El día 19 de septiembre, el Cardenal-Infante continuó su viaje rumbo a Flandes, pasando por la ciudad de Esslingen, que se le rindió. A continuación atravesó el río Neckar con todo su ejército, deteniéndose en Untertürkheim. Desde aquí se despachó correo a Flandes para el Marqués de Aytona con aviso de que Su Alteza no se dirigiría finalmente a Breisach, sino que continuaría su viaje directamente hacia aquellas provincias a las que llegaría mucho antes de lo que se había dicho en el anterior aviso hecho tras la victoria de Nördlingen.
El día 20 se llegó a Smida, rindiéndosele la villa de Kanstadt. Su Alteza se detuvo aquí hasta el día 21, al no poder marchar el Rey de Hungría que acababa de entrar en Stuttgart, a donde don Fernando se acercó para, a la tarde, volver a su cuartel. Mientras los ejércitos del Cardenal-Infante y del Rey de Hungría se iban apoderando del Ducado de Württemberg, Piccolomini hacia lo mismo en Franconia, ganando las ciudades de Dinkispuhel, Rotenburg, Bertheim y Ottendorf, importante plaza y paso sobre el Meno.
El día 22, habiéndosele rendido al Cardenal-Infante la villa de Morbac, se llegó a Steym Andermeer. Hasta aquí vino aviso de que el conde Juan de Weert dirigiéndose hacia la ciudad de Heilbronn con algunas tropas de Caballería de la Liga, se topó con tres compañías de Caballería y dos de Infantería enemiga, degollando a todas ellas y tomando sus banderas, cornetas y piezas de artillería. Estas tropas enemigas iban a juntarse con el Rhingrave Otto, el cual se dirigía hacia Alsacia sospechando que Su Alteza se dirigía al socorro de Breisach, donde debía encontrarse además con 6.000 franceses, que se decía habían pasado el Rin y venían al socorro de Weimar. De Weert, por no tener suficiente gente, fue con los restos de su ejército en busca del Duque de Lorena y a dar apoyo a Reynac, por parecerle que llevaba poca gente. Reynac, como quedó acordado, se dirigía a reunirse con las tropas de la Archiduquesa Claudia para socorrer Breisach, recobrar Rheinfelden y Friburgo, y desocupar la Alsacia, pasando por Suabia, de la que se apoderó totalmente a excepción de Augsburgo y Ulm, que quedaron rodeadas por todas partes. Augsburgo sería cercada en persona por el Duque de Baviera al mando de 6.000 hombres.
El día 23 el Cardenal-Infante fue a Grupenbac, a hora y media de Heilbronn, donde había 800 hombres de guarnición, por lo que se decidió llevar a toda la Caballería de vanguardia y la Infantería de retaguardia. Cuando Su Alteza llegó al lugar, llegaron cartas de los burgomaestres de la ciudad, diciendo que la querían rendir, pero que el gobernador se lo impedía, por lo que pedían que se apoderasen de ellos. Aquí, don Fernando fue instado por el Rey de Hungría, sus ministros y el Marqués de Castañeda para que fuese a socorrer Breisach, ya que hacia allí se dirigía el Rhingrave, alegando que el socorro de Reynac era escaso, y pidiéndole que su ejército invernase en Alemania. Su Alteza envió al Marqués de los Balbases a decir nuevamente a los imperiales que no se dirigiría hacia Breisach, los cuales a su vez le dijeron que al día siguiente Su Majestad Apostólica enviaría varios de sus ministros a exponerle la utilidad que se derivaría de su permanencia en Alemania. Su Alteza partió nuevamente el día 24, llegando a Kochendorf, primera villa del Palatinado Inferior. Aquí llegaron nuevamente cartas de Heilbronn ofreciendo su rendición, al tiempo que otras villas y lugares hacían lo mismo. Su Alteza se detuvo aquí para esperar a los ministros del Rey de Hungría que llegaron al día siguiente por la mañana. Éstos eran Gallas y el Marqués de Castañeda, y una vez oídas sus razones se les volvió a confirmar que don Fernando se dirigiría sin pausa hacia Flandes, por las muchas razones que exigían su presencia, entre ellas la toma de Maastricht. El Cardenal-Infante se dirigió el día 26 (marchando este mismo día su ejército hacia el Meno), con tan sólo el acompañamiento de sus compañías de la guardia y algunos cabos del ejército y caballeros, a despedirse del Rey de Hungría, que se suponía estaba en Grupenbac, pero no le encontró, por lo que volvió a su anterior cuartel, hallando que había partido rumbo a Grupenbac, por lo que se habían cruzado en el camino sin verse. Tras enviar varios corredores, finalmente consiguieron encontrarse en un campo cercano a Grupenbac, donde ambos mantuvieron una entrevista privada a caballo de una hora y media, para después apearse y abrazarse y darse la mano deseándose lo mejor, así como augurándose un presto reencuentro con sus ejércitos. Aedo y Gallart define a los don Fernandos de esta forma:
“Prinçipes dignos de inmortal renombre, que de veynte y çinco años començavan con tanto brio y valor a llenar el mundo de heroicas hazañas, oprimiendo y deribando el orgullo de casi todos los Prinçipes y Republicas de Europa, que procuravan derribar la invictissima y siempre augusta Casa de Austria” (1).
Tras la despedida, el Rey de Hungría se dirigió a Grupenbac y el Cardenal-Infante a Kochendorf. Su Majestad Apostólica regaló además a don Fernando 1.200 caballos, más otros 800 que Piccolomini le debía entregar en Franconia.
El día 27 el Cardenal-Infante salió de Kochendorf y fue a hacer noche a Dala, rindiéndosele el castillo de Hornec, que fue ocupado por el Tercio de don Martín de Idiáquez. A 28 se llegó a Mudac, ciudad perteneciente al Arzobispo de Maguncia, en
No bastándole al Barón de Sebac la gente que llevaba, solicitó más tropas, llegando el día 30 el Coronel Ossa con 1.000 caballos, siguiéndole después el Regimiento del Conde de Salm, que dirigía ahora el teniente coronel Juan Montoya. Ese día pasaron el Meno la artillería, la mayor parte del bagaje y siete Tercios de Infantería en barcas y tres pontones. El 1 de octubre pasaron los otros siete Tercios, el resto del bagaje y toda
Las tropas de Piccolimini, por su parte, continuaban su marcha en Franconia, tomando un castillo llamado Vertheym y la ciudad de Vierck con su castillo, quedándole ya sólo al enemigo en aquellas provincias Visburg y Haimfort. Además, Piccolomini tenía cercada la ciudad de Núremberg.
El día 2 de octubre, yendo Ossa con 1.000 caballos hacia Aschaffenburg, se encontró con que tres compañías de Sebac habían atacado a nueve de dragones del enemigo, cinco de alemanes y cuatro de franceses, que en total sumarían unos 500 hombres, degollando a 400 de ellos y capturando a 3 capitanes franceses, de los que se supo que tanto Oxenstierna (3) como Weimar se encontraban con gran miedo en Frankfurt junto a 4.000 hombres, en donde esperaban al Landgrave de Hesse. Ese día Su Alteza fue a hacer noche a Kleinvalstadt. Hasta aquí llegó un caballero del Landgrave de Darmstadt ofreciendo a Su Alteza todo lo que necesitase para su ejército, así como la buena nueva de la rendición de Aschaffenburg, pasando su guarnición a engrosar el ejército del Cardenal-Infante. Ese mismo día llegó don Fernando Chirinos, capitán de corazas, trayendo 500 hombres y la buena noticia de la victoria del Duque de Lorena sobre el ejército del Rhingrave Otto, Conde de Salm, causándole unas 5.000 bajas.
El día 3 el Cardenal-Infante entró en Aschaffenburg, en donde permaneció hasta el día 4 y en donde repartió a los 12.000 infantes en 6 batallones. A día 5, yendo toda
El día 9 llegó a Kammerich, en el Arzobispado de Tréveris, y a
El día 16 pasaron el Rin siete Tercios y la mitad de
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Fuentes principales:
* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.
* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.
* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.
Notas:
(1) Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Pp. 165-66.
(2) Axel Gustafsson Oxenstierna, Conde de Södermöre (1583-1654), fue miembro del Consejo de Regencia del joven rey Gustavo Adolfo de Suecia, cuando éste subió al trono con tan sólo 17 años (1611). En 1612 fue nombrado Alto Canciller, y pronto se convirtió en el hombre más poderoso de
Con la firma de
Hay que reconocer que el conde Juan de Weert era bastante expeditivo con lo que se iba encontrando por el camino. Degollando a todos. Ahí esta´, con un par.
ResponderEliminarDe todos modos, la cantidad ingente de personas, caballería y bienes materiales debía de ser impresionante, al igual que , por desgracia, la pérdida de vidas humanas.
En fin...
Salud¡
Javier: desde luego no se andaba con chiquitas Juan de Weert...cortando con el problema de raíz.
ResponderEliminarUn saludo.
No sabría decir si era común en la época o si Weert (o Woerth) era así, pero durante la invasion de Francia en 1636 dio cuenta de 5 regimientos de caballería franceses al completo. No adelanto más porque todo esto sin duda lo contara CAROLVS.
ResponderEliminarMonsieur, qué caballero tan desagradable Juan de Weert, degollando a diestro y siniestro. Se le podía llamar caballero en verdad? Resulta más bien medieval.
ResponderEliminarY el pobre cardenal infante, qué vida tan aburrida, por dios. El hombre vivió muchas batallas y pocas fiestas. Claro, luego se les quedaban esas caras en los retratos.
Feliz dia, monsieur
Bisous
Príncipe: sí, pronto llegarán las campañas en Francia y la famosa toma de Corbiem, que pudo haber cambiado para siempre la historia de la Guerra de los Treinta Años...como ves a veces he mantenido la denominación castellanizada de la época y en otras, para los casos más conocidos, la he sustituido por la correcta en su idioma actual.
ResponderEliminarUn regio abrazo.
Madame: por desgracia era lo habitual en la época, la vida no valía nada y se prefería asegurar el camino pasando a cuchillo a cuantos enemigos fuese posible...
ResponderEliminar...el Cardenal-Infante dedico su vida al arte marcial, pero también tuvo tiempo para alguna que otra diversión.
Un beso.
Un poquito avaricioso o ambicioso era el Barón de Sebec, eh? Magnífica descripción del viaje y los lugares a su paso. Y qué metodos los de Juan de Weert, vamos, como para llevarle la contraria. Feliz fin de semana, Majestad.
ResponderEliminarSí, señor, eso es un tour de primera. Algo agotador, pero un tour al fin y al cabo. Y el Veert ese es un impresentable de mucho cuidado, mejor no toparse con él en el camino.
ResponderEliminarBuen fin de semana.
Un saludo.
Los mètodos de de Weert, eran los necesarios para el momento. Mal que nos pese.
ResponderEliminarUna màxima reza "El poder, aniquila a los dèbiles".
de Weert no era de èsos, claramente.
Un abrazo.
Paco: hombre quería asegurarse la victoria jejeje. Desde luego lo de Weert es de juzgado de guardia, pero no debe sorprendernos porque era lo habitual en la época, al igual que los saqueos...
ResponderEliminarUn abrazo.
Cayetano: veo que Juan de Weert está causando sensación, pero de las malas, entre los comentaristas jejeje...aún así repito que sus métodos, aunque horribles, estaban a la orden del día en aquellos tiempos.
ResponderEliminarBuen y lluvioso finde ;)
Gaucho: ve lo que lo has pillado ;)
ResponderEliminarUn abrazo.
Como comenté anteriormente, un auténtico paseo triunfal engrosando su ejército con la adhesión de los vencidos, aunque...¿qué pasó al fín con Breisach?
ResponderEliminarUn saludo muy cordial.
Un recorrido triunfal por Europa de primera. Cualquiera se les oponía, viendo a todo ese ejército. Como digo, lo que impresiona es la logística que debía llevar a parejado la concentración de miles de hombres y caballos, prostitutas y mozos que llevaba semejante ejército tras de sí. ¿Cómo alimentarlos? ¿Cómo controlarlos? No debía ser nada fácil.
ResponderEliminarUn beso
Magnifica entrada como siempre, ya espero la proxima.
ResponderEliminarSaludos
Desdelaterraza: Breisach consiguió ser socorrido esta vez por los imperiales, pero acabaría cayendo en poder de los franceses 3 años después.
ResponderEliminarUn saludo.
Carmen: tu lo has dicho, los aprovisionamientos eran la principal preocupación logística de la época y precisamente de esa escasez surgían los saqueos.
ResponderEliminarUn beso.
Lorenzo: muchas gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amigo, por aquí ando de nuevo disfrutando de nuestra historia...
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Hiperión: como siempre un placer recibirte en mi casa ;)
ResponderEliminarUn abrazo y buen fin de semana ;)
Una crónica amena y de un viaje y una guerra que marcó un hito en la historia.
ResponderEliminarSorprende la unidad de las fuerzas austríacas e hispánicas.
Un abrazo, Alberto
Estupenda crónica, que más parece una limpieza de enemigos tras la gran batalla.
ResponderEliminarUn saludo.
Jordi: desde luego fue uno de los hechos de armas más destacados de la época...y sí, una de las últimas veces en que funcionó la conexión España-Austria, que se rompería definitivamente con Leopoldo I.
ResponderEliminarUn abrazo
José Eduardo: en eso consistía el viaje, en limpiar el camino hacia Flandes y como ves se consiguió.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.
Es cosa de admirar la capacidad de movilización de fuerzas y recursos que todavía mantenía España. No se percibe eso que los tópicos han llamado decadencia.
ResponderEliminarY, por supuesto, es una entrada para, junto a las otras, imprimir y subrayar. Espléndidos escritos.
Saludos.
Retablo: era por aquellos entonces todavía España la primera potencia mundial, un viejo león, pero aún mortífero y al que había que temer.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
Un saludo.