jueves, 26 de abril de 2018

La estancia de Carlos III de Austria en Madrid (1710)

1. Carlos III de Austria (futuro emperador Carlos VI), obra de Francesco Solimena (c.1707). Galleria Nazionale Capodimonte de Nápoles.


La campaña de Carlos III de Austria (archiduque Carlos) del año 1710, cuando hacía ya 6 años que el conflicto sucesorio se extendía por tierras ibéricas, se inició con los sonoros triunfos aliados en Almenar y Zaragoza (27 de julio y 20 de agosto respectivamente) que dejaron el camino expedito hacia el norte del Ebro y la Villa y Corte de Madrid. El empeño británico por adentrarse en Castilla, decisión que posteriormente sería criticada con dureza por el propio Carlos III al no consolidarse el avance paralelo hacia Navarra para interceptar la entrada de las tropas de Luis XIV, fue tomado con optimismo por gran parte del séquito carolino y de los exiliado en la Corte de Barcelona. Las muestras de alegría y convencimiento de un rápido y feliz desenlace para las águilas austriacas en el conflicto sucesorio se incrementarían con la llegada de nuevas sobre al entrada del rey Carlos en la Villa y Corte.

A diferencia de la primera entrada aliada en Madrid el año 1706, la mayor parte de los cortesanos y oficiales reales abandonó la Villa en dirección a Valladolid tras las órdenes imperativas de Felipe V. La despoblación de la Corte generó desde los instantes previos a la entrada una honda preocupación en el campo aliado. Pese a que el general británico Stanhope y gran parte de la opinión pública dejaba entrever que con su acceso a Madrid "quedará todo ganado", Carlos III se mostró escéptico en sus cartas a su secretario de Estado navarro Marqués de Erendazu, afirmándole que "de milagros ninguno deve discurrir ni fiar". A fines de septiembre, con el séquito regio a las afueras de la Villa, las palabras del Rey dieron visos de realismo. El abandono de la élite administrativa y política de la Monarquía, con la excepción de un reducido grupo de Grandes, títulos españoles e italianos y algunos criptoaustriacos y prisioneros de Estado, presentaba un panorama desalentador. La conciencia del mal recibimiento pesó en el monarca antes de cruzar los umbrales madrileños. Por carta del 26 de septiembre, informaría al Marqués de Erendazu que, frente a la mayoría de voces, se negó a condescender con los ruegos universales "aun no estoy en hazerlo, y lo más que yo haga será entrar por la puerta más cercana a Atocha, allí oyr misa y bolver, pues me pareze no conviene ni merezen más".

La tibieza de las opiniones y lealtades madrileñas pusieron sobre la mesa un rápido abandono e incluso su inmediato paso a Toledo o Granada. El 28 de septiembre, tras el consabido Te Deum en la iglesia real de Atocha y un cortejo solemne hacia la Plaza Mayor y la Puerta del Sol, Carlos de Austria abandonó la Corte y se fortificó en la quinta del Conde de Aguilar, en el lugar de Canillejas. A los pocos días el real séquito pasó al Palacio de El Pardo. Las continuas acciones punitivas de los cuerpos de caballería filipinos que a punto estuvieron de capturar a Carlos III le movieron a retirarse del epicentro de la Monarquía y pasar hacia el valle del Manzanares y el Tajo.

La evacuación de Madrid el 11 de noviembre siguiente en dirección a Toledo, Molina de Aragón y Cataluña, supuso un punto de no retorno en el conflicto sucesorio. La fidelidad de la mayor parte de las poblaciones de Castilla a Felipe V y el colapso militar británico en Brihuega, paliado con un éxito táctico del Conde Starhemberg en Villaviciosa, alejaron definitivamente a Carlos III de la sucesión íntegra de la Monarquía de España. La rápida y consistente recuperación de Felipe V hacia el interior de Aragón y Cataluña preludiaron el fin del "sogno spagnolo" de Carlos de Austria.


Fuentes:


  • Quirós Rosado, Roberto: "Monarquía de Oriente: la corte de Carlos III y el gobierno de Italia durante la Guerra de Sucesión Española". Marcial Pons, 2017.