LA BATALLA DE NÖRDLINGEN (PARTE II):
Hacia las diez de la mañana la Caballería de los batallones de Weimar, que hasta ese momento se había mantenido al margen, comenzó a dirigirse poco a poco hacia el flanco derecho de los ejércitos católicos, donde estaban el Duque de Lorena y el Conde Juan de Weert al frente de las tropas de la Liga Católica y algunas del Rey de Hungría, asistiendo también por esta parte el Marqués de los Balbases con el resto de la caballería de Paolo Dentici. Pronto comenzó la carga, que fue respondida en primer lugar por algunos mosqueteros que se hallaban adelantados, al tiempo que salían a escaramucear y arremeter algunas tropas de Caballería croata. Poco después el grueso de las tropas de ambos ejércitos entraron en combate, estando a la cabeza de las católicas el Duque de Lorena, mientras que el Marqués de Leganés, que se dirigía hacia allí con presteza, mandaba que 400 mosqueteros del Conde de Fuenclara se fuesen acercando al lugar.
Mientras todo esto sucedía, en la colina se luchaba con mayor contundencia que nunca, destacando entre todos la dura resistencia de los Tercios españoles. Pero viendo los generales que se necesitaban mayores socorros, se mandó al lugar al Regimiento viejo de Swartsenbourg, ocupando este batallón y el de los lombardos el flanco derecho de la colina, adelantándose hacia el bosque. A Toralto le pareció entonces que sería de gran utilidad para proteger aquel lugar algo de artillería, pidiéndosela a Cervellón y colocándola frente al escuadrón enemigo, que estaba pegado al bosque. Se hizo tanto daño con las piezas de artillería que los protestantes se desconcertaron enormemente, aprovechando así las tropas del sargento mayor Orozco para entrar en el bosque y atacar con tal violencia que se logró desalojar de él al enemigo.
El Marqués de los Balbases, que se encontraba peleando con su Caballería en el llano contra las tropas de Weimar, ordenó a su teniente general Paolo Dentici que se dirigiese por la parte del bosque con cuatro compañías de caballos a tentar a las tropas enemigas que se encontraba sobre el flanco izquierdo del mismo. Por su parte, Piccolomini mandó adelantar también a sus dos Regimientos imperiales que se encontraban en la vanguardia de la colina. Por ese mismo lado fueron adelantando también los 400 mosqueteros del Conde de Fuenclara. Entre todos consiguieron cercar al enemigo por todas partes. Weimar con el resto de su tropa se dirigió entonces a socorrerles, siendo atacado por todos lados. Los 400 mosqueteros de Fuenclara consiguieron desalojar al enemigo del extremo del bosque, mientras que el Duque de Lorena y Juan de Weert causaban gran estrago, consiguiendo desbaratar a los protestantes y ganarle su artillería e incluso el estandarte del mismísimo Weimar.
Acometidos los protestantes por todos lados, hacia las doce del mediodía comenzaron a desordenarse y a huir. Por su parte las tropas de Horn, que peleaban en la colina, viendo como los suyos iniciaban la huida y como se les cerraba la espalda, se batieron también en retirada, abandonando armas, banderas y estandartes.
La mayor parte de
Las bajas en la batalla fueron de unos 8.000 protestantes, mientras que en el seguimiento y alcance que llevó a cabo
Según Aedo y Gallart, las bajas entre las tropas del Cardenal-Infante se elevaron, entre muertos y heridos, a 600, mientras que las de Su Majestad Apostólicas y las de la Liga Católica llegaban a 1000 (4). Destacaban las muertes del Conde de Paniguerola, el coronel Würmser, el sargento mayor don Diego de Bustos, el Marqués de Rapalla, don Pedro Arias y don Alonso de Noguerol. Por su parte, entre los heridos ilustres se encontraban Gerardo de Gambacorta, el Conde de Salm (que murió a los pocos días), el maestre de campo Carlos Guasco, don Tiberio Brancaccio, teniente de maestre de campo general; don Álvaro de Quiñones, comisario general de la Caballería de Nápoles; don Pedro de Ulloa (que murió posteriormente), don Diego Manrique de Aguayo, don Fernando de Heredia, don Diomedes Caraffa, Octavio Marques, don Tomás de Ávalos, Gualeto Gualteri, el sargento mayor Alessandro Campi, Lope Ochoa de Oro y don Juan Negrete, que murió posteriormente. Del ejército imperial murieron un sargento mayor de batalla, el prior Aldobrandino, y el coronel Silvio Piccolomini, así como algunos capitanes.
Tras la victoria y la huida de los protestantes el Rey de Hungría y el Cardenal-Infante con las compañías de su guardia y todos los cabos, se dirigieron, con acompañamiento y música de trompetas y atabales, hacia los lugares donde se había peleado, que se encontraban sembrados de muertos, a darle las gracias a todos los escuadrones de Infantería y Caballería por lo bien que habían peleado, abrazando Su Alteza a los maestres de campo don Martín de Idiáquez y don Gaspar de Toralto, reconociendo que a ellos dos se debía la victoria. Por su parte, las tropas imperiales gritaban: “Viva España, que nos ha dado la vitoria y el Imperio: Viva la valentía de los Españoles y Italianos” (5). Tras lo cual los dos miembros de la Casa de Austria volvieron a descansar a sus respectivos cuarteles. A continuación se despacharon correos para España, Viena, Flandes, Italia, y a toda la “Christiandad”, dando aviso de la victoria. El Cardenal-Infante ofreció también hacer memoria perpetua en
Finalmente, tras la aplastante victoria, la ciudad de Nördlingen se rindió el día 8 de septiembre, entrando el Rey de Hungría y el Cardenal-Infante en ella el día 9, con “grande acompañamiento y triunfo”, dirigiéndose a la Iglesia mayor a restituir el culto católico y a dar gracias al Altísimo por la victoria. Al apearse del caballo, los burgomaestres de la ciudad se echaron a los pies del Rey de Hungría pidiendo perdón por lo mucho que habían ofendido a Su Majestad Césarea, su padre el emperador Fernando II, suplicando piedad y que se mantuviesen los privilegios de la ciudad, así como asegurando que de ahí en adelante mantendrían su fidelidad. Su Majestad Apóstolica hizo lo uno y lo otro, y a continuación todos entraron en
El día 10 don Fernando fue a visitar el cuartel del Duque de Lorena donde se hallaba preso Gustav Horn, a quien Su Alteza, debido a su fama de gran general, tenía curiosidad por conocer. El día 11 los ejércitos iniciaron la marcha, dirigiéndose los del Rey de Hungría hacia Ulm y los del Cardenal-Infante hacia la villa de Guingen, capturada antes de llegar a ella por
El día 12 don Fernando llegó a Guingen, deteniéndose en el lugar hasta el día siguiente en espera del Rey de Hungría. Ese mismo día se envió una trompeta a la villa y castillo de Heidenheim para que se rindiesen, respondiendo estos que no tenían orden para hacerlo de su señor el Duque de Württemberg (6), con lo cual el día 13 se enviaron 600 caballos al mando del Coronel Ossa a coger posiciones para tomar el castillo. A continuación se dirigieron hacia el lugar 4 Tercios de Infantería, el de españoles de Fuenclara, el de napolitanos de Toralto, el de lombardos del Marqués de Lunato y el de alemanes de Leslier con la artillería. Según narran las fuentes, bastó con la presencia de los 600 caballos para que tanto la villa como su castillo se rindiesen con la condición de que no fuesen saqueados, lo que finalmente no se cumplió, causando la soldadesca grandes desastres. A partir de este día se hicieron públicos diversos bandos en los que se imponía la pena de muerte a todo aquel soldado que saquease, quemase o forzase a alguna mujer. A continuación se envió correo a la Corte de Württemberg asegurando que Su Alteza no trataba sino que de atravesar el Ducado sin hacer daño, instándole a que facilitase su pasaje y no se quitasen los víveres a su ejército.
El 14 don Fernando llegó a Heidenheim. A continuación valorando cuanto el tiempo se les había echado encima y temiendo la llegada de las lluvias, así como el hecho de tener que invernar en Alemania, lo cual implicaría la disolución de su ejército, el Cardenal-Infante y sus consejeros decidieron dejar lo de Breisach y dirigirse cuanto antes a Flandes a aplastar a las Provincias Unidas, que era el verdadero motivo de su viaje y de la formación de su ejército. Por ello, Su Alteza mandó al Marqués de los Balbases a proponer al Rey de Hungría otros modos para socorrer a Breisach y continuar su camino hacia Flandes sin interrupciones. Esta petición venía incitada por un correo del Marqués de Aytona, gobernador interino de los Países Bajos, instando al Cardenal-Infante a que si llegaba a aquellas provincias para el 10 de octubre se podría tomar Maastricht, la cual se hallaba cercada por todas partes.
El día 15 Su Alteza llegó a Bamikirchen, a donde regresó el Marqués de los Balbases tras exponer la propuesta de abandonar el socorro a Breisach al Rey de Hungría, trayendo la noticia que al día siguiente llegarían al cuartel español unos ministros de Su Majestad Apostólica para tratar el tema. Mientras tanto, todas las villas y lugares por donde pasaban el Cardenal-Infante y los ejércitos imperiales se iban rindiendo y entregándose, dejándose en cada una de ellas una guarnición. Se supo además que el Duque de Württemberg, ante el temor a las tropas católicas, había abandonado su Corte huyendo a Estrasburgo, “castigo devido a la torquedad con que estos Duques han negado tantos años ha
El Ducado de Württemberg fue completamente arrasado por las tropas católicas, a pesar de que don Fernando y el Rey de Hungría trataron de evitarlo, mandando colgar a muchos de los soldados que llevaron a cabo tan viles acciones. Entre toda esta soldadesca exaltada, destacaron por su malos modos los croatas, que quisieron incluso asaltar y saquear la ciudad de Sttutgart, corte de los Duques de Württemberg, lo cual fue impedido por el Rey de Hungría, a quien la ciudad se le rindió finalmente de forma pacífica, sometiéndose a todos los dictados de Su Majestad Apostólica. También habían contribuido a arrasar aquellos estados las tropas del rhingrave Otto que debían haber acudido al socorro de Weimar y que, sin embargo, vagaban por el sur del Imperio tras la derrota en Nördlingen.
El día 16 Su Alteza llegó a Stuntdorz, a donde vinieron de parte del Rey de Hungría el Marqués de Grana y el Conde de Tisenbac a conferir sobre el tema de Breisach, aunque no se concluyó nada al no ajustarse los ministros imperiales a los deseos de don Fernando, ya que a éstos interesaba sobremanera que el Cardenal-Infante permaneciese con su ejército en Alemania.
El 17, pasando por Gepping, la cual se le había rendido, se llegó a Erbespach, topándose por el camino con el Rey de Hungría. Este día visitaron también a Su Alteza unos diputados de Stuttgart rogando que no se les saquease, ofreciendo multitud de víveres y carros para el ejército, ante lo cual el Cardenal-Infante aceptó. El 18 se celebró una junta entre el Rey de Hungría, don Fernando y los ministros de ambos para decidir el socorro de Breisach sin que el Cardenal-Infante se viese inmiscuido en él. Para ello vino el enviado español en Viena, Marqués de Castañeda, con amplios poderes de Su Majestad para concluir el negocio. Lo que se decidió fue que el sargento mayor de la Liga Reynac fuese a Breisach con 500 caballos, y que se sumasen otros 500 y hasta 5.000 infantes que la archiduquesa regente del Tirol Claudia de Médici podía entregar de los presentes en las guarniciones de Lindau, Constanza y otros lugares, y del Regimiento ordinario del Tirol; y que con esta gente se socorriese Breisach y se recobrase Rheinfelden, Friburgo y otros lugares, limpiando así de enemigos aquellas provincias. Su Alteza nombró al maestre de campo Juan Tomás Blanco, para que, de su parte, asistiese en todo, incluido el dinero para las municiones y vituallas que necesitaría Breisach.
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Fuentes principales:
* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.
* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.
* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.
* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.
Notas:
(1) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. P. 143
(2) Íbidem, p. 143.
(3) Íbidem, p. 145.
(4) Otras fuentes consultadas católicas elevan las cifras a 3.500.
(5) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. P. 145.
(6) Se trataba del duque Everardo III (1614-1674). Heredó el Ducado a los 14 años, en plena Guerra de los Treinta Años, tras la muerte de su padre Juan Federico VII. Hasta 1631 ejerció la regencia su tío paterno Luis Federico y tras la muerte de éste en ese año, Julio Federico de Württemberg-Weiltingen hasta 1633, cuando Everardo alcanzó la mayoría de edad. Tras la Batalla de Nördlingen huyó a Estrasburgo, donde permaneció hasta 1638 tras un acuerdo con el emperador Fernando III que le permitió volver a sus estados.
(7) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. P. 158.
Buf, menuda explicación de las batallas de las tropas de la Liga Católica. La representación de la misma es muy buena, y da una gran idea de lo que eran las tropas españolas.Da para una película, je, je.
ResponderEliminarSaludos¡
Javier: desde luego que el viaje del Cardenal-Infante y la Batalla de Nördlingen darían para una super-producción de Hoollywood :)
ResponderEliminarUn abrazo.
Sinceramente, que buena crònica de una batalla poco conocida,( al menos para mì).
ResponderEliminarMe encantò el Rubens.
Un abrazo.
Gaucho: es una de las batallas más conocidas y decisivas de la Guerra de los Treinta Años, pero supongo que al ser un conflicto europeo en América se le da menos bombo.
ResponderEliminarEl Rubens que citas es una de las joyas del Museo del Prado ;)
Un abrazo.
Perfecto me ha gustado mucho las descripciones de la batalla.
ResponderEliminarCon la importancia que se daba a las banderas y estandartes me imagino que estas tomadas al enemigo serían expuestas y existirán en algún sitio.
Saludos.
Estupenda narración del combate. Vaya masacre. Casi muere hasta el apuntador. Por lo demás, lo de siempre: saqueos y barbaridades de la soldadesca embrutecida tras la victoria. Ya sabes eso de "homo homini lupus". También aquello de "en todas partes cuecen habas."
ResponderEliminarUn saludo.
José Eduardo: me alegro que te haya gustado, supongo que alguno de estos estandartes se puede conservar en la Real Armería del Palacio Real de Madrid, donde también se pueden contemplar los ganados a los turcos en la Batalla de Lepanto.
ResponderEliminarSaludos.
Cayetano: gran victoria y desmanes por doquier después, era un clásico de aquella época, pobre la aldea y las mujeres que se topasen con esos hombres envilecidos tras tener la muerte delante de los ojos, las manos manchadas de sangre y el corazón impregnado de odio.
ResponderEliminarUn saludo.
La cita de Aedo (correspondiente a la nota 3) es espléndida por su expresividad.
ResponderEliminarSaludos y magistral entrada.
La madre! Que sobresalto, monsieur. Entro aquí y me reciben a trompetazos y a cañonazos. Saqueos, disparos, griterío. Y claro, yo venía desarmada.
ResponderEliminarLo primero que se me ocurrió fue echar cuerpo a tierra.
Feliz tarde
Bisous
Que cantidad de bajas en esta batalla, sin contar con las tropas tan mortíferas de la actualidad, casi todas en el cuarpo a cuerpo. Uno estudia estas guerras y apenas repara en ellas. Por ejemplo, la Guerra de los Treinta años la estudiamos como un acontecimiento decisivo en la historia de Europa, como el cambio de rumbo del imperio hispánico, pero no se nos explica la dureza de los combates, la estrategia de los ejércitos, etc. En fin, siempre quedan espacios como éste para aprender. Un cordial saludo, Majestad.
ResponderEliminarSeguro que esta descripción de la batalla le resultaría muy útil a un primo mío y te voy a comentar la causa. Es un entusiasta de las partidas basadas en batallas de la Historia con sus soldaditos, su terreno de cartón y sus posiciones estratégicas, de tal modo que colocan sus tropas tal y como ocurrió en el inicio de una batalla concreta y las van posicionando según el relato histórico, en un primer momento, y después racometen la batalla a su modo, como si ellos mismos fueran los generales en ese momento. En fin, todavía quedan soñadores que no sólo piensan en los videojuegos.
ResponderEliminarSaludos
Menuda carnicería. Estoy convencido de que en este ejército plurinacional, la labor de los Tercios españoles fue decisiva en la defensa de la colina de Allbuch y sin duda la captura del general Gustav Horn terminó por decantar la victoria.
ResponderEliminarEfectivamente me imagino esta batalla en manos de una cinematográfica americana. El partido que le han sacado los yankis a su historia con los indios y nosotros, simplemente nos hemos olvidado de nuestro pasado y de hazañas como la batalla de Nördlingen..... en fin, no quiero hablar.
Excelente entrada amigo, una vez más se ha superado :-))
Un abrazo.
Retablo: sin duda esa cita resume a la perfección lo que fue la batalla.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Madame: sin duda ha hecho lo mejor jejeje ;)
ResponderEliminarUn beso.
Paco: aquello era puro arte militar y estrategia no como las guerras de ahora en las que el cuerpo a cuerpo ya casi no existe. La Guerra de los Treinta Años fue el conflicto de mayor envergadura en Europa hasta la I Guerra Mundial, Alemania quedó destruida y arrasada hasta niveles inimaginables, el horror fue tremendo y marcó la mentalidad europea durante muchos años.
ResponderEliminarUn abrazo.
Carmen: desde luego es bonito que aún queden soñadores y artistas como tu primo, a ver si le sirve la entrada para organizar sus mini-ejércitos ;)
ResponderEliminarUn beso.
Pedro: eso no lo dudes, la labor del Tercio de españoles de don Martín de Idiáquez fue decisiva.
ResponderEliminar...en cuanto a la película y la comparación con los yankees, no lo dudes, en España somos muy dados a olvidar nuestra historia, o peor, lo que hacen nuestros actuales gobernantes y sus aliados nacionalistas, REINVENTARLA y adaptarla a sus necesidad...y esto sólo tiene una palabra: VERGÜENZA.
Un abrazo.
¡Qué victoria! y qué emocionante su narración. Y después qué gran paseo triunfal por media Europa. Un saludo cordial.
ResponderEliminarDesdelaterraza: así es, una victoria clave y que llenó de gloria al Cardenal-Infante.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Quitando la del propio Aedo y Gallart, esta es la mejor descripción de la Batalla de Nördlingen que he tenido ocasión de leer. Te felicito; también por el blog en general. Si no lo es ya, creo que muy poco tardará en convertirse en una página de visita obligada para todos aquellos a quienes les interesen las vidas y reinados de los Austrias menores.
ResponderEliminarPpe de los mares: muchas gracias por la parte que me toca. Espero que como dices, el blog se convierta en algo interesante para todos los amantes del siglo XVII español, en particular del reinado de Carlos II.
ResponderEliminarUn saludo.
Coincido con casi todos los que te comentan, y es que la gran victoria de Nördlingen no se ha descrito tan bien nunca, y eso que precisamente algunas cosas de ella he leído.
ResponderEliminarMagistral, lo digo siempre, amigo Alberto.
Por cierto que no conocía el título de "rheingrave" hasta que te he leído y ya ando buscando información. Somos unos viciosos jajaja
Un fuerte abrazo.
Jordi: muchas gracias por tus palabras. Por lo que respecta al título de "rheingrave" o "ringrave" es bastante extraño y sólo lo he encontrado unido a la familia Salm.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amigo Carolus, mira qué tonterías se hacen por ahí con la figura de Felipe IV :
ResponderEliminarhttp://www.hoyesarte.tv/?pid=82