lunes, 8 de marzo de 2010

LA FAMILIA DEL REY, LOS HERMANOS DE CARLOS II: DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA, BASTARDO REAL Y MESÍAS DEL PUEBLO (PARTE XVII)

Grabado alegórico en el que se representa a don Juan de Austria como espejo de virtudes. Biblioteca Nacional de España.

La presencia estable en Zaragoza de un príncipe de sangre real infundió sin duda un fuerte carácter a la corte zaragozana. Don Juan pretendió, y consiguió, ser un sucedáneo del auténtico monarca. No sólo por su sangre, que le convertía en el hermano del Rey (como gustaba le recordaran), sino también como patrón de una amplísima red clientelar que abarcaba gran parte de los territorios europeos de la Monarquía, reforzada por coaliciones con algunos Grandes de Castilla. Los nobles aragoneses encontraron en Don Juan un atajo para acceder a la Corte de Madrid y al gobierno universal de la Monarquía, más rápido que el tradicional cursus honorum de servicios militares en Flandes o la frontera catalana.

Al igual que en todas las grandes Cortes, no podían faltar en Zaragoza las celebraciones y fiestas. Muestra de ellas es la que se celebraron en navidad de 1670, varios meses después del asalto a la casa del virrey Conde de Aranda, que pueden servir como índices del grado de adhesión aristocrática que se concitaba en torno al Lugarteniente y Vicario General. Las fiestas, celebradas en “obsequio de Su Alteza” por ser el día de San Juan, consistían en las carreras de diferentes caballeros lanceando a un estafermo, muñeco giratorio con un escudo en un brazo y correa con bolas pendientes en la otra. Entre los campeones nobiliarios que participaron en tales empeños bélicos figuraban Balthasar Villalpando, el Marqués de Torres, Duarte Correa, Francisco Pueyo, Gaspar Agustín, Juan de Liñán, Gonzalo de Nueros, Josef y Diego Bracamonte, ... formando un nutrido grupo de jóvenes caballeros, muchos de los cuales engrosarán las tropas de don Juan cuando éste se encamine a Madrid para su definitivo asalto al poder.

Las armas convivieron con las letras durante estos años bajo el mecenazgo cultural de don Juan. Con todo, no se trataba sólo del simple altruismo de una “vocación pre-ilustrada”. Los tratados, libros, impresos, ... eran además para don Juan José instrumentos esenciales del combate político. Sus cartas a la Reina, que vendían impresas los ciegos en las calles de Madrid antes de que el correo llegase a palacio, son la parte más conocida de un entramado intelectual de gran calado.

El más destacado panegirista del Vicario General fue Francisco Fabro Bremudans, promotor de la Gazeta Nueva (1661-1663), la primera publicación periódica madrileña que difundía los éxitos militares de don Juan José en la guerra contra Portugal. Después le encargó a Fabro la redacción de las “Decadas de la vida de Su Alteza”, que relataban sus amplios servicios a la Monarquia Católica en un período en el que se le apartaba de la Corte y del poder político. Don Juan realizaba un seguimiento personal muy meticuloso de la elaboración de esta obra, cuya extensión final debía ocupar varios tomos (1). El acceso de don Juan al Vicariato de la Corona y Lugartenencia del Reino permite a Fabro, por entonces su oficial mayor de lenguas, acelerar sus trabajos, viendo a la luz en Zaragoza la “Historia de los hechos del Serenissimo Señor Don Juan de Austria en el Principado de Cataluña” (1673), dedicada no por casualidad al joven Carlos II, cuya corta edad y antagonista compañía le impedirían tener noticia de los logros de su hermano. Entre enero y septiembre de 1676 Fabro Bremudans publicar6 en Zaragoza los “Avisos ordinarios de las cosas del Norte y de Italia” (2).

¿Por qué tanto interés en Zaragoza por cada uno de los distintos avatares de la guerra con Francia? La reciente pérdida del Franco Condado (patria natal de Fabro), la revuelta de Mesina y las derrotas en Sicilia, junto con otros reveses militares de la Monarquía Católica en el escenario europeo, tenían una lectura subliminal evidente que diversos panfletos se encargaban de resaltar: la desintegración de la Monarquía era inevitable a no ser que don Juan tomase las riendas del gobierno universal y la suprema dirección de los ejércitos.

Siguiendo este breve retazo del mecenazgo cultural de don Juan José, cabe señalar que el encargo de su biografía épica se hizo con anterioridad al cronista aragonés José Pellicer de Ossau, pero su trabajo no fue admitido. Aún asi, Pellicer es autor de un “Anagrama al Real Nombre de Su Alteza Don Ioan de Austria” que estaría entre las alabanzas más enardecidas de las muchas que se dirigieron al Vicario General. La exaltación mitológica de don Juan, equiparado en sus trabajos con Hércules ("Hercules deste Siglo el Orbe os llama"), da paso a una oportuna reivindicación del general invicto que reincorporó tantos territorios amenazados:

"Tres Reynos se Miraron Desunidos / Desta Grande, i Excessa Monarchia, / I Casi en el Estado de Perdidos, / Politica Tirana los Tenia, /Mas Vos en la Obediencia Reducidos, / De los Tres enfrenasteis la Osadia, / Reuniendose por Vos a la Corona, / Parthenope, Trinactia y Barcelona".

La conclusión parece obvia, pues ¿quién mejor que don Juan para gobernar la Monarquía de Carlos II "De Cuyo Imperio sois Heroico Atlante"? Esta idea motriz inspirará asimismo diversos libros de sermones, entre los que destacan por su vehemencia los predicados ante don Juan José en la Capilla del Palacio zaragozano por Fray Manuel Guerra y Ribera durante los años de 1670 y 1671.

La vida cotidiana en la Corte de Zaragoza no se ocupaba ni mucho menos enterarnente con estos solaces encomiásticos, ni con el fragor de ejercicios caballerescos y de las fiestas de toros. Así, la regularidad sacramental del Vicario General, o sus viajes terapéuticos a los baños de Alhama (3), sólo eran pausas en el ejercicio del poder. Tras la expulsión del virrey Conde de Aranda, don Juan detentaba el gobierno superior del Reino como Lugarteniente y Capitán General. Presidía la Audiencia y, en general, ejercía una función arbitral entre las corporaciones gubernativas, eclesiásticas o gremiales que excede el ámbito teórico de sus competencias para dar medida de su prestigio y poder.

Por lo que respecto a la Corte en estos momentos, una nueva fuente de promoción vino a acaparar el interés de la gran nobleza de palacio haciendo olvidar a los Grandes aquellas urdimbres que habían llevado al desgraciado Antonio de Córdoba al cadalso. Había llegado el momento de iniciar las negociaciones para la formación de la Casa del Rey y en los pasillos palaciegos y estancias reales, se comenzaron a barajar los nombres de los posibles agraciados con aquellos puestos que aseguraban la disputada cercanía al Rey. Fernando de Valenzuela (4), un personaje de orígenes dudosos que se había ganado la confianza de la Regente, participó activamente en las negociaciones de la formación de la nueva Casa, contactos con la cúpula política de la Regencia que le valieron las primeras críticas de unos magnates ansiosos por obtener el beneplácito de doña Mariana.

Finalmente, en noviembre de 1674 se hicieron públicos los nombramientos de la Casa del Rey (Sumiller de Corps, Mayordomo Mayor, Caballerizo Mayor, nueve gentileshombres, treinta gentileshombres de boca, seis mayordomos más un sinfín de servidores) siendo los principales cargos ocupados por las casas de Medinaceli, Enríquez y Alburquerque. El octavo duque de Medinaceli, don Juan Tomás de la Cerda, ex-virrey de Nápoles, fue el elegido para ocupar el cargo de Sumiller de Corps, máximo puesto y galardón en el organigrama de la Casa del Rey, que permitía el mayor acceso al monarca y por ende, al patronazgo regio tan valorado en la política cortesana. Muchos se sintieron heridos en su honor al conocer el nombre del agraciado, pues a pesar de la indiscutible legitimidad y honradez de su linaje, era hombre de pocos méritos o, al menos así lo consideraron los nobles “desacomodados”. El puesto de Mayordomo Mayor le había sido reservado al duque de Alburquerque, don Francisco Fernández de la Cueva, personaje de alta cuna, de vocación y oficio militar y que había sido virrey de Nueva España. Finalmente la tríada de oro de la Casa del Rey se completó con el Almirante de Castilla, al que le fue otorgado el puesto de Caballerizo Mayor, hombre de poco carisma cuyo máximo favor había consistido en permanecer al lado de la Reina durante el proceso de la expulsión de Nithard. Seguidamente se presentaron los nombres de los gentileshombres: Duque de Sessa, Duque de Villahermosa, Montalto, Medina de las Torres, Conde de Luna, Saldaña, Melgar, Aguilar y Oropesa.

Nadie creyó por aquel entonces que estos nombramientos hubieran respondido a la justicia que debía regir la gracia real. Detrás de toda esta composición se adivinaba la intervención de don Fernando Valenzuela, al que los panfletistas más viperinos acusaron de haber recibido importantes sumas de dinero de los afortunados por suelección para formar parte de tan importante Casa.

La resolución de los nombramientos de la Casa del Rey generó un clima de gran crispación en la Corte; los nobles desplazados mostraron su indignación frente a una ofensa que no quisieron perdonar a la Regente y a ello se añadió el esperpéntico espectáculo del continuado ascenso de un pseudo-valido de bajos orígenes e impúdicos métodos lúdico-festivos, empleados para ganar el favor real.

Al ascenso de Valenzuela en la Corte, cabe unir el deseo de doña Mariana de Austria de alejar a don Juan aún más de la Corte, pues sabía perfectamente que aún en su “exilio zaragozano”, el bastardo continuaba siendo un potencial peligro para la estabilidad de la Regencia. De esta forma, trató de enviarle a los Países Bajos como Gobernador General de aquellas provincias, tal y como ya lo hiciese años antes, y que remplazar al Condestable de Castilla que en aquellos momentos ejercía el puesto. Sin embargo, la respuesta de don Juan sería tajante: rechazaba de plano el cumplimiento de una orden, cuyo objetivo básico no era otro que el de alejarle de la Corte, lugar en donde representaba una amenaza para los que ejercían el gobierno de la Monarquía. Para evitar reacciones enérgicas contra su persona, una vez más volvía a utilizar la excusa de su mala salud.

Desde la Corte no se aceptó el pulso planteado por don Juan ante el temor de enfrentarse a la opinión de una sociedad que apoyaba cada vez con más fervor al bastardo. Así las cosas el 5vde julio de 1670 doña Mariana aceptaba las excusas sobre las campañas en el norte de Europa, y le eximía de la obligación de tener que salir de España.

Don Juan permanecería, pues, en Zaragoza hasta que llegó la expiración del trienio de su mandato, que se le renovó sin dificultad por otros tres años más, lo que significaba que continuaría siendo Vicario General de Aragón entre los años 1672 y 1675.

A mediados de 1675 el clima político del Reino de Aragón y de la propia Monarquía comenzaba a enrarecerse a cada momento. La cercanía de la fecha en que Carlos II iba a entrar en el gobierno personal de sus reinos, tras cumplir los 14 años de edad que estipulaba el testamento de Felipe IV (6 de noviembre), creaba grandes incógnitas sobre la continuidad en el poder de la facción clientelar leal a la reina doña Mariana, encabezada por el advenedizo don Fernando de Valenzuela. Con el ánimo de conjurar siniestros presagios para su suerte, este partido hegemónico en Madrid prorrogó en junio por un tercer trienio a Juan de Austria como Lugarteniente y Capitán General del Reino de Aragón. Pero convenía alejarlo aún más de Madrid en aquellas fechas decisivas, para lo cual se le encargó el mando supremo de los ejércitos de la Monarquía para reintegrar a la Corona la sublevada Mesina, que se había alzado en armas, con el apoyo de Luis XIV, contra su rey señor natural, poniendo en peligro el dominio español sobre Sicilia, y, por tanto, sobre el Mediterráneo (5).

Mariana de Austria deseaba, por encima de cualquier otra cosa, que cuando llegase la fecha en la que Carlos II cumpliría los 14 años de edad, don Juan estuviese, no solo lejos de Madrid, sino también de España. Sin embargo, el bastardo, sabedor de los cambios que la mayoría de Carlos II iban a producir en el futuro rumbo de la Monarquía, deseaba estar los más posible cerca de esa Corte, para poder influir en el desenlace de los acontecimientos, y de paso ver realizados sus anhelos políticos.

Lo que muchos sospechaban, pero muy pocos sabían, era que don Juan estaba moviendo sus peones, en forma de agentes, misivas y otros instrumentos, para encontrarse en una posición de privilegio en ese decisivo momento.

Fuentes principales:

*Alvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: “Fueros, cortes y clientelas: el mito de Sobrarbe, Juan José de Austria y el reino paccionado de Aragón (1669-1678)”. Pedralbes: Revista d'historia moderna, ISSN 0211-9587, Nº 12, 1992, pags. 239-292.

* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2006.

* Ruiz Rodríguez, Ignacio. Fernando De Valenzuela : “Origenes, ascenso y caida de un duende de la Corte del Rey Hechizado”. Dykinson, S.L. - Libros, 2008.

(1) Las notas marginales de Don Juan en las cartas que le enviaba Fabro asi lo demuestran, indicando los acontecimientos que debía incluir en algunas Décadas, la localización de las fuentes escritas, ... BN, Mss. 2.045, "Correspondencia entre Fabro Bremudans y D. Juan de Austria, años 1665-1666.

(2) Estos Avisos fueron impresos por los Herederos de Diego Domer, como la mencionada “Historia de los hechos ...”, y gran parte de las obras dedicada a Don Juan. Sobre esta imprenta que sacó a la luz numerosos libros entre 1647 y 1698 veáse M. Jiménez Catalán, “Ensayo de una tipografia zaragozana del siglo XVII”, Zaragoza, 1925. pp. 43-45.

(3) Juan de las Hevas y Casado, “Venida del serenissimo Principe el Señor Don Iuan de Austria a los Baños de Alhama. Y cortejo de la Insigne Ciudad de Calatayud.” .., Zaragoza, 1675, donde se refieren las celebraciones en los lugares a su paso y las fiestas de toros en Calatayud (citado por Jiménez Catalán, op. cit., p. 343). Estas jornadas no eran en absoluto anecdóticas, perrnitiéndole a don Juan José entrar en contacto con los notables locales, que no dudarían en servirle en su jornada a Madrid y después obtendrían merced en Cones (ACA, CA, 1.368, expediente 2316, memorial de Juan Agustin Ximeno y Martínez donde refiere que "honró su cassa el Sr. Dn. Ju°. quando etuvo0 en Alama a tomar los Baños, y despues quando su Alteza fue a Madrid fue simiendo con alguna gente un hijo suyo", concediéndosele el caballerato que pide).

(4) No me detendré en explicar los motivos del ascenso de Valenzuela pues para él reservo una específica entrada.

(5) Para saber más sobre tal conflicto léase la colosal obra del profesor Luis Ribot: “La Monarquía de España y la Guerra de Mesina (1674-1678)”. Madrid, 2002.

17 comentarios:

  1. ¡Hola!, ha sido un placer conocer tu blog.

    Saludos,
    un cordial abrazo.

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  2. Te doy la bienvenida calamanda y espero verte más por aquí.

    Un saludo.

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  3. No hay manera de conseguir que quede la gente contenta con el reparto de cargos y mercedes. Siempre hay quien se siente desfavorecido, o quien protesta por el nombramiento de un rival, y al final lo que se hace para procurar contentar se vuelve en contra y genera crispación.

    Y menudos pulsos sigue echando el bastardo a la regente. No me extraña que por nada del mundo quisiera salir del reino ahora que Carlos II estaba a punto de entrar en el gobierno personal. Epoca de grandes movimientos de los que por nada del mundo debia desear quedar fuera.
    Lo deja usted en un punto muy interesante.
    Que se traeria exactamente entre manos con esas misivas y agentes secretos?

    Buenas noches,monsieur

    Bisous

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  4. He estado mirando tu blog, y he reparado en que le has asignado a Juan José de Austria las armas de la Monarquía Hispánica con un filete en barra de plata, como podría corresponder a una bastardo real. Me pregunto si hay algún documento o ilustración de la época que lo ratifique.
    Un saludo y adelante con este magnífico trabajo.

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  5. Hola Dissortat, puedes comprobarlo en el libro de Ignacio Ruiz Rodríguez "Juan José de Austria en la Monarquía Hispánica: entre la política, el poder y la intriga", en el que en las primeras páginas cita al insigne doctor y genealogista don Félix Martínez Llorente, profesor de la Universidad de Valladolid, el cual realiza una descripción de las armas de don Juan indicando como dices el filete en barra de plata que indica su condición de hijo bastardo, igualmente se cita el documento presente en la Biblioteca Nacional por el cual Felipe IV en 1647 le otorga las mismas: "Resolución de Su Majestad a la consulta de la junta que de su real orden se celebró en cinco de febrero de este año de 1647, sobre los tratamientos y cortesías que ha de usar el señor don Juan con toda suerte de personas..." ;igualmente puedes comprobarlo por ejemplo en el escudo presente en el Castillo de Consuegra y del que puse una foto hace algunas entradas.

    Un saludo

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  6. Siguen las intrigas, la lucha por el poder, las facciones nobiliarias enfrentadas, las ambiciones del bastardo y las maquinaciones de la regente por apartarle de la Corte...Ya nos contarás qué maquinaba don Juan para no alejarse más de ella.
    Un saludo.

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  7. Pronto Cayetano, se acerca el momento culmen de su carrera política.

    Un saludo.

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  8. No deja de ser digno de atención el hecho de que no hubiese en aquellos años una rebelión aristocrática, cuando gran parte de la Grandeza de España estaba contra Nithard,Valenzuela o la misma Regente.

    Reciba un saludo.

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  9. Gomez de lesaca, solo tienes que esperar a la pròxima entrada para ver la que serà la primera revoluciòn aristòcratica de la Espana de los Austrias. Nuevos tiempos se acercan a la Corte de S.M. Catòlica.

    Un saludo.

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  10. Gracias por tu información que me ha despejado una gran incógnita.
    Saludos

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  11. Hola amigo,
    Muchas gracias por seguir mi Blog, yo también seguiré el tuyo, que a la vez me parece super interesante. Sigue así.
    Un saludo,
    Françesc (guerras napoleonicas)

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  12. Desde luego que el bastardo real dió una esperanza a aquellos desgraciados españoles del XVII viendo la decadencia respecto de la España que vieron sus antepasados. Debió de estar saboreando la gloria cuando tuvo su idilio con aquellos catalanes rebeldes a la Monarquía Hispánica desde 1640: lograr por las buenas que volviesen al redil. De todas formas, creo que el mesianismo es dificil de mantener y que no es para tanto. Murió joven.
    Saludos madrileños.

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  13. Si Juan, por desgracia murió joven y no pudo cumplir muchas de las expectativas que había creado, pero eso lo iremos viendo en las siguientes entradas.

    saludos turineses.

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  14. Veo que don Juan no perdía el tiempo. Además de comportarse como un verdadero rey en su corte de Zaragoza, promoviendo además diversos actos de mecenazgo (como era usual en la Casa de Austria), movía sus peones en la sombra. Seguro que vería con indiferencia las maniobras de la reina regente y de su advenedizo Valenzuela, porque tenía muy claro que, llegado el momento, su hermano el rey le llamaría a su lado para convertirse en su principal consejero.

    Por otro lado, advierto que el duque de Béjar no tenía gran relevancia en esos momentos a pesar de ser Grande de España. Bueno, de todos modos tendría que consultar la historia de la Casa Ducal para ver qué situación había en aquellos momentos delicados.

    Un saludo

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  15. Carmen, lo único seguro es que el Duque de Béjar no firmó el manifiesto que los Grandes hicieron en contra de Valenzuela, lo que me llevaría a situarlo en la órbita de Reina madre.

    Un saludo.

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