domingo, 5 de julio de 2015

Carlos II y el dogma de la Inmaculada Concepción (Parte III)

Fig. 3. Mariana de Austria entrega la Corona a Carlos II, grabado obra de Pedro de Villafranca (1672). BNE, Madrid. Sobre la cabeza del rey-niño se observa un cuadro o cartela con una Inmaculada y la inscripción "patrona hispaniae".
En noviembre de 1675 Carlos II alcanzó la mayoría de edad y comenzó en términos legales su gobierno personal según establecía el estamento de Felipe IV, aunque su madre continuó en verdad dirigiendo la Monarquía apoyada en el advenedizo don Fernando de Valenzuela. La Junta de la Inmaculada felicitó al soberano, asociando la promoción de la Purísima Concepción a la conservación de la Monarquía. A principios de 1677 el acceso de don Juan José de Austria al ministerio señaló una progresiva moderación en los conflictos con Roma por la pía opinión, manteniéndose las gestiones de forma discreta durante tres lustros hasta que la Inmaculada volvió a adquirir un papel clave entre las prioridades espirituales del Rey Católico.

Al igual que había ocurrido durante los reinados de su padre y su abuelo, los últimos años de Carlos II estuvieron encaminados a promover en Roma la definición dogmática del misterio inmaculista. La maltrecha salud del Rey, la ausencia de sucesión directa al trono y la guerra abierta con Francia en Europa propiciaron un nuevo impulso a la devoción mariana. Desde la perspectiva del entorno del Rey, la Inmaculada era la abogada de la Monarquía de España en la corte celestial. Si se obtenía la definición por el Papa, la Virgen María recompensaría este servicio mediando ante la divinidad para conseguir las ansiadas mercedes: el nacimiento de un heredero y la conservación de la integridad territorial de la Monarquía. Sucesión y conservación eran el norte de la piedad del Rey, el cual como un Nuevo Salomón multiplicaba sus actos devotos en exaltación de los misterios de la Fe Católica en las postrimerías de su reinado.

Fig. 2. Carlos II junto a su segunda mujer, Mariana de Neoburgo, y su madre, Mariana de Austria, adorando a la Virgen de la Almudena. Autor anónimo (h. 1690). BNE, Madrid.

Entre 1693 y 1699 la Inmaculada se convirtió en el eje de las instancias al Papado por parte del Rey de España. En 1693 la publicación de un breve de Inocencio XII en el que se disponía el rezo del misterio de la Concepción con octava de precepto con carácter doble de segunda clase en la Iglesia Católica avivó las expectativas de la familia real. En diciembre de 1695 Carlos II se implicó personalmente en el impulso a la definición dogmática. El Rey escribió al cardenal Luis Fernández de Portocarrero, presidente de la Junta de la Inmaculada y Arzobispo de Toledo, que:

deseando continuar el fervoroso celo con que los señores Reyes mi Padre y Abuelo (que están en gloria) solicitaron el mayor culto de la Purísima Concepción de Nuestra Señora, para obligar por medio de su auxilio a que su hijo Santísimo mire con piedad las presentes necesidades de esta Monarquía, ordeno a la Junta de la Concepción me informe del estado que actualmente tiene este Soberano misterio, y de los medios de que se podrá usar para adelantarle hasta su última definición, esperando que no omitirá reflexión ni diligencia que conduzca a fin tan importante y de mi primera devoción.

En 1696 el interés del monarca y las gestiones del IX Duque de Medinaceli en Roma, obtuvieron nuevos logros. La Congregación de los Ritos aprobó la aplicación del título de "Inmaculada" a la Concepción de la Virgen. En la Corte pontificia se movilizaron los cardenales afectos a la Corona española, entre los que destacaba el cardenal Francesco del Giudice, que contrarrestaban la animadversión de los dominicos a la pía opinión.

Desde Roma, el febrero de 1698 el cardenal José Sáenz de Aguirre expuso al Rey la estrategia para conseguir la definición del misterio de la Inmaculada. Aprovechando la coyuntura de paz en la Cristiandad, el cardenal recomendó a Carlos II que escribiese a los reyes y príncipe de Europa para apoyar la definición de la Inmaculada:

de cuya poderosa asistencia y patrocinio dependen y han dependido siempre las mayores dichas de la Monarquía. Paréceme muy conveniente y aun necesario que Vuestra Majestad se declare por Jefe de esta tan piadosa pretensión, procurando con repetidas cartas instar a todos los reyes y príncipes cristianos. Y muy en especial al Señor Emperador y al Rey Cristianísimo para que le ayuden y asistan a solicitar con la brevedad posible esta gracia de Su Santidad, de cuyo feliz logro no puedo menos de decir (con gran confianza de Dios) que me parecen resultarían a Vuestra Majestad y a todos sus Dominios felicidades muy cumplidas, y la mayor de todas que María Ilustrísima sería la Medianera y Abogada para impetrar de su Omnipotente Hijo una dichosa sucesión sucesión a Vuestra Majestad con las demás prosperidades que pudiera esperar de tan Grande Señora.

En septiembre de 1699 la Junta informaba al Rey de que la causa estaba muy adelantada, debiéndose mostrar constancia para culminar el empeño, "asegurándose que Su Divina Majestad corresponderá alcanzando de su Santísimo Hijo toda la salud de Vuestra Majestad, la sucesión que tanto importa y que se consigan todos los efectos del acertado gobierno de Vuestra Majestad". En aquellos meses también se promovió el proceso de canonización de sor María Jesús de Ágreda, acción piadosa que se consideraba una nuevo servicio a la Virgen.

Fue desigual la respuesta de los príncipes de Europa a la llamada de un Rey que asociaba la definición dogmática del misterio de la Inmaculada con alcanzar el milagro de la sucesión. Las gestiones prosperaron con el Rey de Polonia y el emperador Leopoldo I, a quien se presentó la piadosa instancia como la renovación de la "continuada protección de la Reyna del Cielo" a los intereses de la Casa de Austria. Sin embargo, Luis XIV reaccionó de forma diversa. El Rey Cristianísimo había sido el inesperado fruto del matrimonio de Luis XIII y Ana de Austria, después de dos décadas sin descendencia. El nacimiento de "Louis-Dieudonné" se asoció a la mediación de la Virgen. Tras conocer el embarazo de la Reina, Luis XIII agradeció el favor divino realizando un voto perpetuo de consagración del Reino de Francia a la Virgen. Era manifiesta la "pietas mariana" de Luis XIV, expresada de forma pública en visitas regias a santuarios marianos como el de Cotignac. Sin embargo, en noviembre de 1699 el Rey de Francia escribió a Carlos II en respuesta a sus instancias para que los monarcas católicos de Europa pidieran juntos a Roma la definición del misterio inmaculista: Luis XIV rememoraba su conocida devoción mariana, aunque consideraba que era a la Iglesia a la que tocaba decidir. Teniendo presente la división entre teólogos en el seno de la Iglesia, quizás Dios deseaba mantener el misterio oculto a juicio del soberano galo. Por ello había decidido no aunar sus instancias a favor de la pía opinión, con el fin de no avivar disputas acabadas ni crear nuevas inquietudes en la Iglesia. En los últimos lustros de la centuria, Luis XIV había amortiguado su defensa de las libertades galicanas y se presentaba como Nuevo Constantino, capaz de expulsar a los súbditos hugonotes de Francia para rivalizar con el Emperador como cabeza del orbe católico, tras los éxitos imperiales frente a los turcos.

CONTINUARÁ...

Fuentes:

* Álvarez-Ossorio Alavariño, Antonio: "La piedad de Carlos II" en Ribot, Luis (dir.) "Carlos II. El rey y su entorno cortesano". CEEH, 2009.

6 comentarios:

  1. Parece ser que al final no hubo recompensa celestial y que la Corona quedó sin sucesor, seguro que por los muchos pecados del rey Felipe.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Con Luis XIV hemos topado. Bien fuera en asuntos teológicos o políticos el caso es que Francia nunca se podía poner del lado de la Monarquía Católica, su principal rival europeo, aunque perteneciesen a la misma familia (que no intereses). El monarca francés era capaz de poner la zancadilla en Roma con tal de que a Carlos II no le saliese bien la jugada, pues ésta suponía que la Virgen amparaba los intereses españoles en todo el mundo. Mala cosa.
    Un beso

    ResponderEliminar
  3. ¿A ver si el papa le da la razón a Luis XIV? Como continuará la serie, no adelanto nada, que usted lo está contando muy bien.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. Supongo que estarás al tanto, pero por si acaso
    http://www.fcamberes.org/actividades/act/2015_newsletter_8julio2015.html

    ResponderEliminar
  5. tu blog es muy impresionante, cómo hacer un artículo interesante y visitantes fieles visitan? He aprendido mucho de usted Faktor Penyebab Tumor Otak

    ResponderEliminar