lunes, 27 de enero de 2014

Nuevo Libro: "Luis de Medina SJ. Protomártir de las Islas Marianas (1637-1670)"


La editorial Sílex ha lanzado recientemente un interesante libro sobre el jesuita Luis de Medina, uno de los protagonistas de la colonización de las Islas Marianas a comienzos del reinado de Carlos II, y más en concreto, durante la regencia de su madre, la reina doña Mariana de Austria, que daría nombre a estas islas que permanecerían en poder de España hasta 1899, cuando fueron vendidas a Alemania tras el desastre del '98.

El libro lleva por título "Luis de Medina SJ. Protomártir de las islas Mariana (1637-1670)" y ha sido dirigido por los profesores Alexandre Coello de la Rosa y Xavier Baró i Queralt. A continuación la recensión del mismo:

"En 1668, un grupo de jesuitas españoles, dirigidos por el burgalés Diego Luis de San Vítores (1627-1672), iniciaron la evangelización de las islas de los Ladrones (luego, islas Marianas), contando con el apoyo financiero de la Monarquía Hispánica de Felipe IV. El contacto entre los religiosos españoles y los indígenas chamorri constituye un caso especialmente relevante, ya que se trata de una evangelización tardía y violenta que tuvo lugar en los confines dle imperio hispánico. En aquellas lejanas islas del Pacífico muchos misioneros jesuitas, como el padre andaluz Luis de Medina (1637-1670), se convirtieron en mártires del catolicismo tridentino".

Como quizás alguno recordéis, hace algún tiempo traté este tema en este blog en una entrada titulada "La colonización de las Islas Marianas" que podéis consultar nuevamente pinchando AQUÍ.


viernes, 17 de enero de 2014

El Príncipe de Darmstadt, de la fidelidad a la Casa de Austria al mito catalán (Parte VI)


LA TOMA DE GIBRALTAR:

* Por lo actual del tema y ser una de las acciones de aquella Guerra de Sucesión que aún hoy perviven, dedicaré una entrada completa a este hecho de armas en el que el Príncipe de Darmstadt fue protagonista directo:

Tras el fracaso del primer intento de conquista aliado de Barcelona, la flota del almirante Rooke con el Príncipe de Darmstadt a bordo, puso rumbo al sur siguiendo la costa levantina, como indicamos en la anterior entrada. Así, y siendo conocedor Rooke de la lamentable situación en que se encontraban las defensas de Gibraltar,decidió dar un golpe de mano. En efecto, la guarnición de la plaza estaba compuesta por 80 hombres a los que en caso de apuro se podrían sumar los varones del vecindario de la ciudad, poco diestros en el manejo de las armas. El número de piezas de artillería que guarnecían su defensa era considerable, llegando al centenar, pero los artilleros apenas eran media docena y la mayor parte de las piezas estaban desmontadas, por lo que resultaban inservibles para la defensa. El gobernador militar, don Diego Salinas, había realizado numerosas peticiones en demanda de hombres y medios con que fortificar el Peñón, sin que sus peticiones obtuviesen respuesta adecuada, pese a que todo el mundo reconocía la importancia estratégica de esta plaza.

El 1 de agosto de 1704 la flota anglo-holandesa apareció en aguas de la bahía de Algeciras. El Príncipe de Darmstadt, en nombre del rey-archiduque Carlos III, hizo un llamamiento a los gibraltareños para que le acatasen como soberano y le jurasen fidelidad. Tanto el gobernador Salinas, como el corregidor de la ciudad, don Cayo Antonio Prieto Lasso de la Vega, rechazaron la invitación y decidieron resistir, pese a la abrumadora diferencia de hombres y medios que existía. Respondieron con brevedad, señalando que la ciudad tenía jurado por su rey y señor a Felipe V y que estaban dispuestos a sacrificar sus vidas por él.

Los día 2 y 3 la escuadra permaneció fondeada en la Bahía, confiando en que su sola presencia intimidaría a los gibraltareños y les invitaría a entregar la plaza. No fue así porque el ultimátum lanzado por Darmstadt recibió igual respuesta.

Bombardeó de Gibraltar por parte de la flota aliada el 4 de agosto de 1704.

Al amanecer del 4 de agosto los cañones de 30 de los barcos que integraban la flota abrieron fuego contra Gibraltar, iniciando un terrible bombardeo que duró seis horas,  siendo el preludio del asalto que se produjo a continuación. Unos 4.000 soldados aliados desembarcaron, luchándose con ferocidad, aunque el desequilibrio de fuerzas era tan patente que la suerte estaba echada de antemano. Salinas y el corregidor Prieto decidieron reunir al cabildo municipal para tomar una decisión que permitiese salvar la vida a la población ante lo inútil de la resistencia. Finalmente se decidió al entrega de la plaza al Príncipe de Darmstadt bajo capitulación en la que se estipulaba entre otras cosas: a la ciudad y a los moradores, soldados y oficiales de ella que quieran quedarse, se le conceden los mismos privilegios que tenían en tiempos de Carlos II. La religión y todos los tribunales quedarían intactos y sin conmoción, supuesto que se hiciera el juramento de fidelidad a la Majestad de Carlos III como su legítimo Rey y Señor.

Además de lo dicho, se permitiría la salida de la guarnición con bandera desplegada y a todos los vecinos que deseasen marcharse. Acogidos a esto, la práctica totalidad de la población abandonó la plaza, repartiéndose entre diversos lugares próximos: Tarifa, Medina Sidonia, Ronda, Málaga, Marbella y Estepona. Un importante número de ellos se congregó en torno a la ermita de San Roque, dando lugar al nacimiento de la actual población, que se considera legítima heredera de Gibraltar por cuanto el 21 de mayo de 1706, una vez que el intento de volver la plaza a la soberanía de Felipe V se reveló imposible, el Rey autorizó la fundación de una nueva ciudad con su correspondiente término municipal, dándose el título de San Roque donde reside la de Gibraltar. 

El cuadro"El último de Gibraltar" que retrata al gobernador Salinas antes de abandonar la plaza, obra de Augusto Ferrer-Dalmau.

Se ha vertido mucha tinta y todavía hoy, a 300 años de distancia, se mantienen numerosas dudas acerca de la forma en la que se produjo el traspaso de soberanía en agosto de 1704. El marqués de San Felipe, cronista pro-borbónico, y otros autores señalan  que la plaza fue entregada a Jorge de Hesse-Darmstadt quien la recibió en nombre de Carlos III de Austria. Sobre la fortaleza de Gibraltar ondeó el pabellón amarillo, distintivo de la Casa de Austria, sin embargo, a las pocas horas dicha enseña fue sustituida por la bandera inglesa y el almirante Rooke tomó posesión de la plaza en nombre de la reina Ana de Inglaterra. Se ignoran los forcejeos que, sin duda, debieron de producirse entre ambos jefes a consecuencia de esta acción. A la postre, quien tenía la fuerza de las armas, los ingleses, impuso sus condiciones.

Está claro que las promesas que se hicieron a la población de Gibraltar lo fueron para que acatasen la soberanía de Carlos III y, en consecuencia, era a él a quien se hacía entrega de la plaza. Así parece, además, recogido en el acta de recapitulación. Y es, en un primer momento, el Príncipe de Darmstadt quien, como su representante, toma posesión de la plaza en su nombre. Sin embargo, la escuadra que había bombardeado la plaza y las tropas que se habían apoderado de ella eran inglesas (los holandeses aparecen siempre en un segundo plano, aunque aportaban un importante número de barcos a la flota y estaban mandados por su propio almirante, Almond. Recordemos además que, hasta la muerte de Guillermo III en 1702, Rey de Inglaterra y Estatúder de la Provincias Unidas, Inglaterra y Holanda permanecieron políticamente unidas, aunque independientes la una de la otra, algo que continuó siendo así durante el resto de la Guerra, aunque cada vez con mayores diferencias, sobre todo por temas de tipo económico e intereses comerciales). Por tanto, Inglaterra, sabedora de que el rey Carlos III necesitaba angustiosamente sus armas y su dinero, se vio con la fuerza suficiente para apoderarse de este enclave que suponía una base estratégica para controlar el Mediterráneo, un sueño largamente añorado por Londres.

(CONTINUARÁ)

Fuentes:

* Albareda Salvadó, Joaquim: "La Guerra de Sucesión de España (1700-1714)". Crítica, 2010.

* Calvo Poyato, José: "1704: Gibraltar en el marco de un conflicto europeo" en "La pérdida de Gibraltar y el nacimiento de las nuevas poblaciones". VIII Jornadas de Historia del Campo de Gibraltar, San Roque, del 21 al 24 de octubre de 2004.

* López i Camps, Joaquim E.: "El Príncipe Jordi de Hessen-Darmstadt i la Guerra de Succesió. Alguns apunts per una biografia necessària", en "L'Aposta catalana a la Guerra de Successió (1705-1707). Actes del congrés celebrat a Barcelona del 3 al 5 de novembre de 2005 al Museu d'Història de Catalunya". Generalitat de Catalunya, 2007.

miércoles, 15 de enero de 2014

El Príncipe de Darmstadt, de la fidelidad a la Casa de Austria al mito catalán (Parte V)

Detalle del mapa "Theatre de a Guerre en Espagne et  Portugal" (c. 1710), en el que se aprecia el desembarco de Carlos III de Austria en Barcelona, durante el segundo ataque aliado a la capital catalana en 1705.

Estando de nuevo en Londres, al Príncipe de Darmstadt sólo le quedaba esperar la decisión de Leopoldo I de enviar al archiduque Carlos a la capital británica para posteriormente trasladarse a la Península Ibérica con el objetivo de ser reconocido como Rey por parte de los diversos reinos de la Monarquía Hispánica. Sin embargo, esta decisión se va a dilatar mucho más de lo que Darmstadt esperaba, como puso de manifiesto en una carta dirigida a su hermano Ernesto Luis en el mes de mayo, donde expresaba su impaciencia y sorpresa por la indecisión del Emperador.

En este contexto, la correspondencia entre Londres, La Haya y Viena se va a incrementar notablemente, por lo que se necesitaban portadores que fuesen de la máxima confianza y que conocieran bien las mencionadas cortes. Uno de ellos sería el valenciano Joan Baptista Basset i Ramos, spanischen Adjutanten de Darmstadt, encargado de transmitir a la corte imperial la impaciencia del Príncipe y la necesidad de hacer zarpar la armada aliada con el archiduque Carlos a su mando. A principios de septiembre del año 1703 Basset se encontraba en Viena, quizás asistiendo a los actos de proclamación del Archiduque como rey Carlos III de España, que va a tener lugar el día 12 del mismo mes.

El mes de noviembre de 1703 llegaría a Londres el embajador ante Inglaterra del nuevo Rey de España, el Conde Wratislaw, acompañado probablemente de Basset i Ramos, a quien la emperatriz Leonor de Neoburgo había confiado que transmitiera al Príncipe de Darmstadt las disposiciones tomadas en Viena para la campaña militar que en breve se pondría en marcha. Basset, por tanto, contrariamente a lo que ha defendido algún autor, no va a acompañar al archiduque Carlos en el periplo europeo que va a llevar a cabo antes de llegar a Londres, sino que va a ser enviado a Inglaterra con cierta urgencia para colaborar en la preparación de la expedición militar aliada a cuyo mando estaría Darmstadt.

El archiduque Carlos no va a llegar a Londres hasta principios del mes de enero de 1704, y unas semanas después Jorge de Hesse-Darmstadt sería enviado a Lisboa, adelantándose a la expedición real. Pero un cúmulo de circunstancias van a hacer que la salida de Carlos III de Londres se retrasara y, además, la enfermedad del Rey de Portugal y la muerte de una de sus hijas, harán que las reuniones entre Darmstadt y el monarca portugués se alargaran sine die. El 23 de febrero un Jorge de Darmstadt, desesperado, se quejaba por escrito a su prima la Emperatriz de lo que consideraba una falta de interés por parte inglesa.

Desde la llegada de Carlos III de Austria a la Península, los hechos de armas de Darmstadt van a estar estrechamente ligados a quien había sido coronado como Rey de España en Viena. La postura del Príncipe, defensor de que la guerra se iniciara por Cataluña, el fracaso del primer intento de ocupación de Barcelona, la conquista de Gibraltar y las posteriores operaciones en el Mediterráneo hasta la muerte del Príncipe en el segundo sitio aliado de Barcelona (1705) son, sin la menor duda, los momentos culminantes de la biografía militar de Jorge de Hesse-Darmstadt, y como tal han sido considerados por la historiografía especiaizada y por su primer, y hasta el momento único biógrafo, Heinrich Künzel (1877).

Llegada de Carlos III de Austria a Lisboa.
En efecto, el 7 de marzo de 1704, el velero inglés Royal Catherine, escoltado por una imponente flota anglo-holandesa, entró en el estuario del Tajo con Carlos III de Austria a bordo, fondeando en las proximidades de Belén. Los efectivos aliados constaban de 4.000 ingleses, 2.000 holandeses y 20.000 portugueses, financiados por las potencias marítimas. En Santárem Carlos III hizo público un edicto en el que anunciaba querer "libertar a nuestros amados y fieles vasallos de la esclavitud en que los ha puesto el tiránico gobierno de la Francia".

En Lisboa, Carlos III de Austria se reunió con el Príncipe de Darmstadt y el Almirante de Castilla, junto con otros nobles castellanos que habían desertado de las filas felipistas como el Conde de la Corzana. Darmstadt y el Almirante no tardaron en hacer patentes sus desacuerdos y desconfianzas. El Almirante, uno de los hombres más poderosos de los últimos años de reinado de Carlos II, jugó a fondo sus bazas para ocupar el lugar más importante al lado del Rey-Archiduque y convertirse en el árbitro indiscutible de los asuntos españoles, alejando así al Príncipe del escenario político. En efecto, Darmstadt fue enviado junto al almirante inglés Rooke a bordo de la flota aliada del Mediterráneo.

Nombrado, por entonces, vicario general de la Corona de Aragón, a finales de mayo de 1704 el Príncipe Darmstadt fracasó en el primer intento aliado de tomar Barcelona, de acuerdo con un nutrido grupo de conspiradores austracistas que se hallaban en la ciudad y con los que, como vimos, estaba en estrecho contacto. La capital catalana estaba controlada con mano firme por el impopular virrey Francisco de Velasco, al que Felipe V había nombrado en sustitución del Conde de Palma y que ya había ejercido ese cargo durante la toma francesa de la ciudad en 1697.

A diferencia de Darmstadt, Velasco fue un hombre que concitó la antipatía de los catalanes. Había dejado un amargo recuerdo en su etapa virreinal anterior tras su pésima defensa de Barcelona en 1697 frente a las tropas de Luis XIV. Pero, además, durante su virreinato con Felipe V chocó repetidamente con las instituciones catalanas a causa de su carácter altivo y sus métodos despóticos. Todo esto no hizo sin incrementar la oposición austracista, sobre todo en el interior, en la Plana de Vic, lejos del radio de influencia del Virrey. Como sabemos este grupo de "vigatans" estaba estrechamente relacionado con el Príncipe Darmstadt y contaba además con el decidido apoyo del clero. Sin embargo, como ya se ha dicho, este primer intento de alzamiento austracista de Barcelona fracasó. A pesar de que los efectivos militares de Velasco eran limitados (tuvo que confiar en los 3.700 hombres de la Coronela, la milicia constituida por miembros de los gremios, para organizar la vigilancia de la ciudad), el partido austracista no fue capaz de culminar la operación de entrega de la ciudad a Darmstadt, y las instituciones mantuvieron una actitud temerosa y casi servil ante el Virrey. Harto de esperar una respuesta y molesto con la ambigüedad de las instituciones catalanas, Darmstadt bombardeó la ciudad, desconcertando a sus partidarios. Tras estos hechos, la flota de Rooke puso rumbo al sur siguiendo la línea de la costa levantina.
....

(CONTINUARÁ)

*Albareda Salvadó, Joaquim: "La Guerra de Sucesión de España (1700-1714)". Crítica, 2010.

* López i Camps, Joaquim E.: "El Príncipe Jordi de Hessen-Darmstadt i la Guerra de Succesió. Alguns apunts per una biografia necessària", en "L'Aposta catalana a la Guerra de Successió (1705-1707). Actes del congrés celebrat a Barcelona del 3 al 5 de novembre de 2005 al Museu d'Història de Catalunya". Generalitat de Catalunya, 2007.

martes, 7 de enero de 2014

El Príncipe de Darmstadt, de la fidelidad a la Casa de Austria al mito catalán (Parte IV)

Retrato del príncipe de Jorge de Hesse-Darmstadt (Museo de Bellas Artes de San Francisco)

Las semanas siguientes a la muerte de Carlos II (1 de noviembre de 1700) serán críticas para el Príncipe de Darmstadt. Ya antes incluso de la muerte del Rey sospechaba que no sería renovado como Virrey de Cataluña por un nuevo trienio, como de hecho va a manifestar al Conde de Harrach en una carta fechada en Barcelona el 9 de octubre de 1700:

En attendent si vous croyez que le Cardinal (Portocarrero) â raison d'escrire a nôtre cour, que l'unique obstacle pour le remede universell de la monarchie est que l'on ne m'este d'icy, je le quitteray avec bien du plaisir afin que'un autre plus digne que moy, comme le conde de Palma (sobrino de Portocarrero), remplisse ma plaze, car je n'ay d'autre ambition que de me sacrifier en tout pour le service su maitre.

No se equivocaba Darmstadt, ni en las intenciones del Cardenal Portocarrero, ni tampoco en la persona elegida para sustituirle, el Conde de Palma, sobrino del Cardenal. Nada más era cuestión de tiempo.

Los últimos meses del Príncipe de Darmstadt en Cataluña van a estar marcados por la diversidad de opiniones de las diversas instituciones del Principado en relación con el testamento de Carlos II, según expone Francesc de Castellví, historiador austracista, la postura de Darmstadt en este contexto será la del respeto a la legalidad, aunque esta fuera favorable al Duque de Anjou. Esto podría interpretarse como una actitud pragmática, o incluso como una traición del Príncipe a los grupos más abiertamente austracistas, pero si se tiene en cuenta que, como se ha visto, Darmstadt era consciente de la precariedad de su situación en Cataluña, de las dificultades (económicas y militares) con las que se encontraría para defender una alternativa a las órdenes reales y, en última instancia, de la dubitativa actitud del emperador Leopoldo I en la cuestión sucesoria, se puede entender que la decisión de Hesse-Darmstadt, al menos de cara al exterior, estuviera marcada por el pragmatismo, en el sentido de aceptar el testamento de Carlos II para poder abandonar Cataluña y, ya en Viena, trabajar por una alianza internacional fuerte que pudiera declarar la guerra a los Borbones.

Inmediatamente después de entrar en España por Irún en el mes de enero de 1701, el nuevo rey Felipe V firmaba el nombramiento del Conde de Palma como nuevo Virrey de Cataluña, pero el Príncipe de Darmstadt no abandonaría la Península hasta unos meses después. De hecho, el 27 de abril recibiría un correo de Madrid instándole a abandonar España en el término de 3 días. En estos últimos días de su estancia en Cataluña el Príncipe aprovecharía para entrevistarse con gente de su confianza: los de la Plana de Vic, el rector de Vilabella, el canónigo Andreu Foix o el valenciano y posterior líder austracista Joan Baptista Basset i Ramos (al que había conocido durante las guerras de Hungría). El contenido de las reuniones no va a trascender, pero según el cronista austracista Castellví, el Príncipe se habría comprometido a conseguir que el archiduque Carlos y diferentes monarcas europeos se declarasen contra Felipe V y que defenderían a aquellos que también lo hiciesen.

En junio, el Príncipe de Darmstadt llegaba a Viena después de haber pasado por Génova. Días después de su salida va a dar orden de licenciar a los regimiento alemanes con los que había llegado a Cataluña cinco años atrás, aunque ofreció a los soldados la posibilidad de pasar a otro regimientos, parece ser que un buen número de éstos se decidió por dejar las armas. Según la interpretación de Castellví, lo habrían hecho por no servir al nuevo rey Borbón, aunque no es difícil imaginar que muchos de ellos simplemente tendrían como razón alejarse de las penalidades que habían vividos en el frente durante estos años.

La vuelta del Príncipe de Darmstadt a la Corte imperial de Viena marcó el inicio de una etapa decisiva en la preparación de la invasión aliada de la Monarquía Hispánica y de la revuelta austracista en la Corona de Aragón. Darmstadt unía a su condición de experimentado militar y buen conocedor de la diplomacia europea, los contactos que había acumulado durante sus años en Cataluña: los dirigentes "vigatans" (Plana de Vic), los cónsules y hombres de negocios extranjeros establecidos en el Principado, los militares que van a servir junto al Príncipe, las élites políticas catalanas, y también personajes de orígenes sociales distintos que, por diversas causas, eran deudores de Darmstadt.

Según Castellví, en el primer encuentro entre el emperador Leopoldo y Darmstadt después de la llegada de éste a Viena, Leopoldo I le va a encomendar pasar a Londres con el objetivo de negociar con Guillermo III los detalles de la participación imperial en una gran alianza internacional contra la Casa de Borbón. La Gran Alianza de la Haya se constituyó formalmente el 7 de septiembre de 1701, meses antes de la llegada del Príncipe de Darmstadt a Londres, que no se produciría hasta finales del mes de marzo de 1702.

Aunque oficialmente Darmstadt había sido enviado a Suecia por Leopoldo I, después de haber fingido públicamente un desencuentro entre ambos, el trayecto que, en secreto, va a hacer el Príncipe, le va a llevar a su ciudad natal, Darmstadt, donde va a permanecer seis meses, y de ahí a Frankfurt, Minden y Londres, donde haría su entrada oficial el 10 de marzo de 1702. Los días posteriores a su llegada, el rey Guillermo III de Inglaterra va a informar al Príncipe de las disposiciones que Inglaterra y las Provincias Unidas (recordemos que Guillermo era también Estatúder de las mismas) habían tomado para el inicio de las hostilidades contra Francia y España, y que deberían iniciarse con una ataque por mar a Cádiz. Sin embargo, nueve días después de la llegada de Darmstadt a Londres, moría súbitamente el rey-estatúder Guillermo, uno des principales dirigentes de la alianza anti-borbónica.

Ataque anglo-holandés a la bahía de Cádiz (1702)

La reina Ana, sucesora de Guillermo III, va a mantener, al menos durante los primeros meses de su reinado, las disposiciones para la guerra de su antecesor y, en este sentido, va a autorizar que una enorme armada anglo-holandesa zarpara rumbo a la Península Ibérica para atacar Cádiz. El desembarco aliado en la bahía de Cádiz, el saqueo aliado de las iglesias del Puerto de Santa María y Rota el 16 de septiembre de 1702 y la posterior batalla naval de Vigo (o Rande)nserían los primeros hechos de armas de la Guerra de Sucesión en territorio peninsular, pero el Príncipe de Darmstadt no va a seguir todos estos acontecimientos en persona. De hecho, antes de la muerte e Guillermo III estaba previsto que Jorge de Hesse-Darmstadt asumiera el mando supremo de la operación, pero los retrasos que la campaña tuvo hicieron que el Príncipe fuera destinado a una misión diplomática para la cual no había nadie mejor situado que él: negociar con el Rey de Portugal su entrada en la Gran Alianza. Con este objetivo el Príncipe se va a embarcar con la tropa aliada y el 21 de agosto va a llegar en secreto a Lisboa.

El monarca portugués, Pedro II, estaba casado con una de las hijas del elector palatino y duque de Neoburgo, María Sofía, hermana de la reina viuda de España doña Mariana de Neoburgo y de la emperatriz Leonor, esposa de Leopoldo I, todas ellas primas-hermanas del Príncipe; además Jorge de Hesse-Darmstadt era católico, lo cual facilitaría mucho las negociaciones con la Corte de Lisboa. A todo esto esto se uniría, a partir del mes de octubre, la presencia en Portugal de uno de los principales jefes del partido imperial durante los últimos años de reinado de Carlos II: don Juan Tomás Enríquez de Cabrera, Conde de Melgar y Almirante de Castilla (1). La huida a Portugal del Almirante estuvo secundada por un importante número de oficiales militares que, sumadas a las 300 personas del cortejo de la aristocracia, llegaría a formar en Lisboa, un importante grupo de apoyo a la causa austracista-imperial.

Además de negociar con el Rey de Portugal y de supervisar algunas de las operaciones en tierra de las tropas anglo-holandesas, el Príncipe de Darmstadt va a tener tiempo de recuperar el contacto epistolar, e incluso personal, con sus corresponsales y personas de confianza en España. De hecho, va a ser durante este período cuando se van a redactar y distribuir los primeros manifiestos llamando al alzamiento contra Felipe V. El primero del que se tiene noticia tiene fecha de 24 de julio, justo un mes antes del desembarque del Príncipe en Lisboa.

Los primeros manifiestos austracistas distribuidos por la Península, y firmados por el Príncipe de Darmstadt como jefe supremo de la armada aliada, ponen a la vista el gran conocimiento que Darmstadt tenía de la Monarquía Hispánica, pero también se transmitía una cierta ingenuidad o un exceso de confianza en los que respecta a la disposición de los españoles a la rebelión contra un rey, Felipe V, que no dejaba de ser su monarca legítimo.

El manifiesto del 24 de julio iba expresamente dirigido a "qualesquiera militares de qualesquiera puestos que occupares" para que se acercasen a las costas del Mediterráneo, donde comenzarían las operaciones aliadas. Darmstadt conocía bien el funcionamiento del ejército español, por lo cual confiaba, por un lado, es su ascendiente sobre los centenares de soldados que habían servido bajo sus órdenes pero, por si no fuera suficiente, ofrecía jugosas contrapartidas: a los soldados "se les adelantará en sus puestos conforme a sus méritos", y al pueblo en general prometía "aliviar a los pueblos de los desmoderados tributos, premiar, amar y amparar a la nobleza, acatar y conservar a los ecclesiásticos".

En un manifiesto posterior, el Príncipe intentará aportar argumentos jurídicos para justificar el derecho a la sucesión del archiduque Carlos de Austria, todo combinándolo, de nuevo, con promesas de corte populista: "Ir empleando en todos los cargos a los españoles [...] aliviar los pueblos, acatar la nobleza, formar exércitos y armadas y finalmente disponer todas las cosas de el modo que mejor condujeren al realce del esplendor antiguo español" serían, según Darmstadt, las intenciones del pretendiente austriaco. Suguiendo con los argumentos jurídicos, en este documento se demandará expresamente la obediencia de las autoridades civiles y militares, a todos los militares de graduación y a los "administradores y cobradores de las rentas reales".

La controversia suscitada a raíz del saqueo a las iglesias del Puerto de Santa María y Rota y el triunfo que supuso la batalla naval de Vigo debieron influir en una suspensión temporal de las operaciones aliadas en la Península y, de hecho, el Príncipe de Darmstadt va a volver con l armada a Inglaterra, donde continuaran sus actividades como agente del Emperador.

(CONTINUARÁ...)

Fuentes: 

*Albareda Salvadó, Joaquim: "La Guerra de Sucesión de España (1700-1714)". Crítica, 2010.

* López i Camps, Joaquim E.: "El Príncipe Jordi de Hessen-Darmstadt i la Guerra de Succesió. Alguns apunts per una biografia necessària", en "L'Aposta catalana a la Guerra de Successió (1705-1707). Actes del congrés celebrat a Barcelona del 3 al 5 de novembre de 2005 al Museu d'Història de Catalunya". Generalitat de Catalunya, 2007.

Notas:

(1) Más sobre este personaje clave en los años finales de Carlos II véase González Mezquita, María Luz: "Oposición y disidencia en la Guerra de Sucesión Española: el Almirante de Castilla", Junta de Castilla y León (2007).

jueves, 2 de enero de 2014

Exposición: "300 años de la Paz de Utrecht. En nombre de la paz. La Guerra de Sucesión Española y los tratados de Madrid, Utrecht, Rastatt y Baden (1713-1715)"

Entrada de la Fundación Carlos de Amberes (foto del autor)

La semana pasada fui a visitar en la Fundación Carlos de Amberes de Madrid (C/Claudio Coello 99) la que probablemente sea la exposición de la temporada y que lleva por título  "300 años de la Paz de Utrecht. En nombre de la paz. La Guerra de Sucesión Española y los tratados de Madrid, Utrecht, Rastatt y Baden (1713-1715)". 

El propio nombre de la exposición deja ya muy claro el propósito de la misma, y es que estamos de aniversarios, en concreto los 300 años de las Paces de Utrecht, Rastatt y Baden que se están celebrando desde 2013 y se alargarán hasta 2015. Paces todas ellas que pusieron fin a la que probablemente haya sido la primera guerra mundial de la historia, la Guerra de Sucesión Española (1701-1715), conflicto que cambió para siempre la historia de España (implantación de la nueva dinastía borbónica), así como el mapa de Europa y el pensamiento político predominante, estableciendo lo que se ha dado en llamar "Balance of power" (Balanza de Potencias), de la que Inglaterra salió vencedora, sentando las bases de la que sería su primacía mundial hasta bien entrado el siglo XX.

Alegoría de las paces de Utrecht y Rasttat, obra de Paolo de Mattei (1714-1718).
La exposición cuenta con magníficos retratos de Carlos II, Felipe V y el emperador Carlos VI, así como una estupenda serie de grabados de todas las partes implicadas en el conflicto, óleos de batallas, medallas conmemorativas y los ejemplares originales de los preliminares de Madrid, que sentaron las bases de la paz entre España e Inglaterra en Utrecht (navío de permiso, asiento de negros,...), y la Paz de Viena (1725) que supuso el reconocimiento final del emperador Carlos VI a Felipe V como Rey de España y cerraba de manera definitiva, 25 años después de la muerte de Carlos II, el conflicto sucesorio.

La exposición se divide en las siguientes secciones:

1. Vísperas de sucesión. La conservación de la Monarquía de Carlos II frente a las ambiciones del Rey Sol (1659-1700).

2. La Guerra de Sucesión (1701-1710).

3. La balanza de las potencias.

Más información en este ENLACE.