lunes, 2 de octubre de 2017

El retrato de Juan José de Austria, de Isidoro de Burgos Mantilla

Fig.1. Don Juan José de Austria, obra de Isidoro de Burgos Mantilla (1674). Real Monasterio de El Escorial.

Llama poderosamente la atención que la historiografía que ha tratado la figura de don Juan José de Austria (Maura y Gamazo, Sánchez Marcos, Von Kalnein,...) haya preferido, de forma mayoritaria, mostrar al príncipe en las portadas o ilustraciones principales de sus libros a través de un problemático e indocumentado cuadro anónimo del Museo del Prado, donde es difícil identificar en el representado a don Juan (Fig.2). De hecho, aunque su rostro puede remitir al don Juan de su época juvenil y ostenta la cruz de San Juan, de la que era Prior en Castilla, invalida cualquier identificación con el hijo de Felipe IV la presencia abrumadora del collar del Toisón de Oro, ya que don Juan nunca recibió este honor. Este curioso fenómeno ha hecho que hoy en día se haya puesto en circulación un rostro de don Juan que no le corresponde.Y todo esto pese a que el príncipe cuente con multitud de grabados con su efigie o retratos en lienzo tan destacados como el de Ribera, de su periodo napolitano y perteneciente a Patrimonio Nacional; el de Jiménez Donoso (1677) hoy en el Museo Balaguer de Vilanova i la Geltrú; o el de Isidoro de Burgos Mantilla (1674) en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Hoy nos ocuparemos de éste último, el retrato de don Juan José de Austria obra de Isidoro de Burgos Mantilla. Este gran lienzo de San Lorenzo de El Escorial, constituye un interesantísimo retrato de aparato que sin duda fue realizado con instrucciones directas de don Juan y con una intención propagandística clarísima puesto que quedan simbólicamente recogidas todas las facetas políticas, militares y personales del hijo bastardo de Felipe IV. Este lienzo posee una gran trascendencia ya que se trata del único ejemplar que pervive de una época en que la proliferación de retratos de don Juan José fue asombrosa. Además de este retrato de Isidoro de Burgos Mantilla, "Su Alteza" también fue inmortalizado por Jusepe Martínez y hasta en dos ocasiones por el hijo de éste, Joseph Martínez. Todos estos retratos fueron realizados por encargo directo de don Juan, lo cual demuestra su gran preocupación por la difusión controlada de su propia imagen. Y aquí el término "difusión" no es gratuito, ya que estos lienzos no se realizaron para engrosar la colección pictórica del propio príncipe sino que fueron entregados a modo de presente a diversas personalidades como el Consell valenciano, su confesor y, finalmente, en el caso que ahora nos ocupa, al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Fig.2. Retrato de un caballero (¿Juan José de Austria?), anónimo madrileño de la segunda mitad del s.XVII. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Todavía son muy pocos los datos con los que se cuentan para reconstruir la trayectoria vital y profesional de Isidoro de Burgos Mantilla. Nacido en Madrid en 1649, era hijo del también pintor Francisco de Burgos Mantilla. Su padre, famoso por sus composiciones religiosas, bodegones y retratos, se había formado en el dibujo con Pedro de las Cuevas pasando más tarde a ser discípulo de Velázquez. Isidoro de Burgos Mantilla debió de formarse como pintor bajo la tutela directa de su padre y tras la muerte de éste, acaecida en 1672, pasó a heredar todas las pertenencias del taller de su progenitor. Pero este no sería el único legado que recibió del padre; los biógrafos de Francisco de Burgos han hecho especial hincapié en su reputación como retratista. Esta faceta retratista sería la que heredaría su hijo Isidoro. Gracias a Ceán Bermúdez sabemos que Isidoro de Burgos Mantilla acometió en 1671 la empresa pictórica de retratar a los Reyes de España de cuerpo entero, desde Enrique II a Carlos II, para la Cartuja de El Paular. Esta serie de retratos colgaba en las habitaciones de los huéspedes de la cartuja cuando Ceán, a finales del siglo XVIII, las contempló y admiró por sus "buenas actitudes y estar pintados en buen gusto de color". Lamentablemente ninguno de estos lienzos ha llegado hasta nosotros debido a que, por motivos desconocidos, no se incluyeron en el lote de obras que fue recogido en la Cartuja por el Museo de la Trinidad (para luego ingresar en el Museo del Prado) y desde 1917 permanecen en paradero desconocido. Por este motivo, reviste tanta importancia el retrato de don Juan José de Austria de El Escorial, pues se trata de la única obra que hasta la fecha conservamos salida de los pinceles de Isidoro de Burgos Mantilla.

Se ignora como pudo establecer contacto el príncipe con el pintor y qué motivaciones le impulsaron a encargarle el retrato. Sin embargo, por una anotación en el bureo de la casa de don Juan se sabe que el 26 de mayo de 1674, de su puño y letra, mandaba pagar a "Isidoro de Burgos Mantilla, pintor, quinientos reales de vellón por un retrato de S.A. que ha hecho para San Lorenzo el Real". Este retrato ha sido identificado por Elvira González Asenjo con el que se encuentra en la actualidad en el mismo emplazamiento para el que fue pintado: el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Aunque hasta ahora este cuadro figuraba como obra anónima, todos los indicios apuntan a que se trata a que se trata de la misma pintura aludida en la documentación. Según González Asenjo inclina a pensar en esta coincidencia el destino, pero sobretodo el hecho de que don Juan de Austria aparezca representado con gran verismo, en torno a la edad de 45 años, precisamente las mismas fechas en que se produjo la orden de pago al pintor Isidoro.

En el retrato don Juan aparece representado de cuerpo entero, ataviado con una sobria pero rica y elegante vestidura de seda negra aguada con capa y golilla blanca, ostentando una venera con la cruz de la Orden de San Juan, de la que era Prior en los reinos de Castilla y León. Su rostro está tratado con gran realismo, de cara ligeramente ancha, papada incipiente, con pelo largo y bigote. Rasgos, todos ellos, muy definitorios y semejante, a la imagen coetánea que ofrecen los grabados de la época con su efigie.

Como corresponde a los retratos de aparato, la figura de don Juan José de Austria se sitúa en un interior cuyo espacio queda enmarcado por una gran colgadura-telón al fondo y un paisaje que se abre tras las balaustrada a la derecha de la composición, donde se desarrolla una escena de batalla delante de distintas edificaciones torreadas. En la parte inferior de la composición, a los pies de don Juan y sobre el suelo, figuran diversos elementos de guerra, parte de una armadura, una banderola tricolor francesa, que sin duda alude a sus éxitos militares en Nápoles, Piombino y Portolongone, así como Cataluña, donde combatió contra las tropas francesas. Si su carrera militar queda plasmada con estos elementos iconográficos, no podía ser menos su faceta política: don Juan de Austria sostiene con la mano derecha, que está enguantada, un billete o memorial, que representa una imagen típica del poder. En esta misma línea, la mano izquierda, ya sin guante, queda apoyada sobre un sombrero que está recostado en una mesa donde se aprecian diversos objetos que aluden a las sublimes y elevadas aficiones de Su Alteza por las ciencias, las artes liberales y mecánicas, ya que como se puede apreciar, invaden la mesa numerosos instrumentos matemáticos y de medición diseminados entre los papeles, como el compás de arquitecto, una esfera alminar y, sobre todo, un curioso reloj apenas perceptible de caja en forma de urna, ricamente aderezado con un remate en forma de bola donde se erige una representación figurativa de un hombre con lanza o lo que podría ser un San Jorge. Todos estos objetos no se hayan dispuestos de forma casual sino que están destinados a constatar y ensalzar la fama que en su época alcanzó son Juan  como "científico versado". Del príncipe decía su médico de cámara, el insigne Juan Bautista Juanini, "ciertamente mi señor y príncipe tan capaz y universal en todas las las facultades que de cualquiera dava la más adequada razón a los hombres más eminentes que las profesaban. Los theólogos y filósofos enmudecían  de estupor a sus respuestas y soluciones sobre los más difíciles e intrincados argumentos que le venían propuestos. En todas partes de matemática era versadísimo, conocía y manejaba con gran destreza y acierto los instrumentos que la aplicación de los mayores hombres en astrología inventó para examinar la altura, magnitud, distancia y curso de los astros. Sabía lo que cada uno avía contribuido a esta facultad  y en que se avía aventajado a los antiguos que la profesaban. Distinguía las doctrinas de todos con incomparable  claridad y lo bueno, dudoso y religioso de ellas, dando a Aristóteles, Ptolomeo, Ticho Brahe, Copérnico Galileo y otros lo que les tocava. En la geometría, geografía, cosmografía, hablaba y obraba con la misma excelencia y como el mando de la mar era el primer empleo que el destinó la prudente atención del señor rey su padre, no aviéndola aun visto en los diez y seis años de su edad...tenía el arte náutica tan sabida y juntamente la de fortificar las plazas con todos los adherentes de una y otra facultad que el Padre La Faylle [uno de sus mentores] de la compañía de Jesús, uno de los mayores hombres del orbe en aquella doctrina, dixo al rey no sabía ya qué enseñarle".

Por último, la importancia de este retrato estriba también en que fue encargado por don Juan José de Austria en la coyuntura política de los cruciales años de 1674-1675 cuando Carlos II alcanzaría su mayoría de edad y la regente doña Mariana de Austria trataría, una vez más, de alejar al príncipe de España. Aprovechando, de hecho, que el mandato de don Juan como virrey de Aragón estaba ya cercano a su fin, la Reina le envió un despacho en el que le proponía el Gobierno de Flandes. Sin embargo, mientras se estaba preparando el viaje, la delicada situación de Mesina produjo una variación en los planes: don Juan se dirigiría primero a Italia y, apaciguada la Isla, pasaría a Flandes. Para ello la reina expidió el nombramiento de don Juan  como "Vicario General de Italia" el 22 de marzo de 1675. Para evitar este traslado, pues don Juan no estaba dispuesto a abandonar España, dio todo tipo de largas y disculpas pues sus auténticos objetivos estaban puestos en la citada mayoría de edad de su hermano el Rey y la oportunidad que este hecho le ofrecía para ocupar el poder, como de hecho ocurriría 2 años después, en 1677, tras marchar sobre Madrid y derrocar al valido de la Reina, Fernando de Valenzuela

**Esta entrada está basada en la obra de Elvira González Asenjo "Juan José de Austria y la artes (1629-1679)", publicado por Fundación de Apoyo a la Historia Arte Hispánico (Madrid, 2005).