domingo, 20 de marzo de 2016

El Estado adquiere dos portapaces de Carlos II




El Estado acaba de adquirir por 1.600€ estos dos portapaces de finales del siglo XVII en la casa de subastas Segre que representan a Carlos II y su segunda mujer, Mariana de Neoburgo, como San Hipólito mártir y Santa Concordia, según rezan las cartelas. 

Se trata de estructura arquitectónicas con dos pilastras y pequeño templete gallonado, con querubines, del que parten lambrequines que enmarca dos placas ovales en plata sobredorada que tienen los bustos reales en relieve. Llevan añadidos símbolos del martirio como son la corona de laurel y la palma.

Estos dos portapaces recuerdas a las dos miniaturas de Jan van Kessel III hoy en colección particular que representan a Carlos II y Mariana de Neoburgo como San Fernando y Santa Elena.


martes, 15 de marzo de 2016

Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte VII)

1. Vista del Cortejo de Carlos II saliendo del Real Alcázar (1677), autor anónimo. Colección Abelló.

Después del nombramiento de Valenzuela como Caballerizo Mayor, en la Corte se extendió el rumor de la inminencia de la consecución de la Grandeza de España. A finales de junio se consideraba inminente una promoción de Grandezas. Los agentes de negocios extranjeros consideraban que el impulsor de esta medida era el Marqués de Villasierra. Valenzuela se había asegurado la subordinación del despacho regio. No se trataba tan solo de que la secretaría del despacho universal estuviese perdiendo capacidad de maniobra frente a Villasierra, sino que se consideraba a Carlos II ajeno al proceso de toma de decisiones. La derrota política de la cámara del Rey, liderada por el Duque de Medinaceli, implicaba el encumbramiento definitivo del valido de la Reina.

En los últimos días de junio doña Mariana de Austria parecía redoblar su presión para obtener la Grandeza para su hechura. La obtención de la misma despejaría su camino hacia el ministerio supremo.Todas las actuaciones de la Reina estaban dirigidas a un único fin: asentar su poder en el período de mayoría de edad de su hijo, a la vez que limitaba la influencia de los linajes antiguos de la aristocracia española. Los intentos de introducir a Valenzuela en la cámara del Rey, así como ganarse su favor en los reales sitios, eran los medios para afianzar el futuro político de la Reina madre. La gloria de su criatura era la expresión de la autoridad de la patrona. Una eventual materialización del gobierno personal de Carlos II, alentado por los amigos del Rey desde su cámara, pondría en riesgo el valimiento de Valenzuela. Su encunbramiento era a iniciativa de doña Mariana justo cuando  su autoridad era cuestionada por a mayoría de edad del joven monarca.

Los informes diplomáticos daban cuenta de las reuniones nocturnas que mantuvo Valenzuela con el Presidente del Consejo de Italia. Por entonces, Villasierra no parecía tener inconveniente en acercarse a la casa del Conde de Peñaranda para examinar negocios conjuntamente. El consejero de Italia se trasladaba a la residencia de su Presidente. La opinión común en la Corte especulaba con una posible promoción de grandezas que contentase a algunos destacados exponentes de los Guzmanes, los herederos políticos de Olivares y Luis de Haro, a la vez que franquease la elevación del propio Valenzuela. Según este diseño, se ofreció la Grandeza vitalicia al Conde de Peñaranda y al Conde de Villaumbrosa, intentando que la Grandeza de Villasierra fuese hereditaria. A principios de julio, se comentaba que Peñaranda y Villaumbrosa se negaban a aceptar la Grandeza solo para sus personas. La Casa de Peñaranda declinó la oferta de esta distinción limitada y mantuvo esta actitud durante meses. El intento de promoción de Grandezas había fracasado. Valenzuela tuvo que esperar una ocasión propicia para cubrirse. El proceso se complicaba al no contar con el apoyo de ministros de una trayectoria tan dilatada como Peñaranda o tan poderosos como el Presidente del Consejo de Castilla, con un séquito relevante de parientes y clientes. El bloqueo de una promoción colectiva abocaba a Villasierra a una distinción personal, más arriesgada por la reacción aristocrática que podía suscitar. Durante los siguientes meses la eventual concesión de la Grandeza a Valenzuela continuó siendo una cuestión esencial. ¿Podía ser considerado primer ministro de la Monarquía sin ostentar la Grandeza de España?

En los avisos que el nuncio enviaba a la corte de Roma la privanza se asociaba con tres cualidades: el nombramiento como gentilhombre de la cámara e Carlos II, a fin de asegurarse la gracia del Rey. La obtención del cargo de consejero de Estado. Y, por último, la consecución de la Grandeza. Desde mediados de 1675 la reina doña Mariana intentaba que Valenzuela entrase en la cámara del Rey. El puesto de consejero de Estado no parecía tan absolutamente indispensable, dado que don Luis de Haro no lo ejerció durante su valimiento, aunque hubiese recibido esta distinción de Felipe IV de manera reservada.

El círculo aristocrático de la cámara de Carlos II era un muro que dificultaba la ejecución de los decretos del Rey a favor de Valenzuela. La resistencia era liderada por el sumiller de corps, el Duque de Medinaceli, y por algunos gentileshombres de cámara como el Conde de Oropesa. Tanto Medinaceli como Oropesa eran considerados "amigos" del joven Rey. La situación política era compleja para doña Mariana y su hechura. Un exceso de presión sobre este grupo aristocrático podía empujarlo a los brazos de Juan José de Austria y el partido de los malcontentos. En el fondo, los Grandes y títulos que habían obtenido destacados puestos en la Casa del Rey habían recibido estos oficios gracias a doña Mariana de Austria y tendían a buscar una vía templada que evitase una ruptura abierta, prefiriendo medios suaves a actuaciones violentas. Pero cada ascenso de Valenzuela en la Corte y el gobierno de la Monarquía estrechaba el margen de maniobra de los "amigos" del Rey e incrementaba las filas de la oposición política.

Mariana de Austria era consciente de que la cámara del Rey bloqueaba el ascenso político de Valenzuela. Durante la primera semana de julio, la jefatura de la Casa de la Reina sirvió de plataforma a Villasierra para intentar un asalto definitivo a la cámara de Carlos II. En lugar de pretender una nueva llave dorada con la aquiescencia de un número razonable de gentilhombres de cámara del Rey, Valenzuela optó por una vía más directa. La Reina obtuvo un real decreto que otorgaba al Marqués de Villasierra, en calidad de caballerizo mayor de la Reina, la precedencia sobre todos los gentilhombres de cámara de Carlos II. Asimismo, el puesto de caballerizo mayor de la Reina se convertía en una especie de cuarta jefatura de la Casa del Rey, ya que se le concedía el primer lugar en la primera carroza de respeto del Rey después de los tres jefes de la Casa del Rey.

La reacción de la alta nobleza de Palacio tuvo dos direcciones: la negativa a la aplicación del real decreto y la supresión del servicio al Rey. La unidad del cuerpo del gentilhombres de la cámara era un fenómeno extraordinario, dado que de forma estructural en la cámara de los monarcas competían diversas facciones y linajes por controlar a la persona regia y prevalecer en el favor. La Reina y Valenzuela titubearon a la hora de imponer de forma inmediata el decreto del Rey. La demora en la decisión puso de relieve la grave fractura en los apoyos aristocráticos a doña Mariana. Un desaire colectivo a los poseedores de la llave dorada podía tambalear el sistema de poder de la Reina, a la vez que fortalecer de forma irreversible el partido de don Juan.

Alguno de los principales servidores de la Casa del Rey incluso se retiraron a sus estados, caso, por ejemplo, del Marqués de la Algaba que se retiró a Andalucía. Francisco de Guzmán, V Marqués de la Algaba, ejercía el puesto de primer caballerizo del Rey desde diciembre de 1675 y tenía una amplia red de parientes en la Corte. La partida de Algaba hacia tierras sevillanas puso de manifiesto la determinación de la aristocracia palatina en no subordinarse en la ceremonias públicas a Valenzuela. La alta nobleza que servía a Carlos II se resistió a ceder espacios de intimidad cotidiana con el Rey al advenedizo, enfrentándose a la autoridad de la Reina.

El primer efecto de la oposición del bloque aristocrático al decreto de precedencia fue la inmovilización de las personas reales. Dado que en buena medida la controversia afectaba a la posición de cada servidor en los coches al trasladarse por Madrid y sus alrededores, los Reyes tuvieron que permanecer en palacio hasta dirimir el recurso. Se suspendieron algunas fiestas de toros previstas en la Corte. Además, se interrumpieron los habituales paseos de los Reyes por el espacio urbano y los alrededores de la Villa Coronada para asistir a festejos y devociones.

Ante la intensidad del enfrentamiento entre la Reina y los nobles de la llave dorada, a mediados de junio redoblaron su labor de mediación los principales partidarios de doña Mariana en el seno de la cámara de Carlos II. Fue significativa la intervención del Duque de Pastrana y el Conde de Aguilar para aquietar el enfrentamiento entre Mariana de Austria y los criados de la cámara. Rodrigo Manuel Manrique de Lara, conde consorte de Aguilar, desempeñaba el mando supremo de la Chamberga. Su proximidad al Rey había sido decisiva para avanzar las pretensiones de Valenzuela tras su regreso de Granada. También el V Duque de Pastrana, Gregorio de Silva Mendoza, había establecido una alianza con Villasierra tras la muerte de su padre. El Duque estaba casado con María de Haro y Guzmán, la hija del último valido de Felipe IV, don Luis de Haro. Estas dos llaves doradas ejercieron un papel decisivo en buscar una mediación entre la Reina y la cámara del Rey. 

Doña Mariana tuvo que ceder en su pugna con el cuerpo de los gentilhombres de cámara. A mediados de julio la huelga de la llave dorada daba sus frutos. Las escasas salidas de los Reyes se abreviaron. La soledad de Carlos II era la expresión pública del fracaso de la Reina en su intento de imponer la precedencia de Valenzuela en el coche del Rey. Mariana se mostró de nuevo incapaz de doblegar la resistencia aristocrática. El decreto de precedencia del Marqués de Villasierra sobre los gentilhombres de cámara nunca llegó a ser publicado ni ejecutado. La firma del Rey, por sí sola, no garantizaba la puesta en práctica de una merced. El Duque de Medinaceli, como sumiller de corps y jefe de la cámara, había acreditado su capacidad de resistir los envites de la Reina.



CONTINUARÁ...


Fuentes:

1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.

2. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos años en la ciudad de México (1678-1692)". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.