de la ciudad en 1695 durante el curso de la Guerra de los Nueve Años (1689-1697). Cabe destacar la última foto con la inscripción 1702 que fue construida bajo el reinado ya de Felipe V, antes de que estas provincias pasasen a Austria por los Tratado de Utrecht y Rastadt de 1713-1714:





4. Retrato ecuestre de Carlos II, obra de J. van Orley, en el Hôtel de Ville (Ayuntamiento) de Bruselas.


5. Grabado del elector Maximiliano II Manuel de Baviera, último gobernador de los Países Bajos nombrado por Carlos II (Archivo de la Villa de Bruselas). Fue además el último gobernador español antes de que los Países Bajos fuesen cedidos a Carlos VI, ya que Felipe V le mantuvo en el puesto y es más, el nuevo monarca español se los cedió en calidad de nuevo soberano (bajo presión de su abuelo Luis XIV) en 1711/1712 a modo de recompensa por la pérdida de sus estados patrimoniales durante la Guerra de Sucesión Española, sin embargo, sólo ejerció tal soberanía de manera nominal pues Flandes fue prácticamente ocupado en su totalidad por las tropas anglo-holandesa al mando del Duque de Marlborough tras la Batalla de Ramillies de 1706.


6. Pala de plata para la inauguración del canal que debía unir Bruselas con el Sambre pero que jamás se realizó. En ella podemos ver las armas de Carlos II y de Maximiliano Manuel de Baviera con la inscripción latina "Auspice Carolo/Bavaro Gubernante/Bruxelle":



7. Supuesto retrato del príncipe electoral José Fernando de Baviera (c.1700), hijo del anterior y de la archiduquesa María Antonia de Austria, hija de la infanta Margarita Teresa y de emperador Leopoldo I, y, por tanto, bisnieto de Mariana de Austria y sobrino-nieto de Carlos II. José Fernando fue el heredero de Carlos II desde 1696, por el primer testamento del monarca (renovado en 1698 con un segundo testamento), hasta su muerte en 1699:


8. Retrato ecuestre del cardenal-infante don Fernando de Austria, hermano de Felipe IV y gobernador de los Países Bajos Españoles entre 1634 hasta su muerte en 1641, en el Ayuntamiento de Brujas:


9. Retrato ecuestre del archiduque Leopoldo Guillermo de Austria, hijo de emperador Fernando II y gobernador de los Países Bajos Españoles entre 1647 y 1658, también en el Ayuntamiento de Brujas:


10. Busto en bronce de Carlos V en el ayuntamiento de Brujas.


PD: todas las fotos han sido tomadas por mí así que pido perdón por la calidad de las mismas.


CAROLVS II

martes, 24 de agosto de 2010

MINIVACACIONES

La entrada de hoy es para deciros que mañana me voy cuatro días (hasta el 28) a Bruselas, la capital de los antiguos Países Bajos Españoles y actualmente de Bélgica y de la Unión Europea. Por tanto, durante estos días no voy a responder a vuestros comentarios ni voy a poder comentar vuestras entradas. Durante estas brevísimas vacaciones voy a desconectar de todo, aunque también es verdad que intentaré recoger algo de información sobre la figura de nuestro Carlos II por aquella tierras.

Hablando precisamente de desconectar, aquí os dejo una de mis canciones preferidas de uno de mis grupos favoritos, Disconnection Notice de Sonic Youth. Que la disfrutéis y nos vamos pronto.


CAROLVS II

domingo, 22 de agosto de 2010

LAS GUERRAS DEL REINADO (II): LA GUERRA DE DEVOLUCIÓN (PARTE III)

Pintura de Adam Frans van der Meulen que representa a Luis XIV el 21 de junio de 1667 en Tournai. En el cuadro se ven claramente las trincheras en zig-zag para dar cobertura en el acercamiento de las tropas galas a los muros de la ciudad.


Los franceses continuaron su avance, dirigiéndose en diagonal hacia la zona costera flamenca. Bergues, cercana a Dunkerque que recientemente había sido comprado por Francia a Inglaterra (1), fue su primer objetivo. En ese momento Bergues estaba presidiada por solo 80 hombres, ya que no se habían podido sacar más por no dejar desguarnecidas las plazas costeras de mayor importancia como Nieuwpoort u Ostende, al esperarse alguna acción de bloqueo o desembarco de la Armada francesa. Estas dos plazas quedaron en mejor estado que otras de la zona, pero a cambio las plazas de menos importancia estratégica apenas tenían la guarnición necesaria para afrontar un asedio. Bergues capituló tras 2 días de cerco, ante la imposibilidad de que se recibieran refuerzos y la notable superioridad del ejército francés que la sitiaba. La ciudad se rindió el 6 de junio sin entablar combate alguno.

La defensa de la plaza se centraba en la adaptación de sus viejos muros medievales aprovechando un foso inundado con agua aportada desde los canales, habiéndose añadido apenas unos cuantos revellines para reforzar el recinto. Pese a estas defensas, a los franceses sólo les bastó su superioridad para que la plaza optara por la rendición. Pocos días después, el Mariscal Aumont tomó Furnes, el 12 de junio, tras un breve asedio de 3 días. La ciudad estaba escasamente defendida por una compañía suelta de caballería española, con unos 40 hombres, además de tres compañías de infantería española del tercio de don Juan de Toledo y Portugal, que poco pudieron hacer ante todo un ejército.

Antes de mediados de junio los franceses habían completado en el Condado de Flandes la conquista de varias plazas que acomodaban sus posiciones estratégicas y aseguraban Dunkerque. En su desplazamiento hacia el interior de Flandes habían dejado a sus espaldas guarniciones mejor defendidas como Saint Omer y Airé, concentrando su ataque en las plazas menos guarnecidas. Tras estas acciones, el cuerpo del Mariscal Aumont se reunió con el ejército de Turenne en las inmediaciones de Tournai, para colaborar en una empresa de mayor envergadura (2).

Tournai, a pesar de ser una plaza de primer orden estratégico, contaba con una escasa guarnición de 300 a 400 hombres, según las estimaciones de Bruselas, que no abarcaban todas las defensas de la plaza (3). La guarnición estaba compuesta por 4 compañías de infantería irlandesa del Tercio de John Morphy, muy reducidas de tropa, por lo que seguramente no llegarían a juntar 250 hombres, además de otras 4 compañías de caballería del Regimiento del Duque de Holstein, que reunirían unos 160 montados, estando todos al mando del valón Marqués de Trasignies. Junto a la guarnición había presentes en la ciudad de 450 es lúes, soldados no profesionales pagados a costa de la provincia en caso de guerra, además de los 3.000 hombres de la guardia de la ciudad. Pero la plaza estaba deficientemente dotada de artillería, ya que solamente disponía de 10 piezas de artillería en condiciones de hacer fuego efectivo, a todas luces insuficientes para cubrir todo el perímetro defensivo (4).

El 21 de junio los franceses comenzaron a asediar la ciudad, construyendo un puente de pontones sobre el río Escalda para facilitar sus operaciones. Al día siguiente comenzaron a excavar trincheras en zig-zag en dirección a las puertas de San Martín y de Vigne, consiguiendo llegar cerca de la muralla de la ciudad en esa misma jornada, pese al fuerte fuego de los defensores. Al día siguiente comenzaron a efectuar una mina subterránea para intentar abrir una brecha en los muros de la plaza. Estas acciones consiguieron desmoralizar a los defensores, y en particular a la milicias ciudadanas, creándose una fuerte tensión entre las tropas regulares y el gobernador, por un lado, y los milicianos y la propia ciudad, por otro. Aunque el Marqués de Trasignies intentó repetidamente contar con el apoyo de la ciudad y de sus estamentos, éstos se reunieron y votaron no prolongar el asedio, pactando la capitulación de la plaza directamente con los franceses en términos muy aceptables para los intereses de la clase dominante de la ciudad.

Tras la negativa de los burgueses de tomar las armas, al gobernador no le quedó más remedio que retirarse con la guarnición regular y parte de la artillería a la ciudadela, mientras que la ciudad concretaba con los franceses su rendición unilateral la noche del 23 al 24 de junio. Al día siguiente las tropas francesas ocupan la ciudad, entregando los burgueses las llaves de la Villa, a cambio de la seguridad de que la ciudad no sería asaltada ni saqueada. Ese mismo día Tournai es visitada en persona por el propio Luis XIV. A la mañana siguiente los franceses asaltan la ciudadela, que tras una breve defensa se rinde a mediodía, sin haber realizado una notable resistencia (5).

La ciudad se rendía el 24 de junio tras 4 días de asedio, en los que el ejército francés sólo había empezado a levantar trincheras alrededor de la plaza, sin haber llegado todavía al foso ni haber disparado un solo cañonazo contra sus muros. Esta capitulación, tan poco honrosa para los intereses hispanos en Flandes, fue tratada pormenorizadamente por el Consejo de Estado, que pidió explicaciones por una rendición tan rápida. Tras las indagaciones realizadas en Flandes quedaron totalmente exculpados los altos mandos de la plaza (Trasignies como gobernador de la plaza y el maestre de campo irlandés Morphy como comandante de parte de la guarnición), a los que en principio no se les pudo acusar de nada. De hecho, el Marqués de Trasignies había servido a la Monarquía durante más de 42 años, por lo que quedó al margen de toda sospecha, pese a la precipitada rendición de la plaza (6).



Fuentes principal:

* Rodríguez Hernández, Antonio José: “España, Flandes y la Guerra de Devolución (1667-1668). Guerra, reclutamiento y movilización para el mantenimiento de los Países Bajos españoles”. Colección Adalid/Ministerio de Defensa, 2007.


Notas:

(1) Dunkerque fue conquistada por las tropas anglo-francesas de Turenne en 1658 durante el curso de la llamada Batalla de las Dunas. Por el Tratado de París del año anterior la plaza pasó a poder de los ingleses, aunque éstos la vendieron a Francia en 1662 por 5 millones de libras.

(2) Cartas del Marqués de Castel-Rodrigo de 8 y 28 de junio de 1667. Consulta del Consejo de Estado, 30 de junio de 1667. A.G.S. Estado Leg. 2.106.

(3) Carta del Marqués de Castel-Rodrigo de 28 de junio y 6 de julio de 1667. Consulta del Consejo de Estado de 3 de agosto de 1667. A.G.S. Estado Leg. 2.106.

(4) Crombain, R: “Ath sous le régime español” en “Annales du Cercle royal archéologique d’Ath et de la région”, tomo XXXVIII, 1954, pag. 55. Rooms, Etienne: “De materiële organízate van het leger in dienst van de Spaans-Habsburgse monarchie in de Zuiddelijke Nederlanden (1659-1700)”. Tesis doctotal inédita, Ecole Royale Militaire Bruxelles, 1999.

(5) Crombain, R: “Ath sous le régime español” pag. 55-58.

(6) Consulta del Consejo de Estado de 29 de junio y 3 de agosto de 1667. Carta del Marqués de Trasignies, Bruselas 6 de julio de 1667. A.G.S. Estado Leg. 2.106.

sábado, 21 de agosto de 2010

LAS GUERRAS DEL REINADO (II): LA GUERRA DE DEVOLUCIÓN (PARTE II)

El Mariscal Turenne, jefe del cuerpo principal de batalla francés durante la Guerra de Devolución.


Las fuerzas francesas de invasión, aproximadamente 50.000 hombres, se dividieron en tres cuerpos principales con misiones muy diferentes. El principal de ellos, compuesto por unos 35.000 hombres, estaba dirigido por el Mariscal General Turenne y en el asistía también el propio Luis XIV. Este cuerpo entró en los Países Bajos por el condado de Hainaut. Su misión principal era la conquista de distintas plazas, siendo el ejército que debía hacerse cargo de las misiones de mayor envergadura. Un cuerpo volante dirigido por el Marqués de Crequi, compuesto por unos 5.000 hombres, entre los que había bastante caballería, asistiría al cuerpo principal y le flanquearía entrando más al este, hacia Luxemburgo. El Mariscal de Aumont con unos 8.000 hombres tenía como misión principal atacar por la zona cercana a la costa, en las cercanías de Dunkerque, para que las guarniciones de aquella parte, las mejor asistidas y dotadas de tropa, no pudieran coordinar esfuerzos ni ayudar al resto de los territorios flamencos.

Los cambios llevados a cabo en el ejército de Flandes tras la Paz de los Pirineos de 1659, habían hecho que se abandonara la posibilidad de mantener una fuerza de campaña, optándose por un contingente mucho más pequeño y económico, al que incluso a duras penas se le podía pagar. Este ejército era ante todo un cuerpo de guarnición para las fortalezas y ciudades más importantes, formadas por tropas mal equipadas y pagadas, además de encontrarse demasiado dispersas por todas las provincias de los Países Bajos (1). Difícilmente estas tropas podían representar una gran amenaza para un ejército francés, que les superaba en número y que estaba concentrado en tres grandes grupos, bien provisto de víveres y de municiones. Las primeras acciones de Castel-Rodrigo al estallar la guerra fueron intentar encontrar dinero, grano y hombres para defender todos los puestos avanzados, y sobre todo, Bruselas. Para ello visitó las ciudades de Amberes, Lovaina y Gante, de donde cogió pertrechos de guerra y grano para asegurar la defensa de Bruselas, esperando que los franceses se decidieran directamente a atacar la capital, reservando así para su defensa dos de los cuatro tercios de españoles que había en esos momentos en Flandes. Estas acciones provocaron el descontento en la ciudadanía, que veía el abandono de muchas plazas y se quejaba de las confiscaciones de alimentos (2).

La primera acción del cuerpo principal de batalla francés fue la toma de la ciudad de Binche el 31 de mayo, la cual fue ocupada sin resistencia, al carecer de guarnición. Después los franceses avanzaron hacia el interior y tomaron sin oposición el nuevo complejo fortificado de Charleroi, el 2 de junio, que fue volado previamente por Castel-Rodrigo ya que estaba sin acabar, imperfecto y sin guarnición, aunque por desgracia sólo una parte de las fortificaciones pudieron ser demolidas a tiempo, cayendo en manos de Turenne, que desde ese momento las hace perfeccionar. Las primeras decisiones del cuerpo principal del ejército galo fueron, por tanto, muy poco arriesgadas siendo operaciones muy meditadas, al haber estado durante algunos días observando las acciones emprendidas por los españoles. De hecho, las tropas francesas se internaron en los Países Bajos por la zona que parecía más indefensa, por el Condado de Hainaut, aprovechando el territorio del Obispado de Lieja y su posesión de algunas plazas en el interior del Condado adquiridas tras la Paz de los Pirineos, como Philippeville. Con esta ruta evitaban las grandes guarniciones de las plazas fronterizas más importantes, como la vecina Cambrai, que habían sido reforzadas previamente ante la presunción de que los ataques franceses serían, sobre todo, a las plazas situadas en primera línea. De hecho, como decía Castel-Rodrigo, los franceses buscaban las plazas en medio del País. Estas eran una pieza más fácil, sobre todo en los primeros compases de la guerra, cuando todavía no se sabía cual sería la resistencia que opondría el ejército de Flandes (3).

El cuerpo principal a la órdenes de Turenne, tras su entrada por Hainaut y la toma de Charleroi, se adentró en el interior de los Países Bajos, alejándose de las guarniciones fronterizas hispanas. El 17 de junio el Conde de Rennebourg, gobernador de Ath, abandona la ciudad con su guarnición, algo que aprovecha Turenne para ocuparla el 19 de junio. Luis XIV entra en persona en la plaza, jurándole fidelidad los habitantes a cambio del mantenimiento de sus privilegios. A partir de ese momento la ciudad será posesión francesa durante algunas décadas, en las cuales sus fortificaciones son modernizadas y perfeccionadas por el Vauban.

Mientras tanto, el cuerpo del ejército comandado por el Mariscal Aumont entró en los Países Bajos por la rivera del río Lys. Su primera acción fue dirigirse hacia Armentiers, que ocupó sin problemas el día 28 de mayo, ya que su guarnición, siguiendo las órdenes de Castel-Rodrigo, había abandonado la ciudad el día 23 de mayo, desmantelando la mayor parte de las defensas de sus fortificaciones. La plaza había estado ocupada hasta el momento por 18 compañías del regimiento de infantería alemana del coronel Rhingraf, unos 1.100 hombres, una defensa del todo insuficiente. El gobernador de los Países Bajos, con esta decisión de no combatir, reservaba sus fuerzas para una ocasión más propicia.


Fuentes principal:

* Rodríguez Hernández, Antonio José: “España, Flandes y la Guerra de Devolución (1667-1668). Guerra, reclutamiento y movilización para el mantenimiento de los Países Bajos españoles”. Colección Adalid/Ministerio de Defensa, 2007.


Notas:

(1) Se carece de fuentes concretas para saber de cuantos hombres disponía el ejército de Flandes para oponerse a los franceses ya que el Archivo de Simancas no ha dejado datos sobre el tema, pero Etienne Rooms, gracias a los fondos de la contaduría y pagaduría de Bruselas, ha hecho diversas estimaciones. Según este autor, al inicio de 1667 el ejército de Flandes disponía de 515 compañías de infantería, agrupadas en 32 tercios y regimientos, además de algunas compañías francas. A estos se le sumaban otras 132 compañías de caballería, que formaban diferentes regimientos o que servían sueltas. Tras estos datos Rooms afirma, aplicando métodos estadísticos, que el ejército estaría compuesto al menos de 27.000 infantes y 8.500 montados. Para determinar esa cifra, Rooms aplica que cada compañía de infantería tendría una media de 52,9 hombres, y 64,9 las de caballería.

(2) Avisos de Bruselas, 4 de junio y 15 de julio de 1667. Proclama del gobernador de los Países Bajos. A.S.V. Segretaria di Stato. Fiandra 55.

(3) Cartas del Marqués de Castel-Rodrigo de 8 y 28 de junio de 1667. A.G.S. Estado Leg. 2.106

viernes, 20 de agosto de 2010

MUERE S.A.R. EL PRÍNCIPE DON CARLOS HUGO DE BORBÓN-PARMA

El pasado 18 de agosto moría, a causa de un cáncer de próstata, el príncipe don Carlos Hugo de Borbón-Parma, duque titular de Parma, Piacenza y Guastalla, Conde de Montemolín, jefe de la Casa Ducal de Parma y pretendiente carlista al trono de España desde la muerte de su padre don Javier de Borbón-Parma en 1975. Fue el líder del carlismo reformado en oposición al carlismo ultraderechista y ultracatólico dirigido por su hermano, Sixto de Borbón-Parma, duque de Aranjuez. Ambos son descendiente directos de Felipe V.

Pinchando aquí podréis acceder a la página web de la Casa de Borbón-Parma, mientras aquí tenéis una breve biografía en wikipedia. Además os invito a leer este interesante artículo de El País sobre este notable personaje.

Aprovecho para citaros a todos para la II parte de la serie sobre la Guerra de Devolución que publicaré en muy breve tiempo.


CAROLVS II

miércoles, 18 de agosto de 2010

LAS GUERRAS DEL REINADO (II): LA GUERRA DE DEVOLUCIÓN (PARTE I)


Antes de comenzar me gustaría dedicar esta entrada a mi amigo Jordi (Dissortat) del blog En el Bosque de la Larga Espera por ser la persona que con más ganas me pidió esta serie de entradas sobre la Guerra de Devolución:


La Guerra de Devolución (1667-1668) ha sido tradicionalmente considerada por la historiografía como una guerra por sorpresa. Si bien la invasión fue inesperada para la Corte de Madrid, demasiado ocupada intentando someter a Portugal, en Flandes se sabía desde tiempo atrás que Luis XIV atacaría, aunque se desconocía cuando llegaría ese momento. Desde la muerte de Felipe IV en 1665 las sospechas fueron en aumento ante la creciente hostilidad de los franceses y el aumento de los reclutamientos en el país galo, pero en muchos casos estos datos fueron interpretados erróneamente desde la Corte y muchas veces desoídos. Si bien desde la Corte se intentó reforzar el ejército con españoles e italianos, se hizo debido más que nada a que hacía demasiado tiempo que no se hacían nuevas reclutas que con motivo de que se temiera una invasión a gran escala, según señala el profesor A. José Rodríguez Hernández. Mientras, en Bruselas se sabía desde finales de 1665 que las hostilidades se producirían tarde o temprano, pese a la incredulidad de Madrid (1).

En 1666, los temores en Flandes eran tales que el propio gobernador general del territorio, Marqués de Castel-Rodrigo, pidió unilateralmente a la embajada española en Londres (2) que se concretase con los ingleses una ayuda militar de 6.000 hombres en caso de que Francia atacase, algo que hizo que desde Madrid se pidiesen explicaciones de tal orden. Pero pese a la recomendación de Castel-Rodrigo el Consejo de Estado no hizo demasiado para concretar esa ayuda militar en caso de conflicto, por lo que pocos meses antes de realizarse la invasión, en marzo de 1667, el gobernador seguía esperando la confirmación de Madrid para saber si de Londres se podría recibir alguna ayuda militar (3).

En diciembre de 1666, ante las continuas noticias de que los franceses realizaban enormes preparativos, levas y acaparaban material militar para cualquier acción bélica, Castel-Rodrigo aseguraba que la guerra era “indubitable” (4). En los meses siguientes más noticias vinieron a sumarse a tal creencia. Desde Viena se tenía ya la misma sospecha, además en ese momento los franceses actuaban con impunidad atacando a los correos y pasajeros españoles que viajaban a través de Francia, incumpliendo de esta forma el Tratado de los Pirineos de 1659. Este fue el caso del Marqués de Monrroy, uno de los ministros y militares españoles más destacados de los Países Bajos, que fue desvalijado a su paso por Francia con correos y cartas de vital importancia para la Corte madrileña, incumpliéndose con impunidad, como se decía, los derechos de tránsito de las misiones diplomáticas entre ambos países. Pero estas noticias llegaron a Madrid demasiado tarde, al igual que el anuncio de que Luis XIV había iniciado la invasión de los Países Bajos (5).

CAUSAS:

Durante todo el siglo XVII Francia y España se disputaron la hegemonía europea, una balanza que tras la Paz de los Pirineos (1659), se mostró siempre más favorable a los intereses galos. Desde el gobierno del cardenal Richelieu los teóricos franceses postulaban que su patria debía alcanzar unas fronteras naturales que asegurasen tanto su defensa como su predominio en Europa: el Rhin debía ser esa “frontera natural” como ya lo había sido en tiempos del Imperio Romano. El motivo de la Guerra de Devolución no era otro que expandir las fronteras de Francia a expensas de la debilitada España aprovechando un momento tan difícil para la misma como era una Regencia femenina y una minoridad real. Al mismo tiempo, Luis XIV se acercaba más a Holanda, potencia marítima a la que también quería subyugar. De hecho en 1672 tendrá comiendo la llamada Guerra de Holanda, que constituyó un intento fallido del monarca galo de conquistar y someter a las Provincias Unidas con el objetivo de convertir también a Francia en una potencia marítima de primer orden.

Pero la agresión francesa de 1667 tenía otros muchos condicionantes. El más importante era la pretensión de Luis XIV de conseguir para su corona los Países Bajos y el Franco Condado. Las tierras que reclamaba formaban parte de la herencia borgoñona de los Habsburgo españoles desde el matrimonio de María de Borgoña y el emperador Maximiliano I, éstas eran en su mayoría de habla francesa y con una cultura muy similar a la gala (6). Los contactos entre la nobleza flamenca y la francesa eran muy fuertes e incluso ambas compartían fuertes lazos familiares. Dentro de las apetencias francesa, estos territorios eran los más deseados, por lo que las subsiguientes campañas bélicas de Francia tras la Guerra de Devolución también se concentrarían en la conquista de los Países Bajos españoles, intentando Luis XIV hacerse con toda la herencia de la antigua Casa de Borgoña considerada desde siempre por los teóricos franceses como perteneciente a la Casa Real de Francia.

Pero para que Luis XIV pudiese acometer una guerra contra España necesitaba un “casus belli”, un motivo de guerra hacia otro estado, que le asegurase una justificación ante las demás potencias europeas. Al morir Felipe IV, el monarca galo reclamó a la Monarquía Hispánica los Países Bajos para su mujer María Teresa, hija del fallecido monarca hispano y de su primera mujer, Isabel de Borbón, junto con el resto de la dote impagada tras sus desposorios de 1659. Invocó para ello el llamado “droit de devolución”, una antigua costumbre de Ducado de Brabante según la cual los bienes patrimoniales pasaban a los hijos del primer matrimonio si el viudo contraía segundas nupcias. En estas circunstancias Luis XIV reclamaba a España la entrega de las provincias de Brabante (incluida Amberes), Hainaut, Cambrai, Namur, una cuarta parte del Ducado de Luxemburgo y la tercera parte del Franco Condado. Con esta reclamación Luis XIV intentaba asegurarse de que existiera una “causa justa” que justificara sus aspiraciones sobre los Países Bajos.

De poco sirvió la brillante intervención de los juristas hispanos, que desvelaron las verdaderas intenciones de Luis XIV y alegaron con acierto que éste pretendía acomodar a las relaciones entre Estados una costumbre que sólo regía en el derecho privado de algunas Provincias de los Países Bajos. Pero ya antes Francia se había asegurado las espaldas para que el resto de las potencias europeas no intervinieran: desde la década de 1660 Luis XIV zanjó distintos acuerdos con diferentes potencias con la intención de aislar a la Monarquía Hispánica internacionalmente. Mediante un pacto con Portugal, al que apoyó militar y financieramente inflingiendo los acuerdos de la Paz de los Pirineos, se aseguró de que la guerra peninsular continuase para impedir así que España pudiese atender a otros frentes. Además, la diplomacia francesa se aseguró el apoyo de Saboya y de distintos príncipes alemanes, que en caso de guerra impedirían el paso de tropas españolas por su territorio. Mientras tantos Holanda e Inglaterra estaban trabadas en un guerra marítima que terminó poco después de comenzar la invasión francesa de los Países Bajos (7).

El Emperador quedaba como única ayuda internacional posible. Pero Leopoldo I se encontraba en esos momentos algo debilitado y acosado en el frente oriental por los turcos, por lo que siempre se mostró más partidario de pactar con los franceses que de ayudar a sus parientes madrileños. De hecho, el 19 de enero de 1668, se firma el primer tratado de reparto de la Monarquía Hispánica en caso de muerte de Carlos II, entre Francia y el Imperio, signo evidente de que el Emperador, aunque siempre ambiguo ante las peticiones de Madrid, nunca tuvo intención de intervenir en la guerra.

Ante este panorama internacional de 1667, Francia tenía vía abierta para atacar las posesiones españolas. El 26 de mayo fue la fecha elegida por Luis XIV para invadir los Países Bajos comenzando así la que sería su primera campaña personal. Meses atrás, los franceses habían comenzado a reunir provisiones, material de guerra y tropas en Picardía, a sabiendas de que la invasión se avecinaba. A comienzos de mayo el Rey y el ministro de la guerra, el Marqués de Louvois, se reunieron con el ejército, que el 21 de mayo asentó su cuartel general en Amiens. Por tanto, una guerra anunciada, aunque no declarada, ya que si bien el ejército francés inició la invasión de los Países Bajos en mayo, España no declaró oficialmente la guerra hasta el 14 de junio.



Fuentes principal:

* Rodríguez Hernández, Antonio José: “España, Flandes y la Guerra de Devolución (1667-1668). Guerra, reclutamiento y movilización para el mantenimiento de los Países Bajos españoles”. Colección Adalid/Ministerio de Defensa, 2007.


Notas:

(1) Carta del Marqués de Castel Rodrigo, gobernador de los Países Bajos, 19 de febrero, 14 de octubre y 8 de noviembre de 1665. Consulta del Consejo de Estado, 14 de septiembre de 1665. A.G.S. Estado Leg. 2.104.

(2) El Conde de Molina era el embajador español en Londres durante aquellos años.

(3) Carta del Marqués de Castel-Rodrigo de 21 de julio de 1666. A.G.S Estado Leg. 2.106.

(4) Carta del Marqués de Castel-Rodrigo de 22 de diciembre de 1666. Consulta del Consejo de Estado, 15 de enero de 1667. A.G.S. Estado Leg. 2.106.

(5) Carta del Marqués de Castel-Rodrigo de 2 de febrero de 1667. Consulta del Consejo de Estado de 6 de marzo de 1667. Carta del Conde de Castellar, Viena, 2 de febrero de 1667. A.G.S. Estado Leg. 2.106. Consulta del Consejo de Estado de 5 de mayo de 1667. Avisos, Barcelona de 23 de abril de 1667. A.G.S. Estado Leg. 2.686.

(6) El Estado Borgoñón moderno nace en 1363, cuando Felipe “el Atrevido”, cuarto hijo del rey Juan II de Francia recibe de su padre el Ducado de Borgoña en apenage. Éste, en 1369, contrajo matrimonio con la condesa Margarita III de Flandes, heredera del Condado Palatino de Borgoña y de los condados de Artois, Flandes, Nevers y Rethel. Inauguraba de esta forma una política matrimonial que continuarán sus seguidores y que permitirá, poco a poco, expandir el Estado Borgoñón.

Tras la muerte del duque Carlos “el Temerario” en la Batalla de Nancy de 1477 el rey Luis XI de Francia invadió las dos Borgoñas, Artois y Picardía, por lo que la heredera del fallecido duque, María, quedaría tan solo en posesión de los Países Bajos, el Franco Condado y el Condado de Charolais que pasarían a la Casa de Austria por su matrimonio con el archiduque Maximiliano, futuro emperador Maximiliano I.

(7) La llamada Segunda Guerra Anglo-Holandesa (1665-1667).

SOLIDARIDAD CON MELILLA


EN DEFENSA DE LA ESPAÑOLIDAD Y LA DIGNIDAD DEL PUEBLO MELILLENSE.

lunes, 16 de agosto de 2010

LAS MUJERES DE LA CORTE (V): DOÑA LEONOR DE VELASCO, DAMA IMPERIAL (PARTE III y FINAL)

El emperador Leopoldo I, señor del partido imperial.

La vía libre para ganar el favor de doña Mariana de Austria iba paralela al distanciamiento de todos aquellos personajes que se hubieran ganado la animadversión de la Reina. Así, si el Conde de Pötting quería alcanzar este fin debía alejarse de aquellos cortesanos que estuvieran fuera del favor real, que, en aquellos meses posteriores a la salida del jesuita, fueron muchos, ya que tras la expulsión de Nithard, doña Mariana cobró una mayor inquina a don Juan José y a todos aquellos que colaboraron con él. Doña Leonor de Velasco, reconocida por todos como valedora de don Juan, se había convertido ante los ojos de la Reina, en una enemiga política a la que había de retirar su favor. El emperador Leopoldo I, que se había percatado de este distanciamiento de Leonor del círculo de confianza de su hermana, reprendió a Pötting por sus confianzas con la dama y le ordenó que cuidara su imagen política, si quería conservar la confianza de la Regente debía alejarse de doña Leonor:

Euch selbsten zue erindern, dass ich die Nachricht habe, dass die (Velasco), so vor diesem allhier gwest, ganz und gar von Don Juan dependir, mit ihm correspondir, ihme alle actinones et verba der Königin spionire und was dem anhängig ist. Ich vermein, die alte Laffin meint, er seie in sie verliebt, però sarebbe solo un amor politico. Ich weiss auch, dass die Königin sie gar nit lieb hat aus eben dieser Ursach, und sich mächtig vor ihr in obacht nimmt” (1)

En definitiva, doña Mariana sospechaba de doña Leonor por ser confidente de don Juan. Leopoldo I no se hacía eco de los rumores sobre el posible enamoramiento del bastardo y la dama, ese amor sería solamente “político”. La Reina detestaba a la dama por esta causa (su clara tendencia juanista) y si Pötting quería mantenerse a su lado en estos favorables momentos para conseguir su confianza, debía procurar no mostrar amistad o simpatía hacia doña Leonor:

Und weilen ich vernehme, dass Ihr mit ihr wohl stehet und gar oft mit [ihr] zue ein und zwei Stunden zue reden pfleget, also habe ich es Euch erindern wollen, damit Pötting sich wohl obacht nehme und sich soviet es müglich ist von dieser Freundschaft entäussern und abstrahiren solle. Dann wie kunnte die Königin mit Pötting ein Confidenz haben, wann sie alleweil in Sorgen stehen müsste, (Velasco) werde alles von ihme erfahren und weiter schwatzen. Dies geschieht allein aus genädiger Affection zue Euch und sonsten aus keiner andern Ursach” (2)

Esta carta del Emperador para Pötting se escribió el 24 de abril de 1669 y llegó a su destino un mes después, el 24 de mayo. Durante aquellos meses posteriores a la salida de Nithard, el embajador había seguido visitando a doña Leonor y a finales de abril, apenas seis días después de la redacción de aquella carta por LeopoldoI, Pötting suscribió en su diario la siguiente apreciación sobre Leonor: “Hable â doña Leonor de Velasco, dama la mas fina que se puede creer” (3). Pötting, con esta expresión, además de certificar que seguía con sus correspondencias con la dama, quiso reflejar la gran experiencia en la política cortesana que tenía doña Leonor. “La mas fina” significaba ser la más “cortesana”, una mujer que sabía moverse con agilidad en los cauces de aquel poder basado en las apariencias y en las “finezas”, es decir en la diplomacia más pura de la época.

Al recibir la misiva del Emperador en la que éste advertía a Pötting que tuviera precaución en su relación con doña Leonor de Velasco, el embajador imperial no redujo sus visitas a la dama, sin embargo, tranquilizó a Leopoldo I comunicándole que no era tanta la confianza que tenía con ella. El Emperador le respondió el 3 de julio, aliviado con tal respuesta:

Dass Pötting mit [der] Velasco kein solche Correspondenz habe, ist gar guet, dann die Königin ganz mit ihr et quidem meo iudicio iustissime übel zuefrieden ist. Also hat der Kaiser es damals nur dem Pötting a questo fine erindert, damit er sich demnach richten möge” (4)

Sin duda, era una buena noticia que Pötting no tuviera una estrecha correspondencia con doña Leonor, dama corresponsal de don Juan José, pues doña Mariana no le tenía ninguna estima y el apoyo de la soberana era precisamente lo que el embajador debía asegurarse en aquellos momentos.

A pesar del rechazo mostrado por Leopoldo I hacia doña Leonor, la familia de los Velasco siguió beneficiándose del patronazgo imperial: el 12 de marzo de 1670, el Emperador escribió a Pötting comunicándole que la emperatriz Margarita Teresa, hija de doña Mariana, deseaba que la dama doña Estefanía de Velasco se instalara en Viena para servirla (5). Por su parte, el Conde de Pötting, aunque había negado mantener relación política con Leonor de Velasco, lo cierto es que siguió manteniéndola tal y como demuestran sus anotaciones en el diario: las expresiones de admiración hacia la dama: “Hable con doña Leonor de Velasco, egregia virago”(6) o “Hablé con doña Leonor de Velasco, dama de relevantes partes” (7) se combinaron con críticas a su apasionado carácter y permisividades de dama cansada de la etiqueta de palacio: “Hable a doña Leonor de Velasco, muy apasionada y ciega en sus propias conveniencias” (8), “Hable con doña Leonor de Velasco, en el quarto del Rey, de todo punto estrafalaria, que no se debe respetar por poco fabor de una dama de palaçio en España” (9) . “Hable con doña Leonor de Velasco, hecha una vibora de sentimientos” (10). Comentarios con alusiones a su eterna soltería: “Hable con doña Leonor de Velasco cuyo cassamiento lo veo mas lejos que çerca, según todos los visos y disposiciones” (11) un estado civil que le permitió continuar en la Corte como garante de sus intereses políticos y los de su familia.

Durante la embajada del Conde de Harrach, sustituto del Conde de Pötting desde 1674, doña Leonor de Velasco siguió vinculada con la red imperial pero no con la misma fuerza con la que había estado en la época del anterior embajador imperial. Harrach citó a doña Leonor en contadas ocasiones y con motivo únicamente de regalos o recomendaciones.

PD: el que aquí escribe parte mañana para su Madrid natal por lo que es posible que en un par de días no pueda responder tanto a vuestros comentarios o comentar vuestras entradas,



Fuentes principales:

* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2006.

* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria: imagen, poder y diplomacia de una reina cortesana”. Editorial Complutense, 2006.



Notas:

(1) Leopoldo I al Conde de Pötting. Viena, 24 april 1669. Brief 219. Pribam, Alfred Francis und PRAGENAU, von Moritz Landwehr: “Fontes Rerum Austriacarum. Österreichische Geschichtsquellen. Privatbriefe Kaiser Leopolds I an den Grafen F. E. Pötting. 1662-1673". Vol 56 y 57. Viena, 1903-1904.

(2) Ibídem. pag. 25.

(3) “Diario del conde Pötting”, pag. 33. 30 de abril de 1669. vol. 2.

(4) “Fontes Rerum…” Brief 224. Leopoldo I a Pötting, 3 de agosto de 1669.

(5) “Fontes Rerum…” pag. 70 Brief 244. Viena, 12 de marzo de1670. “[…] in specie hätte sie gern die Stefania de´Velasco, so vei Hof allda”.

(6) “Diario del conde de Pötting". Vol II. 15 de abril de 1670, pag. 108.

(7) Ibídem. 1 de junio de 1671, pag. 197.

(8) Ibídem. 6 de agosto de 1670, pag. 135.

(9) Ibídem. 19 de junio de 1670, pag. 123.

(10) Ibídem. 24 de julio de 1671, pag. 207.

(11) Ibídem. 8 de mayo de 1672, pag. 264.

domingo, 15 de agosto de 2010

ENTRADA EN APOYO DE MADAME DE MASQUÉE


Como muchos de vosotros ya habréis podido leer en su blog, nuestra amiga la Dame de Masquée y su blog De reyes, dioses y héroes, han sido víctimas de la lacra que acecha nuestros blogs, es decir, que ha sido copiada por otro blog.

El blog en cuestión se llama Imaginariums y la entrada copiada literalmente es la del falso zar Pedro III. Me acabo de pasar por el susodicho blog y parece ser que han eliminado la entrada, pero aún así yo personalmente hago una denuncia del mismo. Como sabéis este blog y quien lo escribe tiene entre sus objetivos acabar con esta lacra de la copia indiscriminada de contenidos con agravante de no citar la fuente.

Personalmente creo que esta vez no he sido víctima de la copia, pero os invito a pasaros para comprobarlo y en el caso denunciarlo y reclamarlo al autor que se ampara en el extraño hecho de que las entradas se las envían por mail y él/ella sólo las publica. Curioso método de llevar un blog digo yo...

He comprobado que no sólo copia a otros blogs, sino que también lo hace con artículos enteritos del diario El País como el de los nombres de los países sudamericanos, o las viñetas de Forges,...

En fin, TODO MI APOYO A MADAME Y RECORDAD QUE ENTRE TODOS PODEMOS ELIMINAR ESTA LACRA


CAROLVS II

sábado, 14 de agosto de 2010

LAS MUJERES DE LA CORTE (IV): DOÑA LEONOR DE VELASCO, DAMA IMPERIAL (PARTE II)

Don Juan José de Austria, ¿amor de doña Leonor de Velasco?

La postura política de doña Leonor de Velasco fue evolucionando desde el “anti-nithardismo” y “austracismo” iniciales hacia un progresivo acercamiento a la causa de don Juan José, que terminó por definirse en los meses previos a la expulsión de Nithard de la Corte (enero-febrero de 1669). Entre 1667 y 1669, doña Leonor participó en algunas intrigas en contra del jesuita. El Duque de Maura, en su obra “Carlos II y su corte” (1911), calificó a esta dama como “chismosa, casquivana y enredadora” (1) que “puso al servicio de don Juan, ojos avizores de corrida indiscreta y lengua mordaz de doncella averiada, con la esperanza de poder ofrecerle su desmantelado corazón y el faldo de sus encantos”(2). Según esta interpretación, Leonor de Velasco, soltera a disgusto, se habría querido casar con don Iñigo de Toledo, hijo bastardo del marido de la Camarera Mayor (don Fadrique de Toledo, marqués de Villanueva de la Valdueza), sin embargo, este matrimonio habría sido desautorizado por el Consejo de Estado, una resolución que habría enfurecido a doña Leonor, que desde entonces, habría decidido odiar a Nithard y a la Reina, y vender su amor más carnal que político (según el juicio de Maura), a don Juan José. La férrea oposición de Leonor de Velasco al padre Nithard, cristalizaría en su participación en un complot palaciego destinado a colocar como confesor de Carlos II a Fray Juan de Madrid, dominico enemigo del jesuita. Esta intriga resultó y finalmente fue elegido como confesor del rey-niño Fray Pedro Álvarez de Montenegro, hechura de Nithard (3).

El Conde de Pötting, aunque permaneció al margen de estas intrigas cortesanas, siguió demostrando una gran admiración por la dama a la que siempre visitaba cuando acudía a Palacio: “Discurri en la antecámara segunda de la Reyna con doña Leonor de Velasco, que con ser dama, y de edad, sabe mucho” (4). Por tanto, el embajador valoró el hecho de que doña Leonor fuera “dama”, puesto que la colocaba en un punto estratégico de la política cortesana y de avanzada edad, es decir, con experiencia, que conocía a la perfección la manera de moverse en la Corte.

El alejamiento de doña Leonor de Velasco del lado de la Reina y Nithard seguramente no respondería a un plan fallido de matrimonio, más bien habría que interpretar este posicionamiento “austriaco” y cada vez más cercano a don Juan José en función de una política familiar basada en estrategias de acción conjunta, tanto en la Corte como fuera de ella, y en la que doña Leonor sólo fue una conexión más en esta red construida por los Velasco en torno a la lucha entre grupos cortesanos.

Al margen de la veracidad de las intrigas en las que doña Leonor podría haber participado, se observa, en las semanas previas a la salida de Nithard de la Corte, un posicionamiento más claro de la dama en el grupo “juanista”. En enero de 1669, don Juan José, huido de la justicia real, se había instalado a pocas leguas de Madrid en un intento de presionar a la Regente para que apartara al jesuita de su lado. El número de nobles que apoyaron a don Juan en esas fechas fue considerable, pues en la Corte se deseaba la expulsión del padre Nithard, al que se hacía responsable de todos los males de la Monarquía. Es precisamente en estos momentos de grave crisis, cuando las fidelidades y las aficiones políticas se modifican, cambian, mutan o se exacerban, en función de estas influencias externas. Las simpatías políticas que doña Leonor de Velasco tenía hacia don Juan, experimentaron un cambio en aquellos meses de enero y febrero de 1669, cuando don Juan José, a las puertas de la Corte, parecía ser aquel “mesías salvador” esperado por el pueblo y los Grandes (4).

El 2 de febrero de 1669, cuando doña Mariana de Austria estaba en plenas negociaciones con don Juan José, el Conde de Pötting aconsejó a la soberana que apartara a Nithard de su lado. Tras esta larga conversación, el diplomático, como acostumbraba, fue a hablar con doña Leonor de Velasco que, en palabras de Pötting estaba “hecha una vibora contra el Theatino” (5). Diego de Velasco, familiar de doña Leonor, actuó como mediador en el conflicto con don Juan José. Don Diego era mayordomo de don Juan José de Austria y tenía correspondencia con Pötting (6), por lo que no es de extrañar que doña Leonor se redefiniera políticamente en esos delicados momentos para la evolución política de la Regencia. Aunque seguramente este convencimiento de doña Leonor habría comenzado antes, en los inicios de las luchas político-propagandísticas entre don Juan José y el valido, cuando el bastardo se negó a embarcar hacia Flandes y decidió iniciar un duelo verbal con el teatino. Desde el verano de 1668 hasta enero de 1669, Leonor de Velasco, compenetrada políticamente con su pariente don Diego de Velasco, el mayordomo y secretario de don Juan, jugó un importante papel en la facción juanista.

Tras la expulsión de Nithard, doña Leonor, más firmemente convencida de su apoyo a don Juan José, siguió conservando una buena correspondencia con el embajador imperial, que debió mantenerse cauto en la negociación de la expulsión de Nithard, ya que la inclinación del Emperador, su amo, a favor de uno u otro contrincante era sumamente peligrosa para los intereses imperiales en la corte de su hermana doña Mariana. Cualquier movimiento hacia el jesuita o hacia el bastardo, podía recabar odios irremediables y, tal y como estaba la situación, lo más prudente era mantenerse al margen, jugar con las inclinaciones sin despertar sospechas, pasar la crisis en silencio. Así, el Conde de Pötting no acudió a la casa del confesor para despedirlo, pues cualquier gesto, palabra o movimiento que demostrara pena o regocijo por su salida de la Corte, podía generar afecciones o desafecciones hacia el Emperador entre la nobleza.

La neutralidad practicada por Pötting en los complicados momentos de la expulsión de Nithard, contrastaba con la mayor vinculación de doña Leonor de Velasco hacia don Juan José, que no ocultó en los círculos cortesanos sus acentuadas tendencias juanistas, hasta el punto de que comenzaron a circular en los mentideros madrileños rumores sobre el enamoramiento de don Juan José de la Velasco. Que habían entrado en “amores” físicos o espirituales es difícil de probar, además de ser una circunstancia poco probable en dama soltera de juventud pasada y bastardo regio alejado de las cámaras de la Reina, lo que sí parece cierto es la existencia de un “amor político”, tal y como lo definiría el Emperador, entre la Velasco y don Juan José.

Esta modificación en el ánimo político de doña Leonor, afectaría a largo plazo a la relación con el embajador imperial. Pötting debía seguir una estrategia de acercamiento a doña Mariana y ahora que el confesor había salido de la Corte, el Emperador esperaba que su diplomático tuviera más fácil el acceso a la voluntad regia, pues la confianza de la Regente se tendría que volcar en otros individuos. El Conde de Pötting experimentó rápido este hecho: si el 25 de febrero salía el padre confesor salía de la Corte, el 28 escribía el diplomático en su diario: “Hallé â Su Majestad con coraçon y resoluçion muy propio de Reyna, y de mas confianza conmigo que hasta ahora y en tiempo del Inquisidor, prueva patente de lo que siempre sospeché” (7). La estrategia a seguir a partir de la expulsión del jesuita era clara: ganarse la confianza de la Reina, empresa más asequible una vez apartado el gran obstáculo de Nithard, pues el patronazgo regio, la liberalidad de la figura real, su condescendencia… eran los objetivos de todo cortesano y con más razón los de un embajador


Fuentes principales:

* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2006.

* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria: imagen, poder y diplomacia de una reina cortesana”. Editorial Complutense, 2006.



Notas:

(1) Maura y Gamazo, Gabriel: “Carlos II y su corte”, pag. 291.

(2) Íbidem.

(3) Íbidem, pag. 99.

(4) García Sánchez, Laura: “Juan José de Austria, un mesías para el pueblo”. En Historia 16. XXVIII. Nº 343. Nov. 2004. pp. 10-33.

(5) “Diario de conde de Pötting”, 2 de febrero de 1669, vol 2. p. 15.

(6) Ibídem. 21 de marzo de 1669. vol. 2. p. 26.

(7) “Diario del conde Pötting”, 28 de febrero de 1669. vol 2. pp. 21-22.

viernes, 13 de agosto de 2010

LAS MUJERES DE LA CORTE (III): DOÑA LEONOR DE VELASCO, DAMA IMPERIAL (PARTE I)

Don Iñigo Fernández de Velasco, condestable de Castilla y jefe e la Casa de Velasco, por Bartolomé Esteban Murillo (h. 1659). Museo del Louvre de París.

Entre el personal palaciego de Mariana de Austria destacaban ciertas damas vinculadas políticamente con la red imperial tejida por el Conde de Pötting, embajador del emperador Leopoldo I: la Camarera Mayor, marquesa de Villanueva de la Valdueza, doña Francisca Manrique (1), la Marquesa de Lançarote o la Condesa de Benavente ejercieron una notable influencia en el círculo de Palacio favoreciendo sutilmente a una red de poder cortesana opositora al confesor Nithard y orientada a beneficiar los intereses imperiales.


Entre las damas de Palacio destacaba de forma notable doña Leonor de Velasco, en la que el Conde de Pötting tuvo a una de sus grandes colaboradoras políticas, con la que conversaba tras las audiencias con la Reina e intercambiaba impresiones sobre los asuntos cortesanos, y a la que el Conde definía como una “dama de gran entendimiento”.

Leonor de Velasco, en su juventud, había acompañado a la emperatriz María (2), hermana de Felipe IV y futura madre de doña Mariana de Austria, a la corte de Viena, destino al que fue enviada junto con su hermana doña Ana María de Velasco, y donde ejercería el cargo de tocadora. Allí, las dos hermanas Velasco debieron aprender la lógica de la política cortesana: en la casa de la Emperatriz actuarían más de una vez como garantes de los intereses de su familia. Tras sus años de servicio en Viena, en 1648, año en que la archiduquesa doña Mariana de Austria, hija de aquella adolescente infanta a la que las Velasco acompañaron a su destino imperial desde Madrid, fue destinada a convertirse en la nueva esposa de su tío Felipe IV, las dos damas españolas hicieron de nuevo el largo viaje a la inversa para atender esta vez, a la futura Reina de la Monarquía Hispánica. El regreso de las Velasco a Madrid, las consolidó como verdaderas damas experimentadas en asuntos cortesanos. En la corte que las vio partir años atrás, cerca de su red de poder familiar, comenzarían a jugar un importante papel en la política “austriaca” que haría que doña Leonor comenzase a resaltar como líder de la camarilla de damas “austriacas” opositoras a Nithard.

Doña Leonor pertenecía a una de las familias más importantes de la grandeza castellana: los Velasco, de tradicional inclinación hacia el partido austriaco. A la altura de 1666 su máximo representante político en el gobierno era el Condestable de Castilla y Duque de Frías, don ĺñigo Fernández de Velasco (3), joven lleno de ambiciones que, como el resto de los Grandes, se sintió marginado por el gobierno de la Regencia. La inclinación política de Leonor de Velasco, vinculada familiarmente con la Condesa de Pötting (4), fue claramente imperial como así demuestra el constante apoyo mostrado al embajador austriaco en todos sus proyectos.


Las referencias de las hermanas Velasco desde su arribo a Madrid hasta la muerte de Felipe IV y el ascenso de Mariana de Austria a la Regencia, son escasas. Juan Francisco Davila, en la crónica sobre el primer cumpleaños de la joven Reina celebrado en la corte de Madrid (5), mencionó a doña Ana María de Velasco que, al parecer, ese 21 de diciembre de 1648, en la obra de teatro de carácter mitológico de las damas de la Reina, protagonizó una loa en la que hizo el papel del dios Apolo. Noticias de las dos damas, Ana María y Leonor, vuelven a aparecer en la descripción del bautismo de la infanta Margarita María realizada por Bocángel (6), ceremonia a la que parece ser que las dos damas no pudieron asistir por encontrarse al cuidado de doña Mariana, aún convaleciente tras el parto, o por culpa de un luto inoportuno.

Dejando a parte el aspecto puramente festivo-cortesano, lo que interesa aquí recalcar es la actuación política de doña Leonor que, sin duda, revierte gran importancia. Las frecuentes conversaciones entre Pötting y la dama así lo confirman, El embajador, tras las audiencias ordinarias con la Reina, solía hablar con la Camarera Mayor, marquesa de la Valdueza, también “austriaca”, y con doña Leonor de Velasco, con la que empezó a compartir críticas hacia el padre confesor de la Reina en la temprana fecha de enero de 1666: “por la tarde me fui a hablar a doña Leonor de Velasco adonde hicimos buena conmemoración de los disparates del Reverendissimo Padre Neithart, y de sus desmesuradas ambiciones” (7).

La animadversión política de Leonor de Velasco hacia el jesuita confesor, no se debe interpretar como un odio aislado, ya que éste era común entre los miembros de su familia, Grandes de España que se sentían marginados por el nuevo gobierno de la Regencia, orquestado por el advenedizo Nithard y la reina doña Mariana, como se ha dicho con anterioridad. El también citado Condestable de Castilla, jefe de la Casa de los Velasco, experimentó el desplazamiento del que por esas fechas, fue víctima la casta nobiliaria; otro familiar de “la Velasco”, don Pedro Fernández de Velasco y Tovar sufrió las consecuencias de este cambio en el favor real: don Pedro, II marqués del Fresno, cuñado del Conde de Peñaranda y ex-embajador en Inglaterra, tuvo un enfrentamiento con Nithard cuándo éste le negó el Virreinato del Perú para otorgárselo al Conde de Lemos. Leonor de Velasco se declaraba anti-nitharda, haciendo gala de una gran compenetración entre sus intereses y los de su familia. Sus claras tendencias “austriacas” se demuestran por tanto en su fluida relación con el embajador imperial Pötting, al que no sólo le unían lazos políticos, sino, como se ha dicho con anterioridad, también familiares, pues la esposa del embajador, la condesa de Pötting, era prima de doña Andrea de Velasco, condesa de Albadeliste (8), cuyo marido, el X Conde de Albadeliste, también familiar, era a su vez, un colaborador del diplomático.

Conversaciones “sobre todo género de materias” (9) en el cuarto de la Camarera Mayor o en “la pieça oscura de la Reyna”, y las correspondientes “finezas” de la entrega de regalos, son las dos actuaciones que vienen a justificar este mantenimento del vínculo político entre doña Leonor y el Conde de Pötting. En 1666, primer año de la Regencia, doña Leonor de Velasco estaba plenamente informada de gran parte de los asuntos políticos gestionados por el Conde de Pötting, informaciones que la dama supo asegurar y compensar a través de los regalos que entregó al diplomático en aquellos meses. En el mes de abril, doña Leonor regaló a Pötting una “donosa cajilla de tabaco” (10), mientras el 22 de junio el embajador recibía un regalo muy especial: “Hable en el quarto de la Camarera Mayor a doña Leonor de Velasco, la qual me regalo con una cuenta original de la Sancta Juana de la Cruz, encajada en oro, y ensartada en una cadenilla, poniendomela en el braço izquierdo para traerla en su memoria, alaja muy estimada y rara” (11); en esta ocasión, doña Leonor quiso que el Conde la recordara continuamente, que no la olvidara ni la apartara de su lado político, la joya que le había regalado debía cumplir su función del mantenimiento del favor y la confianza entre ambos. Leonor de Velasco tenía un especial interés por conservar el vínculo político con el embajador imperial. Las tendencias “austriacas” de su familia a la altura de 1666 y el beneficio político que la dama estaba experimentando en aquellos momentos de la relación con el conde de Pötting, le motivaron para sellar y prolongar, con un valoradísimo obsequio, esta buena correspondencia política.




Fuentes principales:

* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2006.

* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria: imagen, poder y diplomacia de una reina cortesana”. Editorial Complutense, 2006.



Notas:


(1) Hija del Conde de Frigiliana, murió soltera el 3 de mayo de 1670.


(2) Hija de Felipe III y Margarita de Austria. En 1631 contrajo matrimonio con el emperador Fernando III. Fue madre de Leopoldo I y de doña Mariana de Austria.


(3) Don Iñigo Fernández de Velasco y Tovar (1629-1696), condestable de Castilla, general de la caballería de España, gobernador de Flandes entre 1668 y 1670; tras su paso por la Junta de Regencia desempeñó importantes cargos en los Consejos: presidente del Consejo de Órdenes, presidente del Consejo de Flandes para ocupar en 1676 la dignidad de la Mayordono Mayor del Rey.


(4) El embajador imperial, Conde de Pötting, estaba casado con una mujer de la dinastía Dietrichstein, emparentada con la Casa de Cardona desde el matrimonio, en 1553, de Margarita Folch de Cardona y Requesens, nieta del I Duque de Cardona, con Adam Herr zu Dietrichstein-Nikolsburg, Mayordomo Mayor del emperador Rodolfo II, que posteriormente entroncaría con los Velasco. Marie Sophie de Dietrichstein, que así se llamaba la condesa de Pötting, tenía, por tanto, fuertes lazos de parentesco en la Corte y los miembros de su familia constituyeron pilares fundamentales de la red de poder de su marido.

(5) Davila, Juan Francisco: “Relación de los festivos aplausos con que celebró esta corte católica las alegres nuevas del feliz desposorio del rey nuestro sennor don Felipe quarto (que dios guarde) y el cumplimiento de años de la Reyno nuestra señora”. 1649.

(6) BNM. Mss. 8333. Bocángel.

(7) “Diario del conde de Pötting…” 15 de enero de 1666. p. 170.

(8) La condesa de Pötting solía visitar a su prima doña Andrea de Velasco con frecuencia. El 21 de julio de 1666 “la condessa fue a visitar a su prima doña Andrea de Velasco, que esta parida de una hija” p. 225. ò 7 de abril de 1669. p. 29 vol 2. Y, en otras ocasiones, la condesa iba a ver a casa de su prima las procesiones…

(9) “Diario del conde de Pötting…” 15 de enero de 1666. p. 170.

(10) Ibídem, 27 de abril de 1666. p. 196.

(11) Ibídem, 22 de junio de 1666. p. 215.

jueves, 12 de agosto de 2010

MANIFIESTO EN APOYO A NUESTROS COMPATRIOTAS DE CEUTA Y MELILLA:


En los últimos días estamos siendo testigos de la humillación y el ninguneo al que están siendo sometidos los habitantes de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla por parte de la monarquía dictatorial de Marruecos. Estos hechos son inaceptables y deberían ser castigados y contestados por parte del Gobierno que representa al pueblo español y que, sin embargo, muestra una debilidad y una desorganización indignas del puesto que ocupan.


Un Gobierno democrático que se dice defensor de los derechos sociales de la ciudadanía no puede permitir el ninguneo y la guasa con la que Marruecos está tratando, por ejemplo, a las fuerzas y cuerpos de seguridad fronterizos de género femenino y, sin embargo, cierra la boca. Recordemos que Marruecos es un país sin libertad de expresión, teocrático y donde no vienen respetados los derechos de mujeres y otros grupos sociales como homosexuales o inmigrantes. Además todos sabemos, y el Gobierno sabe, que estos disturbios tienen unos fines muchos más graves e inaceptables, pues como sabemos Ceuta y Melilla pertenecen a España desde 1580 y 1497, respectivamente, mientras que el Reino Alauita, como entidad territorial, empieza a crearse bien entrado el s. XVIII.


Este blog no puede permanecer con la boca cerrada ante el lamentable espectáculo al que estamos asistiendo en los últimos días, donde la masa popular marroquí está siendo controlada y lanzada contra los intereses españoles por parte del dictador-rey que gobierna el Reino, y de su pléyade de jerifaltes fanáticos, que intentan esconder los propios problemas internos atacando a España en una de sus horas más difíciles de los últimos años.

El gobierno debe responder por sus ciudadanos, ciudadanos a los que representa, proteger sus derechos y luchar por su dignidad.


Antes de despedirme, me gustaría decir que NO es ésta una entrada partidista, pues, es derecho del ciudadano, en una DEMOCRACIA, elevar su voz contra un gobierno que no actúa y no protege a su ciudadanía, y esto es así gobierne la derecha o la izquierda, los rojos o los azules.



CAROLVS II

miércoles, 11 de agosto de 2010

LAS MUJERES DE LA CORTE (II): LA CAMARERA MAYOR DE MARIANA DE AUSTRIA, MARQUESA DE LA VALDUEZA

Doña Mariana de Austria por Diego Velázquez (h. 1660).

Una de las figuras más importantes de la Corte de Mariana de Austria fue doña Elvira Ponce de León, marquesa viuda Villanueva de la Valdueza por su matrimonio con don Fadrique Álvarez de Toledo y Osorio, I marqués de Villanueva de la Valdueza (muerto en 1634) e hija de don Luis Ponce de León, marqués de Zahara, y de Victoria de Toledo, hija de Pedro de Toledo Osorio, V marqués de Villafranca del Bierzo y II duque de Fernandina. Recibió el cargo de Camarera Mayor el 8 de enero de 1654 (1), cinco años después de la llegada a la Corte de Mariana de Austria, a la que sirvió durante toda su época como consorte, regente y reina madre.

Las competencias de la Camarera Mayor en Palacio eran muy amplias ya que ésta se encargaba de acompañar a la Reina en todas sus actividades diarias; así, debía estar a su lado tanto en los actos oficiales como en los lugares más recónditos de Palacio, pues a ella le competía vestir a la Reina, ayudarla en su aseo personal y velar su sueño en las largas noches del Alcázar.

El caso de la Marquesa de la Valdueza fue especial, ya que tuvo la oportunidad ejercer el puesto en tiempos de una regencia femenina, por lo que las posibles alteraciones del protocolo cortesano se percibieron como un peligro real por parte del sector masculino de Palacio. La Camarera de la Reina logró acaparar la función de concertar el régimen de visitas políticas de la Reina, en detrimento del Mayordomo Mayor, tal y como demuestran los testimonios del embajador francés D’Embrun y del Conde de Pötting, embajador imperial (2), y, al parecer, también debieron de ser frecuentes los billetes que hizo llegar a ciertos ministros informando del envío de notificaciones de la Reina. Además, doña Elvira no sólo acompañaba a la Reina en los actos públicos, sino también en todas las reuniones de carácter político-institucional. Esta asidua actividad le provocó más de un conflicto con el Mayordomo Mayor, Fernando Álvarez de Toledo, VI duque de Alba, que consideró las funciones atribuidas a la Camarera excesivas.

Los investigadores del período como Gabriel de Maura, se han puesto de acuerdo en señalar el talante “austriaco” de la Marquesa de la Valdueza (3). Su apoyo a la red imperial del Conde de Pötting parece claro y conocido por el resto de las facciones: de hecho, el conflicto protocolario protagonizado por la Camarera de doña Mariana y el Aya de Carlos II con respecto a quién de las dos debía ocupar el lugar preeminente en diversos actos cortesanos y que ya se comentó en la anterior entrada, demuestra la afección de la Marquesa de la Valdueza por los intereses austriacos, ya que el conflicto, que se saldó con la victoria del Aya por ser “nitharda” y opuesta en cierta medida a los intereses imperiales, dio a conocer públicamente las ambiciones de ambas mujeres, líderes simbólicas de los dos grupos de poder más influyentes de la Corte de doña Mariana en los inicios de la Regencia (4).

Desde luego, el Conde de Pötting no ocultó sus simpatías por la noble señora con la que mantenía frecuentes conversaciones tras su audiencia diaria con la Reina:

Hable con la Camarera mayor”, “Hable con la Camarera Mayor en su quarto, señora de toda bondad y virtud”, “La Reyna me embio a deçir por la Condessa que si ya me hallava prevenido [preparado] podia mañana cumplir con mi función. Embiando a pedir la hora a la Camarera” (5). E incluso el Conde de Pötting remitía las cartas del Emperador destinadas a la Reina a través de la Camarera Mayor, prueba de la fidelidad y servicio que ésta demostraba a su partido en la corte de Madrid.

Como se ha comentado con anterioridad, la Camarera Mayor, se convirtió en la principal reguladora de las visitas y audiencias de la Reina; situación que a principios de la Regencia desembocó en una disputa de competencias con el Mayordomo Mayor y que la Reina saldó a favor de doña Elvira. Esta sentencia favorable a la Marquesa de Villanueva de la Valdueza, no significó sin embargo, la consolidación de una amistad política con la Regente si se atiende al grave conflicto de precedencias que enfrentó a la Camarera Mayor con el Aya del Rey en 1667 y que doña Mariana resolvió a favor de ésta última. No obstante, el definitivo apoyo del Aya a don Juan José de Austria en los momentos previos a la publicación del Manifiesto de los Grandes de 1676, selló el fin de su amistad y el principio de una mayor correspondencia entre doña Mariana y su Camarera Mayor. Una prueba de esta relación de fidelidades mutuas es el hecho de que la Camarera Mayor se convirtió desde los primeros conatos de la caída en desgracia del Aya, en la dama de indentidad desconocida que hizo de intermediaria en el correo secreto mantenido entre la Reina y Nithard (6).

Tras la subida al poder de don Juan (1677), doña Elvira acompañó a la otrora regente en su destierro toledano y después en su retorno a la Corte con ejemplar dedicación. Aunque la profesora M. Victoria López-Cordón comenta que no se conoce con exactitud la fecha de la muerte de la Marquesa de la Valdueza (7), según las fuentes consultadas por el que aquí escribe, ésta debió producirse el 30 de septiembre de 1691 (8).


Fuentes principales:

* López-Cordón Cortezo, M. Victoria: “Entre damas anda el juego: las camareras mayores de Palacio en la edad moderna”. Universidad Complutense de Madrid, 2003.

* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2006.



Notas:

(1) Su predecesora en el cargo fue la Condesa de Medellín, doña Ana de Cardona y Aragón, que antes había sido camarera de la infanta María Teresa desde noviembre de 1644 y que pasó a ocupar el cargo de Camarera Mayor de la Reina en 1647. Falleció en diciembre de 1653.

(2) Comentaba el del Conde de Pötting: “La Reyna me embio a deçir por la Condesa que si ya me hallava pevenido podia mañana cumplir con mi funcion. Embiando a pedir la hora a la Camarera”.

(3) No obstante, el mismo Maura afirma que en algún momento se la llegó a considerar “juanista”.

(4) Para conocer este litigio llevado al Consejo de Estado véase Duque de Maura: “Vida y reinado de Carlos II”. Madrid, 1954, pp. 104-105.

(5) Véase: “Diario del conde de Pötting, embajador del Sacro Imperio en Madrid (1664-1674)”. Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, 1993.

(6) Lozano, Julián: “La compañía de Jesús y el poder en la España de los Austrias”. Ed. Cátedra. Madrid, 2005.

(7) No obstante, comenta que debió producirse en torno a 1691. López-Cordón Cortezo, M. Victoria: “Entre damas anda el juego: las camareras mayores de Palacio en la edad moderna”, pp. 25-26. Universidad Complutense de Madrid, 2003.

(8) Página web de los
Grandes de España.