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1. Desembarco aliado en las inmediaciones de Barcelona en agosto de 1705. |
Como vimos tras el fracaso del primer intento austracista de hacerse con Barcelona, la flota anglo-holandesa de vuelta, a bordo de la cual iba el Príncipe Darmstadt y a cuyo frente estaban el Almirante Rooke, conquistó Gibraltar. Rooke enarboló la bandera inglesa en el Peñón y no sirvieron de nada las protestas de Darmstadt, que ocupó Gibraltar en nombre de Carlos III. El historiador borbónico Marqués de San Felipe narraba de este modo la conquista del Peñón: "Fijando en la muralla el real estandarte imperial proclamó al rey Carlos el príncipe de Armested; resistiéronlo los ingleses; plantaron el suyo y aclamaron a la reina Ana en cuyo nombre se confirmó la posesión y se quedó presidio inglés". Con la plaza gibraltareña y Lisboa, los aliados consiguieron una posición claramente ventajosa en el Mediterráneo, especialmente los ingleses.
Por otra parte, a pesar del fracaso del intento de 1704, el avance de austracismo catalán resultó imparable. Descubierta la conspiración, el virrey Velasco se percató de la solidez del partido al comprobar las personas que se encontraban implicadas en ella, pertenecientes a las principales familias de la nobleza, y desencadenó una amplia represión que provocó que muchos indecisos que hasta entonces se habían mantenido a la expectativa de los acontecimientos, se decantaran a favor del archiduque Carlos.
En efecto, el Virrey dictó orden de detención contra diversos reconocidos austracistas: Antoni de Peguera, quien se exilió a Génova; Domènec Parera, Francesc Casamitjana, quien había sido secretario de Darmstadt; Narcís Feliu de la Peña, autor del "Fénix de Cataluña" (1683) y "Anales de Cataluña" (1709); Ramón de Vilana Perlas, que acabaría siendo Secretario de Estado y del Despacho Universal del emperador Carlos VI y hombre más poderoso del austracismo español; Amador Dalmau, Sebastià Dalmau, Josep Mas de Roda y diversos eclesiásticos. Además, algunos jueces de la Audiencia fueron desterrados de Barcelona. Otros austracistas embarcaron con Darmstadt y lucharon junto a él en Gibraltar. Se sabe que en Lisboa se agrupó un número significativo de catalanes, siguiendo al Príncipe Darmstadt, pero también recalaron allí un número considerable de castellanos, a cuyo frente estaba el Almirante de Castilla, como ya vimos en anteriores entradas. Velasco dio orden de requisar en 24 horas todas las estampas, efigies, cuadros e imágenes del Príncipe Darmstadt.
A pesar de los encarcelamientos, el núcleo dirigente del partido austracista mantuvo sus conexiones desde la prisión. Feliu de la Peña se comunicaba con Darmstadt a través de eclesiásticos, como lo hacían también Jaume Puig de Perafita, el jefe de los vigatans, y con Antoni de Peguera. El nerviosismo y la torpeza del virrey Velasco no hacían más que fortalecer a los austracistas, y no dejaban indiferente a un segmento importante de la población catalana hasta entonces conformista con Felipe V.
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2. Sitio aliado de sobre Barcelona. |
Por otra parte, en la primavera de 1705, en plena campaña represiva de Velasco y en un ambiente político incierto, que ocasionó que buena parte de la nobleza abandonara Barcelona para instalarse en sus castillos, los vigatans se habían apoderado de la Plana de Vic, mientras que en el Campo de Tarragona surgía otro foco austracista encabezado por la familia Nebot de Riudoms. Fue entonces cuando el apoyo internacional imprimió un giro decisivo a los acontecimientos. En marzo de 1705, la reina Ana de Inglaterra comisionó a Mitford Crowe, comerciante inglés fuertemente relacionado con la burguesía mercantil catalana y con el Príncipe Darmstadt, del que ya hablé hace algunas entradas, "para contratar una alianza entre nosotros y el mencionado Principado [de Cataluña] o cualquier otra provincia de España" y le dio instrucciones para que negociara con los diputados catalanes "habiendo sido informada de que la gente de Cataluña se sentía inclinada a liberarse del yugo que Francia le ha impuesto y a sustraerse al poder del duque de Anjou para volver a la obediencia de la Casa de Astria". Crowe admitió que, a tenor de la dificultad de la representación de las instituciones (Generalitat, Audiencia, Consell del Cent), que mantenían unas actitud pasiva por miedo al virrey Velasco, determinados prohombres del grupo de los vigatans, formaría poderes en nombre del Principado. El pacto fue rubricado en Génova el 20 de junio de 1705 por Peguera, Parera y Crowe. Inglaterra prometía el desembarco de 8.000 hombres y 2.000 caballos, así como la aportación de 12.000 fusiles, municiones y protección de la corona inglesa, a la vez que garantizaba el respeto de las Constituciones. Por su parte, los catalanes debían reconocer a Carlos III de Austria como rey y movilizar a 6.000 hombres en el momento en que la flota aliada se aproximara a la costa.
Los vigantans no tardaron en cumplir su compromiso. Se trataba de un grupo de propietarios de buena posición, con estrechos vínculos familiares entre ellos, que habían participado activamente en las campañas contra los franceses en la década anterior y que, por otra parte, estaban bien relacionados con el Príncipe Darsmtadt y el núcleo conspirador de Barcelona. Pero, a pesar de que dicho grupo consiguió el control efectivo de la ciudad de Vic, inicialmente no dispuso de la adhesión del consistorio ni del capítulo de la catedral. Sin embargo, la pasividad de estos últimos les dejó un amplió margen de maniobra e incluso de connivencia con los eclesiásticos. Su protagonismo en el alzamiento de 1705 se explica tanto por su prestigio como por la distancia de Vic respecto el radio de acción del virrey Velasco. El relieve de este grupo fue tal que acabó por denominarse genéricamente "vigantans" a los partidarios de Carlos III de Austria.
Mientras todo esto sucedía, el almirante inglés Shovell llegó a las costas portuguesas con 130 velas, incluidas las de transporte, y 12.000 hombres mandados por Charles Mordaunt, conde de Peterborough, nombrado comandante general de Tierra y Mar por la reina Ana. En Lisboa se celebró un consejo de guerra al que asistieron Jorge de Hesse-Darmstadt, el Almirante de Castilla y el Conde de la Corzana, además de los ingleses Peterborough, Gallway y Shovell. Estuvieron también presentes el Rey de Portugal y Carlos III de Austria, así como el Príncipe de Brasil, la reina viuda Catalina y el príncipe Antonio Liechtenstein. En la reunión se decidió que la flota se dirigiera a las costas levantinas en contra del parecer del Almirante de Castilla, quien afirmó que "nunca obedecería Castilla al rey que entrase por Aragón, porque ésta era la cabeza de la monarquía". Pero Darmstadt, apoyado por el príncipe Antonio, supo convencer a los aliados de que se debía ir contra Barcelona, "donde esperaban al nuevo rey con ansia", y explicó que la causa del fracaso del año anterior había enseñado la necesidad de llevar tropas de desembarco.
Desde Vic, y gracias al apoyo de los aliados, los vigatans se expandieron hacia las comarcas vecinas, armados y vestidos con distintivos imperiales, para recabar la obediencia al archiduque Carlos. También en las tierras occidentales de Cataluña se produjo una movilización a las órdenes de Antoni Desvalls, marqués de Poal, así como en la Seu d'Urgell, encabezada por Joan Esteve y el doctor Francesc Carreu. La estrategia del virrey Velasco de recluirse en Barcelona acabó facilitando la expansión de la revuelta que, a principios de octubre, se había adueñado de prácticamente todo el Principado, dirigida por los vigatans, por los hermanos Nebot en el Campo de Tarragona y por los Desvalls y los Sobies en tierras leridanas.
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3. Representación alegórica de la conquista de la ciudad de Barcelona: En la parte izquierda, Carlos III entra como guerrero triunfante acompañado de los símbolos de poder y justicia, está a punto de montar un unicornio, animal mitológico que en la Biblia aparece como enviado divino y encarnación de la imagen de Dios. A la derecha, Felipe V tiene que abandonar precipitadamente junto con el gallo, símbolo de Francia, su trono, presidido por el capelo cardenalicio. Bajo este capelo, aparece la palabra "fraude", en clara referencia a la intervención del Cardenal Portocarrero en la sucesión a la Corona Hispánica |
El 22 de agosto, la flota aliada apareció finalmente ante Barcelona y al cabo de unos pocos días unos 17.000 soldados iniciaban el desembarco en la playa de Besós. El Príncipe Darmstadt aconsejó ocupar Mataró, una población rica por su comercio. Fue enviado el capitán Jerónimo Font, natural de aquella localidad, quien logró la adhesión de sus autoridades. El paso siguiente fue la conquista de Barcelona.
Mientras el Consell del Cent y la Diputació seguían a la expectativa. La situación de Barcelona en aquel momento era crítica, tanto por el bloqueo de los vigatans como por el bombardeo de los aliados, que comenzó el día 15 de septiembre. El asalto de Barcelona se hizo por el Castillo de Montjuic, de acuerdo con la estrategia diseñada por el Conde de Peterborough: hubo que neutralizar a la artillería enemiga y su dominio fue calificado por algunos contemporáneos casi de milagrosa. El Príncipe de Darmstadt, que había sentido del plan de Peterborough, dirigió el ataque con la aproximación sigilosa de tres columnas: la primera compuesta por 400 granaderos ingleses e irlandeses; la segunda por 400 mosqueteros ingleses, 100 holandeses y 100 catalanes; y la tercera con 300 dragones y 1.000 soldados ingleses. Otros 1.000 catalanes con Antonio de Peguera bajo las órdenes del inglés James Stanhope cerraron el paso a la guarnición borbónica en caso de querer reforzar la fortaleza.
El asalto perdió el factor sorpresa y los defensores rechazaron el primer ataque. De la ciudad salieron 400 granaderos a caballo en defensa de la guarnición, acción durante la cual perdió la vida nuestra protagonista, el príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, al ser alcanzado por una bala que le destrozó una arteria del muslo. Darmstadt fallecío el 14 de septiembre sin poder ver el triunfo austracista por el que tanto había luchado: tras la conquista del Castillo de Montjuic por Peterborough, la fortaleza se utilizó para bombardear la ciudad de Barcelona. Rodeado por las tropas aliadas y con un motín popular en el barrio de la Ribera, debido al temor de que Velasco se llevara a los prisioneros acusados de conspiración, el Virrey tuvo que capitular el 9 de octubre. Carlos III de Austria haría su entrada en la ciudad el día 22 de octubre, jurando las constituciones catalanas y siendo jurado como rey pocos días después. Comenzaba la dimensión civil de la Guerra de Sucesión Española. Carlos III no abandonaría la ciudad condal hasta 1711 para ser proclamado emperador Carlos VI en Francfort, dejando como regente a su esposa Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel, que a su vez abandonaría Barcelona en 1713, en una situación ya crítica para las armas austracistas. Barcelona se rendiría a Felipe V el 11 de septiembre de 1714, pero esa es ya otra historia.
Fuentes:
* Albareda Salvadó, Joaquim: "La Guerra de Sucesión de España (1700-1714)". Crítica, 2010.
* Sanz León, Virgina: "Carlos VI, el emperador que no puso ser rey de España". Aguilar, 2003.