sábado, 26 de febrero de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE XI)

Algunos de los generales del bando católico. De izquierda a derecha: Matthias Gallas, Ottavio Piccolomini, el Marqués de Leganés y Carlos IV de Lorena.

LA BATALLA DE NÖRDLINGEN (PARTE I):

El Duque de Lorena, el general Matthias Gallas (1), los Marqueses de Leganés (2) y de los Balbases, Ottavio Piccolomini (3) y otros cabos del ejército fueron de inmediato a reconocer el lugar por donde podía llegar el enemigo, considerando y previniendo todo lo necesario. Poco a poco las tropas del Rey de Hungría, del Cardenal-Infante y de la Liga se fueron situando en sus respectivas plazas de armas. La mayor parte de las tropas imperiales y de las del Duque de Lorena se posicionaron en el llano situado entre la ciudad y las colinas, en el flanco derecho, por donde se creía que llegaría el enemigo, mientras que las del Cardenal-Infante lo hicieron en unos altos situados en el lado izquierdo, donde se habían realizado numerosas trincheras para guarnecer a la Infantería.

A pesar de intentar la movilización de la tropa lo antes posible y poco después de llegar los regimientos alemanes del Conde de Salm y de Würmses (Wormes), a las cuatro de la tarde poco más o menos, se avistó al enemigo entre dos bosques y una montaña que avanzaba rumbo al cuartel del Su Alteza, lo que hizo que se tocase a armas por todas partes. Don Fernando salió entonces con pocos criados y sin armarse rumbo a la plaza de armas donde se situaba su ejército, a donde llegó el Rey de Hungría dos horas después. Pronto las tropas de ambos cuñados comenzaron a formar en escuadrones. Después, 3.000 caballos imperiales se lanzaron en una escaramuza contra el enemigo para entretenerle y frenar su avance.

A continuación se supo que las tropas suecas pretendían tomar una colina (colina de Albuch) situada en el flanco izquierdo de las formaciones de la Casa de Austria para así facilitar el socorro de Nördlingen y obligar al ejército del Cardenal-Infante a retirarse de sus puestos. Entonces don Fernando decidió que se ocupase un pequeño bosque pegado a dicha colina antes de que el enemigo se apoderase de él que Aedo y Gallart describe como “el puesto donde al dia siguiente se disputo el Imperio y aun la Christiandad toda” (4). Posteriormente el Marqués de Leganés dio orden de ocupar dicho bosque a Francisco de Escobar, sargento mayor del Conde de Fuenclara (5), con 200 mosqueteros de su Tercio con dos capitanes. Una vez tomado y ante la importancia estratégica del lugar se decidió enviar a otros 200 mosqueteros del Tercio de don Gaspar de Toralto con dos capitanes y otros tantos borgoñones y a algunas compañías de dragones del capitán don Pedro de Santacecilia.

Mientras todo esto sucedía tenía lugar la escaramuza de la Caballería imperial que fue rechazada por los enemigos que le infringieron numerosas bajas. Todo esto sucedió a escasa media hora de anochecer. A continuación las tropas protestantes se dirigieron al bosque anteriormente citado, obligando al sargento Escobar a salir al llano aunque finalmente consiguió rechazar el ataque y causar algunas bajas al enemigo. Vista la situación, las tropas protestantes decidieron batir el bosque con diez piezas de artillería siendo a su vez respondidos con las de los batallones de Su Majestad Apostólica y Su Alteza, al tiempo que se producían numerosas escaramuzas de las tropas españolas allí situadas. Este intercambio de bombardeos duró hasta la noche cuando cada cual se retiró a sus puestos. Sin embargo, poco después las tropas protestantes continuaron con los bombardeos que, pese a la resistencia hispánica, consiguieron hacerse con el extremo del bosque. A la vista de estos hechos el Cardenal-Infante mandó reforzar a las tropas fortificadas en el bosque con otros 500 mosqueteros, al tiempo que se ordenaba al Conde de Salm que fuese a tomar la colina con su regimiento.

Viendo el Cardenal-Infante que se estaba perdiendo el bosque mandó llamar al Conde de Cervellón para que fuese a defenderlo con su artillería, mientras ordenaba a los regimientos alemanes de Würmses y Leslier, compuestos por unos 3.000 hombres, que se fortificasen en la colina. Para ello se construyeron dos trincheras y se colocaron varias piezas de artillería. Posteriormente se mandó también a la colina a don Gaspar de Toralto al mando de su Tercio, formado por unos 900 hombres, reforzado con 200 más del Príncipe de Sansevero.

Bernardo de Sajonia-Weimar (izquierda) y Gustav Horn (derecha).

El Conde de Cervellón entró en el bosque con 200 mosqueteros del Conde de Salm llevando a cabo una viva escaramuza. Eran aproximadamente las diez de la noche y enemigo iba ganando terreno palmo a palmo por lo que el Conde mandó venir a otros 200 mosqueteros de don Gaspar de Toralto que consiguieron detener a los protestantes durante algún tiempo. Hacia las once de la noche el enemigo intervino con 4.000 hombres de a pie y a caballo consiguiendo tomar por completo el bosque y capturando al sargento Escobar y a un capitán del Tercio de Toralto. Cervellón por su parte se retiró nuevamente a la colina donde informó a don Fernando de todo lo sucedido.

Antes de perderse por completo el bosque, se mandó a la colina a toda la Caballería borgoñona de los Condes de la Tour y Alberg, que ocupó el flanco izquierdo, y la Caballería napolitana de Gerardo Gambacorta, que se situó en el derecho. Además, acudieron 1.000 caballos imperiales con cuatro piezas de artillería que había mandado traer Piccolomini, que junto a Cervellón asistía en la colina. Tras perderse el bosque se reunieron en Consejo el Rey de Hungría, el Cardenal-Infante, el Duque de Lorena y los mandos de los tres ejércitos, durante el cual surgió una discusión entre Gallas y don Fernando a causa de la perdida de aquel estratégico puesto, sin embargo, en medio de la discusión, el Marqués de Grana tomó la palabra diciendo: “Señores, en esta batalla nos van muchos Reynos y Provincias, y assi con licencia de su Majestad y Alteza Real dirè lo que siento: el peso de la batalla ha de ser en aquella colina, y de los quatro Terçios que estan en ella el uno es nuevo, que en su vida no ha visto al enemigo, y assi, Señores, será neçessario embiar allí un Terçio de Españoles, y yrle socorriendo con mas gente, conforme a la neçessidad nos enseñarè” (6). El Cardenal-Infante, de acuerdo con este parecer mandó, contra la voluntad de algunos cabos, a don Martín de Idiáquez con su Tercio a la citada colina. Posteriormente, envió al Duque de Nocera, a las dos de la noche, a reconocer las posiciones del enemigo, como así hizo éste.

Antes del amanecer del día siguiente, 6 de septiembre, el Tercio de don Martín de Idiáquez llegó a su destino formando en escuadrón de batalla lo más cerca que le fue posible de los Regimientos de Würmses y Salm, y 1.000 mosqueteros de la Liga Católica se pusieron en hilera a mano derecha de las tropas de Toralto, en la ladera de la colina, situándose entre ambas formaciones tropas de Caballería para mayor seguridad.

A continuación las tropas de los dos ejércitos según Aedo y Gallart:

Sajonia-Weimar decidió pasar al ataque sin esperar a las tropas del rhingrave Otto Ludwig de Salm, conde de Mörchingen y de Kirburg, compuestas por 2.000 caballos y 4.000 infantes, que venían en su ayuda. Al amanecer del día 6 las tropas sueco-protestantes comenzaron a dirigirse a la colina donde se situaban las tropas de la Casa de Austria. Gustav Horn avanzaba de frente con 4.000 infantes y 5.000 caballos, a su derecha lo hacía el general Gratz con igual número de fuerzas, mientras que Weimar avanzaba por el flanco izquierdo.

Situación de las tropas católicas y protestantes.

De la parte por la que avanzaba Horn, la colina estaba guarnecida por los Tercios españoles de don Martín de Idiáquez y de napolitanos de don Gaspar de Toralto, de los Regimientos alemanes de los Condes de Salm y Würmser, y de 1.000 caballos del Rey de Hungría y del Cardenal-Infante. De la parte por la que atacaba Gratz se situaba el Regimiento de Leslier formado por unos 1.000 caballos. Aquí las tropas eran dirigidas por Cervellón y Piccolomini, al igual que por Gallas y el Marqués de Leganés. Las espaldas de la colina estaban guarnecidas por diferentes Tercios y Regimientos de Caballería e Infantería césarea, española y de la Liga, siendo los más adelantados los dos Tercios de lombardos de Paniguerola y don Carlos Guasco. De la parte de Weimar, estaba el grueso de las tropas del Rey de Hungría y del Duque de Lorena, y algunos Tercios del Cardenal-Infante.

Pronto comenzaron a batir las piezas de artillería de ambos ejércitos que habían sido colocados durante la noche. Las tropas sueco-protestantes atacaron primero consiguiendo romper los Regimientos de alemanes de Salm y Würmser que se batieron en retirada, siendo obligados a volver por los oficiales de los otros Tercios. Por su parte, los napolitanos de Gambacorta, adelantados por orden de Cervellón, consiguieron romper al enemigo y recobrar las posiciones abandonadas por los alemanes. A continuación los protestantes se lanzaron contra los napolitanos de Toralto con un grueso escuadrón de caballos, a quien siguió otro de Infantería escocesa. Sin embargo, consiguieron ser contenidos por la mosquetería, entablándose una batalla en la que ambas partes estaban ya a una distancia de unos 50 pasos. Los protestantes, mientras tanto, volvieron a cargar con 700 caballos y mayores tropas de Infantería.

Posteriormente, el enemigo volvió atacar a los Regimientos alemanes con mucha más caballería, desbaratándolos por completo, matando a Würmser e hiriendo a Salm, para luego lanzarse contra el Tercio de Toralto y el de don Martín de Idiáquez, el cual mandó calar las picas para que no les rompiesen y desbaratasen, como así se consiguió. Posteriormente, por orden del Conde de Cervellón, el Tercio de Idiáquez fue a ocupar el puesto que habían desamparado a los alemanes y a echar al enemigo, como así hizo. Los protestantes volvieron a embestir pero fueron nuevamente rechazados. Este Tercio de españoles era, como se ve, un cuerpo de élite entre cuyos efectivos se contaban nobles y caballeros de hábito.

Los enemigos plantaron mientras tanto nuevas baterías. Por su parte, el Marqués de Leganés viendo que los protestantes pretendían cargar con la mayor parte de su ejército por la parte trasera de la colina, decidió que era necesario socorrer a Toralto ya que su Tercio era demasiado reducido de número. Con esta intención se le enviaron dos mangas de mosqueteros del Tercio de don Pedro de Cárdenas, conducidos por cuatro capitanes, y después otra del Marqués de Torrecusa, con otros dos capitanes. Al mismo tiempo, se le pidió a Gallas que avanzasen hacia la colina con otros 1.000 caballos del Rey de Hungría, que condujo Piccolomini.

Viendo los sueco-protestantes la braveza con la que las tropas españolas defendían el puesto, decidieron acometerlos por tercera vez con mayor número de Caballería, consiguiendo hacer retroceder a las tropas de Toralto e Idiáquez hasta la ladera de la colina, lugar en el que se encontraban el Rey de Hungría y el Cardenal-Infante con su Caballería e Infantería. Sin embargo, se les hizo nuevamente retroceder gracias a la caballería de Gambacorta y el Rey de Hungría, aunque hubo muchas bajas y el propio Gambacorta resultó herido.

Viendo la fuerza con la que el enemigo acometía dicho lugar, el Marqués de Leganés ordenó que se trasladasen 1.000 mosqueteros más a la “batalla de la colina” procedentes de los Tercios de españoles, napolitanos, lombardos y borgoñones de Su Alteza y que se mejorasen los Tercios de lombardos del Conde de Paniguerola y Carlos Guasco, situados en las faldas de la colina, a la vuelta del bosque. En este mismo momento entraron en combate la caballería enemiga con la napolitana de Gambacorta, y con la borgoñona y lombarda de Dentici, y la imperial. El Duque de Lorena, cansado de estar con sus tropas en el llano observando los movimientos de Weimar, decidió subir a la colina con una banda de caballeros de su séquito, envistiendo al enemigo. Durante estas refriegas hubo multitud de bajas por ambas partes.

Acometió el enemigo con sus famosos Regimientos azul y negro a los hombres de don Martín de Idiáquez, el cual ordenó a sus soldados que dejasen aproximarse al enemigo sin disparar hasta que se diese señal y que cuando el enemigo les quisiera cargar se arrodillasen. Así se hizo, y una vez que el enemigo les dio la carga, que les pasó por alto, y tras tenerles tan cerca, Idiáquez hizo la señal a sus mosqueteros, que abrieron fuego contra el enemigo causando grandes bajas. Los protestantes continuaron embistiendo hasta 15 veces durante las siguientes seis horas sin que pudiesen hacer retroceder ni siquiera un palmo de terreno a las experimentadas tropas españolas que incluso salieron de las trincheras para hacerles frente a cara a cara, acción durante la cual murieron algunos soldados como el sargento mayor don Diego de Bustos.

Ante la resistencia del Tercio de Idiáquez, los protestantes decidieron acometer con mayores fuerzas a Toralto. De esta forma se encaminó hacia ese frente otro Regimiento más de Infantería y gran número de Caballería con algunos cañones. Posteriormente llegó la manga de mosqueteros que había enviado el Marqués de Leganés, reforzándose así el Tercio de Toralto. A continuación llegaron otros de don Pedro de Cárdenas, del Marqués de Lunato y otra de borgoñones, pero viendo que la necesidad de tropas era mayor, se mandó que marchasen hacia ese lugar en batallón los Tercios de Paniguerola y Guasco. Durante la lucha fallecía el mismo Paniguerola y Guasco caía herido mortalmente, con lo que el mando pasó al sargento mayor Juan de Orozco.

Fuentes principales:

* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.

Notas:

(1) Matthías Gallas o Matteo Gallaso, Conde de Campo y Duque de Lucera (1584-1647), fue un militar trentino al servicio de la Casa de Austria, fue lugarteniente de Wallenstein y más tarde su sucesor al mando de las tropas imperiales.

(2) Don Diego Mexía de Guzmán y Dávila, Marqués de Leganés (1580-1655). Una biografía en Arroyo Martín, Francisco: “El marqués de Leganés. Apuntes biográficos”. Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, H. Modern, t. 15, 2002.

(3) Ottavio Piccolomini (1599-1656), fue un militar y diplomático florentino al servicio de España y del Imperio, entre los más destacados de su época. Felipe IV le otorgó el título de Duque de Amalfi así como el Toisón de Oro. Piccolomini es el señor de Estebanillo González, el protagonista de la famosa novela picaresca.

(4) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. P. 123.

(5) Enrique de Alagón y Pimentel, VIII Conde de Sástago y I Conde de Fuenclara (1602-1651). Fue militar en Flandes, las Indias (tomó parte en la conquista de San Salvador) e Italia.

(6) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. P. 128.

sábado, 19 de febrero de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE X)

Encuentro entre Fernando III de Hungría y el Cardenal Infante (h. 1634/35), obra de Peter Paul Rubens. Kunsthistorisches Museum de Viena.

El sábado 19 de agosto el Cardenal-Infante abandonó Kosstain para continuar su viaje. Delante de él iba su compañía de la guardia de arcabuceros a caballo al mando del Marqués de Orani, a continuación iba la “luzida tropa de la Corte con su Alteza”, seguidos del estandarte “que era de seda carmesí bordado todo de oro, tenia la una parte un Christo cruçificado, y de la otra nuestra Señora de la Conçepcion” (1). Tras ellos, la compañía de la guardia de lanzas. Don Fernando lucía, por primera vez, bastón de mando.

Todos llegaron finalmente a la llanura donde estaba la mayor la mayor parte de la Infantería formando en escuadrón, para posteriormente adentrarse en tierras de Baviera yendo a hacer noche a una aldea llamada Vlinspac. Hasta aquí llegó la buena nueva de que el Rey de Hungría había capturado la ciudad de Donavert (Donauwörth) a orillas del Danubio, obligando a retirarse a los generales suecos Bernardo de Sajonia-Weimar y Gustav Horn. El 21 de agosto se fue a hacer noche a Aibling, donde hubo de detenerse tres días. A este lugar llegó el aviso de que Su Majestad Apostólica había puesto sitio a la ciudad de Nördlingen. El 24 se retomó la marcha, yéndose a hacer noche a una aldea llamada Pais, donde don Fernando recibió una carta del Rey de Hungría donde le instaba a que abreviase su marcha lo más que pudiese para estar a su lado el día 29, pues Sajonia-Weimar y Horn estaba reorganizando sus fuerzas para venir a dar batalla.

El 25 de agosto don Fernando llegaba a Munich. Media legua antes de entrar en la capital bávara le salió a recibir el duque Carlos IV de Lorena, acompañado de 200 caballeros. Ambos hicieron su entrada en la ciudad a caballo. Tras despachar juntos, el de Lorena partió de nuevo para el campo del Rey de Hungría para ponerse al mando de su ejército, mientras que don Fernando permanecería allí un día más, mandando hacer una muestra general de las tropas que se hallaban acuarteladas en Munich desde el año pasado, y que ahora se agregaban a su ejército:

- 15 compañías de Infantería napolitana del Tercio del Marqués de Torrecusa: 150 hombres.

- 12 compañías de Infantería lombarda del Tercio del Conde de Panigarola: 800 hombres.

- 11 compañías de alemanes del regimiento del Conde de Salma: 2.400 hombres.

- 10 compañías del Coronel Vormes, a las que se agregó la de fuera de regimiento de todas las naciones de Succhi: 2.150 hombres.

- 18 compañías de Caballería napolitana y lombarda: 630 caballos.

- 5 compañías de Caballería borgoñona del Conde de Alberg: 450 caballos.

Sumando estas tropas a las que Su Alteza traía de Italia y a los españoles del Tercio de don Martín de Idiáquez que se agregaron en el Tirol, el ejército del Cardenal-Infant estaba formado por:

- 3.250 españoles repartidos en dos Tercios.

- 4.550 napolitanos en cuatro Tercios.

- 3.100 lombardos en tres Tercios.

- 4.640 alemanes en dos Regimientos.

TOTAL: 15.540 infantes en once Tercios.

A esto se sumaban 1.080 caballos repartidos en 23 compañías a cargo del teniente general Gerardo de Gambacorta; 2.017 en 26 compañías a cargo del teniente general Paolo Dentici, incluidas las dos compañías de la guardia de Su Alteza; 10 piezas de artillería entre cuartos de cañón, culebrinas, sacres y otras piezas, con los carros necesarios para transportar la pólvora, balas de todo género, cuerdas, mechas, capas, pontones, y todo lo necesario tocante al tren de artillería. A este ejército faltaba por agregarse dos Tercios de Infantería borgoñona de los Conde de Tour y Alberg, un Regimiento de infantes alemanes viejos a cargo de Liesler Irlandez (sic), y el Regimiento de Caballería alemana del Barón de Sebac, pues todos ellos habían sido enviados por el Cardenal-Infante para socorrer al Rey de Hungría en el sitio de Ratisbona, y que después volvieron a incorporarse.

Plano de la ciudad de Nördlingen.

Habiéndose repartido pan a la tropa para cinco días, el Cardenal-Infante salió de Munich el día 26 de agosto para hacer noche en Dachau. El 27 se hizo una gran marcha hasta llegar a un castillo perteneciente a una encomienda de la Orden Teutónica llamado Blumendael, a dos horas de camino de Augsburgo, a donde llegó nuevo correo del Rey de Hungría indicando que el enemigo se había fortificado en un alto a dos horas de camino de los cuarteles imperiales para esperar refuerzos. Posteriormente don Fernando salió a animar y alentar a la tropa, además de repartir gran cantidad de escudos (como había hecho en otra ocasiones) entre la Infantería española.

A día 29 se llegó a Par. Antes Su Alteza pudo contemplar las asoladas tierras bávaras, de las más afectadas por los horrores de la Guerra, plagadas de poblaciones quemadas y saqueadas, así como de gente hambrienta y moribunda. Allí llegó el Coronel Contreras, español al servicio imperial, con correo de Su Majestad Apostólica instando nuevamente a que se diesen prisa en llegar. El día 30 se pasó el río Lech a la altura de Rain, así como el Danubio, para llegar a Donavert, donde se recibió la visita del Marqués de Grana, que venía de parte del Rey de Hungría, con noticias de que al enemigo se le habían agregado 6.000 infantes del Duque de Württemberg y unos 4.000 de Gratz, con los que hacían frente a los imperiales, que habían decidido permanecer en sus puestos. También traía el de Grana la planta de cómo se había decidido el reparto de los cuarteles de las tropas imperiales y del Cardenal-Infante, de manera que no se estorbasen los unos a los otros. Al campamento español llegó también Borso d’Este, hermano del Duque de Módena.

El 2 de septiembre el Cardenal-Infante salió de Donavert, llevando la Caballería de vanguardia y la Infantería de retaguardia. De camino le salió a recibir el Marqués de Castañeda, y media legua antes de llegar a los cuarteles su cuñado el Rey de Hungría (2), acompañado de Matías de Medici, hermano del Gran Duque de Toscana, del Gran Mestre de la Orden Teutónica, del general Ottavio Piccolomini y de los demás cabos y coroneles del ejército y “a cosa de cien passos, assi como se acostumbraron los dos Fernandes, se apearon a la par, y con el amor que pedia tan estrecho parentesco se abrassaron, interviniendo las cortesías y agasajos que era razón” (3). A continuación todos volvieron a subir a los caballos: “Yva su Alteza à la mano derecha de su Majestad Apostolica como huésped y rezien venido, y un poco mas adelante los Prinçipes de Florencia y Modena, y el gran Maestre; y luego todos los demás Prinçipes y Cavalleros” (4). Finalmente llegaron al cuartel de Su Majestad Apostólica, situado a un cuarto de legua de la ciudad de Nördlingen.

El día 3 se empezó a bombardear la ciudad con cuatro medios cañones y ocho culebrinas. Su Majestad Apostólica vino a buscar al Cardenal-Infante por la mañana para llevarle a un llano donde estaban formados toda su Infantería y Caballería, así como el de la Liga Católica, en escuadrones. Entre los dos ejércitos había 8.000 infantes, sin contar los que estaban en la trincheras, y 9.000 caballos, sin contar a los húngaros y croatas que estaban cerca del cuartel enemigo. Mientras los dos cuñados realizaban esta visita, fue llegando toda la Infantería del Cardenal-Infante que se situó en un alto pegado a su cuartel, formando en escuadrones. Eran entre todos nueve Tercios, dos de españoles, cuatro de napolitanos y tres de lombardos, más dos Regimientos de alemanes. Ese mismo día llegó el Duque de Lorena para ponerse al frente del ejército de la Liga.

La ciudad fue batida todo el día y toda la noche, bombardeos que continuaron a la mañana siguiente. Tras la negativa a rendirse, se comenzó el asalto de la ciudad por tres partes. Por dos de ellas con las tropas imperiales, entre las que se encuadraba la Infantería borgoñona del Cardenal-Infante, y por la tercera con las fuerzas de la Liga. Tras tres horas de asalto y 500 muertos, la ciudad no se puedo tomar debido a la gran resistencia. Al día siguiente se hizo una nueva muestra general de ejército de Su Alteza tras la incorporación de los Tercios borgoñones de los Conde de Tour y Alberg y del Regimiento de alemanes que habían estado sirviendo al Rey de Hungría desde el sitio de Ratisbona, resultando una suma de 17.000 infantes, 3.900 caballos y 500 dragones, por tanto, un número total de 21.400 hombres entre Caballería e Infantería.

Tras el fracasado asalto a Nördlingen hubo a la mañana siguiente, martes 5 de septiembre, Consejo en la tienda del Rey de Hungría con los cabos de todos los ejércitos sobre lo que se debía hacer. Se decidió que se volviese a dar otro asalto, destruyendo el foso con las baterías, para facilitar el mismo. Sin embargo, Fernando III se encontraba con escasa Infantería por lo que el Rey de Hungría pidió a don Fernando mil infantes, que éste entregó de la siguiente manera: 100 españoles del Tercio de don Martín de Idiáquez, 100 del del Conde de Fuenclara, 100 napolitanos del Príncipe de San Severo y 100 del Marqués de Torrecusa, 300 alemanes del Conde de Salma, y otros tanto del Coronel Vormes, y por cabo de todos ellos a don Pedro de León, teniente de maestre de campo general. Sin embargo, mientras se trataba de todo esto y al día siguiente se situaban las tropas para iniciar el asalto, llegó un aviso de los croatas de que el enemigo se movía bajando la montaña al encuentro de las tropas de la Casa de Austria. Enseguida se avisó y se llamó a armas a todos los cuarteles del Rey de Hungría, del Cardenal-Infante y del Duque de Lorena, mandándose que se situasen en las plazas de armas asignadas. Pronto llegaron nuevos avisos en los que se informaba de que el enemigo, tras dejar atrás el Danubio y la ciudad de Ulm, a donde fingió encaminarse, avanzaba ahora con sus batallones hacia unos bosques cercanos a los cuarteles de Su Alteza, por lo que se mandó encaminar hacia ese lugar a la Infantería y a la Caballería.

Fuentes principales:

* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.


Notas:

(1) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635. P. 105.

(2) Recuérdese que Fernando III de Hungría (futuro emperador Fernando III) estaba casado con la infanta María Ana, hermana de Felipe IV y el Cardenal Infante, con la que don Fernando se había reencontrado en Passau como vimos en la anterior entrada.

(3) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635. P. 114.

(4) Íbidem, p. 115.

martes, 15 de febrero de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE IX)

El Cardenal-Infante con banda de general por Anton van Dyck (h. 1634). Museo del Prado de Madrid.

El viaje de don Fernando desde Milán hacia el norte no se haría por el tradicional “Camino Español” (1), sino siguiendo otra ruta más al este con el fin de apoyar a las tropas imperiales, que estaban a punto del colapso, y evitar el derrumbe del bando católico en el sur de Alemania. Para lograr su objetivo, el Cardenal-Infante debía contactar con el Rey de Hungría y destruir a los ejércitos sueco y protestante alemán una vez localizados.

Impaciente por iniciar la marcha, don Fernando tuvo, sin embargo, que esperar hasta el verano de 1634 para asegurarse de que los pasos de los Alpes estuvieran libres de nieve. Ese año, la llegada del calor se retrasó mucho más de lo habitual. Finalmente, el 31 de junio, el Cardenal-Infante partía de Milán rumbo a Flandes al mando de un imponente ejército de unas 12.000 unidades. La primera parada sería para hacer noche en Serón, a 12 millas de la capital lombarda. Al día siguiente, 1 de julio, la comitiva llegó a Como, lugar en el que Su Alteza entró a caballo, con hábito de general y banda cruzada al pecho de la que pendía su espada (2). Don Fernando se detendría en esta ciudad cinco días a la espera de que pasase el lago la Infantería que aún debía hacerlo (entre ellos el Tercio del Marqués de Lunato, el del Príncipe Doria, la Infantería española procedente de Nápoles,…), así como los caballos, acémilas, ropa y demás cosas. El día 6 de julio, el Cardenal-Infante se embarcó a bordo de 40 góndolas y, navegando cuarenta millas de lago, llegó a Gravedona, donde se detuvo un día ya que la Infantería napolitana se había atrasado una etapa. El día 8, don Fernando se volvió a embarcar hasta llegar a Colico donde continuó a caballo hasta llegar al Valle de la Valtelina, donde le esperaban sus dos compañías de la guardia de a caballo. Tomando la vanguardia la compañía de arcabuceros y la retaguardia la de lanzas se fue atravesando el Valle hasta llegar a la villa de Morben (o Morregiso). El académico de la historia don José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano narra así el paso del famoso valle alpino:

“En el mes de julio, templado el calor estival por las brisas de la alta montaña y las lluvias torrenciales, que habían desbordado a los ríos de sus cauces, las tropas del infante don Fernando atronaron con ritmos marciales las gargantas estrechas de la Valtelina. Las banderas mil veces vencedoras de los tercios viejos acudían a una cita decisiva […]” (3)

Efectivamente, y como dice Alcalá-Zamora, don Fernando hubo de detenerse allí un día ya que la Infantería que iba marchando delante no pudo pasar a consecuencia de la subida de las aguas del río Adda que transita por el medio de la Valtelina. En este lugar el Cardenal-Infante fue alcanzado por el Marqués de los Balbases (4), que debía servir a Su Alteza como general de la caballería. Además, don Fernando nombró a don Martín de Aragón, hijo del Duque de Villahermosa, maestre de campo del Tercio de Lombardía, para que hiciese de maestre de campo general de todas las tropas que iban marchando; y ordenó que se quedasen dos compañías de Infantería Española de las de Lombardía de los capitanes don Carlos de Padilla y don Gabriel Cobo de la Cueva, para que una fuese de vanguardia y la otra de retaguardia, con las compañías de a caballo de su guardia.

El Valle de la Valtelina a la altura de Bormio.

El día 10 don Fernando salió de Morben bajo un grandísimo aguacero que duró hasta llegar a Sondrio. Al día siguiente, 11 de julio, se llegó a Tirano. El día 12 se hizo noche en Bormio donde se permaneció un día para que pasase la ropa y descansasen los caballos. El día 14 continuó la marcha a través de la Montaña de Santa María y, tras nueve horas a caballo, se llegó a la hora de comer a Clurens, primera villa del Condado del Tirol. Antes de llegar a dicho lugar, don Fernando recibió la visita del Conde de Walsteyn, que en nombre de la archiduquesa Claudia de Medici, viuda del archiduque Leopoldo V del Tirol y regente durante la menor edad del archiduque Fernando Carlos, vino a dar la bienvenida a Su Alteza y a hospedarle en su nombre, enviando carrozas para su persona y sus gentilhombres, pero don Fernando las rechazó y prefirió seguir a caballo.

El día 15, el Cardenal-Infante fue a dormir a Landres, el 16 a Maran, el 17 a Potzen, a donde se acercó de parte de la archiduquesa Claudia de Medici el Conde de Altems. El 18 se llegó a la villa de Pricksen, en donde antes de entrar fue recibido por el Príncipe-Obispo de dicho territorio que le alojó en su palacio. El 19 don Fernando llegaba a Stiersen y el 20 a Matara, habiendo en todas estas villas Infantería alemana para recibir a Su Alteza y hacerle guardia de noche.

El 21 de julio, después de comer, don Fernando partió rumbo a Innsbrück. Antes de llegar a la ciudad le salió a recibir su primo el archiduque del Tirol Fernando Carlos, de tan sólo 6 años de edad, acompañado de “muchos Titulos, Barones, y Cavalleros, con veynte y seys carroças, las onze de a seis cavallos, y las quinze de a cuatro” (5). El Archiduque iba acompañado en su coche por el Obispo de Augsburgo, Heinrich V. von Knöringen, el cual había sido desposeído por las tropas protestantes que habían invadido su Obispado. En Innsbrück les recibió toda la burguesía armada así como dos compañías del regimiento del Archiduque repartidas por todas las calles hasta el Palacio archiducal. Sin embargo, el aguacero que caía sobre la ciudad obligó a don Fernando y al Archiduque a hacer su entrada en carroza, lo que deslució algo el acontecimiento.

A la llegada a Palacio esperaba a ambos en lo alto de la escalera la archiduquesa Claudia, acompañada de la hermana de la Duquesa de Lorena, monja, que debido a los avatares de la Guerra se había refugiado en Innsbrück, de la Marquesa de Baden y de otras muchas señoras. Don Fernando llevaba al pequeño Archiduque de la mano y al llegar a lo alto de la citada escalera todos se saludaron “con el amor y cortesia, que entre parientes tan cercanos se debe” (6). Durante los siguientes días, el Cardenal-Infante se dedicó a recibir a diversos embajadores como los del Arzobispo de Salzburgo, el Rey de Hungría y el Duque de Baviera. El día 24 don Fernando dejó Innsbrück dirigiéndose a caballo hasta Hall donde se embarcó en el río Eno para llegar hasta Rothenberg , lugar en el que hubo de detenerse para acabar de formar su ejército con las tropas que venían marchando desde Italia y recogiendo a las del campo del Rey de Hungría y las que estaban desperdigadas por Baviera y que constituían los restos del ejército del Duque de Feria que se habían alojado en el Tirol, entre ellas el Tercio Viejo de Españoles. Además, se agregaron otras tropas provenientes de la Lombardía a cargo del maestre de campo don Martín de Idiáquez. Finalmente, se necesitaba reunir mantenimientos, dinero, carros y otros pertrechos necesarios para la guerra. Mientras tenía lugar el sangriento sitio de Ratisbona del que el Cardenal-Infante estuvo siempre informado.

El día 25 llegó noticia de la toma de la ciudad bávara de Landshut por parte de los enemigos, durante cuya defensa murió el general Aldringen. El día 26 Su Alteza envió al Marqués de los Balbases, al consejero Gaverelli y a don Martín de Axpe a tratar con el Rey de Hungría don Fernando sobre su “camino y passaje” y a pedir dos regimientos de borgoñones, uno de alemanes y el regimiento de caballería del Barón de Sebal para acabar de completar su ejército, pues todas las tropas de Infantería y Caballería, excepto las del Marqués de Florencio, habían llegado ya de Italia.

El día 29 moría en Rothenberg el Marqués de Villanueva del Fresno. El día 2 de agosto llegaba la buena nueva de la rendición de Ratisbona a manos de los ejércitos imperiales, sabiéndose poco después que los enemigos habían abandonado también Landshut, retirándose hacia Augsburgo tan deprisa que dejaron atrás gran parte de la artillería

El día 5 de agosto llegaba a la plaza de armas de Rothenberg el Marqués de Grana, general de artillería de Su Majestad Apóstolica (7), instando a que se juntasen ambos ejércitos de la Casa de Austria para limpiar de enemigos más fácilmente Baviera, Suabia, la riviera del Danubio y socorrer a Breisach, ofreciendo a cambio acompañar al Cardenal-Infante hasta el Rin “sin que por cualquier accidente que pudiesse ofrecerse, aunque fuesse perdiendose la misma Bohemia. Dexaria de hacerlo” (8). Ese mismo día regresaron el Marqués de los Balbases, el Consejero Gaverelli y don Martín de Axpe tras sus negociaciones con el Rey de Hungría, decidiéndose, tras diversas juntas, que el ejército del Cardenal-Infante se encamisase hacia Ingolstadt donde se juntaría con el de su primo Fernando IV para después marchar ambos ejércitos alejados tres o cuatro leguas por la “comodidad de los viveres” y otras consideraciones de índole militar.


Don Fernando se dirigiría posteriormente a Passau a visitar a la Reina de Hungría (11 de agosto) mientras seguían llegando más tropas a la plaza de Rothenberg. Durante la ausencia del Cardenal-Infante, el Marqués de los Balbases, que había quedado al mando, dio orden a la Infantería y Caballería que había llegado de Italia de retirarse a las cercanías de Costáis (Kösten). El día 10 había llegado el duque Carlos IV de Lorena a la citada plaza de armas. Posteriormente se hizo una muestra general a toda la Infantería y Caballería que se encontraba en Rothenberg y Kosstain resultando lo siguiente:

CABALLERÍA

- 10 compañías de caballería napolitana a cargo del Conde de Ayala: 700 hombres.

- 7 compañías de caballería borgoñona a cargo del Conde de Tour: 587 hombres.

- 4 compañías de caballería lombarda a cargo del Marqués de Florencio, con las de la misma nación de don Andrés de Manrique, don Pedro Villamor, Alfonso Filomarino y la de mosqueteros de don César Tarragon: 500 hombres.

- 2 compañías de a caballo de la guardia del Cardenal-Infante, de las que era su capitán el Marqués de Orani: 230 hombres.

TOTAL: 2.017 hombres repartidos en 26 compañías.

INFANTERÍA

- 26 compañías del Tercio Viejo de infantería española, con 7 que se agregaban ahora de Lombardía, siendo su maestre de campo don Martín de Idiáquez: 1.800 hombres.

- 17 compañías de infantería española del Tercio de don Enrique de Alagón, Conde de Fuenclara, formada por gente procedente de Nápoles y Lombardía: 1.450 hombres.

- El regimiento de napolitanos del Príncipe de San Severo que constaba de 24 compañías: 1.900 hombres.

- Tercio de infantería napolitana de don Gaspar de Toralto, formado de 10 compañías: 750 hombres.

- Tercio de infantería napolitana de don Pedro de Cárdenas, formado por 13 compañías: 950 hombres.

- El Tercio de infantería lombarda del Marqués de Lunato, formado por 15 compañías: 1.300 hombres.

- El Tercio de infantería lombarda del Príncipe Doria, del que era maestre de campo don Carlos Guacio, formado por 12 compañías: 1.000 hombres.

- La compañía fuera de Tercio de Rafael Sacchi formada por esguízaros (piqueros suizos) y otras naciones: 90 hombres.

TOTAL: 9.240 infantes repartidos en 7 Tercios.

A todo esto se unían cinco compañías de dragones que sumaban otros 500 hombres, siendo el total de tropas de 11.747 hombres.

El día 14 don Fernando abandonó Passau tras pasar 3 días en compañía de la Reina de Hungría. Antes de llegar a Braun se topó con el Duque-Elector de Baviera que venía con su séquito, compartiendo ambos carroza hasta llegar al destino donde fueron recibidos por la electriz Isabel de Lorena, mujer del de Baviera. Al día siguiente don Fernando partía rumbo a Kosstein, a donde llegaría el día 17, y donde le esperaba su Casa que se había trasladado desde Rothenberg.

El día 18 toda la Infantería y Caballería comenzó a pasar a Costáis a hacer frente de banderas dos millas más adelante.


Fuentes principales:

* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.



Notas:

(1) Para saber más sobre el Camino Español consúltese Parker, Geoffrey: “El ejército de Flandes y el Camino Español (1567-1659)”. Alianza Editorial. Madrid, 2006.

(2) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635. P. 83.

(3) Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, José: “España, Flandes y el Mar del Norte (1618-1639)”. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid, 2001. P. 341.

(4) Se trata de Filippo II Spinola, II Marqués de los Balbases (1594-1659), hijo del famoso general Ambrosio Spinola, I Marqués de los Balbases.

(5) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635. P. 92.

(6) Íbidem, p. 93.

(7) El título de “Rey Apóstolico” fue otorgado por el papa Silvestre II al rey de Hungría Esteban I, San Esteban (997-1038).

(8) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635. P. 97.

jueves, 10 de febrero de 2011

CERRADO HASTA EL LUNES


Mañana me voy a Italia para el fin de semana así que estaré ausente del mundo blog. Nos vemos el lunes.

Si queréis leer la anterior entrada sobre la biografía del Cardenal-Infante pinchad aquí.


CAROLVS II

martes, 8 de febrero de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE VIII)

Retrato del III Duque de Feria por Felipe Diriksen (detalle). Antinguo Mueo del Ejército de Madrid.

La propuesta de enviar al Cardenal-Infante a Bruselas a reunirse con su tía Isabel Clara Eugenia había tardado algún tiempo en madurar, entre otras cosas debido a que los avances suecos y franceses habían bloqueado los pasillos militares que comunicaban la Lombardía con Flandes, de manera que no había ninguna ruta segura por tierra. La decisión tomada en el otoño de 1632 de que el Duque de Feria reuniera un ejército de 16.000 soldados en Milán para acompañarlo en su viaje reflejaba todas esas dificultades. Durante los meses de invierno de 1632-1633, sin embargo, los planes, ya complejos de por sí, se complicaron aún más. En noviembre, el Duque de Feria había recibido una carta de Isabel Clara Eugenia en la que le preguntaba si podía enviar ayuda al Franco-Condado, pues ella no estaba en situación de defenderlo desde Flandes. En respuesta a esta petición, y a sus preocupaciones por la necesidad de dejar el camino expedito para el viaje del Cardenal-Infante, el 4 de febrero de 1633, escribía a Madrid proponiendo la creación de un ejército en Alemania, según las líneas de la propuesta hecha por el Conde-Duque en 1631 de formar un ejército del Palatinado. Estas fuerzas habrían de defender el Franco-Condado, salvaguardar el Tirol, prestar apoyo a los esfuerzos bélicos del Emperador y venir en ayuda de Italia en caso necesario.

Apenas había tenido Madrid tiempo de aprobar esta propuesta cuando el Duque de Feria sometió a su consideración otros planes todavía más ambiciosas. El ejército de Alsacia (1), para el que había propuesto en un principio 15.000 hombres, debía ser aumentado hasta alcanzar los 20.000 soldados de infantería y 4.000 de caballería. Estas fuerzas, según creía, habían de bastarle para recuperar la propia Alsacia, en poder de los suecos desde la Batalla de Breitenfeld de 1631, salvaguardar el Franco-Condado y limpiar de tropas enemigas el Mosela y el Rin hasta Colonia (4). El Consejo de Estado aprobó este proyecto revisado el 27 de marzo, aunque no sin cierto desasosiego por las repercusiones que pudiera tener en las relaciones de España con sus aliados. Iba a ser necesario, por ejemplo, hacerse con un paso por el Cantón de los Grisones, para lo cual se requeriría el permiso del Emperador. Olivares ponía asimismo de relieve la necesidad de calmar los temores en Alemania por la presencia de este gran ejército español en su suelo.

El 8 de abril de 1633 se envió la orden de formación de un ejército de Alsacia compuesto por 24.000 hombres y la del nombramiento del Cardenal-Infante como generalísimo de todos los ejércitos. Aquella maquinaria, cuya finalidad era asombrar una vez más al mundo con el incontestable poderío del Rey de España, se ponía laboriosamente en movimiento.

El socorro de Breisach por Vicente Carducho (en primer plano el Duque de Feria). Museo del Prado de Madrid.

En una carta remitida en el mes de marzo al Marqués de Aytona para explicarle sus disposiciones militares para el año en curso, el Conde-Duque ponía de manifiesto tanto sus preocupaciones como sus esperanzas (2). Con la ayuda de Dios, el ejército del Cardenal-Infante lograría “abrir ese camino, con que también se abre el socorro de las plazas de ultra Mosa, y las del Rin”. Pero a todo el mundo le preocupaba la posibilidad de que los franceses atacaran el Franco-Condado mientras los holandeses arremetían contra alguna otra plaza fuerte: “Este es el cuidado supremo… Hoy todo se endereza a defendernos de Francia”. En el mes de febrero, Olivares había enviado a París a un nuevo embajador de carácter intransigente, don Cristóbal de Benavente y Benavides, con instrucciones de insistir en que Luis XIII hiciera concesiones territoriales y abandonara a sus aliados suecos (3). Pero en una carta a Pedro Roose confesaba que estaba dispuesto a firmar con los franceses un tratado de paz y amistad, con tal de que no se inmiscuyeran en los asuntos de Flandes. Por desgracia, los franceses no mostraban ninguna inclinación a mantenerse al margen de los asuntos ajenos.

A comienzos de julio, el ejército de Alsacia estaba casi listo, pero pronto surgiría una nueva e imprevista dificultad: en una carta fechada en Milán el 5 de julio, el Duque de Feria comunicaba que el Emperador, cediendo a las presiones del todopoderoso Albrecht von Wallenstein (4), generalísimo de los ejércitos imperiales, no parecía dispuesto a permitirle entrar en Alsacia con su ejército (5). Sus instrucciones no contaban con la posibilidad de que el Emperador denegara las facilidades de tránsito. Hallándose Alsacia en grave peligro de caer por completo en manos del enemigo y con Breisach, el importantísimo vado del Rin, amenazado por los suecos del general Gustav Horn, ¿cómo iba a llevar al Cardenal-Infante y a su ejército a Flandes en caso de que llegara de Viena una denegación oficial?

Todos los recelos que en España se sentían hacía Wallenstein se habían reavivado ante la perspectiva de que se plantara en suelo alemán con otro ejército que estuviera fuera de control. Pero el comportamiento cada vez más excéntrico de éste hacía crecer el número de sus enemigos en Viena, y siempre cabía la posibilidad de que Fernando II, ante las presiones de los embajadores españoles, el Conde de Oñate y el Marqués de Castañeda, cambiara de opinión. En reunión del Consejo de Estado celebrada el 19 de agosto, el Conde-Duque fue partidario de forzar la situación. Debía ordenarse al Cardenal-Infante emprender la marcha hacia el norte, y había que decir al Emperador que si no estaba dispuesto a enviar tropas que garantizaran la seguridad de don Fernando, no recibiría más dinero de Madrid (6).

Castañeda pudo por fin comunicar desde Viena la segunda semana de agosto, que el Emperador había cambiado en el último momento d opinión (7). Tanto Breisach como Costanza corrían peligro de caer en manos de los suecos, y Fernando II no tenía más remedio, dadas las circunstancias que permitir los movimientos de tropas españolas de Italia a Alsacia, por muchas objeciones que pusiera Wallenstein. El Cardenal-Infante permanecería de momento en Milán, mientras que el Duque de Feria acudiría en socorro de Breisach con la ayuda de algunos regimientos alemanes al mando del lugarteniente de Wallenstein, Johann von Aldringen, apoyado por Maximiliano de Baviera.

Mientras Feria se preparaba para marchar, la situación en la frontera occidental del Imperio se deterioró rápidamente. Luis XIII y Richelieu perdieron la paciencia ante el comportamiento del duque Carlos de Lorena, que había permitido a España y al Emperador reclutar tropas en sus tierras y era sabido que conspiraba con Gastón de Orleans, hermano del monarca francés, y con los españoles. El 31 de agosto, Luis XIII apareció al frente de un ejército ante los muros de Nancy. Carlos, esperando en vano las ayudas de Wallenstein, no pudo resistir a las exigencias francesas, entre las que se incluían la ocupación de su capital por un período de 30 años. El 25 de septiembre, Luis XIII entraba con gran pompa en Nancy y cuatro meses más tarde, el Duque de Lorena abdicaba.

En una sesión del Consejo de Estado celebrada el 17 de septiembre, Olivares enumeraba con gran enojo las repercusiones de la invasión francesa de Lorena, que no eran otras que el corte de las comunicaciones entre Alemania y los Países Bajos excepto por Colonia. Controlando ya como controlaba Alsacia y Breisgau, con la excepción del vado de Breisach, estaba a punto de cortar los últimos lazos que quedaban entre Italia y Alemania, aislando por completo a Flandes. La guerra con Francia parecía que estaba a punto de empezar y la única esperanza que quedaba era formar una gran alianza para restaurar la paz en toda la Cristiandad. Si el Duque de Feria lograba socorrer Breisach y liberar Lorena, España se hallaría en una posición de fuerza que le permitiría convencer al Emperador para entrar en una alianza contra los holandeses.

El socorro de Constanza por Vicente Carducho (el Duque de Feria en primer plano). Museo del Prado de Madrid.

El Duque de Feria cruzó los Alpes el día 5 de septiembre al frente de 8.000 soldados de infantería y 1.300 de caballería. En compañía de las tropas de Aldringen, Feria llevó a cabo una hábil marcha que limpió de enemigos todo el camino desde Constanza hasta Breisach , que fue liberada el 20 de octubre. Sin embargo, para ayudar a Feria, Aldringen había tenido que desplazar a sus hombres de los puestos defensivos que ocupaban a orillas del Danubio, y Bernardo de Sajonia-Weimar aprovechó la ocasión para atacar Ratisbona, que controlaba el camino hacia Viena. Wallenstein respondió demasiado tarde a las llamadas del Emperador y de Maximiliano de Baviera. Feria, por su parte, se había quedado atascado. Cuando sus tropas se disponían a recogerse en sus cuarteles de invierno, se vieron atacados por el tifus, que diezmó sus filas. El propio Duque contrajo la enfermedad y, ya en estado grave, fue trasladado a Munich, donde fallecía el 11 de febrero de 1634. La muerte de aquel hombre dejaba un hueco difícil del llenar.

La expugnación de Rheinfelden por Vicente Carducho (el Duque de Feria en primer plano). Museo del Prado de Madrid.

El parón de la campaña del Rin coincidió con noticias preocupantes desde Bruselas. El 29 de noviembre de 1633, el Marqués de Aytona escribió al Cardenal-Infante que Isabel Clara Eugenia estaba al borde de la muerte y que “hallándose tan llenos de sediciosos dentro y con tantos enemigos fuera” (8) la situación en los Países Bajos se hacía muy precaria. Suplicó al hermano del Rey que se dirigiera a Bruselas sin demora “porque estas son las ocasiones en que los príncipes puedes y deben aventurar sus personas” (9). Dos días después, repitió su petición. Mientras tanto, el 1 de diciembre, Isabel Clara Eugenia fallecía. Inmediatamente el Rey firmó una orden en la que nombraba al Marqués de Aytona gobernador general interino. El interinato, sin embargo, se suponía que había de durar poco tiempo. El Cardenal-Infante había de emprender lo antes posible su azaroso viaje a Flandes. Sin embargo, se necesitaba tiempo para la leva de nuevas tropas y la coordinación con los ejércitos imperiales comandados por el Rey de Hungría Fernando III, hijo del Emperador, y generalísimo de las tropas césareas tras el asesinato de Wallenstein (10).


Fuentes principales:

* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.



Notas:

(1) Para saber más sobre el Ejército de Alsacia consúltese C. de la Rocha, A. Cañete y J. Gonzáles Martín: “El ejército de Alsacia”. Satrapa, 2010.

(2) ADM, leg. 79, Olivares a Aytona, marzo de 1633.

(3) Leman, Auguste: “Urbain VIII et la rivalité de la France et de la Maison d‘Autriche de 1631 a 1635”. Lille, 1920, p. 278.

(4) Albrecht von Wallenstein (1583-1634) fue un militar bohemio y mercenario al servicio de la Casa de Austria. Llegó a poseer un ejército de entre 30.000 y 100.000 hombres bajo su mando durante la Guerra de los Treinta Años, convirtiéndose en uno de los hombres más poderosos de su tiempo.

(5) AGS, Estado, leg. 3339, fol. 163.

(6) AGS, Estado, leg. 3339, fol. 135. Consulta, 19 de agosto de 1633.

(7) AGS, Estado, leg. 2334. Consulta, 25 de septiembre de 1633.

(8) Se refiere a una conspiración de la nobleza flamenca para liberar a las provincias del sur de los Países Bajos de la dominación española que pudo ser desbaratada a tiempo con la expedición a España del miembro más destacado de la misma, el Duque de Aerschot

(9) SEG 2289, s.f.: el Marqués de Aytona a don Fernando, 29 de noviembre de 1633.

(10) Wallenstein, gracias sobre todo a la actuación del embajador español en Viena Conde de Oñate, que le consideraba un obstáculo en los planes de España de despejar el camino del Rin hacia Flandes, fue declarado culpable de alta traición al Emperador, siendo asesinado en Eger el 25 de febrero de 1634 por los oficiales de su mando.

domingo, 6 de febrero de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE VII)

Viaje de Barcelona a Génova del Cardenal Infante, obra de Peter Paul Rubens. Harvard Art Museum.

Las condiciones metereológicas retrasaron la partida de don Fernando hasta el 11 de abril cuando zarpó de Barcelona a bordo de La Real rumbo a Génova. El viaje no fue fácil por las condiciones de la mar teniendo incluso que detenerse 13 días en Cadaqués ante el abundante oleaje. El viaje se reanudaría el 26 de abril rodeando la costa de Francia. El día 30 se llegó a las costas de Provenza donde se detuvieron a la espera de don Martín de Axpe a quien el Cardenal-Infante había enviado ante el Duque de Saboya Víctor Amadeo I para anunciarle su llegada. Posteriormente prosiguieron viaje hacia Niza para después detenerse en la bahía de Villafranca donde don Fernando recibió la visita de su primo el Duque de Saboya (1) a bordo de su galera. Al día siguiente (3 de mayo) el Cardenal-Infante devolvió la visita a Víctor Amadeo en el castillo de la citada Villafranca acompañado de lo más granado de su séquito (el Conde de Oñate, el Príncipe de Montenegro, el Marqués de Orani, etc) para posteriormente volver a La Real donde volvió a recibir al Duque para disfrutar ambos de una comedia que allí se representó. Al día siguiente, 4 de mayo, don Fernando se embarcó de nuevo, pasando por Mónaco y otros lugares de la ribera ligur hasta que fue alcanzado por la Capitana de la Escuadra de Génova en la que viajaban siete senadores que vinieron a darle la bienvenida de parte de la República. Al día siguiente, 5 de mayo, se recibió la visita del Príncipe Doria, que venía a bordo de la Patrona de la Señoría a besar la mano de Su Alteza, y después la de don Francisco de Melo, embajador español en Génova. Al poco tiempo don Fernando llegaba finalmente a Génova entre los estruendos de las salvas de las distintas torres y baluartes de la ciudad, pasando a alojarse en el Palacio del Príncipe Doria. En la capital de la Señoría don Fernando recibiría la visita del Dux con todo el Senado, así como la de los embajadores del Estado de Milán y de diversos príncipes italianos (el del Duque de Parma, el del Duque de Módena, etc).

El día 11 de mayo don Fernando realizaba su entrada triunfal y oficial en Génova con toda la parafernalia barroca de arcos triunfales, arquitecturas efímeras, jeroglíficos, etc que tan magna ocasión requería. El Cardenal-Infante permanecería en la ciudad hasta el 17 de mayo y durante su estancia se dedicaría a recibir a notables personajes y a visitar la ciudad, destacando su visita a la muralla nueva por propia petición expresa (recuérdese que don Fernando era un gran aficionado desde niño al arte militar y de las fortificaciones). Durante esta breve estancia en Génova enfermaría y moriría (19 de mayo) el Marqués de Montenegro, algo que don Fernando sintió profundamente por ser éste el hombre que él mismo había elegido como su consejero en asuntos militares.

Como se decía, don Fernando salía el día 17 de Génova rumbo a Milán. El séquito se dirigió por el Valle de Pozevera hasta Ottaggio donde harían noche. Al día siguiente, 18 de mayo, pasando por Gavi, llegaron a Novi, a donde vinieron a saludar al Infante el Duque de Feria y el Cardenal Trivulzio (2). El 19 por la mañana el Cardenal-Infante pisó finalmente territorio del Estado de Milán. En la frontera esperaban a don Fernando dos compañías de la guardia, una de lanzas y otra de arcabuceros. El séquito de dirigió entonces a Tortona a comer para después pasar a Voguera donde hicieron noche. Al día siguiente, 20 de mayo, se dirigieron a Pavía, pasando el Po y el Tesino, ciudad en la que permanecería hasta el día 24 en que se dirigieron para Milán. Ese mismo día el Cardenal-Infante hacía su entrada triunfal en la capital lombarda.

La ciudad de Milán en tiempos de Felipe IV. Atlas van Loon.

Don Fernando entró en Milán por la Porta Ticinese entre las salvas de la artillería, la mosquetería y los morteros del Castillo y la ciudad, precedido de una compañía de arcabuceros a caballo de su guardia personal, de los títulos y caballeros, del podestá con los jueces y el vicario del Capitán de justicia, del Colegio de juristas, y después de los doce de la Provisión con su vicario, acompañados de trompetas y todos los dependientes de dicho tribunal. Después venían los fiscales reales y otros tribunales y oficios, seguidos por los Duques de Feria y Nocera y de los Príncipes Doria y Castellón, tras los cuales venía el Cardenal-Infante a caballo, seguido de su caballerizo mayor, el Marqués de Este, y del Marqués de Orani a pie al lado del caballo según su posición de primer caballerizo, y con él los pajes de don Fernando, caballeros de distintos hábitos y todos los demás oficiales de la Caballeriza. Posteriormente, iba el Guión, llevado por don Antonio de la Cueva y Silva, paje de don Fernando, el Duque de Tursis, el Conde de Oñate, el Conde de la Ribera, don Beltrán de Guevara, don Manuel de Guzmán y el Conde de Puertollano. Cerraban este magno acompañamiento de don Fernando cinco compañías de caballos, una de lanzas, dos de corazas y dos de arcabuceros. En fin, toda una demostración de poder y fuerza al más puro estilo barroco la que el nuevo Gobernador General transmitía al pueblo milanés.

Don Fernando atravesaría toda la ciudad entre arquitecturas efímeras y arcos triunfales que celebraban su figura y la de la Agustísima Casa de Austria hasta llegar al Duomo, donde escucharía misa y haría una rogativa por su feliz gobierno.

La Infanta Isabel Clara Eugenia en un grabado del s. XVII. Colección particular de Jordi "El Dissortat".

Más de un año iba a permanecer el Cardenal-Infante como gobernador del Estado de Milán. Se necesitaba todo este tiempo para crear las condiciones políticas necesarias para poder realizar el viaje hacia el norte y para levantar un ejército lo suficientemente numeroso para que pudiera transitar seguro a través de Alemania. Las instrucciones redactadas para cuando don Fernando llegase a los Países Bajos se destinaban a un gobernador general con plenitud de poderes, pero mientras la infanta Isabel Clara Eugenia continuase asumiendo sus funciones, difícilmente podía el Cardenal-Infante ejercer plenamente las competencias que le habían sido atribuidas. Había que buscar, pues, un modus vivendi aceptable para ambos, aunque el Consejo de Estado tenía una preferencia clara por transferir de hecho el poder a don Fernando. Pero el Consejo temía al mismo tiempo fuertes protestas por parte de los súbditos flamencos si “llegasen a entender se trata de menguar en algo la autoridad de la señora infanta, porque el amor y respecto que tienen a Su Alteza es grande, y si penetrasen que se trata de cossa que pueda desautorizarla o disgustarla dandoles otra cabeza sin declarada voluntad suya, podria remover humores” y decidió apelar al sentido de la responsabilidad de Isabel (3). Para poder reaccionar con tiempo a eventuales problemas, el Marqués de Aytona, parcial del Conde-Duque y mano derecha de la Infanta en el gobierno de Bruselas, tenía que informarse, con la debida circunspección y en el mayor secreto, sobre cómo la Gobernadora consideraría el ejercicio compartido del poder. Si no estuviera dispuesta a dar un paso atrás para que don Fernando asumiera el gobierno conjunto o al menos el mando supremo del ejército, Aytona tendría que explicarle que era imposible que un hermano del Rey pudiera residir en los Países Bajos sin el título y el poder debidos a su rango y que la actitud de Isabel pudiera hipotecar la llegada del Cardenal-Infante (4).

Aytona no tuvo ninguna dificultad para convencer a la Infanta. La Gobernadora comunicó inmediatamente que actuaría conforme a los deseos del Rey y el Consejo de Estado. Decidió, en consecuencia, confiar el mando supremo del Ejército de Flandes así como la gestión de todos los medios relacionados con la guerra en los Países Bajos al Cardenal-Infante, mientras que ella conservaría el gobierno político y los presupuestos relacionados. Poco a poco introduciría a don Fernando en los asuntos políticos y éste la consultaría acerca de todas las decisiones militares importantes que debería tomar. En Madrid se daban cuenta de que resultaba difícil distinguir los asuntos políticos de los militares y que esta división artificial podría llevar tal vez a fricciones y conflictos, pero los consejeros confiaban en que ambos se tratarían “como madre e hijo” y que los intereses superiores pesarían más que las posibles ambiciones y sensibilidades personales (5).

La Corte madrileña e Isabel Clara Eugenia siguieron discrepando en el punto de la condición de don Fernando. A finales de 1632, la Infanta había escrito al Rey que “son muy mal vistos aquí los cardenales” y que sería preferible que don Fernando abandonase la dignidad de arzobispo y cardenal, también porque “son muy embarazosas las faldas largas para la guerra y para todo”(6). Pensaba, y con razón, que don Fernando estaría bien dispuesto a desprenderse de la púrpura cardenalicia, ya que “siendo de nuestra cassa seria el primero que fuese clerigo de buena gana”. Pero el Consejo no lo estimaba conveniente. El Arzobispado de Toledo era una fuente de ingresos nada desdeñable, incluso imprescindible, con la que ya no se contaría en caso de que don Fernando abandonase su estado eclesiástico. Este caso se podría considerar si se presentara un partido matrimonial conveniente pero de momento no había que insistir en ello. Aún así, la observación de Isabel Clara Eugenia no carecía de interés y Madrid sabía que más valía que en los Países Bajos don Fernando no se perfilara demasiado como prelado (7).


Fuentes principales:

* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.



Notas:

(1) Víctor Amadeo I (1587-1637). Era hijo del duque Carlos Manuel I de Saboya y de la infanta española Catalina Micaela, hija de Felipe II. Era, por tanto, primo de Felipe IV y del Cardenal Infante.

Víctor Amadeo pasó gran parte de su juventud en España, educándose en la Corte de Madrid. Una vez en el trono ducal tras la muerte de su padre (163), sus relaciones con Madrid se tensaron y entraron en crisis pasando a coaligarse con Francia, casándose con la hermana de Luis XIII, Cristina de Borbón, conocida como la “Madama Reale”. Víctor Amadeo llegó incluso a liderar una liga antiespañola, apoyada por Francia, para echar a los españoles de Italia. Murió a los 50 años tras un banquete para celebrar una victoria sobre los españoles.

(2) Gian Giacomo Teodoro Trivulzio (1597-1656). Hijo de Carlo Emmanuele Trivulzio, Conde Melci, y de Caterina Gonzaga. Fue hecho cardenal en 1629 por Urbano VIII, Grande de España y virrey de Aragón en 1642, presidente del Reino de Sicilia entre 1647-1648 durante el virreinato del V Marqués de los Vélez, virrey de Cerdeña en 1649 y gobernador del Milanesado en 1656.

(3) AGS, E. 2047, f. 21: Consulta del Consejo de Estado, 16 de enero de 1633.

(4) BNM, ms. 1437, 85v: Felipe IV a Aytona, 19 de enero de 1633.

(5) AGS, E. 2047, f.22: Consulta del Consejo de Estado, 10 de septiembre de 1633; AGS, E. 2240, s.f.: Felipe IV a Isabel Clara Eugenia, 20 de septiembre de 1633.

(6) AGS, E. 2151, s.f.: Isabel Clara Eugenia a Felipe IV, 28 de noviembre de 1632.

(7) AGS, E. 2047, f. 50: Consulta del Consejo de Estado, enero de 1633.