miércoles, 26 de febrero de 2014

lunes, 24 de febrero de 2014

¿La Duquesa de Alba, nueva Reina de Escocia?

* Hacemos un alto en el camino de la biografía del Príncipe de Vaudémont para contar esta curiosa historia.


La Duquesa de Alaba junto al príncipe Carlos de Inglaterra.

En los últimos días ha salido a la luz en Inglaterra, y por parte de medios serios como el Daily Telegraph, la noticia de que los políticos e ideólogos independentistas escoceses estarían tanteando la posibilidad de entronizar a un descendiente de la última casa reinante escocesa, los Estuardo, en caso de que Escocia lograse su independencia del Reino Unido.

Aunque, en el hipotético caso de que se produjese dicha independencia, la reina Isabel II podría seguir siendo Reina de Escocia, al igual que sucede con otros ex-territorios y colonias británicas integradas hoy en la Commonwealth o Mancomunidad Británica de Naciones, como Australia, Nueva Zelanda o Sudáfrica, lo sensible del caso (como sucedió en su día con la independencia de Irlanda), puede hacer pensar que el Parlamento Escocés se plantease la posibilidad de elegir un Rey propio, o que el propio Primer Ministro británico y el Parlamento de Westminster impidiesen a la reina Isabel ceñir la corona escocesa.

En caso de producirse los hechos anteriores, es lógico pensar, y así parece que lo han hecho los independentistas escoceses, que el Rey o Reina sería elegido de entre los descendientes de la Casa de Estaurdo, reinante en Escocia entre 1371 y 1603 cuando, a la muerte de la reina Isabel I de Inglaterra, el rey Jacobo VI de Escocia, subiría al trono inglés como Jacobo I, uniéndose así de allí en adelante las coronas escocesa e inglesa en un único Rey (aunque la unión real de ambos reinos no se produciría hasta el Acta de Unión de 1707, cuando los Parlamentos de ambos reinos se unieron en uno sólo). A Jacobo I le sucedería su hijo Carlos I, que en sería depuesto y ejecutado por las tropas del Parlamento tras la guerra civil inglesa, dando lugar al interregno cromwelliano, que duraría hasta 1660, cuando el hijo de Carlos I, Carlos II, sería restaurado en el trono inglés. A Carlos II le sucedería su hermano Jacobo II.

Sucesión legítima de Carlos I Estuardo.

Jacobo II fue un ferviente católico y defensor del absolutismo regio, lo que le enfrentó con los sectores protestantes y defensores del poder del Parlamento frente al Rey, representados en su mayoría por el partido "Whig". La situación se fue haciendo poco a poco insostenible, pero todo estalló cuando Jacobo tuvo un hijo varón con su segunda mujer, también católica, María de Módena. Hasta ese momento, muchos tragaron o admitieron la política regia debido al horizonte de una sucesión en la figura de su hija María, protestante, y casada con el estatúder de las Provincias Unidas, Guillermo de Orange, también protestante, pero el nacimiento de un hijo varón católico, trastornó todas estas expectativas y no dejó otra opción que la revolución. Los contrarios a Jacobo II (entre los que ya se encontraban, a parte de los whigs, muchos tories desencantados con el Rey) llamaron a Guillermo para que, junto a su mujer, ocupase el trono. Finalmente en 1688, el de Orange desembarcó en Inglaterra al frente de una armada holandesa, consiguiendo hacerse con el poder en poco tiempo, mientras que Jacobo II se vio obligado a exiliarse a Francia, a donde también huyeron su mujer y su hijo pequeño, el príncipe Jacobo. Estos hechos son conocidos como la Revolución Gloriosa.

Guillermo y María fueron coronados en la Abadía de Westminster con el nombre de Guillermo III y María II. Poco después ambos admitieron la conocida Bill of Rights (Acta de Derechos), uno de los documentos constitucionales más importantes de la historia de Inglaterra y que sometía el poder regio al del Parlamento (se considera el origen de la democracia británica) y establecía el orden de sucesión: Guillermo III seguiría reinando en caso de que María muriese; la siguiente en la línea sucesoria sería la princesa Ana, hermana de María e hija también de Jacobo II; y finalmente estarían los hijos de Guillermo nacidos de un segundo posible matrimonio suyo.

En 1702 moriría Guillermo III, siendo sucedido en el trono por la princesa Ana, que a su vez moriría sin hijos en 1714. De acuerdo con el Act of Settlement de 1701, que establecía que a falta de sucesión de Guillermo y Ana la corona pasaría a los familiares más cercanos de religión protestante, es decir, a los descendientes de la electora Sofía de Hannover, para evitar así la vuelta de la rama católica Estuardo representada por Jacobo III (hijo de Jacobo II, como vimos), la Corona pasó al elector Jorge de Hannover, ahora Jorge I de Inglaterra, inaugurando la Dinastía hannoveriana inglesa.

Sin embargo, los Estuardo católicos, exiliados en Francia, nunca aceptaron este hecho e intentaron por todos los medios recuperar el trono, dando lugar a lo que se ha conocido como Jacobitismo, que tuvo gran calado en las llamada Tierras Altas (Highlands) escocesas y en la católica Irlanda. Los dos intentos más serios fueron protagonizados por Jacobo III, el Viejo Pretendiente, en 1715, y por su hijo Carlos, el Joven Pretendiente, en 1745, pero ambos fracasaron, aunque dejaron una gran huella, como vimos, entre los escoceses más nostálgicos, ya que fue en Escocia donde este movimiento tuvo un mayor impacto y desde donde ambos pretendientes intentaron recuperar la Corona.

James Fitz-James Stuart, Duque de Berwick y de Liria y Jérica.


¿Pero dónde encaja la posible herencia de la Duquesa de Alba?

Como hemos visto, la línea protestante de los Estuardo se extinguió con la reina Ana en 1714. Por su parte, la línea católica o jacobita continuó en los descendientes del depuesto Jacobo II, extinguiéndose en 1807 con la muerte del cardenal Enrique Estuardo (pretendiente Enrique IX), hermano menor del Joven Pretendiente e hijo de Jacobo III, el Viejo Pretendiente. Tras la muerte del Cardenal Estuardo sus derechos pasaron a la Casa de Saboya, y en 1840 los Habsburgo-Lorena de Módena, para finalmente recaer, desde en 1919, en la Casa de Wittelsbach, reyes de Baviera, cuyo actual representante es Francisco de Baviera (nacido en 1933), que ha manifestado públicamente su rechazo a su herencia inglesa y escocesa.

Es aquí donde entra la posible herencia de doña Cayetana de Alba: Jacobo II tuvo una prolífica descendencia ilegítima, entre los que destacan los hijos de su primer amor extramatrimonial, Arabella Churchill, hermana de John Churchill, Duque de Marlborough, uno de los más grandes generales ingleses de todos los tiempos, y ambos antepasados del famoso Winston Churchill. El primer hijo varón de esta unión fue James Fitz-James Stuart, nacido en Francia antes de que su padre heredara el trono inglés. James recibió el título de Duque de Berwick en 1687 de manos de su padre, iniciando una exitosa carrera militar que le llevaría por media Europa. Tras el derrocamiento de Jacobo, también su hijo ilegítimo se exilió con él a Francia, pasando a enrolarse en las armas de Luis XIV, destacando su actuación durante la Guerra de Sucesión Española, en la que consiguió la decisiva victoria de Almansa (1707) que aseguró la corona española para Felipe V de Borbón.  Tras esta victoria James fue nombrado Duque de Fitz-James y par de Francia por Luis XV y Duque de Liria y de Jérica por Felipe V. Berwick sería también el protagonista de la toma de Barcelona por parte de las armas borbónicas el 11 de septiembre de 1714.

A James Fitz-James le sucedería en sus títulos su hijo Jacobo Francisco Fitz-James Stuart, II Duque de Liria y Jérica, que casaría con una noble española, Catalina Ventura Colón de Portugal. VIII Duquesa de Veragua y de la Vega, Marquesa de Jamaica, etc, dando lugar a la rama española de los Estuardo de los que desciende la actual Duquesa de Alba: doña María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva.

Como es conocido, doña Cayetana de Alba es la noble más titulada del planeta, y la prensa inglesa destaca su inmensa fortuna, que no vendría nada mal a un posible nuevo estado escocés. Sin embargo, la Duquesa de Alba, a la que le une una gran amistad con la reina Isabel II desde pequeña, ya que doña Cayetana vivió en Inglaterra entre 1939 y 1945, en plena Guerra Mundial, estancia durante la que compartió juegos con la entonces pequeña Princesa de York, no parece que vaya tampoco a aceptar una posible propuesta de ocupar un trono por parte del Gobierno de una Escocia independiente....pero quién sabe si su heredero lo haría...

lunes, 17 de febrero de 2014

El Príncipe de Vaudémont: de la pérdida de la Lorena a último gobernador español de Milán (Parte I)

* Seguimos con la serie de entradas dedicadas a los últimos virreyes de Carlos II que comenzamos con el Príncipe de Darmstadt, virrey de Cataluña durante el cambio dinástico, y que ahora dedicaremos al Príncipe de Vaudémont, gobernador del Estado de Milán a la muerte de Carlos II y la ascensión al trono de Felipe V.


1. Ducado de Lorena (hacia 1647)

Carlos Enrique de Lorena, Príncipe de Vaudémont, nació en Bruselas el 17 de abril de 1649 (según algunas fuentes en 1642). Fue hijo natural del duque Carlos IV de Lorena (1604-1675), sin embargo, su vida personal y su carrera, profundamente ligadas a los complejos acontecimientos políticos del Ducado de Lorena y a las relaciones internacionales de la segunda mitad del siglo XVII, tuvieron en realidad una trayectoria diferente e intrincada. Para comprender a fondo los detalles y matices es necesario trasladarse a la posición desempeñada por la Lorena en el ámbito de la política europea de aquella época, cuando la política oscilante de Carlos IV condicionó los asuntos del Ducado durante toda la segunda mitad del siglo. Descendiente de una línea secundaria que en los últimos tiempos había reemplazado a la primogénita, Carlos IV se casó dos veces: la primera, probablemente para consolidar la legitimidad de su sucesión, con su prima Nicole de Lorena, hija del anterior duque Enrique II Lorena, y de la que no tuvo hijos; y la segunda con Beatriz de Cusance, de la cual nacieron Ana (1639-1720) y nuestro Carlos Enrique.

El segundo matrimonio con Beatriz de Cusance, fue concertado después de haber solicitado la anulación del primero, pero esta fue impugnada por su primera mujer, que publicó en Lorena un "Manifeste de la duchesse de Lorraine contre le ducq son mary" con noticias infamantes contra Carlos IV. Su instigación parece provenir del cardenal Richelieu, el cual intentaría de esta forma encontrar una vía legal para ampliar la soberanía del rey Cristianísimo sobre territorio lorenés.

En plena Guerra de los Treinta Años (1618-1648) Francia había ocupado algunas fortificaciones lorenesas, y para contrarrestar la presencia francesa en el Ducado Carlos IV intentó reforzar la alianza con la Casa de Austria, agravando aún más las relaciones con sus agresivos vecinos; así, para evitar lo peor, el Duque de Lorena abdicó en favor de su hermano Nicolás Francisco (1609-1670), entonces cardenal, aunque todavía no había sido ordenado sacerdote, quien decidió volver al estado laico y casarse con Claudia (1612-1648), hermana de Nicole, la primera esposa de Carlos IV. La contraofensiva francesa a tales maniobras implicó la declaración de nulidad de ese matrimonio y una ocupación militar de Nancy, capital de Lorena, que obligó a huir al nuevo Duque. La acción dio lugar al regreso de Carlos IV, que recuperó el título ducal, aunque sin lograr conservar por mucho tiempo el Estado.

2. El duque Carlos IV de Lorena, padre del Príncipe de Vaudémont.

Soldado valiente, pero hombre impulsivo, Carlos IV se alistó en las filas del ejército imperial combatiendo firmemente contra Francia con el objetivo de recuperar la Lorena, si bien todos sus esfuerzos fueron en vano, sobre todo porque a todo ese afán él añadió varios errores, arrepentimientos y cambios de alianza hasta que, volviendo a poseer de forma temporal su proprio Estado con la ayuda de Luis XIV, y encontrándose ahogado por las deudas y con las arcas vacías, en 1662 se vio obligado a vender la expectativa de la sucesión del Ducado precisamente al Rey de Francia, enemigo suyo desde siempre y ahora su aliado. Con el dinero obtenido compró los condados de Commercy y Falkenstein, que después de algunos años, tras su muerte, legaría a sus hijos. Los acontecimientos y e devenir de la historia habían dado un vuelco a sus intenciones y perspectivas iniciales. De hecho, en el nombre que el padre había dado a Carlos Enrique, Príncipe de Vaudémont, destaca de manera evidente la voluntad de presentarlo al mundo como aquel que debía enlazar idealmente la línea secundaria de sucesión a la que pertenecía con la tradición y la historia secular de Lorena, englobada en la línea primogénita, es decir, la del difunto Enrique II, de la que el padre quería que este fuera reconocido heredero y, por tanto, identificado en Europa como el natural y legítimo continuador de la política de sus ilustres antepasados.

Pero después la política de la Francia de Richelieu, Mazarino y Luis XIV condicionó de otra forma el destino de Lorena. En 1670, terminada la Guerra de Devolución (1667-1668) (1) y fallecido ya el duque Nicolás Francisco, Luis XIV expulsó a Carlos IV de su Estado y ocupó nuevamente el Ducado. Carlos IV, dejando definitivamente sus propias tierras, cedió el título ducal a su sobrino Carlos (hijo de su hermano Nicolás Francisco). En esta decisión, que podría resultar contradictoria respecto a los proyectos iniciales, se evidencia, la intención de Carlos IV, pues, como nunca se reconoció la validez de su matrimonio con Beatriz de Cusance, con toda certeza habría sido muy difícil que su hijo Carlos Enrique fuese reconocido como Duque de Lorena.

A su hijo, Carlos IV le dejaba algunos título accesorios: el Principado de Liahenn, los condados de Bitchen y Falkenstein, las ciudades de Saarwerden y Bonquenom, las baronías de Hoheneck y Fenetrange, las señorías de Reichshofen, Sarguemine y Saralbe, y parte de Sarck, además de rentas en las salinas de Borgoña. Se trataba de tierras, rentas y bienes que, en parte, provenían de adquisiciones y, en parte, del concierto matrimonial del Príncipe de Vaudémont con su prima Ana Isabel de Lorena-Elboeuf (1649-1714) (2), casados en 1669. Además, el 7 de enero de 1675 se estipuló un acuerdo entre Carlos de Lorena (Carlos V) y el Marqués de Grana en nombre del Príncipe de Vaudémont, según el cual este último reconocía a su primo el título de Duque de Lorena a cambio de reconocimiento de los señoríos y títulos anteriormente citados (3). El problema era que la mayor parte de éstos habían sido ocupados por Luis XIV y que el Imperio no reconocía la validez del título de Conde de Bitchen.

La situación no era fácil, sobre todo porque, mientras su primo Carlos se había valido del grado de confianza que su padre Nicolás Francisco logró alcanzar con los Habsburgo; Vaudémont, por el contrario, se encontró inicialmente aislado, con poquísimos apoyos en las dos cortes de los Habsburgo en Viena y Madrid a raíz de la conducta de su padre.

(CONTINUARÁ)

Notas:

(1) Más sobre la Guerra de Devolución en mi serie de entradas "Las guerras del reinado: la Guerra de Devolución".

(2) El padre de Ana Isabel, Carlos de Lorena-Guisa (1620-1692), había tenido un papel importante durante los sucesos de la Fronda como comandante de las tropas del Parlamento de París. Sucesivamente fue lugarteniente general del gobierno de Picardía. Contrajo matrimonio en 1648 con Isabel de Lannoy.

(3) En posible que fuera en aquella ocasión cuando se le otorgó el título de Príncipe. De hecho, generalmente a los hijos del Duque de Lorena se les concedía el título de Conde de Vaudémont, y puesto que nadie con anterioridad fue investido Príncipe, es plausible que el grado fuera elevado de Conde a Príncipe para compensar la pérdida del título de Duque de Lorena.

Fuentes:

Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Prevenir la Sucesión. El Príncipe de Vaudémont y la red del Almirante en Lombradía". Estudis: Revista de historia moderna. Nº 33, 2007.

* Cremonini, Cinzia: "El Principe de Vaudémont y el gobierno e Milán durante la Guerra de Sucesión Española", en "La pérdida de Europa. La guerra de Sucesión por la Monarquía de España" (ed. Antonio Álvarez-Ossorio, Bernardo J. García García y Virginia León). Fundación Carlos de Amberes, 2007.

lunes, 10 de febrero de 2014

El Príncipe de Darmstadt, de la fidelidad a la Casa de Austria al mito catalán (Parte VIII y FINAL)

1. Corazón del Príncipe Darmstadt en la Stadkirche de la ciudad alemana de Darmstadt.

El Príncipe de Darmstadt fue enterrado multitudinariamente en la Iglesia de la Mare de Déu i de Sant Josep, también conocida como Els Jopetets, del barrio de Gràcia en Barcelona, aunque hoy en día no queda rastro de su tumba, sólo una placa conmemorativa recuerda que allí yacieron sus restos. En 1711 su corazón fue enviado a su ciudad natal de Darmstadt, en el Landgraviato de Hesse, donde hoy reposa en la Fürstengruft (la cripta de los duques) de la Stadtkirche de dicha ciudad (imagen 1).

La publicística austracista alabaría a su héroe Darmstadt, muerto en la batalla de Montjuic. De sus acciones políticas y militares se harían excelsas glorificaciones. Así se puede leer en folletos de 1705 como los "Elogis deguts al Serenissim Senyor Don Enrich Lagreve de Assia, Princep Darmstadt". El tono de exaltación se eleva en otros impresos como en las "Coblas hechas a las gloriosas hazañas y lamentable muerte del serenísimo señor principe Armestad" o en "Oración fúnebre, amantes llamas en flamante Pyra [...] para el funeral del ínclito y Serenísimo Señor Don Jorge Langrave de Hassia Darmstadt", este ya de 1706. En estos dos últimos cánticos ya no sólo se trataba de ensalzar a Darmstadt y llorar su muerte sino que se trataba también de dar al pueblo un ejemplo de entrega a la causa austracista. Además el expresado llanto por la muerte de Darmstadt es comparable al sacramentado llanto por el fallecimiento de Carlos II. La Coblas hacen un llamamiento al pueblo: "Moradores de Cataluña [...] atended, escuchad que hallareis la más alta tragedia que ningún rey pudo ponderar". Y de forma versada clama:

llorar y suspirar
pues falta un príncipe heroico
que a toda la tierra pudo restaurar
[...]
De Portugal a Gibraltar marcha
y con su industria, y valor singular, 
con pocas horas la gana, y la pone
a la obediencia del Rey alemán,
y con valor sin igual
la defiende de Francia, España,
y toda su soberbia les hizo humillar.

En "Oración fúnebre", después de hacer exaltación de la resistencia catalana en las guerras de la década de 1690 contra Francia, al ataque de Barcelona y batalla de Montjuic de 1705, se dice:

Soneto,
Que es lo que lloras, triste, y afligida
Cataluña? que muestras tanta pena!
[...]
el Príncipe te dejó enriquecida
con la fortuna de no verte agena;
del que monarca austríaco te llena.

Décima,
Per Carlos, Jordi vingué
a restaurar Catalunya;
per Jordi, Carlos empunya
la Corona que ara te.

Para acabar con sublime elogio: "Flamante pirámide de luzes, volcán de trémulas llamas [...] este fue nuestro héroe [...] perla presciosa".

Tonos similares encontraremos en otras muchas loas como "Coplas a la muerte el Príncipe Armastadt" o en "Villancicos hechos a las gloriosas hazañas y lamentable muerte del Serenísimo Señor Dermenstad", ambas de 1705.

La figura del príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt se recuerda aún hoy en la ciudad de Barcelona. A parte de la placa en la Iglesia dels Josepets de la que hablábamos al principio, una calle lleva su nombre: el Carrer del Princep Jordi. Sin embargo, también es justo decir que su figura se diluye hoy en día entre otros grandes "mitos del nacionalismo catalán" como Rafael Casanova, conseller en cap durante el sitio final de Barcelona de 1713/1714, y que sin embargo, murió en la comodidad de su hogar en 1743 ejerciendo como abogado.

FINAL

Fuentes:

* Bernardo Ares, José Manuel de (coord.): "La sucesión de la monarquía hispánica, 1665-1725 (I)". Lucha política en las Cortes y fragilidad económica-fiscal en los Reinos. Universidad de Córdoba, 2006.

miércoles, 5 de febrero de 2014

El Príncipe de Darmstadt, de la fidelidad a la Casa de Austria al mito catalán (Parte VII)

1. Desembarco aliado en las inmediaciones de Barcelona en agosto de 1705.

Como vimos tras el fracaso del primer intento austracista de hacerse con Barcelona, la flota anglo-holandesa de vuelta, a bordo de la cual iba el Príncipe Darmstadt y a cuyo frente estaban el Almirante Rooke, conquistó Gibraltar. Rooke enarboló la bandera inglesa en el Peñón y no sirvieron de nada las protestas de Darmstadt, que ocupó Gibraltar en nombre de Carlos III. El historiador borbónico Marqués de San Felipe narraba de este modo la conquista del Peñón: "Fijando en la muralla el real estandarte imperial proclamó al rey Carlos el príncipe de Armested; resistiéronlo los ingleses; plantaron el suyo y aclamaron a la reina Ana en cuyo nombre se confirmó la posesión y se quedó presidio inglés". Con la plaza gibraltareña y Lisboa, los aliados consiguieron una posición claramente ventajosa en el Mediterráneo, especialmente los ingleses.

Por otra parte, a pesar del fracaso del intento de 1704, el avance de austracismo catalán resultó imparable. Descubierta la conspiración, el virrey Velasco se percató de la solidez del partido al comprobar las personas que se encontraban implicadas en ella, pertenecientes a las principales familias de la nobleza, y desencadenó una amplia represión que provocó que muchos indecisos que hasta entonces se habían mantenido a la expectativa de los acontecimientos, se decantaran a favor del archiduque Carlos.

En efecto, el Virrey dictó orden de detención contra diversos reconocidos austracistas: Antoni de Peguera, quien se exilió a Génova; Domènec Parera, Francesc Casamitjana, quien había sido secretario de Darmstadt; Narcís Feliu de la Peña, autor del "Fénix de Cataluña" (1683) y "Anales de Cataluña" (1709); Ramón de Vilana Perlas, que acabaría siendo Secretario de Estado y del Despacho Universal del emperador Carlos VI y hombre más poderoso del austracismo español; Amador Dalmau, Sebastià Dalmau, Josep Mas de Roda y diversos eclesiásticos. Además, algunos jueces de la Audiencia fueron desterrados de Barcelona. Otros austracistas embarcaron con Darmstadt y lucharon junto a él en Gibraltar. Se sabe que en Lisboa se agrupó un número significativo de catalanes, siguiendo al Príncipe Darmstadt, pero también recalaron allí un número considerable de castellanos, a cuyo frente estaba el Almirante de Castilla, como ya vimos en anteriores entradas. Velasco dio orden de requisar en 24 horas todas las estampas, efigies, cuadros e imágenes del Príncipe Darmstadt.

A pesar de los encarcelamientos, el núcleo dirigente del partido austracista mantuvo sus conexiones desde la prisión. Feliu de la Peña se comunicaba con Darmstadt a través de eclesiásticos, como lo hacían también Jaume Puig de Perafita, el jefe de los vigatans, y con Antoni de Peguera. El nerviosismo y la torpeza del virrey Velasco no hacían más que fortalecer a los austracistas, y no dejaban indiferente a un segmento importante de la población catalana hasta entonces conformista con Felipe V.

2. Sitio aliado de sobre Barcelona.
Por otra parte, en la primavera de 1705, en plena campaña represiva de Velasco y en un ambiente político incierto, que ocasionó que buena parte de la nobleza abandonara Barcelona para instalarse en sus castillos, los vigatans se habían apoderado de la Plana de Vic, mientras que en el Campo de Tarragona surgía otro foco austracista encabezado por la familia Nebot de Riudoms. Fue entonces cuando el apoyo internacional imprimió un giro decisivo a los acontecimientos. En marzo de 1705, la reina Ana de Inglaterra comisionó a Mitford Crowe, comerciante inglés fuertemente relacionado con la burguesía mercantil catalana y con el Príncipe Darmstadt, del que ya hablé hace algunas entradas, "para contratar una alianza entre nosotros y el mencionado Principado [de Cataluña] o cualquier otra provincia de España" y le dio instrucciones para que negociara con los diputados catalanes "habiendo sido informada de que la gente de Cataluña se sentía inclinada a liberarse del yugo que Francia le ha impuesto y a sustraerse al poder del duque de Anjou para volver a la obediencia de la Casa de Astria". Crowe admitió que, a tenor de la dificultad de la representación de las instituciones (Generalitat, Audiencia, Consell del Cent), que mantenían unas actitud pasiva por miedo al virrey Velasco, determinados prohombres del grupo de los vigatans, formaría poderes en nombre del Principado. El pacto fue rubricado en Génova el 20 de junio de 1705 por Peguera, Parera y Crowe. Inglaterra prometía el desembarco de 8.000 hombres y 2.000 caballos, así como la aportación de 12.000 fusiles, municiones y protección de la corona inglesa, a la vez que garantizaba el respeto de las Constituciones. Por su parte, los catalanes debían reconocer a Carlos III de Austria como rey y movilizar a 6.000 hombres en el momento en que la flota aliada se aproximara a la costa.

Los vigantans no tardaron en cumplir su compromiso. Se trataba de un grupo de propietarios de buena posición, con estrechos vínculos familiares entre ellos, que habían participado activamente en las campañas contra los franceses en la década anterior y que, por otra parte, estaban bien relacionados con el Príncipe Darsmtadt y el núcleo conspirador de Barcelona. Pero, a pesar de que dicho grupo consiguió el control efectivo de la ciudad de Vic, inicialmente no dispuso de la adhesión del consistorio ni del capítulo de la catedral. Sin embargo, la pasividad de estos últimos les dejó un amplió margen de maniobra e incluso de connivencia con los eclesiásticos. Su protagonismo en el alzamiento de 1705 se explica tanto por su prestigio como por la distancia de Vic respecto el radio de acción del virrey Velasco. El relieve de este grupo fue tal que acabó por denominarse genéricamente "vigantans" a los partidarios de Carlos III de Austria.

Mientras todo esto sucedía, el almirante inglés Shovell llegó a las costas portuguesas con 130 velas, incluidas las de transporte, y 12.000 hombres mandados por Charles Mordaunt, conde de Peterborough, nombrado comandante general de Tierra y Mar por la reina Ana. En Lisboa se celebró un consejo de guerra al que asistieron Jorge de Hesse-Darmstadt, el Almirante de Castilla y el Conde de la Corzana, además de los ingleses Peterborough, Gallway y Shovell. Estuvieron también presentes el Rey de Portugal y Carlos III de Austria, así como el Príncipe de Brasil, la reina viuda Catalina y el príncipe Antonio Liechtenstein. En la reunión se decidió que la flota se dirigiera a las costas levantinas en contra del parecer del Almirante de Castilla, quien afirmó que "nunca obedecería Castilla al rey que entrase por Aragón, porque ésta era la cabeza de la monarquía". Pero Darmstadt, apoyado por el príncipe Antonio, supo convencer a los aliados de que se debía ir contra Barcelona, "donde esperaban al nuevo rey con ansia", y explicó que la causa del fracaso del año anterior había enseñado la necesidad de llevar tropas de desembarco.

Desde Vic, y gracias al apoyo de los aliados, los vigatans se expandieron hacia las comarcas vecinas, armados y vestidos con distintivos imperiales, para recabar la obediencia al archiduque Carlos. También en las tierras occidentales de Cataluña se produjo una movilización a las órdenes de Antoni Desvalls, marqués de Poal, así como en la Seu d'Urgell, encabezada por Joan Esteve y el doctor Francesc Carreu. La estrategia del virrey Velasco de recluirse en Barcelona acabó facilitando la expansión de la revuelta que, a principios de octubre, se había adueñado de prácticamente todo el Principado, dirigida por los vigatans, por los hermanos Nebot en el Campo de Tarragona y por los Desvalls y los Sobies en tierras leridanas.

3. Representación alegórica de la conquista de la ciudad de Barcelona: En la parte izquierda, Carlos III entra como guerrero triunfante acompañado de los símbolos de poder y justicia, está a punto de montar un unicornio, animal mitológico que en la Biblia aparece como enviado divino y encarnación de la imagen de Dios. A la derecha, Felipe V tiene que abandonar precipitadamente junto con el gallo, símbolo de Francia, su trono, presidido por el capelo cardenalicio. Bajo este capelo, aparece la palabra "fraude", en clara referencia a la intervención del Cardenal Portocarrero en la sucesión a la Corona Hispánica

El 22 de agosto, la flota aliada apareció finalmente ante Barcelona y al cabo de unos pocos días unos 17.000 soldados iniciaban el desembarco en la playa de Besós. El Príncipe Darmstadt aconsejó ocupar Mataró, una población rica por su comercio. Fue enviado el capitán Jerónimo Font, natural de aquella localidad, quien logró la adhesión de sus autoridades. El paso siguiente fue la conquista de Barcelona.

Mientras el Consell del Cent y la Diputació seguían a la expectativa. La situación de Barcelona en aquel momento era crítica, tanto por el bloqueo de los vigatans como por el bombardeo de los aliados, que comenzó el día 15 de septiembre. El asalto de Barcelona se hizo por el Castillo de Montjuic, de acuerdo con la estrategia diseñada por el Conde de Peterborough: hubo que neutralizar a la artillería enemiga y su dominio fue calificado por algunos contemporáneos casi de milagrosa. El Príncipe de Darmstadt, que había sentido del plan de Peterborough, dirigió el ataque con la aproximación sigilosa de tres columnas: la primera compuesta por 400 granaderos ingleses e irlandeses; la segunda por 400 mosqueteros ingleses, 100 holandeses y 100 catalanes; y la tercera con 300 dragones y 1.000 soldados ingleses. Otros 1.000 catalanes con Antonio de Peguera bajo las órdenes del inglés James Stanhope cerraron el paso a la guarnición borbónica en caso de querer reforzar la fortaleza.

El asalto perdió el factor sorpresa y los defensores rechazaron el primer ataque. De la ciudad salieron 400 granaderos a caballo en defensa de la guarnición, acción durante la cual perdió la vida nuestra protagonista, el príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, al ser alcanzado por una bala que le destrozó una arteria del muslo. Darmstadt fallecío el 14 de septiembre sin poder ver el triunfo austracista por el que tanto había luchado: tras la conquista del Castillo de Montjuic por Peterborough, la fortaleza se utilizó para bombardear la ciudad de Barcelona. Rodeado por las tropas aliadas y con un motín popular en el barrio de la Ribera, debido al temor de que Velasco se llevara a los prisioneros acusados de conspiración, el Virrey tuvo que capitular el 9 de octubre. Carlos III de Austria haría su entrada en la ciudad el día 22 de octubre, jurando las constituciones catalanas y siendo jurado como rey pocos días después. Comenzaba la dimensión civil de la Guerra de Sucesión Española. Carlos III no abandonaría la ciudad condal hasta 1711 para ser proclamado emperador Carlos VI en Francfort, dejando como regente a su esposa Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel, que a su vez abandonaría Barcelona en 1713, en una situación ya crítica para las armas austracistas. Barcelona se rendiría a Felipe V el 11 de septiembre de 1714, pero esa es ya otra historia. 

Fuentes:

* Albareda Salvadó, Joaquim: "La Guerra de Sucesión de España (1700-1714)". Crítica, 2010.

* Sanz León, Virgina: "Carlos VI, el emperador que no puso ser rey de España". Aguilar, 2003.