domingo, 20 de septiembre de 2009

LA MUERTE DE FELIPE IV


Felipe IV "el Grande" moría en Madrid el 17 de septiembre de 1665, a los 60 años de edad, después de haber reinado durante cuarenta y cuatro años. Dejaba un heredero débil fisica y mentalmente y una regente, Mariana de Austria, joven e inexperta políticamente.

El Rey había redactado su testamento el 15 de septiembre de 1665, encargando a sus sucesores que amasen y cuidasen los reinos de España y guardasen respeto a las leyes de cada uno de ellos. Estando en el lecho de muerte se dirigió a su hijo Carlos, que por entonces tenía cuatro años de edad, diciéndole "Dios os bendiga y haga más dichoso que a mí".

Se sabe que tras su muerte se vistió el cadáver con "un traje de terciopelo de amusco, bordado de plata, colocaron una espada de plata a su costado, una cruz de diamantes en sus manos cruzadas sobre el pecho, que estaba bordado con la gran daga roja de Santiago y cubrieron la cabeza con un sombrero pardo. Y así ataviado y encerrado en lujoso ataúd de plata y terciopelo rojo, fue puesto sobre un tablado bajo un dosel iluminado con grandes antorchas de cera, rodeado con la insignia de su Majestad Imperial y guardado por los fieles monteros de Espinosa: mientras que los frailes cantaban y rezaban alrededor del féretro hora tras hora. El salón en el que el cuerpo de Felipe yacía así, con fúnebre pompa, fue el que había visto tantas horas alegres de su juventud llena de esperanzas; porque era la habitación destinada a escanarios de comedias que había amado no prudentemente, sino demasiado". (Hume, 1949, pp. 309-310)

Lady Fanshawe describía las honras fúnebres de Felipe IV del siguiente modo: "El cuerpo de Felipe IV desde el 18 de Septiembre viernes, por la mañana, hasta la noche del sábado 19, en una gran habitación de Palacio en la que se acostumbraba representar comedias. La habitación estaba colgada con catorce piezas de los mejores paños del rey y arriba de ellos ricos cuadros alrededor, todos del mismo tamaño. En el extremo superior del cuarto habían levantado un trono de tres gradas, sobre el que colocaron un lecho más alto por cabecera. El trono estaba cubierto con una rica alfombra persa y el fondo del lecho con un contrapunto de oro. El lecho era de plata, la cenefa y el cielo de oro trabajado en flores sobre cielo carmesí. Sobre el lecho se hallaba puestos un gran lienzo de gala de lo mismo que la franja y el cielo, y sobre él, estaba un féretro de plata dorada levantado un pie o más en la cabeza que en los pies y en el féretro yacía Felipe IV con la cebeza en una almohada, sobre ella un sobrero de castor blanco, el pelo peinado, la barba arreglada, el rostro y las manos pintados. Estaba vestido con un traje de seda de color moscado bordado de oro, una golilla o cuello, vueltas las manos que se juntan sobre su pecho asiendo un globo y una cruz dentro". (Fanshawe, 1702)

"Se habían erigido en el cuarto siete altares y docenas de cirios encendidos, y se decían incesantemente oficios por el alma del rey muerto. [...] El cuerpo fue trasladado al panteón real de San Lorenzo del Escorial en una litera de acémilas, custodiada por un familiar del Duque de Medina de las Torres y por cuatro docenas de frailes y algunos oficiales de palacio que tenían la obligación de acompañar al cadáver. La litera, rodeada de antorchas viajó toda la noche y, el domingo 20 de septiembre de 1665, el Prior del Escorial relevó a los cortesanos de su carga" (Hume, 1949, pp. 310-311) y los restos mortales de Felipe IV descansaron definitivamente en el panteón de reyes de este real monasterio de El Escorial.

El retrato que se muestra en la parte superior, que permaneció inédito y desconocido hasta su aparición en el mercado, fue adquirido por el Estado Español con destino a la Real Academia de la Historia el 8 de septiembre de 2002. Éste reviste un gran interés iconográfico pues, excepto en el detalle del traje, que ha sido sustituido en el lienzo por el hábito franciscano, en todo corresponde al modo en el que se expuso el cadáver.

Respecto a su autor, dada la fecha y el estilo, podría pensarse en alguien próximo a Pedro de Villafranca y Malagón (h.1615-1684), pintor y grabador, que retrató varias veces en lienzo y en estampa al Rey en sus últimos años y que tuvo a su cargo la ilustración de las varias descripciones que se imprimieron a propósito de las honras fúnebres del monarca.

(Fuente Principal: "Catálogo de pinturas de la Real Academia de la Historia" de González Zymla, Herbert. Madrid, 2003)

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