lunes, 17 de septiembre de 2018

El VIII Conde de Oropesa, una breve biografía (PARTE VI)

1. Portada del Palacio de los Condes de Montalbán en la Puebla de Montalbán (Toledo), lugar de residencia del Conde de Oropesa entre 1692-1696.


Cuando quedó vacante la presidencia del Consejo de Italia, en junio de 1690, por la muerte del Duque de Alba, don Manuel Joaquín la solicitó, prefiriendo abandonar la presidencia de Castilla, que requería más tiempo. Oropesa participó además en la elección de su sucesor, don Antonio Ibáñez de la Riva Herrera, que fue colocado al frente del Consejo de Castilla, con el título de gobernador, el 25 de agosto de 1690.

Por otra parte, tras la muerte de la reina María Luisa de Orleáns en febrero de 1689, Oropesa perdió uno de sus más importantes apoyos e la Corte. La nueva esposa de Carlos II, Mariana de Neoburgo, que había llegado a Madrid a principios de 1690 pronto se mostró totalmente opuesta a Oropesa. Con su influencia y la de la facción cortesana opuesta a don Manuel Joaquín y que encabezaba don Juan Tomás Enríquez de Cabrera, Conde de Melgar y futuro Almirante de Castilla, su gobierno entró en declive hasta que el 24 de junio de 1691 Carlos II le retiró su confianza en una carta que, no obstante, expresaba el cariño y el respeto que el Rey sentía por él:

"Oropesa: Bien sabes que me has dicho muchas veces que para contigo no he menester cumplimientos; y así, viendo de la manera que está esto, que es como tú sabes, y que si por justos juicios de Dios y por nuestros pecados quiere castigarnos con su pérdida, que no lo espero de su infinita misericordia, por lo que te estimo y te estimaré mientras viviere, no quiero que sea en tus manos; y así, tu verás la manera que hace de ser, pues nadie como tú, por tu gran juicio y amor a mis servicio, lo sabrá mejor. Y puedes creer que siempre te tendré en mi memoria para todo lo que fuere de satisfacción tuya y de tu familia. YO EL REY".

El Conde de Oropesa renunció también a la presidencia del Consejo de Italia y se retiró a la Puebla de Montalbán, residencia de su cuñado (1) el Conde de Montalbán y Duque consorte de Uceda, don Juan Francisco Pacheco Téllez-Girón. Se sabe que esta estancia fue larga, ya que en octubre de 1692 se encontraba en esta villa y el 13 de junio del año siguiente nació allí una de sus hijas, doña Ana Petronila, que fue bautizada en la parroquia local una semana después, siendo testigos don Jerónimo Sereno y Saavedra y don Antonio Calderón y Rivadeneira, criados de don Juan Francisco. En noviembre de 1693 muere en la villa uno de sus criados, y en diciembre de ese año una dama de la Condesa de Oropesa, de la que se dice que era natural de Palermo. Un año después, en diciembre de 1694, fallece don José Gamero y Calatrava, Camarero del Conde de Oropesa; otros criados del Conde de Oropesa en estas fechas que están en la Puebla de Montalbán con él, y aparecen como albaceas, son don Francisco Fernández de la Cuadra, Mayordomo; don Pedro Velarde, Caballerizo, y don Martín de Escarza, Tesorero. Todo ello parece indicar que la estancia de don Manuel Joaquín en la Puebla de Montalbán tuvo un carácter permanente durante estos años.

El año 1696 iba a ser un "annus horribilis" para Carlos II: el 16 de mayo moría la reina madre doña Mariana de Austria a consecuencia de un cáncer de pecho. La viuda de Felipe IV había sido la principal valedora de los derechos de su bisnieto, el príncipe electoral José Fernando de Baviera (2), a quien estando en su lecho de muerto hizo prometer a su hijo que nombraría heredero. Por otra parte, el Rey estuvo enfermo la mayor parte del año, pero los peores momentos se produjeron en junio y septiembre. El día 13 de junio, el estado de salud de Carlos II era tan grave que el Consejo de Estado, encabezado por el cardenal-arzobispo de Toledo Luis Manuel Fernández Portocarrero, se reunió de urgencia para llegar a un acuerdo sobre la Sucesión y redactar un testamento. En aquella reunión cobró fuerza la posición sucesoria intermedia del Príncipe Electoral.

La recaída de Carlos II volvió a producirse el viernes 13 de septiembre con cursos de vientre y vómitos que se repitieron durante todo el fin de semana. Al anochecer del martes ya deliraba y la Corte creyó que se moría por lo que el Consejo de Estado se volvió a reunir de urgencia a la una de la madrugada resolviendo obligar al Rey a firmar el testamento de junio, como de hecho hizo tras convencerle Portocarrero, quien previamente le había confesado y administrado el viático. Estos hechos se producirían a espaldas de la reina Mariana Neoburgo que por estas fechas también se encontraba gravemente enferma.

En este agitado contexto se produce la vuelta a la Corte del Conde de Oropesa, un episodio algo confuso. Al parecer, don Manuel Joaquín, según las disposiciones del testamento regio, debería ocuparse de gobernar el Reino de la mano del Primado Portocarrero y hasta la llegada del heredero designado.

El embajador embajador inglés Stanhope en carta al Conde de Galway escribía el 20 de septiembre:

"El 14 hizo el Rey testamento solemne, en la misma forma que su padre Felipe IV, respecto de la sucesión a la Corona, que recae en el joven Príncipe de Baviera. Aquella mañana el Conde de Oropesa sorprendió a toda la Corte apareciendo repentinamente en traje de montar a la puerta misma de la alcoba regia, donde fue admitido a besar la mano del Rey, con las mayores muestras de favor, y se le designó para gobernar la Monarquía, en caso de interregno, en unión del Cardenal Arzobispo de Toledo..."

Al parecer, la vuelta de Oropesa se debió a la mediación del Cardenal Portocarrero, quien debió pensar que la presencia de un experimentado hombre en los asuntos de Estado como era don Manuel Joaquín era fundamental para sostener al nuevo régimen bavierista.

No obstante, la estancia de don Manuel Joaquín en la Corte fue muy breve. Ya el 11 de octubre Standhope escribía a Lord Lexington afirmando que Carlos II, tras unos días de mejoría, había vuelto a empeorar. También le comunicaba que diez días antes (2 de Octubre), el Conde de Oropesa había pedido licencia al Rey para retirarse de la Corte y volver al campo (¿la Puebla de Montalbán?), lo cual aconteció esa misma tarde. Su repentina marcha, decía el embajador inglés, sorprendió tanto como su inesperada aparición durante la grave enfermedad del Rey.

Según el propio Standhope parece que motivo de la marcha de Oropesa fue la recuperación de la reina Mariana de Neoburgo, su gran opositora y propulsora de su caída en 1691. Escribía el embajador inglés a Mr. Vernon el 3 de octubre:

"That the Queen is likewise past all danger needs no other confirmation than the Conde de Oropesa's going yesterday to his Majesty to desire his leave to retire into the country".


CONTINUARÁ...


NOTAS:


  1. Como se vio en la primera entrada, el entonces Marqués de Jarandilla se casó en 1664 con doña Isabel Téllez Girón Pacheco, hermana del III Conde de la Puebla de Montalbán.
  2. José Fernando de Baviera (1692-1699) era hijo de la archiduquesa-electriz María Antonia de Austra, hija de la infanta-emperatriz Marharita Teresa, y del elector Maximiliano II Manuel de Baviera. Era por tanto, bisnieto de Mariana de Austria y Felipe IV, y sobrino-nieto de Carlos II.


FUENTES:
  • Canterbury, John Henry Thomas Manners-Sutton, Vizconde de: "The Lexington papers, or, Some account of the courts of London and Vienna at the conclusion of the seventeenth century : extracted from the official and private correspondence of Robert Sutton, Lord Lexington, British Minister at Vienna, 1694-1698". Londres, 1851.
  • Fayard, Janine: "Los miembros del consejo de Castilla (1621-1746)". Siglo Veintiuno de España Editores, 1982.
  • Huerta García, Florencio: "El señorío de Montalbán y la Casa de Uceda durante la Edad Moderna". Tesis inédita, UCM, 2009.


lunes, 3 de septiembre de 2018

El VIII Conde de Oropesa, una breve biografía (PARTE V)



El primer gobierno del Conde de Oropesa (1685-1691) destaca por su carácter reformista. Don Manuel Joaquín quiso reformar y sanear las finanzas adoptando algunas medidas que resultaron muy poco populares como la de la reforma monetaria y sobre todo la de la reducción y simplificación de la burocracia que intentaba aminorar considerablemente algunos puestos administrativos. La crisis que se arrastraba desde comienzos del siglo XVII, así como las condiciones particularmente nefastas de las cosechas en aquellos años debidas a diversos estragos climáticos, no hicieron más que reforzar la hostilidad frente al principal hombre del Gobierno. Los sacrificios, las carestías, las necesidades, se hacían cada vez más palpables y con ello el descontento popular que se dejaba escuchar de manera repetida, constante e incluso violenta.

REFORMA MONETARIA DE 1686:

El 14 de octubre de 1686, el Conde de Oropesa, continuando la política reformista del Duque de Medinaceli (reforma monetaria de febrero de 1680), dictaba una pragmática que afectaba a las monedas de oro y plata. La plata fue modificada en un 25% (se pasaba de 67 a 84 piezas por marco, con la misma ley). El premio de la plata se mantenía en un 50%. Esta disposición real suponía un encarecimiento de la moneda de plata de un 25%, con lo que se facilitaba su salida al mercado. El real de a ocho de plata vieja, que con el premio del 50% reconocido valía 12 reales de vellón, pasaba a valer 15 y, en cambio, habrá un nuevo real de a ocho, con un 25% menos de peso, que se tasaba a 12 reales de vellón.

En noviembre del mismo año se tomaron medidas que equivalían a una elevación del precio del oro en un 5,28% pero, como existían subidas anteriores, la subida acabó por representar un 6,66%. Como consecuencia, la relación oro/plata pasaba a ser de 1 a 16,4, muy superior a la que existía en otros estados europeos, por lo que se facilitaba la entrada de oro en Castilla. Efectivamente, a partir de 1686 hubo más acuñaciones de oro en suelo castellano que antes.

La reforma monetaria llevada a cabo por Oropesa en 1686 dará una vuelta de tuerca a la reforma monetaria de Medinacali, como venían solicitando los arbitristas, al equiparar la moneda de plata de Castilla a sus homónimas europeas con la revalorización facial de las monedas de oro y plata respecto a su valor intrínseco, situando, además, el premio de la plata en relación al vellón en un 50%, de tal manera que los cambios internacionales ya no resultaban tan perjudiciales a la Corona y se impedía, por otro lado, su extracción del Reino, lo que no había conseguido erradicar el duque de Medinaceli en 1680, según la acertada valoración realizada por los embajadores venecianos Federico y Giovanni Cornaro en sus informes a la Serenísima. De cualquier modo, y pese a los sacrificios iniciales, la estabilidad monetaria surgida después de 1686 fue vital para la economía castellana e incluso para las
finanzas de la Monarquía, ya que contribuyó a reducir los costes en las transacciones al exterior y minimizar los riesgos en el relanzamiento del comercio interior, e incluso del exterior, máxime cuando se eliminaba la moneda falsa del circuito comercial.

INTENTOS DE REFORMA HACENDÍSTICA:

La Corona, desde el ascenso político de Juan José de Austria, va a promulgar un paquete de reformas fiscales dirigidas al fomento económico y al alivio de los vasallos, pero será a partir la Paz de Nimega (1678) y durante los ministerios de Medinaceli y Oropesa, cuando se produzca una espiral de reformas fiscales y económicas a todos los niveles.

Preocupados por el gran número de extorsiones que sufría el súbdito, debido al fraude de los poderosos, los gobernantes se plantearon la abolición de algunos tributos. De hecho, un año después de su llegada al poder, es decir, en 1686, Oropesa se planteó la subrogación de los millones. Con este motivo, se produjo un debate entre las instituciones implicadas. Una Junta de Medios, formada, como era habitual, en la posada del Presidente de Castilla, inicia una serie de estudios que pretenden sopesar la conveniencia y, sobre todo, la viabilidad de la subrogación de los millones. Lo poco útil de una contribución que solo sirve para "...la rapiña de los defraudadores de todos estados y ruina de los pueblos..." y en la que no participaban los eclesiásticos, convence a la Junta de las ventajas de que cese el servicio de millones, tal y como aconseja a Carlos II. No obstante, a pesar de lo mermado del monto de los millones, el Consejo de Hacienda reconoce su necesidad "...por la mucha estrecheza de la real hacienda".

Junto a la propuesta de erradicación del servicio de millones, la Junta sugería algunas alternativas como la de cargar con un 20 % las alcabalas vendidas desde el año 1634, y el servicio ordinario y extraordinario, vendido desde el año de 1635, en lo que se hubiese desempeñado en juros, cuyo monto ascendería a 24.800 ducados, a los que se agregan los 538.817 correspondientes a las Medias Annatas. Con ello, la Real Hacienda, ingresaría, supuestamente, 97.817 ducados más de lo que se perdería con la suspensión del tributo. Además se proponían una serie de reformas relativas a la concesión de juros. La propuesta impulsada por Oropesa se complementaba con el intento de establecer un control fiscal del orden eclesiástico, como correspondía a una política regalista de la Corona.

Por decreto de 31 de enero de 1687, Oropesa nombraba a su primo, el Marqués de los Vélez, antiguo virrey de Nápoles, superintendente general de la Real Hacienda. Con este nombramiento, se reunieron los caudales de la Hacienda, incluidos los de Indias, en una sola mano o vía. Con la introducción de dicho cargo, los presidentes del Consejo de Hacienda tuvieron a su lado un oficial de la secretaría de la Presidencia que corrió con la correspondencia de las cartas de oficio. Esto fue interpretado por algunos como una medida de espionaje para controlar las acciones del Consejo.

Vélez defenderá igualmente la necesidad de la supresión de los millones, bajo el supuesto de que ello redundaría en beneficio de la recuperación demográfica y económica del Reino, enfrentándose por ello al Consejo de Castilla.

REDUCCIÓN DEL PERSONAL ADMINISTRATIVO:

Ya desde tiempos de Felipe IV, y antes incluso, la reducción de ministros de Hacienda se había venido practicando como un ideal deseable. En 1683, Medinaceli había vuelto a hacer hincapié en la política reduccionista, apelando esta vez a la reforma del año 1677 (ocho consejeros). El Primer Ministro declaraba que no podían ser efectivas las plazas que habían quedado sin ejercicio. Por un decreto de 31 de enero de 1687, con Oropesa ya como hombre fuerte del Gobierno, por el que se nombraba gobernador a don Pedro de Oreytia, se insiste en la política reduccionista, quedando el Consejo reducido a seis consejeros y dos secretarios.

Finalmente, el 17 de julio de 1691, planeada por Oropesa y el Marqués de los Vélez, sin que el propio gobernador tuviese una participación directa se lleva a cabo una reforma que dispone para la Sala de
Gobierno lo que ya se había dispuesto en el decreto anterior de 1687, al quedar con su presidente, seis consejeros, dos secretarios y el fiscal, mientras que, para la Sala de Justicia, se recoge el decreto de 10 de agosto de 1677, al quedar con cinco oidores y el fiscal. Los demás ministros quedaban sin ejercicio y con la mitad de las retribuciones que percibían, dándoseles, como había venido haciéndose, la opción de entrar por antigüedad, a medida que se fuesen produciendo vacantes. La Sala de Millones permanecía sin cambios.


...CONTINUARÁ


FUENTES:

  • Cárceles de Gea, Beatriz: "Reforma y fraude fiscal en el reinado de Carlos II. La Sala de Millones (1658-1700)". Banco de España, Servicio de Estudios. Estudios de Historia Económica, Nº 31, 1995.
  • Sánchez Belén, Juan A.: "Arbitrismo y reforma monetaria en tiempos de Carlos II".  Espacio, tiempo y forma. Serie IV, Historia moderna, Nº 5, 1992, págs. 135-176.
  • Santiago Fernández, Javier: "Política monetaria y moneda en el reinado de Carlos II. UNED, 2018.