miércoles, 28 de enero de 2015

Carlos Fernando de Austria, canónigo de la Catedral de Guadix e hijo de Felipe IV (Parte II)

Vista del Real Alcázar de Madrid, obra de Félix Castello (h. 1630). Museo de Historia de Madrid.

Pasaron los años y Carlos Fernando maduró y creció bajo el amparo de su padre el Rey, contando seguramente con grandes maestros y preceptores. El propio Carlos Fernando declara en su testamento que contrajo un primer matrimonio en Madrid (que debió producirse entre 1657 y 1661) con doña Isabel Garrido Muñoz, hija de don Alonso Garrido y de doña Isabel Muñoz, vecinos de Huete (Cuenca). Declara asimismo que su mujer no trajo dote alguna a su matrimonio, y que cuando falleció le quedaron muy pocos bienes: “como constará por el inventario que hice de ellos en la Villa de Madrid ante Gabriel Pacheco, Escribano de su Majestad y juez de ella”. De este primer matrimonio, entre los años 1657 y 1665 nació un primer hijo, llamado Francisco Fernando de Austria que llegaría a ser “religioso agustino calzado de la provincia de Castilla”, que a fecha del testamento tenía su “conventualidad” en el colegio de doña María de Aragón en Madrid. 

Sin embargo, este primer matrimonio duró poco, pues doña Isabel murió antes de 1665 en Madrid. No obstante al año siguiente, 1666, contrajo segundas nupcias. En esta ocasión se trató de doña Francisca Díaz de Lavandero y Córdoba, pariente del Marqués de Torrenueva, e hija de don Jerónimo Díaz de Lavandero, natural del valle de Cabezón de la Sal (Cantabria), y de doña Juana de Córdoba, natural de Toledo, ambos vecinos de Madrid. Carlos Fernando declaró asimismo que doña Francisca Díaz de Lavandero trajo de dote veinte mil setenta y tres reales, “como constará de la Carta Dotal que a su favor otorgué ante Juan Reales, Escribano de su Majestad y juez de Madrid, de fecha en dicha villa en treinta de enero del año de mil seiscientos sesenta y seis”. En 1668 nacería el primer hijo del matrimonio, que en esta ocasión se tratará de una niña que llevaría por nombre Mariana Fernando de Austria en honor y, sin duda buscando la protección, de la reina regente doña Mariana de Austria, quien tenía muy buena relación con Casilda Manrique de Luyando, la madre de Carlos Fernando, desde los tiempos en la Corte de Viena como vimos en la anterior entrada. Aún tendría un tercer hijo, como declara su testamento, que debió de nacer entre los años 1669 y 1671, y que llamó Antonio Fernando de Austria. Con los años también este hijo varón se haría religioso, en este caso trinitario calzado en el convento de la Santísima Trinidad de Calzados de la ciudad de Córdoba.

1670 será un año duro para Carlos Fernando. Sabedor de la fragilidad de su madre Casilda debido a su avanzada edad y consciente del incierto futuro que podía depararle al ser hijo natural del fallecido Felipe IV y, por tanto, medio hermano del rey-niño Carlos II, en el mes de mayo obtiene una reserva de plaza para su hija Mariana, de apenas dos años de edad, en la iglesia de San Nicolás de Madrid, nombrándola en una de las dotes de la memoria que para remediar huérfanas fundó en dicha iglesia don Juan de Herrera, nombramiento que a su favor hizo el licenciado don Gregorio de Anguiano. Además, años después consiguió con la intermediación del Marqués del Carpio la posibilidad de entrar como religiosa en el Convento de Jesús Crucificado de Córdoba, en la primera plaza que vacase, si así era su voluntad. De esta manera comienza a verse la preocupación que sentía Carlos Fernando por el futuro de su hija. En el mes de agosto su madre, Casilda Manrique de Luyando, muería en Madrid.

En la ejecución testamentaria de su madre Carlos Fernando aparece nombrado como criado. Se trataría de una forma de poder recibir algo de su madre, en concepto de criado, sin que de esta forma pudiera reconocerse su filiación. A este respecto, es importante apuntar que hasta la muerte de su madre, Carlos Fernando firmaba solo con su nombre, sin el propio apellido Austria, como puede verse en la carta dotal que firmó en el año 1666 a favor de su segunda mujer. En ella, para desviar rumores, se decía ser natural de Alemania. No obstante, la calidad de su letra, puesta de manifiesto en su testamento ológrafo, en sus firmas, y en el testimonio que aparece escrito por él mismo detrás del certificado de defunción de Casilda, indica a las claras su esmerada educación. En este último documento deja entrever ya que la finada era su madre, anotándolo con una abreviatura.

Con motivo de la muerte de su madre, casado y con tres hijos, en el año 1671 Carlos Fernando se ve obligado a escribir a la Reina Regente un memorial pidiendo acomodo y ocupación en cualquier asunto que dispusiera Su Majestad. Lo pide en razón de haberse criado con el amparo de la Casa Real y por hallarse en condiciones para cumplir cualquier encargo que ésta pudiera hacerle merced.

(COTINUARÁ)

Fuentes:

* Miranda Rivas, Marcelo Fernando: "Nuevas luces acerca de Carlos Fernando de Austria". Revista "Nieve y Cieno", opúsculo anual, Guadix, nº 61, año 2015. ISSN: 1697 - 1647

* Rodríguez Sánchez, Sergio Antonio: “Un canónigo de la Catedral de Guadix era hijo de Felipe IV”. Revista “Nieve y Cieno”, opúsculo anual, Guadix, nº 46, año 2001, págs. 111-112.

lunes, 26 de enero de 2015

Carlos Fernando de Austria, canónigo de la Catedral de Guadix e hijo de Felipe IV (Parte I)

1. Felipe IV en Fraga, obra de Diego Velázquez (1644). Colección Frick, Nueva York.

A las 9 de la noche del 31 de marzo de 1696, en Guadix (Granada), fallecía un hermano de Carlos II. Era el canónigo de la catedral de aquella ciudad granadina, pero no tenía título de Infante o tratamiento de Alteza Real. Su nombre era Carlos Fernando y su apellido de Austria. Era hijo ilegítimo de Felipe IV, pero a diferencia de otro de sus hermano, don Juan José de Austria, nunca había sido reconocido como tal por el Rey Planeta, aunque no por ello fue dejado a su suerte.

Carlos Fernando de Austria había nacido en 1639, fruto de los amores de Felipe IV y la vizcaína Casilda Manrique de Luyando y Hurtado de Mendoza, Guarda Mayor de damas de la reina Isabel de Borbón. Casilda Manrique procedía de una familia noble con una larga tradición de servicios a la Corona, su abuelo fue, por ejemplo, hombre de confianza del emperador Carlos V y de Felipe II, así como secretario del Consejo de Indias. Doña Casilda había nacido hacia 1597 en Orduña, hija de Juan de Luyando y de María de Sopelana. A los 13 años fue dada en matrimonio a don Juan Ortiz de Luyando, una acaudalado viudo y con una hija. De este matrimonio nacerían cuatro hijos: Alfonso y Diego, ambos caballeros de Calatrava y meninos de la reina Isabel de Borbón; Francisca, y Joseph, caballero del hábito de Santiago. Don Juan Ortiz de Luyando fallecería en 1623, dejando a doña Casilda viuda con 26 años y cuatro hijos a su cargo. Por aquel entonces tanto Alfonso como Diego, los dos varones mayores, ya ejercían de meninos en Palacio bajo el ojo vigilante de su tía Antonia, hermana mayor de su madre, casada con el Mayordomo de la Reina, el Vizconde de Santa Marta, don Antonio de Robles Guzmán, pariente del todopoderoso Conde-Duque de Olivares.

Parece que entre 1623 y 1633 Casilda se dedicó a administrar su patrimonio y la herencia de sus hijos, viviendo entre Vitoria y Orduña. Sería hacia 1634, cuando en agradecimiento por los servicios de sus antepasados a la Corona y también indudablemente gracias su cuñado, el Vizconde de Santa Marta, obtuvo por parte de Felipe IV el nombramiento de Señora de Honor y Guarda Mayor de las damas de la reina Isabel. Su hija Francisca, obtuvo el puesto de dama menina; pasando todos a residir en el Real Alcázar de Madrid.

Hacia 1638, Casilda llevaba ya unos años ocupando el puesto de Guarda Mayor de las damas de la reina Isabel y se movía con soltura en el ambiente palaciego. Por su cargo como Guarda Mayor, Casilda tenía trato frecuente con la Reina, pero también con el Rey, que parece que se debió fijar en ella y la cortejó hasta poder llevarla a su lecho.

En 1639, fruto de esos encuentros, nacería un niño. La comadrona sería doña Inés de Ayala, comadrona real durante un cuarto de siglo, tanto de hijos legítimos como bastardos. Al recién nacido se le impondrían los nombres de Carlos Fernando por los dos hermanos del Rey, el infante don Carlos y el cardenal-infante don Fernando. Al niño se le debió bautizar en las proximidades del Alcázar; seguramente en la Parroquia de San Juán o en la de San Nicolás.

2. Boda de Felipe IV y doña Mariana de Austria en un fresco de la bóveda de la galería del Palacio Real de Nápoles. Es posible que una de las damas del séquito de la nueva Reina se trate de Casilda Manrique.

Ante tal acontecimiento, y siguiendo la costumbre, se tomó la decisión de alejar al recién nacido, encomendándole dicha misión al hermano del Rey, el cardenal-infante don Fernando de Austria. Según relata el testamento del propio Carlos Fernando y varios memoriales, el niño fue enviado a Bruselas, donde el Cardenal-Infante ejercía como Gobernador de los Países Bajos desde 1634. Casilda, apartada de su niño, continuaría ejerciendo su cargo en Palacio. Un escenario que no se alargaría, ya que el 9 de noviembre de 1641 fallecía el Cardenal-Infante. Ante tal situación a principios de 1642, y siempre según el relato testamentario y del de los memoriales, el niño que apenas tendría tres años, es reclamado por el Rey y traído a la Corte con el fin de ser alimentado y educado al amparo de la Casa Real.

Sin embargo, el feliz encuentro de Carlos Fernando con su madre Casilda duró pocos meses, pues a finales de año ésta fue mandada a Viena en compañía de su hija Francisca, en calidad de Señora de Honor de la emperatriz María Ana de Austria, hermana de Felipe IV y mujer del emperador Fernando III. En la Corte imperial, Casilda fue los primeros cuatro años Señora de Honor entre las damas españolas de la Emperatriz, pero al fallecer ésta en mayo de 1646, por Real Cédula fue nombrada Guarda Mayor al servicio de la archiduquesa Mariana de Austria, futura esposa de Felipe IV, de apenas trece años de edad,. En 1649 regresó con el mismo cargo a España, acompañando a doña Mariana para sus esponsales con el Rey Planeta, que tuvieron lugar el 7 de octubre ese año en la localidad madrileña e Navalcarnero.

(CONTINUARÁ)

Fuentes:

* Miranda Rivas, Marcelo Fernando: "Nuevas luces acerca de Carlos Fernando de Austria". Revista "Nieve y Cieno", opúsculo anual, Guadix, nº 61, año 2015. ISSN: 1697 - 1647

* Rodríguez Sánchez, Sergio Antonio: “Un canónigo de la Catedral de Guadix era hijo de Felipe IV”. Revista “Nieve y Cieno”, opúsculo anual, Guadix, nº 46, año 2001, págs. 111-112.



jueves, 15 de enero de 2015

LOS HIJOS ILEGÍTIMOS DE FELIPE IV, UNOS DESCONOCIDOS PARIENTES DE CARLOS II




Aprovechando la admisión a trámite de una demanda de paternidad de una ciudadana belga contra el rey "emérito" don Juan Carlos I, quiero recuperar una de las entradas más populares de este blog, en concreto, la dedicada a los hijos ilegítimos menos conocidos de Felipe IV. Por tanto, no incluiré en esta lista a sus dos bastardos más conocidos, don Juan José de Austria (1629-1679), al que ya dediqué una extensa serie, y fray Alonso Enríquez de Santo Tomás, Obispo de Osma. Plasencia y Málaga (1631-1692), del que también tracé una biografía en dos partes hace algún tiempo.

La entrada ha sido revisada y ampliada con un nuevo nombre, el de Carlos Fernando de Austria y Manrique:

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Legendaria fue la promiscuidad sexual de Felipe IV, hecho que causó no pocos escándalos entre sus contemporáneos. En este sentido, el prelado Garcerán de Albanell, considerando que tales aventuras y amoríos dañaban el prestigio de la Corona, escribía al Conde-Duque de Olivares, al que hacía en gran parte responsable de ello, lo siguiente: “Suplícole cuanto me es posible que evite las salidas del rey de noche y mire la mucha parte de culpa que tiene pues las gentes publican que le acompaña en ellas y de las aconseja […]; en realidad ese gusto no es bueno, aunque se tome por entretenimiento por las muchas circunstancias que le hacen dañoso y por la libertad que se toman los vasallos para hablar y reconocer algunas cosas que contradicen el decoro de un monarca […]. V.E. considere bien que ha de dar cuenta a Dios de lo que al rey aconseje, asegurándole que si complace a S.M. en cosas poco lícitas, correrán riesgo su alma y el estado”. El Conde-Duque le contesta, entre negativas de las acusaciones y amenazas veladas, diciéndole al prelado que no se meta en los que no es de su incumbencia. Ante el Consejo Real, con presencia real y del inquisidor general, llegó a decir textualmente el de Olivares: “la misión de los frailes es sólo rezar y la de las mujeres sólo parir”.

En esta misma línea abunda Quevedo (enemigo declarado del valido) en una carta que escribe a un amigo en 1629 en la que dice: “El conde, sigue condeando y el rey durmiendo, que es su condición. Hay, parece, nuevas odaliscas en el serrallo y esto entretiene mucho a Su Majestad y alarga la condición de Olivares para pelar la bolsa, en tanto que su amo pela la pava”.

Con toda esta promiscuidad sexual, dejó Felipe IV un gran número de bastardos de los que sólo ocho o nueve están bien documentados, pero que según algunos autores llegan hasta los sesenta. Por su parte, Fernando González-Doria reduce la cifra de ilegítimos a treinta. Sólo se conoce el nombre de alguno de ellos, todos con su tratamiento de don:

1. Don Francisco Fernando Isidro de Austria (Madrid, 1626 – Isasi, 12 de marzo de 1634), que fue el primero y que murió a los ocho años de edad en la villa de Isasi. Parece que fue muy amado por Felipe IV, que incluso le legitimó póstumamente, mandándole enterrar en el Real Monasterio de El Escorial, en el panteón de infantes (1) , lo que niega la afirmación que muchos historiadores mantienen sobre el hecho de que Felipe IV solo reconoció a don Juan José de Austria como hijo habido fuera del matrimonio. Don Francisco Fernando era fruto de los amores del Rey con la hija del Conde de Chirel.

El primer amor extra-conyugal conocido de Felipe IV ocurre cuando aún no había cumplido los veinte años; se enamoró de la hija del Conde de Chirel, una niña de familia de ilustre prosapia, y para poder conseguir su propósito de llegar a una relación más íntima, envía al padre de la joven a Italia al mando de unas galeras. El padre, ignorante de la situación, zarpa orgulloso hacia su destino; la madre, que sabía perfectamente lo que ocurría y el porqué de esta distinción hacia su marido, calla y no pone obstáculo a lo que se avecinaba. Con el frecuente trato real llega un embarazo del que nace como hemos visto el primer bastardo real, al que se llamó Francisco Fernando de Austria, que murió niño, siendo seguido a la tumba por su madre poco tiempo después. La casa de la familia primero fue cerrada a cal y canto y posteriormente el Rey la convirtió en convento, y con el nombre de la “Concepción Real” fue entregado a las monjas Calatravas, conservándose todavía hoy este convento con este mismo nombre en la Calle Alcalá de Madrid. Una autor anónimo escribía estas decimas:

Caminante, ésta que ves
casa, no es quien ser solía;
hízola al rey mancebía
para convento después.
Lo que un tiempo fue y lo que es,
aunque con rojo señal
y título en el umbral,
ella lo dice y enseña
que casa en la que el rey empreña
es la “Concepción Real”.

2. Carlos Fernando de Austria (Madrid, 1639 - Guadix, 31 e marzo de 1696): fruto de los amores de Felipe IV con la vizcaína Casilda Manrique de Luyando y Mendoza, Guarda Mayor de las damas de su primera mujer, la reina Isabel de Borbón. A los pocos meses de nacer, y como era costumbre, fue apartado de su madre y enviado a Flandes a cargo de su tío el Cardenal-Infante don Fernando. A la muerte de éste en 1641 fue llamado de vuelta a Madrid por el Rey, en donde fue mantenido y educado en secreto. Carlos Fernando se casó en dos ocasiones, primero con doña Isabel Garrido Muñoz, natural de Huete (Cuenca), en una fecha entre 1657 y 1661, aunque el matrimonio duró poco ya que doña Isabel fallecería en 1665. De este matrionio nació un varón llamado Francisco Fernando de Austria, que profesó como agustino descalzo. Al año siguiente de la muerte de su primera mujer, 1666, Carlos Fernando contraería segundas nupcias con doña Francisca Díaz de Lavandero y Córdoba, familia del Marqués de Torrenueva. De este matrimonio nacerían una niña y un niño, la primera, nacida en 1668, recibiría el nombre de Mariana Fernando de Austria, en honor a la reina regente doña Mariana de Austria; mientras que el niño, nacido entre 1669 y 1671, llevaría por nombre Antonio Fernando de Austria, que con el tiempo profesaría como trinitario descalzo en el Convento de la Santísima Trinidad de Calzados de Córdoba. 

Carlos Fernando de Austria enviudaría de nuevo en 1675, viéndose obligado a pedir ayuda a la Regente para poder sobrevivir. Entre 1677 y 1685, fue ordenado sacerdote por don Antonio de Benavides y Bazán, Patriarca de las Indias y Arzobispo de Tiro, que había sido amigo de su madre. Posteriormente fue enviado a Córdoba para ocupar una canonjía en la Iglesia Real y Colegial de San Hipólito para finalmente, en 1690, recalar en Guadix (Granada), donde se hizo cargo de una canonjía en el cabildo catedralicio de dicha ciudad. A Guadix le acompañaría su hija Mariana, que en 1694, en ese mismo lugar, contraería matrimonio don Juan Manuel de Cea Carvajal, matrimonio del que nacería una hija en 1701, doña Francisca de Cea, cuya descendencia llega hasta nuestros días. Carlos Fernando de Austria fallecería en Guadix el 31 de marzo de 1696, siendo enterrado en la catedral y nombrando como única heredera a su hija doña Mariana Fernando de Austria.

**Debido a la importancia e interés de este personaje le dedicaré una próxima entrada más en profundidad.

3. Ana Margarita (Madrid, ¿? – Madrid, ¿?): desconozco tanto su fecha de nacimiento (aunque debió ser en torno a 1630), como la de su muerte. Según las fuentes consultadas entró como religiosa agustina en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid a los 12 años, donde profesó con el nombre de Margarita de San José en 1650. Se dice que murió a los 26 años (1) como Superiora de dicho convento. Parece ser que el Rey sintió un gran afecto por ella y por ello le otorgó el tratamiento de Serenidad.

4. Don Alonso Antonio de San Martín (Madrid, ¿? – Cuenca, 20 de julio de 1705), fue hijo habido con doña Tomasa Aldana, dama de la reina Isabel de Borbón. Recibió el apellido San Martín por don Juan de San Martín, ayuda de Cámara del Rey y gentilhombre de boca, que le crió y prohijó por orden de Felipe IV (2). En el archivo de la Iglesia de Cuenca consta que fue colegial comensal de San Ildefonso de Alcalá (beca que se dio sin pruebas por la notoriedad de su sangre), arcediano de Huete, abad de Alcalá la Real (3), y Obispo de Oviedo, para cuyo puesto había sido promovido por la reina regente doña Mariana de Austria, vacante por la promoción al Obispado de Códoba de Fray Alonso Salizanes, que dio comisión de tomar en su nombre posesión a don Toribio de Mier Iguanzo, arcediano de Babia, y canónigo de esta iglesia, cosa que hizo el 20 de marzo de 1676. En 1681 fue promovido al Obispado de Cuenca, cuya sede gobernó durante 23 años, hasta el mismo día de su muerte el 20 de julio de 1705. Se encuentra enterrado en la Catedral de Cuenca.

5. Fray Juan del Santísimo Sacramento (Juan Cossío) (Ciudad Real?, ¿? – Nápoles, ¿?), fue criado por un tal don Francisco Cossío en Liébana. Entró como religioso en la Orden de San Agustín, trasladándose después a Nápoles donde parece que sobresalió como predicador en los púlpitos. Escribió la famosa “Vida del venerable Siervo de Dios Vicente de Paul” (Nápoles, 1701). Sobre él escribía fray Enrique Florez en su “Memorias de las Reynas Catholicas…” (Madrid, 1761): “Al verle por la calle, solían algunos pronunciar sin cautela: Allí va el hermano del Rey, (que era Carlos II) como oyó un Religioso, à quien traté. El interesado se mantuvo bajo el velo en que el padre le dejó, sin blasonar jamás su nacimiento: pero los que le trataron, convenían en que todas sus acciones eran de sangre Real”.

6. Don Fernando Valdés (¿, ¿? - ¿Milán?, 1702), fue gobernador de Novara y General de Artillería del Estado de Milán hasta su muerte en 1702. Parece que fue hijo de una tal Ana María de Uribeondo y que contrajo matrimonio con una tal María de Capece En muchas fuentes se cita que tuvo un hermano llamado don Carlos, hijo también de Felipe IV, mientras otras fuentes funden los dos nombres dando a entender que fue solo un don Carlos Fernando el hijo del Rey.

7. Doña Luisa de Orozco Calderón (¿?, ¿? - ¿?, ¿?), hija de María Inés Calderón “La Calderona”, y, por tanto, hermana de don Juan José de Austria. Es un personaje que he descubierto recientemente y del que no tenía la más mínima idea sobre su existencia por lo que aún duda bastante. Poco es lo que se sabe sobre ella.


Fuentes:

* Álvarez y Baena, José Antonio: “Hijos de Madrid ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes. Diccionario histórico”. Tomo primero. Madrid, 1789.

* Álvarez Lobato, Pablo y Álvarez San Miguel, Carlos: “Felipe IV, el sexo y su época” en “Sexualidad, psquiatría y biografía”. Barcelona, 2007.

*Florez, Enrique: “Memoria de las Reynas Catholicas”. Madrid, 1790.

Miranda Rivas, Marcelo Fernando: "Nuevas luces acerca de Carlos Fernando de Austria". Revista "Nieve y Cieno", opúsculo anual, Guadix, nº 61, año 2015. 

* Risco, Fray Manuel: “España sagrada: Tomo XXXVIIII de la Iglesia exenta de Oviedo desde el medio del siglo XIV hasta fines del siglo XVIII…”. Madrid, 1795.

Notas:

(1) No he podido interpretar si la fuente se refiere a que murió de edad de 26 años o si se refiere a que murió a los 26 años de profesar, por tanto, en 1676. Me decanto por la última opción.

(2) “Semanario Pintoresco Español: lectura de las familias” dirigido por Ángel Fernández de los Ríos. Madrid, 1848. Pag. 26.

(3) En Risco, Fray Manuel: “España sagrada: Tomo XXXVIIII de la Iglesia exenta de Oviedo desde el medio del siglo XIV hasta fines del siglo XVIII…”. Madrid, 1795pag. 174, se indica que fue además (o) abad de Tuñón, dignidad de la Iglesia de Oviedo, a cuyas rentas se agregaron después la Colegiata de Covadonga.


domingo, 11 de enero de 2015

El Príncipe de Vaudémont: de la pérdida de la Lorena a último gobernador español de Milán (Parte VII y Final)

1. Retrato del Príncipe de Vaudémont. Palacio de Commercy (Francia).

Tras el fracaso borbónico a las puertas de Turín (14 de mayo - 7 de septiembre de 1706) se produce el derrumbe del frente lombardo que culmina con la entrada victoriosa del ejército imperial comandado por el príncipe Eugenio de Saboya en la ciudad de Milán el 24 de septiembre de 1706. El Príncipe de Vaudémont había huido días antes, dejando una guarnición en el castillo que aún resistiría un tiempo a la caída de la ciudad, así como numerosas deudas, lazos amistosos y, en el Carmelo de San Marco, muebles y carrozas, como si estuviera convencido que que podría volver tarde o temprano. Llevó consigo a su mujer y también a la joven esposa del Duque de Mantua. su cuñada, que también huía de aquel Ducado y de su marido. Todos ellos se refugiaron en Francia, estableciéndose en Commercy, cuyo señorío le fue cedido en 1708 por su hermana Ana, Princesa de Lillebonne En la ciudad lorenesa, una especie de enclave entre el Ducado Lorena y el Condado de Bar, Vaudémont vio pasar los últimos años de su vida, intentando mantener vivos los contactos y las amistades con muchos de los nobles que había conocido en Milán y que, en algunos casos, emprendieron el viaje para, en presencia del último gobernador español del Milanesado, quejarse de la nueva trayectoria impuesta por la restauración habsbúrgica y aprovecharse del acceso de Vaudémont al París de Luis XIV, donde el Príncipe a menudo permaneció. 

2. Vista del Palacio de Commercy en tiempos de Vaudémont.

Del mismo modo, también en Commercy el Príncipe de Vaudémont quiso dejar su huella, derribando, en un primer momento, el viejo castillo habitado en el Seiscientos por el Cardenal de Retz y confiándole en 1709 la reconstrucción (que duró alrededor de 10 años) al arquitecto Nicolás de Orbay a partir de los planos efectuados por Germain Boffrand. Se reorganizaron completamente las espacios internos y externos, dándole al complejo formas más principescas. La reestructuración arquitectónica incluyó también toda la instalación urbana de las aldeas circunstantes a la ciudad. Y, por supuesto, además de construir esa espléndida fachada, quiso también recrear aquella vida de corte, sin la que no podía siquiera concebir su existencia. Sin embargo, el sueño del Estado duró muy poco. Cuando en 1723 Vaudémont murió, tanto su mujer como su hermana lo habían precedido, y Europa entera ya había cambiado de forma permanente las posiciones políticas. Antes que se firmaran los tratados de paz de Utrecht y Rastadt (1713-1714), en su testamento de 1710, Vaudémont había decidido que quería ser enterrado en la iglesia de la cartuja de Bosserville en Nancy, donde deseaba que fueran llevados los restos mortales de su padre, enterrado en Coblenza. Nombró heredero a su bisnieto Leopoldo de Lorena, pero quiso dejar el usufructo de los bienes a su mujer, o en caso de muerte de ésta, a su hermana Ana. En cambio, después de disponer grandes cantidades de dinero para compensar a los servidores más merecederos y para celebrar en iglesias y monasterios misas por la salvación de su alma, quedaba muy poco, además de la simple propiedad de sus tierras y de los títulos ligados a éstas. Incluso el funeral no podía pagarse sin vender los muebles, que también tenían que servir para pagar a los acreedores. El eco de los fastos de los que se había rodeado, el prestigio y los reconocimientos que había anhelado toda su vida, quedarían grabados de forma permanente en el Palacio de Commercy, una especie de pequeña Versalles y última corte de un príncipe que había representado la identidad lorenesa, desde siempre en vilo entre la lealtad al Imperio y la Casa de Austria y a la alianza filo-francesa. Había entrelazado sus asuntos personales y dinásticos con los partidos y facciones ligadas al despertar de la idea imperial y a la necesidad de la sucesión española; un hombre que habría querido ser soberano, pero que lo había perdido todo, menos su identidad de príncipe.

FIN.

Notas

Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Prevenir la Sucesión. El Príncipe de Vaudémont y la red del Almirante en Lombradía". Estudis: Revista de historia moderna. Nº 33, 2007.

* Cremonini, Cinzia: "El Principe de Vaudémont y el gobierno e Milán durante la Guerra de Sucesión Española", en "La pérdida de Europa. La guerra de Sucesión por la Monarquía de España" (ed. Antonio Álvarez-Ossorio, Bernardo J. García García y Virginia León). Fundación Carlos de Amberes, 2007.

lunes, 5 de enero de 2015

El Príncipe de Vaudémont: de la pérdida de la Lorena a último gobernador español de Milán (Parte VI)

1. Carlos Enrique de Lorena, príncipe de Vaudémont, obra de Jean Ranc.


La tercera fase del gobierno del Príncipe de Vaudémont en Milán se caracterizó por un problema de lealtad, que tenía ya entonces muchas facetas. Ante todo estaba la lealtad a la Casa de Austria como dinastía que Vaudémont había resuelto con consideraciones puramente personales ligados a sus propios problemas dinásticos. Después estaba la cuestión de la lealtad a la Monarquía Hispánica como tal, dividida entonces entre una España austracista y otra borbónica. Asimismo, mientras en la Península Ibérica la inclinación austracista estaba más difundida entre la nobleza más antigua y tenía mucha menos fuerza entre las clases populares, en Milán eran filoimperiales las familias de la nobleza más antigua y titulada, y filoaustracistas (entendidas como partidarias de la España de los Austrias) las familias de más reciente extracción, aquellas que habían crecido desde el punto de vista social gracias a la venalidad de los cargos y la política de los Reyes de España. Decantado por la opción filoborbónica, Vaudémont, que como general de los ejércitos hispanos en Lombardía, según historiadores y observadores contemporáneos, supo comportarse muy bien, se encontró en la situación de plantar cara a esa realidad, con el problema de la disidencia, que se hizo cada vez más fuerte conforme avanzaba el tiempo. El momento de mayor consenso para el régimen hispano-borbónico fue cuando Felipe V visitó sus dominios italianos en 1702. En primavera el Rey visitó Milán y participó activamente en las empresas militares. Sin embargo, después de alejarse el monarca, el clima favorable comenzó a diluirse: los costes de una guerra siempre cercana, la lejanía del gobernador ocupado en las maniobras militares, pero sobre todo, a partir de 1705 el hecho de que el archiduque Carlos de Austria hubiera logrado conquistar Barcelona y hubiera establecido allí una Corte desde la cual promulgaba edictos como Carlos III de España, fomentaron aún más las voces de desaprobación que Vaudémont se esforzó en acallar a toda costa, también porque la presencia en Cataluña del candidato imperial a la sucesión evidenció, dentro del partido austracista, conflictos y tensiones latentes en las relaciones interpersonales. Además, no se pudo pasar por alto la recaída que, por lo menos desde un punto de vista psicológico, pudo tener sobre Vaudémont, sobre su modo de administrar y diseñar el gobierno de Milán y sobre el futuro, el hecho de que, ya en 1704, muriera en el castillo de Ostiglia su único hijo, Carlos Tomás de Lorena.


2. "Duro" de Felipe V como Duque de Milán (1702).

Dentro de la oposición, se pueden individualizar dos frentes de desaprobación, el de aquella porción de la nobleza que optó abiertamente por el partido imperial y el de los grupos de personas de clase media-baja, entre los que se encontraban algunos sacerdotes que en sus prédicas no callaron las críticas o las reflexiones personales sobre el gobierno borbónico. Fue diferente el grado de persecución y castigo de los delitos, pues, por un lado, estaba un Carlo Borromeo Arese al que le bastó "retirarse" temporalmente de la vida pública y dedicarse de la gestión del patrimonio familiar y, por otro, se dio el caso de los hermanos Visconti (sobre los que informó el embajador español en Venecia, Juan Carlos Bazán), obligados a dejar el Ducado y a huir a Viena; pero peor aún fue el caso del marqués Cesare Pagani, rico y potentado, pero parvenu y muy ligado al Elector Palatino para el que desempeñaba la función de residente en Milán, que fue encerrado en la cárcel de Pizzighettone. 

Distinto fue el castigo para los disidentes de extracción social media-baja, pues para ellos la cárcel, pues para ellos la cárcel severa fue la norma, sin proceso y sin garantías, incluso frente a las solicitudes de indulto. Vaudémont mostró una dureza extrema, como si quisiera mostrar un afán que pretendía conseguir, además de la eliminación física de los disidentes, muchos y quizás más importantes objetivos personales. Incluso se organizó una red de espionaje en los valle colindantes para obtener noticias sobre la existencia de personas contrarias al régimen que hacían propaganda a favor del Emperador y del archiduque Carlos. Los más investigador fueron los frailes y sacerdotes que desde el púlpito podían expresar a la comunidad puntos de vista divergentes de los deseados por el régimen borbónico, pues a menudo las informaciones que llegaban se referían a los discursos expuestos al final de las fiestas del pueblo, cuando los corazones eran reconfortados con abundante bebida, la prudencia ahogada en el vino y los frenos inhibidores disueltos en la embriaguez causada por el alcohol. Se trataba de informaciones que contaban con los vítores de júbilo para el Emperador que difícilmente, por el contexto en el que se daban, se habrían podido considerar serias y preocupantes demostraciones de disidencia.

Es evidente que el peligro auténtico estaba en otra parte y era también obvio que en aquella excesiva dureza Vaudémont encubría alguna otra cosa. Por ejemplo, algo más que la normal diligencia de un gobernador en el intento de conservar un Estado para su monarca, pero quizás también el desesperado cuidado que mostraba, ya anciano y sin descendientes directos, perdiendo todas las perspectivas y esperando llegar a ser el príncipe del Estado que gobernaba o de verse, de todas formas, reconocida una soberanía gracias al favor de los poderosos de Europa.

CONTINUARÁ...

Notas

Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Prevenir la Sucesión. El Príncipe de Vaudémont y la red del Almirante en Lombradía". Estudis: Revista de historia moderna. Nº 33, 2007.

* Cremonini, Cinzia: "El Principe de Vaudémont y el gobierno e Milán durante la Guerra de Sucesión Española", en "La pérdida de Europa. La guerra de Sucesión por la Monarquía de España" (ed. Antonio Álvarez-Ossorio, Bernardo J. García García y Virginia León). Fundación Carlos de Amberes, 2007.