lunes, 28 de septiembre de 2015

Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte II)

1. Carlos II a los 14 años (h. 1675), obra de Juan Carreño de Miranda. Fundación BBVA.

Como vimos en la anterior entrada, Valenzuela había entrado en 1674 en el Consejo de Italia con el cargo de "Juez Conservador del Real Patrimonio de Italia". Los oficios del Consejo de Italia vinculados con la hacienda y la gestión de ingresos se encontraban entre los más valorados y demandados. Por otra parte, Valenzuela había nacido en Italia, hablaba perfectamente el italiano y había viajado por Roma, Nápoles y Sicilia durante su infancia y juventud. Es significativo que en julio de 1675 se preocupase por obtener de forma perpetua en su casa y sucesores esta plaza de consejero, pretendiendo vincular en el futuro el destino de su familia con el gobierno de Italia. Los embajadores italianos dieron cuenta del carácter extraordinario de este privilegio y de la posición del Consejo de Italia, doblegada por la determinación de Mariana de Austria. Así se expresaba el embajador veneciano: "A Don Fernando Valenzuola è stata concessa la piazza del Consiglio d'Italia a perpetua discendenza della Sua Casa, con facoltà di ponere sostituto; insolita è la mercede, alla quale vorrebbe resistere quel Consiglio, se dispotica non fosse riconsciuta la sovrana autorità". El Conde de Peñaranda, Presidente del Consejo, se tuvo que plegar a la voluntad de la Regente. Como en otros cargos, Valenzuela se preocupó por obtener la posibilidad de nombrar teniente o sustituto interino en caso de ausencia.

A pesar de su ascenso en la Corte, Valenzuela siguió frecuentando las sesiones del Consejo de Italia en 1675, salvo que sus ocupaciones en los Reales Sitios le impidiesen asistir por estar acompañando a la Reina y Carlos II. En las reuniones del Consejo eludía realizar votos particulares, a diferencia de algunos de sus colegas. Se limitaba a estar plenamente informado sobre personas y asuntos, evitando singularizarse. Este planteamiento era sin embargo lógico por su condición de favorito de la Reina Regente. Valenzuela podía desplegar su influencia en el despacho de las consultas del Consejo, cuando la Reina optaba entre los nombres propuestos en las ternas o resolvía los negocios.

Después del verano de 1675, cuando la privanza de Valenzuela se hizo más evidente y se había convertido en el asunto primordial de muchos avisos de Corte, éste mantuvo su asistencia a las sesiones del Consejo de Italia. Se acercaba la mayoría de edad del Rey y, por tanto la inquietud predominaba entre los más destacados exponentes del partido de la Reina, quienes optaron por resguardarse de forma preventiva obteniendo nuevas mercedes y privilegios antes del cumpleaños de Carlos II en noviembre. En este contexto, Valenzuela obtuvo en noviembre un título de Castilla, el de Marqués de la villa de San Bartlomé de Villa-Sierra, si bien ya desde mayo se comentaba en la Corte que le habían concedido el Marquesado de San Bartolomé de los Pinares. Durante los días previos a la mayoría de edad del monarca, el 6 de noviembre, un grupo influyente de la cámara del Rey y cortesanos vinculados a los Guzmán y Haro, es decir, a los antiguos gobiernos del Conde-Duque de Olivares y don Luis de Haro, promovió un intento de finalizar con el poder de la reina doña Mariana a través de la presencia en palacio de Juan José de Austria. Éstos consiguieron burlar el control que Valenzuela y la Reina ejercían sobre el joven Carlos II convenciendo a éste para que llamase a la gobernación a su hermano don Juan. Éste recibió una orden del Rey solicitando su presencia en la Corte el día 6 de noviembre, fecha de su cumpleaños: "Día seis, juro y entro al gobierno de mis Estados. Necesito de vuestra persona a mi lado para esta función y despedirme de la Reina, mi Señora y madre. Y así miércoles, a las diez y tres cuartos os hallaréis en mi antecámara, y os encargo el secreto"

El 6 de noviembre don Juan, según lo acordado, llegó al Real Alcázar de Madrid entre los vítores y alabanzas del pueblo. Pronto acudió a su cita, pues la entrevista con el monarca estaba fijada para poco antes de las once de la mañana. Conducido por el Conde de Medellín a través de las habitaciones reales, entró en la cámara del Rey donde se produjo el encuentro entre los dos hermanos y en el que seguramente se intercambiaron palabras de agradecimiento y compromiso. La hora de la misa a la que iban a asistir todos los Grandes interrumpió la entrevista; Carlos indicó a su hermano que se dirigiera al Palacio del Buen Retiro y que esperara sus órdenes. Acto seguido se dirigió a la Capilla de Palacio. Doña Mariana, que no se encontraba allí, seguramente enferma por la mala noche pasada y los nervios de la llegada de don Juan José, se había excusado y recluido en sus habitaciones en espera de lo que pudiera suceder. Tras la misa y el “Te Deum”, Carlos II se dirigió hacia la cámara de su madre para recibir la felicitación por su catorceavo cumpleaños. Doña Mariana reprendió a su hijo por su comportamiento infantil y desobediente y al final de la reunión entre madre e hijo, con claros síntomas en el rostro de la tensión vivida y de las lágrimas vertidas, Carlos II dió marcha atrás en su decisión de amparar a su hermano don Juan y, por recomendación de su madre, le ordenó que marchase con destino a Mesina (Sicilia) aduciendo que ese era el mayor servicio que podía prestar a su real persona. La decepción de don Juan José debió de ser grande cuando recibió aquella misiva, sin duda, el Rey se había dejado influenciar por su madre; poco podía hacerse tras aquel comunicado, pues en la voluntad del monarca empezaba y acababa toda esperanza política.

A pesar del fracaso, la nobleza cortesana y la cúpula ministerial trataron de rentabilizar el alejamiento de don Juan neutralizando también al favorito de la Reina. El intento de quienes gozaban de una posición clave en la cámara del Rey y en los Consejos era claro. Ni don Juan, ni Valenzuela. 

A mediados de noviembre de 1675 el Marqués de Villasierra fue nombrado embajador en la República de Venecia, un cargo que nunca llegaría a ejercer y que suponía una cortina de humo montada por la Reina Regente para calmar a los descontentos. La Corte de Madrid era un hervidero de rumores sobre la eventual salida del favorito. El VIII Duque de Medinaceli, don Juan Francisco de la Cerda, y otros miembros relevantes del partido del Rey, articulado en torno a la cámara, ejercieron la máxima presión para alejar a Valenzuela de la Corte. En este ambiente de confusión y pugna faccional, Valenzuela envió una carta al secretario de la negoaciación de Nápoles, Juan Antonio de Zárate, para justificar su ausencia de las sesiones del Consejo de Italia:

"Señor mío, las prevenciones de mi viaje me han embarazado poner a los pies del Consejo participándosele, y así me valgo de este medio para que V.S.  represente mi rendimiento en todas partes, y pidiéndole licencia para la partida. Guarde Dios a V.S. muchos años como deseo. Madrid, y Diciembre 11 de 1675. Besa la mano de V.S. El Marqués de Villa Sierra".

Valenzuela ocultaba en su misiva el destino final de su jornada. El 12 de diciembre partió de la Corte. En su sesión del 16 de diciembre, el Conde de Peñaranda y el resto de regentes togados del Consejo de Italia se dieron por enterados de la licencia solicitada para salir de Madrid. Lo más probable es que Valenzuela no volviera a intervenir nunca en el Consejo de Italia. Siguió siendo consejero y la plaza quedaba vinculada a su Casa. Tras pasar unos meses en el Reino de Granada, Valenzuela regresó a la Corte. Pero su nuevo destino no era ser el último de un consejo territorial, sino dirigir el gobierno universal de la Monarquía.

CONTINUARÁ...


Fuentes:

1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.

2. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos años en la ciudad de México (1678-1692)". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.



domingo, 13 de septiembre de 2015

Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte I)

1. Fernando de Valenzuela y Enciso, obra de Juan Carreño de Miranda (h. 1660). Museo Lázao Galdiano.

Fernando de Valenzuela y Enciso nació en Nápoles en enero de 1636, dentro del seno de una familia hidalga de Ronda. Era hijo de Francisco de Valenzuela  y de Leonor de Enciso y Dávila. Según reza un testimonio de la época: “Fue el padre de don Fernando Valenzuela, de Ronda, ciudad del reino de Granada, de casa sino contada entre las mas ilustres, no confundida entre las oscuras (…)”. Fue bautizado en la Parroquia de Santa Ana de Palacio de Nápoles el 17 de enero de 1636, ciudad en donde se hallaba asentada su familia por aquel entonces. Fueron sus padrinos dos ilustres vecinos de la ciudad: Sancho Martínez de Leyva y Mendoza, I Conde de Baños y Victoria de Aragón de Apiano.

A la edad de doce años, y estando de regreso con su familia en Madrid, pasó a formar parte del servicio de Rodrigo Díaz de Vivar y Hurtado de Mendoza, VII Duque del Infantado, embajador en Roma y Virrey de Sicilia, quien lo llevó a este último destino nombrándole paje de guión. Tras un intento, fracasado, de hacer carrera en la milicia en Nápoles, viajó nuevamente a Madrid donde contrajo matrimonio en 1661 con María Ambrosia de Ucedo, moza de cámara de la reina doña Mariana de Austria. Ese mismo año obtuvo, gracias a dicho matrimonio, el puesto de caballerizo de la Reina.

Tras la expulsión del padre confesor y valido de la Reina Juan Everardo Nithard en 1669 a consecuencia del pronunciamiento de don Juan José de Austria, Valenzuela fortaleció su posición en la Corte de Madrid. En mayo de 1671 fue nombrado, de forma interina, conductor de embajadores, en ausencia del propietario de la plaza, Manuel Francisco de Lira, quien se había trasladado a las Provincias Unidas como enviado extraordinario. En marzo de 1673 consiguió el cargo de primer caballerizo de la Reina. En 1674 consolidó su poder en una doble vertiente, la canalización del patronazgo y el acceso al ministerio. Por un lado, su nombre apareció de forma cada vez más frecuente en los despachos de los embajadores y agentes que negociaban en la Corte, identificándole  como una figura influyente capaz de avanzar la tramitación de gestiones y que mediaba en la provisión de oficios y mercedes. Por otro, Valenzuela no se conformó con su papel relevante en el gobierno doméstico de la Casa de la Reina, sino que se implicó en la administración de la Monarquía.

A principios de 1674 Valenzuela decidió desembarazarse del puesto de conductor de embajadores. Esta plaza había sido durante casi tres años una plataforma en su carrera cortesana, pero se había convertido en un lastre para sus aspiraciones de acceder a nuevos cargos en el ámbito de las casas reales y los consejos. Inicialmente, se limitó a proponer un teniente para el ejercicio del cargo, Francisco de Olivares. Poco después, en febrero Valenzuela renunció al puesto interino de conductor, alegando achaques de salud que le impedían montar a caballo en los actos públicos. Previa consulta del Consejo de Estado, la Reina admitió esta renuncia, declarando que se recompensarían sus méritos. El nuevo conductor interino de embajadores, Pedro de Ribera, así como el teniente, eran clientes de Valenzuela.

En junio de 1674 tuvo lugar la promoción de Valenzuela a la esfera ministerial de los Consejos. El 4 de junio la Reina Regente le nombró "Juez Conservador del Real Patrimonio de Italia", con asiento y preeminencias de consejero de capa y espada en el Consejo de Italia, y con los mismos gajes y emolumentos que el resto de los consejeros. El conservador tenía voto en las materias de hacienda y gracia, pero no es las de justicia. Estaba obligado a llevar razón y cuenta del Patrimonio Real y la hacienda en Italia, supervisando la continuación de tres libros que se ocupaban del patrimonio y hacienda; de las mercedes, pensiones, entretenimientos y ayudas de costa; y de los pagos en Italia por vía del  Consejo de Hacienda y los asientos con mercaderes.

La asistencia a las sesiones del Consejo de Italia fue esencial en la formación de Valenzuela como ministro y su conocimiento de las materias del gobierno universal de la Monarquía, Desde junio de 1674 su rúbrica apareció con asiduidad tanto en las consultas como en los despachos tramitados por el Consejo de Italia. La señal "Valenz. Consº." figura en los despachos reales expedidos en diferentes fechas en los meses posteriores a su nombramiento. Incluso se entrometió en negocios de justicia que estaban excluidos de sus competencias. De este modo, se familiarizó con los negocios de hacienda, justicia, guerra y gobernación, tanto del Estado de Milán como de los reinos de Nápoles y de Sicilia. EN el Consejo de Italia conoció de primera mano la complejidad de diversos asuntos, desde las implicaciones políticas de la Guerra de Mesina (1674-1678) hasta el auge del proceso de venalidad de magistraturas y plazas ministeriales en los tribunales supremos de Nápoles y Milán, Napolitano de nacimiento, Valenzuela hablaba con soltura italiano. Su participación en las sesiones del Consejo de Italia entre 1674 y 1675 fue determinante para articular algunas de sus prioridades cuando comenzó a ejercer la labor de primer ministro de la Monarquía.

CONTINUARÁ...


Fuentes:

1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.

2. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos años en la ciudad de México (1678-1692)". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.