jueves, 24 de marzo de 2011

DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA, DE BARCELONA A BRUSELAS: OTRO GRAN VIAJE PRINCIPESCO

Entrada de don Juan José de Austria en Bruselas en 1656, atribuido a David Teniers III. The Wallace Collection, Londres.

Tras narrar el viaje del Cardenal-Infante don Fernando desde Barcelona a Bruselas para ocuparse del Gobierno de los Países en 1634, me parecía interesante, antes de seguir con su biografía, compararlo con el mismo viaje que su sobrino, don Juan José de Austria, realizó veinte años después para ocuparse también del cargo de gobernador general de los Países Bajos y así poder ver las diferencias y similitudes entre ambos:

Concluido su trienio como virrey de Cataluña, el 17 de febrero de 1656 (1) Felipe IV firmaba una orden por la cual don Juan José de Austria debía trasladarse a los Países Bajos para tomar posesión del cargo de gobernador general de aquellas provincias en sustitución del archiduque Leopoldo Guillermo, que ocupaba el puesto desde 1647.

El viaje se dispuso con una rapidez fuera de lo habitual. Se pretendía llegar a Flandes por territorios alemanes e italianos, ya que la situación bélica hacía poco recomendable un viaje por las costas galas o inglesas. Llama la atención que después de diez años de ausencia de la Corte al bastardo no se le autorizase a visitar a su padre y hermanastros. Es posible que la presencia de don Juan José en Madrid no fuese grata a Felipe IV ni a doña Mariana de Austria, aunque éste hubiese nacido mucho antes de que ella fuese la esposa del Rey. La salida del puerto de Barcelona se produjo en la noche del 4 de marzo de 1656 en dos galeras preparadas para la ocasión, la “San Juan” (donde iba él embarcado) y la “Santa Ágata”. Le acompañaban en esta ocasión un séquito muy reducido de personas: su gentilhombre de cámara, don Fernando Carrillo (más dos ayudas de cámara y tres criados menores), el Marqués de Sierra, gobernador de las armas de Cataluña, el Barón de Amatte y don Luis Poderico, entre otros.

La relación de todo lo acontecido ente viaje correspondió a don Pedro de la Mota Sarmiento, su cronista habitual (2). Al día siguiente de zarpar de Barcelona, llegaron al puerto de La Alcudia, en Mallorca, isla en la que se tuvieron que refugiar hasta el 8 de marzo por la tempestad que azotaba la mar. Una vez amainado el temporal, reemprendieron la travesía pero tuvieron que hacer frente a tres naves berberiscas que les atacaron y, aunque salieron victoriosos del enfrentamiento naval, se produjeron muchas bajas en la galera donde viajaba don Juan José. Aún así, este viaje constituyó un hecho memorable y cuando el hijo de Felipe IV consiguió llegar a Flandes se editó una relación apologética a su figura en este victorioso suceso, obra de Ernestus van Veen (3). En la portada se recoge un interesante y bello grabado anónimo. Bajo la leyenda “Extra Fumum et undam”, aparece retratado don Juan José de cuerpo entero vestido con armadura, sombrero de ala, cinto con espada y banda de general por la que asuma la cruz de ocho puntas de la Orden de San Juan de Malta, de la que era Gran Prior para los Reinos de Castilla y León. Coronado por las estrellas, figura con el brazo derecho alzado portando el caduceo o vara de Mercurio (atributo de la sabiduría y la prudencia) y con la otra mano sosteniendo un escudo con la efigie de la Medusa, al tiempo que apoya ligeramente el pie izquierdo sobre una bola del mundo y un remo (símbolo de la victoria naval). Don Juan José está representado en tierra contemplando un paisaje marino en tempestad (alusiva a la tormenta de Mallorca), en donde un bajel ha naufragado (el berberisco) y los otros dos hispanos surcan la mar. De estos últimos destaca especialmente la galera de Su Alteza, representada a modo de alegoría como una Fortuna de la navegación, puesto que en lugar de mástil figura una mujer que con gracioso gesto sujeta una vela. A pesar de esta gloriosa victoria, es destacable que a don Francisco Carrillo “le sacaron un ojo de un mosquetazo y parte de la nariz”, y entre las bajas producidas por el encuentro con los berberiscos destacó la de Giovan Francesco Serra, Marqués de Almendralejo, que “de un balazo en el estómago vivió pocas horas” (4) y falleció en los brazos de don Juan (5). El Marqués de Almendralejo había sido un destacado mecenas y coleccionista (6) que, después de participar en la Guerra de Cataluña reparando las fortificaciones de Gerona, había conseguido permiso para retirarse a Milán.

"De Fortuna Emblema ad Serenissimum Principem Ioannem Austriacum Belgij & Burgundiae Gubernatorem" de Ernestus van Veen. Bruselas, 1656.

Tras la confusión ocasionada por el encuentro con los piratas, se consiguió llegar, en una nave maltrecha y sin apenas agua, a Cerdeña el 11 de marzo (según otras fuentes el 13) y finalmente a Génova el 23 del mismo mes. La entrada de don Juan José al puerto italiano, así como la visita que hizo a las ciudades durante el resto del trayecto fue de incógnito o de “rebozo”, es decir, que pretendidamente quiso pasar desapercibido. Para ello vestía como un camarada de los nobles de su séquito, comía en hostales para no darse mayor publicidad y restringió completamente todo tipo de ceremonias o demostraciones públicas “porque los aprestos que el Rey de Francia hacía contra los Estados de Flandes no daban lugar a dilaciones algunas”. A pesar de todo, tuvo tiempo de visitar velozmente algunos parajes y monumentos destacados como la Cartuja de Pavía o, sobre todo, Milán, ciudad a la que llegó el 28 de marzo para recoger al Marqués de Caracena, don Luis de Benavides Carrillo de Toledo, gobernador de aquellos estados y uno de los militares más experimentados de la Monarquía, y llevarlo consigo a Flandes en calidad de gobernador de las armas en sustitución del Conde de Fuensaldaña, que había ejercido ese puesto durante el gobierno del archiduque Leopoldo Guillermo.

La estancia de don Juan José en Milán duró varios días y fue muy intensa porque visitó el Duomo, la casa del Cardenal Trivulzio “que vivamente deseaba que Su alteza honrase su casa” y el Monasterio de San Ambrosio. Pero, sin duda, debió de representar para Su Alteza una gran experiencia en su relación con las artes y las letras la visita que realizó en esta ciudad a la casa del celebérrimo coleccionista y bibliófilo Manfredo Settala (7). A decir de don Pedro de la Mota la casa de Settala “es muy digna de ser vista”, y realmente no era para menos, ya que la misma adquirió fama internacional y fue visitada por grandes potentados de toda Europa puesto que consiguió formar no sólo un teatro de las maravillas sino un verdadero inventario enciclopédico y sistemático del mundo. La “casa-museo” se configuraba en varios sectores: la biblioteca, que se desarrollaba en tres estancias decoradas con los retratos de hombres ilustres, era singular por la rareza de los 610 manuscritos, los 9.290 libros y sobre todo las estampas, dibujos y los numerosos “disegni acquerellati” que reproducían algunos objetos de su impresionante colección. Estas salas comunicaban con la denominada “Galleria”, que estaba configurada con bellísimas estatuas, bajorrelieves, retratos, mosaicos, cuadros, medallas y otras muchas cosas eruditas y preciosas. Lo más destacado de la colección era el interés que demostró por las ciencias experimentales que se concentraban en las diversas salas con instrumentos de precisión y aparatos mecánicos, productos artesanales, instrumentos de música, armas y ballestas, repertorios etnográficos, fósiles animales y vegetales, además de minerales.

El viaje tenía que proseguir y así el 5 de abril don Juan José se encontraba ya en los parajes de San Antonio de Padua en tierras venecianas. Aunque iban muy apurados de tiempo, “Su Alteza, estaba anssiosso de ver ttal santuario y ajustando el tiempo que havía menester para llegar a Trento y el que tenía para ir y bolver por la porta, biendo que le sobrava no quiso perder la ocasión y así apeándose de los caballos…con sólo dos criados…corriendo toda la noche por el camino de Pesquera…se hallo el día seis por la tarde en Padua (a 20 millas de Venecia)”. El 7 de abril llegó a Venecia y se entrevistó con el embajador español, don Gaspar Tebes Tello de Guzmán, Marqués de la Fuente (8), el cual ya había alojado a Velázquez en sus dos viajes a Italia. Para este encuentro, tomó todo tipo de precauciones para no ser reconocido y por ello “desembarcó cerca de su casa y le envió avisar cómo le esperaba en la calle”. Según Maura y Gamazo, su segunda mujer, doña Ana Portocarrero, Marquesa viuda de Espinardo, era famosa por sus devaneos matrimoniales y parece que entonces mantuvo una relación con don Juan José.

El 10 de abril entró en los estados del Archiduque del Tirol y, pasando por Trento, llegó a Innsbrück cuatro días después. A las puertas de la ciudad le esperaba el archiduque Fernando Carlos, hombre sin grandes dotes de gobierno pero muy cultivado, que ejerció un importante mecenazgo artístico en su corte archiducal, convirtiéndola en una de las más refinadas de Europa. Fernando Carlos condujo a don Juan José a su Palacio de Ambras, donde le hospedó por espacio de tres días. Aquí fue agasajado por los archiduques y tuvo tiempo de descansar jugando a la pelota, su deporte favorito, presenciando en el teatro comedias espectaculares por sus tramoyas como “la comedia de Herón que fue cossa insigne mudándose todo el teatro en cinco diferentes formas, ejecutado con la grandeza que se deja entender”. El día 17 de abril se despidió de los archiduques pero no quiso dejar de hacer alguna señal de magnificencia y así mandó entregar diferentes regalos: “a un gentilhombre de su cámara que en lo que le avían servido estavan para ello le pareciesse algunas memorias como fue a la asistencia que havía siempre estado una joia de diamantes a dos jentiles hombres de la cámara que avían benido a servir la noche que llegó dos sortijas de diamantes, al cavallerizo maior que en las dos beces que comió en público con los Sereníssimos havían servido la copa una lanza de diamantes, a un ayuda de cámara que avía mandado fuesse a que le ttocasse el violín una sortija de diamantes ttodas de alta estimación y tamvién mando repartir entre la familia dos mill escudos de oro”.

El 20 de abril se llegó a Augsburgo y según don Pedro de la Mota don Juan José “se ocupó en ver las cassas insignes de aquella ciudad” (quizás una de ellas fuese la casa de los banqueros Fugger). Dos días después se embarcó en el Danubio y alcanzó Frankfurt el 27 de abril, permaneciendo en la ciudad un día a la espera del Marqués de Caracena. El 1 de mayo ya estaban en Colonia.

La llegada de Su Alteza a los Países Bajos se produjo el 9 de mayo de 1656. Don Juan José, al igual que ya lo hiciera el Cardenal-Infante, entró por la provincia de Güeldres, dirigiéndose a la plaza de Ruremonde, donde le esperaba el Conde de Fuensaldaña, gobernador de las armas del Ejército de Flandes, el cual le comunicó el deseo del archiduque Leopoldo Guillermo de verle en Monteagudo. Al día siguiente alcanzó el emblemático santuario mariano de Scherpenheuvel, más conocido como Monteagudo, que se trataba de una fundación de los archiduques Isabel Clara Eugenia y Alberto de Austria. Don Juan José oyó misa y mantuvo una entrevista secreta con su predecesor en el cargo de gobernador general. Seguidamente se dirigió a la ciudad universitaria de Lovaina, donde fue recibido por el Príncipe de Ligné y por el Príncipe de Condé y “de la ciudad insigne salieron a recibir a su Alteza el magistrado, la nobleza, escuelas y burgueses de aquella plaza con gran lucimiento”. Tras una breve visita a la ciudad le ofrecieron un espléndido banquete nocturno y le hicieron muchos festejos. Esta misma ciudad solicitaría tiempo después a don Juan José una importante ayuda económica para reparar las casas y el edificio del seminario de la ciudad y de la Facultad de Humanidades y Letras (9).

La entrada en Bruselas se produciría finalmente el 11 de mayo. Ésta careció de la solemnidad que se había desplegado para la de su predecesor Leopoldo Guillermo el 11 de abril de 1646, con la Grand Place y sus inmediaciones decoradas, así como la Rue au Beurre y la Colline plagadas de arcos triunfales. A decir de don Pedro de la Mota, “como ya era tarde para ir en público a Santa Gúdula (la catedral) fue en un coche para hacer oración de secreto”. Sin embargo, al día siguiente se celebraría una pequeña recepción oficial festiva “con la mayor ostentación y grandeza que pudieron y dio lugar la brevedad del tiempo” y de la que el propio don Juan José tuvo que ayudar económicamente tras recibir las solicitudes de la cofradía de músicos de la ciudad, entre otros (10). Desde entonces pasó a instalarse en el Palacio de Coudenberg, residencia habitual de los gobernadores generales de los Países Bajos.

Fuentes principales:

* Castilla Soto, Josefina: “Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV): su labor política y militar”. Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED, 1992.

* González Asenjo, Elvira: “Don Juan José de Austria y las Artes (1629-1679)”. Fundación de Apoyo a la Historia del Arte Hispánico. Madrid, 2005.

* Ruiz Rodríguez, Ignacio: “Juan José de Austria en la Monarquía Hispánica: entre la política, el poder y la intriga”. 2008.

Notas:

(1) BNM, mss. 2384, fol. 395. Felipe IV ordena a su hijo el abandono del gobierno político y militar del Principado para marchar a Flandes.

(2) Mota Sarmiento, Pedro: “Relación del viaje de don Juan de Austria desde Cataluña a Flandes y feliz suceso que tuvo peleando con unas galeras de corsarios turcos”. BNM, mss. 1443, fol. 137-152.

(3) “De Fortuna Emblema ad Serenissimum Principem Ioannem Austriacum Belgij et Burgundiae Gubernatore”. Bruselas, 1656.

(4) En Mota Sarmiento, Pedro: “Relación del viaje de don Juan de Austria desde Cataluña a Flandes y feliz suceso que tuvo peleando con unas galeras de corsarios turcos”.

(5) Barrionuevo de Peralta, Jerónimo de: “Avisos 1654-58”. Madrid, 1968. Pag. 268.

(6) Giovan Francesco Serra, Marqués de Almendralejo (1609-1656), era un noble genovés, hijo de Girolamo Serra y Veronica Spinola. En 1616 quedó huér­fano y su tío Giovan Battista, embajador de la República de Génova en España, le trasladó a Madrid y pasó su adolescencia cerca de la ­Corte. En 1622 su tío le compró el feudo de Cassano en Calabria. En 1625 participó en el socorro de Génova y desde 1627 hasta 1635 residió en el reino de Nápoles; en 1633 casó con Maria Giovannetta Doria, hija del Duque de Tursi. El gobernador de Milán, Diego Mesía y Guzmán, Marqués de Leganés, le nombró maestre de campo y lo llamó a Milán; desde allí tomó parte en todas las campañas contra Francia en Piamonte y Lombardía desde 1638 hasta 1652. Enviado a España en el invierno de 1641-1642, obtuvo el Marquesado de Almendralejo y la llave de gentilhombre de la cámara del Rey. A finales de 1652 Felipe IV, que ya en 1646 le había nombrado maestre de campo general, le llamó a luchar en Cataluña en ayuda de don Juan José de Austria. En 1656 obtuvo el permiso de regresar a Milán, donde había dejado a su familia, con el cargo de gobernador de las armas; pero el 9 de marzo, al salir de la bahía de La Alcudia, las galeras que lo llevaban fueron atacadas por cuatro carabelas turcas y un balazo lo mató. Fuente: Museo del Prado.

(7) Scarabelli, P.F.: “Museo o Galeria adunata dal sapere e dalli studi del Sig. Canonico Manfredo Settala nobile milanese”. Tortona, 1677, pp. 268-271.

(8) Para saber más sobre su figura consultar Elliott, J.H.: “El conde duque de Olivares. El político en una época de decadencia”. Barcelona, 1986.

(9) Fechado el 29 de septiembre de 1657. AGRB, cc. Administrative, 387, fol. 90-92.

(10) AGS, Csr. Leg. 232. Bruselas, 30 de mayo de 1656.

lunes, 21 de marzo de 2011

PARTICIPANTES EN EL 382º ANIVERSARIO DE DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA

Como os anunciaba, el próximo 7 de abril celebraremos el 382º aniversario del nacimiento de don Juan José de Austria con una acción colectiva en la que voluntariamente los amigos y lectores de este blog publicaran en los suyos respectivos una entrada relacionada con el personaje. De momento las personas que me han confirmado su participación son las siguientes:

- Pedro de Mingo del blog España Eterna.

- Kassiopea del blog Paseando por la Historia.

- CarmenBéjar del blog Pinceladas de Historia Bejarana.

- Cayetano del blog La tinaja de Diógenes.

- Vicente Camarasa del blog Biombo Histórico.

- Eduardo de Vicente del blog Crónicas de Torrelaguna.

- Senovilla del blog Pensamientos JFS.

- Desdelaterraza del blog Desde la Terraza.

- Paco Hidalgo del blog Arte Torreherberos.

- Retablo de la Vida Antigua del blog Retablo de la Vida Antigua.

- Javier Peralta del blog Fotografías de Albacete.

- José Luis de la Mata Sacristán del blog Mis Viajes por la Historia.


Os doy las GRACIAS a todos anticipadamente y os vuelvo a recordar la fecha: 7 DE ABRIL.

CAROLVS II

viernes, 18 de marzo de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE XIV)

El Cardenal-Infante don Fernando, seguidor de Anton van Dyck.

La victoria en Nördlingen otorgó al Cardenal-Infante la gloria militar que tanto deseaba desde su infancia. “La mayor victoria que se ha visto en estos tiempos”, según la definía el Conde-Duque de Olivares, constituyó una impresionante reafirmación del poderío español en unos momentos en los que muchos empezaban a preguntarse si éste no se había eclipsado. El ejército sueco fue totalmente destruido. Todo el sur de Alemania fue ocupado por los vencedores, y los aliados que los suecos tenían entre los príncipes del norte del Imperio eran presa de la mayor confusión. Sin embargo, también es cierto que la ruta más directa que iba de Italia a Flandes, la que pasaba por el Rin y Lorena, aún no había sido despejada, pues ello hubiera supuesto una ruptura inmediata de las hostilidades con Francia, que tenía sus tropas estacionadas en la alta y baja Alsacia y en los puntos clave a orillas del Rin y el Mosela.

A pesar de su satisfacción personal por el triunfo del Cardenal-Infante, Olivares no podía ocultar cierta decepción inmediatamente después de la victoria. Don Fernando obedeció al pie de la letra sus instrucciones de continuar su marcha hacia Flandes; pero de haber sido otras sus órdenes, y de haber tenido tiempo y pertrechos suficientes, el Rey de Hungría y él habían podido tratar con Sajonia, ajustar debidamente lo de Alemania y luego haber dado la vuelta hacia el sur a despejar el Rin, “con que quedaran dueños de todo”. “La conclusión es que aquello queda mejor, pero todavía muy peligroso, y el Emperador necesitado de mucha ayuda para engrosar como es menester para el año que viene” (1).

El Conde de Oñate, embajador español en Viena, aprovechó la ocasión ofrecida por Nördlingen para presionar de nuevo al Emperador para que aceptara formar una Liga, sin embargo, Fernando II siguió manteniendo la prudencia de siempre. Al menos hasta que quedaran pacificadas las tierras alemanas, se mostraba reacio a comprometerse a enfrentarse a los franceses, y a lo más que se avino fue a firmar el 31 de octubre un tratado de alianza ofensiva y defensiva con Su Majestad Católica. En virtud de dicho tratado, podía permanecer en Alemania un ejército sufragado por España, pero el Emperador se abstuvo de adquirir ningún compromiso de intervención militar. Su preocupación más grande era utilizar la derrota de los suecos para obtener un pacto favorable en los asuntos religiosos y políticos del Imperio, y estaba totalmente fuera de lugar emprender ninguna operación militar contra los franceses o las Provincias Unidas hasta que se lograra aquel objetivo. En primer lugar, tenía intención de alcanzar un acuerdo con el Elector de Sajonia. En el mes de noviembre, se negoció una tregua temporal entre el Emperador y el Elector en Pirna, y el 30 de mayo de 1635, con la Paz de Praga, se acordó un pacto general de los asuntos del Imperio, aceptable para los demás príncipes protestantes alemanes.

La defección de Sajonia de la causa contraria a la Casa de Austria constituía una prueba del alcance los cambios producidos a raíz de Nördlingen. Los suecos ya no podían seguir sosteniendo por sí solos la coalición anti-Habsburgo en Alemania. Inexorablemente, Francia se veía impelida a la guerra, aunque el objetivo de Richelieu seguía siendo retrasar el conflicto lo más posible y seguir actuando desde la sombra y de forma indirecta, apoyando la causa protestante. Los meses posteriores a la Batalla de Nördlingen se caracterizaron por una intensa actividad diplomática, destacando la lucha del Papado por evitar la ruptura entre Paría y Madrid, y por organizar una conferencia de paz en la que se ajustaran las pretensiones de unos y otros mediante la discusión y el arbitraje. Sin embargo, la guerra parecía ya inevitable.

Volviendo al viaje del Cardena-Infante, después haber pasado el Rin todo el ejército, la artillería y el bagaje, don Fernando se embarcó el día 18 de octubre en dos barcas rumbo a Colonia, acompañado de los Marqueses de Leganés, Balbases, Orani, Este, del Duque de Nocera, cuatro gentilhombres de su cámara, tres ayudas y algunos criados, mientras que el ejército marchaba por tierra con orden de rencontrarse con Su Alteza en Juliers. Este día don Fernando recibió además correo del Marqués de Aytona avisándole de que había partido en su busca con 2.000 caballos y que en Bruselas todo era alegría ante su próxima llegada.

Navegó el Cardenal-Infante el Rin y legua y media antes de llegar a Bonn le salió a recibir el Duque de Neoburgo. Poco después, a una legua ya de Bonn, le salió a recibir el Elector de Colonia, al que Su Alteza se acercó a recibir hasta la orilla, pasando después al coche ambos junto al de Neoburgo, acompañados de dos compañías de corazas del Elector. La comitiva se dirigió a Bonn, ciudad que recibió al Cardenal-Infante con salvas de su artillería. Su Alteza se alojó en el palacio de dicha ciudad, disfrutando de un gran banquete junto al Elector y al Duque.

El día 19, acompañado por ambos príncipes hasta dos leguas de Bonn, don Fernando se embarcó de nuevo, llegando a Colonia cuando estaba anocheciendo. El Cardenal-Infante se aposentó en la casa de don Gabriel de Roy, residente de Su Majestad Católica en este Electorado. El día 20 vino a visitar a Su Alteza el Elector-Obispo de Maguncia y el Obispo de Wisburgo. El 20 don Fernando fue a oír misa a la famosa catedral de Colonia y antes de salir vinieron a visitar a Su Alteza seis canónigos de ella con el deán, primo hermano del Duque de Lorena. Durante estos actos públicos las calles se abarrotaron de curiosos para ver al hermano del Rey de España y héroe de Nördlingen.

El 21 don Fernando fue a visitar al Elector de Colonia que había llegado la noche antes, para posteriormente subir a la torre del Ayuntamiento desde donde pudo contemplar las hermosas vistas de la ciudad. A continuación fue a comer con el Obispo de Maguncia, convite al que también asistió el Elector de Colonia. Ese mismo día llegó el Duque de Neoburgo acompañado de su hijo Felipe Guillermo (padre de la futura reina doña Mariana de Neoburgo). El día 22 don Fernando continuó su camino en coche de caballos hasta Julier acompañado del de Neoburgo. A lo largo del camino se toparon con diversos escuadrones del Duque, gobernando sus tropas de más de 2.000 caballos el príncipe Felipe Guillermo. Una legua antes de llegar a Juliers les salieron a recibir 3.000 infantes formados en escuadrón con otras tantas tropas de Caballería.

Su Alteza entró en Juliers ya de noche saludado por las salvas de su castillo, lugar en el que pasaría a aposentarse. Juliers era además un lugar que, aunque perteneciente a los dominios de Su Majestad Católica, contaba con una abundante guarnición española que se encargaba de su defensa. A 23 don Fernando fue a ver las fortificaciones de la ciudad y a la tarde llegaron el príncipe Tomás de Saboya-Carignano (2), general de los ejércitos españoles en Flandes, y el Marqués de Aytona, acompañados por multitud de títulos flamencos y borgoñones. Al día siguiente, el Marqués de Aytona tomó posesión como mayordomo mayor de Su Alteza.

Don Fernando permanecería en Juliers hasta el día 27. El ejército había llegado a aquella plaza el 25, enviando Su Alteza a Alemania, para juntarse con las tropas de la Liga Católica al mando del Conde de Mansfeld, a los Regimientos de alemanes de los coroneles Juan de Montoya, Leslier y Würmser, y a tres Regimientos de Caballería del Príncipe de Brabanzón, de los Condes de Salm e Isenbourg, y a dos de Infantería de Roveroy y Brion, que con las tropas de Mansfeld hacían un total de 9.000 infantes y 5.000 caballos.

Como queda dicho, el Cardenal-Infante partió de Juliers el día 27, acompañado del príncipe Tomás de Saboya, del Duque de Neoburgo, de los Marqueses de Aytona, Leganés y los Balbases, de los Duques de Havre y Nocera, y todos los demás títulos, señores y caballeros que formaban el séquito. Al salir de la plaza esperaban a Su Alteza 1.000 caballos del Duque de Neoburgo al mando de su hijo, la compañía de arcabuceros de la guarda del Marqués de Aytona y 1.000 corazas del Regimiento de Bucquoy. Un cuarto de hora antes de llegar a Heinsberg salió a recibir a don Fernando el conde Juan de Nassau, caballero de la Orden del Toisón de Oro y capitán general de la caballería de Flandes, junto a 40 compañías de caballos. Posteriormente entraron en la citada Heinsberg, jurisdicción de Juliers.

A 28 se llegó a la provincia de Güeldres, primera tierra de Su Majestad Católica desde que don Fernando saliese cuatro meses antes del Estado de Milán. En la frontera entre Juliers y la citada provincia el Duque de Neoburgo y su hijo se despidieron del Cardenal-Infante. Don Fernando pasó entonces a la villa de Ruremonde, llegando al Mosa junto a la Isla de Stevensweert y rodeándolo pegado al fuerte de Cantelmo, encontrando justo antes a don Martín de Idiáquez con su Tercio. Pasado ya el Mosa, en tierras del Obispado de Lieja, Su Alteza no quiso entrar en la villa de Maaseyck e hizo noche en campaña, durmiendo en su coche. El 29 don Fernando fue a hacer noche a Groeteras, castillo perteneciente a la Orden Teutónica, y el 30 a Helter, castillo del Abad de San Truyen, ambos en la provincia de Lieja. El 31, cerca de Lumen, se encontró con el Duque de Lerma, maestre de campo general del Ejército de Flandes, que salió a encontrar a Su Alteza con 14 compañías de caballos, acompañado también por el Duque de Avellana, hermano del Príncipe Doria, del maestre de campo don Andrea Cantelmo y de mucha nobleza española, italiana y flamenca. Posteriormente, don Fernando se dirigió al famoso santuario mariano de Nuestra Señora de Monteagudo. Aquí vinieron a ver a Su Alteza don Gonzalo Fernández de Córdoba (3), el Duque de Boeuf (enviado de la Reina madre de Francia), los Príncipes de Simay y Ligné, los Condes de Croes y Copigni, y otros títulos, vizcondes y caballeros.

El 1 de noviembre, rechazando la oferta de los diputados de Bruselas para retrasar su salida con la intención de poder finalizar a tiempo los arcos triunfales para su entrada, don Fernando partió rumbo a Lovaina, donde se encuentra una de las más insignes universidades de Europa. Don Fernando se alojaría en el Colegio de van Dale hasta el 2 de noviembre. El día 3 Su Alteza fue a Tervuren, a dos leguas de Bruselas.

El día 4 el Cardenal-Infante salió de Terveuren poniendo rumbo a Bruselas acompañado de la compañía de corazas del conde Juan de Nassau y de arcabuceros de don Juan de Bivero. El camino hacia la capital de los Países Bajos estaba abarrotado de príncipes, señores, caballeros y curiosos que se agolpaban en el camino para ver al nuevo Gobernador General. A media hora de llegar a su destino final y en medio de las salvas de 8.000 burgueses formados en escuadrón, don Fernando se puso a caballo. Más adelante se topó con otro escuadrón de arqueros. Hacia las tres y media Su Alteza hacía finalmente su entrada en Bruselas.

El orden de acompañamiento fue el siguente: delante de todos don Juan de Bivero con su compañía de arcabuceros de a caballo, a continuación seguía la compañía de corazas del conde Juan de Nassau, cercado de criados. Luego venían todos los títulos y nobleza, tanto local como española e italiana, y tras estos los Condes de Puertollano, Reux, Noyeles y Grimbergen, mayordomos de Su Alteza, seguidos de los Príncipes de Simay y Ligné, los Duques de Lerma y Havre, los Marqueses de los Balbases, Leganés y Aytona, y tras éstos, el príncipe Tomás de Saboya solo, y un poco más atrás, el Cardenal Infante sobre un caballo napolitano. Su Alteza iba vestido con calzón y jubón carmesí bordado de oro y encima una hungarina de terciopelo del mismo color con cantos y botonaduras de vistosas labores de oro. Encima llevaba una banda de general color carmesí ricamente bordada de la que colgaba una espada con guarnición de oro y cuya hoja había pertenecido a Carlos V, si bisabuelo. Don Fernando lucía también valona con puntas caídas. Al estribo del caballo a pie iba su primer caballerizo, don Diego Sarmiento, hijo del Conde de Salvatierra, y los pajes de Su Alteza ricamente vestidos. Detrás de don Fernando iba su caballerizo mayor, el Marqués de Este y a su lado don Antonio de la Cueva y Silva, rodeados del Marqués de Orani, del Duque de Nocera, de los Condes de la Rivera y Fuensaldaña y don Beltrán de Guevara, gentilhombres de la cámara. Alrededor iban los Guldres, que eran una cofradía de burgueses con hachas de cera blanca, luego seguía la compañía de arqueros con sus lanzas y borgoñotas, y detrás de ellos una compañía de caballos.

Bruselas en tiempos de Felipe IV. Atlas van Loon.

Don Fernando entró en Bruselas por la llamada Puerta de Lovaina hacia las tres y media de la tarde, como quedó dicho. En aquel lugar se encontraba el magistrado con las llaves de la ciudad en una fuente de plata que entregó a Su Alteza de rodillas. A continuación el pensionario le leyó una oración de bienvenida en latín. Con esto el Cardenal-Infante entró en la ciudad que se encontraba abarrotada d gente, dirigiéndose a la Catedral de Santa Gúdula, en cuya puerta se hallaba el Obispo de Malinas con todo su clero para recibir a don Fernando y darle a besar una cruz. A continuación se entró a la Iglesia donde se cantó un “Te Deum laudamus”. Acabada la misa Su Alteza volvió a subir al caballo encaminándose a la calle de Santo Domingo al tiempo que anochecía.

Bruselas tenía trazados y comenzados muchos arcos triunfales, pirámides y otras arquitecturas efímeras que quedaron imperfecta por no haber tenido tiempo para acabarlas, reservándolas para cuando Su Alteza volviese a entrar en la ciudad de vuelta de su visita a las Provincias, donde todas las ciudades tenían construidas arcos triunfales y otros grandiosos aparatos, destacando entre todas ellas las de Amberes (4).

Sin embargo, la Gran Plaza sí que se encontraba decorada con impresionantes arquitecturas efímeras en forma de arcos triunfales, pirámides, luminarias en las ventanas, etc. Por su parte, de la Casa de la Villa pendían impresionantes y coloridas colgaduras, mientras que la llamada Torre de San Miguel se encontraba llena de faroles. De aquí, continuando el paseo por la Calle Mayor o Steenweg, bajó a los Theatinos y subiendo por Steenport a la Plaza de Sablon llegó a las siete de la tarde al Palacio de la Reina madre de Francia, la cual salió a recibir a Su Alteza. Junto a Catalina de Medici se encontraba también la Duquesa de Orleans, mujer de Gastón de Orleans y hermana del Duque de Lorena. Acabada la visita volvió a subir a su caballo y por las casas del Conde de Egmont, Carmelitos Descalzos y la puerta vieja de Namur llegó al Palacio de Coudenberg. Al día siguiente vinieron a besar su mano todos los Consejos y los diputados de las Provincias. Las luminarias por su feliz llegada se prolongarían durante tres días

Fuentes principales:

* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.


Notas:

(1) AGS, Estado, leg. 2152: borrador de voto de Olivares para la sesión del Consejo de Esrado, 9 de noviembre de 1634.

(2) Tomás Francisco de Saboya, Príncipe de Carignano (1596–1656), hijo del duque Carlos Manuel I de Saboya y de la infanta Catalina Micaela de Austria, hija de Felipe II, era, por tanto, primo hermano del Cardenal-Infante y de Felipe IV.

En 1620 fue nombrado por su padre Príncipe de Carignano. En 1625 desposa a María de Borbón, hija de Carlos de Borbón, Conde de Soissons. Tomó la causa española durante la Guerra de los Treinta Años, comandando los ejércitos hispánicos en Flandes como ya hiciera su abuelo, Emanuele Filiberto. En 1635 es derrotado por los franceses en Avian, sin embargo, en 1638 derrota al Mariscal de la Force en St. Omer.

Tras la muerte de su hermano, el duque Víctor Amadeo I, subió al trono ducal su hijo Francisco Jacinto de 5 años de edad, por lo que su madre, María Cristina de Francia (la “Madame Reale”), hermana de Luis XIII de Francia, asumió la regencia.

Tomás y su hermano, el cardenal Mauricio de Saboya, que eran filo-españoles no vieron con buenos ojos esta regencia pro-francesa (tropas francesas comandadas por La Vallette entraron en el Piamonte a consecuencia de la guerra contra España). El 4 de octubre de 1638 moría Francisco Jacinto, por lo que su hermano Carlos Manuel, tan solo 2 años de edad, se convirtió en el nuevo Duque. No había más hijos varones de Víctor Amadeo I y, por tanto, en caso de muerte de Carlos Manuel, el Ducado de Saboya pasaría a Mauricio, hermano de Tomás.

Animado por este último, Tomás reclamó la regencia para sí. La nobleza, el clero y la alta burguesía se dividieron entre los dos bandos: los llamados "principistas", filo-españoles y partidarios de Tomás, y los "madamistas", filo-franceses y partidarios de la Madama Reale. En agosto de 1639, la regente María Cristina fue obligada a huir de Turín junto con su hijo Carlos, ya que la capital piamontesa se encontraba ya en manos de los principistas. Sin embargo, en noviembre la Regente y el pequeño Duque pudieron volver ya que las tropas francesas del Marqués d’Harcourt la habían liberado de las tropas principistas. Tres años después se llegó a un acuerdo: María Cristina de Francia permanecía como regente en nombre de Carlos Manuel, su cuñado Mauricio recibía la lugarteniencia de Niza y la mano de Luisa, hija de María Cristina (previa dispensa papal), mientras que Tomás recibía la lugarteniencia de Ivrea y Biella. Reconciliado con Francia, en 1648 combatió para ésta contra los españoles con algunos éxitos.

(3) Gonzalo Fernández de Córdoba, I Príncipe de Maratea (1586-1645), hijo segundo del V Duque de Sessa y de doña Juana de Córdoba Cardona y Aragón, hija del III Marqués de Comares. No confundir con su antepasado Gonzalo Fernández de Córdoba, I Duque de Sessa, conocido como “El Gran Capitán”.

(4) Próximamente dedicaré una entrada específica a esta famosa entrada triunfal del Cardenal-Infante en Amberes.

domingo, 13 de marzo de 2011

7 DE ABRIL: 382º ANIVERSARIO DE DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA

A poco más de un mes de que tenga lugar el 382º aniversario del nacimiento de don Juan José de Austria (7 de abril), y como ya sucediera con los aniversarios de Carlos II y doña Mariana de Austria, otra vez hago un llamamiento a todos los amigos y lectores de este blog para que ese día todos dediquemos una entrada en nuestros respectivos blogs a este personaje clave de la segunda mitad del siglo XVII español y europeo.

Como sabéis don Juan José de Austria es el personaje histórico predilecto del que aquí escribe y que, a pesar de su papel clave en la Monarquía Hispánica de finales del reinado de Felipe IV y comienzos de la de Carlos II, es ampliamente desconocido para el gran público no especializado. Es por ello que creo puede ser una fecha importante para darlo a conocer y llenar, como ya pasó en las anteriores celebraciones, la blogosfera con entradas dedicadas a su figura.

Como siempre, la colaboración es voluntaria y no tenéis la más mínima obligación de hacerlo. Aún así, para los que queráis colaborar, que estoy seguro que seréis muchos, la fecha es el próximo 7 de abril.

Muchas gracias a todos de antemano, y poco a poco iré recordándoos la fecha como ya hice con los anteriores aniversarios.


CAROLVS II

sábado, 12 de marzo de 2011

PREMIO NAVAJA DE ORO A BLOGS CON PERSONALIDAD

Hoy me he levantado con la buena nueva del premio “Navaja de oro a blogs con personalidad”. El galardón me llena de orgullo porque me lo otorga Javier Peralta, del blog Fotografías de Albacete, uno de los mejores amigos de esta casa. El premio, cuya imagen en la tradicional navaja albaceteña, representa según Javier a “los blogueros y sus blogs, que con una personalidad propia y acentuada, hacen correr por toda la autopista de la información que es internet, sus contenidos, textos e imágenes, que me hacen disfrutar cada vez que paso por ellos, y que nos hacen aprender cosas que desconocíamos, y que intentamos que todos aprendamos en un sentir común”. Además, Javier nos insta a no olvidar nuestro “sentido de unión bloguera, respetando contenidos y aunando esfuerzos para conseguir una herramienta de saber, cultura y calidad”.

Javier, una vez más, GRACIAS y os animo a todos a pasar por su blog.

CAROLVS II


PD: si queréis leer mi última entrada sobre la fase final del viaje del Cardenal-Infante por Alemania pinchad aquí.

jueves, 10 de marzo de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE XIII)

El viaje a Flandes del Cardenal-Infante a través de Alemania en 1634. (Fuente: Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004).

El día 19 de septiembre, el Cardenal-Infante continuó su viaje rumbo a Flandes, pasando por la ciudad de Esslingen, que se le rindió. A continuación atravesó el río Neckar con todo su ejército, deteniéndose en Untertürkheim. Desde aquí se despachó correo a Flandes para el Marqués de Aytona con aviso de que Su Alteza no se dirigiría finalmente a Breisach, sino que continuaría su viaje directamente hacia aquellas provincias a las que llegaría mucho antes de lo que se había dicho en el anterior aviso hecho tras la victoria de Nördlingen.

El día 20 se llegó a Smida, rindiéndosele la villa de Kanstadt. Su Alteza se detuvo aquí hasta el día 21, al no poder marchar el Rey de Hungría que acababa de entrar en Stuttgart, a donde don Fernando se acercó para, a la tarde, volver a su cuartel. Mientras los ejércitos del Cardenal-Infante y del Rey de Hungría se iban apoderando del Ducado de Württemberg, Piccolomini hacia lo mismo en Franconia, ganando las ciudades de Dinkispuhel, Rotenburg, Bertheim y Ottendorf, importante plaza y paso sobre el Meno.

El día 22, habiéndosele rendido al Cardenal-Infante la villa de Morbac, se llegó a Steym Andermeer. Hasta aquí vino aviso de que el conde Juan de Weert dirigiéndose hacia la ciudad de Heilbronn con algunas tropas de Caballería de la Liga, se topó con tres compañías de Caballería y dos de Infantería enemiga, degollando a todas ellas y tomando sus banderas, cornetas y piezas de artillería. Estas tropas enemigas iban a juntarse con el Rhingrave Otto, el cual se dirigía hacia Alsacia sospechando que Su Alteza se dirigía al socorro de Breisach, donde debía encontrarse además con 6.000 franceses, que se decía habían pasado el Rin y venían al socorro de Weimar. De Weert, por no tener suficiente gente, fue con los restos de su ejército en busca del Duque de Lorena y a dar apoyo a Reynac, por parecerle que llevaba poca gente. Reynac, como quedó acordado, se dirigía a reunirse con las tropas de la Archiduquesa Claudia para socorrer Breisach, recobrar Rheinfelden y Friburgo, y desocupar la Alsacia, pasando por Suabia, de la que se apoderó totalmente a excepción de Augsburgo y Ulm, que quedaron rodeadas por todas partes. Augsburgo sería cercada en persona por el Duque de Baviera al mando de 6.000 hombres.

El día 23 el Cardenal-Infante fue a Grupenbac, a hora y media de Heilbronn, donde había 800 hombres de guarnición, por lo que se decidió llevar a toda la Caballería de vanguardia y la Infantería de retaguardia. Cuando Su Alteza llegó al lugar, llegaron cartas de los burgomaestres de la ciudad, diciendo que la querían rendir, pero que el gobernador se lo impedía, por lo que pedían que se apoderasen de ellos. Aquí, don Fernando fue instado por el Rey de Hungría, sus ministros y el Marqués de Castañeda para que fuese a socorrer Breisach, ya que hacia allí se dirigía el Rhingrave, alegando que el socorro de Reynac era escaso, y pidiéndole que su ejército invernase en Alemania. Su Alteza envió al Marqués de los Balbases a decir nuevamente a los imperiales que no se dirigiría hacia Breisach, los cuales a su vez le dijeron que al día siguiente Su Majestad Apostólica enviaría varios de sus ministros a exponerle la utilidad que se derivaría de su permanencia en Alemania. Su Alteza partió nuevamente el día 24, llegando a Kochendorf, primera villa del Palatinado Inferior. Aquí llegaron nuevamente cartas de Heilbronn ofreciendo su rendición, al tiempo que otras villas y lugares hacían lo mismo. Su Alteza se detuvo aquí para esperar a los ministros del Rey de Hungría que llegaron al día siguiente por la mañana. Éstos eran Gallas y el Marqués de Castañeda, y una vez oídas sus razones se les volvió a confirmar que don Fernando se dirigiría sin pausa hacia Flandes, por las muchas razones que exigían su presencia, entre ellas la toma de Maastricht. El Cardenal-Infante se dirigió el día 26 (marchando este mismo día su ejército hacia el Meno), con tan sólo el acompañamiento de sus compañías de la guardia y algunos cabos del ejército y caballeros, a despedirse del Rey de Hungría, que se suponía estaba en Grupenbac, pero no le encontró, por lo que volvió a su anterior cuartel, hallando que había partido rumbo a Grupenbac, por lo que se habían cruzado en el camino sin verse. Tras enviar varios corredores, finalmente consiguieron encontrarse en un campo cercano a Grupenbac, donde ambos mantuvieron una entrevista privada a caballo de una hora y media, para después apearse y abrazarse y darse la mano deseándose lo mejor, así como augurándose un presto reencuentro con sus ejércitos. Aedo y Gallart define a los don Fernandos de esta forma:

Prinçipes dignos de inmortal renombre, que de veynte y çinco años començavan con tanto brio y valor a llenar el mundo de heroicas hazañas, oprimiendo y deribando el orgullo de casi todos los Prinçipes y Republicas de Europa, que procuravan derribar la invictissima y siempre augusta Casa de Austria” (1).

Tras la despedida, el Rey de Hungría se dirigió a Grupenbac y el Cardenal-Infante a Kochendorf. Su Majestad Apostólica regaló además a don Fernando 1.200 caballos, más otros 800 que Piccolomini le debía entregar en Franconia.

El día 27 el Cardenal-Infante salió de Kochendorf y fue a hacer noche a Dala, rindiéndosele el castillo de Hornec, que fue ocupado por el Tercio de don Martín de Idiáquez. A 28 se llegó a Mudac, ciudad perteneciente al Arzobispo de Maguncia, en la Franconia. Este día hubo un enfrentamiento con 200 caballos enemigos, a los que se les mató o capturó. El día 29 se llegaba a Kleinheubach, rindiéndose además la villa de Miltemberg, en la que había 200 suecos, capturándose a los Condes de Layesteyn y Castel. Su Alteza mandó al Barón de Sebac con su Regimiento de caballería y 200 mosqueteros a que siguiesen los movimientos del enemigo que se dirigía hacia Frankfurt y que después fuese a Aschaffenburg, corte del Arzobispo de Maguncia, ocupada por los suecos, para que se rindiese. Ese día llegó además aviso de que la ciudad de Heilbronn se había rendido al Rey de Hungría.

No bastándole al Barón de Sebac la gente que llevaba, solicitó más tropas, llegando el día 30 el Coronel Ossa con 1.000 caballos, siguiéndole después el Regimiento del Conde de Salm, que dirigía ahora el teniente coronel Juan Montoya. Ese día pasaron el Meno la artillería, la mayor parte del bagaje y siete Tercios de Infantería en barcas y tres pontones. El 1 de octubre pasaron los otros siete Tercios, el resto del bagaje y toda la Caballería, yendo su Alteza a hacer noche a Rosfelt. El ejército estaba formado, tras pasar revista, por 12.000 infantes y 4.900 caballos. Llegaron poco después 900 infantes más que habían quedado atrás de diferentes Tercios y 400 más que don Fernando Chirinos había recogido en Württemberg, con 200 caballos.

Las tropas de Piccolimini, por su parte, continuaban su marcha en Franconia, tomando un castillo llamado Vertheym y la ciudad de Vierck con su castillo, quedándole ya sólo al enemigo en aquellas provincias Visburg y Haimfort. Además, Piccolomini tenía cercada la ciudad de Núremberg.

El día 2 de octubre, yendo Ossa con 1.000 caballos hacia Aschaffenburg, se encontró con que tres compañías de Sebac habían atacado a nueve de dragones del enemigo, cinco de alemanes y cuatro de franceses, que en total sumarían unos 500 hombres, degollando a 400 de ellos y capturando a 3 capitanes franceses, de los que se supo que tanto Oxenstierna (3) como Weimar se encontraban con gran miedo en Frankfurt junto a 4.000 hombres, en donde esperaban al Landgrave de Hesse. Ese día Su Alteza fue a hacer noche a Kleinvalstadt. Hasta aquí llegó un caballero del Landgrave de Darmstadt ofreciendo a Su Alteza todo lo que necesitase para su ejército, así como la buena nueva de la rendición de Aschaffenburg, pasando su guarnición a engrosar el ejército del Cardenal-Infante. Ese mismo día llegó don Fernando Chirinos, capitán de corazas, trayendo 500 hombres y la buena noticia de la victoria del Duque de Lorena sobre el ejército del Rhingrave Otto, Conde de Salm, causándole unas 5.000 bajas.

El día 3 el Cardenal-Infante entró en Aschaffenburg, en donde permaneció hasta el día 4 y en donde repartió a los 12.000 infantes en 6 batallones. A día 5, yendo toda la Caballería de vanguardia y la Infantería de retaguardia, Su Alteza fue a hacer noche a Rickinghen, a una hora de Hanau y a dos horas de Frankfurt. A 6 llegó a Vindec y a 7 a Docheym, a un cuarto de legua de Fritberg. El día 8 fue a Ussing, primera villa del Condado de Nassau, desde donde se despachó al capitán don Francisco Carnero a Colonia a prevenir barcas y pontones para pasar el Rin, y que los enviase a la villa de Andernach. Además, se avisó al Marqués de Aytona de su próxima llegada a Flandes.

El día 9 llegó a Kammerich, en el Arzobispado de Tréveris, y a 10 a la villa de Dietz, Condado de Nassau, donde salió a recibirle la Condesa de Nassau, Sofia de Brunswick-Lüneburg, viuda del conde Ernesto de Nassau, hija del Duque de Brunswick y sobrina de los reyes de Inglaterra y Dinamarca. El Cardenal-Infante atravesó por la citada Dietz el río Lan. Ese mismo día Su Alteza despidió a los 2.000 caballos del Rey de Hungría. El día 12 se fue a hacer noche a Holsem; el 13 a Valmerod, primer lugar del Arzobispado de Colonia; el 14 se llegó a Heustorf, a un cuarto de legua del Rin. El Cardenal-Infante se dirigió entonces hacia el famoso río para ver si habían llegado los pontones que debían enviar desde Colonia, lo cual no había sucedido, por lo cual se encaminó hacia Andernach a ver el castillo de Hammerstein, situado en un alto sobre el Rin, siendo un puesto de gran importancia estratégica, donde dejó 6 piezas de artillería. Tras lo cual volvió a su cuartel a recibir a dos emisarios del Elector de Colonia. Al día siguiente hizo lo mismo con los embajadores del Arzobispo de Maguncia y el Obispo de Wisburgo.

El día 16 pasaron el Rin siete Tercios y la mitad de la Caballería con todo su bagaje. El 17 pasó el resto del bagaje y la artillería. El 18 lo hicieron los otros siete Tercios con el resto de la Caballería y todo lo que faltaba, con lo que se dejaba atrás definitivamente Alemania.

Fuentes principales:

* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.

Notas:

(1) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Pp. 165-66.

(2) Axel Gustafsson Oxenstierna, Conde de Södermöre (1583-1654), fue miembro del Consejo de Regencia del joven rey Gustavo Adolfo de Suecia, cuando éste subió al trono con tan sólo 17 años (1611). En 1612 fue nombrado Alto Canciller, y pronto se convirtió en el hombre más poderoso de la Corte, ejerciendo numerosas veces como virrey durante las ausencias de Gustavo Adolfo. Tras la victoria del de Breitenfeld, Gustavo Adolfo le pidió su asistencia en territorio imperial, ejerciendo, con el título de “legado” una plena autoridad sobre las fuerzas suecas y aliadas en el área renana. Tras la muerte del Rey, y la subida al trono de su hija Cristina, de tan sólo 6 años de edad, Oxenstierna se convirtió en el máximo rector de la política sueca. Su primer objetivo fue el refuerzo de la alianza con los príncipes protestantes alemanes desmoralizados tras la muerte del Rey, con la creación, en 1634, de la Liga de Heilbronn, que contaba además con la participación de Francia. Sin embargo, se negó en el Congreso de Compiègne de 1635 a subordinar el esfuerzo bélico sueco a los intereses franceses. Ese mismo año Oxenstierna volvió a Suecia, tomando su sitio en el Consejo de Regencia, en el cual, durante el resto del conflicto.

Con la firma de la Paz de Westfalia de 1648, Suecia terminaba victoriosamente el conflicto, pero los últimos años de vida de Oxenstierna fueron tormentosos debido a los celos de la joven reina Cristina hacia su persona. A pesar de lo cual, se opuso a la abdicación de la Reina en 1654, temiendo que Suecia peligraría por la naturaleza aventurera del nuevo rey Carlos X, pero las consideraciones mostradas por el soberano hacia él le llevaron a reconciliarse, aunque moriría en ese mismo año.

miércoles, 9 de marzo de 2011

HA MUERTO MIKE STARR, BAJISTA DE ALICE IN CHAINS

Hoy tenía pensado publicar la nueva entrada sobre el Cardenal-Infante, pero por desgracia me he levantado con la noticia de la trágica muerte de Mike Starr, bajista original de la banda Alice In Chains. Como sabéis el que aquí escribe es un fanático del Grunge, siendo Alice in Chains, uno de los 4 máximos representantes de este movimiento musical junto a Nirvana, Soundgarden y Pearl Jam.

Mike Starr fue bajista de Alice in Chains entre 1987 y 1993, participando en los discos Facelift, Sap y Dirt. Fue precisamente durante la gira de este último disco cuando abandonó la banda, según los rumores, por su afición a la heroína, siendo sustituido por Mike Inez. Hoy nos deja, muy probablemente debido a una sobredosis, al igual que ya lo hiciera en 2002 por el mismo motivo el mítico Layne Staley, cantante y líder de la banda y, junto a Kurt Cobain, icono y "mártir" del Grunge.

Aquí os dejo uno de los mejores temas de la banda, Would?, con el inconfundible bajo de Mike. Descanse en paz.

CAROLVS II


lunes, 7 de marzo de 2011

PREMIOS TOISÓN DE ORO IV


Tras larga y profunda meditación, en medio de las guerras que asolan al Imperio, y una vez realizadas las pertinentes pruebas de limpieza de sangre bloguera y de lealtad y fidelidad a este blog, así que como de constante esfuerzo por la promoción de los blogs de temática histórico-artística, siempre con resultados positivos, me he decidido a crear tres nuevos caballeros de la Insigne Orden del Toisón de Oro, la más alta dignidad que concede este blog. Sin más premura paso a enumerarles:

* Don Pedro de Mingo, por su blog España Eterna.

* El Caballero Retablo, por su blog Retablo de la Vida Antigua.

* El Caballero Desdelaterraza, por su blog Desdelaterraza.

Siguiendo el procedimiento que mis magnos predecesores llevaban a cabo cuando nombraban a un nuevo Grande de España, os digo: ¡CUBRĺOS!

Quedáis bienvenidos a esta Insigne Orden y desde ahora pasáis a formar parte del selecto grupo de Grandes de este blog, así como de mi Consejo Privado o Consejo de Grandes del Reino.

A continuación los actuales miembros de la Orden:


CAROLVS II, HISPANIARVM & INDIARVM REX

miércoles, 2 de marzo de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE XII)

El Cardenal-Infante don Fernando victorioso en Nördlingen, por Velázquez (?). Colección particular. Madrid.

LA BATALLA DE NÖRDLINGEN (PARTE II):

Hacia las diez de la mañana la Caballería de los batallones de Weimar, que hasta ese momento se había mantenido al margen, comenzó a dirigirse poco a poco hacia el flanco derecho de los ejércitos católicos, donde estaban el Duque de Lorena y el Conde Juan de Weert al frente de las tropas de la Liga Católica y algunas del Rey de Hungría, asistiendo también por esta parte el Marqués de los Balbases con el resto de la caballería de Paolo Dentici. Pronto comenzó la carga, que fue respondida en primer lugar por algunos mosqueteros que se hallaban adelantados, al tiempo que salían a escaramucear y arremeter algunas tropas de Caballería croata. Poco después el grueso de las tropas de ambos ejércitos entraron en combate, estando a la cabeza de las católicas el Duque de Lorena, mientras que el Marqués de Leganés, que se dirigía hacia allí con presteza, mandaba que 400 mosqueteros del Conde de Fuenclara se fuesen acercando al lugar.

Mientras todo esto sucedía, en la colina se luchaba con mayor contundencia que nunca, destacando entre todos la dura resistencia de los Tercios españoles. Pero viendo los generales que se necesitaban mayores socorros, se mandó al lugar al Regimiento viejo de Swartsenbourg, ocupando este batallón y el de los lombardos el flanco derecho de la colina, adelantándose hacia el bosque. A Toralto le pareció entonces que sería de gran utilidad para proteger aquel lugar algo de artillería, pidiéndosela a Cervellón y colocándola frente al escuadrón enemigo, que estaba pegado al bosque. Se hizo tanto daño con las piezas de artillería que los protestantes se desconcertaron enormemente, aprovechando así las tropas del sargento mayor Orozco para entrar en el bosque y atacar con tal violencia que se logró desalojar de él al enemigo.

El Marqués de los Balbases, que se encontraba peleando con su Caballería en el llano contra las tropas de Weimar, ordenó a su teniente general Paolo Dentici que se dirigiese por la parte del bosque con cuatro compañías de caballos a tentar a las tropas enemigas que se encontraba sobre el flanco izquierdo del mismo. Por su parte, Piccolomini mandó adelantar también a sus dos Regimientos imperiales que se encontraban en la vanguardia de la colina. Por ese mismo lado fueron adelantando también los 400 mosqueteros del Conde de Fuenclara. Entre todos consiguieron cercar al enemigo por todas partes. Weimar con el resto de su tropa se dirigió entonces a socorrerles, siendo atacado por todos lados. Los 400 mosqueteros de Fuenclara consiguieron desalojar al enemigo del extremo del bosque, mientras que el Duque de Lorena y Juan de Weert causaban gran estrago, consiguiendo desbaratar a los protestantes y ganarle su artillería e incluso el estandarte del mismísimo Weimar.

Acometidos los protestantes por todos lados, hacia las doce del mediodía comenzaron a desordenarse y a huir. Por su parte las tropas de Horn, que peleaban en la colina, viendo como los suyos iniciaban la huida y como se les cerraba la espalda, se batieron también en retirada, abandonando armas, banderas y estandartes.

La mayor parte de la Caballería del Cardenal-Infante, del Rey de Hungría, de la Liga y de los caballos croatas comenzaron a seguir y cargar a las tropas enemigas que huían causando gran cantidad de bajas entre las mismas, sobre todo entre aquellas que se dirigían rumbo a Ulm a la altura de un barranco pantanoso situado en la ladera de unas colinas agrestes por las que se llegaba a un bosque. En este lugar la Caballería e Infantería protestante se empantanó, hundiéndose hasta las rodillas, por lo que la matanza fue enorme. El Duque de Lorena siguió a los enemigos por más de tres leguas, capturando sus hombres a Gustav Horn “que tanto estrago avia hecho en la Christiandad, persona que por su valor y experiençia militar, era la segunda del Rey de Sueçia, y la que más estimava” (1); mientras que el propio Duque en persona hacía lo mismo con el general Gratz, que “pareçe que Dios quiso entregar à este traydor en las manos deste Principe, à quien los años atrás avia tan malamente engañado, quedandosele con çiento y çinquenta mil Talleres, que le avia dado para levantar gente, fiado en la fidelidad que le avia ofrecido, yendose con ellos al enemigo” (2). También fueron capturados Hofkirchen, Rostock y “otra mucha gente particulart”. Sin embargo, Weimar consiguió escapar a lomos de su caballo acompañado de seis o siete personas más dirigiéndose a Ulm, donde no le quisieron abrir las puertas de la ciudad, por lo que hubo de refugiarse en Württemberg.

El Cardenal-Infante don Fernando victorioso en Nördlingen, por Peter Paul Rubens. Museo del Prado de Madrid.

Las bajas en la batalla fueron de unos 8.000 protestantes, mientras que en el seguimiento y alcance que llevó a cabo la Caballería, particularmente la de Juan de Weert y la de los croatas, se dio muerte a más de 9.000 hombres. Entre las bajas se contaban 3 sargentos mayores, 8 coroneles y más de 100 capitanes, sin que quedase ni un solo oficial vivo. Por su parte, la cifra de prisioneros se elevaba a más de 4.000, de los cuales la mayoría se pasaron al servicio del Emperador. Cuenta Aedo y Gallart que tan sólo consiguieron escapar unos 2.000 hombres, destartalados de tal forma que no había ni una formación de más de 300 hombres juntos. Además, 14 compañías que Juan de Weert y los croatas encontraron al día siguiente recogidos en una pequeña aldea, fueron pasadas a cuchillo sin que quedase ni tan siquiera un hombre con vida. El enemigo perdió también todo su bagaje, artillería (70 piezas) y municiones, además de los papeles de Weimar y las recámaras Horn, Gratz y otros notables, en los que había mucha riqueza, carrozas, caballos y damas, siendo la mayoría de ello vendido en una almoneda realizada en el cuartel de los croatas. Los estandartes, cornetas y banderas llegaron a 300. Nos cuenta Aedo y Gallart: “Hasta en los arboles avia muertos, de los que avian subido a ellos, para escaparse, que jamas se viò tanta mortandad ni batalla, donde quedasse tan deshecho del todo punto tan grande y poderoso exerçito. En fin el que dixo que almorsaria a los Españoles y Italianos, quedò almorsado dellos esta mañana” (3).

Según Aedo y Gallart, las bajas entre las tropas del Cardenal-Infante se elevaron, entre muertos y heridos, a 600, mientras que las de Su Majestad Apostólicas y las de la Liga Católica llegaban a 1000 (4). Destacaban las muertes del Conde de Paniguerola, el coronel Würmser, el sargento mayor don Diego de Bustos, el Marqués de Rapalla, don Pedro Arias y don Alonso de Noguerol. Por su parte, entre los heridos ilustres se encontraban Gerardo de Gambacorta, el Conde de Salm (que murió a los pocos días), el maestre de campo Carlos Guasco, don Tiberio Brancaccio, teniente de maestre de campo general; don Álvaro de Quiñones, comisario general de la Caballería de Nápoles; don Pedro de Ulloa (que murió posteriormente), don Diego Manrique de Aguayo, don Fernando de Heredia, don Diomedes Caraffa, Octavio Marques, don Tomás de Ávalos, Gualeto Gualteri, el sargento mayor Alessandro Campi, Lope Ochoa de Oro y don Juan Negrete, que murió posteriormente. Del ejército imperial murieron un sargento mayor de batalla, el prior Aldobrandino, y el coronel Silvio Piccolomini, así como algunos capitanes.

Tras la victoria y la huida de los protestantes el Rey de Hungría y el Cardenal-Infante con las compañías de su guardia y todos los cabos, se dirigieron, con acompañamiento y música de trompetas y atabales, hacia los lugares donde se había peleado, que se encontraban sembrados de muertos, a darle las gracias a todos los escuadrones de Infantería y Caballería por lo bien que habían peleado, abrazando Su Alteza a los maestres de campo don Martín de Idiáquez y don Gaspar de Toralto, reconociendo que a ellos dos se debía la victoria. Por su parte, las tropas imperiales gritaban: “Viva España, que nos ha dado la vitoria y el Imperio: Viva la valentía de los Españoles y Italianos” (5). Tras lo cual los dos miembros de la Casa de Austria volvieron a descansar a sus respectivos cuarteles. A continuación se despacharon correos para España, Viena, Flandes, Italia, y a toda la “Christiandad”, dando aviso de la victoria. El Cardenal-Infante ofreció también hacer memoria perpetua en la Iglesia mayor de Toledo con una grandiosa fiesta de Nuestra Señora de la Concepción cada 6 de septiembre, para recordar tan magno triunfo. Además, don Fernando envió a su hermano el Rey 50 estandartes ganados al enemigo. También envió dos banderas a Milán, que fueron expuestas en dos iglesias de la capital lombarda.

Finalmente, tras la aplastante victoria, la ciudad de Nördlingen se rindió el día 8 de septiembre, entrando el Rey de Hungría y el Cardenal-Infante en ella el día 9, con “grande acompañamiento y triunfo”, dirigiéndose a la Iglesia mayor a restituir el culto católico y a dar gracias al Altísimo por la victoria. Al apearse del caballo, los burgomaestres de la ciudad se echaron a los pies del Rey de Hungría pidiendo perdón por lo mucho que habían ofendido a Su Majestad Césarea, su padre el emperador Fernando II, suplicando piedad y que se mantuviesen los privilegios de la ciudad, así como asegurando que de ahí en adelante mantendrían su fidelidad. Su Majestad Apóstolica hizo lo uno y lo otro, y a continuación todos entraron en la Iglesia, donde se cantó un “Te Deum laudamus”. Tras todo esto cada uno se volvió a su cuartel. Esa noche hubo diversas juntas para decidir qué hacer tras la victoria. Finalmente, se decidió que el Rey de Hungría y el Duque de Lorena, con sus ejércitos, fuesen por una de las orillas del río Neckar, y Su Alteza por la otra (a dos o tres horas de distancia para poder juntarse en caso de necesidad) para conquistar el protestante Ducado de Württemberg y que de allí don Fernando se encamisase a socorrer Breisach, cubriéndole las espaldas el de Hungría y el de Lorena hasta llegar a Alsacia. A continuación los ejércitos imperiales debían intentar tomar la ciudad de Ulm.

El Cardenal-Infante don Fernando y Fernando III de Hungría victoriosos en Nördlingen, por Cornelius Schut. Museum van de Bijloke (Gante).

El día 10 don Fernando fue a visitar el cuartel del Duque de Lorena donde se hallaba preso Gustav Horn, a quien Su Alteza, debido a su fama de gran general, tenía curiosidad por conocer. El día 11 los ejércitos iniciaron la marcha, dirigiéndose los del Rey de Hungría hacia Ulm y los del Cardenal-Infante hacia la villa de Guingen, capturada antes de llegar a ella por la Caballería Borgoñona que la saqueó, mientras que al de Hungría se le rendía la villa de Lauling sobre el Danubio, a dos leguas de Ulm. Este mismo día Su Alteza hizo noche en un lugar llamado Kössing.

El día 12 don Fernando llegó a Guingen, deteniéndose en el lugar hasta el día siguiente en espera del Rey de Hungría. Ese mismo día se envió una trompeta a la villa y castillo de Heidenheim para que se rindiesen, respondiendo estos que no tenían orden para hacerlo de su señor el Duque de Württemberg (6), con lo cual el día 13 se enviaron 600 caballos al mando del Coronel Ossa a coger posiciones para tomar el castillo. A continuación se dirigieron hacia el lugar 4 Tercios de Infantería, el de españoles de Fuenclara, el de napolitanos de Toralto, el de lombardos del Marqués de Lunato y el de alemanes de Leslier con la artillería. Según narran las fuentes, bastó con la presencia de los 600 caballos para que tanto la villa como su castillo se rindiesen con la condición de que no fuesen saqueados, lo que finalmente no se cumplió, causando la soldadesca grandes desastres. A partir de este día se hicieron públicos diversos bandos en los que se imponía la pena de muerte a todo aquel soldado que saquease, quemase o forzase a alguna mujer. A continuación se envió correo a la Corte de Württemberg asegurando que Su Alteza no trataba sino que de atravesar el Ducado sin hacer daño, instándole a que facilitase su pasaje y no se quitasen los víveres a su ejército.

El 14 don Fernando llegó a Heidenheim. A continuación valorando cuanto el tiempo se les había echado encima y temiendo la llegada de las lluvias, así como el hecho de tener que invernar en Alemania, lo cual implicaría la disolución de su ejército, el Cardenal-Infante y sus consejeros decidieron dejar lo de Breisach y dirigirse cuanto antes a Flandes a aplastar a las Provincias Unidas, que era el verdadero motivo de su viaje y de la formación de su ejército. Por ello, Su Alteza mandó al Marqués de los Balbases a proponer al Rey de Hungría otros modos para socorrer a Breisach y continuar su camino hacia Flandes sin interrupciones. Esta petición venía incitada por un correo del Marqués de Aytona, gobernador interino de los Países Bajos, instando al Cardenal-Infante a que si llegaba a aquellas provincias para el 10 de octubre se podría tomar Maastricht, la cual se hallaba cercada por todas partes.

El día 15 Su Alteza llegó a Bamikirchen, a donde regresó el Marqués de los Balbases tras exponer la propuesta de abandonar el socorro a Breisach al Rey de Hungría, trayendo la noticia que al día siguiente llegarían al cuartel español unos ministros de Su Majestad Apostólica para tratar el tema. Mientras tanto, todas las villas y lugares por donde pasaban el Cardenal-Infante y los ejércitos imperiales se iban rindiendo y entregándose, dejándose en cada una de ellas una guarnición. Se supo además que el Duque de Württemberg, ante el temor a las tropas católicas, había abandonado su Corte huyendo a Estrasburgo, “castigo devido a la torquedad con que estos Duques han negado tantos años ha la Ley de Dios, y la obediencia à su Principe, con particular odio y ingratitud à la Casa d’Austria” (7). Por su parte, Bernardo de Sajonia-Weimar, que tras la derrota en Nördlingen se había refugiado en Württemberg huyó a la ciudad de Frankfort.

El Ducado de Württemberg fue completamente arrasado por las tropas católicas, a pesar de que don Fernando y el Rey de Hungría trataron de evitarlo, mandando colgar a muchos de los soldados que llevaron a cabo tan viles acciones. Entre toda esta soldadesca exaltada, destacaron por su malos modos los croatas, que quisieron incluso asaltar y saquear la ciudad de Sttutgart, corte de los Duques de Württemberg, lo cual fue impedido por el Rey de Hungría, a quien la ciudad se le rindió finalmente de forma pacífica, sometiéndose a todos los dictados de Su Majestad Apostólica. También habían contribuido a arrasar aquellos estados las tropas del rhingrave Otto que debían haber acudido al socorro de Weimar y que, sin embargo, vagaban por el sur del Imperio tras la derrota en Nördlingen.

El día 16 Su Alteza llegó a Stuntdorz, a donde vinieron de parte del Rey de Hungría el Marqués de Grana y el Conde de Tisenbac a conferir sobre el tema de Breisach, aunque no se concluyó nada al no ajustarse los ministros imperiales a los deseos de don Fernando, ya que a éstos interesaba sobremanera que el Cardenal-Infante permaneciese con su ejército en Alemania.

El 17, pasando por Gepping, la cual se le había rendido, se llegó a Erbespach, topándose por el camino con el Rey de Hungría. Este día visitaron también a Su Alteza unos diputados de Stuttgart rogando que no se les saquease, ofreciendo multitud de víveres y carros para el ejército, ante lo cual el Cardenal-Infante aceptó. El 18 se celebró una junta entre el Rey de Hungría, don Fernando y los ministros de ambos para decidir el socorro de Breisach sin que el Cardenal-Infante se viese inmiscuido en él. Para ello vino el enviado español en Viena, Marqués de Castañeda, con amplios poderes de Su Majestad para concluir el negocio. Lo que se decidió fue que el sargento mayor de la Liga Reynac fuese a Breisach con 500 caballos, y que se sumasen otros 500 y hasta 5.000 infantes que la archiduquesa regente del Tirol Claudia de Médici podía entregar de los presentes en las guarniciones de Lindau, Constanza y otros lugares, y del Regimiento ordinario del Tirol; y que con esta gente se socorriese Breisach y se recobrase Rheinfelden, Friburgo y otros lugares, limpiando así de enemigos aquellas provincias. Su Alteza nombró al maestre de campo Juan Tomás Blanco, para que, de su parte, asistiese en todo, incluido el dinero para las municiones y vituallas que necesitaría Breisach.

Fuentes principales:

* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.


Notas:

(1) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. P. 143

(2) Íbidem, p. 143.

(3) Íbidem, p. 145.

(4) Otras fuentes consultadas católicas elevan las cifras a 3.500.

(5) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. P. 145.

(6) Se trataba del duque Everardo III (1614-1674). Heredó el Ducado a los 14 años, en plena Guerra de los Treinta Años, tras la muerte de su padre Juan Federico VII. Hasta 1631 ejerció la regencia su tío paterno Luis Federico y tras la muerte de éste en ese año, Julio Federico de Württemberg-Weiltingen hasta 1633, cuando Everardo alcanzó la mayoría de edad. Tras la Batalla de Nördlingen huyó a Estrasburgo, donde permaneció hasta 1638 tras un acuerdo con el emperador Fernando III que le permitió volver a sus estados.

(7) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. P. 158.