domingo, 21 de marzo de 2010

LA FAMILIA DEL REY, LOS HERMANOS DE CARLOS II: DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA, BASTARDO REAL Y MESÍAS DEL PUEBLO (PARTE XX)


Grabado de Giovanni Francesco Bugatti en el que se representa a don Juan.

Convencido de que finalmente había llegado su momento, don Juan se puso a preparar con sumo cuidado esa operación política que le diese definitivamente el poder. Con este fin sus agentes recorrieron los territorios de la Corona de Aragón en busca de apoyos, y los encontraron en múltiples lugares. Sobre Madrid planeaba, una vez más, el miedo a una confrontación armada o peor aún, a una guerra civil. Los Consejos iniciaron una actividad frenética, elevando consultas para encontrar un punto de acuerdo que permitiese una solución pacífica al conflicto. Las respuestas y recomendaciones que dieron los Consejos de Castilla y Estado fueron contundentes: proponían la prisión de don Fernando de Valenzuela y que se conminase a don Juan a no marchar con sus tropas sobre Madrid, amenazándole de acusarle, en caso de hacer lo contrario, de delito de alta traición.

Sin embargo, el devenir de los acontecimientos era frenético, y todas aquellas ideas resultaban impracticables. El hecho de que estos organismos se limitaran de nuevo a reaccionar, da cuenta del papel de segundo orden que en ese momento desempeñaban en la Regencia, y que los futuros acontecimientos se encargarían de poner de relieve. Pero en todo casi serían los propios aristócratas, con toda probabilidad en el ánimo de salvaguardar sus intereses y como respuesta a su clara indignación hacia el favorito, los que apelaron a las clases populares y los que dieron los pasos definitivos para acabar con el poder de Fernando de Valenzuela.

En la Corte se prepararon para los peores acontecimientos. Prueba palpable de ello fue la actividad desarrollada por el Almirante de Castilla (1), enemigo declarado de don Juan. Este noble era partidario de defender la capital de la Monarquía con las tropas que había en ella, ante un posible ataque de las tropas lideradas por don Juan. Mientras tanto, el clamor de la mayor parte de las clases populares del conjunto de reinos y señoríos de España, apoyaban esa idea de reemplazar al advenedizo primer ministro. El clamor unísono era acabar con ese gobierno que tanto daño estaba causando.

Por otro lado, en la semana anterior a Navidades, doña Mariana intentaría desesperadamente acabar con toda esa presión que se cernía sobre su persona y colaboradores. En este sentido ordenaba en reiteradas ocasiones al presidente del Consejo de Castilla que apresara a los cabecillas de la revuelta que se había iniciado contra su persona, y en donde habían adquirido un significado el Duque de Alba, el Duque de Osuna y el Duque de Medina-Sidonia. Desde una postura desafiante, los tres hicieron saber que presentarían resistencia a dicha orden.

Pero las horas del poder de la Regente estaban llegando a su fin, ya que hasta el presidente de Castilla, Conde de Villahumbrosa, se negaba ya a ejecutar sus órdenes. Con toda probabilidad, aquella negativa respondía a la enemistad que profesaba hacia Valenzuela, además del comportamiento expuesto por la Reina en el otoño de 1676.

Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, y tras el fracaso en su búsqueda de apoyo entre los linajes no firmantes del manifiesto y en la propia persona real, que debido a las circunstancias poco podía garantizar, Valenzuela decidió entonces ampararse en la jurisdicción eclesiástica del Real Monasterio de El Escorial, donde se presentó ante el prior y con Cédula Real la Nochebuena de 1676 (2): por orden expresa del Rey Valenzuela debía permanecer protegido bajo la jurisdicción eclesiástica del real monasterio; fue éste un respiro para el Marqués de Villasierra, que, sintiéndose acorralado, entró en El Escorial sabiendo que sus persecutores irían a buscarle tarde o temprano. Y, como era de esperar, antes de que se cumpliera un mes de la llegada de Valenzuela al monasterio, un contingente de quinientos soldados liderados por el primogénito de la Casa de Alba y por el Duque de Medina-Sidonia, se presentaron a las puertas de El Escorial solicitando la entrega inmediata de don Fernando de Valenzuela. Las negativas del prior y las amenazas de las penas que podían recaer en sus cuerpos y almas si se atrevían a profanar el templo, poco asustaron a los dos Grandes que, sin más miramientos y a pesar de la exposición del Santísimo Sacramento en la nave central de la Iglesia para contener una posible osadía, entraron armados en el templo y apresaron a don Fernando, que apenas intentó defenderse con un discurso recordatorio de sus antiguos favores a las Casas de sus dos captores. Valenzuela fue enviado a al Castillo de Consuegra por orden de don Juan José y poco tiempo después Carlos II le destituyó de todos sus puestos y títulos desterrándolo a Filipinas (3). Ante la violación de la protección de Valenzuela, el prior de El Escorial excomulgó a los dos Grandes profanadores del templo, castigo espiritual del que quisieron liberarse por medio de don Juan y a través del nuncio (4). Después de la violencia ejercida contra la jurisdicción eclesiástica del monasterio, del castigo y de las mediaciones del Cardenal de Aragón y del nuncio, los dos grandes serían absueltos, recuperando así sus almas (5), mientras que la de Valenzuela permanecería errante en lejanos parajes de los que nunca podría regresar.


Retrato de Fernando de Valenzuela por Claudio Coello. Real Maestranza de Caballería de Ronda.

Nunca en la historia de la Monarquía Hispánica la caída de un valido había sido tan violenta, ni tampoco se habían ensañado tanto los nobles contra el caído, a pesar de la ya conocida inquina que inspiraban en muchos de aquellos que habían ostentado el poder, en perjuicio de otros que creían tener más derecho a ello. Un Real Decreto tendría como objetivo básico arrebatar al caído Valenzuela su título de Grandeza:

Real decreto por el que se le deshonra de la grandeza y demás mercedes a don Fernando de Valenzuela. No habiendo concurrido en las mercedes, que consiguió don Fernando de Valenzuela, aquella libre y deliberada voluntad mía que fuera necesaria para su validación y permanencia, ni en los méritos y servicios personales, ni heredados que le pudiesen hacer digno para obtenerlas…” (6)

Inmediatamente se formaría un gobierno provisional compuesto por los ya pocos fieles de la aristocracia que le quedaban a doña Mariana, aunque su funcionamiento sería más bien escaso debido a la incompatibilidad de carácter que marcaba a cada uno de sus miembros, básicamente resignados a la pronta e irremediable entrega del poder a don Juan. Todas las miradas se dirigían hacia Aragón, donde don Juan se mantenía en una actitud expectante.

Fuentes principales:

* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2006.

*Ruiz Rodríguez, Ignacio. “Don Juan José de Austria en la monarquía hispánica : entre la política, el poder y la intriga”. Dykinson, S.L. - Libros, 2008.* Ruiz Rodríguez, Ignacio. Fernando De Valenzuela : Origenes, Ascenso Y Caida De Un Duende De La Corte Del Rey Hechizado. Dykinson, S.L. - Libros, 2008.

(1) Juan Gaspar Enríquez de Cabrera (1625-1691), X Almirante de Castilla, VI Duque de Medina de Rioseco y IX Conde de Melgar.

(2) Carlos II enviaría una carta, de fecha 23 de diciembre, al padre fray Marcos de Herrera, prior del real monasterio, pidiendo que allí fuese recibido y acogido don Fernando de Valenzuela.

(3) Escudero, J.A.: “El destierro de un primer ministro: notas sobre la expulsión de Valenzuela a Filipinas”. En: Administración y Estado en la España moderna. Valladolid, 1999. pp. 621-635.

(4) AGS. Estado, legajo. 8817/32/33/34.

(5) En una futura entrada explicaré más detenidamente este acontecimiento y sus consecuencias, entre ellas la del famoso cuadro de Claudio Coello “La adoración de la Sagrada Forma por Carlos II”, presente en la sacristía de ese real monasterio.

(6) A.H.N., Estado, Libro 840, pag. 199 y ss.


10 comentarios:

  1. Uf, qué fuerte para la epoca, entrar a por él en suelo sagrado y a pesar de la exposición del Santísimo Sacramento. Desde luego que nunca una caida de un valido habia sido tan violenta. Esta claro que ese hombre se atrevia con todo. Menudos equilibrios tenia que hacer la reina, pero cada vez tiene menos capacidad de maniobra.

    Feliz tarde de domingo

    Bisous

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  2. Madame, como bien digo en la entrada sus momentos en el poder están tocando a su fin.

    Un saludo.

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  3. Continúa la cosa movidita. Al señor Valenzuela las cosas se le ponen difíciles. Sus captores, siendo cristianos, no respetan ni los lugares sagrados y se hacen con él. La regente sólo cuenta con el apoyo de escasos incondicionales.
    ¿Hasta cuándo podrá mantenerse esta situación? Parece claro que la próxima ficha en el tablero político la va a mover el bastardo. Ya nos contarás.
    Un saludo.

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  4. Magnífico como todas las anteriores entradas (ya me he puesto al día) dedicadas a este gran personaje, casi desconocido por los que no están versados en la historia oscurantista del último Habsburgo.
    Es de agradecer un trabajo como este.

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  5. Cayetano: no, ni siquiera ante el cuerpo de Cristo se detuvieron, tal era el odio que tenìan hacia don Fernando. De hecho, este hecho tendrà curiosas consecuencias que relatarè màs adelante.

    Un saludo.

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  6. Dissortart: gracias. Es cierto, como dices, que don Juan es un personaje desconocido para el gran pùblico aunque como intento demostrar aquì con estas entradas fue seguramente el hombre polìtico màs importante del siglo XVII espanol junto con el Conde-Duque de Olivares, Luis de Haro y el Duque de Lerma.

    Un saludo.

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  7. Uno de los rasgos más modernos de todos estos sucesos es el peso de la opinión pública, la difusión de escritos,de libelos, y además los intentos de movilizar a la gente corriente.Esto es, por otra parte, no fue infrecuente en la España del XVII.

    Saludos.

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  8. gomez de lesaca: te doy toda la razòn, de hecho en la historiografìa se considera a don Juan como el primer gran utilizador de la propaganda y los medios en Espana como instrumento para fidelizar a las masas.

    Un saludo.

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  9. Ni "con la iglesia hemos topado, Sancho". Los captores no se anduvieron por las ramas en el acto de apresamiento del valido de la reina Regente. Los ánimos debían de estar muy caldeados, sin duda. La estratagema del abad del Escorial no sirvió de nada, contra toda norma que establecía un derecho de asilo desde tiempo inmemorial de los perseguidos dentro de las iglesias.

    Veremos cómo actúa ahora nuestro don Juan José. Su hora ha llegado.

    Un saludo

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  10. Si, Carmen dices bien, el asilo aclesial había acabado, también es de recordar que estamos a las puertas de la Ilustración...como dices la hora de don Juan ha llegado.

    Un saludo.

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