sábado, 27 de noviembre de 2010

OTROS MIEMBROS DE LA CASA DE AUSTRIA: EL ARCHIDUQUE LEOPOLDO GUILLERMO (PARTE III)

El archiduque Leopoldo Guillermo, obra de David Teniers (h. 1652). Kunsthistorisches Museum.


La Corte de Bruselas mostró una evolución apreciable tras la llegada del archiduque Leopoldo Guillermo. Felipe IV le concedió poderes mucho más amplios que por ejemplo a su hermano, el cardenal-infante don Fernando. El nuevo gobernador los usaría más que nada para liquidar la influencia política de Pierre Roose, criatura del Conde-Duque de Olivares (1). Varias cuestiones oponían a ambos hombres. Las más importantes eran, en primer lugar, que Roose representaba el absolutismo de viejo cuño, convirtiendo al gobernador general en una simple correa de transmisión de las órdenes de Madrid; la segunda que no simpatizaba para nada con los jesuitas (Leopoldo Guillermo, devoto de la Compañía como su padre y hermano, le acusaría de ser jansenista); así como la conveniencia de suprimir las licentas, hecho que le enfrentó con un gobernador nada amigo de la apertura comercial, ni en general de las actividades económicas, tenidas por muy deshonrosas. Por ejemplo, en agosto de 1654, Leopoldo Guillermo volvió a emitir un decreto de 1616 haciendo perder la nobleza a quienes se dedicasen a actividades económicas incompatibles con ella, es decir, casi todas. Las necesidades económicas, pero también la conveniencia de hacerse con una clientela fiel, multiplicaron la venalidad o venta de oficios, práctica inconcebible a los ojos de Roose. Si además se suma a lo precedente las eternas querellas entre facciones de la Corte, se obtiene como resultado a un ministro apartado día a día de sus funciones. El 3 de noviembre de 1653, Felipe IV le quitó el cargo de Jefe Presidente del Consejo Privado de Bruselas. Roose reclamó a Madrid, pero sin resultado. Su estrella política no volvería a brillar más. La entrada de don Juan José de Austria como nuevo gobernador general en 1656, para nada cambió las cosas. Pierre Roose moriría el 27 de febrero de 1673, ocho años después de aquel Rey a quien había servido hasta el extremo.

El archiduque Leopoldo Guillermo tenía a su favor no sólo el parentesco con Felipe IV, sino también su competencia en asuntos militares, frutos de sus años de general al mando de las tropas imperiales. Apoyado por el Príncipe de Condé, que se había pasado al bando español tras los sucesos de la Fronda, obtuvo importantes éxitos militares como la toma de Dunkerque y Gravelinas en 1652. Este hecho se sumó a la buena nueva de la capitulación de Barcelona en manos de don Juan José de Austria, lo que significaba el fin de la insurrección catalana de 1640, pero no el final de la guerra contra Francia en la frontera norte de Cataluña. Pero las conquista llevadas a cabo como consecuencia de la entrada en territorio galo se perdieron poco después. A partir de 1653 el Príncipe de Condé permaneció al servicio del Rey Católico, mientras que el mariscal Turena se convirtió en el principal general de las armas francesas, ayudando a expulsar a las tropas españolas de Francia. Entre 1653 y 1654 Condé fue obligado a abandonar varias plazas en Champaña y Lorena. En el verano de 1654 Leopoldo Guillermo y Condé deciden lanzar una ofensiva para recuperar Arrás, capital del País de Artois y llave de todas las conquistas hechas por Francia más allá de sus fronteras a partir de 1635. Sin embargo, el 25 de agosto Turena lanza un ataque masivo contra las tropas hispanas que caen derrotadas y se ven obligadas a huir. A partir de ese momento el conflicto se convierte en una guerra de desgaste en el Hainaut.

El año 1655 fue desastroso para la Monarquía Hispánica debido al avance de Turena sobre un Flandes asolado por la peste (que castigará duramente los Países Bajos hasta 1657) y la conquista inglesa de la isla de Jamaica (2). Además, la República de Inglaterra, gobernada con mano de hierro por el Lord Protector Oliver Cromwell, se alió con la portuguesa Casa de Braganza en su lucha secesionista contra Felipe IV. De este modo, al Rey Católico no le quedó otro remedio que declarar la guerra también a Inglaterra. Por otro lado, la Monarquía Católica sacó muy poco provecho de la debilidad francesa a causa de la Fronda, finalizada en 1653. Aunque se ganó Dunkerque, una explosión fortuita de pólvora destruyó Gravelinas casi en su totalidad. El Ejército de Flandes se encontraba además en una situación lamentable, con soldados hambrientos, en harapos y desprovistos de armas y municiones, que se veían obligados a realizar acciones de pillaje contra la población civil para poder sobrevivir. Este hecho, así como la premura de las campañas, hicieron entrar en el Ejército de Flandes a tropas protestantes, ante el escándalo de catolicísimo Leopoldo Guillermo.

Las relaciones del Archiduque con el Príncipe de Condé fueron desastrosas por las exigencias y atribuciones políticas del francés, que actuaba como si el gobernador general fuese él mismo. Sólo conocieron una breve tregua con la llegada a Flandes de la reina Cristina de Suecia, que había abdicado en septiembre de 1654, siendo recibida por lo más encumbrado de la sociedad flamenca en agosto del año siguiente. El entendimiento con Condé no mejoraría tampoco con el sucesor de Leopoldo Guillermo en el gobierno general de los Países Bajos, don Juan José de Austria.

Las instrucciones enviadas desde Madrid al archiduque Leopoldo Guillermo le insistían en la buena correspondencia que debía de tener con los holandeses, cuya asistencia debería pedirse contra el enemigo inglés. Todo ello a través del embajador en La Haya, que por aquel entonces era don Esteban de Gamarra. La Monarquía Hispánica encontró un aliado natural en unas Provincias Unidas temerosas de una Francia demasiado agresiva y a las que interesaba que los Países Bajos Españoles formasen una especia de barrera defensiva, a lo que se sumaba el mal entendimiento con Londres y Lisboa. Por otra parte, el gobernador general y el embajador en La Haya debían velar por el buen entendimiento con Dinamarca, contrapeso de Suecia en el Báltico a pesar de su pacto con Holanda en 1653. Por otro lado, Felipe IV instó a reducir el ejército a las posibilidades de la hacienda, a causa de la dificultad en el pago de los efectivos.



Fuentes principales:

* Echevarrái Bacigalupe, Miguel Ángel: “Flandes y la Monarquía Hispánica”. Silex Ediciones, 1998.

* Vermeir, René: “En Estado de Guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba. 2006.


Notas:

(1) Pierre Roose era un letrado de Lovaina que había estado en Madrid en 1628. A comienzos de 1630, Roose entró a formar parte del Consejo Privado en Bruselas, llamándosele de nuevo a Madrid a finales de año. El Conde-Duque de Olivares veía en él a un hombre de su gusto, decidido, leal y firme partidario de la disciplina y la autoridad. Roose había de convertirse en el instrumento elegido para restaurar el buen gobierno en las provincias leales de los Países Bajos, y cuando regresó a Bruselas en 1632 para hacerse cargo de la presidencia del Conseil Privé, contaba contaba con la seguridad de que el Conde-Duque iba a respaldarlo contra viento y marea. Sin embargo, la caída de Olivares no haría sino empeorar progresivamente su situación.

(2) Para saber más sobre el problema de Jamaica consúltese Fernández Nadal, Carmen María: “La política exterior de la monarquía de Carlos II. El Consejo de Estado y la embajada de Londres (1665-1700)”. Ateneo Jovellanos. Gijón, 2008.

martes, 23 de noviembre de 2010

376º ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE DOÑA MARIANA DE AUSTRIA: 23 DE DICIEMBRE DE 2010

Como ya hicimos con el 349º aniversario de Carlos II, me gustaría seguir celebrando colectivamente los aniversarios de la familia del último Austria. Por tanto, a un mes vista de que celebremos el 376º aniversario de la reina doña Mariana de Austria (23 de diciembre de 1634-23 de diciembre de 2010), me gustaría invitaros a todos a una iniciativa similar a a que ya hicimos con el Rey que da título a este blog, es decir, que todos los que queráis colaborar, escribáis ese día (23 de diciembre) una entrada relacionada con la esposa de Felipe IV y madre de Carlos II.

Espero vuestras respuesta, muchísimas gracias.


CAROLVS II

lunes, 22 de noviembre de 2010

MINI-ENTRADA: UN NUEVO LIBRO SOBRE CARLOS II


Un nuevo libro sobre Carlos II publicado por la Institución Fernando el Católico y la Diputación de Zaragoza. Su título es "La jornada real de Carlos II a Zaragoza" y su autora es la profesora María del Carmen Moreno Prieto. Aquí la reseña:

"El presente estudio analiza la crónica que en su momento redactó Fabro Bremundans sobre el viaje al Reino de Aragón que Carlos II realizó en 1677, aporta nuevas fuentes documentales y examina las motivaciones políticas del acontecimiento, que van más allá de la exposición pública del monarca ante sus súbditos a través de la ceremonia. El viaje de Carlos II a Aragón responde a un elaborado plan reformista de don Juan José de Austria encaminado a restaurar la imagen del rey en un reino considerado por el soberano con condiciones suficientes para convertirse, con el tiempo, en sustento del entramado político de la monarquía hispánica, una recuperación que, en su opinión, iba en la dirección que ya estaban tomando las potencias atlánticas, de ahí el esfuerzo por asociar la dignidad real con unos súbditos que se perciben como el futuro sostén de la Casa de Habsburgo en España".


CAROLVS II

viernes, 19 de noviembre de 2010

OTROS MIEMBROS DE LA CASA DE AUSTRIA: EL ARCHIDUQUE LEOPOLDO GUILLERMO (PARTE II)

Retrato del archiduque Leopoldo Guillermo, obra de Justus van Egmont.

1647 fue un año de paz efectiva en los Países Bajos, pero de gran estrechez financiera. Por fin se había logrado una suspensión de armas con las Provincias Unidas. El 11 de abril, como se comentaba en la anterior entrada, el archiduque Leopoldo Guillermo hacía su entrada en Bruselas pasando a instalarse en el Palacio de Coudenberg, residencia habitual de los gobernadores generales españoles.

Desde el momento de su llegada, el Archiduque fue observado con recelos en Bruselas y Madrid, por temor a que dejara prevalecer los intereses imperiales antes que los de la Monarquía Hispánica. Esta desconfianza determinó su tormentosa relación con el Conde de Fuensaldaña (1), que había sido enviado por Madrid con el cargo de gobernador de las armas del Ejército de Flandes, pero cuya verdadera misión era la de controlar las acciones del nuevo gobernador general. Prácticamente el único confidente de Leopoldo Guillermo en la Corte de Bruselas fue el Conde de Schwarzenberg, su mayordomo mayor (2). No obstante, la actitud de Fuensaldaña cambiaría a partir del verano de 1654, cuando tras la muerte de Fernando IV de Hungría, hijo del emperador Fernando III y, por tanto, sobrino del archiduque Leopoldo Guillermo; que era hasta ese momento el candidato elegido para casarse con la infanta María Teresa, hija y heredera de Felipe IV. La razón fue que en Madrid se empezó a barajar la candidatura de Leopoldo Guillermo como esposo de la infanta, lo que haría que éste, en un futuro, pudiese convertirse en Rey.

La razón de este conflictivo nombramiento era que el Rey solía elegir a un miembro de la familia real para el cargo y que, en caso de no encontrar un candidato idóneo en la rama española, se apelaba siempre a la rama austriaca. El nombramiento era un factor importante para el entendimiento entre el soberano y sus súbditos flamencos, quienes reclamaban como uno de sus prerrogativas la presencia del soberano en el territorio. Puesto que Carlos V había nacido y se había criado allí, se consideró a los Países Bajos como tierra de origen de la dinastía. La presencia de un príncipe de la sangre también ofrecía ventajas al Rey, pues era como si estuviera presente él mismo, algo que favorecía la estabilidad.

La candidatura de Leopoldo Guillermo, sin embargo, se produjo cuando las relaciones entre las dos ramas familiares no eran las mejores. Después de la Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas (1609-1621) (3), Madrid había pedido reiteradamente al Emperador que se comprometiera claramente en la lucha contra los rebeldes. Sin embargo, Fernando II, primero, y Fernando III, después, prefirieron mantenerse al margen de este conflicto. Además, el Emperador necesitaba la autorización de la Dieta Imperial, algo que era complicado de lograr por la situación de guerra interna en el Sacro Imperio, y la amenaza de los turcos en el Este. Por otra parte el personaje de Leopoldo Guillermo implicaba riesgos políticos para Madrid. No era español, y con esto surgieron dudas respecto a su fidelidad a la rama española de la Casa de Austria. Esta era una cuestión especialmente delicada por su importancia durante la elección imperial. El gobernador de los Países Bajos estaba situado para seguir de cerca la elección y podía influir en ella de manera determinante.

El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas de Bruselas (a la derecha con sombrero), obra de David Teniers. Junto a la mesa, con capa negra, aparece retratado el Conde de Fuensaldaña. Museo del Prado de Madrid.

En la Corte de Madrid, los consejeros Virgilio Malvezzi y Miguel de Salamanca no veían con buenos ojos la candidatura de Leopoldo Guillermo, quien tenía fama de no aceptar órdenes. De él decía el Conde de Peñaranda, plenipotenciario español en el Congreso de Paz de Münster, que era “harto amigo de obrar por sí” (4). Además, si Leopoldo Guillermo desempeñaba su papel con éxito, aumentaría su reputación entre los súbditos, quienes podrían llegar a considerar que sus intereses estaban mejor defendidos por la rama vienesa. Finalmente, se impuso el argumento de la necesidad de que Flandes estuviera gobernado por un príncipe de la sangre con tal de poder disciplinar a las élites y se decidió rodearle de confidentes españoles para cuidar los intereses de la Corte española.

El 30 de enero de 1648, apenas unos meses después de la llegada de Leopoldo Guillermo a los Países Bajos, la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas firmaban la paz en Münster (Westfalia) tras 80 años de guerra (1568-1648), a través de sus respectivos plenipotenciarios, el Conde de Peñaranda (5) y una representación colegiada neerlandesa. Por esta paz, España y las Provincias Unidas se reconocían mutuamente su status político y su integridad territorial (salvo algunas excepciones), más la libertad de comercio entre ambas, la navegación y el tráfico por las Indias (incluidos los derechos de las compañías neerlandesas), y la no discriminación en el pago de impuestos más allá de los establecidos por cada país para sus naturales. Asimismo volverían a su situación anterior los peajes fluviales, aunque se mantuvieran cerrados el Escalda y los canales más importantes. En agosto se suprimieron además las licentas o derechos de entrada y salida, tras una fuerte presión de los comerciantes flamencos a la que el archiduque Leopoldo Guillermo no podrá oponerse.

Sin embargo, la paz con las Provincias Unidas no iba a significar el fin de la guerra, ya que el conflicto con Francia continuaría hasta la firma de la Paz de los Pirineos en 1659 con frentes abiertos en Flandes, Cataluña y el Norte de Italia. La guerra con Francia iba, por tanto, a monopolizar gran parte de las acciones del Archiduque durante su gobierno en los Países Bajos. En este sentido, el Conde de Fuensaldaña, como ya se ha dicho, enviado por Madrid, desembarcó en Ostende para asesorar al Archiduque (6). Este refuerzo no impedirá la aplastante derrota hispana en la Batalla de Lens del 20 de agosto de 1648 ante el ejército galo del Gran Condé, Luis II de Borbón-Conde. No obstante la derrota, Felipe IV se negaba a firmar la paz con la Francia de Mazarino por la importancia de las cuestiones que entre ambas Coronas se disputaban, de manera que no participó en la firma del Tratado de Westfalia de 1648, por el que se ponía fin a la Guerra de los Treinta Años. Por otro lado el estallido de la Fronda contra el gobierno de Mazarino y la regente Ana de Austria daba nuevas esperanzas a Felipe IV de poder imponerse a los franceses.


PD: el rey Carlos II, es decir, mi persona traslada finalmente su Corte de Turín a Madrid tras dos años en la capital del Piemonte por motivos de trabajo, por lo que puede ser que la publicación de la próxima entrada se retrase un poco. Ya saben vuesasmercedes como son las mudanzas…


Fuentes principales:

* Echevarrái Bacigalupe, Miguel Ángel: “Flandes y la Monarquía Hispánica”. Silex Ediciones, 1998.

* Vermeir, René: “En Estado de Guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba. 2006.



Notas:

(1) Alonso Pérez de Vivero y Menchaca, conde de Fuensaldaña (1603-1661). Muy joven partió a los Países Bajos como gentilhombre del cardenal-infante do Fernando. En 1632 era capitán de un Tercio y en 1636 maestre de campo. En 1640 fue promovido al generalato de la artillería de la frontera con Francia. Posteriormente fue general de la caballería en la frontera con las Provincias Unidas y maestre de campo general dhe dicho ejército (1643) siendo transferido en 1644, con el mismo empleo, a la frontera con Francia. En 1646 fue diseñado gobernador de las armas del Ejército de Extremadura en la lucha contra el rebelde portugués. En 1648, como queda dicho, partió nuevamente para Flandes para servir como gobernador de las armas de aquel ejército. En 1656, tras la llegada de don Juan José de Austria a Flandes, fue nombrado gobernador de Milán. Posteriormente, tras la marcha de don Juan a Portugal, Fuensaldaña fue designado para sustituirle, pero moriría antes de poder llegar a su nuevo destino.

(2) Juan Adolfo "el Joven", Conde de Schwarzenberg (1615-1683) sirvió como mayordomo mayor del archiduque Leopoldo Guillermo y fue investido con el Toisón en 1650 en Bruselas. En la corte de Viena sirvió como consejero privado (1649), presidente del Consejo áulico (1659-1683) y miembro de la Conferencia secreta (1669). En 1670 se le concedió el título de Príncipe de Schwarzemberg. Fue uno de los consejeros más escuchados de Leopoldo I. Era hostil a los españoles y partidario de un acercamiento a Francia.

(3) Para saber más sobre la Tregua de los Doce Años consúltese: García García, Bernardo José: “La pax hispánica: política exterior del Duque de Lerma”. Leuven University Press, 1996; Allen, Paul C: “Felipe III y la Pax Hispánica. El fracaso de la gran estrategia”. Alianza Editorial, 2001.

(4) El Conde de Peñaranda a Felipe IV, 10 de mayo de 1645.

(5) Gaspar de Bracamonte y Guzmán, III conde Peñaranda (1595-1676). Dada la importancia del personaje le dedicaré una entrada íntegra en breve.

(6) Recuérdese que Fuensaldaña era un veterano de la Guerras de Flandes y que conocía bien tanto el terreno, como al enemigo.

jueves, 18 de noviembre de 2010

MINI-ENTRADA: UN NUEVO LIBRO SOBRE CARLOS II



Estoy seguro que el libro no decepcionará y nos ayudará a entender mucho más el porqué de la decisión de Carlos II de nombrar al Duque de Anjou como sucesor a la Corona de España. Yo por mi parte no veo la hora de leerlo...


CAROLVS II


PD: en breve la próxima entrada sobre el archiduque Leopoldo Guillermo.

domingo, 14 de noviembre de 2010

OTROS MIEMBROS DE LA CASA DE AUSTRIA: EL ARCHIDUQUE LEOPOLDO GUILLERMO (PARTE I)

Retrato del archiduque Leopoldo Guillermo (h. 1638), obra de Frans Luycx. Kunsthistorisches Museum de Viena.

El archiduque Leopoldo Guillermo nació el 5 de enero de 1614 en Graz, siendo el séptimo y último de los hijos del emperador Fernando II y de la emperatriz María Ana de Baviera, hermano, por tanto, del emperador Fernando III. Desde pequeño estuvo llamado a hacer carrera como príncipe de la Iglesia: a los doce años era ya obispo de Passau y Estrasburgo sin ser ordenado sacerdote, cargos que heredó de su tío, el archiduque Leopoldo V, tras la renuncia de éste para convertirse en soberano del Tirol (1625); en 1628 fue nombrado Obispo de Halberstadt, en 1631 de Magdeburgo, y en 1637 de Olomuc, en Moravia. En 1641 fue nombrado además Gran Maestre de la Orden Teutónica, sucediendo en el cargo a Johann Kaspar von Stadion (1).

Leopoldo Guillermo fue educado en la corte de Madrid, como lo fueran en su día los archiduques Ernesto y Rodolfo, hijos del emperador Maximiliano II (2). Durante este período el joven archiduque tuvo fácil acceso a las colecciones de pintura de sus reales parientes; su estudio y su contemplación se convertirían después en un eco muy perceptible en sus propia colección, una de las más importantes de la época, pues llegaron a condicionarla un tanto, llevándole a obtener para ellas determinadas obras semejantes a las vistas en lugares como El Pardo, El Escorial o el Alcázar de Madrid, sobre todo en lo que concierne a los maestros venecianos.

El 15 de febrero de 1637 moría el emperador Fernando II, siendo sucedido en la dignidad imperial por su hijo, el archiduque Fernando (3). Fernando III, tras su elevación al trono, se retiró del teatro de la guerra, donde había ejercido como comandante de los ejércitos imperiales desde la muerte de Albrecht von Wallenstein en 1634, tomando parte en batallas tan importante como la de Nördlingen (6 de septiembre de 1634) junto a su primo el cardenal-infante don Fernando de Austria, hermano de Felipe IV. El nuevo emperador decidió entonces conceder el mando supremo de sus ejércitos al general Matthias Gallas (4). Sin embargo, las derrotas de éste frente a Johan Banér que llevaron a los suecos a internarse una vez más en Bohemia y a amenazar Praga, decidieron a Fernando III a prescindir de sus servicios y nombrar a su hermano Leopoldo Guillermo como nuevo Capitán General de los ejércitos imperiales en 1639, apoyado por el experto general Ottavio Piccolomini (5), que de está forma, como antes había hecho el cardenal-infante, tuvo que abandonar la vida religiosa por las tareas marciales.

El archiduque Leopoldo Guillermo y Piccolomini consiguieron echar a los suecos de Baner de Bohemia y reconquistar las plazas que éste había tomado sobre el río Elba, persiguiéndole hasta Sajonia. Sin embargo, el 23 de octubre de 1642 ambos sufrieron una aplastante derrota frente al sucesor de Baner (que había muerto en 1641), Lennart Torstensson, que masacró casi por completo al ejército imperial en la conocida como segunda Batalla de Breitenfeld (6) apoderándose sin problemas de Sajonia, para posteriormente adentrarse en Moravia. Tras estos hechos, Leopoldo Guillermo abandonó su cargo, aunque volvió en 1645 para expulsar a los suecos de Franconia.


El obispo-archiduque Leopoldo Guillermo (h. 1642), obra de Jan van den Hoecke. Kunsthistorisches Museum de Viena.

Cuando el 9 de noviembre de 1641 falleció el cardenal-infante don Fernando de Austria, hermano de Felipe IV y gobernador de los Países Bajos, Madrid nombró para sustituirle, con el cargo de gobernador interino, al portugués don Francisco de Melo y esto “hasta que podamos enviar a otra persona real de nuestra sangre” (7), ya que Felipe IV no quería romper con la costumbre según la cual los Países Bajos eran gobernados por un príncipe de sangre real (8). Se deliberó entonces sobre la cuestión de saber qué miembro de la Casa de Austria podría encargarse del gobierno general de los Países Bajos después del interinado de Melo. Pronto el Consejo de Estado llegó al consenso de que la persona más adecuada era el archiduque Leopoldo Guillermo. También se pensó en el archiduque Fernando, hijo primogénito del Emperador (9), pero como no tenía más que ocho años, pronto se abandonó la idea. El Consejo decidió pedir al Emperador que mandara cuanto antes a su hermano a los Países Bajos; se aprovechó además la ocasión para solicitar a Fernando III que instalara a Piccolomini como gobernador de las armas al lado de Leopoldo Guillermo, con sus tropas alemanas. La preferencia de Madrid por el archiduque también venía inspirada por la consideración de que, una vez el propio hermano del Emperador se viera envuelto en la Guerra de los Países Bajos, se podía esperar un interés más activo de parte de Fernando III por la situación del Ejército de Flandes. En ese caso, el apoyo del Emperador al Ejército de Flandes significaría al mismo tiempo una ayuda a Leopoldo Guillermo, lo que seguramente beneficiaría su poder militar y, por consiguiente, su reputación. En este supuesto, Melo podría seguir en los Países Bajos como mayordomo mayor y primer consejero del archiduque, pero hasta que Leopoldo Guillermo llegara, el portugués se iba a encargar del gobierno de los Países Bajos.

Tras la desastrosa derrota de Rocroi (1643) y la pérdida de Thionville (1644), Melo fue sustituido por el Marqués de Castel Rodrigo. Mientras tanto, se había esfumado la esperanza de que Leopoldo Guillermo llegara pronto a los Países Bajos. Las negociaciones al respecto con Viena habían empezado en 1642, pero Leopoldo Guillermo era, como se ha dicho, el general en jefe de las tropas imperiales y junto a Piccolomini estaba dirigiendo la guerra contra los suecos. Al sufrir la humillante derrota de Breitenfeld en noviembre de 1642, renunció a su función y se retiró hasta que el recuerdo de su fracaso militar se hubiera desvanecido algo (10). De momento no le interesaba el gobierno general de los Países Bajos. Piccolomini, por su parte, hizo saber que él sí estaba dispuesto a servir al Rey Católico en ese momento (11). En la primavera de 1643, en Madrid surgió la idea de nombrar, en vez de al archiduque Leopoldo Guillermo, a don Juan José de Austria, el hijo natural de Felipe IV, como nuevo gobernador general de sangre real (12). Éste tendría la asistencia del Marqués de Castel-Rodrigo como consejero político y de Piccolomini como gobernador de las armas (13). En realidad, don Juan, que apenas contaba con 13 años de edad, no sería más que la fachada real, pues el verdadero poder político-militar recaería en Caste-Rodrigo y Piccolomini. Finalmente, don Juan no salió de Madrid debido a las protestas de las élites de los Países Bajos que no aceptaban a un gobernador tan joven e inexperto. De este modo, a finales de mayo de 1644, el Marqués de Castel-Rodrigo fue nombrado gobernador general interino (14).

Las nuevas tentativas para que Leopoldo Guillermo viniera a los Países Bajos fracasaron. En la primavera de 1645 el archiduque había vuelto a encabezar el ejército imperial de su hermano (15). Sin embargo, con el embajador del Imperio en Madrid se había negociado largamente acerca de los márgenes dentro de los cuales Leopoldo Guillermo podría llevar una política propia (16); incluso ya se había firmado su patente de nombramiento (17). Los esfuerzos resultaron vanos. La estancia de Castel-Rodrigo sería más larga de lo previsto.

Finalmente, en 1647, el archiduque Leopoldo Guillermo aceptaría el cargo de gobernador general de los Países Bajos, haciendo su entrada en Bruselas el 11 de abril. Felipe IV, por su parte, pidió por su parte a Castel-Rodrigo que se quedara un tiempo más en Bruselas, a fin de acoger al archiduque, de familiarizarle con los asuntos de los Países Bajos, pero también para ejercer algún control (18), ya que, por muy estrechos que fueran los lazos familiares entre el Rey y Leopoldo Guillermo, al fin y al cabo éste era un extranjero cuyas actuaciones había que vigilar de cerca. A pesar de las protestas del Marqués, que dijo que después de la llegada del archiduque quería esperar “quince o veinte días o a lo más un largo mes” antes de salir para España (19), tuvo que quedarse en Bruselas hasta finales de 1647, cuando Felipe IV encontró en la persona del Conde de Fuensaldaña a un nuevo perro guardián para controlar a Leopoldo Guillermo (2).


Fuentes principales:

* Echevarrái Bacigalupe, Miguel Ángel: “Flandes y la Monarquía Hispánica”. Silex Ediciones, 1998.

* Vermeir, René: “En Estado de Guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba. 2006.



Notas:

(1) Johann Kaspar von Stadion (1567-1641), perteneciente a una ilustre familia de caballeros. En 1603 entró al servició de la Casa de Austria. Fue Gran Maestro de la Orden Teutónica desde 1627 combatiendo a los suecos al mando del futuro Fernando III.

(2) Por desgracia es poca la información que sobre esta estancia madrileña del archiduque he podido recopilar. Las fuentes citan que estuvo en Madrid pero no en qué años, cuáles fueron sus ocupaciones, sus preceptores, etc. Sin duda, estas informaciones nos ayudarían entender muchos de los aspectos de la vida del archiduque Leopoldo Guillermo.

(3) Fernando III fue coronado rey de Hungría en 1625, de Bohemia en 1627 y fue elegido Rey de Romanos el 18 de diciembre de 1636 durante la Dieta de Ratisbona. A la muerte de su padre (15 de febrero de 1637) fue coronado Sacro Emperador.

(4) Matthias Gallas (1584-1647), duque de Lucera. Nacido en Trento, inició su carrera militar al servicio de España en Flandes y Saboya, para posteriormente pasar al servicio del Emperador durante la Guerra de los Treinta Años. Se convirtió en el brazo derecho de Wallenstein y tras su asesinato heredó el mando de su ejército. Se destacó en la Batalla de Nördlingen, pero sus posteriores derrotas frente a los suecos llevaron al Emperador a sustituirle. Se le volvió a entregar el mando en 1645 tras la derrota imperial en Jankov, sin embargo, viejo y cansado devolvió su mando para morir poco después en Viena.

(5) Ottavio Piccolo mini (1599-1656), fue un militar florentino al servicio de España y el Imperio. A los 18 años fue enviado por el Gran Duque de Toscana a Bohemia con un regimiento de caballería para ayudar al Emperador en su lucha contra los rebeldes. Piccolomini luchó en la famosa Batalla de la Montaña Blanca (1620) y posteriormente en Hungría. En 1624 , pasó al norte de Italia al servicio de España, para en 1627 volver al servicio del Emperador como comandante y capitán de Wallenstein. Participó en la famosa Batalla de Lützen (1632). Más tarde se distinguió en Nördlingen (1634) y en 1639, tras la vistoria sobre los franceses obtiene el título de consejero imperial y de Duque de Amalfi de manos de Felipe IV. Sin embargo, en 1642 compartió la humillante derrota de Breitenfeld junto al archiduque Leopoldo Guillemo, pasando posteriormente al servicio de España nuevamente en Flandes y recibiendo el Toisón de Oro. En 1648 es nombrado comandante general de los ejércitos imperiales hasta el final de la Guerra de los Treinta Años siendo el principal plenipotenciario imperial en la Paz de Westfalia. En 1650 fue nombrado Príncipe de Hegenau. Murió en 1656.

(6) De los 18.000 efectivos que componían el ejército imperial, hubo 15.000 bajas entre muertos y heridos, mientras que la mayoría de los 5.000 restantes fueron capturados.

(7) Felipe IV al Consejo de Estado, 6 de diciembre de 1641 (Aud, 1225, f. 38).

(8) Consulta del Consejo de Estado, 21 de febrero de 1642 (AGS, Estado, 3860, s.f.). Hasta ese momento los Países Bajos habían sido gobernados por las siguientes personas de sangre real: Margarita de Austria (1507-1515 / 1517-1530), María de Hungría (1531-1555), Manuel Filiberto de Saboya (1555-1559), Margarita de Parma (1559-1567), don Juan de Austria (1576-1578), Ernesto de Austria (1594-1595), Alberto de Austria (1596-1598), Andrés de Austria (1598-1599 - en nombre de su hermano Alberto mientras este llegaba a Bruselas en calidad de soberano); Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia de Austria, como soberanos, entre 1598 y 1621; Isabel Clara Eugenia (1621-1633, ya como gobernadora en nombre de Felipe IV), y el cardenal-infante don Fernando entre 1634 y 1641.

(9) El archiduque Fernando IV (1633-1654), era el hijo primogénito de Fernando III y la infanta María Ana de Austria, hermana de Felipe IV. Fue coronado rey de Bohemia en 1646, de Hungría en 1647, y electo Rey de Romanos en 1653, sin embargo, murió antes que su padre (9 de julio de 1654), siendo sustituido en todos sus títulos por su hermano menor, el archiduque Leopoldo, futuro emperador Leopoldo I.

(10) Rupert, K.: “Die Kaiserliche Politik”. Pag. 13 y pag. 16.

(11) Barker, T.M.: "Army, Aristocracy, Monarchy”. Pag. 102.

(12) Don Juan José de Austria había sido legitimado por Felipe IV el año anterior, 1642.

(13) Consulta de una Junta de Estado, 22 de marzo de 1643 (AGS, Estado, 2062, s.f.).

(14) Felipe IV a Castel-Rodrigo, 24 de noviembre de 1643 y 21 de marzo de 1644 (BRB ms. 16.150, f. 2-4 y 11v-12v).

(15) Broucek, P.: “Erzherzog Leopold-Wilhelm und der Oberbefehl”.

(16) El plenipotenciario español en el Congreso de Paz de Münster, Conde de Peñaranda, describió a Leopoldo Guillermo como “harto amigo de obrar por si”. (Peñaranda a Felipe IV, 10 de mayo de 1645).

(17) Patente de nombramiento, 7 de marzo de 1645 (AHN Estado, libro 978, s.f.).

(18) Felipe IV a Castel-Rodrigo, 13 de mayo y 17 de agosto de 1647 (AGS, Estado 2257, s.f.).

(19) Castel Rodrigo a Felipe IV, 16 de octubre de 1646 (SEG 237, f. 1-6).

(20) Felipe IV a Leopoldo Guillermo, 8 de noviembre de 1647 (AHN Estado, leg. 1414, s.f.).

sábado, 13 de noviembre de 2010

LIBERTAD PARA EL SAHARA: MARRUECOS ASESINO, GOBIERNO ESPAÑOL CÓMPLICE



Este blog no puede seguir callado ante la barbarie que se está viviendo en el Sáhara Occidental en estos días. El pueblo saharaui está siendo masacrado y torturado por el gobierno dictatorial de Mohamed VI, ante la pasividad y complicidad del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Como saben todos los amigos que me leen habitualmente, éste no es un blog político, ni donde se defienda una idea política, es más se defiende la libertad de ideas y de orientación política. Pero lo que está sucediendo en los últimos días rebasa y mucho mi propio aguante personal...

Recordemos que oficialmente la administración de Sáhara Occidental sigue siendo española, algo reconocido incluso por la ONU, la cual ha delegado el proceso descolonizador en España. Además, a efectos legales españoles, todos los saharauis nacidos hasta 1975 son ESPAÑOLES. Por lo tanto, tenemos el agravante de que se está masacrando a nuestros propios conciudadanos ante la pasividad del gobierno español, que en palabras de Trinidad Jiménez, ministra de asuntos exteriores, son problemas internos y de soberanía marroquí. Perdone señora Jiménez, pero el Sáhara NO es un territorio marroquí, sino un territorio ocupado ilegalmente en 1975 tras la Marcha Verde.

España DEBE y TIENE que intervenir con todos los medios posibles para lograr la libertad del Sáhara y no someterse a los dictados de un país dictatorial donde no se respetan los derechos humanos. Muertes, opresión, tortura, cerrazón informativa, expulsión de periodistas...Esta masacre tiene dos responsables: Mohamed VI y J.L. Rodríguez Zapatero, como responsable del gobierno español.

Por último me gustaría dejaros este vídeo de un viaje del Sr. Felipe González, ex-presidente del gobierno, a El Aaiún en 1976 cuando afirmaba que el compromiso de su partido era la libertad del pueblo saharaui...y yo me pregunto ¿dónde ha quedado todo eso?...


CAROLVS II


PD: os invito a todos a poner una bandera del Sáhara Occidental en vuestros blogs en señal de solidadridad.

PD 2: a lo largo de estos más de 30 años TODOS los gobiernos españoles (rojos o azules) han mirado para otro lado en este asunto. Pero es ahora, ante el incremento de la violencia, cuando se necesita ABSOLUTAMENTE intervenir.


jueves, 11 de noviembre de 2010

LA APOTEOSIS DE LA VIRGEN DE PIETRO DEL PO (1662): EXALTACIÓN MARIANA Y MONÁRQUICA

La "Apoteosis de la Virgen" de Pietro del Po (1662?). Catedral de Toledo.

Está entrada se centrará en un cuadro ya tratado en este blog el día 19 de septiembre de 2009. Se trata de una pintura apenas conocida, la “Apoteosis de la Virgen”, del parlemitano Pietro del Po. El óleo forma parte de una serie de 19 cobres sobre la vida de la Virgen que se conservan en la Catedral de Toledo, en un lugar inaccesible del Camarín de la Virgen. Constituye la última escena de la serie y representa la glorificación de la Virgen y en ella aparecen retratados Felipe IV, Mariana de Austria, el príncipe Carlos y el embajador ante la Santa Sede don Pascual de Aragón (1), flanqueados por los cuatro continentes, símbolos de la grandeza de la Monarquía: a la derecha, América y Asia; a la izquierda, la imagen de Europa, representada como Minerva, y África. El Rey señala con el dedo índice a la Virgen, representada como protectora de la Monarquía. Ésta, rodeada por una corte celestial, tiene a su izquierda a Santiago apóstol y a su derecha a San Miguel arcángel, un santo muy común entre la iconografía mariana (2).

Desde los muros de la Embajada de España en la Piazza di Spagna de Roma, el cuadro viajó muy pronto a Toledo, apenas cuatro años después de que Pietro del Po lo pintara, perdiendo la función para la que fue creado y exhibido en Italia, llenándose de nuevos significados a su llegada a España.


El Palacio de la Embajada de España en la Piazza di Spagna de Roma. Delante se puede observar la columna dedicada al dogma de la Inmaculada Concepción colocada durante el reinado de Isabel II.

El ciclo mariano de Pietro del Po fue estudiado en su día por Alfonso E. Pérez Sánchez (3). La edad que aparenta el príncipe Carlos en el cuadro, así como la presencia de santos toledanos en el ciclo, llevó a Pérez Sánchez a proponer una fecha de ejecución de la obra cercana al nombramiento de Pascual de Aragón como arzobispo de Toledo (1666). Sin embargo, los lazos que vinculaban a don Pascual con Toledo eran muy anteriores a 1666, remontándose a 1642 como veremos en una futura entrada dedicada al personaje. Este cuadro retrata por primera vez a un embajador ante la Santa Sede junto al Rey Católico y constituye también el primer retrato en Roma del conjunto de la familia real (4).

El cuadro, bajo la apariencia de una exaltación mariana, esconde contenidos políticos muy complejos. Los Austrias españoles consideraban a la Virgen como la protectora de la Monarquía Hispánica y convirtieron su lucha por la definición del dogma de la Inmaculada en una batalla por el prestigio del Rey Católica, aunque el dogma no se proclamaría hasta 1854, durante el pontificado de Pío IX. Sor María Jesús de Ágreda, en su correspondencia con Felipe IV, hizo crecer en él la convicción de la importancia de la Virgen en la predestinación de la Monarquía (“a la Reina del Cielo hemos de poner por intercesora, medianera, abogada y restauradora de esta monarquía” (5)), una idea que compartía Pascual de Aragón, pues en su correspondencia con las capuchinas de Toledo evocó siempre el favor de la Virgen María. En 1659 Felipe IV nombró a Luis Crespí de Valldaura, teólogo valenciano y obispo de Plasencia (6), embajador extraordinario en Roma para el asunto de la Inmaculada Concepción. Crespí fue el último embajador de Felipe IV de una lista de hasta 15 embajadas específicamente designadas para solicitar la declaración del dogma de la Inmaculada, y la suya fue, sin duda, la de mayor éxito de todo el reinado. El 30 de agosto de 1661, Felipe IV pidió al Cardenal de Aragón su colaboración con el Obispo de Plasencia en los oficios necesarios para la defensa de la causa concepcionista (7).

El 8 de diciembre de 1661, Luis Crespí y Pascual de Aragón vieron por fin compensado su trabajo con la publicación de la bula “Sollicitudo Omnium Ecclesiarum” de Alejandro VII, el documento doctrinalmente más importante antes de la bula “Inefabilis” de Pío IX, pues determinaba que la fiesta de la concepción de María se refería al primer instante de su vida y que la Virgen fue por lo tanto preservada de la mancha del pecado original desde el momento mismo de su concepción. El cuadro y la serie a la que se hace referencia en esta entrada celebran el éxito español por la proclamación de la bula “Sollicitudo”.

La bula se celebró en España con fiestas y decoraciones, por ejemplo, entre 1662 y 1665, con varias representaciones de la “Inmaculada” de Murillo en la Iglesia de Santa María de Sevilla (8). Es indiscutible que el encargo de este cuadro se enmarca dentro de las conmemoraciones inmaculistas que se sucedieron tras la publicación de la bula de 1661. Sin embargo, detrás de la primera lectura mariana se esconde un mensaje político muy profundo que tuvo unos destinatarios muy concretos: el triunfo inmaculista enseñó a las demás naciones la capacidad que aún conservaba España para influir ante la Santa Sede. Los festejos de 1662 por el nacimiento de Carlos II también ayudaron a la propaganda hispánica en Roma. Por último, también en 1662, la fiesta de la Chinea, principal celebración española en Roma (consistente en la entrega al Papa de un caballo blanco en reconocimiento de su señorío sobre el Reino de Nápoles) (9), contribuyó a crear espacios de loa a la Monarquía Hispánica.

El cuadro de Del Po ayudó, mejor que ningún otro discurso, a crear una ficción, una realidad paralela, a evocar un sueño, el sueño de conservar la grandeza hispana en el mundo que ya era sólo un espejismo. El cuadro pretendía agitar las conciencias de aquellos cardenales que habían abandonado a Felipe IV y les ayudó a reflexionar sobre el momento que vivía la Monarquía. Se encuentra, por tanto, en el terreno del imaginario político.

Detalle de la "Apoteosis" con el retrato de la familia real. En el centro el príncipe Carlos, futuro Carlos II.

Los retratos de Felipe IV y doña Mariana de Austria que se observan en el cuadro de del Po tuvieron que ser sacados de copias de retratos de Velázquez que se encontraban en la sacristía de la Iglesia de Santiago de los Españoles, el templo nacional español en Roma, al menos desde 1655 en el caso de Mariana. En un inventario de esta Iglesia llevado a cabo durante el reinado de Carlos II figura que en 1655 recibió dos retratos del Rey y de la Reina, algo que no volvió a suceder hasta 1661 (10). Los romanos que la frecuentaban estaban pues familiarizados con estas imágenes. El cuadro representa, en cambio, el primer retrato de Carlos II niño en Roma. Durante los festejos por el nacimiento de Carlos II no llegaron a exhibirse retratos suyos, por tanto, según la profesora Diana Carrió-Ivernizzi, la imagen del príncipe en este cuadro constituiría un simple estereotipo infantil. Podría ser cualquier niño; el artista no contó con ninguna imagen previa, y poco importaría que pudiese parecer mayor o menos a efectos de establecer una cronología para la obra. Por tanto, según Ivernizzi, la fecha de la obra no puede ser determinada por la edad que aparenta el niño (11).

Existe otra convención en la composición: la escala jerárquica en la que si disponen los distintos personajes. En el centro y a los pies de la Virgen, Felipe IV y doña Mariana de Austria. A sus lados, respectivamente, y a un tamaño menor, don Pascual de Aragón y una dama de honor de la Reina. Las cuatro figuras que representan a los cuatro continentes aparecen en un primer plano, desproporcionadas y a un tamaño mayor respecto a las demás figuras de la obra, reclamando la atención del espectador. Pietro del Po quiso crear un efecto de perspectivas con un resultado bastante mediocre, sobre todo si se observan las losas del suelo detrás del príncipe Carlos. Debe además llamar la atención el fondo del cuadro, pues los retratos de los monarcas españoles no solían situarse en fondos áulicos como este, pues muy a menudo eran planos, lo cual indicaría que nos hallamos ante un código visual ajeno a la tradición española y más propio del estilo italiano.

El fondo de la “Apoteosis” constituye un escenario áulico muy peculiar, un muro palaciego con cuatro columnas que acaban fundiéndose con las nubes que rodean a la Virgen. Los fondos de los retratos reales españoles, como ya se ha dicho, no se parecían en nada a éste, sino que eran planos y oscuros, o representaban elementos reconocibles como espejos y mesas. Este fondo puede, por tanto, indicar que destino inicial del cuadro era el interior del Palacio de la Embajada española en Roma, donde con certeza estuvo colgado.

Detalle de los cuatro continentes: a la izquierda Europa y África, a la derecha América y Asia.

En el primer plano, a la izquierda, está Europa, vestida como Minerva, diosa de la sabiduría, que lleva el escudo de la Monarquía Hispánica. Europa celebra el reinado de Felipe IV y confía en que España contribuya a su supervivencia, es decir, Europa necesitaba a una Monarquía Hispánica poderosa que contribuyese a su defensa. Si España se desmiembra, la descomposición iba a arrasar a todo el continente y el Cristianismo estaría en peligro.

Detrás de la imagen de Europa, se encuentra la representación de África, vestida con la piel de un león, sosteniendo un escudo con el “plus ultra”. Un escudo idéntico es el que sostiene la imagen de América, en el primer plano derecho del cuadro, frente a Europa. Detrás de América, y por lo tanto en un segundo plano, se encuentra la representación de Asia, con su corona de flores. El escudo que sostiene Asia es el de Felipe IV como rey de Portugal (los siete castillos con los cruz central, a la derecha, y la cruz de la orden portuguesa de Cristo, a la izquierda) (12). Portugal se había separado de la Monarquía Hispánica tras el “golpe de estado” (13) de diciembre de 1640, pero no obtendría el reconocimiento oficial de su independencia hasta el Tratado de Lisboa (14). El cuadro de del Po representa un último tardío intento de atar simbólicamente Portugal a España, y por ello la figura de Asia es la única que señala al Rey, mostrando que Portugal le pertenece.

Aspecto actual de la Iglesia de Santiago de los Españoles (San Giacomo degli Spagnoli) en la Piazza Navona de Roma.

Colocando la pintura de Pietro del Po en su contexto, uno se da cuenta de que participó en un momento de proliferación de retratos del Rey Planeta en Roma. Los inventarios de la iglesia nacional española en Roma, Santiago de los Españoles, así los atestiguan al revelar la adquisición de dos retratos de Felipe IV y de Mariana de Austria en 1655, y de dos más en 1661, como se ha dicho anteriormente. En 1662 Pietro del Po realizó en Roma este retrato de la familia real, y 1664 fue un año crucial en la historia de la escultura de bronce de Felipe IV en la Iglesia de Santa Maria Maggiore (15). Todos estos retratos tenían, además, su común vinculación a la causa romana y el haber sido creados en el marco de los festejos inmaculistas por la publicación de la bula “Sollicitudo”. Sin embargo, hay algo singular en el retrato de Pietro del Po: el proponer una reflexión sobre España en Europa y en el mundo.

El nacimiento de Carlos II fue celebrado en Roma, a principios de 1662, con numerosas apelaciones a la continuidad dinástica de la Monarquía, que quedaba finalmente garantizada. Las celebraciones también evocaron la especial protección de la Virgen a la Monarquía en incluyeron escenas con las cuatro partes del mundo. Todos estos festejos se conocen a través del relato de las fiestas que redactó Enrique de Sevilla (16). Además, si se confirma la hipótesis de que el lienzo de del Po se pintó en 1662, en el contexto posterior de la publicación de la bula “Sollicitudo” y de los festejos por el nacimiento del nuevo príncipe, parecería evidente que el cuadro debió pintarse después de mayo de ese año, momento en el que el predecesor de Pascual de Aragón en la embajada romana, don Luis Ponce de León, abandonó la Ciudad Eterna, lo que explicaría que no fuese él quien apareciese en la escena y sí el cardenal. Pero en el cuadro tampoco aparece don Pedro Antonio de Aragón, hermano de Pascual y sucesor suyo en la embajada romana, que debería figurar en el caso de que del Po lo hubiese pintado después de 1664. Pero más sorprendente aún es que no aparezca Luis Crespí de Valldaura, que sí estaba en Roma en 1662 y que tuvo un papel fundamental en la consecución de la bula inmaculista, lo cual indicaría que el artista estaba más interesado en legitimar la figura del cardenal-embajador que en subrayar el contenido mariano.

Volviendo al tema de los escudos, las decoraciones que durante los festejos por el nacimiento de Carlos II ornamentaron la fachada de la Iglesia de Santiago de los Españoles incluían los escudos de armas de todos los reinos y señoríos peninsulares (Aragón, Navarra y Portugal) junto a las posesiones italianas y Flandes. En la obra de Pietro del Po, en cambio, no aparece símbolo alguno de la unión de Italia o Flandes con la Monarquía Hispánica y sólo se menciona a Portugal, incorporando su escudo a la figura de Asia. En el contexto de la celebración de la fiesta de las Chinea de 1662, la Embajada española lanzó un claro mensaje a los portugueses de Roma. Cada víspera de San Pedro, el Rey Católico encargaba a sus embajadores la fiesta de la Chinea. En ella los españoles escenificaban la entrega simbólica al Papa del tributo de una jaca blanca con 7.000 ducados que garantizaba la continuidad del gobierno de la Casa de Austria en el Reino de Nápoles, feudo del Pontífice. La Chinea era a menudo utilizada como caja de resonancia de algún acontecimiento público de relieve o de alguna conmemoración política singular. De esta forma, la de 1662 fue aprovechada por la Embajada para escenificar la oposición política a las pretensiones de los rebeldes portugueses en Roma. Éstos reclamaban para el Conde de San Clemente el título de agente de Portugal, y la capacidad del Duque de Braganza (Alfonso VI) de presentar a los obispos de la diócesis portuguesas, en sustitución de Felipe IV, y en definitiva el reconocimiento oficial de Portugal ante la Santa Sede, tras su secesión de 1640. Tales pretensiones se remontaban a 1642 cuando Juan IV envió a su primer embajador a Roma, el Arzobispo de Lamego, quien sin embargo tuvo que dejar la ciudad pues el Papa impidió su entrada. Los portugueses tuvieron que esperar hasta 1670 para poder disponer de un embajador reconocido oficialmente.

Detalle del plano de Roma de Tempesta-Rossi de 1693 en el que se puede ver la Piazza Navona y la situación de la Iglesia de Santiago de los Españoles.

Pero durante la embajada de don Pascual de Aragón las presiones de los portugueses para recibir un tratamiento adecuado en Roma se hicieron más sonoras. El tema llegó a preocupar tanto a la Embajada española que, en agosto de 1662, Felipe IV envió un agente especial, don Antonio Luis de Acevedo, para tratar con el Papa la cuestión portuguesa y lograr frenar las aspiraciones lusas (17). Por tanto, la Chinea de 1662 estuvo impregnada de mensajes para los portugueses, escenificándose la toma de Portugal por parte de las tropas de don Juan José de Austria (18).

A modo de conclusión, se puede decir que la “Apoteosis de la Virgen” de Pietro del Po fue un excelente elemento de propaganda hispánica en la “capital del mundo” de la época, es decir, la corte romana del Papa, pues en ella se exaltaba a la Monarquía Católica como gran potencia capaz de influir todavía en los asuntos de Roma como el tema del dogma de la Inmaculada Concepción, mientras que por otra parte hacia una defensa de los problemas latentes que tanto preocupaban a Felipe IV en aquellos años: la independencia de los cardenales del “partido español” y la secesión de Portugal.


Fuentes principales:

* Carrió-Ivernizzi, Diana: “El poder de un testimonio visual: el retrato de Felipe IV y Pascual de Aragón del Pietro del Po (1662)”. En “La historia imaginada: construcciones visuales del pasado en la Edad Moderna” dirigido por Juan Lluís Palos y Diana Carrió-Ivernizzi. Centro de Estudios de Europa Hispánica, 2008.

* Dandelet, Thomas J.: “La Roma española (1500-1700)”. Crítica, 2002.


Notas:

(1) Pascual de Aragón (1626-1677), arzobispo de Toledo desde 1666, embajador en Roma de 1661 a 1664 y virrey de Nápoles entre 1664 y 1666. Próximamente dedicaré una entrada a este importante personaje de finales del reinado de Felipe IV y comienzos del de Carlos II.

(2) Un ejemplo en la “Inmaculada” de Valdés Leal (1665). Museo de Bellas Artes de Sevilla.

(3) A.E. Pérez Sánchez: “Pietro del Po, pintor de Palermo”. Mitteilungen Kunsthistorischen Institut in Florenz, 12 (1965), pp. 125-144.

(4) Encontramos otro retrato de la familia real al completo, en este caso formada, a parte de los Reyes Felipe IV y doña Mariana, por el príncipe Felipe Próspero y la infanta Margarita, en la escalinata principal del Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid.

(5) Citado por Emilia Pardo Bazán en su introducción a “Vida de la Virgen Madre según la Venerable Sor María Jesús de Ágreda”. Barcelona, 1941.

(6) Luis Crespí de Valldaura era hermano del famoso Cristóbal Crespí de Valldaura, vicecanciller del Consejo de Aragón y miembro de la Junta de Regencia que Felipe IV mandó formar a su muerte para asesorar a doña Mariana de Austria.

(7) A.G.S., Estado-Roma, leg. 3176.

(8) Descritas en F. de la Torre Farfán: “Relación de las fiestas de la Inmaculada”. Sevilla. Juan Gómez de Blas, 1666.

(9) Una magnífica descripción de esta celebración en Dandelet, Thomas J.: “La Roma española (1500-1700)”. Crítica, 2002.

(10) “Más dos retratos del rey y de la reina que se hicieron en el año 1661 y otro del Papa”. Archivo de la Obra Pía en Roma. Archivo de la Embajada Española ante la Santa Sede. Ms. 1333, fol. 139.

(11) Carrió-Ivernizzi, Diana: “El poder de un testimonio visual: el retrato de Felipe IV y Pascual de Aragón del Pietro del Po (1662)”. En “La historia imaginada: construcciones visuales del pasado en la Edad Moderna” dirigido por Juan Lluís Palos y Diana Carrió-Ivernizzi. Centro de Estudios de Europa Hispánica, 2008. Pag.91.


(13) El profesor Rafael Valladares, el mayor experto en el conflicto hispano-luso, denomina como “golpe de estado” a la rebelión portuguesa de 1640. Consúltese su obra: “Portugal y la Monarquía Hispánica, 1580-1668”.


(15) Carrió-Ivernizzi, Diana: “La estatua de Felipe IV en Santa Maria Maggiore y la embajada romana de Pedro Antonio de Aragón (1664-1666)”. Roma Moderna e Contemporanea. Rvista del Dipartimento di Storia Moderna dell’Università di Roma Tre.

(16) Sevilla, Enrique de: “Relación de las fiestas que el excelentísimo señor don Luis de Gúzman Ponce de León embajador ordinario de Su Majestad hizo en Roma por el nacimiento del príncipe de las Españas, don Carlos de Austria”, 1662. Dedicado al cardenal Pascual de Aragón. AOP, AEESS, Mss. 363, fols. 59-62.

(17) AGS, E-R, 3035.

(18) Archivio Segreto Vaticano, Avvisi di Roma, 17 de junio de 1662.

lunes, 8 de noviembre de 2010

LIBERTAD PARA EL SAHARA

Ante las brutales acciones de represión llevadas a cabo por parte del gobierno dictatorial de Marruecos en El Aaiún, este blog se posiciona a favor del pueblo saharaui. Esperemos que el gobierno español, por su responsabilidad histórica en el territorio, actúe en consecuencia...

sábado, 6 de noviembre de 2010

RESUMEN DEL 349º ANIVERSARIO DE CARLOS II

El rey-niño Carlos II en un fotograma del capítulo sobre Carlos II de "Memoria de España" de TVE.


Bueno pues con la resaca de la conmemoración del 349º aniversario de Carlos II sólo puedo decir una cosa: MUCHAS GRACIAS A TODOS. La iniciativa ha sido todo un éxito y hemos inundado la blogosfera con entradas referentes a Carlos II. Han sido muchos y muy variados los temas tratados: la vida personal del monarca, el proceso de los hechizos, sus enfermedades, historias locales y de los más lejanos rincones de la Monarquía, alimentación, arte, historia militar, notas de humor,…Aquí os dejo la lista con el título de todas las entradas publicadas y sus autores (espero no dejarme ninguna):


- Isra: “Carlos II”.



- Kassiopea: “Carlos II, el último Austria”.







- Desdelaterraza: “El punto final”.

- Curiosomundoazul: “La España del siglo XVIII”.




- Mathías I: “De astrología y austrología”.








- Retablo de la vida antigua: “En tiempos de Carlos II”.





Como veis un conjunto de entradas muy completo. Para finalizar me gustaría dejaros el siguiente vídeo que el amigo Pablo D. del blog "De mi casa a la utopía" puso en su espacio para conmemorar el 349º aniversario de Carlos II. Se trata de un vídeo perteneciente a la serie de documentales que TVE llevó a cabo hace un tiempo sobre la historia de España titulados “Memoria de España”. El capítulo está dedicado en exclusiva al reinado de Carlos II y es de una gran calidad, algo que confirma el hecho de que en los créditos podamos leer que el coordinador de los contenidos históricos sea el destacado historiador Fernando García de Cortázar, premio Nacional de Historia en 2008. A mi me han impresionado sobremanera los primeros minutos dedicados al rey-niño. ¡Qué lo disfrutéis! Y otra vez GRACIAS A TODOS porque esta iniciativa no sólo ha sido un éxito sino porque también a permitido unirnos muchos más a todos los que dedicamos una parte de nuestro tiempo a esto de la blogosfera.


CAROLVS II


PD: el próximo 23 de diciembre celebraremos el nacimiento de la reina doña Mariana de Austria, espero que vuesasmercedes tengan también ganas de colaborar en este nuevo aniversario.

6 DE NOVIEMBRE DE 1661-6 DE NOVIEMBRE DE 2010: 349º ANIVERSARIO DE CARLOS II

"La apoteosis de la Virgen" de Pietro del Po (h.1662). Catedral de Toledo. En el centro se puede ver a Carlos II rodeado por sus padres, Felipe IV y Mariana de Austria, así como por el cardenal Pascual de Aragón y una alegoría de las cuatro partes del mundo, mientras sobre sus cabezas se observa a la Corte celestial presidida por la Virgen María.


El príncipe Carlos nació el domingo 6 de noviembre de 1661. La noticia corrió rápida por Palacio; una tensión enorme, apenas contenida hasta ese momento, se liberó, plena de alegría, por todas las estancias del viejo Alcázar de Madrid. El embarazo de la reina doña Mariana había llegado felizmente a su fin, y esto era ya mucho, porque los días y meses anteriores habían sido terribles. El príncipe heredero de la Monarquía, el tan querido y cuidado Felipe Próspero, había fallecido apenas cinco días antes, el 1 de noviembre de ese mismo año de 1661, festividad de Todos los Santos (1). Se trató de una muerte trágica para el rey don Felipe y su esposa doña Mariana, que entonces se encontraba en un avanzado estado de gestación. La muerte del pequeño príncipe significaba que, otra vez, la Monarquía Católica quedaba sin un heredero masculino directo (2), lo que hizo que una inevitable sensación de pesimismo y fatalidad se extendiese por Palacio y por todas las ciudades y reinos de la Monarquía. Una muerte, la de don Felipe Próspero, niño de apenas cuatro años, que hirió como un puñal el corazón del envejecido Felipe IV, que creyó, entonces ya con certeza, que Dios le había abandonado (3).

La reina doña Mariana, por su parte, no se sentía menos angustiada. Conocía muy bien los sentimientos de su real esposo. Había sido educada, desde su primera infancia, en las razones de Estado, y siempre supo lo que significaba la herencia dinástica (4), por eso entendía el dolor de su esposo, dolor providencial y político a la vez. Pero a todo ello había que unir también el dolor de un madre que había perdido ya a varios hijos y que se sentía sobrecogida por los dolorosos designios que el Altísimo le tenía reservados, designios que, sin duda, marcaron su áspero y rígido carácter. La muerte de Felipe Próspero, arrebatado tan pronto de la vida, no era sino el último episodio mortal de una larga sucesión de ellos, pues, en efecto, doña Mariana, había tenido una trágica experiencia maternal (5).

La noche de aquel trágico 1 de noviembre de 1661, un séquito armado de las guardias reales escoltó el traslado del cuerpo de Felipe Próspero hasta El Escorial. Lo encabezaban varios Grandes de España. Uno de éstos, el Duque de Montalto, dejó escritas sus tristes impresiones: “El desconsuelo grande en que nos hallamos por la muerte del Príncipe no es menor que el recelo del grave daño que puede ocasionar este accidente a la salud de Sus Majestades y al suceso del Preñado…” (6). Lo importante era precisamente esto último, el “preñado”, es decir, que transcurrieran bien los últimos días del embarazo de la reina doña Mariana y que el parto fuera bueno. Tan accidentados antecedentes ponían sobre aviso, mucho más cuando, probablemente, no hubiera otra oportunidad de conseguir descendencia, si se consideraba la avanzada edad del Rey, más de 56 años, pero sobre todo, su delicado estado de salud, cargado de achaques e inmovilizado del costado derecho. A toda esta terrible situación familiar y personal de Felipe IV, había que sumar además la situación de postración que vivía la Monarquía en aquellos años y que no hacía sino empeorar aún más el ánimo del monarca.

Por todo lo citado, los días que siguieron a la muerte de Felipe Próspero, el embarazo de la Reina, próximo a su desenlace, se convirtió en un asunto de primera Razón de Estado. El futuro de la Monarquía dependía de aquel suceso. El domingo 6 de noviembre todo parecía estar preparado. Los doctores y médicos, sobre aviso; el confesor de la Reina cerca de ella, y el Mayordomo Mayor de su Casa repasando con todo cuidado la disposición de los enseres de la cámara del natalicio. Para garantizar el éxito del mismo se habían dispuesto en orden todas las santas reliquias que se encontraban en Palacio y otras traídas desde El Escorial y otras partes. Allí estaba el báculo de Santo Domingo de Silos que la Orden de Santo Domingo había acercado, la cinta de San Juan Ortega, de la Orden de los Jerónimos; los cuerpos incorruptos de San Isidro y San Diego de Alcalá; la imagen de la Virgen de la Soledad y la tan venerada por la familia real Nuestra Señora de Atocha. Difícil encontrar un espacio tan santo y sacralizado. Todo, pues, estaba a punto, las cosas de la tierra dispuestas y en orden para implorar la complacencia de Dios.

Al mediodía, tras un almuerzo frugal, Felipe IV se retiró a sus aposentos. A la misma hora la Reina sintió molestias y se dirigió hacia su cuarto. La comadre, doña Inés de Ayala, y el protomédico de la Real Cámara, don Andrés Ordóñez, testigos ambos en 1634 del nacimiento en Viena de doña Mariana, la asistían ahora en su sexto parto, el más esperado de todos. Mariana de Austria tenía entonces 27 años. Dicen las crónicas que no hubo contratiempo alguno. Era la una de la tarde de aquel domingo, día de San Leonardo, cuando, según la Gaceta, “vio la luz de este mundo un príncipe hermosísimo de facciones, cabeza grande, pelo negro y algo abultado de carnes”. Era, desde luego, un comentario muy favorable, pero pronto corrieron por los mentideros de la Villa y Corte rumores en sentido contrario.

Aquel alumbramiento fue recibido con alborozo. A las tres de la tarde, cuando la noticia ya corría camino de todos los rincones de la Monarquía y de Europa, un Felipe IV, sobrio y elegantemente vestido de negro terciopelo, salía de su Cámara y, “acompañado del Nuncio, Grandes y Embajadores”, se dirigió hacia la Capilla de Palacio con toda la etiqueta cortesana. Allí, el cortejo real, presidido por el monarca, cantó un solemne Te Deum, comenzando así los festejos que, en honor del futuro Carlos II, ocuparon todo aquel mes de noviembre de 1661.

Días después, en todas las parroquias se celebraron misas y el bullicio popular se desató por ciudades, villas y lugares. Las celebraciones oficiales comenzaron de inmediato. Llegaron primero todos los Grandes, encabezados por dos Luis de Haro (7), el valido real, y presentaron su parabienes a los Reyes; siguieron los Consejos, luego los reinos, y la Villa de Madrid, con su corregidor y sus alcaldes de casa y corte. Fuera de Palacio, mientras tanto, la alegría popular organizaba una gran mojiganga para la tarde del domingo día 13. Presidió el Rey, desde Palacio, el desfile de carrozas, gozó con los juegos de disfraces, los requiebros graciosos y burlescos de las cuadrillas, etc. Un soneto decía: “ es alegrías lo que llantos era […] y los que antes llevaban paso tardo/corren, saltan y bailan de contentos/sirviendo las campanas de instrumento”. En Rey, en medio de la algarabía, se asomó al balcón del Alcázar, mientras el pueblo le gritaba que bajase y, finalmente, con su coche en medio de la fiesta, recibió el reconocimiento de las gentes. Escribía así un poeta popular:


“…porque a su coche en medio le cogieron
todo allí se le postra y se le humilla
y rendidos aspectos le ofrecieron
y, sin faltar a nada en el decoro,
se fueron por la calle del Tesoro.” (8)



Por otra parte, cientos de hacedores de horóscopos pregonaban sus vaticinios. Los augurios aseguraban que el Príncipe llegaría a ser Rey. La mayor parte de las cartas astrales se mostraban entusiastas: Saturno era el planeta que enviaba sus mayores efluvios, un astro que se encontraba en el horizonte de la Corte de España, sin aspectos maliciosos, próximo a Mercurio y muy cerca del Sol. Todo eran signos positivos y el hecho, además, de haber nacido el día 6 lo ratificaba mejor todavía, porque este número era signo de “tantas y tan raras excelencias”.

Confianza, optimismo, y nuevo y recobrado entusiasmo Felipe IV trataba de controlar su regocijo, la etiqueta le imponía actitudes moderadas. Sabía bien que el Príncipe todavía se encontraba en período crítico y que las fiebres puerperales amenazaban, con frecuencia, en tales momentos. La experiencia del Rey en este punto era mucha. De salud del Príncipe poco se decía; que se encontraba bien y que gozaba de gran vitalidad, era la cantinela que se repetía constantemente, pero, con tantos y tan malos antecedentes, tales comunicados apenas significaban nada. Un gran secreto rodeaba el espacio central en el que el Príncipe iniciaba sus primeros días. Sólo se sabía que doña María Engracia de Toledo, marquesa viuda de los Vélez, había sido designada como su aya (9). A ella correspondía vigilar todas las tareas de aquella crianza, entre ellas asegurar que María González de la Pizcueta, natural de Fuencarral, y designada como primera nodriza de Carlos, alimentase al pequeño príncipe. Mientras tantos, crecían los rumores sobre la salud del niño.

El día 19 de noviembre se recibió en Madrid la noticia del nacimiento del delfín Luis, hijo de Luis XIV y la reina María Teresa, hija de Felipe IV, que había venido al mundo el día 1 de noviembre, es decir, en la misma fecha en que su tío, el príncipe Felipe Próspero fallecía, y apenas cinco días antes de que lo hiciera su otro tío, el futuro Carlos II. Luis XIV comunicó a Madrid, alborozado, la noticia del feliz nacimiento y mostró enseguida el deseo de enviar pronto un retrato del mismo para que su abuelo español pudiera conocer de primera mano la firmeza de la vida que surgía pujante del linaje del trono francés. Frente a actitudes tan provocadoras, en el viejo Alcázar, por el contrario, se optó por el silencio frío y cortés.

A modo de conclusión, es curioso señalar como en apenas cinco días de ese mes de noviembre de 1661 se fraguó el futuro de España con 1 fallecimiento y dos nacimientos que sellaron su historia.


Fuentes principales:

* Conteras, Jaime: “Carlos II el Hechizado. Poder y melancolía en la Corte del Último Austria”. Temas de Hoy, 2003.

* Maura y Gamazo, Gabriel: “Carlos II y su Corte”. 2 vols. Madrid, 1911.


Notas:

(1) Resulta curioso el hecho de que ambos hermanos, Carlos II y Felipe Próspero, que jamás llegaron a conocerse, murieran en la misma fecha. Para saber más sobre el desgraciado heredero, consúltese mi entrada: “La familia del Rey, los hermanos de Carlos II: el príncipe Felipe Próspero”.

(2) Recordemos que en la Monarquía Hispánica, a diferencia que en Francia, las mujeres podían reinar, lo que hacía que tras la renuncia de la infanta María Teresa, por su matrimonio con Luis XIV, y en espera del nacimiento de un posible hijo varón, la infanta Margarita Teresa pasase a ser nuevamente la heredera de la Monarquía, como ya lo había sido desde su nacimiento y hasta la muerte de su hermano Felipe Próspero. Para saber más sobre el tema consúltese mi entrada: “La familia del Rey, los hermanos de Carlos II: Margarita Teresa de Austria, infanta de España y emperatriz de Alemania”.

(3) Felipe IV siempre tuvo grandes problemas de conciencia debido a su vida pecaminosa, algo a lo que achacaba la ruinosa situación de la Monarquía. Esta desazón queda reflejada en su correspondencia con sor María de Ágreda, la monja que se convirtió en su consejera espiritual durante los últimos años de su reinado. La misma se puede consultar en el libro: “María de Jesús de Ágreda, Correspondencia con Felipe IV. Religión y razón de Estado”. Castalia, 1991.

(4) Sobre los primeros años de doña Mariana de Austria léase mi entrada: "La familia del Rey I: La reina madre doña Mariana de Austria (Parte 1)".

(5) Además de la muerte del príncipe Felipe Próspero, doña Mariana de Austria tuvo que sufrir la del infante Fernando Tomás (1659), la de la infanta María Ambrosia (1655) y la de otra niña que nació muerta en 1656.

(6) G. Maura y Gamazo: “Carlos II y su Corte”. Tomo I (1661-1669), pp. 30 y 31

(7) Don Luis de Haro moriría apenas 20 días después, el 26 de noviembre de ese mismo año.

(8) E. Salvador Esteban: “La Monarquía y las paces europeas” en José Alcalá-Zamora y E. Berenguer (coords.), “Calderón de la Barca y la España del Barroco”. Vol. II. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid, 2001. Pp. 222-224.