jueves, 26 de enero de 2012

Don Juan José de Austria y la revuelta napolitana de 1647 (Parte I)

1. Presunto retrato de Masaniello, obra de Domenico Gargiulo (c. 1647). Museo San Martino de Nápoles.


En 1647, en medio de un ambiente de epidemias, hambre y sequía, el virrey de Nápoles, Duque de Arcos, gravó la fruta, alimento y principal comercio de la población napolitana. La reacción del pueblo no se hizo esperar, y en julio una serie de sublevaciones populares, encabezadas por Tommaso Aniello, más conocido como Masaniello, exigieron, frente al palacio del Virrey, la supresión de las gabelas, al tiempo que dirigían ataques contra la nobleza.

Sin embargo, esta revuelta que acababa de estallar en Nápoles se había ido gestando desde finales del siglo XVI. En el Reino partenopeo, las estructuras feudales habían sobrevivido, de modo que cualquier iniciativa que había intentado actuar independientemente de ellas, había sido abortada. Además, los derechos típicamente señoriales, se vieron fortalecidos por la enorme disgregación social existente, lo que facilitó, de hecho la aparición de diversos partidos al frente de los tumultos.

Este proceso involutivo que vivía la Italia meridional, está íntimamente conectado con la política allí practicada, especialmente en el período comprendido entre 1636 y 1647. Así, el incremento de la deuda pública, la intensificación de las presiones fiscales y la intervención de Nápoles en las empresas de la Monarquía española, se agravaba con la injerencia de los señores feudales (los barones) en la administración pública.

Ya en las dos últimas décadas del siglo XVI surgió una corriente de oposición popular frente a la alianza Corona-Nobleza que se tradujo en la revuelta de 1585, cuya causa inmediata fue la decisión de los Electos (1) de aumentar el precio del pan en la capital. Mientras tanto, la Administración había autorizado, poco tiempo antes, la exportación de más de 400.000 túmulos de trigo a España.

Tras la revuelta de 1585, se alivió ligeramente la carestía de los alimentos napolitanos pero, poco después, el precio del pan siguió subiendo. “En 1591 se produjeron conatos de motín en la Plaza de la Sellería” (2).

Las consignas revolucionarias, reflejadas en carteles y pasquines, tuvieron escaso eco popular y degeneraron en el bandidaje cuyo blanco fundamental eran los ricos. Tanto laicos como eclesiásticos, fueron víctimas de la extorsión.

Los bandoleros del Abruzzo se reagruparon, constituyendo una organización única, bajo el mando de Marco Sciarra. En las ciudades, la actividad de Sciarra empezó a interpretarse como un movimiento de rebeldía frente a España; de ahí las simpatías que despertaba en diversos sectores napolitanos que anteriormente se habían mostrado reacios ante las acciones de otros bandoleros.

Debido al cariz político de esta banda de guerrilleros, el gobierno tomó una serie de medidas encaminadas a romper el lazo existente entre los campesinos y los bandoleros: se destruyeron aldeas y se crearon milicias auxiliares en los municipios. Por su parte, la Iglesia, participó activamente en la represión del bandidaje. Incluso, se llegó a proponer que fuera un obispo el encargado de imponer la ley en el Abruzzo.

Lo cierto, es que la revuelta napolitana de fines del siglo XVI y sus aspiraciones de independencia frente a la Monarquía de España, no llegaron a triunfar debido a la disgregación social existente en el Reino y a la falta de un programa político-social coherente que garantizara una movilización unitaria de fuerzas.


2. Vista de Nápoles (1647), obra de Didier Barra.


Ya en el primer tercio del siglo XVII, la deuda pública napolitana había alcanzado unas cifras insuperables. Este vacío en las arcas del Estado, trató de subsanarse por diferentes vías: venta de cargos, venta de tierras de realengo, aplicación de impuestos extraordinarios, etc. Sin embargo, estas medidas, eran insuficientes para contrarrestar la continua petición de ayuda por parte del Rey. No en vano era “Nápoles la metrópoli del Mediterráneo occidental, barbacana frente al turco y cabeza, con Castilla, de los recursos demográficos y económicos en que se basaba el poderío europeo del Rey de España” (3).

Precisamente, las levas de soldados en Nápoles, solicitadas por la Monarquía para sus guerras por Europa, provocaban auténticos tumultos, de ahí que se recurriera, con frecuencia, al uso de la fuerza.

En el primer tercio del siglo XVII se inició también una corriente de oposición al Gobierno entre las altas esferas nobiliarias, contrarias a la política financiera que se estaba llevando a cabo. Este movimiento, con carácter cerrado y corporativista, rechazaba cualquier acuerdo con otras fuerzas sociales y tuvo como consecuencia fundamental, la suspensión del parlamento, que no volvió a reunirse después de 1642.

Sin embargo, y a pesar de todo lo dicho, los gritos de combate de los primeros momentos de la revuelta de 1647 no parecían presagiar el cariz independentista que después tomaría la misma: ¡Viva la Virgen del Carmen!, ¡Viva el Rey!, ¡Abajo los malos gobiernos!

Surgieron así dos focos insurrectos de orígenes político-sociales bien diferentes: la conjura nobiliaria, por un lado, y la insurrección popular, por otro. Ambas discurrieron de forma paralela sin llegar jamás a unificarse para alivio del Virrey.

Massaniello fue asesinado por el propio pueblo napolitano. Tras su muerte, la rebelión adoptó un carácter separatista. En apariencia, el nuevo caudillo era el Príncipe de Massano, quien realmente, intentaba la reconciliación entre el pueblo y el Duque de Arcos. Pero, quien verdaderamente manejaba la rebelión era Francia, cuyos bajeles y galeones se acercaban a Nápoles. Asimismo, después de varios meses de apresto y viaje, se aproximaba la Armada española.

Efectivamente, en la primavera de 1647 tuvo lugar la preparación de la Armada en Cádiz. “El Conde de Castrillo, del Consejo de Estado de su Magestad Presidente de su Consejo de Indias... acudió en persona por su Real orden al despacho de la Armada” (4). Esta constaba de seis galeras, treinta y un bajeles de guerra y ocho de fuego. En ellos se embarcaron 3.531 hombres de guerra y 3.427 de mar. A este contingente, debían unírsele las galeras de las escuadras de Nápoles, Sicilia y Génova.

Una Instrucción Real de 17 de abril, mandaba salir a don Juan José cuanto antes de los puertos andaluces, al frente de la Armada. Simultáneamente llegaban noticias de la preparación de la Armada francesa en Marsella y Tolón.


3. Retrato de don Juan José de Austria, anónimo madrileño del siglo XVII.


Don Juan José se embarcó el 5 de mayo, partiendo el día 7 en que el tiempo se presentó más favorable. Llegaron, entretanto, despachos del Rey con noticias sobre la llegada a Cataluña de embarcaciones francesas con intención de atacar Tarragona o Tortosa. Por ello, don Juan José se dirigió rápidamente a Tarragona, pasando por Peñíscola donde supo que el Príncipe de Condé “(informado, sin duda, de la calidad y resolución conque venia la armada de España a estorvarle sus intentos de la marina) havia mudado su primera disposición con ponerse sobre Lérida, y que las galeras y navios, que hablan porteado gente y artillería dos vezes a Barcelona havian buelto a Francia desde los siete de mayo” (5).

Esta noticia le fue confirmada a don Juan a su llegada a Tarragona. Sin embargo, parte de los efectivos de la Armada, desembarcaron para garantizar la seguridad de Tarragona y Tortosa.

Gracias a la resistencia del Gobernador de Lérida, don Gregorio de Brito y a los padecimientos de los agresores ante la dilación de la empresa, los desembarcados volvieron de nuevo a ponerse en camino hacia Nápoles, con órdenes expresas de enfrentarse con la Armada francesa si ésta se encontraba en su camino.

La Armada se dirigió a Cerdeña. De allí llegó a Nápoles la noticia de la próxima llegada de la Armada española a la ciudad y las manifestaciones, al respecto, no se hicieron esperar. Eran continuos los corrillos de la plebe en todas las plazas y especialmente en los muelles. Los más pertinaces eran partidarios de mantener a toda costa sus razones, mientras otros, especialmente las clases medias, proponían luchar por el mantenimiento de los puntos más esenciales, como eran, la abolición de las gabelas, la igualdad de votos con la nobleza y el perdón general.

Sin duda, lo que más influyó en las clases medias napolitanas, fue el comportamiento de Sicilia. La isla, por otro lado, “granero” de España, había sido gravada bajo Carlos I, Felipe II y Felipe III, con impuestos muy ligeros, siendo respetados sus privilegios. Bajo Felipe IV y a tenor de las necesidades bélicas, se dispuso que los sicilianos debían colaborar también en llevar el peso de las cargas. Por ello, también en Sicilia se fijaron tasas sobre los artículos de primera necesidad (aceite, harina, carne, vino) pero que sólo recayeron en pobres y forasteros, mientras los nobles y clérigos mantenían sus privilegios de exención.

Así pues, las características constitucionales de la isla, por un lado, y los desórdenes de la Administración, por otro, fueron el detonante de la revuelta en Sicilia. Sin embargo, los sicilianos, tras haber exigido el cumplimiento de 49 capítulos de contenido semejante a los de Nápoles, finalmente se contentaron con la abolición de las gabelas sobre los productos comestibles y el perdón, contagiando, sin duda, su moderación, a las clases medias napolitanas.

En este ambiente revolucionario, tuvo lugar la llegada el 1 de octubre de 1647, de la Armada Real con don Juan José de Austria al frente. El virrey Duque de Arcos informó al de Austria de cuanto estaba aconteciendo en Nápoles. En la ciudad habían surgido tantos partidos como cabecillas principales tenía la insurrección. Cada uno de ellos utilizaba toda clase de artificios para engrosar sus filas. Entre todos destacaba, sin duda, Genaro Annese, armero de oficio, el cual, utilizaba su tienda para propagar panfletos y avisos, al tiempo que planeaba un especial gobierno democrático para su patria.

Ante la noticia de la llegada de don Juan, proliferaron los discursos en pro y en contra de los españoles. Para unos, significaba una opresión, una tiranía, la dependencia de España:

Es sin duda que el Príncipe viene con el mando de aquélla armada merece por quien es que se considere, mas quisiera, que también sus fines nos la hicieran considerable y que por los mismos midiéramos nuestras atenciones. El venirnos a buscar dexando a la armada francesa y a los presidios de Puerto Lengón y Piombin a sus espaldas, harta señal es que nos tiene por mas enemigos de su padre, bien de los de confirmar nuestro alivio assi señores no haya sido acordarnos con magnanimidad memorable en los siglos de lo que pagamos al Rey de mas de lo que le desviamos por nuestros fueros y de lo que debemos a la patria” (6).

Sin embargo, para otros, era crucial tratar de desplazar del escenario napolitano una guerra civil que a nadie iba a beneficiar.

Nada más llegar a Nápoles, don Juan José redactó un informe dirigido al Rey acerca de la situación encontrada allí para justificar su decisión de apaciguar primero la ciudad, en lugar de reducir Puerto Longón y Piombino, que era la orden prioritaria que traía del Rey.

En los días sucesivos, se recrudecieron los combates ya que el virrey Duque de Arcos, se mostró partidario de utilizar la fuerza para reducir a los sediciosos.

Todo daba a entender que, yendo a una don Juan de Austria y el severo e irascible Duque de Arcos, acabarían por ahogar aquélla rebelión en un mar de fuego y de sangre. Pero no fue así”.

Efectivamente, aunque las órdenes de don Juan José eran las de ajustarse en todo al Virrey, sin embargo, bien por ingenio, bien por deseos de acabar pronto con las discordias, o bien, por su ambición de gloria, lo cierto es que el real bastardo se avino a negociar a espaldas del Virrey. El 12 de octubre de 1647, don Juan llamó en secreto a los ministros del gobierno para consultarles sobre la conveniencia de relevar al Duque de Arcos del mando, como vía más segura para reducir los ánimos, puesto que el pueblo le odiaba.

Enterado de éstas maquinaciones, el Duque de Arcos trató de negociar con los amotinados, por su cuenta, mediante el cardenal Ascanio Filomarino, pero éste rechazó el papel de mediador. En enero de 1648, el Duque de Arcos dejaba el gobierno, siendo asumido éste por don Juan.

Desde España, llegó una cédula real confiriendo el Virreinato de Nápoles al Conde de Oñate, a la sazón embajador ante la Santa Sede, circunstancia que aprovechó don Juan José para escribirle suplicándole obtuviera del Papa, el rápido envío de un legado para que mediara en la paz. Pero el Papa, que había detectado la presencia francesa en Nápoles (Duque de Guisa), se negó a ello.

En marzo de 1648, el Conde de Oñate pasó a Nápoles (7). Entretanto, muchos napolitanos empezaron a declararse contra el Rey de España, aclamando como Dux de la Serenissima Repubblica di questo regno di Napoli a Enrique de Lorena, Duque de Guisa.

(Continuará)

Ficha Principal:

* Castilla Soto, Josefina: “La revuelta napolitana a mediados del siglo XVII y don Juan José de Austria”. Revista de la Facultad de Geografía e Historia, nº 4, 1989, pp. 195-206.


Notas:

(1) El Consejo de los Electos era, junto con el Parlamento, el máximo órgano de gobierno. Era de constitución nobiliaria, a excepción de un representante del pueblo que fue incluido ya en tiempos de Carlos VIII de Francia.

(2) R. Villari: “La revuelta antiespañola en Nápoles. Los Orígenes (1585-1647)”, Madrid, Alianza Universidad, 1979, p. 60.

(3) J. Alcalá-Zamora y Queipo de Llan: “La Política exterior” (s. XVII). Historia 16, año IV, Extra XII, Madrid diciembre 1979, p. 64

(4) B.N., Mns. 2378, fol. 49.

(5) Ibidem, fol. 53.

(6) Ibidem, fol. 121. Discurso de un letrado, amigo de Gennaro Annese.




20 comentarios:

  1. Ya ha salido el curioso personaje del aventurero duque de Guisa, del que imagino que nos hablará usted ampliamente en próximas entradas. Un tipo que me divierte bastante, y al que recuerdo haber dedicado nada menos que 12 posts en la corte.

    Feliz día

    Bisous

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  2. Don Juan José siempre dispuesto a apagar fuegos; parece que este era su comitido en la monarquía hispana. Excelente narración de la revuelta de Masaniello en Nápoles contra la monarquía hispánica. En muchas revoluciones, Muchos de sus lideres fueron asesinados por su propio pueblo, traicionados por dinero del enemigo, como fue el caso. Precisamente, una representación de una obra de teatro en 1848 en Nápoles que hacía referencia a Masianello, prohibida por las autoridades austriacas dio origen a la revuelta de 1848 en Italia. Magnífica entrada tan documentada. Un abrazo, Carolus.

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  3. Un tio inteligénte Juan José, tener mano izquierda es mucho más útil que una confrontación armada directa... aquello de que es preferible un mal acuerdo antes que un buen combate... aunque al final creo que tiros hubo pero eso ya nos lo contarás en la siguiente entrada... :)

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  4. Es un tema interesante para conocer los intereses estratégicos de España en el Mediterráneo. Usted lo explica a la perfección.

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  5. ...y al final los franceses metiendo las narices en el Nápoles español, como tantas veces antes. Un saludo.

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  6. A Juan José de Austria le tocaba siempre, como se dice popularmente, "bailar con la más fea" o "comerse el marrón", solo que su capacidad diplomática y su buena mano izquierda, sabía imponerse y sortear casi siempre los problemas con éxito. Esta no era precisamente una empresa fácil.
    Un saludo.

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  7. Echaba de menos un artículo de este tipo, Alberto. Seguiré con entusiasmo esta revuelta napollitana.

    Un abrazo.

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  8. Interesante entrada sobre la rebelión de Nápoles, muy bien documentada y narrada. Espero con gran interés la continuación, pues reconozco desconocer esta parete de la historia.
    Un saludo.

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  9. Leer: ¡Viva el Rey!, ¡Abajo los malos gobiernos!, ya me ha traído malas sensaciones, así empezaron también en América.

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  10. Madame: desde luego que sí, el Duque de Guisa fue un aventurero con aires de grandeza...un noble en busca de un reino que nunca consiguió conquistar.

    Un beso.

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  11. Paco: desconocía que la revuelta italiana de 1848 estallase después de una representación de una opera basada en la vida de Masaniello...muy interesante.

    Gracias por la info ;)

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  12. JOsé Luis: los buenos negociadores eran tan necesarios como los buenos generales.

    Un abrazo.

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  13. DLT: Francia siempre estaba metida donde pudiese hacer daño a los dominios del Rey de España.

    Un saludo.

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  14. Cayetano: la vida de don Juan fue una continua lucha contra la adversidad...uno de nuestros últimos grandes hombres.

    Un saludo.

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  15. Jordi: me alegro que te haya gustado...espero no defraudarte ;)

    Un abrazo.

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  16. Valverde: me alegra que vayas a descubir algo bueno entonces.

    Un saludo.

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  17. Eduardo: así es, un típico grito del Antiguo Régimen.

    Un abrazo.

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  18. Muy interesante....
    Tal vez os apetezca conocer la colección Breve Historia y su página de facebook, donde ahora sortean en primicia Breve Historia de Roma y Breve Historia de los Cátaros.
    Un saludo y gracias!!!
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