sábado, 12 de diciembre de 2009

LA FAMILIA DEL REY, LOS HERMANOS DE CARLOS II; MARÍA TERESA DE AUSTRIA, INFANTA DE ESPAÑA Y REINA DE FRANCIA (PARTE II)

A pesar del testamento de Felipe IV, la corte francesa siguió considerando a Luis XIV como un candidato legítimo y posible para la sucesión de la Corona Española en caso del fallecimiento del débil Carlos II. Las renuncias a la herencia efectuadas por las princesas españolas al contraer matrimonio con los reyes de Francia, fueron desestimadas por la Monarquía Francesa; de hecho, nunca fueron consideradas irrevocables y, en contrapartida, se primó el lazo matrimonial que unió a ambas coronas, aprovechado los tiempos de fuerte inestabilidad sucesoria para la Monarquía Hispánica; de esta forma, la figura de María Teresa permitió a la Casa de Borbón reforzar sus pretensiones al trono español, sustentadas sobre la abundante sangre de los Habsburgos españoles que corría por las venas de la familia legítima de Luis XIV.

Tras la muerte del rey Felipe IV en septiembre de 1665 y la de su hermana la reina madre de Francia Ana de Austria en enero de 1666, Luis XIV, sobrino e hijo respectivamente, decidió que aquel era el momento adecuado para hacer valer sus intereses dinásticos sobre los territorios de la Monarquía Hispánica. Dos fueron las principales ambiciones del monarca galo: los Países Bajos Españoles(1), en primer lugar, y la herencia de la Monarquía, en segunda instancia. Amplias expectativas que, en un principio, el Rey quiso conseguir a través de una diplomacia basada en la legalidad vigente: su esposa María Teresa, cuya renunciación a los derechos sucesorios no tuvo valor alguno para la Monarquía Francesa que, entre otras cosas, arguyó el impago de la dote matrimonial por parte del monarca español para justificar la anulación de la renunciación de la infanta.

En cuanto a los Países Bajos, Luis XIV se valió de los polémicos derechos de devolución de ciertas provincias de Brabante para hacer valer los derechos de su esposa María Teresa a la herencia de los mismos (2): en octubre de 1665, al mes de subir Mariana de Austria al poder, Luis XIV se sirvió tanto de la Reina madre, Ana de Austria, como de su esposa María Teresa, para comunicar a la Monarquía Hispánica sus pretensiones sobre los Países Bajos a través del embajador español en París, Marqués de la Fuente, al cual se le prohibió hablar del tema ni con la reina María Teresa, ni con la reina madre Ana de Austria, la cual moriría el 20 de enero de 1666. El 12 de marzo de 1666, casi tres meses después, el marqués de la Fuente envió una misiva a la reina regente Mariana de Austria para comunicarle los pormenores de la entrevista que la Reina madre había tenido con su hijo Luis XIV antes de morir. En esta misma carta, el embajador español en París hablaba sobre la entrada en el círculo de damas de la reina María Teresa de la Valier, una amante del Rey y dama de la duquesa de Orleáns. Con respecto a lo primero, el marqués de la Fuente había averiguado que la Reina madre había pedido a su hijo que mantuviera la paz con la Monarquía Hispánica, que perdonase a los enemigos que obraron contra ella durante su regencia, que protegiera la religión y, con respecto al segundo asunto, pidió que se comportara como cristiano cuidando a la reina María Teresa librándola del escándalo público. Sin embargo, el propio Marqués de la Fuente desconfiaba en sus misivas de que Luis XIV, a pesar de haber jurado obedecer a su madre en el lecho de muerte, cumpliera sus promesas: si no tenía verdaderas intenciones de conservar la paz con la monarquía hispánica tampoco iba a honrar a su esposa María Teresa, como de hecho así sucedió(3)
Tras el fallecimiento de la reina madre, Ana de Austria, María Teresa fue cooptada por la corte parisina a la que Luis XIV: en los primeros meses de 1666, ausente ya la reina Ana, el marqués de la Fuente comenzó a acusar el aislamiento de la consorte: María Teresa nunca estaba sola, por lo que él no podía establecer ninguna comunicación con ella porque el Rey la tenía secuestrada con el fin de que no pudiera dejar translucir ningún tipo de información referente a las intenciones francesas sobre los Países Bajos.

Un debate europeo sobre la legitimidad de los derechos de devolución de la Reina de Francia precedió a la contienda bélica de 1667. La polémica estuvo servida desde la publicación en Francia de ciertos documentos a favor de las pretensiones del Rey Cristianísimo sobre los territorios españoles de los Países Bajos. El planteamiento legal articulado por el rey francés se prestaba a múltiples interpretaciones, dependiendo éstas de la particular visión del legalista, de su escuela y origen, etc (4). Los juristas franceses, encabezados por Antonie Bilain, argumentaron la invalidez de la renuncia de la Reina a sus derechos sucesorios: María Teresa tenía derechos sucesorios y éstos no se podían derogar ya que la ley de sucesión estaba por encima de cualquier renuncia. Salvado el obstáculo de la renunciación, Bilain pasaba a enumerar los derechos de la reina cristianísima, entre ellos los llamados de “devolución”, emanados de cláusulas del derecho privado.

Finalmente el monarca francés optó por las armas y en mayo de 1667, invadió los Países Bajos Españoles, iniciándose la llamada Guerra de Devolución.

La invasión francesa de los Países Bajos, se tradujo en un verdadero paseo militar de Luis XIV. La fulminante ocupación de plazas como Charleroi, Bergues, Tournai, Courtrai, Oudenarde o Ath dejó el camino libre para el asedio de Lille, que fue tomada el 26 de agosto fue tomada. Aquellos cuatro meses de rápida anexión, suscitaron la reacción del resto de las potencias europeas: Inglaterra y Holanda sellaron un tratado defensivo en la Haya (23 de enero). Suecia se añadiría poco después conformando así la Triple Alianza por la cual, las tres potencias se comprometían a unirse en caso de que Luis XIV se excediera en sus ambiciones territoriales en Europa. Además mientras todo esto sucedía, el Emperador firmaba con Francia el tratado secreto de partición de la Monarquía Hispánica en caso de muerte del pequeño CarlosII, el 19 de enero de ese mismo año de 1668.

La guerra terminó con las paces de Aix-la-Chapelle (Aquisgrán) el 4 de mayo de 1668, por las cuales Francia tuvo que renunciar al Franco Condado pero manteniendo a cambio sus conquistas de 1667: Charleroi, Binche, Ath, Douai, Lille, Armentières, Courtri, Tournai, Bergues, Fuernes, Menin y Oudenarde. La Triple Alianza, liderada por las Provincias Unidas, había obligado a Luis XIV a claudicar en sus empeños territoriales, lo que a la larga generaría una nueva guerra, la Guerra de Holanda en la que Luis XIV invadió las Provincias Unidas.

Por lo que se refiere a María Teresa, ésta mantuvo siempre una relación muy afectuosa con Mariana de Austria, en cuanto que la reina francesa era hijastra de la Reina madre, a parte de ser primas. María Teresa se preocupó siempre por doña Mariana, incluso en los momentos más difíciles como fueron el exilio de la madre de Carlos II tras la llegada al poder de don Juan José de Austria.

María Teresa falleció el 30 de julio de 1683 en la corte de Versalles. Las relaciones entre las cortes francesa y española pasaban un periodo difícil. Los derechos de reunión y la entrada de tropas francesas en algunos señoríos de los Países Bajos, como el ducado de Luxemburgo, anunciaban la inminencia de una declaración oficial de guerra. La Reina de Francia dejaba varios hijos, entre ellos el primogénito Luis, conocido como el Gran Delfín, padre del futuro Felipe V, el primer Borbón que se sentó en el trono hispano, y a quien llegaban sus derechos sucesorios precisamente por vía de su abuela paterna (5).


(1) En cuanto a los Países Bajos ya en 1645 Mazarino había sugerido la idea de que el matrimonio con la infanta María Teresa serviría para pedir (en concepto de dote) las provincias de Flandes a cambio de la restitución de Cataluña a la Monarquía Española; esta idea encontró salida en la acción de la diplomacia francesa que a partir de entonces trató de conseguir la mano de la infanta española, consiguiéndolo como ha sido ya dicho tras la Paz de los Pirineos de 1659.
(2) Los juristas de Luis XIV invocaron el llamado "droit de dévolution", una antigua costumbre del ducado de Brabante según la cual los bienes patrimoniales pasaban a los hijos del primer matrimonio si el viudo contraía segundas nupcias.
(3) Tras la muerte de su madre, Luis XIV se apresuró a intentar introducir a su amante, Mademoiselle de la Valier, entre las damas de María Teresa; para ello solicitó a su mujer la Reina que fuera ella misma la que permitiera esta situación, prometiéndole que si le obedecía la compensaría de alguna forma. La Reina aceptó la proposición el Rey y Mademoiselle la Valier, dama de la duquesa de Orleáns, entró en Palacio conforme la costumbre de la corte francesa, en la que contrariamente a la corte de los Austrias, las amantes podían vivir en palacio e influir en la política del monarca.
(4) De la parte francesa el texto que dio inicio a la contienda legal fue el "Traité des Droits de la Reyne Très-Chrétienne sur divers Etats de la Monarchie d’Espagne" (1667) de Antonie Bilain; texto defensor de los derechos de devolución que fue inmediatamente contestado por el jurista Francisco Ramos del Manzano en su "Respuesta de España al Tratado de Francia sobre las pretensiones de la Reyna Cristianísima".
(5) Aunque se tratará en futuras entradas, finalmente el testamento de Carlos II no tuvo en cuenta las renunciaciones de María Teresa al trono hispano por las siguientes razones:
"Reconociendo, conforme a diversas consultas de ministro de Estado y Justicia, que la razón en que se funda la renuncia de las señoras doña Ana y doña María Teresa, reinas de Francia, mi tía y mi hermana, a la sucesión de estos reinos, fue evitar el perjuicio de unirse a la Corona de Francia; y reconociendo que, viniendo a cesar este motivo fundamental, subsiste el derecho de la sucesión en el pariente más inmediato, conforme a las leyes de estos Reinos, y que hoy se verifica este caso en el hijo segundo del Delfín de Francia: por tanto, arreglándome a dichas leyes, declaro ser mi sucesor, en caso de que Dios me lleve sin dejar hijos, al Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín, y como tal le llamo a la sucesión de todos mis Reinos y dominios, sin excepción de ninguna parte de ellos. Y mando y ordeno a todos mis súbditos y vasallos de todos mis Reinos y señoríos que en el caso referido de que Dios me lleve sin sucesión legítima le tengan y reconozcan por su rey y señor natural, y se le dé luego, y sin la menor dilación, la posesión actual, precediendo el juramento que debe hacer de observar las leyes, fueros y costumbres de dichos mis Reinos y señoríos". (Testamento de Carlos II, cláusulas 13 y 14)


Fuentes principales:

* Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "La sacralización de la dinastía en el pulpito de la Capilla Real en tiempos de Carlos II". Universidad Autónoma de Madrid. 2002.

* Oliván Santaliestra, Laura: "Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII". Universidad Complutense de Madrid. 2006.

** La imagen es un retrato de Pierre Mignard (1661) que representa a la reina María Teresa cn su hijo, el Delfín Luis.


4 comentarios:

  1. Estupendo artículo. Es difícil encontrar post tan rigurosos en este mundillo de blogger. Especial interés presenta para mi el célebre uso de Luis XIV de los derechos sucesorios de su esposa, pero como es por todos sabido este hombre disponía de un nutrido grupo de funcionarios para rebuscar en archivos con la intención de encontrar cualquier tipo de texto que reforzara las pretensiones de Luis de expandir Francia hacia sus fronteras naturales.
    Ánimo con el blog y un saludo

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  2. Gracias por lo ánimos.

    Si, es la teoría de las fronteras naturales de los Pirineos al Rhin que tanto marcarán la futura política europea y que llegarán incluso hasta las guerras de tiempos de Napoleón III.

    Un saludo.

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  3. Como dije en otra parte, Carlos II fue el resultado final de una estrategia dinástica que consistía básicamente en casamientos entre parientes de las distintas casas reales, ello dio lugar a una endogamia con alto grado de consanguinidad, la cual fue aumentando peligrosamente con cada nueva unión de los herederos.
    Evidentemente, él no tenía la culpa de haber nacido débil, enfermizo y no dejar descendencia.
    Un saludo.

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  4. Cierto es, pero igualmente cierto es el hecho de que debemos mirar la historia con los ojos de quien la vivìan en ese momento y no con ojos del siglo XXI y con esto solo quiero decir que era impensable para un miembro de la Casa de Austria, la familia elegida por Dios para gobernar el mundo segùn el pensamiento de la época, casarse con alguien inferior dinàasticamente hablando, lo cual reducìa la elleciòn de casamiento a miembros de la propia familia (procedentes de Viena) que eran los ùnicos que poseìn un mismo status y en casos contados con miembros de la Casa de Francia, igualmente emparentados con los reyes hispanos y que constituìn el otro gran reino catòlico de la Cristiandad y, por tanto, un "inter paris" aceptable.

    Un saludo.

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