sábado, 26 de febrero de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE XI)

Algunos de los generales del bando católico. De izquierda a derecha: Matthias Gallas, Ottavio Piccolomini, el Marqués de Leganés y Carlos IV de Lorena.

LA BATALLA DE NÖRDLINGEN (PARTE I):

El Duque de Lorena, el general Matthias Gallas (1), los Marqueses de Leganés (2) y de los Balbases, Ottavio Piccolomini (3) y otros cabos del ejército fueron de inmediato a reconocer el lugar por donde podía llegar el enemigo, considerando y previniendo todo lo necesario. Poco a poco las tropas del Rey de Hungría, del Cardenal-Infante y de la Liga se fueron situando en sus respectivas plazas de armas. La mayor parte de las tropas imperiales y de las del Duque de Lorena se posicionaron en el llano situado entre la ciudad y las colinas, en el flanco derecho, por donde se creía que llegaría el enemigo, mientras que las del Cardenal-Infante lo hicieron en unos altos situados en el lado izquierdo, donde se habían realizado numerosas trincheras para guarnecer a la Infantería.

A pesar de intentar la movilización de la tropa lo antes posible y poco después de llegar los regimientos alemanes del Conde de Salm y de Würmses (Wormes), a las cuatro de la tarde poco más o menos, se avistó al enemigo entre dos bosques y una montaña que avanzaba rumbo al cuartel del Su Alteza, lo que hizo que se tocase a armas por todas partes. Don Fernando salió entonces con pocos criados y sin armarse rumbo a la plaza de armas donde se situaba su ejército, a donde llegó el Rey de Hungría dos horas después. Pronto las tropas de ambos cuñados comenzaron a formar en escuadrones. Después, 3.000 caballos imperiales se lanzaron en una escaramuza contra el enemigo para entretenerle y frenar su avance.

A continuación se supo que las tropas suecas pretendían tomar una colina (colina de Albuch) situada en el flanco izquierdo de las formaciones de la Casa de Austria para así facilitar el socorro de Nördlingen y obligar al ejército del Cardenal-Infante a retirarse de sus puestos. Entonces don Fernando decidió que se ocupase un pequeño bosque pegado a dicha colina antes de que el enemigo se apoderase de él que Aedo y Gallart describe como “el puesto donde al dia siguiente se disputo el Imperio y aun la Christiandad toda” (4). Posteriormente el Marqués de Leganés dio orden de ocupar dicho bosque a Francisco de Escobar, sargento mayor del Conde de Fuenclara (5), con 200 mosqueteros de su Tercio con dos capitanes. Una vez tomado y ante la importancia estratégica del lugar se decidió enviar a otros 200 mosqueteros del Tercio de don Gaspar de Toralto con dos capitanes y otros tantos borgoñones y a algunas compañías de dragones del capitán don Pedro de Santacecilia.

Mientras todo esto sucedía tenía lugar la escaramuza de la Caballería imperial que fue rechazada por los enemigos que le infringieron numerosas bajas. Todo esto sucedió a escasa media hora de anochecer. A continuación las tropas protestantes se dirigieron al bosque anteriormente citado, obligando al sargento Escobar a salir al llano aunque finalmente consiguió rechazar el ataque y causar algunas bajas al enemigo. Vista la situación, las tropas protestantes decidieron batir el bosque con diez piezas de artillería siendo a su vez respondidos con las de los batallones de Su Majestad Apostólica y Su Alteza, al tiempo que se producían numerosas escaramuzas de las tropas españolas allí situadas. Este intercambio de bombardeos duró hasta la noche cuando cada cual se retiró a sus puestos. Sin embargo, poco después las tropas protestantes continuaron con los bombardeos que, pese a la resistencia hispánica, consiguieron hacerse con el extremo del bosque. A la vista de estos hechos el Cardenal-Infante mandó reforzar a las tropas fortificadas en el bosque con otros 500 mosqueteros, al tiempo que se ordenaba al Conde de Salm que fuese a tomar la colina con su regimiento.

Viendo el Cardenal-Infante que se estaba perdiendo el bosque mandó llamar al Conde de Cervellón para que fuese a defenderlo con su artillería, mientras ordenaba a los regimientos alemanes de Würmses y Leslier, compuestos por unos 3.000 hombres, que se fortificasen en la colina. Para ello se construyeron dos trincheras y se colocaron varias piezas de artillería. Posteriormente se mandó también a la colina a don Gaspar de Toralto al mando de su Tercio, formado por unos 900 hombres, reforzado con 200 más del Príncipe de Sansevero.

Bernardo de Sajonia-Weimar (izquierda) y Gustav Horn (derecha).

El Conde de Cervellón entró en el bosque con 200 mosqueteros del Conde de Salm llevando a cabo una viva escaramuza. Eran aproximadamente las diez de la noche y enemigo iba ganando terreno palmo a palmo por lo que el Conde mandó venir a otros 200 mosqueteros de don Gaspar de Toralto que consiguieron detener a los protestantes durante algún tiempo. Hacia las once de la noche el enemigo intervino con 4.000 hombres de a pie y a caballo consiguiendo tomar por completo el bosque y capturando al sargento Escobar y a un capitán del Tercio de Toralto. Cervellón por su parte se retiró nuevamente a la colina donde informó a don Fernando de todo lo sucedido.

Antes de perderse por completo el bosque, se mandó a la colina a toda la Caballería borgoñona de los Condes de la Tour y Alberg, que ocupó el flanco izquierdo, y la Caballería napolitana de Gerardo Gambacorta, que se situó en el derecho. Además, acudieron 1.000 caballos imperiales con cuatro piezas de artillería que había mandado traer Piccolomini, que junto a Cervellón asistía en la colina. Tras perderse el bosque se reunieron en Consejo el Rey de Hungría, el Cardenal-Infante, el Duque de Lorena y los mandos de los tres ejércitos, durante el cual surgió una discusión entre Gallas y don Fernando a causa de la perdida de aquel estratégico puesto, sin embargo, en medio de la discusión, el Marqués de Grana tomó la palabra diciendo: “Señores, en esta batalla nos van muchos Reynos y Provincias, y assi con licencia de su Majestad y Alteza Real dirè lo que siento: el peso de la batalla ha de ser en aquella colina, y de los quatro Terçios que estan en ella el uno es nuevo, que en su vida no ha visto al enemigo, y assi, Señores, será neçessario embiar allí un Terçio de Españoles, y yrle socorriendo con mas gente, conforme a la neçessidad nos enseñarè” (6). El Cardenal-Infante, de acuerdo con este parecer mandó, contra la voluntad de algunos cabos, a don Martín de Idiáquez con su Tercio a la citada colina. Posteriormente, envió al Duque de Nocera, a las dos de la noche, a reconocer las posiciones del enemigo, como así hizo éste.

Antes del amanecer del día siguiente, 6 de septiembre, el Tercio de don Martín de Idiáquez llegó a su destino formando en escuadrón de batalla lo más cerca que le fue posible de los Regimientos de Würmses y Salm, y 1.000 mosqueteros de la Liga Católica se pusieron en hilera a mano derecha de las tropas de Toralto, en la ladera de la colina, situándose entre ambas formaciones tropas de Caballería para mayor seguridad.

A continuación las tropas de los dos ejércitos según Aedo y Gallart:

Sajonia-Weimar decidió pasar al ataque sin esperar a las tropas del rhingrave Otto Ludwig de Salm, conde de Mörchingen y de Kirburg, compuestas por 2.000 caballos y 4.000 infantes, que venían en su ayuda. Al amanecer del día 6 las tropas sueco-protestantes comenzaron a dirigirse a la colina donde se situaban las tropas de la Casa de Austria. Gustav Horn avanzaba de frente con 4.000 infantes y 5.000 caballos, a su derecha lo hacía el general Gratz con igual número de fuerzas, mientras que Weimar avanzaba por el flanco izquierdo.

Situación de las tropas católicas y protestantes.

De la parte por la que avanzaba Horn, la colina estaba guarnecida por los Tercios españoles de don Martín de Idiáquez y de napolitanos de don Gaspar de Toralto, de los Regimientos alemanes de los Condes de Salm y Würmser, y de 1.000 caballos del Rey de Hungría y del Cardenal-Infante. De la parte por la que atacaba Gratz se situaba el Regimiento de Leslier formado por unos 1.000 caballos. Aquí las tropas eran dirigidas por Cervellón y Piccolomini, al igual que por Gallas y el Marqués de Leganés. Las espaldas de la colina estaban guarnecidas por diferentes Tercios y Regimientos de Caballería e Infantería césarea, española y de la Liga, siendo los más adelantados los dos Tercios de lombardos de Paniguerola y don Carlos Guasco. De la parte de Weimar, estaba el grueso de las tropas del Rey de Hungría y del Duque de Lorena, y algunos Tercios del Cardenal-Infante.

Pronto comenzaron a batir las piezas de artillería de ambos ejércitos que habían sido colocados durante la noche. Las tropas sueco-protestantes atacaron primero consiguiendo romper los Regimientos de alemanes de Salm y Würmser que se batieron en retirada, siendo obligados a volver por los oficiales de los otros Tercios. Por su parte, los napolitanos de Gambacorta, adelantados por orden de Cervellón, consiguieron romper al enemigo y recobrar las posiciones abandonadas por los alemanes. A continuación los protestantes se lanzaron contra los napolitanos de Toralto con un grueso escuadrón de caballos, a quien siguió otro de Infantería escocesa. Sin embargo, consiguieron ser contenidos por la mosquetería, entablándose una batalla en la que ambas partes estaban ya a una distancia de unos 50 pasos. Los protestantes, mientras tanto, volvieron a cargar con 700 caballos y mayores tropas de Infantería.

Posteriormente, el enemigo volvió atacar a los Regimientos alemanes con mucha más caballería, desbaratándolos por completo, matando a Würmser e hiriendo a Salm, para luego lanzarse contra el Tercio de Toralto y el de don Martín de Idiáquez, el cual mandó calar las picas para que no les rompiesen y desbaratasen, como así se consiguió. Posteriormente, por orden del Conde de Cervellón, el Tercio de Idiáquez fue a ocupar el puesto que habían desamparado a los alemanes y a echar al enemigo, como así hizo. Los protestantes volvieron a embestir pero fueron nuevamente rechazados. Este Tercio de españoles era, como se ve, un cuerpo de élite entre cuyos efectivos se contaban nobles y caballeros de hábito.

Los enemigos plantaron mientras tanto nuevas baterías. Por su parte, el Marqués de Leganés viendo que los protestantes pretendían cargar con la mayor parte de su ejército por la parte trasera de la colina, decidió que era necesario socorrer a Toralto ya que su Tercio era demasiado reducido de número. Con esta intención se le enviaron dos mangas de mosqueteros del Tercio de don Pedro de Cárdenas, conducidos por cuatro capitanes, y después otra del Marqués de Torrecusa, con otros dos capitanes. Al mismo tiempo, se le pidió a Gallas que avanzasen hacia la colina con otros 1.000 caballos del Rey de Hungría, que condujo Piccolomini.

Viendo los sueco-protestantes la braveza con la que las tropas españolas defendían el puesto, decidieron acometerlos por tercera vez con mayor número de Caballería, consiguiendo hacer retroceder a las tropas de Toralto e Idiáquez hasta la ladera de la colina, lugar en el que se encontraban el Rey de Hungría y el Cardenal-Infante con su Caballería e Infantería. Sin embargo, se les hizo nuevamente retroceder gracias a la caballería de Gambacorta y el Rey de Hungría, aunque hubo muchas bajas y el propio Gambacorta resultó herido.

Viendo la fuerza con la que el enemigo acometía dicho lugar, el Marqués de Leganés ordenó que se trasladasen 1.000 mosqueteros más a la “batalla de la colina” procedentes de los Tercios de españoles, napolitanos, lombardos y borgoñones de Su Alteza y que se mejorasen los Tercios de lombardos del Conde de Paniguerola y Carlos Guasco, situados en las faldas de la colina, a la vuelta del bosque. En este mismo momento entraron en combate la caballería enemiga con la napolitana de Gambacorta, y con la borgoñona y lombarda de Dentici, y la imperial. El Duque de Lorena, cansado de estar con sus tropas en el llano observando los movimientos de Weimar, decidió subir a la colina con una banda de caballeros de su séquito, envistiendo al enemigo. Durante estas refriegas hubo multitud de bajas por ambas partes.

Acometió el enemigo con sus famosos Regimientos azul y negro a los hombres de don Martín de Idiáquez, el cual ordenó a sus soldados que dejasen aproximarse al enemigo sin disparar hasta que se diese señal y que cuando el enemigo les quisiera cargar se arrodillasen. Así se hizo, y una vez que el enemigo les dio la carga, que les pasó por alto, y tras tenerles tan cerca, Idiáquez hizo la señal a sus mosqueteros, que abrieron fuego contra el enemigo causando grandes bajas. Los protestantes continuaron embistiendo hasta 15 veces durante las siguientes seis horas sin que pudiesen hacer retroceder ni siquiera un palmo de terreno a las experimentadas tropas españolas que incluso salieron de las trincheras para hacerles frente a cara a cara, acción durante la cual murieron algunos soldados como el sargento mayor don Diego de Bustos.

Ante la resistencia del Tercio de Idiáquez, los protestantes decidieron acometer con mayores fuerzas a Toralto. De esta forma se encaminó hacia ese frente otro Regimiento más de Infantería y gran número de Caballería con algunos cañones. Posteriormente llegó la manga de mosqueteros que había enviado el Marqués de Leganés, reforzándose así el Tercio de Toralto. A continuación llegaron otros de don Pedro de Cárdenas, del Marqués de Lunato y otra de borgoñones, pero viendo que la necesidad de tropas era mayor, se mandó que marchasen hacia ese lugar en batallón los Tercios de Paniguerola y Guasco. Durante la lucha fallecía el mismo Paniguerola y Guasco caía herido mortalmente, con lo que el mando pasó al sargento mayor Juan de Orozco.

Fuentes principales:

* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.

Notas:

(1) Matthías Gallas o Matteo Gallaso, Conde de Campo y Duque de Lucera (1584-1647), fue un militar trentino al servicio de la Casa de Austria, fue lugarteniente de Wallenstein y más tarde su sucesor al mando de las tropas imperiales.

(2) Don Diego Mexía de Guzmán y Dávila, Marqués de Leganés (1580-1655). Una biografía en Arroyo Martín, Francisco: “El marqués de Leganés. Apuntes biográficos”. Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, H. Modern, t. 15, 2002.

(3) Ottavio Piccolomini (1599-1656), fue un militar y diplomático florentino al servicio de España y del Imperio, entre los más destacados de su época. Felipe IV le otorgó el título de Duque de Amalfi así como el Toisón de Oro. Piccolomini es el señor de Estebanillo González, el protagonista de la famosa novela picaresca.

(4) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. P. 123.

(5) Enrique de Alagón y Pimentel, VIII Conde de Sástago y I Conde de Fuenclara (1602-1651). Fue militar en Flandes, las Indias (tomó parte en la conquista de San Salvador) e Italia.

(6) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. P. 128.

26 comentarios:

  1. ¡Sigo disfrutando mucho con estas entradas bélicas y perfectamente narradas!

    ¡Un abrazo, Alberto!

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  2. Bien cara están vendiendo la derrota los protestantes pese a su ínferioridad numérica. Hasta de noche se luchó. Sigo atento a la evolución de los ejércitos. Saludos.

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  3. Bárbaro Carolvs, bárbaro como nos estás contando la batalla.
    Un abrazo.

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  4. Pardiez!
    Voto a bríos!
    Qué no daría por poder enrolarme en tan añejos y legendarios Tercios, timbre de Gloria de la Nación!

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  5. Ya sabía yo que se iba a liar buena.
    Y como te dije, el bosque no es buen sitio para una residencia tranquila de verano.
    Esperamos la continuación de tan memorable batalla o carnicería según se mire.
    Y del comentario del "aspirante" pues sólo decir que un servidor nada "daría por enrolarme en tan añejos y legendarios Tercios", aunque fueran la "gloria de la nación". Jejeje.
    ¿La ilustración de los tercios es de Ala Triste?
    Un saludo.

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  6. Fue uno de los últimos destellos de la Casa de Austria. La noticia de la victoria se recibió en España con enorme júbilo.

    Saludos.

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  7. Jordi: me alegra que lo estés pasando tan bien ;)

    Un abrazo.

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  8. Desdelaterraza: los suecos eran tropas experimentadas y que habían peleado en múltiples batallas desde el desembarco en Alemania del rey Gustavo Adolfo, de ahí se entiende su resistencia...

    Un saludo.

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  9. Aspi: sin duda, gloriosos Tercios, invencibles y valerosos hombres, pero era una vida dura y cruel, siempre al filo de la muerte...ya sabes aquello que decía Alatriste al ser preguntado por Olivares: "Flandes es el infierno".

    Un saludo.

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  10. Cayetano: como le he dicho a aspirante esa vida era dura, pero dura de verdad, viendo morir a compañeros, siempre con la humedad y el frío hasta los huesos, largas jornadas sin comer o comiendo mal, viajes a pie durante cientos de kilómetros, sin ver un maravedí, etc...

    sí, la imagen es de Alatriste ya que me ayudaba a ilustrar bien el momento en el que las tropas de don Martín de Idiáquez calaban las picas jeje

    Un saludo.

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  11. Retablo: "la mayor victoria que se ha visto en estos tiempos" que diría Olivares.

    Un cordial saludo.

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  12. Blogeando me he encontrado tu magnifico blog de tematica historica.
    Me ha gustado mucho y ni que decir tiene que ya tienes otro seguidor.
    Saludos

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  13. Lorenzo: muchísimas gracias por tus palabras y se bienvenido a esta tu casa.

    Un saludo.

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  14. Buenos y soleados días por aquí abajo, en Andalucía. Como siempre un placer pasar por aquí... Gracias por compartir tus cosas con nosotros.

    Saludos y un abrazo.

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  15. Hiperión: aquí en la Villa y Corte ahora tenemos sol aunque la mañana empezó con lluvias :).

    Un abrazo y gracias por pasarte.

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  16. Es duro vivir en condiciones infrahumanas a sabiendas de las penalidades que iban a pasar. ¿Cómo sería la vida en condiciones normales para un soldado para que eligiera ese oficio...? Ese sin parar machaca a cualquiera.
    Saludos¡

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  17. Javier: en la España de aquella época las pasaban canutas, muchas de las levas (la mayoría a partir del reinado de Felipe IV) fueron obligatorias, así que uno no elegía enrrolarse...aquella visión idealizada de los Tercios voluntarios es más de tiempos de Carlos I y Feliep II, pero aún así quienes lo hacían voluntariamente pretendían conseguir una vida mejor gracias a la gloria militar, la única forma de ascender socialmente que tenía el pueblo llano (además de la opción eclesiástico) era precisamente la guerra...

    Un saludo.

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  18. La vida del Cardenal Infante veo que da para un blog entero para él... a ver si el trabajo me permite ponerme al día de la vida de este hombre... fiel reflejo del dicho de "A dios rogando y con el mazo dando"...

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  19. José Luis: pues la verdad es que sí, y como ves todavía quedan muchas entradas por delante, más de las que tenía pensado en primer un momento...

    Un saludo.

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  20. Apasionante la batalla y su explicación tan detallada, debió de ser un espectáculo impresionante. Si las tropas españolas hubieras estado en la segunda batalla de Nördlingen quizá otro gallo hubiera cantado ¿no cree?

    Un saludo y su entrada excepcional.

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  21. Pedro: sin duda fue un espectáculo dantesco como veremos en la próxima entrada y respecto a la 2ª Nördlingen es probable lo que dices, pues los Tercios siguieron siendo temibles, consiguiendo incluso una gran victoria en Valenciennes en fecha tan tardía como 1656, con don Juan José de Austria al frente.

    Un abrazo.

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  22. Majestad, llego un poco tarde por haber estado de viaje en su tierra, Salamanca, y haber pasado por Lagunilla, que si no me equivoco, es su tierra natal.
    Me encantan estas entradas sobre las batallas en el campo de batalla tradicional, donde cada ejército dispone sus bazas como en un tablero de ajedrez, donde la estrategia y el buen tino es tan decisivo, pues es allí donde se dirimen los triunfos y las derrotas. Es cierto que hubo escaramuzas, como la que hace los protestantes al luchar de noche, pero estaban en inferioridad y es lógico que intenten buscar alguna ventaja. Pero nadie puede reprochar que luchaban con honor, dignidad y caballerosidad. Esperamos el desenlace en nuevas entradas. Un cordial saludo.

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  23. Nunca me había enterado mejor de los hechos bélicos de nuestra maltrecha monarquía. Muchas gracias, Carolus.

    Los hombres de entonces debían de estar hechos de otra pasta. No creo que los de ahora hubiesen aguantado tanto. ¡Qué arrojo!

    Besos

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  24. Paco: me alegra muchísimo que hayas pasado por Lagunilla que es, en realidad,el pueblo natal de mi madre y abuelos pero en el que yo he pasado muchos períodos de mi vida y al que quiero tanto o más que a Madrid, mi ciudad natal.

    Los sueco-protestante, como dices, lucharon con honor e hicieron lo que pudieron ante tan magno ejércitos y tropas tan de élite como lo eran las del Tercio de don Martín de Idiáquez.

    Un abrazo y gracias por la respuesta a mi duda en tu blog ;)

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  25. Carmen: muchas gracias. Los hombres de aquella época estaba acostumbrados a luchar en mal batallas, estaban curtidos en los horrores de la guerra, los fríos de Flandes, a mal-vivir y mal-comer...lo suyo era un continuo desafío a la muerte, a la que muchos como vemos, no tenían ni tan siquiera miedo...por desgracia me da que en la España de hoy cualquiera que quisiera invadirnos o gobernarnos dictatorialmente lo haría sin ningún problema, basta ver la falta de arrojo del pueblo español para rebelarse ante el actual des-gobierno y la crisis...eran otros tiempos.

    Un beso.

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