lunes, 18 de junio de 2018

El VIII Conde de Oropesa, una breve biografía (PARTE IV)

1. Posible retrato del Conde de Oropesa hacia 1685, obra de Claudio Coello. Paradero desconocido.

Como afirmaba Tomás y Valiente, no puede considerarse al Conde de Oropesa como a un “valido” en el mismo sentido que lo fueron el Duque de Lerma o el Conde-Duque de Olivares, aunque, sin duda, las fronteras son muy reducidas ya que, por muchas razones, don Manuel Joaquín se beneficiaba de un gran poder y de un acercamiento al Rey digno de un favorito. De hecho, muchos de los escritos de la época, no dudan en llamarlo claramente “valido”. No obstante se debe tener en cuenta un aspecto fundamental para explicar en cierta medida la relación particular que mantenían el Carlos II y su ministro, y éste es el cargo de Presidente del Consejo de Castilla que Oropesa obtuvo por dos mandatos, el primero desde el año 1684, como vimos, al año 1690 y el segundo, más reducido, de 1698 a 1699.

La preeminencia política del Presidente de Castilla dentro de la Monarquía daba a éste privilegios particulares en cuanto a los acontecimientos importantes de la vida de los soberanos y del Estado. Las decisiones políticas y administrativas eran tomadas por el Presidente sin hacer necesariamente una
consulta previa lo que acentuaba el poder de Oropesa. En un documento conservado en al BNM titulado "Memoria a Carlos II sobre el miserable estado de la Monarquía durante la presidencia del Conde de Oropesa" se decía:

"Él [Oropesa] tiene el manejo universal de los negocios y con él la Presidencia de Castilla no siendo para nada. La presidencia, señor, pide por si sola gran cabeza, desinterés, inteligencia, zelo (sic), incesante trabajo, […] y [Oropesa] conserva la Presidencia para ser absoluto en todo y que no se represente ni resuelva ni provea cosa sin su noticia".

Esta omnipresencia será una de las características más notables del gobierno de don Manuel Joaquín. En una de las cartas del Duque de Montalto, uno de los más esclarecidos analistas políticos de las época, a don Pedro Ronquillo, embajador en Inglaterra, éste afirma que ya desde las primeras apariciones de Oropesa en el seno de los asuntos del gobierno, en septiembre de 1685, se indica la particularidad de la función del Conde que “sin querer declararse primer Ministro, siéndolo en el común sentir, con que ni es Valido ni Presidente, siéndolo todo”.

Por su parte, del Marqués de Villars, embajador francés en la Corte de Carlos II, afirmaba:

"El Presidente de Castilla no visita a nadie y no da siquiera la mano en su despacho…[una vez terminada la sesión del Consejo] el presidente de Castilla entra con el Rey en otro cuarto y se entrevistan solos sobre las cosas que tocan a su servicio y al gobierno…".

El embajador veneciano Sebastiano Foscarini, quien residió en España entre 1682 y 1686, afirma en su "Relazione di Spagna" que Oropesa no quería de ningún modo perder el título de Presidente del Consejo de Castilla “por ser el más superior de todos los títulos”, lo que explicaría de hecho su rechazo al título de primer ministro o a la designación de valido.

El Conde de Oropesa mantuvo el afecto de Carlos II hasta el final de su segundo mandato (1699) y puede decirse que incluso que hasta el final de la propia vida del Rey. En una carta de febrero de 1700 Carlos II le escribe: “He querido decirte aquí la seguridad con que puedes estar de mi satisfacción a tus grandes méritos y de que en cuanto se ofrezca a tu persona y casa se experimentará lo que siempre te he querido y lo que te estimo”.

Pronto don Manuel Joaquín, y como antes lo fueron Lerma y el Conde-Duque de Olivares, fue objeto de los reproches que le acusaban de una ambición desmedida por enriquecerse aprovechándose de su privilegiado cargo para conseguir facilidades en los gastos de su casa, carrozas, vestidos, caballerizas, en suma, de su mantenimiento y el de su familia, así como de favorecer a sus más allegados. En este sentido destaca la concesión en enero de 1687 del puesto de Superintendente de Hacienda a su primo don Fernando Fajardo, Marqués de los Vélez, quien previamente había sido Virrey de Nápoles hasta 1683 y había formado parte del Consejo de Indias. Este órgano de nueva creación venía a sustituir en sus funciones al Consejo de Hacienda y sería uno de los pilares de la política reformista de Oropesa, que fiaba a uno de sus más cercanos.

COTINUARÁ...

BIBLIOGRAFÍA:


  • Martino, Aurora; y Rodríguez Rebollo, Mª Patricia: "Fernando Joaquín Fajardo, marqués de los Vélez, virrey de Nápoles (1675-1683)" en "Los señoríos en la Andalucía Moderna. El Marquesado de los Vélez", coord. por Francisco Andújar Castillo, Julián Pablo Díaz López, 2007, págs. 321-335.
  • Testino-Zafiropoulos, Alexandra: "Querellas políticas en torno al Conde de Oropesa en las postrimerías del reinado de Carlos II". Atlante. Revue d’études romanes, 2, 2015, p. 264-291.