martes, 17 de abril de 2012

¿Cuánto tiempo va a tardar en actuar el Gobierno?

¿Cuánto tiempo va a tardar el señor Rajoy en actuar contra el ULTRAJE que el gobierno de la señora Kirchner ha perpetrado contra los intereses económicos españoles?

Hace pocos días vimos como el Ministro de Asuntos Exteriores, señor García-Margallo, en una contundente rueda de prensa aseguraba que cualquier acción contra Repsol-YPF significaba un atentado contra España y su soberanía...pero, ¿en qué ha quedado todo?

La expropiación de YPF, no sólo atenta contra nuestra soberanía e intereses, sino que además supone una violación de las leyes de libre mercado y ponen al Gobierno de la señora Kirchner en la línea de "republicas bananeras" como la del señor Chávez, el señor Morales o comunismo hereditario de los Castro. Un país que quiere figurar entre el grupo de naciones que deben liderar el cambio económico-social de Latinoamérica no puede y no debe tomar acciones de este tipo.

Pero, ¿qué debe hacer el gobierno español? Las acciones parecen claras y se resumen en guerra económica y ruptura de relaciones diplomáticas:

- Expropiación de empresas argentinas o en su lugar paralización de su actividad en suelo español.

- Cierre del espacio aéreo español a Aerolíneas Argentinas.

- Veto de exportaciones a suelo español (y europeo, trámite UE) de cualquier producto argentino.

- Cancelación y paralización de nacionalizaciones, documentación y otras acciones legales de ciudadanos argentinos en España.

- Fin del apoyo diplomático español en el conflicto de las Malvinas.

- Congelación de todo acuerdo/pacto económico vigente con Argentina.


¿Podemos imaginarnos que hubiese pasado si este ATENTADO se hubiera sido realizado contra Reino Unido, Francia o EE.UU.? ¿Cuánto tiempo habrían tardado los buques militares de estas naciones en plantarse en el puerto de Buenos Aires?

Hay que actuar YA señor Rajoy.




lunes, 9 de abril de 2012

Don Juan José de Austria y la crisis política de comienzos de la Regencia (parte II)

1. Castillo de Consuegra, residencia oficial de don Juan José de Austria y lugar desde donde se escribió su famosa carta dirigida a la reina doña Mariana de Austria.

El 27 de junio de 1668, don Juan comunicó a la Reina que los médicos le aconsejaron no fuese a Flandes ya que padecía de una destilación en el pecho y si pasaba a aquellas tierras, en breve tiempo le acabaría la vida (1). Explica el secretario de don Juan, don Mateo Patiño, a don Manuel de Belmonte, residente en Amsterdam: “desde la Coruña di avisso a Vm. de los motivos que a S.A. habían obligado, para escussarse del passaje à Flandes, que siendo el principal, la falta de salud, y aquel Pais tan mal a propósito para sus achaques hubo de elegir el de sus prioratos donde con la sequedad del, se halla algo aliviado” (2). Ante esta renuncia don Juan recibió órdenes de la Reina de recluirse en Consuegra, su residencia oficial, hasta nueva orden (3). Desde Consuegra don Juan no cesó de fomentar la oposición al padre Nithard, máxima personificación del poder en esos momentos, a cuyos desaciertos atribuía, y así lo creía también la opinión pública, los desastres de Flandes y la pérdida de Portugal que por el Tratado de Lisboa (13 de febrero de 1668) fue reconocido como reino independiente.

El 13 de octubre el capitán Pedro Pinilla declaró a la Reina que durante la campaña de Portugal, don Bernardo Patiño, hermano del secretario de don Juan, don Mateo Patiño, le había propuesto la entrada en una conjura contra el padre Nithard, urdida por don Juan. El 14 de octubre, se encarceló a don Bernardo Patiño, que acabó por confesar. Patiño fue acusado, no sólo de conspirar contra Nithard, sino contra la misma Reina. Se le atribuyó el intento de recluirla en un convento, secuestra al Rey-niño y entregar la regencia al bastardo.

El 19 de octubre, la Junta de Regencia dictó la detención de don Juan de Austria. El Marqués de Salinas, capitán de la Guardia Española, recibió encargo de reunir 80 capitanes de caballo, citándoles para la madrugada del domingo 21 de octubre. La mayoría de los capitanes, sin embargo, se negaron a seguirlo hasta Consuegra. Cuando llegó el Marqués de Salinas a Consuegra con un destacamento de tropa, sólo pudo constatar que aquél que había de detener y conducir al Alcázar de Segovia se había ausentado. Advertido a tiempo, don Juan huyó de Consuegra, seguido de 60 servidores. El aviso de lo que le amenazaba le llegó en la mañana del sábado, prueba evidente de que se le había expedido desde Madrid horas después de tomar la Junta sus secretísimas resoluciones.

Antes de partir, don Juan escribió su famosa carta a la Reina. Cabe señalar que existe cierta discusión en cuanto a la fecha de la huida, y por consiguiente, la fecha en la que fue redactada la carta. En la copia de una carta dirigida a don Juan y escrita por un criado suyo desde Consuegra, en la que le da cuenta de las novedades, se lee: “Despues que V.M. salio de esta villa aquel sábado de octubre en la noche” (4), es decir, la noche del sábado 20 de octubre. Si es verdad que don Juan partió el 20, la fecha de la carta sería posdata.

Sea como fuere, el caso es que al llegar a Consuegra, el Marqués de Salinas encontró únicamente la que es la carta más famosa escrita por don Juan y que, por su importancia, histórica transcribo íntegramente:

Señora,

La tiranía del Padre Everardo; y la execrable maldad que ha extendido, y ha forjado contra mí, habiendo preso á un hermano de mi Secretario, y hecho otras diligencias con ánimo de perderme, y esparcir en mi deshonra abominables voces; me obliga á poner en seguridad mi persona. Y aunque en esta acción parezca á primera vista culpado, no es sino de finísimo vasallo del Rey, mi señor, por quien daré siempre toda la sangre de mis venas, como, siendo Dios servido, conocerá V.M. y el mundo más fundamentalmente desde la parte donde me encamino; y en prueba de esto, declaro desde luego á V.M. y á quantos leyeren esta carta, que el único motivo verdadero que tuve para no pasar á Flandes, fue el apartar del lado de V.M. esta fiera tan indigna por todas razones del lugar tan sagrado que ocupa; habiéndome inspirado Dios á ello con una fuerza más que natural desde el punto que oi la horrible tiranía de dar garrote á aquel hombre inocente con tan nefandas circunstancias; hasta cuyo accidente es cierto estaba también en deliberado ánimo de pasar á aquellos estados, no obstante el conocimiento con que iba de lo que dexaba á las espaldas. Esta acción medité, dispuse, y pensaba executar sin escandalo, ni violencia, mientras no fuese necesaria otra que la precisa para conseguir el intento de separarle de lado de V.M., y no su muerte; como su mala conciencia le ha hecho temer; porque aunque según la mia, y lo que toda razon pedia, debia quitarle la vida por las causas comunes del bien de esta Corona, y particulares mios, y para ello he tenido no solo repetidas opiniones, sino instancias de grandísimos Teólogos, no he querido aventurar la perdición de una alma, que tan probablemente había de ser arrebatada en mal estado, anteponiendo los riesgos y trabajos de mi persona al deseo de hacer á Dios este sacrificio, que espero de su infinita misericordia me pagará con dar feliz logro á mi justa intencion; que es y será la misma hasta perder el último aliento de mi vida, por hacer á mi Rey, y á mi patria este gran servicio. A este fin, señora, y no por la apreension de los peligros que podia correr en Consuegra, voy á ponerme en parage y postura, donde asegurado del cruel ánimo de este mal Jesuita, cuyas máximas perniciosas y detestables son las que siguen todos los de su ropa, pueden ser mas entendidas de V.M. mis humildes representaciones, que siempre serán encaminadas á la expulsión de esta peste, sin mas interés mio (después de la reparacion de mi honra) que el de librar estos reynos de ella, y de las calamidades y trabajos que por su culpa padecen los pobres y oprimidos vasallos. No he querido encaminarme á esa Corte, aunque he podido hacerlo con sobrada seguridad: porque en la ligereza con que los pueblos se mueven, y aprenden las cosas, no sucediese algun escándalo de irreparable inconveniente al servicio de V.M. Suplico á V.M. de rodillas, con lagrimas del corazon, que no oyga V.M. ni se dexe llevar de los perversos consejos de este empozoñado basilisco; pues si peligra la vida de mi Secretario, ó de otra qualquiera persona que me toque ázia mi, ó á mis amigos; ó si á los que en adelante se decláren por mios, que es lo mismo que por buenos Españoles y fieles vasallos del Rey, se intentáre con escritos, órdenes ó acciones, hacer la menos violencia ó sinrazón: pretexto á Dios, al Rey mi señor, á V.M., y al mundo entero, que no correrán por mi cuenta los daños que pudieren resultar á la quietud pública de la satisfaccion que me será preciso tomar en semejantes casos, poniendo en execucion lo que sin algunos de estos motivos no pensára jamas conmover. Y al contrario, si V.M. (como fio de la divina misericordia) suspendiere mi juicio y sus deliberaciones hasta recibir segundas noticias mias, es cierto que todo se dispondrá á entera satisfacción de V.M., y se hará con quietud y sosiego el mayor servicio de Dios, del Rey nuestro señor, y bien de sus vasallos; cuya mira es la única de todas mis resoluciones. Y en la hora en que el mas fiel amigo viese en mi la mas leve muestra que desdiga de esta obligacion, le exòrto sea el primero á quitarme la vida. Dios guarde y prospere la de V.M. para bien de estos Reynos. Consuegra 21 de Octubre de 1668. = Su mas humilde criado y vasallo de V.M. = Don Juan” (5).

2. Firma de don Juan José de Austria.

(continuará)

Fuente principal:

* Graf von Kalnein, Albrecht: “Juan José de Austria en la España de Carlos II. Historia de una regencia”. Editorial Milenio, 2001.

* Vermeulen, Anna: “A quantos leyeren esta carta. Estudio histórico-crítico de la famosa carta de don Juan José de Austria, fechada en Consuegra, el 21 de octubre de 1668”. Leuven University Press, 2003.

Notas:

(1) BNM, ms. 18.655, exp. 18; R. 2069, R. 2933, R. 7660, R. 3437, R. 23745, R. 38033, fol. 6, SErud, Vol. IV, p.22.

(2) BNM, ms. 900, fol. 203.

(3) BNM, ms. 8345, fol. 173; BNM, R. 2069, R. 2933, R. 7660, R. 3437, R. 23745, R. 38033, fols. 6-7.

(4) BNM, ms. 8346, fol. 257v.

(5) Transcribo la edición alemana de la carta, publicada en el “Theatrum Europaeum” (Frankfurt del Meno).

viernes, 6 de abril de 2012

Don Juan José de Austria y la crisis política de comienzos de la Regencia (parte I)

1. El Palacio del Buen Retiro, residencia de don Juan en la Corte durante esta época, obra de Jusepe Leonardo.

Cuando Felipe IV murió en septiembre de 1665, don Juan José de Austria tenía 36 años, mientras que el heredero al trono, el príncipe Carlos José (Carlos II), tan sólo cuatro. En su testamento (1) el Rey Planeta dejó dispuesto lo siguiente (cláusula 37): “Por cuanto tengo declarado por mi hijo a don Juan José de Austria, que le hube siendo casado, y le reconozco por tal, ruego y encargo a mi sucesor y a la Reina, mi muy cara y amada mujer, le amparen y favorezcan y se sirvan de él como de cosa mía, procurando acomodarle de hacienda, de manera que pueda vivir conforme a su calidad, si no se la hubiera dado yo antes de mi muerte”.

En su testamento Felipe IV nombraba tutora de Carlos II a la Reina madre, doña Mariana de Austria, hasta que aquél cumpliera los catorce años de edad. Sabiendo que su joven esposa no estaba preparada para regir tan inmensa y complicada monarquía, el Rey decidió encargar el gobierno a un órgano de composición plural y equilibrada: la Junta de Regencia.

En un codicilo agregado pocos días antes de morir, el Rey la constituyó el mismo. Formaban parte de ella los presidentes o representantes de las instituciones más importantes de la Monarquía. Los primeros componentes de la Junta fueron el arzobispo de Toledo, don Baltasar de Moscoso y Sandoval; el Inquisidor general, don Pascual de Aragón; como representante de la Grandeza, don Guillermo Ramón de Moncada, Marqués de Aytona; como representante del Consejo de Estado, don Gaspar de Bracamonte y Gúzman, Conde de Peñaranda; como presidente del Consejo de Castilla, don Diego García de Haro Sotomayor y Gúzman, Conde de Castrillo; y como vice-canciller de Aragón, don Cristóbal Crespí de Valldaura. Como secretario de la Junta actuó don Blasco de Loyola.

Tras la muerte del Arzobispo de Toledo, tan sólo un día después de la del Rey, don Pascual de Aragón fue nombrado su sucesor en la mitra toledana. A instancia de la Reina regente renunció a su cargo de Inquisidor general. De esta manera, aprovechando la vacante, doña Mariana pudo dar el cargo a su confesor, el jesuita austríaco Juan Everardo Nithard.

A pesar de ser don Juan, por sus méritos políticos y militares, el candidato más evidente para tomar las riendas del Gobierno, quedó excluido de la Junta de Regencia. Se encontraba en la curiosa posición de ser el general más distinguido de la Monarquía, pero al que se le negaban todos los honores políticos correspondientes a su rango. La Reina gobernadora y su confesor querían reducirle a que permaneciese recluido en Consuegra, cabeza de la Orden de san Juan en los reinos de Castilla de la que don Juan era Gran Prior, sin la más mínima participación en el Gobierno que se hacía en nombre del Rey, su hermano.

2. Retrato de Juan Everardo Nithard, obra de Alonso del Arco (h. 1674). Museo del Prado.

En los comienzos de la Regencia no le fue adverso el padre Nithard a don Juan, sino más bien la Junta de Regencia, que repudió la petición del real bastardo de residir en la Corte, esgrimiendo que la última voluntad de Felipe IV había sido que don Juan se retirase a Consuegra. Todas sus peticiones, aun las más razonables, fueron sistemáticamente denegadas. Estas desatenciones exaltaron la ambición de don Juan que, según los astrólogos, a los cuales era muy aficionado, ceñiría algún día la corona real (2). Como el primer don Juan de Austria, que en vano quiso reinar en Albania, en Túnez o en Inglaterra, primero intentó ser elegido Rey de Polonia, y después barajó la posibilidad de contraer matrimonio con la archiduquesa Claudia Felizitas para acceder al gobierno del Tirol, pero sus pretensiones no encontraron eco en el emperador Leopoldo I, que le desdeñaba. Limitó su ambición a la Corte del Rey-niño pero no recibía de ella sino continuos desaires. Poco a poco, la dialéctica de don Juan, que manejaba diestramente el idioma, se fue haciendo menos reverente hacia la Reina y más precoz respecto al confesor.

La situación política se complicó aun más cuando Luis XIV reclamó las tierras de los Países Bajos para su esposa, la infanta española María Teresa, hermana de don Juan y Carlos II, iniciando así la llamada Guerra de Devolución. El Rey francés, desatendiendo lo firmado en el Tratado de los Pirineos (1659) y alegando razones del derecho privado brabanzón que otorgaban la herencia a los hijos del primer matrimonio respecto a los del segundo (es decir, María Teresa sobre Carlos II), pretendía, en consecuencia, la entrega de Flandes como una justa y obligada restitución a su esposa. Se inició entonces una serie de polémicas entre juristas de una y otra corte, en las que incluso el padre Nithard llegó a escribir una refutación a las tesis francesas. Pero Luis XIV no depositaba exclusivamente su confianza en las argumentaciones de sus juristas. En mayo de 1667 inició un ataque fulminante contra los estados de Flandes. Los avisos y advertencias del Marqués de Castel-Rodrigo, gobernador de los Países Bajos, sobre los preparativos bélicos franceses, no fueron tomadas en serio en Madrid. La marcha de los invasores, a cuya cabeza de situó el propio Luis XIV, fue casi un paseo triunfal debido a su superioridad numérica (50.000 franceses contra 5.000/6.000 hispanos). En sus manos cayeron Armentieres, Charleroi, Alost, Tournai, Oudernadee, Courtrai y Lille.

Al pesimismo que engendraban las noticias de Flandes se unía el descontento general contra la política de la Regente, del Inquisidor y de la Junta, por la penuria general, y por la progresiva carestía de la vida. Alegando que don Juan era la persona más adecuada para aconsejar en materias de política internacional, sus partidarios presionaron a la Reina para que permitiera su entrada en el Consejo de Estado. Doña Mariana accedió a regañadientes y permitió que don Juan se instalara en el Palacio del Buen Retiro de Madrid. En un intento de alejarle de la Corte, sin embargo, se emitió unos meses más tarde, el 14 de septiembre de 1667, un Real Decreto por el que se enviaba a don Juan a Flandes, con el pretexto que las circunstancias internacionales así lo exigían. El decreto no sorprendió a nadie ya que don Juan era el Gobernador y Capitán General de estos estados por nombramiento confirmado en el testamento del Rey. Don Juan, consciente de la maniobra, puso una serie de condiciones para la ocupación de su nuevo cargo. En una carta fechada el 15 de septiembre de 1667 (3) acusa la “estrecheza real y verdadera de los medios y la monstruosidad del gobierno presente (…) Termínese aquella, y mudese y componga éste, (…) yo iré a defender a Flandes”.

En espera del cumplimiento de sus exigencias aguardaba en la Corte sin efectuar el viaje, lo que exasperó a la Reina y a los miembros del Gobierno. Como gobernador de Flandes le concedieron amplios poderes pero cuando don Juan exigió también la facultad de crear impuestos, lo que implicaba tratar con los herejes ingleses y holandeses, una junta de teólogos dictaminó en contra de la propuesta. Poniendo esto como excusa (4) don Juan renunció al Gobierno de Flandes, un cargo que no le atraía en absoluto, ya que su deseo era permanecer lo más cerca posible de la Corte. La Reina aceptó la renuncia y ordenó a don Juan que se retirara a Consuegra (5) puesto que su permanencia en la Corte ya no era necesaria. Esta última circunstancia obligó a don Juan a aceptar el cargo en los Países Bajos (6).

A finales de marzo de 1668 finalmente, don Juan partió hacia La Coruña. Mientras tanto se celebraron en Aquisgrán (Aix-la-Chapelle) las negociaciones entre las Coronas de España y Francia. Luis XIV limitó sus pretensiones y se conformó con conservar las ciudades y plazas fuertes que había conquistado en Flandes, comprometiéndose a devolver el Franco Condado. Tras la publicación de la Paz de Aquisgrán, firmada el 2 de mayo, se ordenó la inmediata partida de don Juan hacia Flandes (7).

Buscando otro pretexto para no ir a Flandes, encontró uno en el llamado caso Malladas: cuando don Juan estaba en Galicia, fue preso en Madrid un cierto José Malladas Zoferín. Según las declaraciones del Marqués de Saint-Aunais, poco antes de morir, Malladas le había envenenado por haberse negado a asesinar a Nithard y todo eso a instancias de don Juan. Según el estilo usado en no pocos procedimientos políticos de aquel tiempo, a Malladas se le dio garrote en su misma celda el 2 de junio de 1668. Al saberlo, don Juan protestó contra aquella ejecución con un enfado, que hizo sospechar que era efectivamente un agente suyo, y que andaba ya metido en una conjura. A causa del garrote de Malladas le instó a la Reina a que diera cuenta “de esta mala acción y de cuantas ha obrado en destrucción de la Monarquía y del lustre español” (8). El lamentable suceso dividió incluso a la Junta de Regencia. Don Pascual de Aragón, el Marqués de Aytona y el Conde de Peñaranda acudieron al testamento de Felipe IV para demostrar la desviada actuación de la Regente, pero la sentencia ya no tenía remedio. Trataron de calmar la agitación de la Corte con una salida en público de Sus Majestades, acontecimiento que siempre culminaba en una fiesta nocturna.

(continuará)

Fuente principal:

* Vermeulen, Anna: “A quantos leyeren esta carta. Estudio histórico-crítico de la famosa carta de don Juan José de Austria, fechada en Consuegra, el 21 de octubre de 1668”.Leuven University Press, 2003.

Notas:

(1) AGS, PR., serie XVI, leg.31.

(2) Durante su estancia en Flandes, le hicieron un horóscopo cuya traducción del francés al castellano se conserva en la BNM, ms. 8346, fol. 29-31.

(3) BNM, ms. 8345, fol. 70.

(4) AGS, leg. 2108.

(5) BNM, ms. 8345, fol. 85; BNM, ms. 18655, exp. 17.

(6) BNM, ms. 8345, fol. 87.

(7) BNM, ms. 8345, fol. 136.

(8) Cita recogida por Maura Gamazo en “Vida y reinado de Carlos II”, Madrid, 1954, 2ª ed., p.123.

jueves, 5 de abril de 2012

18 años sin Kurt Cobain // 10 años sin Layne Staley

Como cada 5 de abril, este blog rinde memoria a Kurt Cobain, líder de Nirvana, y a Layne Staley, líder de Alice in Chains, desaparecidos respectivamente en 1994 y 2002, el primero tras pegarse un tiro a los 27 años y el segundo, a los 34 años, tras ingerir un cóctel de heroína y cocaína.

Ambos fueron iconos de una generación, aquella del Grunge, que hizo oír su voz entre finales de los '80 y comienzos de los '90, una voz desgarrada por la falta de un futuro y de una esperanza, una generación muy parecida, pues, a la actual, sumida en la desesperación de una crisis económica que no parece tener fin.

Pero...¿quá mejor homenaje que sus propias voces? ...RIP Kurt, RIP Layne