domingo, 21 de febrero de 2021

Carlos II y sus relaciones con los príncipes del Imperio

 


1. Alegoría de la Gran Alianza contra Luis XIV (1676), obra de Romeyn de Hooghe. En primer término Carlos II bajo la efigie del emperador Leopoldo I, y rodeándole el Duque de Villahermosa (Gobernador de los Países Bajos), el Rey de Dinamarca, los Electores de Brandemburgo y Münster, etc. Rijksmuseum, Amsterdam.

En tiempos de Carlos II la capacidad militar de la Monarquía se había visto reducida tras los largos años de guerra del reinado de su padre, es por ello que la Corte de Madrid comenzó activamente a buscar aliados en el Imperio para hacer frente a las agresiones de Luis XIV. Hasta entonces el Rey de España había evadido de manera efectiva sus obligaciones como miembro del Sacro Imperio y líder del Círculo Imperial de Borgoña ("Burgundischer Reichskreis"), pero en la década de 1660 su actitud comenzó a cambiar. A partir de esos años y con las dificultades por las que atravesó la regencia de Mariana de Austria se comenzó a enfatizar el papel del Rey de España como miembro del Imperio y se se le quiso presentar como un defensor de la libertad de Alemania, para de esta forma asegurarse el apoyo germano en defensa de los Países Bajos. 

Por otra parte, durante el reinado de Carlos II se hizo un extenso uno de la contratación de tropas a los príncipes alemanes, muchos de los cuales estaban ansiosos por servirle a cambio de un importante desembolso económico, y eso a pesar de que en muchas ocasiones los pagos se realizaron con extremada lentitud con una Monarquía acuciada por sus numerosas deudas y la falta crónica de circulante. 

Finalmente, a Carlos II le unían lazos familiares con varios de estos príncipes desde su matrimonio en 1689 con Mariana de Neoburgo e incluso antes gracias al matrimonio de su sobrina, la archiduquesa María Antonia de Austria (1669-1682) con el duque-elector Maximiliano II Manuel de Baviera.

La Monarquía de España se mantuvo como una gran reserva de oportunidades para los príncipes del Imperio entre 1665 y 1700 por la determinación de Carlos II a mantener sus posiciones en el Norte de Europa, lo que implicaba tropas y mandos militares. A lo largo de todas las guerras del reinado no dejaron de llegar hombres y dinero desde la Península, pero los esfuerzos en solitario de España por sí solos no podían bastar para defender los Países Bajos, es por ello que se necesitaba del apoyo de sus aliados y de los príncipes alemanes fronterizos con Flandes. A pesar de esto, esta determinación pone en evidencia que el Rey estaba decidido a preservar tanto su dominio como su reputación en la zona y que el Ejército de Flandes aun representaba un importante activo militar.


CARLOS II COMO PRÍNCIPE DEL IMPERIO:

El Rey de España era ya de por sí una poder "alemán" en virtud de sus dominios en el Franco Condado, Luxemburgo y los Países Bajos. Todos estos estados constituían desde 1512 uno de los diez círculos del Sacro Imperio Romano Germánico: el Círculo de Borgoña. Con todo España había hecho poco por su identificación como un poder alemán o imperial. De hecho, los Austrias españoles habían preferido evadir las obligaciones de pertenencia al Imperio y considerar a estos territorios como independientes del mismo (1). Pero esta actitud comenzó a cambiar con la transformación del escenario internacional desde la firma de la Paz de los Pirineos (1659). De ahí en adelante, el Rey de España buscará afirmar su condición de potencia "germánica" para asegurar el apoyo de los príncipes del Imperio en la defensa de los territorios imperiales de España frente a Luis XIV.

Este nuevo interés por afirmar la plena pertenencia del Rey de España al Imperio y su identidad alemana se hizo evidente tras la invasión de Flandes por parte de Luis XIV en mayo de 1667 y la del Franco Condado en enero de 1668 durante la conocida como Guerra de Devolución. El Marqués de Castel Rodrigo, a la sazón Gobernador de los Países Bajos, que en 1667 afirmaba tener sólo 20.000 hombres para enfrentarse a 50.000 franceses decidió restaurar la delegación permanente del Círculo de Borgoña en la Dieta del Imperio ("Reichstag"), enviando dos representantes a Ratisbona, ambos nativos del Franco Condado. La misión de éstos era incluir el Círculo de Borgoña en la llamada Garantía del Imperio, lo que supondría una promesa de apoyo contra Francia. Por suerte para la regencia de Mariana de Austria, la agresiva política de Luis XIV en el Rin socavó la confianza de varios príncipes de la Liga del Rin. Entre éstos se incluyeron el Elector de Tréveris quien en agosto de 1668 concluyó un tratado de alianza con el Gobernador de los Países Bajos, abandonando así la alianza con Francia. Algunos otros príncipes alemanes, a destacar el Príncipe-Arzobispo de Salzburgo y en menor medida el Elector de Brandenbugo, y sus delegados simpatizaron con la causa del Rey de España. Otros sin embargo, incluidos los Electores de Baviera y Colonia, y el influyente Arzobispo de Maguncia, se posicionaron junto a Luis XIV. En septiembre de 1667 uno de los representantes españoles urgió al Colegio de los Príncipes a defender el Círculo de Borgoña como parte del Imperio, del cual España era ahora garante frente a las agresiones francesas. Esto representaba una novedad para la "libertad alemana": el Rey de España estaba ahora claramente presentándose a si mismo en Alemania como un poder alemán y defensor de su libertad con el objetivo de asegurarse la ayuda de los príncipes del Imperio para defender territorios que hasta poco antes negaba que formasen parte del mismo. Por desgracia, aunque el Colegio de Príncipes aceptó que el Círculo de Borgoña era parte del Imperio, no permitió que éste se incluyese en la Garantía. Por su parte, el Colegio de Electores propuso mediar entre España y Francia.

Aunque en esta ocasión la diplomacia española sufrió una clara derrota, la Monarquía de España seguía decidida a aprovechar al máximo su condición "alemana" y esto se desprende de su respuesta positiva a las propuestas de reformar las contribuciones militares de los círculos imperiales, aceptando una contribución del Círculo de Borgoña de 3.000 hombres (a sumar a una fuerza total de 30.000). Igualmente, como cabeza del Círculo de Borgoña, Carlos II pudo unirse en 1686 a la Liga de Augsbugo, una asociación defensiva de príncipes alemanes, creada para proteger al Imperio más eficazmente contra las agresiones de Luis XIV, En la primavera de 1697, durante la fase final de la Guerra de los Nueve Años, los diputados del Círculo Imperial del Rin, temerosos de un ataque francés, buscaron la ayuda de Carlos II como jefe del Círculo de Borgoña, según las cuotas acordadas en la Dieta de Ratisbona de 1681.


EL USO DE TROPAS MERCENARIAS ALEMANAS:

Si Carlos II no pudo asegurar una garantía o un ejército imperial, si que pudo obtener ayuda alemana de otra forma: la contratación de tropas mercenarias de varios príncipes del Imperio. Desde 1665 el Ejército de Flandes fue normalmente utilizado para presidiar las numerosas fortalezas que protegían los Países Bajos. El Rey ya no estaba en disposición de enviar tropas desde Italia a través del desmantelado Camino Español, y el envío de tropas por mar desde España no solo era un riesgo, sino que requería de bastante tiempo. Por ello era mucho más sencillo reforzar el Ejército de Flandes contratando tropas en en la vecina Alemania, y explotando así el conocido como "Soldatenhandel" o comercio de tropas, cada vez más un dominio exclusivo de los príncipes soberanos alemanes que de los antaño boyantes empresarios militares independientes. Este sistema era muy ventajoso para estos príncipes ya que les permitía mantener un volumen de tropas que de otro modo no habría sido posible y que podrían llegar a servir para sus propias ambiciones militares. Durante la Guerra de Holanda (1672-1678), España pagó subsidios por tropas a varios príncipes alemanes, entre ellos los Electores de Brandemburgo y Tréveris, los Duques de Celle, Hannover y Wolfenbüttel, o el Obispo de Osnabrück.

En 1675, el elector Federico Guillermo de Brandeburgo (1640-1688) envió a un ministro, Melchior Ruck, a Madrid, para felicitar a Carlos II por su mayoría de edad. Sin embargo, su principal propósito era presionar para que se le pagaran los crecientes atrasos de subsidios adeudados por España por la contratación tanto de las tropas del Elector como, durante la revuelta de Messina de 1674, de sus barcos. No obstante, los enormes compromisos militares de España y la relativa falta de influencia del Elector de Brandeburgo (aun una potencia de segundo rango) hicieron que estas demandas no fueran atendidas con la celeridad deseada por Berlín. 

En septiembre de 1680, seis embarcaciones que ondeaban el estandarte del Elector se apoderaron en el puerto de Ostende de un barco español de nueva construcción, el Carlos Segundo, que estaba a punto de partir con un cargamento de 300.000 escudos. Con España negándose a negociar la liquidación de la deuda hasta que el barco fuera liberado, el Elector vendió el barco incautado, embolsándose las ganancias para saldar su deuda, una humillación por parte de un príncipe menor que los ministros españoles sintieron profundamente, sobre todo por el impacto que tal acción pudiese tener en otras partes de Europa. El Duque de Hannover también tuvo que esperar hasta después de la Guerra de Holanda para recibir los subsidios adeudados a las tropas que había proporcionado durante ese conflicto, mientras que el Duque de Neoburgo intentó, sin éxito, permutar sus atrasos en Madrid por concesiones territoriales en el Bajo Rin.

Había evidentes inconvenientes en proporcionar tropas a España a cambio de dinero en efectivo, aunque los españoles también se quejaban de que los príncipes alemanes no siempre entregaban los hombres contratados. A pesar de todo, por ejemplo las tropas del Elector de Brandeburgo, durante la Guerra de los Nueve Años, continuaron sirviendo a España en Flandes y en el Rin, mientras que los subsidios prometidos se volvieron a pagar lentamente. En la primavera de 1692, se decía que al Elector se le debían 400.000 escudos por 5.000 infantes y 2.000 caballos que habían estado al servicio español desde el otoño de 1690.

Pero el Elector de Brandemburgo no fue el único en suministrar tropas al Rey de España en estos años. El Duque de Württemberg suministró tres regimientos (2.364 hombres) para servir en el Milanesado entre 1690 y 1696, los cuales también se pagaron con bastante lentitud. En cuanto a Flandes, tropas de varios estados alemanes sirvieron allí en 1690, aunque los 12.000 hombres suministrados por el Duque de Hannover fueron despedidos a finales de la campaña por el Gobernador Marqués de Gastanaga, alegando que no tenía fondos para pagarlos. Hacia fines de 1694, era ampliamente conocido que Carlos II esperaba obtener tropas alemanas para servir en Cataluña durante la campaña de 1695 del Obispo de Münster y del Elector de Baviera, quien envió algunos de sus hombres a España desde Flandes. En cuanto al Elector de Tréveris, en 1699, todavía estaba tratando de cobras subsidios atrasados ​​adeudados por las tropas contratadas durante la última guerra.


LOS LAZOS FAMILIARES DE CARLOS II CON EL IMPERIO:

Por encima de todos los príncipes alemanes hay uno que destacó sobremanera en su compromiso militar con Carlos II: el duque-elector Maximiliano II Manuel de Baviera. Casado con la heredera potencial de la Monarquía de España, la archiduquesa María Antonia, y Gobernador de los Países Bajos desde 1692, además de padre de sucesor nombrado por Carlos II en sus testamentos de 1696 y 1698, el príncipe electoral José Fernando, el Duque-Gobernador se implicó al máximo en la defensa de los Países Bajos por las cuestiones de conveniencia propia que le incumbían. Como ha demostrado Rocío Martínez López en su reciente tesis, Maximiliano II Manuel había acordado con el emperador Leopoldo I la cesión por parte de este último de los Países Bajos a cambio de la renuncia de María Antonia a sus derechos a la Monarquía de España como paso previo al matrimonio de 1684. Carlos II jamás aceptó tal cesión de sus estados sin su consentimiento pero, a pesar de su negativa inicial  a darle el Gobierno de Bruselas, finalmente y por deseo de Guillermo III de Inglaterra, se avino a ello. 

El Duque-Gobernador firmó un acuerdo con Madrid el 27 de enero de 1694 por el que éste trasladaría 6.000 tropas bávaras a los Países Bajos a cambios de un subsidio de 100.000 florines al mes por un espacio de tres años renovables. Maximiliano II Manuel se comprometía además a aportar el dinero que faltase para su sustento. De esta forma el Duque de Baviera se aseguraba un férreo control del territorio con tropas propias ante cualquier circunstancia que pudiera llegar a ocurrir. 

Las tropas del Duque de Baviera tuvieron, por tanto, un importante peso durante de la Guerra de los Nueve Años (1688-1697) e incluso tras su fin. En 1698 Maximiliano II Mauel se ofreció a aumentar los contingentes que permanecían en los Países Bajos con otros 10.500 efectivos, a los que se debían de sumar los que ya estaban presentes allí y el regimiento bávaro que servía en Cataluña como se mencionó anteriormente.

Pero Maximiliano II Manuel no era el único familiar con el que Carlos II contaba en el Imperio. Su matrimonio de Mariana de Neoburgo (1690) le había emparentado con los Electores del Palatinado-Neoburgo. La nueva Reina pretendió para su hermano, el elector Juan Guillermo, el Gobierno de los Países Bajos lo que le enfrentó con su suegra, la reina madre Mariana de Austria, que defendía la candidatura del Elector de Baviera, casado con su nieta Mª Antonia, que fue la que finalmente triunfó. A pesar de esta derrota, las pretensiones palatinas muestran las muchas posibilidades que la Monarquía de España aun podía ofrecer a muchos príncipes alemanes. En 1694, otro hermano de Mariana de Neoburgo, Carlos Felipe (futuro Elector Palatino), recibió de Carlos II el prestigioso Toisón de Oro (2). Pero más importante aun fue, en 1697, el hecho de que Juan Guillermo recibiese el encargo del Rey de España de nombrar al Gobernador y guarnicionar la recién recuperada fortaleza de Luxemburgo, algo que Maximiliano II Manuel de Baviera ambicionaba para sí mismo.

Otro familiar alemán de Carlos II, en este caso un primo de Mariana de Neoburgo, el príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, también gozó de enorme relevancia en los años finales del reinado. En 1695 llegó a Cataluña al mando del contingente imperial enviado por Leopoldo I y se distinguió por su valor y prestancia en la defensa de Barcelona durante el sitio francés de 1697 que terminó con la capitulación de capital catalana y que acabó precipitando el fin de la contienda. Pero además de dotes militares, Hesse-Darmstadt mostró gran capacidad política y supo ganarse a los catalanes y sus instituciones (la Diputación aceptó una leva de 5.000 hombres para la defensa de Barcelona), por ello tras la Paz de Rijswick, Carlos II le otorgó la Grandeza de España, el Toisón de Oro, el mando de un Regimiento de Guardas, y finalmente en diciembre de ese año el cargo de Virrey de Cataluña, que detendrá hasta la llegada de Felipe V, lo que le permitió ganarse a las élites catalanas para la causa austracista, de la que se será gran  referente al estallar la contienda sucesoria (3).


CONCLUSIÓN:

Durante el reinado de Carlos II se intensificó el papel del Rey de España como miembro de facto del Imperio que hasta ese entonces los sucesivos monarcas de la rama española de la Casa de Austria habían tratado de evadir tras independencia jurídica respecto al Imperio de los antiguos territorios de la Casa de Borgoña obtenida en 1548. Pero el Rey no solo tuvo que hacer uso de estos vínculos político-institucionales en el Imperio, sino que se vio obligado a contratar tropas a varios príncipes alemanes como los Elector de Brandeburgo o los Duques de Hannover y Wolfenbüttel, que se habían convertido en auténticos empresarios militares capaces de suministrar de manera rápida las tropas necesarias para incrementar el Ejército de Flandes y proteger el territorio de las agresiones de Luis XIV.

Por último, Carlos II usó de sus vínculos familiares con varios de estos príncipes, en especial el Duque de Baviera, el Duque de Neoburgo y los Hesse-Darmstadt, para cubrir puestos político-militares de relevancia (Gobierno de los Países Bajos, Virreinato de Cataluña o la fortaleza de Luxemburgo) y obtener también importantes contingentes de tropas.


Notas:

(1) En el Tratado de Borgoña de 1548 aquellos territorios que habían ido a parar a la Casa de Austria como herederos de los Duques de Borgoña quedaban ampliamente liberados de las competencias de las instituciones centrales del Imperio, los cuales en 1555 fueron a parar a la línea española de la dinastía por deseo del emperador Carlos V.

(2) "Expediente de concesión de la Orden del Toisón de Oro a Baviera, duque de (Carlos Felipe), conde y príncipe Palatino del Rhin" (1694). AHN//ESTADO,7683,Exp.21

(3) Para saber más sobre el príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, mi biografía sobre el mismo en este mismo blog: "El Príncipe de Darmstadt, de la fidelidad a la Casa de Austria al mito catalán" (http://reinadodecarlosii.blogspot.com/2013/11/el-principe-de-darmstadt-de-la.html).


Bibliografía:

  • Martínez López, Rocío: "El Imperio y Baviera frente a la sucesión de Carlos II ". UNED, 2018.
  • Rodríguez Hernández, Antonio José: "El precio de la fidelidad dinástica. Colaboración económica y militar entre la monarquía hispánica y el imperio durante el reinado de Carlos II (1665-1700)". Studia historica. Historia moderna, Nº 33, 2011. Págs. 141-176.
  • Storrs, Christopher: "Germany's Indies? The Spanish Monarchy and Germany in the Reign of the last Spanish Habsburg, Charles II, 1665–1700", in C. Kent, T. K. Wolber, and C. M. K. Hewitt "The Lion and the Eagle: German-Spanish Relations Over the Centuries: An Interdisciplinary Approach". Berghahn Books, 1999.