miércoles, 30 de septiembre de 2020

Vida del último Almirante de Castilla (PARTE XII Y FINAL)

"Aspecto del Real Palacio de Madrid y su plaza como estuvo el dia 4 de marzo de 1704 en que el rey catholico nro. señor D. Felipe Quinto. saliò ala campaña de Portugal". Grabado obra de Filippo Pallota (1704).


A su llegada a Portugal Carlos III de Austria publicó un manifiesto en el que se dirigía a todos los estamentos de la Monarquía de España haciendo un alegato en defensa de sus derechos al trono:

"Hacemos sauer a nuestros vasallos de todos los Reynos, Estados, Prouincias y Señoríos que componen nuestra Monarchia de España de cualquier estado y condizion que sean que despues de estar reconocido y tratado como Rey de todos los dominios de España por la mayor parte de los Reyes prinzipes y soueranos de la Europa, nos hallamos en estas fronteras de Portugal con las tropas de nuestros Aliados y con las fuerças necesarias a introduzirnos en la posesion de dicha Monarchia que por ynfragables derechos nos perteneze conforme a las leyes fundamentales de ella establezidas".

La reacción de Felipe V no se hizo esperar. El 4 de marzo de 1704 un numeroso ejército franco-español, formado por 28.000 soldados de infantería y 10.000 de caballería, salía de Madrid con el Rey al frente entre los vítores de la multitud. Al mando de las fuerzas iba el Duque de Berwick. El cortejo real llegaría a Plasencia el 19 de marzo. La ciudad del Jerte acogió la Corte durante el mes largo que el Rey residió en ella, y fue el lugar donde el 30 de abril de Felipe V publicó la declaración de guerra contra Portugal por haber abrazado la causa del Archiduque. De estado forma se lo comunicaba al Presidente del Consejo de Aragón, Duque de Montalto:

"Habiendo llegado ya a los últimos términos de rompimiento de la Guerra contra el Archiduque y el Rey de Portugal, que apoyando con sus tropas las de nuestros enemigos y de la Religión, el injusto intento del Archiduque y admitiendo su Persona quiere invadir mis Dominios; he tenido por conveniente hacer pública al Mundo en el manifiesto (de que va aquí copia) la razón y justicia de mi causa, por la cual me ha sido preciso venir a la defensa de mis vasallos para librarlos de los riesgos que los amenazan. Remítolo al Consejo de Aragón para que en inteligencia de estar ya rota y pública esta Guerra, ejecute en la parte que le toca todo lo que en semejantes casos se acostumbra. En Plasencia a 30 de Abril de 1704".

El Conde de Galway fue nombrado general en jefe de las tropas inglesas en Portugal y sería quien, junto al portugués Marqués de las Minas, se enfrentaría al ejército borbónico. La campaña de Portugal se presentó inicialmente favorable a Felipe V quien estuvo presente en el reconocimiento de las principales plazas y en la toma de Salvatierra (8 de mayo) o Castelo Branco (23 de mayo).


Asedio de Castelo Branco durante mayo de 1704 en un grabado de Filippo Pallota.


A pesar de los éxitos iniciales de los borbónicos, era la primera campaña que emprendía España desde hacía medio siglo contra Portugal, por lo que pronto se notaron deficiencias de tipo logístico en munición y alimentos. A estas deficiencias de organización se sumaron los rigores del verano, que ocasionaron la pérdida de dos tercios del ganado traído por los franceses, nada habituados al extremo clima de Extremadura y el Alentejo. Ante estas circunstancias, y debido a que ambos ejércitos habían perdido su propia iniciativa, los contendientes detuvieron las operaciones y mantuvieron sus posiciones, de forma que Felipe V regresó a Madrid el 16 de julio.

Por su parte, el resultado poco concluyente de la campaña en la raya portuguesa impacientó al rey Carlos, deseoso de entrar cuanto antes en España. Reunidos los generales y consejeros aliados, se decidió enviar la escuadra anglo-holandesa a Cataluña por sugerencia del Príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, antiguo comandante de las tropas imperiales enviadas al Principado por Leopoldo I en la fase final de la Guerra de los Nueve Años (1695) y luego Virrey (1698-1701) como se comentó más arriba. Con Darmstadt a bordo la flota mandada por el almirante Rooke se situó frente a Barcelona el 24 de mayo bombardeando la ciudad sin éxito durante cuatro días antes los temores de los conspiradores austracistas que no se decidieron a dar el paso y acabaron adoptando una actitud servil ante el virrey Francisco de Velasco. No obstante, sería esta misma escuadra la que de regreso de Barcelona acabaría tomando Gibraltar (4 de agosto) en nombre de la reina Ana, ante las protestas de Darmstadt de que dicha conquista se había hecho en nombre de Carlos III. 

3. "Alegoría de la Vanidad", obra de Antonio de Pereda (1635). Fue una de las obras que el Almirante se llevó consigo a Lisboa. Considerada entonces como una de las obras más bellas de la pintura española.



La campaña de 1705 será decisiva en la dimensión civil de la Guerra de Sucesión pero también será la de los últimos meses de vida del último Almirante de Castilla: tras la llegada del Conde de Peterborough al mando de 12.000 hombres, nombrado por la reina Ana comandante general de Tierra y Mar, se celebró un consejo de guerra al que asistieron el Príncipe Darmstadt, el Almirante de Castilla, el Conde de la Corzana, Galway y el almirante Schovel. Estuvieron presentes también Pedro II y Carlos III, así como el Príncipe de Brasil (futuro João V), la reina viuda de Inglaterra Catalina y el el príncipe Antonio de Liechtenstein. De este consejo salió la iniciativa de enviar a la flota aliada a las costas de Cataluña en contra del parecer de don Juan Tomás, quien afirmó que "el golpe mortal para la España era atacar la Andalucía porque nunca obedecería Castilla a Rey que entrase por Aragon, porque ésta era la cabeza de la Monarquía; y rendidas las Castillas, obedecerian forzosamente los demás Reynos y aun la Cathaluña" (1). De este mismo parecer fue Peterborough, quien consideraba que la guerra sería más rápida entrando por Castilla pero recibió órdenes de Inglaterra para que se dirigiera de inmediato Cataluña, según el parecer de Darmstadt y Liechtenstein, al que estaba más inclinado Carlos III. El plan estratégico respondía también a la firma del conocido como Pacto de Génova entre Inglaterra y una representación del Principado de Cataluña de escasa relevancia institucional, pero de peso entre la burguesía mercantil catalana opuesta al acercamiento a Francia.

Pero antes de eso, el rey Carlos se dirigió a la Beira donde debía comenzar la campaña de ese año. El Almirante, antes de partir para el frente había otorgado testamento el 20 de abril en el Monasterio de los Jerónimos de Belém, a orillas del Tajo, ante su confesor jesuita Casnedi y el padre Cienfuegos, tras haberse confesado y comulgado. En mayo los aliados tomaron Valencia de Alcantara, Alburquerque y Jerez de los Caballeros, dirigiéndose a principio de junio por recomendación de don Juan Tomás a sitiar Badajoz. Parece que el paludismo y la malaria mermaron a las tropas aliadas y afectaron al propio Almirante que se retiró a Elvas y el 27 de junio a Estremoz al agravarse su dolencia.

El Almirante de Castilla moriría tras una agonía de 12 horas a las 4 de la tarde del 29 de junio en Estremoz. El Rey de Portugal se ocupó de las exequias del Almirante que fue velado en la Iglesia Santa Maria de Belém y enterrado en la capilla mayor del Convento de São Francisco de Estremoz.

Su testamento se abrió en Lisboa el 10 de julio. A parte de legar una pensión a los padres Casnedi y Cienfuegos, sus testamentarios, de 800 y 500 escudos respectivamente, se fijaba que los bienes que poseía en Portugal se destinarían la futura casa noviciado de la Compañía de Jesús en Lisboa, religión a la que era tan afecto:

"Declaro que en caso que su Magestad que Dios guarde no tome la dicha posesión llamo e constituio por mi heredero universal de mis bienes que ahora poseo en Portugal a Nuestra Señora de la Concepción, título de la nueva Casa Noviciado de la Compañía de Jesús que se ha de fundar en Lisboa para las personas de la Compañía que quisieren sacrificar su vida en la conversion de los infieles de las Indias Orientales y de la China".

No obstante, en casa de que Carlos III entrase a reinar en España:

"Declaro y constituio por herdero de quanto en Portugal y los demás dominios de España y de quanto me pertenece y puede pertenecer de vienes muebles y raíces, derechos y acciones a Nuestra Señora de la Concepción, título de un nuevo Colegio de Indias de la Compañía de Jesús que se ha de fundar en Madrid".

"La heroyca vida, virtudes y milagros del grande San Francisco de Borja...", obra del Álvaro Cienfuegos que la dedica al difunto don Juan Tomás Enríquez de Cabrera, Almirante de Castilla (1726). Biblioteca Nacional de España. 


Por tanto, la Compañía se benefició de un legado importante, entre lo que destacaba su importantísima colección de pinturas, una de las mejores de la Europa de su tiempo, así como tapices, muebles, armas, relojes, joyas y platerías que se pusieron a la venta en Lisboa. Los objetos de oro y plata labrada fueron adquiridos por Pedro II, mientras que las pinturas, pese a los intentos de hacerse con ella del Duque de Marlborough, fueron compradas por el archiduque Carlos por la irrisoria cifra de 100.000 cruzados y tras la Guerra de Sucesión recalarían en Viena formando hoy el núcleo del Kunsthistorisches Museum de la capital austriaca.

El resto de la herencia de don Juan Tomás fue legada a su familia. En principio, sus bienes y su dignidad recaían en su hermano, don Luis Enríquez de Cabrera, Marqués consorte de Alcañices (muerto en 1713) quien a la muerte del Almirante se convirtió en Conde de Melgar y Duque de Medina de Rioseco. En cualquier caso la herencia del Almirante no estaba libre ya que el mismo año de su deserción (1702), Felipe V confiscó los bienes y las haciendas de don Juan Tomás como vimos, si bien cuando su sobrino don Pascual Enríquez de Cabrera abandonó Portugal y volvió la Corte rindió homenaje al Rey, sin duda para salvar los títulos y dicho patrimonio familiar. 

Por lo que respecta al título de Almirante de Castilla, en 1710 Alcañices intentó minimizar los daños para la hacienda familiar presentando un memorial al Rey en el que solicitaba la devolución de los bienes, estados y dignidades embargados a su hermano. El Marqués alegaba que éstos formaban parte del mayorazgo de los Enríquez de Cabrera, y que por tanto estaban protegidos de la confiscación en virtud de un real privilegio del año 1440 concedido por Juan II, según el cual, si el titular de la Casa cometía un delito grave, la titularidad de la misma debía pasar al siguiente miembro en grado de ocuparla. No obstante y pesar de las súplicas en enero de 1726 Felipe V decretó la supresión de las dignidades de Almirante y Condestable de Castilla. La decisión real estaba respaldada por una declaración posterior a la firma de la Paz de Viena (30 de abril de 1725) que en uno de sus puntos matizaba el artículo noveno de ésta, dando potestad a los monarcas para abolir los puestos militares concedidos en perpetuidad o por vidas, entendiendo que la naturaleza de estos empleos hacía aconsejable que fueran ocupados por personas de confianza. En el caso del Almirantazgo de Castilla esto no sucedería hasta marzo de 1737 cuando el Rey nombró a su hijo el infante don Felipe Almirante General de la Amada, cargo en que se unificaban todos los almirantazgos de España.

Al poner fin a la vinculación de los Enríquez con el Almirantazgo, Felipe V les desposeyó de la dignidad que desde 1405 les había garantizado su destacada posición, relegando a su ducado riosecano a la que la había sido una de las familias más poderosas de Castilla  y la Monarquía entre los siglos XV y XVII.

Por lo que respecta la famosa y antaño rebosante de obras arte huerta de Recoletos, el 30 de abril de 1726 don Pascual Enríquez de Cabrera tomó posesión de la misma, aunque ésta permanecería poco tiempo en el patrimonio familiar, ya que siete años después su hermana doña María Almudena Enríquez de Cabrera la vendió al abogado y miembro del Consejo de Hacienda don Juan Brancacho, mientras que ella ocupaba las casas de la Plaza de los Mostenses.


Bibliografía:

  • Agüero Carnerero, Cristina: "El ocaso de los Enríquez de Cabrera. La confiscación de sus propiedades y la supresión del almirantazgo de Castilla". Tiempos modernos: Revista Electrónica de Historia Moderna, Vol. 8, Nº. 33, 2016.
  • Delaforce, Angela: "From Madrid to Lisbon and Vienna: the journey of the celebrated paintings of Juan Tomás Enríquez de Cabrera, Almirante de Castilla". Burlington magazine, Vol. 149, Nº 1249, 2007, págs. 246-255
  • González Mezquita, María Luz: "Elites de poder y disidencias estratégicas. La corte portuguesa a comienzos del siglo XVIII". X Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional del Rosario. Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional del Litoral, Rosario (2005).
  • León Sánz, Virginia: "El fin del Almirantazgo de Castilla: don Juan Tomás Enríquez de Cabrera", en Cuadernos Monográficos del Instituto de Historia y Cultura Naval, 42. Madrid, 2003
  • Matos Sequeira, Gustavo de: "Depois do terremoto: subsídios para a história dos bairros ocidentais de Lisboa". Academia das sciências de Lisboa (1916).


Notas:

(1) Estas son las palabras que el Marqués de San Felipe pone en boca del Almirante en su obra "Comentarios de la Guerra de España e Historia de su Rey Phelipe V el Animoso" (1725).

1 comentario:

  1. Hola, como estas??

    Sabes si todavía hay descendientes de los Enríquez oír vía masculina también incluyo a los alba liste ya que sería descendientes directos de la casa de borgoña.
    Saludos,
    Felipe Dueñas

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