lunes, 27 de octubre de 2014

La Condesa de Berlepsch, un ambición femenina en la Corte de Carlos II (Parte I)

1. Retrato de la Condesa de Berlepsch.

Marie Gertrude Wolff von Guttemberg (1654-1723), baronesa viuda y, después, condesa de Berlepsch, nació en Langenschwarz (Hessen). Casó con Wilhelm Ludwig von Berlepsch, militar al servicio del emperador Leopoldo I, quien murió prematuramente durante el asedio de Philippsburg (1676), dejándole un hijo de corta edad y otro que nacería póstumamente aquél mismo año. Tras años de caída en desgracia, el Emperador la tomó bajo su protección en 1684 en calidad, primero, de Hofmeisterin de la esposa del elector Juan Guillermo de Neoburgo, la archiduquesa Mariana de Austria, y tras la muerte de ésta en 1689, como de Oberhofmeisterin de la mujer del príncipe Carlos Felipe de Neoburgo, hermano y sucesor de Juan Guillermo.

Habiendo demostrado su fidelidad a las Casas de Austria y Neoburgo, Marie Gertrude fue destinada a la corte de Madrid dentro del servicio de doña Mariana de Neoburgo, hermana de los dos anteriores (Juan Guillermo y Carlos Felipe) y que había sido elegida como segunda esposa de Carlos II tras la muerte de María Luisa de Órleans.

La estancia madrileña de la Baronesa-Condesa de Berlepsch supuso el engrandecimiento de una familia relativamente modesta, consiguiendo ejercer una férrea privanza sobre la reina doña Mariana de Neoburgo, quien no dudó en promocionar tanto a Marie Gertrude como a sus hijos y parientes: su promogénito Sittich Herbold, Conde de Berlepsch; el segundogénito, Peter Philipp, archimandrita de Mesina; y la baronesa Maria Katharina von Cram, su sobrina (1). El rápido ascenso social, económico y político de la parentela Berlepsch no pasó desapercibido entre cortesanos y diplomáticos extranjeros, como el imperial Conde de Harrach, quien en repetidas ocasiones mostraba su disconformidad hacia las extravagantes peticiones de los susodichos, evidenciando el flaco favor que hacían a los intereses del emperador Leopoldo I en la corte del Rey Católico, en aras de una posible sucesión imperial al trono de Carlos II.

Apetecibles cargos en Sicilia (el archimandritazgo de Mesina), hábitos y encomiendas de órdenes militares españolas. legaciones diplomáticas, puestos de relevancia en los Consejos madrileños y vieneses o rentas italianas, sin contar con presentes, obras de arte y otros beneficios pecuniarios, fluyeron con el consentimiento regio hacia el clan de Berlepsch.

En una carta dirigida a Juan Guillermo de Neoburgo, Elector Palatino y hermano de la Reina, la Condesa de Berlepsch se quejaba amargamente de que, movida por la irregularidad del cobro de sus gajes como dama de honor, que no habían sido pagados durante tres años, había pedido a los Reyes la concesión de una merced en Nápoles que le restituyera lo adeudado. Sin embargo, y aunque el Consejo de Italia había convenido una sustanciosa contraprestación por 10.800 ducados anuales, la Condesa no disfrutaba de los mismo, ya que el virrey Duque de Medinaceli, habría obviado remitir las patentes requeridas para la toma de posesión. La queja demostraba el interés de la Berlepsch, no sólo por el retraso de dos años en la concesión, sino también por su necesidad de vender los feudos consignados para la obtención de un dinero líquido con el que consolidar el prestigio familiar a través de la adquisición de un señorío soberano en los límites del Sacro Imperio.

Según la determinación del Consejo Supremo de Italia, se había concedido a la Condesa de Berlepsch diversos feudos "que havían recaido en la Regia Corte" a resultas de cierta transacción de compra hecha entre la administración regia, la Duquesa de Medina Sidonia y la Princesa de Stigliano, María de Toledo y Velasco: a saber, la tierra de Torre del Greco y los casales de Resina, Portici y Cremano, "con todos sus cuerpos, miembros, derechos, rentas, jurisdicciones, y su entero estado". Según real cédula de 6 de septiembre de 1697, Carlos II ordenaba a las autoridades virreinales que se pudiera vender cualquier afecto de su Real Hacienda, salvo los referentes a a caja militar del Reino "para desempeñar con el precio dellos los dichos feudos de Astillano, y de ellos dar embestidura a la dicha señora condesa [de Berlepsch] hasta en la dicha cantidad de diez mill y ochocietos ducados al año". Tras la firma de la cesión al patrimonio real el 11 de marzo de 1698, ante el escribano Frabrizio Sansone, la Regia Camara procedió a asignar el citado señorío en la cabeza de Maria Gertrude von Berlepsch.

El señorío napolitano de la Berlepsch había sido tasado ocho años antes por lo tavolieri Galluccio y Ruggiano, quienes determinaron de forma minuciosa el valor de la jurisdicción, bienes raíces y muebles, así como de las rentas y cargas anuales del mismo. Así, el señorío de Torre del Greco y su "palaçio baronal" proporcionaban la suma anual de 3.660 ducados, a los que se le descontaban 360 ducados por la tercia parte del arrendamiento del vino "a menudo", resultando el remanente total 3.300 ducados, de los que la Condesa se "contentó".

2. Castillo de Berlepsch, centro de los estados patrimoniales de los Condes de Berlepsch (Hesse, Alemania).

A partir de entonces comenzó un largo proceso en el que la Berlepsch intentó vender este feudo al mejor postor, hecho que retrasó su salida de la Corte de Madrid hasta marzo de 1700, puesto que para ella era fundamental no alejarse de su patrona hasta que su futuro y el de su familia estuviesen resueltos. En un principio el mejor posicionado para hacerse con los feudos napolitanos fue el Marqués de Monteforte, Mario Camillo Loffredo, sin embargo las conversaciones que habían llegado ya a un punto de acuerdo y cesión, se rompieron a comienzos de 1699. Esta ruptura se produjo en un momento en el que la Condesa estaba intentando conseguir para su hijo primogénito la Grandeza de España y para sí misma el cargo de Camarera Mayor de la Reina. El progresivo ascendiente de la Berlepsch sobre la pareja real no tenía parangón con otros cortesanos, ya que incluso pudo canalizar intereses de otros fieles partidarios de la causa imperial o meros miembros de su familia. Para entonces Marie Gertrude había logrado el alrchimandritazgo de Mesina para su hijo segundo, un puesto en el Consejo Áulico del Emperador en Viena (1698), otro del Consejo de Flandes para el mayor (1699) junto con el título condal, un hábito de Álcantara y la encomienda de Belvís y Navarra (1694), un oficio de dama de honor de la emperatriz en Viena, 2.000 escudos de paga anual y una suculenta dote para su sobrina Maria Katharina von Cram, incluyendo un collar del toisón para quien la desposara.

La inflación de honores de la Berlepsch y su familia causó seria indignación en la opinión cortesana de Madrid, perjudicando además a los intereses imperiales en su lucha por hacerse con la sucesión de Carlos II. La escasez de alimentos y las escasas simpatías de la camarilla alemana de la Reina acabaron por aupar a la facción pro-borbónica tras el famoso Motín de los Gatos (abril de 1699). A parte de esto, para los distintos agentes, tanto imperiales como franceses, estaba claro que los intereses de la Berlepsch no se centraban el Reino de Nápoles, sino en tierras germánicas. En abril de 1699 el embajador imperial Conde de Harrach comunicaba a Leopoldo I cómo un tal Selder, confidente del Almirante de Castilla, le había asegurado el interés de la propia Mariana de Neoburgo por comprar un principado en el Sacro Imperio al que pudiese retirarse tras quedar viuda de su marido, alejándose así de la Corte de Madrid, donde no era apreciada por sus súbditos. La posible compra de un feudo alemán por parte de la Reina se encontraba intrínsecamente ligada a las intenciones de la Condesa, quien ya no dejaba duda de su intención de hacerse con un señorío en propiedad, mayor que el detentado en torno al castillo de Berlepsch (Hessen). La ruptura de la negociación por los feudos napolitanos con el Marqués de Monteforte debió de sumir en la desesperación a la Condesa de Berlepsch, la cual parece que había pedido licencia para abandonar la Corte si hubiese podido conseguir dicho dinero. Además, de manera paulatina se iba deshaciendo el poder de la camarilla alemana en la voluntad de Carlos II, máxime cuando no dejaban de fluir pasquines difamatorios contra la Berlepsch, el Almirante de Castilla, el padre Gabriel de Chiusa, o incluso contra la propia reina Mariana de Neoburgo, objeto todos ellos de una campaña difamatoria basada en el expolio de la Real Hacienda en beneficio propio o de sus hechuras y parientes.

CONTINUARÁ...


Notas:

(1) Dicha Baronesa llegó a Madrid en 1698 en el séquito de la Condesa de Harrach, mujer del embajador imperial, siendo inmediatamente recibida en el Real Alcázar "in qualità di dama della Regina come è stata dama della maestà dell'Imperatrice". ASV, Segr. Stato. Spagna, 179, f. 252r. Avvisi (Madrid, 10 de abril de 1698).


Fuentes:

* Quirós Rosado, Roberto: "De mercedes y beneficios: negociación intermediarios y política cortesana en la venta de los feudos napolitanos de la Condesa de Berlepsch (1698-1700)". Universidad Autónoma de Madrid, 2004.

lunes, 20 de octubre de 2014

Visita a Pastrana (Guadalajara)

Retrato de Ana de Mendoza y de la Cerda, Princesa de Eboli, Condesa de Mélito y Duquesa de Pastrana.



Este fin de semana he tenido la suerte de visitar la preciosa villa ducal de Pastrana, sede de los duques del mismo nombre, situada en la provincia de Guadalajara.

En 1541, previo consentimiento papal, Carlos I vendía la villa de Pastrana a la condesa viuda de Melito, doña Ana de la Cerda y Castro, quien comenzaría la construcción del Palacio Ducal, no sin numerosos pleitos con los vecinos y el cercano Convento de San Francisco. Muerta doña Ana, el señorío pasó a sus hijos segundogénitos Gaspar Gastón y Baltasar Gastón, que en 1569 lo vendieron al Príncipe de Éboli, Ruy Gómez de Silva, marido de doña Ana de Mendoza y de la Cerda, nieta de la primera señora de Pastrana, al ser hija del primogénito de ésta, Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda. Posteriormente, éstos obtendrían de Felipe II el título de Duques de Pastrana.

Con sus nuevos señores, Pastrana vivió una época de gran esplendor, al emprender éstos grandes obras que dieran lustre a la capital de sus estados nobiliarios. En 1569 los Duques de Pastrana mandaron llamar a Santa Teresa de Jesús con el fin de fundar un convento de Carmelitas Descalzos, creando el de San José para mujeres y el de San Pedro (hoy del Carmen) para hombres. En 1570 los Duques trajeron a numerosas familias moriscas de las Alpujarras que dieron nueva vida a la Villa por su dedicación a la agricultura y al trabajo de la seda. Más tarde, los Duques completaron su obra ascendiendo la iglesia parroquial a Colegiata.


Muerto Ruy Gómez en 1573, la Princesa de Eboli y Duquesa de Pastrana, ingresa en el Convento de San José, incumpliendo reiteradamente la regla Carmelita, por lo que, a petición de las monjas, es llamada a la Corte por Felipe II para ocuparse de su patrimonio y familia. En 1576 regresa a Madrid, convirtiéndose en una de las damas más acaudaladas y respetadas de la Corte. Allí comienza una vida de intrigas junto al secretario del Rey, Antonio Pérez, que terminarán con la famosa fuerte de don Juan de Escobedo, secretario personal de don Juan de Austria, la huida de Pérez a Aragón y posteriormente a Francia y la detención de la Princesa de Éboli, que acabará encerrada en su proprio Palacio de Pastrana junto a su hija Ana, hasta su muerte en 1592.

Los Duques de Pastrana continuarán, entroncados a mediados del XVII con los Duques del Infantado, dominando la vida de la Villa, aunque ya en el siglo XVIII desplazarán su residencia a Madrid, lo que sumirá a Pastrana en un lento declive.

A continuación algunas de las fotos que realicé durante la visita:


1. Palacio Ducal. De estilo renancentista en piedra de sillería y sin apenas ornamentación. En él estuvo, en la torre de levante (derecha), retenida la Princesa de Éboli. Estuvo en poder de los Duques de Pastrana-Infantado hasta 1892, cuando fue vendido a la Compañía de Jesús. Desde a entonces ha tenido numerosos propietarios hasta acabar en manos de la Universidad de Alcalá de Henares, a quien pertenece actualmente y quien se encargó de su restauración, tras años de abandono. En su interior apenas se conservan algunos artesonados y azulejos originales.

 2. Detalle de la puerta del Palacio Ducal, donde podemos leer 'DE MENDOÇA I DE LA CERDA', en referencia al los apellidos de su fundadora, así como el escudo de la familia Mendoza.

 3. Detalle de uno de los artesonados en madera de pino del interior del Palacio.

4. Plaza de la Hora, frente al Palacio Ducal, llamada así en referencia a la hora diaria a la que tenía permiso para asomarse al balcón la Princesa de Éboli durante su cautiverio.


5. Plaza de los Cuatro Caños (siglo XVI).

6. Puerta de acceso a la Iglesia Colegiata, cuyo interior alberga el Museo Parroquial, con numerosas obras de arte sacro, así como recuerdos de Santa Teresa, y el magnífico Museo de Tapices, con la extraordinaria serie de la conquista de Arcila por parte de Alfonso V de Portugal 'El Africano'. En el interior de la Colegiata se encuentra también el panteón familiar de los Duques de Pastrana.

7. Detalle del Museo Parroquial.

8. Museo de Tapices. Espectacular serie de tapices flamencos de finales del siglo XV, que narran las conquistas de Arcila y Tánger (Marruecos) por parte de las armas portuguesas de Alfonso V y su hijo, el príncipe Juan, futuro Juan II de Portugal. Esta serie está considerada la mejor serie de tapices del siglo XV y la obra de arte más importante de Pastrana, así como una de las joyas del patrimonio artístico español.

9. Detalle de uno de los tapices, donde podemos ver al rey Alfonso V junto a su hijo, el príncipe Juan.

10. Panteón familiar de los Duques de Pastrana.

11. Tumba de los Príncipes de Éboli.

. 12. Órgano en el interior de la colegiata.

13. Otro detalle del interior de la Colegiata: epitafio de los Condes de Mélito.

14. Vista de los tejados de Pastrana con la Colegiata al fondo.

15. Casa señorial.

16. La riquísimas migas pastraneras de las que disfrutamos para comer.

17. Y para termicar una vista de Pastrana desde la Ermita del Sagrado Corazón.


CAROLVS II












martes, 14 de octubre de 2014

NUEVO LIBRO: "La participación del X Duque de Béjar, Don Manuel de Zúñiga, en el sitio de Buda (1686)"


Con el permiso de mi buena amiga Carmen Cascón del blog Pinceladas de Historia Bejarana, voy a 'robarle' su crónica de este libro que ahora publica el Centro de Estudios Bejaranos sobre la participación y muerte del X Duque de Béjar, don Manuel de Zúñiga, (1660-1686) en un episodio olvidado de nuestra historia militar: el Sitio de Buda de 1686, enmarcado en la lucha que el Imperio y la rama vienesa de los Habsburgo mantenían contra el Imperio Otomano y que finalizaría con la Paz de Karlowitz de 1699, que suponía la derrota turca y el ascenso de Austria como nueva potencia hegemónica en los Balcanes y el Este de Europa (1):

No hay mejor noticia, en el mundo cultural en general y de la investigación en particular, que la presentación de un nuevo libro que engrandezca el conocimiento de nuestro pasado. Y el sábado por la tarde en Béjar ocurrió uno de esos momentos maravillosos en los que la grandeza del conocimiento se manifiesta por medio de la unión entre el lector y el investigador, el escuchante y el orador. El Centro de Estudios Bejaranos presentó el trabajo que hizo ganador del Premio Ciudad de Béjar 2013 a Emiliano Zarza Sánchez con su investigación sobre La participación del X Duque de Béjar, Don Manuel de Zúñiga, en el sitio de Buda (1686). Como el propio interesado transmitió, su interés sobre uno de los duques más famosos de la Casa de Zúñiga de Béjar surgió de manera circunstancial: centrado en la figura de su hermano don Baltasar de Zúñiga, marqués de Valero, surgieron de entre el sueño del pasado las hazañas de don Manuel de Zúñiga, el bautizado como Buen Duque por Emilio Muñoz García en 1926. Como bien afirma mi buen amigo José Antonio Sánchez Paso, un biógrafo lleva durante toda vida en la chepa, cargado hasta doblar las espaldas, le guste o no, la figura a quien consagra sus desvelos y ya no puede librarse de él aunque los derroteros investigadores transcurran por otros senderos. A Emiliano Zarza le auguro que tendrá que hacer fuerza para soportar el peso de dos hermanos cuyas vidas transcienden el paso de los días para adentrarse con chirimías y fanfarrias en la historiografía de nuestros días.

La presentación del acto, que tuvo lugar en el salón de actos del Centro Integrado de Formación Profesional de Béjar, corrió a cargo de Álvaro Muñoz Cascón, quien tras unas palabras cariñosas para el conferenciante, cedió el turno de palabra al presidente del CEB, Antonio Avilés Amat. Después de pronunciar una breve introducción, Emiliano Zarza nos narró las aventuras y desventuras de don Manuel de Zúñiga y cómo su espíritu de luchador cruzado encaminó sus pasos a luchar como voluntario contra la amenaza turca a las puertas de Europa en Buda (actual Budapest, Hungría), tras haber pasado una parte breve de su vida en los Tercios de Flandes como maestre de campo. Nuestro duque, nacido en Béjar en 1660, tenía entonces 26 años, fama de valiente y tacto diplomático, a juzgar por la entrevista que mantuvo con él a su llegada el emperador Leopoldo I de Habsburgo. Es por ello por lo que se le puede considerar como un luchador cruzado, defensor de la cristiandad frente a las amenazas protestante y otomana, a la vez que como un peregrino. Zarza nos asombró al desgranar con imágenes las técnicas militares que se utilizaron en el asalto al castillo, la plaza defensiva bajo dominio otomano que daba la llave de la toma del resto de la ciudad. En la hazaña participó don Manuel bajo las órdenes del duque de Lorena y allí encontró la muerte en forma de certero arcabuzazo, de cuyas heridas falleció tres días más tarde en olor de héroe y de casi santidad, a juzgar por los milagros que se produjeron en España, al paso de su cortejo fúnebre de camino a Béjar, donde se le enterró en el convento de la Piedad y cuyos restos fueron hallados por don Nicomedes Martín Mateos en el siglo XIX. En sus horas de agonía, atendido por su hermano el marqués de Valero, fue visitado por el duque de Lorena, el de Berwick (hijo natural del rey Jacobo de Inglaterra) y el Escalona, primo de don Manuel, lo cual nos dice mucho de su valentía en unos momentos cruciales de la caída de Buda en manos cristianas, momento ocurrido pocos días después. También nos confirma esta idea el agradecimiento pos mortem enviado en forma de carta a su madre doña Teresa Sarmiento de la Cerda y a su viuda doña María Alberta de Castro y Portugal, al igual que al rey Carlos II, por parte del emperador Leopoldo de Austria, el Papa, el duque de Lorena y otros grandes personajes de la época. Por su hecho heroico Carlos II concedió el Toisón de Oro a su primogénito don Juan Manuel II, a cuya figura dedicamos varias entradas en este blog, y el puesto de gentilhombre de cámara al marqués de Valero, don Baltasar de Zúñiga.

De la vida de don Manuel se ocuparon sus propios coetáneos partiendo de las cartas que don Manuel escribió a su madre doña Teresa Sarmiento de la Cerda, pasarían prácticamente íntegras al trabajo escrito por el bejarano Emilio Muñoz en 1926 en su Historia del Buen Duque Don Manuel de Zúñiga y de ahí a la actualidad, como bien desglosó Emiliano, quien citó el trabajo de Muñoz en varias ocasiones y a quien concedió el título de maestro.

El libro que vio la luz el sábado consta de 185 páginas, se integra en la colección Premios Ciudad de Béjar del Centro de Estudios Bejaranos, e incluye ilustraciones sobre las técnicas utilizadas en el sitio de Buda, grabados de la época y vistas aéreas sobre el lugar exacto en que cayó herido el Buen Duque. A ello se suma la inclusión de un grabado de la época del duque a caballo que nos desvela su rostro, más o menos fiel a la realidad, cosa que nos asombra ya que la galería de retratos de los miembros de la Casa de Zúñiga que los inventarios recogen en el Palacio Ducal se han perdido, ocultando el rostro de nuestros duques en la vorágine del paso del tiempo.

Carmen Cascón Matas, Vicesecretaria


Nota:

(1) Para saber más sobre este conflicto, mi serie de entradas titulada "La última cruzada de España: el sitio de Viena de 1683y la conquista de Buda de 1686".

miércoles, 8 de octubre de 2014

NUEVO LIBRO: "El III Conde de Fernán Núñez (1644-1721), vida y memoria de un hombre práctico"


La editorial Marcial Pons en colaboración con el CSIC publican esta biografía de don Francisco Gutiérrez de los Ríos, III Conde de Fernán Núñez (1644-1721), obra de Carolina Blutrach, en el que se ofrece una nueva visión de este noble pre-ilustrado, autor del famoso libro 'El hombre práctico' (1686), sobre el que han corrido ríos de tinta, y que fue máximo exponente de aquello que se ha dado en llamar el movimiento 'novator'.

A continuación la breve recensión:

"Este libro ofrece una nueva mirada sobre El hombre práctico (1686) y su autor, el III conde de Fernán Núñez (1644-1721). A partir de nuevas fuentes se exploran otras circunstancias y otros contextos que, más allá del ambiente intelectual de los novatores, rodearon la producción y difusión de su obra. Poner en relación la vida y la obra del III conde de Fernán Núñez permite subrayar lo que de identidad y memoria aristocráticas retiene su acción de escritura. El hombre práctico-texto y el hombre práctico-autor constituyen la materia de este libro, en el que, desde una perspectiva socio-cultural y a partir de las posibilidades que ofrece el enfoque biográfico, se analizan los valores, discursos y prácticas de la sociedad cortesana y los procesos de construcción y transmisión de memoria dentro del linaje".

CAROLVS II

martes, 7 de octubre de 2014

Aniversario de la Batalla de Lepanto


1. Alegoría de la Batalla de Lepanto, obra de Paolo Veronese (h. 1572). Gallerie dell'Accademia di Venezia.

Tal día como hoy, 7 de octubre, de hace 443 años (1571) tenía lugar la Batalla de Lepanto, a la que Cervantes definió como "la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros".

Por desgracia en España no somos muy dados a celebrar ni exaltar nuestras glorias pasadas como, por el contrario, ocurre en la mayor parte de los países del mundo.

Dedico esta entrada a una de las mayores batallas navales de la historia que salvó a Europa de la expansión turca y que tuvo a don Juan de Austria y a Felipe II como los mayores héroes del mundo cristiano.

2. Felipe II ofrece al cielo al príncipe don Fernando tras la Batalla de Lepanto, obra de Tiziano (h. 1573).

domingo, 5 de octubre de 2014

El Convento de Monjes Capuchinos de Chiusa, un desconocido patronazgo regio en tiempos de Carlos II

Fig. 1. Carlos II y doña Mariana de Neoburgo. Autor anónimo (h. 1699)

Recientemente descubrí dos impresionantes retratos de Carlos II y de su segunda esposa, doña Mariana de Neoburgo, en un lugar que en principio nada tenía que ver con la Monarquía Hispánica: el Convento de Monjes Capuchinos de Bressanone, en la provincia autónoma italiana de Bolzano-Alto Adige (figura 1).

Si nos fijamos atentamente en el retrato de doña Mariana de Neoburgo, podemos ver que con su mano sujeta la planta de un edificio, para más señas del Convento de Monjes Capuchinos de Chiusa (Klausen en alemán), también en la provincia de Bolzano-Alto Adige, situada a pocos kilómetros de Bressanone.

A los estudiosos o a los que hayan leído sobre el reinado de Carlos II, en especial sobre los últimos 10 años de su reinado, enseguida al leer Chiusa les habrá venido a la mente el padre capuchino fray Gabriel Pontifiser (1653-1706), también conocido como padre Gabriel de Chiusa, por ser originario de esta pequeña ciudad del entonces Tirol habsbúrgico, que fue confesor de doña Mariana de Neoburgo desde el verano de 1692, tras sustituir al jesuita alemán Francisco Rhem, y que en los años finales del reinado de Carlos II se convirtió en una figura omnipotente y omnipresente en la Corte.

Pontifeser ingresó en la orden capuchina en 1673, donde pronto destacó como misionero en Bohemia. Sin embargo su camino hasta el confesionario real de Mariana de Neoburgo estuvo precedido de un largo cursus honorum en la corte de Viena, donde desde 1685 era bien conocido.

El capuchino tuvo su primer contacto con la corte de Viena de una forma prácticamente casual, al ecomendársele desde su orden religiosa acompañar al padre Emerico de Weser, que había sido designado médico del príncipe elector Felipe Guillermo de Neoburgo, padre de doña Mariana.

Al fallecer el Príncipe Elector en 1690, Pontifeser no sólo se alejó de la Corte, sino que adquirió mayores responsabilidades, siendo designado confesor de la electriz viuda Isabel Amelia de Hesse-Darmstadt. Una decisión que alteraba la tradición de la Casa de Neoburgo. que tenía como habituales confesores a miembros de la Compañía de Jesús.

De hecho, la conciencia de Mariana de Neoburgo, duodécima hija del elector Felipe Guillermo y Amelia, estaba atendida, como vimos más arriba, por el jesuita Francisco Rhem, quien fue el encargado de acompañarla hasta la corte madrileña tras su matrimonio por poderes con Carlos II (28 de agosto de 1689), seis meses después del fallecimiento de María Luisa de Orleáns.

El confesor jesuita la acompañó en su largo y azaroso viaje hasta las costas de El Ferrol y su posterior entrada en Madrid, atendiendo su conciencia hasta su cese en el verano de 1692, caída motivada, en opinión del nuncio, por sus difíciles relaciones con el resto de integrantes de la camarilla de la Reina, especialmente con el secretario Wiser y la Condesa de Berlepsch. Fue entonces cuando doña Mariana decidió llamar a su servicio al que hasta entonces había sido confesor de su madre, con el pesar de la propia electriz.

Este cambio no debe ser considerado como una decisión improvisada. De hecho, Mariana de Neoburgo había realizado el 31 de octubre de 1691 una petición general a la orden capuchina solicitando su autorización para contar con los servicios del padre Gabriel Pontifiser, quien partió de la corte electoral en abril de 1692. Todo se preparó, por tanto, algunos meses antes del definitivo cese de Rhem al frente del confesionario.

Fig. 2. Retrato del padre Gabriel de Pontifeser en el Museo Civico de Chiusa (antiguo convento de monjes capuchinos).

El nuevo confesor se integró pronto en la restringida camarilla de la Reina que ejercía el poder en la sombra, convirtiéndose poco a poco en una de las figuras clave de la Corte, así como en el intermediario para acceder a doña Mariana de Neoburgo, como pronto observó el embajador imperial Conde de Harrach.
Por todo ello, y al igual que el resto de la camarilla alemana, se convirtió en objeto de odios y críticas por parte del pueblo y del grupo opositor. Sin embargo, el padre Gabriel supo resistir a los ataques políticos que llevaron a la caída de los partidarios de la Reina y del partido austriaco, y que culminaron con el Motín de los Gatos acaecido en abril de 1699: el primer ministro Conde de Oropesa fue el primero en caer, siguiéndole el Almirante de Castilla que fue desterrado a tres millas de la Corte el 23 de mayo, Algo más costó la caída de la Condesa de Berlepsch, que resistió junto a la Reina hasta el 31 de marzo de 1700, tras arduas conversaciones para fijar un acuerdo económico que hiciera más llevadera su salida.

El único que permaneció inamovible en su puesto fue Pontifeser, cuya influencia siguió siendo destacada, algo de lo que los círculos diplomáticos no dejaron de ser conscientes. El embajador Harrach advertía de ello al emperador: "...todo el mundo sabe que tiene más audiencia que un ministro y pasan los asuntos por su mano". De hecho, tal parecía ser su poder en el seno de la Corte, que se le sitúa detrás del nombramiento de los nueve consejeros de Estado designados en noviembre de 1700, en la que ha sido reconocida como 'la hornada del padre Gabriel', así como en el hecho de que el Conde de Aguilar y el Conde de Benavente pudieran formar parte de la Junta de Gobierno que regiría la Monarquía a la muerte de Carlos II y hasta la llegada del nuevo soberano, según fijaba su testamento.

La muerte de Carlos II y la implantación de la nueva dinastía implicaron numerosos cambios en Palacio. Obviamente, el primer objetivo fue alejar a la reina viuda de Madrid. En enero de 1701 Felipe V ordenó la marcha de doña Mariana de Neoburgo hacia Toledo, ciudad en la que que residiría hasta la entrada de las tropas del archiduque Carlos en 1706 en plena Guerra de Sucesión. Su filiación austracista y el recibimiento público que ofreció a las tropas aliadas, ocasionó su definitivo destierro a al ciudad francesa de Bayona, donde residiría hasta 1739, cuando gracias a la intermediación de su sobrina la reina Isabel de Farnesio se le permitió volver a España, instalándose en el Palacio del Infantado en Guadalajara, donde fallacería al año siguiente.

En su marcha a Toledo, el padre Gabriel, confirmado en su puesto, acompañó a Mariana de Neoburgo junto a otros miembros de su casa. Sin embargo, el capuchino se encontraba en el punto de mira. A finales de 1701 fue llamado por la orden capuchina a Roma, con el argumento de actuar como vocal en el capítulo general que se celebraría en dicha ciudad en 1702.

Fig. 3. Vista del Convento Capuchino de Chiusa.

Felipe V recibió con gran satisfacción la noticia puesto que significaba alejar, por fin, a un personaje incómodo que aún mantenía estrechos contactos con las cortes europeas (especialmente las de Viena y Neoburgo). Sin embargo, la Reina viuda no tardó en escribir una airada carta al papa Clemente XI protestando la decisión, clamando al pontífice por el mantenimiento del capuchino en su puesto de confesor. Mariana de Neoburgo estaba convencida de que la llamada a Roma del padre Gabriel era un ataque personal urdido desde la Corte por parte de sus enemigos: el Cardenal Portocarrero y el Duque de Monteleón. El Papa, a través del nuncio, recordaba a doña Mariana y al propio Chiusa la obligación de todo religioso de obedecer las decisiones del Pontífice. Pontifeser mostró su obediencia a partir, aunque dejando clara su disconformidad con su llamada a Roma.

No sería hasta el 7 de enero de 1702 cuando el confesor abandonó Toledo finalmente. Mariana de Neoburgo concedió al padre Gabriel el título de confesor a perpetuidad, designándolo también limosnero y capellán mayor. Su marcha significa la ruptura definitiva del círculo de poder creado en torno a doña Mariana y que había regido la política española en los últimos años del siglo XVII, alejando así a un potencial peligro para el estabilidad en el trono de Felipe V.

Tras pasar por el Ducado de Parma, territorio del que era consorte la hermana de doña Mariana, la duquesa Dorotea Sofía, Pontifeser llegó a Roma a principios de abril, siendo recibido en audiencia por el Papa, a quien el capuchino no dudó en manifestar su contrariedad por todo lo ocurrido y solicitar autorización para regresar a su ciudad natal, hecho que fue desestimado porque supondría volver al cobijo de la Casa de Neoburgo. También fue desestimado que pasase a servir a la Duquesa de Parma ya que había que alejarlo de cualquier conexión con la Reina viuda de España.

Finalmente, el Papa decretó su retiro en el convento capuchino de Urbino. A pesar de la distancia, el afecto de Mariana de Neoburgo por su antiguo confesor persistió, de lo que da buena cuenta el mecenazgo que la Reina ejerció sobre la consolidación de la fundación en la localidad natal del padre Gabriel de un convento de su orden (hoy Museo Civico), erigido cuando el confesor aún no había salido de la Corte madrileña, con una capilla dedicada a Nuestra Señora de Loreto. Pontifiser que había abandonado Urbino, unos meses antes, falleció en este convento el 12 de diciembre de 1706, y allí recibió sepultura.

Fig. 4. Entrada de la Iglesia del Convento Capuchino de Chiusa.

Es aquí cuando volvemos al punto de partida. Uno de los mayores anhelos del padre Gabriel de Pontifiser fue la construcción de un convento de monjes capuchinos en su ciudad natal de Chiusa. Para ello contó con el inestimable patronazgo de la reina Mariana de Neoburgo que destinó importantes sumas para este fin y que además donó al convento algunos valiosos objetos que aún se pueden observar en dicho lugar, hoy reconvertido en Museo Civico. Las obras del convento y la iglesia adjunta comenzaron en 1699, siendo consagradas en 1701 en honor al beato Felice da Cantalice (Fig. 3). La sencilla iglesia en un ejemplo de arquitectura capuchina. En un nicho sobre la puerta principal se sitúa una estatua de mármol de patrón Felice da Cantalice, flanqueado por las armas de su benefactora, la reina Mariana de Neoburgo, sujetas por dos angelotes (Fig. 4)

El retablo del altar mayor y el de la capilla lateral, ambos terminados en 1702, son obra del famoso pintor y grabador lombardo Paolo Pagani (1655-1716), activos en varias cortes europeas y que tenía el título de pintor oficial de la reina Mariana de Neoburgo. La tela del altar mayor representa a San Felice da Cantalice mientras adora al Niño Jesús sostenido por la Virgen María.

Fig. 5. Altar de campo de Carlos II. Museo Civico de Chiusa.

Además del convento capuchino, en la casa natal del padre Gabriel Pontifiser, la reina doña Mariana de Neburgo hizo construir entre 1702/1703 una capilla dedicada a Nuestra Señora de Loreto a la que regaló además numerosos objetos de lujo, que hoy componen la parte más importante del Museo Civico de Chiusa, el conocido como Tesoro de Loreto. Éste se trata de un conjunto de preciosos objetos sacros, telas y cerámicas, cuadros de notable calidad artística (entre ellos un retrato de la propia Reina) y otras obras  de arte, entre las que destaca el altar de campo de Carlos II (Fig. 5), realizado en oro y plata y decorado con numerosas miniaturas de santos, así como dos de los reyes Carlos II y Mariana de Neoburgo.

El convento estuvo activo hasta 1972, cuando la falta de vocaciones hizo que los últimos monjes lo abandonasen y se trasladasen al cercano convento de Bressanone, llevando consigo algunos de los bienes de su antigua morada, como la pareja de lienzos reales con los que iniciamos esta entrada, así como la pequeña biblioteca que la Reina regaló a los padres capuchinos, pasando el edificio del convento a manos municipales. En 1992 el ayuntamiento de Chiusa inauguró el hoy Museo Civico en los antiguos locales del convento fundando por doña Mariana de Neoburgo, siendo la parte principal del mismo el deslumbrante Tesoro de Loreto.

*Agradezco al profesor Christoph Gasser, directo del Museo Civico di Chiusa, toda información que me ha facilitado sobre los dos lienzos de Carlos II y doña Mariana de Neoburgo.