Si bien Magallanes fue el descubridor de las Islas allá por 1521, cuando las bautizó como Islas de los Ladrones, no sería hasta 1565 cuando la Corona enviaría una embarcación cuyo fin sería asentar la soberanía del Rey Católico sobre las mismas. Iba al mando Miguel López de Legazpi, quien se limitó a tomar posesión sin llevar a cabo una ocupación efectiva de las islas. El principal motivo que llevó a su abandono momentáneo fue que el territorio no ofrecía ninguna ventaja económica frente a las mercancías que podían obtenerse en Manila como centro del mercado oriental, no había sedas, ni especias, ni porcelanas. El comercio oriental y los fuertes ingresos procedentes de las Indias satisfacían sobremanera los intereses de la Corona. Ello explicaría el porqué no se realizaron asentamientos durante todo el siglo XVI. Habría que aguardar hasta la segunda mitad del XVII para que se estableciera la primera misión en las islas.
Durante la primera mitad del seiscientos, la Compañía de Jesús se había extendido a lo largo de todas las posesiones españolas en América y Filipinas. A ella pertenecían los primeros misioneros que llegaron a la Micronesia y el principal artífice de la evangelización de las Ladrones, el padre fray Diego Luis de San Vítores (o Sanvitores). Hijo del hidalgo Jerónimo de San Vítores y de doña María Alonso de Maluenda, San Vítores nació en Burgos el año de 1627. Aunque su padre intentó que su hijo siguiera el camino de las armas, el joven Diego tomó el hábito y en 1662 partió como misionero hacia las Filipinas, pasando por la Nueva España.
En su camino hacia Manila, San Vítores hizo una escala en la Isla de Guam (o Guaján) en junio de 1662. Allí pudo comprobar el estado de abandono en el que se encontraba la población indígena. En ese momento decide hacer todo lo posible para regresar y ocuparse de ellos. Su vida se transformaría entonces en una lucha contra las autoridades para obtener los permisos necesarios para establecerse en Guam (1). El 18 de julio de 1664 escribiría una carta a Felipe IV solicitando permiso para establecer una misión en las Ladrones (2). Sin embargo, su petición fue denegada por tres razones: que había más almas que salvar en las Filipinas que en las Ladrones, que no había más dinero para una nueva misión y que todos los buques que pretendían partir de Manila con rumbo a las Ladrones se habían suspendido. Lejos de desanimarse, San Vítores escribió una nueva carta en la que instaba a establecer una misión en las Ladrones con la mayor brevedad (3). Para ello, hizo uso de sus conexiones familiares en la Corte, escribiendo a su padre, que era administrador del Tesoro Real de Sevilla. Éste hizo un llamamiento al confesor de la Reina, el padre fray Everardo Nithard, perteneciente a la Compañía al igual que su hijo. Finalmente, y a través de la intercesión de la reina doña Mariana de Austria (previamente convencida por su confesor), Felipe IV firmó una real cédula el 14 de junio de 1665 autorizando a fray Diego Luis de San Vítores a establecer una misión en las Islas de los Ladrones. En gratitud por la ayuda de la Reina, San Vítores rebautizaría a las Ladrones como Islas Marianas (4).
Para su misión en las Islas Marianas, fray Diego Luis de San Vítores reclutó a 19 indios devotos de las Filipinas y a 12 españoles. Los indios, compuestos por tagalos, pampangos y visayas, estaban encabezados por Juan de Santa Cruz, un noble nacido en Indang, Cavite. Santa Cruz trajo consigo a su mujer, su hermana y su sobrino, llamado Pedro Juan de la Cruz (5).
Los indios filipinos eran Francisco de Mendoza y Esteban Díaz, que iban a servir como intérpretes; Pascual Francisco, tejedor; Andrés Ysson, campesino; Juan Santiago y Felipe Tocsan, ambos cantantes y Andrés de la Cruz, un niño soprano; Domingo de la Cruz, Juan de los Reyes, Domingo Mindoro, Damián Bernal, Nicolás Figueroa, Pedro Calungsod, Hipólito de la Cruz, Gabriel de la Cruz, Agustín de la Cruz, Felipe Sonsón y un tal Ambrosio (6).
El 7 de agosto de 1667, fray San Vítores se embarcó en Manila rumbo a Nueva España para conseguir dinero y otras cosas necesarias para su misión. Finalmente, el 23 de marzo del año siguiente partía de Acapulco rumbo a las Marianas a bordo del patache San Diego. Con él viajaban otros cinco jesuitas: fray Luis de Medina, fray Tomás de Cardeñoso, fray Pedro de Casanova, fray Luis Morales y el hermano Luis Bustillo.
El 15 de julio de 1668 el San Diego llegaba a la Isla de Rota, para posteriormente dirigirse a Guam, la mayor de las Marianas. Al día siguiente se llegó a las Islas Alupat, frente a la bahía de Agaña (capital de Guam). El capitán del patache, Bartolomé Muñoz, ofreció dejar a unos cuantos militares como escolta, sin embargo, los misioneros rechazaron la oferta. Muñoz finalmente les dio dos mosquetes para que los utilizasen como autodefensa.
Quipúha, el jefe principal de aquellos insulares conocidos como chamorros, acogió favorablemente a San Vítores. Éste fue bautizado y se le dio el nombre de Juan. La primera Iglesia fue dedicada al Dulce Nombre de María, inaugurándose el 2 de febrero de 1669; igualmente, se cristianizaron los nombres chamorros de las islas.
No obstante, y a pesar del éxito de los jesuitas en sus primeros intentos por cristianizar el archipiélago, pronto comenzaron a surgir conatos de rebelión contra la presencia española, principalmente dirigidos por Choco, un chino radicado en las islas que poseía un gran ascendiente sobre los chamorros (7), y que veía cómo la nueva religión iba calando poco a poco entre los indígenas. En esta primera revuelta Choco argumentaba que el agua bautismal estaba envenenada y que, por tanto, todos los niños que fueran bautizados morirían irremisiblemente
El primer problema serio que se les planteó a los jesuitas sucedió seis meses después de su llegada, cuando en octubre de 1668 en la Isla de Tinian un grupo de rebeldes seguidores de Choco atacó la misión allí establecida hiriendo al Padre Morales y asesinando a sus dos compañeros. Poco después, el propio San Vítores se dirigió a la Isla, que rápidamente fue pacificada.
En estos primeros momentos, y como superior de la misión, San Vítores tenía autoridad en asuntos espirituales, políticos, civiles y eclesiásticos, si bien el ramo militar quedaría en manos de los comandantes militares nombrados por el Gobernador General de Filipinas. En este sentido, el capitán Juan de Santa Cruz había tomado posesión del cargo de comandante de las Marianas el 16 de junio de 1669, siendo el primer gobernante militar del archipiélago.
Las Islas de los Ladrones pasaron a denominarse, como quedó dicho más arriba, Islas Marianas, en honor a doña Mariana de Austria, quien fundó la Obra Pía de San Juan de Letrán, dotada con 3.000 pesos al año; dicha concesión la había dado la Reina en 1663 siendo un dinero procedente de las Cajas de México. Con esta dotación económica se puso en marcha un sistema educativo que perdurará durante toda la presencia española, siendo fundado en 1669 el colegio masculino de San Juan de Letrán, donde se impartirían religión, trabajos manuales y música. En la escuela de niñas, radicada primero en Fina y poco después en Agalla, comenzó enseñándose religión y tareas domésticas.
Como resultado del impacto de la llegada de los nuevos colonizadores, en 1671 estallaron las llamadas “guerras chamorras” que en Guam se prolongaron hasta la ofensiva española de 1684, mientras que en el resto de las islas del norte se prolongarán hasta 1695. La razón se debe al menor interés en las islas del norte por parte de las autoridades españolas, centradas prácticamente en la principal isla del archipiélago. La situación no era de guerra continua sino de levantamientos puntuales de oposición a una progresiva dominación española que acabaría imponiéndose.
Los hechos se suceden rápidamente: en 1671 es asesinado en Saipán el padre Luis de Medina, retirándose los españoles de las islas del norte hasta las nuevas ofensivas de 1680, cuando José Quiroga fue enviado a las Marianas como comandante de la guarnición (8).
El 2 de abril de 1672 es asesinado San Vítores por un noble indígena llamado Matapang, que le acusaba de haber bautizado a su hija en contra de su voluntad, si bien este hecho habría que enmarcarlo en el descontento generalizado en contra de los españoles. En mayo tomaba posesión el nuevo comandante del archipiélago, el capitán Juan de Santiago, quien desempeñará el cargo durante dos años, siendo sucedido el 16 de junio de 1674 por el último de los comandantes militares, Damián de Esplana, un criollo peruano, nombrado por el Gobernador General de Filipinas, Manuel de León. Al frente de un pequeño ejército, estableció en las islas un gobierno militar.
Llegado a bordo del Galeón de Acapulco, el capitán Francisco de Irisarri, tomó posesión de su cargo el 10 de junio de 1676 para detentarlo durante dos años. Éste inauguró la época de los gobernadores militares como máximas autoridades de las Islas Marianas. Sin embargo, será el teniente de maestre de campo, Antonio de Saravia, el primer gobernador nombrado directamente por la Corona por cédula real de 6 de agosto de 1679 (9). En esa misma fecha, el Consejo de Indias estableció la jurisdicción administrativa de las Islas Marianas bajo el Virreinato de Nueva España y la Audiencia de Filipinas.
Antonio de Saravia partió de Cádiz y vía México, llegó a las Marianas en junio de 1681, estableciendo un gobierno político-militar en las islas. Desde entonces, quedó establecido el situado que el virrey de Nueva España debía remitir anualmente a las Marianas para pagar a los soldados y gobernadores y, en definitiva, para mantener las islas.
Fallecido Saravia en 1683 por enfermedad en las islas del norte en su visita a las mismas para pacificarlas, será sucedido por Damián de Esplana el 3 de noviembre de ese año, que será el responsable de poner fin a las guerras chamorras, inaugurando una nueva etapa en las Islas Marianas.
Fuentes principales:
* González Enríquez, María de la Cerca: “Guam: Recuerdos del 98”. Anales del Museo de América, 1998.
* Pozuelo Mascaraque, Belén: “Presencia y acción españolas en las Islas Marianas (1828-1899)”. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, 1997.
* Viana, Augusto V. de: “Filipino natives in seventeenth Century Marianas: Their role in the establishment of the Spanish missions in the islands”. Micronesian journal of the humanities and social sciences. Vol. 3, nº 1-2. 2004.
Notas:
(1) Según Francisco Coello en su obra “La conferencia de Berín y la cuestión de las Carolinas” (Madrid, 1885), la intención de San Vítores era mucho más vasta. Su deseo era evangelizar las Marianas, el Japón, las Carolinas hasta llegar al sur a las Salomón y Australia.
(2) AHN (Archivo Histórico de la Nación, México). Diversos, legajo 385, fol. 99.
(3) AGI (Archivo General de Indias). Fil. 82, 2-15-37.
(4) AGI Fil. 82-2-29, Memorial de Fr. San Vitores a la Reina, julio de 1667.
(5) RAH 9/2676 Doc. No. 5, Carta de Fr. Pedro Casanova a Fr. Gabriel Guillen, San Juan, Marianas, 17 de junio de 1668.
(6) RAH 9/2676. Requerimientos de la misión a las Marianas dictadas por Fr. Sanvitores.
(7) La figura de Choco ha sido destacada por numerosos autores, coincidiendo en que fue el primero en oponerse al poder de los jesuitas. Ver Sánchez, Pedro C.: “Guaijan- Guam. The history of our island”. Agaña, Sánchez Publishing House, 1991, p. 38.
(8) Para más información consúltese Morales, Luis de: “The Great Spanish-Chamorro War”, Pacific Profile. Guam, 1964.
(9) En otras fuentes consultadas la Real Cédula sería del 13 de noviembre de 1680. En Coello de la Rosa, Alexandre: “Colonialismo y santidad en las Islas Marianas: los soldados de Gedeón (1676-1690)”. HISPANIA. Revista Española de Historia, 2010, vol. LXX.