lunes, 27 de abril de 2015

Los retratos dobles de Mariana de Austria y Carlos II (PARTE III)

Fig. 1. Carlos II y Mariana de Austria, círculo de Sebastián de Herrera Barnuevo. (h. 1670). Museo Víctor Balaguer de Villanova i la Geltrú.

Ya se comentó en las anteriores entradas la labor de legitimización del poder de doña Mariana de Austria a través de un nuevo tipo de retrato regio ideado por Juan Bautista Martínez del Mazo. Sin embargo la Reina, consciente y angustiada por la dimensión pública que adquirían las carencias de su hijo, así como sus tremendas consecuencias, alentó también una nueva iconografía propagandística para el pequeño Carlos II cargada de explícitos elementos simbólicos, algo ciertamente extraño a los usos de la retratística de la Casa de Austria. Tuvo mucho que ver en esto la intención demostrar y proyectar una imagen de normalidad física del rey-niño, pletórico de salud y fortaleza. Con el recurso al aparato se trataba, por tanto, de disimular la debilidad de Carlos II y simular su dignidad, autoridad regia y, en fin, su majestad.

En 1667 moría Juan Bautista Martínez del Mazo, sucediéndole en el puesto de pintor de Cámara Sebastián de Herrera Barnuevo, que lo ocupará hasta su fallecimiento en 1671. En estos pocos años Herrera Barnuevo creará un nuevo prototipo iconográfico y de representación del Rey, constituyendo un verdadero punto de inflexión en la evolución del retrato de Estado. Su labor como retratista regio, por desgracia, no ha sido suficientemente estudiada, a pesar de haber revolucionado el género. Los prototipos que salieron de sus pinceles son sumamente elocuentes del cambio operado en la representación regia, con nuevas tipologías de gran interés por su novedad, explicitándose de manera sintomática y obsesiva todos los atributos simbólicos del poder y la realeza combinados en diversas fórmulas. Se acumulan por doquier, coronas, cetros, leones, águilas, columnas, espadas, orbes, coronas de laurel, bastones de mando, retratos de antepasados, cortinajes, almohadones, etc.

Pero quizá la tipología más expresiva y menos estudiada de este momento sea la de los retratos dobles de Carlos II y Mariana de Austria, que serán utilizados como eficaz instrumento para proyectar y propagar una determinada idea e imagen del poder y la realeza, dirigida desde el poder mismo. De tal modo que se convertirán en la plasmación plástica más evidente de las ideas ya presentes en los retratos de Mazo, profundizándose en ellas. Es asimismo significativo el hecho de su escasez, no ya sólo en la tradición retratística de la Casa de Austria, sino incluso durante el reinado mismo de Carlos II, pues tan sólo se conocen tres ejemplares pintados y otros dos o tres grabados. Lo cual eleva su importancia no sólo desde el punto de vista iconográfico, sino también histórico, como verdadero documento visual, producto y reflejo de una coyuntura histórica muy concreta.

Uno de los retratos más elocuentes al respecto y que ofrece muchas de las claves interpretativas a la hora de intentar comprender el sentido, uso y función de tales imágenes es el que se conserva en el Museo Víctor Balaguer de Villanova i la Geltrú (Fig. 1). En este lienzo, la reina doña Mariana está sentada en un sillón negro, vestida con sus habituales tocas de viuda; sostiene en su mano derecha lo que parece un libro de oración entreabierto y apoya el brazo izquierdo sobre el brazo del sillón. Junto a la Regente aparece su hijo Carlos II, todavía un niño de unos ocho o nueve años de edad. El Rey, a diferencia de su madre, está de pie aunque detrás de él se observa un sillón tapizado de terciopelo rojo. Viste el habitual traje negro español y luce el Toisón de Oro al cuello. Con la mano izquierda sostiene el sombrero, igualmente negro, mientras que alarga la derecha hacia una mesa ricamente engalanada de terciopelo rojo sobre la que hay un cojín en el que reposan cetro y corona. Al pie de la mesa, un orbe rodeado por una corona de laurel. Ambos personajes están situados sobre una alfombra roja, y sirve como encuadre de la composición un cortinón rojo con borlas que se recoge en la parte derecha. Como fondo del retrato se observa un espacio arquitectónico con pilastras y una hornacina en la que se sitúa una estatua de difícil identificación.

El retrato ingresó en el museo en 1900 por donación de su anterior propietario. En ese momento se atribuyó a Claudio Coello aunque con la intervención de algún discípulo que acabó el trabajo. Gaya Nuño (Historia y Guía de los Museos de España, Madrid, 1968), muchos años después, recoge dicha atribución, que rechaza Sullivan clasificando la obra como de un discípulo de Carreño. Sin embargo, Álvaro Pascual Chenel se inclina a relacionarlo con el círculo de Sebastián de Herrera Barnuevo, tanto por cronología (hacía 1670) y estilo, como por iconografía.

Al situar ahora en un mismo plano y escenario tanto a Carlos II como a la Regente, se concretan de manera explícita todas las ideas que subyacían en los retratos de Mazo, añadiéndose además importantes alusiones al peculiar modo de soberanía y gobierno de la Monarquía que había instaurado el sistema de Regencia. Ya se ha hablado de la necesidad de doña Mariana de mostrar y legitimar sus nuevas funciones, pero lo que el testamento de Felipe IV también consagraba a su muerte era a un niño como monarca efectivo, “rey verdadero y señor natural propietario”y, por ello, dotado de potestad soberana. Se producía pues una compleja situación de soberanía compartida por dos miembros de la familia real en la que, mientras una actuaba como gobernante efectiva, el otro era de hecho el soberano efectivo. Como tales debían actuar y ser representados. Así pues, estos retratos dobles habría que situarlos en el marco de un significativo contexto de legitimación y normalización de dicha circunstancia.

Varios elementos escenifican en el lienzo esta particular situación: la actitud sedente de la Regente como indicación de sus funciones de gobierno, mientras Carlos II permanece en pie con el sillón tras él, evidente representación del trono que le pertenece y que alude, precisamente, a su propia majestad, soberana potestad y, en resumen, a su estatus regio. Esta idea la confirma también el hecho de que Carlos II aparezca representado alargando su mano derecha hacia el cetro y la corona, atributos que le son propios por derecho dinástico hereditario y que refuerzan y marcan perfecta y explícitamente su condición de Rey, mientras que la que rige momentáneamente y en su nombre los designios de la Monarquía es su madre. Es éste además el primer ejemplo en el que encontramos la imagen de doña Mariana como virtuosa viuda con el libro de horas en la mano, reflejo de su piedad y fe ejemplares, una imagen que contaba con una larga tradición en el retrato de corte hispano desde los inicios de la dinastía.

Carlos II aparece, por tanto, dispuesto a asumir el papel que la divina providencia le tiene reservado como heredero de la Monarquía en un futuro no muy lejano y la función de doña Mariana es de intermediaria y depositaria de la soberanía, en espera de la mayoría de edad del Rey. Es decir, parece que la Reina pretende dejar claro que su poder no es algo elegido y buscado, sino que ha asumido esa pesada carga con abnegación y entrega, en beneficio del Rey su hijo y de la dinastía.


CONTINUARÁ...

Fuentes: 

*Pascual Chenel, Álvaro: "Retórica del poder y persuasión política. Los retratos dobles de Carlos II y Mariana de Austria". Goya: Revista de arte, nº 331 (2010).



*Pascual Chenel, Álvaro: "El retrato de Estado durante el reinado de Carlos II. Imagen y propaganda". Fundación Universitaria Española (2010).


martes, 21 de abril de 2015

Los retratos dobles de Mariana de Austria y Carlos II (PARTE II)

Detalle del retrato de doña Mariana de Austria por Juan Bautista Martínez del Mazo (1666). National Gallery de Londres.

En el retrato de doña Mariana de Austria, obra de Juan Bautista Martínez del Mazo que vimos en la parte primera de esta entrada, la Regente aparece por primera vez como viuda Esto no supone ninguna innovación sino que se seguía la tradición de la Casa de Austria para la iconografía de sus reinas viudas desde tiempos de Margarita de Austria y María de Hungría, tía y hermana respectivamente del emperador Carlos V. Una imagen de viudedad que era símbolo de ejemplaridad y de fidelidad y lealtad al monarca fallecido, del que la Regente ha recibido la legitimidad de su poder y autoridad para el gobierno de la Monarquía. Fidelidad a los deseos de Felipe IV expresados en su testamento, que se reforzaría simbólicamente por el perrillo mansamente tendido a sus pies.

Doña Mariana se sitúa en el Salón de los Espejos, espacio que desde su construcción fue empleado por Felipe IV como lugar emblemático en el que concedía audiencia a príncipes, embajadores y personajes de elevado rango ,audiencias en las que estaba ausente la Reina consorte. Sin embargo, puesto que ahora es ella la legítima gobernante hasta la mayoría de edad de Carlos II, también recibe a los personajes más relevantes en el mismo espacio. 

Por otra parte, la Regente aparece sentada en un sillón de brazos tapizado de terciopelo negro debido al luto de la Corte, atributo de su elevada condición y estatus y, aunque no es frecuente en la tradición del retrato regio hispano que un rey aparezca sentado, alude aquí directamente al desempeño de las funciones de gobernante ejercidas por doña Mariana de Austria, pues la silla era utilizada por la Reina en contadas ocasiones o ceremonias, siendo el uso habitual de la Corte que las mujeres se sentasen en el suelo sobre cojines o almohadones. Circunstancia que viene subrayada por el hecho de que, además, la Regente sostiene en su mano un documento, quizá una consulta, atributo inequívoco de su cometido, pues sin su firma carecían de validez jurídica los decretos emitidos por la Junta de Regencia instituida por Felipe IV, según estipulaba el testamento de éste: “Los despachos que Yo suelo y acostumbro firmar, ha de firmar la Reyna en el mismo lugar que yo lo hago; y las resoluciones que tomare en las consultas assí en materias de paz, como de govierno, gracia y justicia y órdenes que embiare se han de executar de la misma manera que si Yo viviendo las resolviera”. El hecho de aparecer aislada del resto de figuras, parece indicar la soledad en la pesada carga del gobierno que doña Mariana ejerce de manera personal sin apoyarse en valido alguno, obedeciendo así los deseos testamentarios de Felipe IV.

Sin embargo, se sabe que ni la Reina tenía su despacho en el Salón de los Espejos ni recibía allí a la Junta. La deliberada alteración responde, por tanto, a la intención de representarla en dicho espacio por la enorme carga que había adquirido el salón como símbolo del poder que desde él se irradiaba. Por otra parte, el modo como se da a entender que se halla en aquel recinto resulta peculiar pues, a diferencia de los posteriores retratos de Carreño de Miranda, en donde se representan los muebles que dieron nombre al salón, nada aquí lo permite identificar, salvo el ingenioso detalle de mostrar la sala contigua, la conocida como Pieza Ochavada, que aclara la ubicación de forma indirecta.

La información determinante para poder identificar la sala del fondo y, por deducción, también la del primer plano, la proporciona una de las esculturas de bronce de la serie de los Siete Planetas, en concreto la de Venus o la Luna, realizadas por Jacques Jongelinck y que fueron regaladas por el Cardenal Infante don Fernando a su hermano Felipe IV para la decoración del Palacio del Buen Retiro, donde se instalaron en 1637, siendo posteriormente, en 1647, trasladados al Alcázar, donde Velázquez les había asignado una nueva ubicación en la Pieza Ochavada junto a algunas estatuas que había traído de Italia y otras que estaban ya en la colección real, como unas cabezas de bronce que se colocaron sobre los frontones de las puertas de los chaflanes, uno de los cuales podemos observar en el retrato de Mazo.

Pero el hecho más importante y que dota de mayor legitimidad al retrato y, por tanto, al poder de doña Mariana, es que se represente al rey-niño Carlos II en el fondo de la escena, en cuyo nombre ésta gobierna. Por otra parte, que Carlos II aparezca expresamente atendido por mujeres, muestra su dependencia de la Casa de la Reina, en cuyos apartamentos de hecho vivía y era servido. Efectivamente, al morir Felipe IV, su Casa se transformó y adaptó a la nueva situación integrándose, tal como deseaba el Rey en su testamento, en la dela Reina , en torno a la cual se articulará ahora toda la intrincada y sinuosa política de Corte. Dicho cambio resultó de trascendental importancia para las mujeres que estaban al servicio de la Reina, cuya situación, funciones, poder e influencia mudaron con la misma rapidez que las de la Regente, adquiriendo ahora una preeminencia que les llevó a las más altas cotas en el ejercicio del poder informal que se desarrollaba en los círculos de acceso a las personas reales y, con ellos, al patronato y favor regio. Entre todas ellas cabría destacar, sin duda, al aya de Carlos II, la Marquesa viuda de los Vélez, María Engracia de Toledo y Portugal.

El hecho de que el aya esté representada sosteniendo los cordones que al parecer se utilizaban para ayudar al pequeño Carlos II a mantenerse en pie, trasmite otra de las funciones que otorgaba a Mariana el testamento de Felipe IV: no sólo es Regente y Gobernadora, sino también, tutora, custodia y responsable del cuerpo físico del Rey y, con ello, de la Monarquía que él representa, pues no es capaz aún de sostenerse sin su ayuda.

De este modo el retrato se convierte en un verdadero alegato en favor de doña Mariana, mostrando el desempeño de sus nuevas funciones y responsabilidades como gobernante y regente de hecho y de derecho. De ahí la presencia perfectamente calculada del rey-niño, que atestigua y valida los derechos y legitimidad dinástica de doña Mariana para ostentar un poder y autoridad ejercidos de modo legítimo, en función de los expresos deseos de Felipe IV y en nombre de su hijo el rey Carlos cuya necesidad de ser tutorado y asistido justifica por sí misma la deseabilidad de la Regencia.


CONTINUARÁ...

Fuentes: 

*Pascual Chenel, Álvaro: "Retórica del poder y persuasión política. Los retratos dobles de Carlos II y Mariana de Austria". Goya: Revista de arte, nº 331 (2010).

*Pascual Chenel, Álvaro: "El retrato de Estado durante el reinado de Carlos II. Imagen y propaganda". Fundación Universitaria Española (2010).

miércoles, 15 de abril de 2015

NUEVO LIBRO: "Vísperas de sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II"



La madrileña Fundación Carlos de Amberes acaba de publicar un libro que recoge las actas del congreso que llevaba por título el mismo nombre, "Vísperas de sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II", celebrado entre el 29 de noviembre y el 1 de diciembre de 2012 en la sede de la institución en la Calle Claudio Coello y en el centro cultural La Corrala, perteneciente a la UAM.

A continuación el resumen del libro:

"Durante el reinado de Carlos II (1665-1700) la conservación de la dimensión territorial de la Monarquía Hispánica se fundamentó en una progresiva adaptación de las relaciones entre la corte y las oligarquías de los distintos reinos. El propósito principal de este volumen es brindar aportaciones relevantes sobre la figura de este rey, la construcción visual y simbólica de su imagen, y la situación de la monarquía ante las expectativas internacionales creadas por la cuestión sucesoria."


martes, 14 de abril de 2015

IN MEMORIAM


"Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo el amor de mi pueblo. Mi conciencia me dice que ese desvío no será definitivo porque procuraré siempre servir a España, puesto el único afán en el interés público hasta en las más críticas coyunturas.

Un Rey puede equivocarse y sin duda erré yo alguna vez; pero sé bien que nuestra Patria se mostró en todo momento generosa ante las culpas sin malicia.

Soy el Rey de todos los españoles y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero resueltamente quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro, en fratricida guerra civil. No renuncio a ninguno de mis derechos porque más que míos son depósito acumulado por la Historia, de cuya custodia ha de pedirme un día cuentas rigurosas.

Espero a conocer la auténtica y adecuada expresión de la conciencia colectiva y mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del poder real y me aparto de España reconociéndola así como única señora de sus destinos.

También ahora creo cumplir el deber que me dicta mi amor a la Patria. Pido a Dios que tan hondo como yo lo sientan y lo cumplan los demás españoles." 

14 de abril de 1931
Don Alfonso XIII

lunes, 6 de abril de 2015

Vuelta de Semana Santa 2015

Antes de volver con los retratos dobles de doña Mariana de Austria y Carlos II, os dejo con un pequeño "reportaje" fotográfico de lo que ha sido esta Semana Santa:

1. De Madrid nos dirigimos a mi pueblo, Lagunilla (Salamanca), para pasar estos días, pero esta vez decidimos hacer la ruta más larga para ir a visitar el Real Monasterio de Guadalupe. Sin embargo, poco antes de llegar, en la carretera de Navalmoral de la Mata a Guadalupe (en Bohonal de Ibor), junto al embalse de Valdecañas, nos sorprendieron unas preciosas ruinas romanas procedentes de Augustobriga (Talavera la Vieja) hoy desaparecida al quedar sumergida por las aguas del embalse en 1963:



2. Real Monasterio de Guadalupe (Cáceres), Patrimonio de la Humanidad desde 1993: El Santuario comenzó su andadura a finales del siglo XIII, siendo inicialmente una pequeña ermita, pobre y humilde, custodiada en sus primeros años por el sacerdote Pedro García (1330), a la que sustituyó la denominada segunda iglesia a finales del siglo XIV. Alfonso XI, que gustaba cazar por estas sierras, visitó Guadalupe en el año 1335, contemplando el estado ruinoso de la primitiva ermita y comenzando las gestiones para proceder a su restauración.

Se designó al cardenal Pedro Gómez Barroso como custodio, ocupándose de tal cometido desde 1335 hasta 1341. En este tiempo se fundó en 1337 la Puebla y por orden de Alfonso XI comenzaron a construir el Monasterio (1340) solicitando y obteniendo para este lugar la creación de un priorato secular y lo declaró de su real patronato. El priorato secular, dotado con el señorío civil del prior sobre la Puebla, estuvo dirigido por cuatro priores entre los años 1341 y 1389, finalizando este con la entrega del santuario a la Orden de San Jerónimo, que se mantuvieron en este lugar cuatro siglos, hasta que la desamortización de 1835 puso fin a este periplo, pasando a ser parroquia secular de la archidiócesis de Toledo, que regentaban sacerdotes diocesano hasta la llegada de la Orden Franciscana en 1908, que es quien rige desde entonces y hasta la actualidad el Monasterio y Santuario.

Fachada principal del Santuario.

El santuario y monasterio de Guadalupe, con sus más de siete siglos de devoción mariana y cultura, ha sido uno de los destinos preferidos de un buen número de peregrinos, viajeros, visitantes, turistas e ilustres personajes desde el siglo XIV. La riqueza artística que encierran estos muros, unidos a la devoción y el fervor popular por la imagen de la Virgen, ha cautivado desde siempre a personas de toda índole, desde reyes o papas, a humildes peregrinos.

Algunos de los más ilustres visitantes han sido:

* Reyes: las peregrinaciones reales se inician con Alfonso XI, quien tras la batalla del Salado viene a Guadalupe el 25 de diciembre de 1340 para dar gracias a la Virgen.

Juan II de Castilla hizo lo propio en 1430, acompañado de su privado Álvaro de Luna y de Juan II de Aragón y I de Navarra. En 1464 Enrique IV, su hermana Isabel (futura Isabel la Católic) y Alfonso V de Portugal se encontraron en el Monasterio, para intentar casar a la futura reina, Los restos de Enrique IV (muerto en 1474) y de su madre, la reina Doña María de Aragón reposan entre estos muros, indicativo del apego real con este santuario.

Monumento funerario de Enrique IV de Castilla a la izquierda del retablo mayor del santuario de Guadalupe.

La mayor vinculación real, por el número de veces que vinieron hasta Guadalupe y por su apego, fue precisamente la de los Reyes Católicos, don Fernando y doña Isabel. Esta última incluso ordenó que su testamento se custodiase por los monjes, como así fue.Aquí también se dispusieron las órdenes que Cristóbal Colón necesitaba para emprender el viaje hacia la conquista de América: el 20 de junio de 1492 se firmaban las cartas a los alcaldes de Palos y Moguer para ayudar a Cristóbal Colón en el aprovisionamiento y preparación de sus carabelas para el viaje.

Carlos V pasó también por Guadalupe la semana Santa de 1525, acompañado de su hermana, la reina de Francia doña Leono y otros altos personajes de su corte itinerante. Felipe II, estuvo en Guadalupe por primera vez el 18 de enero de 1570, cuando iba camino de Córdoba. El Rey de Portugal, don Sebastián y su tío Felipe II también se encontraron en Guadalupe en las navidades de 1576. Felipe III hizo lo propio en cuatro ocasiones (1605, 1618 y doblemente en 1619) y Felipe IV y su hijo natural, Juan José de Austria, también contemplaron las maravillas artísticas de este lugar.

Con los Borbones se perdería esta tradición y no sería hasta 1926 con Alfonso XIII que se recuperaría. También fue Alfonso XIII, junto con el Cardenal Segura, el encargado de coronar a la Virgen de Guadalupe como reina de la Hispanidad, el 12 de octubre de 1928. Después de este, su nieto don Juan Carlos I, ha visitado varias veces Guadalupe: como príncipe en 1961 y 1965; como Rey en 1977 (con la reina Doña Sofía de Grecia), en 1978 (con su esposa y sus hijos, el príncipe don Felipe y las Infantas Elena y Cristina) y en 1990. El 19 de junio de 1992, doña Sofía vino para presidir la Conferencia de Ministros Iberoamericanos de Educación, visita que también hizo en solitario en el año 2003. En el año 1994 son los Reyes de Bélgica, Alberto II y Paola, quienes hacen lo propio acompañando a los monarcas. Los aún príncipes de Asturias, Felipe y Letizia también estuvieron en diciembre de 2004.

* Santos: san Vicente Ferrer a finales del siglo XIV. Los portugueses, San Amadeo de Saboya y Santa Beatriz de Silva; San Juan de Ávila, San Juan de Dios y San Juan de Ribera, allá por el siglo XV. Santa Teresa de Ávila en 1548. En el mismo siglo, San Francisco de Borja (1554) y San Pedro de Alcántara. Ya en 1867, San Antonio María Claret estuvo dos días en Guadalupe. El papa Juan Pablo II vendría a Guadalupe el 4 de noviembre de 1982 durante su primera visita a España.

* Otro hombres ilustres: Cristóbal Colón en cuatro ocasiones. EL 21 de abril de 1486; los días 5 y 6 de abril de 1486; en 1493 tras su primer viaje a América, y en 1496 tras su segundo viaje trayendo consigo dos indios, Cristóbal y Pedro, que fueron bautizados en la pila que hoy se encuentra en la fuente de la plaza de Santa María. Hernán Cortés en 1528. Miguel de Cervantes, tras su liberación del cautiverio de Argel para ofrecer a la Virgen las cadenas del cautiverio. Lo hizo en el año 1580, época en la que la basílica contaba con un espacio reservado para los grilletes de liberados. La lista sigue con nombres como Luis de Góngora, Lope de Vega, Rafael Alberti, José María Pemán, Miguel de Unamuno, etc.

Claustro del Monasterio.
El Monasterio en sí es una joya arquitectónica mezcla de estilos gótico, mudéjar, renacentista, barroco y neoclásico, pero además sus paredes albergan obras de artistas de primerísimo nivel, muchas de ellas donaciones de sus ilustres visitantes y devotos, con nombres como Goya, El Greco, Pedro de Mena, Zurbarán, Rafael, Juan de Flandes, etc. 

En lo personal destacaría la magnífica sacristía, construida entre 1638 y 1647 por fray Alonso de San José, con ornamentación pictórica al temple en muros y bóvedas, así como con la presencia de ocho magníficos lienzos de Francisco de Zurbarán. En el centro de la capilla, pendiente de la cúpula está el Fanal de Lepanto que don Juan de Austria arrebatara a los turcos y que Felipe II envió a Guadalupe en 1577. Por último, y en cuanto respecta a este blog, destacaría también la antesacristía de donde cuelgan dos magníficos retratos de Carlos II y su primera mujer María Luisa de Orleáns, obra de Juan Carreño de Miranda (o de su taller), donados al Monasterio por el cardenal Savo Millini (nuncio en España entre 1675 y 1685) en 1683 y de quien también cuelga un retrato, obra igualmente de Carreño. También están los cuadros de la duquesa de Aveiro con sus tres hijos y uno del martirio de San Lorenzo de Luis Tristán.

Como estaba prohibido sacar fotos en el interior pongo esta foto de la sacristía extraída de aquí.

3. Ya desde Lagunilla, al día siguiente realizamos un visita a la preciosa ciudad cacereña de Plasencia. Allí visitamos su magnífica Catedral, en realidad dos catedrales, la Antigua (comenzada a construir en el siglo XIII) y la Nueva (comenzada en 1498), ambas unidas formando un todo:

Fachada de la "Catedral Nueva".

Unión interior entre la Catedral Antigua y la Nueva.

De la catedral vale la pena destacar el retablo mayor, tallado por el imaginero Gregorio Fernández con pinturas de Francisco Ricci, Luis Fernández y Mateo Gallardo:


A continuación fuimos a ver el Palacio de los Marqueses de Mirabel (mandado construir en el siglo XV por el Conde de Plasencia don Álvaro de Zúñiga y Guzmán), aunque no pudimos visitar su interior ya que la familia se encontraba allí para pasar la Semana Santa (la ctual marquesa es doña Alejandra Falcó y Girod, hija de don Carlos Falcó y Fernández de Córdova, V Marqués de Griñón, que le cedió el título en 2001):


Detalle de los blasones de los Marqueses de Mirabel.
También visitamos la coqueta Parroquia de San Nicolás, situada frente al Palacio, y que nos explicó magníficamente el sacristán de la misma:

Interior de la Iglesia de San Nicolás.
4. A la tarde, ya de vuelta a Lagunilla, paramos en Béjar para visitar el magnífico jardín renacentista de El Bosque: se trata de un parque señorial mandado construir en 1567 por los Duques de Béjar don Francisco de Zúñiga y Sotomayor y su mujer doña Guiomar, delicioso por sus aguas abundantes; por sus fontanas, por su gran estanque, por el que antaño navegaban leves barquillas, por sus rincones, por su arboleda.

Viejos documentos ofrecen la certeza de que aquí se celebraron, entre otras, magnificas fiestas literarias, presididas por los diversos duques y duquesas y que en ellas intervinieron Góngora y tal vez el propio Miguel de Cervantes , además de otros destacadísimos ingeniosos.

El estanque de El Bosque frente al palacete de los Duques de Béjar decorado con sus escudos de armas y las iniciales de los Duques fundadores (FG).

Fuente de El Bosque con el escudo ducal y las iniciales de los duques fundadores (F)rancisco y (G)uiomar.

5. Nuestra última visita fue la ciudad fronteriza de Ciudad Rodrigo (Salamanca). Esta ciudad, a medio camino entre Portugal y Castilla, se caracteriza por su recinto amurallado en estrella (en la actualidad procedente casi todo del siglo XVIII, siglo en que fue reformada) y por haber sido protagonista de las numerosas guerras que han enfrentado a ambos reinos a lo largo de la historia (Guerra Civil Castellana, Guerra de Secesión Portuguesa, Guerra de Sucesión, Guerra de Independencia):

Muralla de Ciudad Rodrigo donde se puede contemplar uno de los salientes en estrella.

Alcázar de Enrique II de Trastámara (1372), hoy parador, y enfrente el famoso verraco.

Detalle de la Catedral de Santa María con su friso gótico con doce figuras del Antiguo Testamento.
Catedral de Santa María.
Ayuntamiento, del siglo XVI en estilo renacentista,
Casa del I Marqués de Cerralbo, don Rodrigo Pacheco Osorio de Toledo, quien la mandó construir entre 1533 y 1540. Se sitía, al igual que el ayuntamiento, en la Plaza Mayor.

Fachada del antiguo Cuartel de Artlerría (siglo XVIII).

6. Y para terminar algunas fotos de mi pueblo (Lagunilla):

Vista del pueblo con la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción en primer plano.
Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.

Ermita del Santo Cristo de los Afligidos (1697).

Almendro en flor.

Fachada del Palacio Episcopal (1686) con los escudos del Obispo de Coria Juan de Porras y Atienza.

Antiguo Hospital (1696-1702) frente al Palacio Episcopal.

Escudo de doña Aldonza de Porras y Atienza, hermana del Obispo y fundadora del Hospital, en la fachada del mismo.