jueves, 30 de diciembre de 2010

FELIZ 2011 A TODOS


Acaba el 2010, un año en el que se ha confirmado el desastre económico de España y, por desgracia, la absoluta incapacidad de nuestros gobernantes para sacarnos del mismo. A parte de eso, ha sido el año en el que he vuelto a Madrid después de dos años vividos en Turín (Italia). Allí me fui sin nada, sólo con una maleta llena de ilusiones, pero la cosecha no ha podido ser mejor. Atrás dejo muchas cosas, pero sobre todo una persona muy especial para mi, uno de los motores de mi vida...por eso seguiré yendo y viniendo de aquellas tierras...

...nuevo trabajo y nuevas ilusiones, retos y esperanzas. Por otra parte, y por lo que respecta a la blogosfera, he visto con orgullo y alegría como mi blog subía como la espuma y se asentaba en el mundillo gracias a todos vosotros, amigos virtuales, pero al fin y al cabo amigo, con muchos de los cuales mantengo contacto más allá de los simples comentarios. A todos GRACIAS.

Para terminar sólo me queda desearos a todos un FELIZ Y PRÓSPERO AÑO 2011, que se cumplan todos vuestros sueños e ilusiones y que se solucionen todos vuestros problemas.

Aquí os dejo el vídeo de la canción "All secrets known" del disco "Black Gives Way to Blue", último trabajo de una de mis bandas preferidas, Alice in Chains, primero sin el cantante original, el mítico Layne Staley (muerto de sobredosis en 2002, y considerado otro de los mártires del Grunge junto a Kurt Cobain). El inicio dice así:


Hope, a new beginning
Time, time to start living


es decir: "Esperanza, un nuevo comienzo // Tiempo, tiempo para empezar a vivir"...así que feliz nuevo comienzo para este 2011 y que disfrutéis el vídeo:


martes, 28 de diciembre de 2010

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: FERNANDO IV DE HUNGRÍA, REY DE ROMANOS

El rey Fernando IV con su hermana la archiduquesa Mariana de Austria (1636), obra de Frans Luyckx. Kunsthistorisches Museum de Viena.

El archiduque y rey de romanos Fernando (Fernando IV de Bohemia y de Hungría), nació en Viena el 8 de septiembre de 1633. Era el hijo primogénito del emperador Fernando III y de la emperatriz María, hija de Felipe III y hermana de Felipe IV y, por tanto, hermano mayor de doña Mariana de Austria y del futuro emperador Leopoldo I, además de tío de Carlos II.

Poca ha sido la información que sobre sus primeros años he podido recabar, aunque no cabe duda de que debió crecer en medio del ambiente contrarreformista y jesuítico imperante en la corte de Viena y con una formación acorde al que, en un futuro, debía heredar todos los territorios patrimoniales de la rama vienesa de la Casa de Austria, así como la Corona Imperial.

En 1641, a la muerte del cardenal-infante don Fernando, el Consejo de Estado propuso a Felipe IV nombrar al archiduque Fernando para el gobierno de los Países Bajos, pero la iniciativa fue finalmente abandonada ya que éste contaba con tan solo ocho años de edad, siendo el elegido para el puesto su tío, el archiduque Leopoldo Guillermo (1).

En 1646 Fernando III consiguió que su hijo fuese elegido Rey de Bohemia y al año siguiente de Hungría, siendo coronado a la edad de 13 años en Presburgo. Después de esta ceremonia, el joven archiduque Fernando, convertido ya en Rey de Hungría, montó a caballo, atravesó a paso lento los arrabales de la ciudad y al llegar a la colina que domina el Danubio, la subió al galope, y al llegar a la cúspide de esta especie de montaña, sacó su sable y trazó cuatro cruces en el aire dirigidas a las cuatro partes del mundo. Toda esta ceremonia no hacía sino seguir una antigua tradición que los húngaros requerían a sus reyes tras su coronación. Por otra parte, la elección de Fernando como rey de Hungría, permitía asentar el dominio de la Casa de Austria sobre el territorio tras la guerra contra Jorge Rácóczi (2).

En enero de 1647 Felipe IV, tras poner sobre la mesa todos los pros y contras, emitió un decreto con la resolución de casarse con la archiduquesa Mariana de Austria (3). La boda por poderes se celebraría en Viena el 8 de noviembre de 1648, y durante la misma, el archiduque Fernando, hermano de la novia, actuaría en nombre del Rey de España (4). Pronto se empezó además a especular con el matrimonio del Rey de Hungría con la infanta María Teresa, heredera de Felipe IV mientras que éste no contase con un hijo varón.

Fernando IV de Hungría, rey de romanos (h. 1654), obra de Frans Luycks. Museo del Prado de Madrid.

En 1652 se celebró en Viena el nacimiento de la infanta Margarita, primera hija de Felipe IV y doña Mariana de Austria, con la espectacular representación de “La gara“, para lo que se trajo expresamente de Venecia al famoso arquitecto y escenógrafo Giovanni Burnacini. Éste y el autor del texto, el sacerdote italiano Alberto Vimina, dedicaron su obra al embajador español, el Marqués de Castel Rodrigo (5), quien había propuesto el tema y había colaborado con la Corte en su preparación.

El contenido de “La gara” era la disputa entre las cuatro partes del mundo por el privilegio de poder celebrar el nacimiento de la infanta española. La obra constaba de un prólogo, tres actos, cada uno con sus propios decorados, y dos entreactos de ballet. La representación de “La gara“, siendo ante todo un homenaje a la infanta Margarita, servía además para manifestar con claridad las pretensiones políticas de los Austrias de Viena, ya que a las cuadrillas que representaban la parte victoriosa del mundo, Europa, no las guiaba otro que Fernando IV, lo que representado delante del embajador español no dejaba de tener un profundo significado político y más aún con el matrimonio con la infanta María Teresa en el aire (5).

La Paz de Westfalia de 1648 que ponía fin a la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) dejó sin resolver muchas cuestiones constitucionales en el ámbito del Imperio, que habrían de ser reguladas en la próxima reunión de la Dieta Imperial. Estas omisiones revelan, frente a la tradicional visión de la historiografía, la subyacente solidez del la posición del emperador Fernando III, a pesar de sus derrotas durante la guerra. Francia y los príncipes alemanes más radicales habían exigido una cláusula que privase al Emperador de garantizar, en vida, la elección de un sucesor, como se venía haciendo tradicionalmente: sabían que, en el pasado, la Casa de Austria había mantenido la Corona Imperial porque el propio Emperador reinante disponía y supervisaba la elección del Rey de Romanos, que automáticamente le sucedía como Emperador tras su muerte. De este modo, si el Emperador moría antes de que fuese establecida la sucesión, los candidatos de la Casa de Austria estarían mucho peor situados para sucederle. Los más radicales veían en esto una oportunidad para romper los tradicionales lazos entre la Casa de Austria y el Imperio. Unieron a esto las “Capitulaciones”, una carta constitucional que todo nuevo emperador tenía que firmar. Exigieron, además, la inclusión en los tratados de una carta revisada, destinada a recortar aún más la autoridad imperial. Sin embargo, Fernando III se salió con la suya ya que obtuvo que aquellas cuestiones fueran dejadas para la Dieta.

E 1652 Fernando III convocó la Dieta Imperial. Cuando la declaró abierta, en junio de 1653, en la casa del ayuntamiento de Ratisbona, a su lado se sentaron siete electores o sus delegados: los tres electores protestantes de Sajonia, Brandenburgo y el Palatinado, y los cuatro católicos de Baviera, Maguncia, Colonia y Tréveris. Al fondo de la sala, frente al Emperador, estaban los representantes de las ciudades imperiales. Una cláusula de los Tratados de Westfalia les había prometido, vagamente, más poder y el derecho a un voto que debería ser tenido en cuenta antes de que los otros Colegios presentasen una resolución en la Dieta al Emperador, pero esto no se vio confirmado. Finalmente, estaban también representados unos 70 príncipes del Imperio, que al igual que el Colegio de Electores, estaba formado por miembros civiles y eclesiásticos. Un buen número de políticos en esta Dieta estaba decidido a no permitir que las mayorías se impusiesen a las minorías. Las maniobras políticas no tardaron en poner de manifiesto la fuerza de los conservadores.

La apertura de la Dieta había sido aplazada, en parte porque Fernando III invitó a los Electores a que se reuniesen con él previamente en Praga, con el fin de encomendarles que eligiesen a su hijo mayor, el Rey de Hungría, como Rey de Romanos. Francia, mucho más débil que en 1648, no tenía fuerzas para intervenir. Los cuatro Electores católicos eran fieles a la Casa de Austria, al igual que, como tradicionalmente, el protestante Elector de Sajonia. Por su parte, el Elector Palatino, que había entrado a formar parte del Colegio Electoral por la Paz de Westfalia, se conformó con una halagüeña bienvenida, después de los duros años de exilio (6). Pero, sobre todo, Fernando III se atrajo a Federico Guillermo de Brandenburgo, al apoyarle contra Suecia. Se negó a reconocer formalmente el reciente derecho de la Reina de Suecia a sus nuevas posesiones dentro del Imperio, ni a admitir a sus delegados en la próxima Dieta, hasta que el gobierno sueco accediese a retirarse de las zonas de la Pomerania reivindicadas por Brandenburgo. Los ministros de la reina Cristina de Suecia acabaron cediendo, y los Electores prometieron votar a Fernando IV como Rey de Romanos. La elección de Fernando IV tuvo lugar en Augsburgo, siendo coronado en Ratisbona el 18 de junio de 1653 por el Arzobispo de Maguncia y Príncipe Elector, Johann Philipp von Schönborn. Esta ceremonia sufrió más dificultades que la elección. El Arzobispo de Colonia y también Elector, Maximiliano Enrique de Baviera, protestó contra este hecho, pretendiendo que el derecho de consagrar al Rey de Romanos le pertenecía a él. Ambos arzobispos electores introdujeron hombres armados en la Iglesia en el momento de empezar la consagración. Era de esperar un combate, pero el Emperador lo evitó rogando a Maximiliano Enrique que por aquella vez cediese a su colega el honor en cuestión, prometiendo que esto no sentaría precedente para lo sucesivo. Maximiliano Enrique accedió con desagrado a la demanda de Fernando III y se marchó sin despedirse. Posteriormente, el Arzobispo de Maguncia, coronó no sólo al nuevo Rey de Romanos, sino también a la emperatriz Leonor, segunda esposa de Fernando III. Sea como fuere, los reformadores, que habían tratado de aplazar la elección del próximo emperador hasta después de la muerte de Fernando III y de reelaborar las capitulaciones antes de elegirle, estaban derrotados.

Tras la coronación, el Emperador, el Rey de Romanos y toda la Corte se embarcaron para bajar por el Danubio hasta Viena, a donde llegaron el 24 de mayo de 1654. Poco tiempo después, Fernando IV cayó enfermo de viruelas muriendo el día 9 de julio de ese mismo año a la edad de 20 años.

Tras la muerte del Rey de Romanos, el Emperador dio, el 27 de julio de 1655, a su segundo hijo, el archiduque Leopoldo Ignacio (futuro emperador Leopoldo I), que sólo tenía 14 años, el título de Rey de Hungría y le hizo coronar Rey de Bohemia el 14 de septiembre de 1656, para lo cual lo había llevado a Praga, de donde le hizo volver inmediatamente para Viena.

Tras la muerte de Fernando IV, su padre Fernando III no pensaba en otra cosa que en asegurar la sucesión imperial para su hijo Leopoldo, pero la muerte se lo llevó el 2 de abril de 1657 sin haberlo conseguido. La muerte del Emperador antes de que los electores hubieran optado por su hijo Leopoldo para sucederle, dio la oportunidad de su vida al cardenal Mazarino para fortalecer finalmente la hegemonía francesa en Europa. Sin embargo, Leopoldo contaba con el importante apoyo de su tío Felipe IV que exigía la sucesión de Leopoldo I para preservar lo que aún persistía de la influencia de la Casa de Austria en Alemania. Sin embargo, Mazarino necesitaba que aquella candidatura fuese rechazada y por ello señaló a los príncipes alemanes que Leopoldo aspiraba a la herencia de España y pretendía la mano de la infanta María Teresa: ellos, como los franceses, habían sido perjudicados por la funesta asociación del Imperio con España desde tiempos de Carlos V. Les apremiaba a tener en cuenta a Luis XIV o al Elector de Baviera para el título imperial. Sin embargo, no pudo impedir la elección de Leopoldo como emperador el 18 julio de 1658 en Frankfut y la consiguiente satisfacción de los intereses de la Casa de Austria.



Fuentes principales:

* Sommer-Mathis, Andrea: “Teatro de la gloria austríaca. Fiestas en Austria y los Países Bajos”. SEACEX.

* Stoye, John: “El despliegue de Europa (1648-1688)”. Siglo veintiuno editores, 1974.

* “Historia del emperador Carlos VI y de las reboluciones que sucedieron en el Imperio en el reynado de los Principes de la Casa de Austria, desde Rodulfo de Habsbourg hasta el presente. Con la diferencia que sobrevino entre la Reyna de Ungria, y el Rey de Prusia sobre la Silesia” traducido al castellano por don Jacinto Lisasueta.. Tomo I. Madris, 1742.


Notas:

(1) Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes (1629-1648)”. Universidad de Córdoba, 2006. Pag. 262.

(2) Jorge Rácóczi (1593-1648), fue Príncipe de Transilvania desde 1630 hasta su muerte. Aliado de suecos y franceses durante la Guerra de los Treinta Años, en 1644 inició una campaña contra Fernando III en el norte de Hungría, pero cuando se dirigía hacía Viena, el Sultán Otomano, de quien era tributario, se lo prohibió. En 1645 firmó la paz con el Emperador a cambio de las siete provincias del Tisza.

(3) BNM. Mss. 11027. (n.336r- 339v).

(4) Arellano, Ignacio: “Estructuras dramáticas y alegóricas en los autos de Calderón”. Universidad de Navarra, 2001. Pag. 142.

(5) Sommer-Mathis, Andrea: “Teatro de la gloria austríaca. Fiestas en Austria y los Países Bajos”. Pag. 8.

(6) Por la Paz de Westfalia se creó un nuevo puesto en el Colegio de Electores para Carlos Luis, el hijo mayor de Federico V del Palatinado, aquel que había aceptado la Corona de Bohemia tras la revuelta de los Estados protestantes bohemios contra el emperador Fernando II dando inicio a la Guerra de los Treinta Años, y que había perdido la Batalla de la Montaña Blanca en 1620. Carlos Luis regresó de su exilio en Inglaterra, gracias a la presión holandesa y sueca, para gobernar, desde el ruinoso castillo de Heidelberg, su patrimonio, que se extendía a lo largo del Rhin y del Néckar; pero Maximiliano de Baviera, el victorioso adversario de su padre, conservó el Alto Palatinado y el antiguo título electoral que había pertenecido a los antepasados de Carlos Luis.

sábado, 25 de diciembre de 2010

OTROS MIEMBROS DE LA CASA DE AUSTRIA: EL ARCHIDUQUE CARLOS JOSÉ

El archiduque Carlos José en un grabado de la época.

El archiduque Carlos José nació el 7 de agosto de 1649 en Viena. Fue el único hijo del matrimonio formado por el emperador Fernando III y su segunda mujer, la archiduquesa María Leopoldina del Tirol, hija del archiduque Leopoldo V del Tirol y de la archiduquesa Claudia de Medici, la cual murió al darle a luz. Era, por tanto, medio hermano de la reina doña Mariana de Austria y tío de Carlos II.

Con la muerte de Leopoldo Guillermo, el archiduque Carlos José se convirtió, en el heredero de sus distintos cargos eclesiásticos, a pesar de que aún era menor de edad (a la muerte de su tío, Carlos José contaba con tan sólo 13 años), algo por otra parte normal entre los segundones de la Casa de Austria. El joven archiduque recibió la primera tonsura (1) el 3 de septiembre de 1661 de mano del arzobispo de Viena, Philipp Friedrich von Breuner (2), mientras que en julio de 1662 su tío, el archiduque Leopoldo Guillermo le otorgó una canonjía en la Catedral de Olomuc en Moravia (3), por vacante de Mathias Arnold von Pallingen.

El archiduque Carlos José como gran maestre de la Orden Teutónica (s. XVII).

A través de un breve del 1 de septiembre de 1662, el papa Alejandro VII le nombraba Obispo Coadjutor de Passau (4), mientras que por una dispensa de 27 de octubre de ese mismo año le permitía ser elegido Obispo de Olomuc y Breslau a pesar de no poseer la edad canónica. Tras la muerte de Leopoldo Guillermo, el cabildo de la Catedral de Olomuc le eligió obispo por unanimidad (17 votos favorables de 17 votos posibles), siendo confirmada la elección por Alejandro VII el 23 de abril de 1663, con la condición de que hasta que llegase a la edad requerida la administración temporal y secular de la diócesis recayera en personas nombradas por la Santa Sede. La dispensa papal se extendía también, además de al Obispado de Olomuc, al de Passau y Breslau, y a la Gran Maestría de la Orden Teutónica, lo que permitía a Carlos José mantener todos sus beneficios e ingresos. El Papa también le permitió (23 de diciembre de 1663) el ejercicio de la jurisdicción penal en la diócesis. Sin embargo, nunca llegó a ejercer verdaderamente sus cargos eclesiástico y ni tan siquiera recibió las órdenes sacerdotales ya que a finales de 1663 caía enfermo de gravedad, muriendo el 27 de enero de 1664 en Linz, a la edad de 15 años.

Como curiosidad cabe decir que el jesuita y matemático Caspar Schott (1608-1666) construyó en 1661 su famoso “Organum Mathematicum” para la educación del pequeño archiduque, considerado un precedente barroco de los modernos ordenadores.


Fuentes principales:

* D‘Elvert, Christian: “Die Hoch - und Deutschmeister und olmützer Bischöfe Leopold Wilhelm und Carl Joseph, Erzherzoge von Osterreich”. 1863.


Notas:

(1) Según la Real Academia Española de la lengua tonsurar es el “rito preparatorio que precedía a la recepción de las antiguas órdenes menores” y que consistía en el corte o rapado de una parte del cabello.

(2) Philipp Friedrich von Breuer (1597-1669), el 5 de mayo de 1639 el emperador Fernando II le nombró obispo de Viena, cargo confirmado por el Papa Urbano VIII el 5 de septiembre de ese mismo año.

(3) Recuérdese que Leopoldo Guillermo era Obispo de Olomuc y, por tanto, capacitado para otorgar cargos en su diócesis.

(4) La dignidad de Obispo Coadjutor es dada por la Santa Sede y conserva casi las mismas características del Obispo auxiliar salvo que el prelado que goza de esta dignidad tiene derecho a sucesión a la sede episcopal cuando esta queda vacante. Lo que se pretendía, por tanto, es que tras la desaparición de Leopoldo Guillermo fuese el quien heredase el Obispado.

jueves, 23 de diciembre de 2010

RESUMEN DEL 376º ANIVERSARIO DE DOÑA MARIANA DE AUSTRIA

En primer lugar quería agradecer a todos los que han participado en esta celebración su esfuerzo y su apoyo a la iniciativa, que nos han llevado nuevamente, como en el caso del centenario de Carlos II, a un gran éxito y a inundar la blogoesfera con entradas dedicadas a la reina doña Mariana de Austria. A continuación os dejo la lista de lo que ha dado de sí el regio aniversario:



- El Gaucho Santillán: “Doña Mariana de Austria, la regente del Reino”.



- Retablo de la vida antigua: “Por orden de doña Mariana”.




- Senovilla: “Exhumación real”.

- Aspirante: “Feliz cumpleaños, Majestad”.


- Vicente Camarasa: “Mariana de Austria, la reina desgraciada”.

De nuevo muchas gracias a todos. Me alegra enormemente la gran acogida pues estas iniciativas, como ya comprobamos en la de Carlos II y ahora en esta de doña Mariana de Austria, nos ayudan a conocernos mejor entre nosotros, así como a incrementar el número de seguidores de nuestros espacios, lo que sin duda repercute en un éxito de los blogs dedicados a la historia o el arte.

Antes de despedirme quisiera desearos a todos una FELICES NAVIDADES y que los paséis estupendamente junto a vuestros seres queridos.

Aquí os dejo un villancico barroco de Torrejón y Velasco, cúspide de este género en la América colonial española, que lo disfrutéis y os emplazo para las próximas entradas y para el próximo aniversario que celebraremos, el de don Juan José de Austria (7 de abril de 2011):

miércoles, 22 de diciembre de 2010

376º ANIVERSARIO DE DOÑA MARIANA DE AUSTRIA (23 DE DICIEMBRE DE 1634-23 DE DICIEMBRE DE 2010)

La archiduquesa Mariana de Austria, obra de Frans Luyck. Museo del Prado.


LA EDUCACIÓN DE UNA REINA DE ESPAÑA

Mariana de Austria, nacida en tal día como hoy de 1634 en Viena, era hija del emperador Fernando III y de la emperatriz María (hermana de Felipe IV).

La educación de la pequeña archiduquesa estuvo orientada hacia el destino augurado para todas las hijas de los emperadores de la Casa de Austria, es decir, el desposorio con el Rey de España o la vida religiosa. Así, doña Mariana, en el ambiente contrarreformista y jesuítico imperante en la corte de Viena, creció con un futuro ya perfilado para el que debió prepararse a conciencia según los parámetros educativos de sus antecesoras. Se desconoce el programa formativo al que fue sometida doña Mariana en su corte natal, sin embargo se intuye su instrucción en tres ámbitos fundamentales estrechamente relacionados: por un lado recibiría una sólida formación religiosa basada en la “Pietas Austriaca” (1); por otro un aleccionamiento de tipo político que no debe sorprender cuando la condición de reina consorte podía facilitar las relaciones entre el Imperio y la Monarquía Hispánica y, finalmente, una exhaustiva instrucción en la cultura cortesana.

La religiosidad de una reina iba más allá de la honesta demostración de una profunda fe. En un mundo donde lo político y lo religioso se complementaban convergiendo en el poder, los comportamientos religiosos de una reina escondían usos políticos e incluso otorgaban poder a través de los actos de piedad y devoción transmitidos. Las reinas consortes del XVII, sobre todo aquellas pertenecientes a la Casa de Austria, debían ofrecer una imagen de santidad practicando la “Pietas” y su devoción al Santísimo Sacramento, religiosidad que a su vez debía manifestarse en el apoyo a obras pías, visitas continuadas a conventos y frecuentes confesiones con un director espiritual de confianza. Doña Mariana iniciaría sus ejercicios espirituales en la corte de Viena, allí no le sería difícil impregnarse de los aires contrarreformistas y del fuerte espíritu jesuítico del momento. De hecho, el instructor y confesor de la archiduquesa y su hermano Leopoldo (futuro emperador Leopoldo I) fue el jesuita Juan Everardo Nithard, futuro protagonista en la corte de Madrid durante los años de Regencia de su entonces alumna. Fe y devoción eran características que imbuían a la persona real de sacralidad y poder (2).

Desde el mimo momento en que una archiduquesa de Austria contraía matrimonio con un Rey de España, las demandas desde Viena de una participación activa en los asuntos del Imperio se hacía evidente. Y es que la función de una reina consorte consistía en la esfera política en mejorar y favorecer las relaciones entre las dos cortes. En Viena las lecciones políticas habrían estado orientadas a salvaguardar los intereses del Imperio en una corte, la de Madrid, que sin duda y a pesar de pertenecer también a la Agustísima Casa, iba a presionar a la joven archiduquesa para acercarla a la esfera de la Monarquía Hispánica en un período de progresiva desvinculación entre las dos ramas de la Casa de Austria, iniciado con la firma de la Paz de Westfalia (1648). La preparación para acceder al trono como reina consorte no se reducía a la procreación acompañada de religiosidad: tras estas funciones básicas se ocultaban intenciones políticas de mayor o menor calado.

Como colofón a la formación político-religiosa se encontraba el aprendizaje del funcionamiento de la cultura cortesana. Actividades tan variadas como la música, la caza, las lenguas o el baile eran parte de este aleccionamiento que debía convertir a la archiduquesa en una verdadera persona real. Cualidades como la modestia, discreción y prudencia eran esenciales para completar el esquema de valores de una reina consorte, que podía utilizar ese compendio de virtudes aprendidas para desarrollar su señalada acción política dentro de la complicada esfera cortesana.

La archiduquesa Mariana de Austria recibió una instrucción adecuada para cumplir sus funciones como consorte pero… ¿para ser regente? Su futuro como tal fue intuido desde aquel mismo instante en que su vida cambió de rumbo tras la muerte de su prometido el príncipe Baltasar Carlos el 9 de octubre de 1646. Según Oliván Santaliestra, la posibilidad de un matrimonio con el padre de éste, Felipe IV, a quien no se le auguraban muchos años más de vida, hizo prever que la joven archiduquesa en caso de casarse con el envejecido monarca y engendrar un heredero, llegaría a gobernar durante un periodo de minoridad. En los debates en torno a la elección de una esposa para el rey Felipe IV, se buscaba una candidata con la madurez de una mujer en vistas a que (sin las debilidades de una niña) pudiera ejercer como regente tras la muerte del monarca.

La reina doña Mariana de Austria (h. 1650). Círculo de Velázquez. Museo Lázaro Galdiano de Madrid.

El factor dinástico preocupó más que nunca en la elección de una esposa para Felipe IV, viudo desde la muerte de Isabel de Borbón en 1644. Ya no era suficiente el capital dinástico, su sangre, descendientes y Casa, ahora era fundamental que la elegida tuviera la madurez requerida para engendrar herederos sanos con relativa rapidez y para gobernar en caso de ausencia de rey en mayoría de edad. Esta particular circunstancia modificó las bases de la búsqueda de candidatas y cambió el destino de la archiduquesa doña Mariana: su condición de reina consorte podía llegar a convertirla en reina viuda y regente, situación para la que quizás no había sido preparada.

Los discursos sobre la conveniencia de una u otra esposa para Felipe IV comenzaron desde la misma muerte de Baltasar Carlos, dada la urgencia que presentaba la cuestión sucesoria. Varias razones políticas o de Estado, físicas o naturales y que podrían resumirse en el “capital dinástico” (3) y en la madurez sexual, determinaron no sin inconvenientes que la nueva esposa de Felipe IV debía ser la joven archiduquesa Mariana de Austria.

En un principio Mariana de Austria se presentaba como la candidata perfecta: nuera electa, princesa de España, hija del Emperador y de la hermana de Felipe IV, la infanta María; hermana de Leopoldo I; con una edad de 12 años que apuntaba a fecundidad… sin embargo éstas no eran condiciones suficientes, pues como ya se ha apuntado, el peligro de la sucesión y las amenazas exteriores de que la Corona recayese en príncipes “austriacos no naturales” o en franceses “totalmente extraños” obligaba a “escoger para su magestad esposa con las mas ciertas calidades, y seguras esperanzas de fecundidad parto prompto, sucesión varonil, y buen logro de madre de hijos” (4). La situación extrema de la Monarquía Hispánica determinaría la elección imponiéndose a los tradicionales requisitos de la edad y sangre de la candidata; pues “sería justo, que para la sobrevivencia de reyna viuda y rey pupilo, en tal caso tubiesemos en la edad de la una y del otro el alivio de verlos no menores que el peso del gobierno y, si menores, con la mas edad que se pudiere…” (5). Como demuestra este testimonio, la sombra de un gobierno de minoridad real con la solución transitoria de la regencia, ya estaba presente en 1646, antes de que Felipe IV contrajera un nuevo matrimonio con el fin de asegurar la sucesión.

Físicos y filósofos, basándose en los escritos de los Antiguos (la Doctrina General de Aristóteles y Galeno), desaconsejaron a la archiduquesa Mariana por su corta edad y remarcaron los peligros que podían ocasionar para los hijos las madres menores de 14 años. Una prematura concepción amenazaba con deformaciones, sucesión no varonil y de corta vida. Mariana de Austria distaba de encontrarse en la franja de edad adecuada porque en 1646 tenía 12 años y los 13 del año siguiente tampoco podrían garantizar una pronta sucesión. Por lo pronto la principal reticencia para la elección de Mariana de Austria fue ésta (6). Si aquella falta de madurez sexual y por qué no “política” de la archiduquesa era el inconveniente esencial, desde Viena se trató de corregir aquel “defecto” engañando con las proporciones de altura y anchura del cuerpo de la archiduquesa. Hasta el 9 de octubre de 1646, Mariana había sido descrita como una jovencita frágil y graciosa, el retrato que la representaba a sus once años y dos meses que se encontraba en la corte de Madrid, mostraba a una niña bien proporcionada, adecuada para un príncipe como Baltasar Carlos pero nunca para los 42 años de un rey como Felipe IV. Sin embargo, a partir del 9 de octubre de 1646, fecha de la muerte del príncipe heredero, la archiduquesa doña Mariana “creció tan de repente” que el embajador imperial se atrevió a proponerla como física y moralmente adecuada para el rey viudo Felipe IV. Sin duda, no convenía desairar al Emperador en momentos de crisis. La candidatura de la archiduquesa Mariana prosperó no sin reticencias y rofundas dudas por parte de médicos y teólogos.

En enero de 1647 Felipe IV emitió un decreto con la resolución de casarse con la archiduquesa Mariana de Austria (7). El matrimonio se celebró el 7 de octubre de 1649 en el madrileño pueblo de Navalcarnero. Tras el matrimonio, el 5de noviembre la Reina hizo su entrada en Madrid en medio de ricas arquitecturas efímeras, simbolismos y mitologías relacionadas con la Monarquía Hispánica y el Imperio. La Entrada Real de doña Mariana se conoce gracias a la obra “Noticia de Recibimiento i Entrada de la Reyna nuestra señora”, publicada en 1650, en la que se especificaron todas las decoraciones utilizadas para la ocasión. La entrada fue encargada a Ramírez del Prado, un erudito conocido y experimentado que elaboró un cuidadoso programa iconográfico para acompañar al cortejo de la reina Mariana desde el Palacio del Buen Retiro hasta el Real Alcázar. Arcos triunfales representando los cuatro continentes sometidos a la Monarquía de Felipe IV, arquitecturas efímeras con las alegorías del Amor, estatuas de personajes mitológicos de gran contenido simbólico, adornaron la entrada triunfal de la Reina y su majestuoso recorrido por las calles de Madrid. Himeneo el dios de las bodas, Cupido el del amor y Mercurio dios mensajero anunciando la llegada de la Reina, fueron algunos de los dioses elegidos para ilustrar la comitiva, pero entre ellos el que destacó por su rica simbología fue Hércules en su versión de dios-Sol e identificado con Felipe IV, rey que iba a recibir a su esposa Mariana, representada como la Aurora, bella diosa romana, anunciadora del día, de la luz y prometedora de un heredero. Los deseos de una nueva maternidad estaban implícitos en una simbología cuidadosamente elegida: “se evocaba en ella a la que había de aportar un heredero, promesa de nueva felicidad para la monarquía” (8).


Fuentes principales:

* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2006.


Notas:

(1) Para saber más sobre la “Pietas Austriaca” o el culto a la sagrada forma por parte de la Casa de Austria, en especial durante el reinado de Carlos II consúltese: Álvarez- Ossorio Alvariño, Antonio: “Virtud Coronada: Carlos II y la piedad de la Casa de Austria” en Fernández Albadalejo, Pablo y Pinto Crespo, Virgilio: “Política, religión e inquisición en la España moderna”. Madrid, 1996.

(2) En referencia al tema consúltese en siguiente artículo: Sánchez, Magdalena: “Pious and Political Images of a Habsburg Woman at the Court of Philip III (1598-1621)”. En: Sánchez, Magdalena y Saint Säes, Alain (ed): “Spanish Women in the Golden Age. Images and Realities”. Grenwood Press, 1996. pp. 91-107.

(3) Campbell Orr, Clarissa en “Queenship in Europe 1660-1815. The role of the consort”. Cambridge University Press, 2004. p.12., define “capital dinástico” como: “Irrespective of whether they projected princely formality or aristocratic informality in their family postures, queens were usually chosen for their “dyastic capital”, which either cemented repeated alliance patterns between interlinked families, or helped to create fresh ties when new political and diplomatic alliances were forged”.

(4) BNM. Mss. 2080. “Cotejo Phisico político de las cosas de Viena y de Inspruch para el mayor acierto en la elección de esposa de que oh necesita la magestad catholica. Algunos reconocen mayor acierto e elegir esposa de la cassa cesarea, ya se considere lo phisico, o natural ya se mire a lo político o de Estado". Punto 5.

(5) Ibídem. BNM. Mss 2080. Punto 5.

(6) Ibídem. Punto 6.

(7) BNM. Mss. 11027. (n.336r- 339v).

(8) López Torrijos, Rosa: “La mitología en la pintura española del Siglo de Oro”. Ed. Cátedra. Madrid, 1985. pag. 154.

martes, 21 de diciembre de 2010

EL FELIPE IV DEL METROPOLITAN MUSEUM SÍ ES UN VELÁZQUEZ

Retrato de Felipe IV por Velázquez (1624). Metropolitan Museum de Nueva York.

Leemos hoy en el New York Times que el famoso retrato de Felipe IV del Metropolitan Museum de Nueva York sí es en realidad obra de Diego Velázquez, pese a que hace 37 años fuese considerado una simple obra del taller velazqueño, pero no directamente del pincel del maestro.

El retrato del joven monarca perdió su categoría en 1973 durante una de las investigaciones del centro, en la que también cayeron otras obras atribuidas a El Greco o Rembrandt. Michael Gallagher, restaurador jefe del Metropolitan Museum, confiesa lo difícil que es conocer el estado real de un cuadro lleno de repintes y barnices oxidados, que datan de 1911, cuando aún pertenecía a la colección de Joseph Duveen. Sin embargo, cuando el lienzo fue degradado en los años setenta algunos de los más importantes estudiosos no estuvieron de acuerdo con la decisión del museo, pero no podían defender sus tesis sin un estudio a fondo, y eso es precisamente lo que se ha hecho ahora.



Comparación entre el Felipe IV del Metropolitan Museum de NY (izquierda) y el del Meadows Museum de Boston (derecha) que ha servido para la restauración del primero. Arriba antes de la citada restauración y abajo después.


La limpieza del retrato del joven Rey era una empresa bastante difícil. Entre las zonas más afectadas se encuentra el ojo izquierdo del joven Felipe IV, que se ha perdido, tal vez como rastro de un acto de vandalismo. Cuando llegaron al fondo de la intervención se dieron cuenta de que el cuadro estaba tan retocado que era una especie de falsificación, una imagen tan lejos del original que podría haber llevado al cuadro a los almacenes. Pero pronto emergieron señas de Velázquez: el carácter de factura de la cabeza, la delicadeza de la mano, la elaborada cadena de oro, los ropajes... Y los rayos X descubrieron nuevas pistas. Más allá de las pérdidas, existe un retrato similar de Felipe IV por Velázquez del Museo del Prado que guarda, oculto a los ojos, una composición similar a la de este cuadro del Metropolitan. Existen también retratos similares en Boston o en Dallas. Este último, del Museo Meadows, es tan parecido que ha servido para recomponer el ojo perdido al restaurador. Además, hace casi un año, los especialistas del Metropolitan viajaron a Madrid para comprobar cómo coinciden ambos retratos con la composición visible con rayos X en el lienzo del Prado. El resultado fue sorprendente: la coincidencia es total.

Hoy se resarce un error que apunto estuvo de ser irresoluble.


Nota:

- Recomiendo visitar el artículo interactivo del NYTimes y leer (en inglés) las entrevistas y las comparaciones con los cuadros de los otros museos ya que son de un gran interés.


Otras Fuentes:

- ABC.


lunes, 20 de diciembre de 2010

YA SÓLO QUEDAN 3 DÍAS PARA EL 376º ANIVERSARIO DE DOÑA MARIANA DE AUSTRIA


Ya sólo faltan 3 días para el 376º aniversario del nacimiento de la reina doña Mariana de Austria (23 de diciembre). De momento esta es la lista de las personas que han confirmado su participación en esta celebración con una entrada en sus respectivos blog:













- Gema.



Aquí os dejo el enlace a mi propuesta original para todos aquellos que os queráis apuntar. Muchas gracias a todos,


CAROLVS II



martes, 14 de diciembre de 2010

EL ARCHIDUQUE LEOPOLDO GUILLERMO: MECENAS Y COLECCIONISTA (PARTE II Y FINAL)

Frontispicio con el retrato de Leopoldo Guillermo en el “Theatrum Pictorium”. Bruselas, 1660.

Contra la forma de proceder propia de los reyes de España, pero de acuerdo al gusto de la nobleza inglesa y francesa, de algunos burgueses y nobles flamencos y a la tendencia a dejarse retratar visitando gabinetes que mostraron los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia, al archiduque Leopoldo Guillermo hizo que David Teniers le retratase repetidamente en medio de sus pinturas, declarando así con un complacido orgullo su creciente condición de coleccionista. No es infrecuente que en tales imágenes aparezcan a su lado el mismo Teniers, como encargado de sus cuadros y pintor de cámara que era desde 1651, y personajes amantes de la pintura o coleccionistas, como el Conde de Fuensaldaña o Antoon Triest, obispo de Gante. Los cuadros que aparecen en tales composiciones, siempre ejecutados de manera que resultan reconocibles, fueron objeto, además, de un volumen, el “Theatrum Pictorium”, cuya primera edición apareció en Bruselas en 1660 (en latín, francés, español y neerlandés) (1), y que constituye la obra más ambiciosa de Teniers. Este catálogo, con 243 grabados de las pinturas que componían las colecciones del archiduque Leopoldo Guillermo, fue un trabajo colectivo (11 grabadores) de varios años dedicados a la elaboración de copias y grabados de los cuadros italianos más representativos de dicha colección. Ello contribuyó enormemente a hacer propaganda de la pinacoteca archiducal y con ello a acrecentar la gloria del que había sido su señor, a la vez que promocionaba socialmente la pintura.

El “Theatrum Pictorium” forma parte, como queda dicho, de una campaña de promoción social de la pintura. No sorprende, pues, saber que los gastos de la producción y publicación corrieran a cargo de Teniers y no del Archiduque, aunque, sin duda, Leopoldo Guillermo apoyó la empresa, que no hubiera sido posible sin su permiso y colaboración (el Archiduque dejó incluso algunos cuadros atrás para copiar cuando partió en 1656 camino de Viena).

El objetivo de reivindicar la nobleza del arte de la pintura se observa tan pronto como se abre el libro, en el frontispicio con el retrato de Leopoldo Guillermo (imagen superior). A la izquierda aparece Minerva, diosa de las artes, apuntando a la efigie del Archiduque como uno de sus seguidores. En el lado izquierdo del marco hay un bastón de mando, símbolo del poderío militar de Leopoldo Guillermo, mientras que a la derecha Teniers sitúa unos pinceles, una paleta y un tiento, símbolos de la devoción del Archiduque al arte de la pintura. En la base del edículo hay dos pinturas de la colección del Archiduque, el llamado “Bravo” (Viena), entonces atribuido a Giorgione y ahora a Tiziano, y la “Violante” (Viena) entonces asignada al Palma el Viejo y ahora a un seguidor de Tiziano. Hay también un álbum de dibujos abierto, y arriba un “putto” que hace de conservador volante, alzando un cuadro por los aires para completar la instalación del nicho.


La galería del Stallburg en un grabado del “Theatrum Pictorium”, obra de Van den Steen sobre dibujo original de Van Hoy.

El “Theatrum”, iniciado durante la estancia del Archiduque en Bruselas, se completó una vez que éste había abandonado ya su cargo de gobernador general de los Países Bajos, con una descripción de cómo estaba dispuesta la colección en las galerías de Viena, así como con una estampa que muestra la colocación de la pinturas en la galería del Stallburg, y es que, como se ha dicho en anteriores entradas, tras abandonar su cargo de gobernador de los Países Bajos, Leopoldo Guillermo alojó su enorme colección de pinturas en esta parte del Palacio de Hofburg, residencia imperial en Viena. En 1659, además, hizo catalogar sus cuadros en un inventario extremadamente detallado, que aún hoy se considera ejemplar, y en el cual se dan indicaciones exactas de los nombres de los maestros, medidas, etc.

Tras su muerte (1662), el archiduque Leopoldo Guillermo, dejaría en su testamento la colección a su sobrino, el emperador Leopoldo I.

El Palacio de Coudenberg, obra de Jan Brueghel el Joven y y Sebastian Vrancx.

Por último, me gustaría dedicar algunas líneas a las reformas que Leopoldo Guillermo introdujo en el Palacio de Coudenberg de Bruselas, que fueron las más importantes las más importantes llevadas a cabo en la distribución y decoración de los apartamentos reales tras la salida de los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia. Alargó la habitación de su despacho, hizo una biblioteca en sus apartamentos y en la galería del “cabinet” donde dispuso su espectacular colección de pinturas, tal y como ejemplifican los cuadros de David Teniers representando el interior de estas salas que daban al Warande o jardín; modificó el pavimento sustituyéndolo por piezas de mármol blanco y negro, reforma que sufragó y concluyó don Juan José de Austria puesto que hay constancia de que pagó nada menos que 70.000 florines (2). Por diversas fuentes se sabe que también se acometieron reformas en las cubiertas de la capilla real que fueron revestidas por Leo van Heil en 1655 con paneles de cobre (3).

A modo de conclusión, se puede decir que el archiduque Leopoldo Guillermo explicitó aún más los nuevos criterios del coleccionismo principesco. En su testamento legaba a su sobrino Leopoldo I sus pinturas, esculturas y medallas, refiriéndose a ellas como “lo mejor y más querido de todas mis pertenencias”.



Fuentes principales:

* Brown, Jonathan: “El triunfo de la pintura. Sobre el coleccionismo cortesano en el siglo XVII”. Madrid, 1995.

* González Asenjo, Elvira: “Don Juan José de Austria y las artes (1629-16799)”. Fundación de apoyo a la historia del arte hispánico. Madrid, 2005.

* Sáenz de Miera, Jesús: “El archiduque Leopoldo Guillermo y el emperador Leopoldo I”. SEACEX, 2003.

Notas:

(1) Hubo una segunda edición en latín publicada en Amberes en 1684 por Jacob Peeters y una tercera también en Amberes por H.Y.C. Verdussen y finalmente una cuarta que apareció en 1755 en francés.

(2) A.G.R.B., Oc. 135 y 193. Apud. Saintenoy, 1932-35, vol. III, pag. 105.

(3) VV.AA, Bruselas, 1991, pag. 123.

jueves, 9 de diciembre de 2010

EL ARCHIDUQUE LEOPOLDO GUILLERMO: MECENAS Y COLECCIONISTA (PARTE I)

El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas, obra de David Teniers (h. 1650). Palacio de Scheissheim, Munich.

Como se dijo en la serie de entradas dedicadas a su biografía, el archiduque Leopoldo Guillermo fue educado en la Corte de Madrid, lugar en el que tuvo fácil acceso a las colecciones de pintura de sus reales parientes. Su estudio y su contemplación se convertirían después en un eco muy perceptible en sus propias posesiones pictóricas, pues llegaron a condicionarlas un tanto, llevándole a obtener para ellas determinadas obras semejantes a las vistas en lugares como El Pardo, El Escorial o el Real Alcázar de Madrid, sobre todo en lo que concierne a los maestros venecianos.

Una vez nombrado gobernador general de los Países Bajos, se instaló en el Palacio de Coudenberg (1) tras hacer su entrada en Bruselas el 11 de abril de 1647. Una vez allí tuvo ocasión de rodearse de un ambiente acorde a su sensibilidad y a la tradición allí imperante, en el cual, pese a lo poco alentador de un panorama siempre ensombrecido por la guerra, el pintor David Teniers se convirtió pronto en una presencia decisiva: de ese mismo año data su nombramiento como responsable (es decir, custodio, experto, restaurador y abastecedor) de las colecciones leopoldinas de arte.

Sin embargo, la presencia de Leopoldo Guillermo en el mundo del coleccionismo de arte parece haber sido insignificante hasta su llegada a Flandes. En 1636 recibió en Viena la visita del Conde de Arundel, famoso coleccionista de arte, la cual quedó descrita por una de las personas de su séquito. Aún considerando que el Archiduque sólo contaba entonces con 22 años de edad, la descripción de su palacio revela una desnudez casi vergonzosa:

Al día siguiente, que fue el domingo 26 de junio, Su Excelencia [Arundel] tuvo audiencia con la reina de Hungría y el archiduque Leopoldo, hijo segundo del emperador. El palacio del archiduque no tiene nada notable, aparte del espacioso patio. Cuando al otro día visitamos alo archiduque en sus aposentos, vimos sólo unos pocos cuadros”.

En los años sucesivos Leopoldo Guillermo adquirió obras de pintores de la corte de Viena que ahora no son casi conocidos, pero nada parecía indicar su futuro como uno de los grandes coleccionistas de pintura del sigo XVII. Una de sus primeras incursiones documentadas en el mercado de arte lleva fecha de 4 de enero de 1648, cuando Jan van den Hoecke, pintor de la corte, escribió al marchante Matthys Musson aconsejándole con miras a la anunciada visita de Leopoldo Guillermo:

Su Alteza me ha dicho que cuando vaya a Amberes desea ver todo lo que de hermoso pueda verse en Amberes en el arte de la pintura, y que desea comprar las cosas bellas que según su gusto considere”.

Nada se sabe de los resultados de esta expedición de compra, ni de ninguna adquisición hecha durante el primer año de su gobierno en los Países Bajos. Pero el de 1648 estuvo marcado por un suceso que repercutió profundamente en las motivaciones del Archiduque como comprador de pintura: el saco de Praga por parte de las tropas suecas, que le costó a la colección imperial la pérdida de 570 cuadros. Leopoldo Guillermo decidió compensar este quebranto, y justamente un año después se le presentó la ocasión con el fin de la guerra civil inglesa. El 30 de enero de 1649 tenía lugar la ejecución del rey Carlos I de Inglaterra tras su derrota frente a las tropas del Parlamento, a partir de ese momento el nuevo gobierno de la Commonwealth empezó a hacer planes para la enajenación pública de su amada colección de pinturas y esculturas. En 1640 el conservador de la colección real, Abraham van der Doort, había completado un inventario del Palacio de Whitehall, donde estaban colgados los mejores cuadros. Ese inventario se incorporó a las listas redactadas por los nueve comisarios encargados de gestionar la venta de los bienes del rey fallecido.

La almoneda de Carlos I, o almoneda de la Commonwealth como a veces se la denomina, se abrió en el otoño de 1649, ofreciendo unos 1.570 cuadros a compradores de Inglaterra y el extranjero. Era una cantidad de obras difícil de digerir, máxime habiendo otras tantas sobre la mesa, pues recién acabada la guerra civil también se pusieron en venta partes considerables del patrimonio artístico de los tres mayores coleccionistas cortesanos del llamado Grupo de Whitehall: el Conde de Arundel, el Duque de Hamilton y el Duque de Buckingham. No cabe imaginar mercado más ventajoso para el comprador. Sin embargo, Leopoldo Guillermo no participó en la almoneda de la Commonwealth ya que se lo desaconsejaron desde Madrid, y concretamente don Luis de Haro, valido de Felipe IV, que canalizaba fondos para sus adquisiciones a través del fisco de Bruselas. Sin embargo, esta prohibición parece que fue providencial pues dejó solo al Archiduque para regalarse con dos de las principales colecciones inglesas, la de los duques de Buckingham y Hamilton.


El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas (h. 1650), obra de David Teniers. Museos Reales de Bellas Artes de Bruselas.

En la primera fase de la Guerra Civil inglesa, la Cámara de los Comunes había confiscados los bienes del II Duque de Buckingham, dando orden de que los cuadros se vendiera. Por suerte para el Duque, éste tenía amigos y parientes que se habían declarado a favor del Parlamento y pudieron detener la operación. El 4 de octubre de 1647 le fue devuelta su propiedad, y éste, como precaución frente al desastre que se avecinaba, trasladó al continente una parte sustancial de la colección. El 25 de febrero de 1648 obtuvo permiso para sacar del país otras 16 cajas de cuadros, que fueron confiadas a William Aylesbury, un miembro de su casa. Buckingham se incorporó entonces al ejército real en su último intento desesperado de salvar a la Corona. Cuando ese esfuerzo fracasó, huyó al continente en el mes de agosto, pensando proveer a su sustento y el de su familia con el capital que representaban sus cuadros.

Entretanto Aylesbury había llevado los cuadros a Amsterdam, pero en junio de 1648, por consejo del doctor Stephen Goff, asesor financiero de la reina Enriqueta María, mujer de Carlos I, que consideraba que entonces la capital holandesa no era un mercado importante de pintura antigua, se decidió expedirlos a Amberes para su posible venta allí, siendo depositados en los locales del merchante Justus Collimar.

A partir de este momento se conoce al detalle la suerte que corrió la colección. El 12 de diciembre de 1648 se presentó el propio Duque en Amberes y empeñó parte de la colección a Lionel Corham, un comerciante inglés, y a Frans Wouters, un pintor local, a cambio de un préstamo de 30.000 florines, a devolver con un interés del 8 % cuando el Duque alcanzara la mayoría de edad, en mayo de 1649. En caso de impago, Corham y Wouters estarían legitimados para vender la colección en subasta pública en Amberes a partir del 15 de mayo, y recobrar el principal y los intereses con el producto. El 29 de abril de 1649 Aylesbury solicitó y obtuvo una extensión del préstamo. Ocho meses después, en diciembre, Buckingham, mediante enrevesadas maniobras financieras, puso redimir los cuadros, que eran casi dos centenares. Su paso siguiente fue enviarlos a Bruselas para que allí los examinara Leopoldo Guillermo y sus consejeros. El 1 de julio de 1650 se cerró el trato: el Archiduque, representado por su pintor Jan van den Hoecke, adquirió el lote por 70.000 florines.

Por lo que respecta a la colección del Duque de Hamilton, se dispone de menos información. El duque fue ejecutado el 9 de marzo de 1649. En su testamento nombraba heredero universal a su hermano William, y éste pudo escapar a Holanda llevándose una parte sustancial de la colección de arte. Ya el el 19 de abril de aquel año el archiduque Leopoldo Guillermo había adquirido un grupo de pinturas de Hamilton como atestigua una salvoconducto expedido en La Haya, por el que se autoriza el transporte de dichas obras a Bruselas. Puesto que en ese documento sólo se enumera una parte de lo comprado por el Archiduque de esta pinacoteca, parece obvio que en los meses siguientes hubo otras transacciones, pero aún no han salido a la luz. Al final, Leopoldo Guillermo quedó poseedor de poco más de 200 cuadros italianos de la colección de Hamilton (6).

En poco más de un año Leopoldo Guillermo había adquirido más de 400 cuadros, muchos de excelente calidad: lo que hoy constituye el núcleo de los fondos italianos del Kunsthistorisches Museum de Viena. En el total de adquisiciones los cuadros italianos llegaron a ser unos 617. El resto de su colección comprendía cuadros norteños, flamencos en su mayoría y algunos alemanes. Casi todos eran de pintores de la época, entre ellos los que servían a la Leopoldo Guillermo en la corte de Bruselas. Pero el Archiduque intentó comprar con mirada retrospectiva, y no le faltó suerte para reunir una antología de la pintura flamenca desde aproximadamente 1450 hasta 1650.


Fuentes principales:

* Brown Jonathan: “El triunfo de la pintura. Sobre el coleccionismo cortesano en el siglo XVII”. Madrid, 1995.

* Sáenz de Miera, Jesús: “El archiduque Leopoldo Guillermo de Austria y el emperador Leopoldo I”. SEACEX, 2003.


Notas:

(1) De origen medieval, fue la residencia oficial de los gobernadores españoles de los Países Bajos. Fue destruido por un incendio el 3 de febrero de 1731.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

YA SÓLO QUEDAN 15 DÍAS PARA EL 376º ANIVERSARIO DE DOÑA MARIANA DE AUSTRIA

Ya sólo quedan 15 días para la celebración del 376º aniversario de la reina doña Mariana de Austria. La fecha es el 23 de diciembre. A continuación os dejo la lista provisional de las personas que de momento han confirmado que colaborarán ese día con una entrada dedicada a su persona:













Aquí os dejo el enlace a mi propuesta original para todos aquellos que os queráis apuntar. Muchas gracias a todos,


CAROLVS II

viernes, 3 de diciembre de 2010

BASTA DE REÍRSE DE LOS CIUDADANOS


La solución a esta HUELGA masiva de controladores aéreos que en este momento tiene secuestradas a más de 250.000 personas en todos los aeropuertos españoles, así como cancelados cientos y cientos de vuelos en toda Europa y América, pasa por un despido masivo de todos y cada uno de los controladores y de sus representantes sindicales, así como su inhabilitación de por vida y una dura y ejemplar condena que incluya penas de cárcel.

Es una vergüenza que miles de ciudadanos nos quedemos con nuestros vuelos cancelados o en riesgo por una panda de HIJOS DE PUTA que quieren jugar a ser dioses y a decidir el destino de cada uno de nosotros poniendo además en grave riesgo la salud pública a consecuencia de los accidentes que pueden causar debido al caos de no poder aterrizar en pistas españolas que obliga a cientos de aviones a dar rodeas y hacer aterrizajes forzosos más allá de nuestras fronteras.

Esta GENTUZA debe ser eliminada de nuestro sistema social. Cuando más de 4 millones de personas están en paro y otros tantos no pueden llegar ni a final de mes, estos señoritos quieren ganar todavía mucho más de lo que ya hacen, que de media es más del 250 % de lo que gana un trabajador medio español.

En fin miles de personas sin vacaciones o en riesgo de ellas, o como en mi caso sin poder ir a ver a un ser querido después de gastar un dineral en un vuelo pagado con el sueldo que me gano cada día levantándome a las 6 de la mañana y volviendo a cada a las 7 de la tarde...Espero que el gobierno, por una vez en 6 años, actúe con la mayor dureza posible, porque esto no sólo nos afectas a los pasajeros, sino que implica la recesión del sector turístico y hostelero español, y sobre todo, un grave daño al prestigio de España y de su capacidad organizativa.




CAROLVS II

miércoles, 1 de diciembre de 2010

OTROS MIEMBROS DE LA CASA DE AUSTRIA: EL ARCHIDUQUE LEOPOLDO GUILLERMO (PARTE IV y FINAL)

El archiduque Leopoldo Guillemo en oración ante la Virgen (h. 1650), obra de Jan van den Hoecke. Kunsthistorisches Museum de Viena.

En el interior de los Países Bajos los problemas pasaban por la financiación de la guerra y el comercio, que ahora tomaba nuevos tintes tras el Tratado de Marina y Comercio de mayo de 1650 con las Provincias Unidas. Las remesas enviadas desde España, así como las letras de cambio, trataron de acomodarse a una situación muy difícil por la falta de recursos. La caída de las aportaciones americanas era ostensible, y los secuestros de la plata de los particulares menudearon. Ya en 1649 quiso Felipe IV suspender de nuevo pagos, pero se aplazó la medida. Llegado enero de 1651, el Rey comunicó a Leopoldo Guillermo su nueva intención de suspender pagos que sobrepasaran los 300.000 escudos distribuyéndolos en tres plazos anuales con el 8 % de interés (1). Pero la decisión tuvo lugar, según parece, en julio de 1652, afectando mucho a los genoveses, apartados de la contratación con la Corona española años atrás, y siendo sustituidos por judíos portugueses; pero también a los propios flamencos.

En marzo de 1653, se acordó pagar las consignaciones en juros de a 20.000 el millar (es decir, al 5 %) situadas sobre las rentas del papel sellado, la sal, la media anata, pescados, azúcares y la renta del papel importado (2), con lo que según las cuentas, todos estarían pagados. Por otra parte, el medio general para la Monarquía de agosto de 1654 pretendió resolver de una vez el pasivo. Al mismo tiempo, en Flandes surgió una propuesta de dejar establecerse allí a los judíos, aunque fuera al modo alemán o italiano, es decir, agrupándoles en guetos y haciéndoles llevar signos distintivos en la ropa (3). La medida, pensada para aproximar aún más el capitalismo de Ámsterdam a España, no cuajó por la sospecha de que los portugueses se beneficiarían con la medida.

Una novedad muy importante en el Flandes de la época fue que, a medida que las recaudaciones se hacían más difíciles, crecía el papel de las provincias. Lo que antes se evitaba, es decir, que no aprovecharan sus aportes en ayudas y subsidios para recortar poder demandando prerrogativas, ahora era una realidad inevitable. Y se dieron claras muestras de este nuevo rumbo al imponer los flamencos al archiduque Leopoldo Guillermo el fin de las licentas. Sin embargo, ésta no será la única demostración de fuerza. En represalia por las tarifas y obligaciones impuestas por los Estados Generales neerlandeses, Felipe IV ordenó en 1654 la vuelta al cobro de los derechos aduaneros. Esto dio lugar a un movimiento de oposición en los Países Bajos, que ya tenían que soportar la competencia comercial de Francia, y a los que ahora se le sumaban estos derechos que no hacían sino mermar su competitividad. De esta forma, los comerciantes (con un fuerte peso en el trabajo rural y con influencias en las ciudades principales) presionaron para conseguir la revocación de la medida. La Corona y sus funcionarios, con la nobleza, apoyaban la medida por suponer una entrada fiscal nada despreciable con que pagar al ejército, la diplomacia y la Casa del gobernador general. Luego había razones de orden político por reponer unas licentas que Leopoldo Guillermo llamaba “efecto principal de la soberanía” por consiguiente, ceder a las demandad de los Estados y del pueblo sería “minorarse hasta recibir leyes de los súbditos en lugar de dárselas” (4). De ahí que los Estados provinciales, la burguesía comercial y las élites nobiliarias, provocaran serias desavenencias que cristalizaron en 1655 en una serie de motines y una negativa popular generalizada a pagar los derechos arancelarios, y en 1656, con una amenaza velada de los Estados de Brabante, principales proveedores del tesoro, de no entregar más impuestos si no se abolían las licentas (5).

Finalmente, el problema de las licentas se liquidó con una solución de compromiso: la Corona renunciaba a las entradas aduaneras a cambio de que los Estados provinciales le entregaran rentas cuyo origen serían los beneficios comerciales. El tiempo demostraría que los Países Bajos españoles salieron beneficiados de estas medidas. Aunque les era imposible abastecer por sí mismos al mercado hispánico, ganaron paulatinamente cuotas de mercado en los países limítrofes, en la Península y en las Indias, sin que la competencia neerlandesa supusiera un problema serio. A modo de ejemplo baste decir que, sólo en 1655, nada menos que el 85 % de la producción textil flamenca embarcada partió para España y sus Indias (6).


Alegoría del archiduque Leopoldo Guillermo (h. 1650), obra de Jan van den Hoecke. Kunsthistorisches Museum de Viena.

Por lo que respecta a la persona del archiduque Leopoldo Guillermo, sus tensas relaciones con el Conde de Fuensaldaña, así como las dificultades económicas y militares a las que tuvo que hacer frente, fueron mermando poco a poco sus ánimos hasta el punto de hacerle presentar la dimisión de su cargo de gobernador general de los Países Bajos, hecho que fue finalmente aceptado por el gobierno de Madrid. El elegido para sustituir al Archiduque sería el victorioso don Juan José de Austria. El 17 de febrero de 1656 firmaba Felipe IV la orden de traslado de su hijo don Juan a los Países Bajos desde Barcelona, donde ejercía como virrey de Cataluña.

Don Juan llegaría a Flandes el 9 de mayo, trasladándose ese mismo día a la plaza de Ramunda, en la provincia de Güeldres, donde estaba el Conde de Fuensaldaña, el cual le comunicó el deseo de Leopoldo Guillermo de verle en el santuario de Monteagudo, a donde llegó al día siguiente. Don Juan oyó misa y se entrevistó en secreto con el Archiduque, para después trasladarse a Lovaina, mientras Leopoldo Guillermo hacía lo propio rumbo a Lieja.

La última labor del archiduque Leopoldo Guillermo como gobernador de los Países Bajos había sido la de estudiar la conveniencia de permitir la llegada de barcos afines al exiliado Carlos Estuardo a Flandes, con el objetivo de mover la lealtad de los ingleses allí existentes hacia su Rey, siguiendo la propuesta que algunos británicos residentes en Holanda le habían hecho a don Esteban de Gamarra, embajador español en La Haya. Parece ser además que los acreedores retuvieron al Archiduque más tiempo del que habría deseado permanecer en los Países Bajos: “Como mis acreedores aprietan por la satisfacción entera de lo que les debo, es de temer que me lo embaracen (el viaje), y que valiéndose de sus privilegios, pasen a hacerme una afrenta, embargando mi carruaje y muebles” (7). A pesar de todo, Leopoldo Guillermo pudo finalmente partir, trasladándose con todas sus pertenencias a Nassau (8) y en 1657 hacia Viena, estableciendo en el Stallburg, el ala más antigua del Palacio de Hofburg, su magnífica colección de pinturas. En 1656 había sido nombrado además obispo de Breslau.

Leopoldo Guillermo moría en Viena el 20 de noviembre de 1662 a la edad de 48 años, habiendo nombrado como su heredero universal a su sobrino, el archiduque Carlos José, hijo del emperador Fernando III y de su segunda mujer, la archiduquesa María Leopoldina del Tirol.


Fuentes principales:

* Castilla Soto, Josefina: “Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV): su labor política y militar”. Madrid, 1992.

* Echevarrái Bacigalupe, Miguel Ángel: “Flandes y la Monarquía Hispánica”. Silex Ediciones, 1998.

* González Asenjo, Elvira: “Don Juan José de Austria y las artes (1629-1679)". Madrid, 2005.

* Rudolf, Karl Friedrich: “Tierras europeas de los Austrias. Monarquía Hispánica y Monarquía Habsbúrgica”. SEACEX, 2003.

* Vermeir, René: “En Estado de Guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba. 2006.


Notas:

(1) Secrétairerie d’Etat et de Guerre (AGRB), 249.

(2) AGS, Secretarías Provinciales, leg. 2572.

(3) Secrétairerie d’Etat et de Guerre (AGRB), 257.

(4) AGS, Estado, leg. 2084.

(5) AGS, Estado, leg. 2088.

(6) Everaert, John: “L’implantation de manufactures textiles flamantes en Espagne à la fin du XVIIe siecle”. Bulletin del’Institut Belge de Rome. XLIV (1974), pp. 255-269.

(7) AGS, Estago, leg. 2.087. Carta del archiduque Leopoldo Guillermo, fechada en Bruselas, el 8 de abril de 1656.

(8) Varias fuentes afirman que se trasladó a Nassau, aunque lo más probable es que se dirigiese a Passau, capital de uno de los obispados que ostentaba.