martes, 20 de diciembre de 2016

El IX Duque de Medinacali: embajador, virrey y mecenas (Parte III)

1. Fiesta frente a la embajada de España en Roma por el nacimiento del futuro Carlos II, obra de Willem Reuter (1662).


El cursus honorum del Marqués de Cogolludo prosiguió en 1686 cuando fue designado como embajador de Carlos II en Roma. Parece que el nombramiento del nuevo embajador se estuvo decidiendo en otoño de 1686, y estuvo determinado por la bula que prohibía las franquicias de los "quartieri" (o barrios de las embajadas), publicada por el papa Inocencio XI el 14 de mayo de 1687. Inicialmente el candidato de Carlos II para el puesto fue el Conde de Melgar, pero éste renunció desobedeciendo la orden del Rey y volviendo a Madrid sin permiso, por lo que fue apresado.

Inmediatamente se nombró como embajador a don Luis, que a la sazón se encontraba en España, puesto que tras el incidente con Pignatelli en Nápoles se vio obligado a salir de la ciudad. En febrero de 1687 el Marqués de Cogolludo preguntó si había inconveniente en que hiciese el viaje por tierra, pero le respondieron que lo realizase mejor por mar para evitar los inconvenientes que podían surgir en la actual coyuntura política, y se dio orden para aprestar tres galeras que le llevasen a Italia. Cogolludo se trasladaría de Madrid a Cartagena para iniciar la travesía, pero los temporales le obligaron por dos veces a refugiarse en Alicante. Por fin pudo hacerlo en tres bajeles ingleses y pidió al Rey que le abonasen el flete de las embarcaciones y los gastos del viaje, comenzando a correrle el sueldo desde el primer día de enero. A principios de mayo llegó a Nápoles y escribió a Francisco Bernardo de Quirós, agente diplomático y encargado de la embajada de Roma en el interín, para que entregase una carta al Cardenal Cybo, secretario de Estado, dejase libre el palacio de la embajada en la Piazza di Spagna y le informase de la situación en Roma, adonde esperaba encaminarse lo antes posible. Quirós le respondió que ya había abandonado el palacio y que el Cardenal le había dicho de parte del Papa que si iba a Roma con la pretensión del cuartel no le recibiría, "conforme a diversas veces se había escrito al nuncio para que lo participase a V.M. y sus ministros, y también al mismo Cogolludo, como el nuncio comunicó haberlo ejecutado".

Cogolludo declaró que no pretendía cuartel, como lo habían tenido sus predecesores, se embarcó en la escuadra del Duque de Tursis con su familia y desembarcó en Ostia el 3 de julio, donde le recibieron el Condestable Colonna con sus hijos (el mayor de los cuales estaba casado con la hermana de don Luis), los Marqueses de los Balbases, los Duques de Sesto, el cardenal Pompeo Azzolino, el Marqués Bongioanni. Monsignor del Giudece, los dos auditores de la Rota y Bernardo de Quirós. Entró en Roma a las dos de la madrugada, al día siguiente le visitaron los cardenales nacionales por la puertecilla y el 9 por la tarde fue a besar los pies del Papa, "que se detuvo con él más de cuatro horas con mucho agrado". Al no poder ponerse en público por cumplir la orden del Rey, comenzó a visitar a los miembros del Sacro Colegio de incógnito y en la misma forma le devolvieron la visita, incluso el Cardenal Cybo. El maestro de ceremonias, Agustín Nipho, no ocultó su satisfacción por la presencia del nuevo embajador, cuya alcurnia le permitía codearse sin desdoro con los príncipes romanos, y que muy pronto provocó el asombro de los romanos por el lujo y la ostentación de que haría alarde.

La decisión de Carlos II de mantener al nuevo embajador de incógnito durante los nueve años que duró su embajada, con las diferencias con el Papa respecto al cuartel, implicaba no celebrar la ceremonia de la entrada pública y ciertas diferencias de etiqueta en su actividad pública, como recibir a los embajadores y cardenales por la puertecilla y ser recibido por ellos del mismo modo. Pero tenía la ventaja de no tener que disputar la precedencia a otros ministros en caso de conflicto. De todas formas el hecho de estar de incógnito no suponía ocultarse ante la gran nobleza romana y los cardenales, y Cogolludo utilizó la música y las fiestas como poderoso instrumento de propaganda y relación.

Don Luis, al no poder hacer entrada pública por estar de incógnito, utilizó las celebraciones festivas para presentarse públicamente ante la Corte romana. El 26 de julio puso luminarias y una gran máquina de fuegos artificiales sobre la fuente de la Barcaccia para celebrar la onomástica de la Reina madre, y el 25 de agosto hizo una gran serenata en la Piazza di Spagna para festejar el cumpleaños de la reina María Luisa de Orleans. El Marqués concibió la serenata como una estrategia para burlar la condición de ingógnito que le había impuesto la Corte de Madrid por la cuestión del quartiere y hacer su presentación pública, exaltando la figura de la Reina y declarando simbólicamente ante la Corte romana que sería ella quien asegurase la fortaleza de la Monarquía dando al Rey un heredero.

CONTINUARÁ...
Fuentes:

* Domínguez Rodríguez, José María: "Roma, Nápoles, Madrid. Mecenazgo musical del Duque de Medinaceli, 1687-1710". Ediciones Reichenberger, 2013.