sábado, 12 de noviembre de 2011

La estatua de Felipe IV en la basílica de Santa Maria Maggiore de Roma (parte II y final)

1. Estatua de Felipe IV en el atrio de la basílica de Santa Maria Maggiore de Roma, obra de Girolamo Lucenti y Gianlorenzo Bernini (h. 1664-1692). Foto del autor.

El pro-español cardenal Astalli moría en diciembre de 1663, legando una considerable suma de dinero para la erección de la estatua de Felipe IV en el atrio de la Santa Maria Maggiore que en su día concibió Giulio Rospigliosi desde el capítulo de la basílica. La vinculación de Astalli a la Monarquía Hispánica era antigua y sólida. Felipe IV le había compensado por sus simpatías filoespañolas, nombrándole cardenal protector del Reino de Nápoles y de Sicilia y el 14 de julio de 1661, obispo de Catania (1). En 1663 Astalli había solicitado a Felipe IV que sus bienes y rentas del obispado de Catania no estuvieran sujetos a expolio y el Rey había dado la orden al virrey de Sicilia, Duque de Sermoneta, para impedir el embargo (2). El legado de Astalli fue determinante para volver a poner en marcha el proyecto de la estatua.

Si el cardenal Astalli fue clave por su aportación económica, no menos crucial fue el papel que el embajador Pedro Antonio de Aragón (1611-1690) tuvo en la historia de la estatua de Felipe IV. Pedro Antonio no fue el primer embajador español en querer responder a los intentos de Francia de extender la imagen de Luis XIV en la ciudad eterna. Ya su hermano Pascual de Aragón como cardenal nacional, y don Luis Ponce de León como embajador en Roma habían hecho lo propio durante la celebración de la fiesta por el nacimiento de Carlos II y con motivo de la Chinea de 1663. Ambos festejos sirvieron para exhibir retratos del Rey Católico, aunque con cierta moderación. En una ocasión, Pascual de Aragón expresó su opinión de que los franceses aventajaban a los españoles en su estrategia de representación pero desde Roma no hizo mucho por cambiar la situación:

Todos entienden asimismo esto, y que se ha padecido tanto descrédito quanto los Franceses se dexan entender bien, ni las representaciones de Vuestra Majestad les inmutan, ni obligan a minorar sus resoluciones, máxima con que le vi desde los principios” (3).

No se daban las circunstancias para que Pascual de Aragón cogiera el timón del proyecto de la estatua de Felipe IV y sólo a partir de la entrada en Roma de su hermano Pedro Antonio de Aragón y tras la firma de Tratado de Pisa en febrero de 1664 que acabó con las discordias entre Luis XIV y Alejandro VII, llegó la respuesta más contundente de la embajada española, terminando con la contención que la había caracterizado durante décadas. El cambio de rumbo lo fijó el proyecto de la estatua de Felipe IV en Santa Maria Maggiore.

A los pocos días de la llegada de Pedro Antonio de Aragón a Roma como nuevo embajador ante la Santa Sede en sustitución de su hermano Pascual, en junio de 1664, se formalizó el contrato con Girolamo Lucenti para la realización de la estatua de Felipe IV en Santa Maria Maggiore, cuya supervisión debía correr a cargo de Bernini, autor del dibujo preliminar del proyecto (imagen 2). No puede olvidarse que contemporáneamente Bernini estaba llevando a cabo las obras del Vaticano y que el proyecto de esta estatua bebió mucho del dibujo de la Scala regia que presentara al Papa en diciembre de 1662. Asimismo es necesario recordar que Bernini intervino también en el proyecto francés de Trinità dei Monti a pesar de que dicha vinculación sólo se conoció después de su muerte. El 16 de septiembre de 1664 Bernini fue de nuevo consultado por el capítulo de Santa Maria Maggiore acerca de la colocación de la estatua y no debe sorprender que eligiera el extremo derecho del atrio de acceso a la basílica, en una localización parecida a la que iba a tener el Constantino en San Pedro.

El protagonismo que Pedro Antonio de Aragón asumió en la ejecución del proyecto y su interés por la erección de la estatua, le llevó a incrementar sus visitas a Santa Maria Maggiore, incluso en ocasiones en las que no estaba prevista la presencia del embajador español en la basílica. Así en enero de 1665 Pedro Antonio acudió a la basílica con motivo de la festividad de San Ildefonso, arzobispo de Toledo (4), desde donde a continuación pasó a la iglesia de Santiago de los Esañoles, tradicional espacio de celebración de la fiesta. La presencia del embajador en Santa Maria Maggiore se esperaba exclusivamente el 8 de septiembre, día de la Natividad de la Virgen (5).

En enero de 1666 Bernini regresó de su viaje a Francia y el 14 de febrero el capítulo de Santa Maria Maggiore solicitó al embajador Pedro Antonio que tomara una decisión final sobre si la estatua de Felipe IV debía o no dorarse como especificaba el contrato. Bernini se había posicionado en contra del dorado y Pedro Antonio, que en un principio se había declarado partidario, se inclinó al final por seguir su consejo (6).


2. Dibujo de la estatua de Felipe IV (anterior a 1664), obra de Gianlorenzo Bernini.

El contrato de la escultura establecía al detalle la iconografía imperial elegida para la estatua de Felipe IV y en la que seguramente Pedro Antonio de Aragón tuvo mucho que ver. La lectura de una relación jurada realizada por Pedro Antonio en 1680 sobre las pinturas que adquirió en Italia permite entender mejor un momento clave de la historia de la estatua, el relativo a la elección de su iconografía. Esta fuente documental acerca definitivamente el proyecto de Felipe IV de Santa Maria Maggiore al de la estatua de Constantino en el Vaticano.

El Rey Católico a través de su embajador en Roma tenía muchas maneras de identificarse con la figura del emperador Constantino, por ejemplo desde el momento de su entrada triunfal en la ciudad. La procesión del embajador, a imitación de la que en 1536 hiciera Carlos V, se iniciaba en la puerta de San Juan de Letrán, primera basílica cristiana fundada por Constantino; trascurría por el Coliseo hasta llegar al Arco de Constantino; proseguía por el Campo Vaccino o foros imperiales donde de nuevo el embajador se dejaba ver junto a los restos de la basílica de Constantino o de Majencio. Pero ¿cómo se puede sostener que el embajador quisiera mostrar a Felipe IV como un nuevo Constantino en la estatua de Santa Maria Maggiore? La relación jurada de 1680 nos revela que Pedro Antonio encargó a su agente y gran bibliófilo, Nicolás Antonio, dos copias de los cuadros de Giulio Romano de las estancias de Rafael en el Vaticano:

Dos batallas yguales de quatro baras de largo y vara y media de alto, copia de Julio Romano, presentó a Su Excelencia Nicolás Antonio siendo agente del Rey en Roma y ahora es fiscal en el Consejo de Cruzada, la una es la batalla de Constantino y la otra de Magencio” (7).

La obra en cuestión que mandó copiar el embajador era la “Batalla de Constantino contra Majencio en el puente Milvio”, una representación de la victoria del cristianismo sobre el mundo pagano. La contemplación de esta obra en el momento además en que Bernini estaba realizando su estatua de Constantino en el Vaticano, llevaron al embajador a elegir una iconografía imperial para Felipe IV, inédita en las representaciones del monarca y que sólo se iba a repetir en sus exequias, celebradas en Santa Clara de Nápoles un año después. El Constantino del Vaticano representaba el momento de su visión milagrosa la víspera de la batalla. Alejandro VII quiso pues celebrar la conversión del emperador al cristianismo. El nuevo Constantino representado por Felipe IV y promovido por Pedro Antonio de Aragón en Santa Maria Maggiore evocaba en cambio al emperador ya cristiano, en la batalla del puente Milvio contra Majencio.

El proyecto de la estatua de Felipe IV se interrumpió tras la marcha de Pedro Antonio de Aragón a Nápoles en 1666 y hubo que esperar hasta 1692, durante la embajada del IX Duque de Medinaceli, para ver exhibida la obra, como reza la inscripción de la base de la escultura. Probablemente no se debiera a un desinterés del embajador por la estatua ya que tanto él como su hermano Pascual de Aragón, tras abandonar Roma, mostraron voluntad de conocer el estado de otras obras, iniciadas en Roma pero inacabadas, como las del altar de la iglesia de San Francesco di Paola. Más bien, habría que atribuirlo a una decisión papal sobre la inconveniencia de exhibir la estatua, como ya ocurriera con la escultura de Luis XIV en Trinità dei Monti.

El proyecto de la estatua de Felipe IV acabó prosperando pero también la iniciativa francesa culminó años más tarde. A pesar de la negativa de Alejandro VII al proyecto de Mazarino de 1660, el retrato ecuestre de Luis XIV, independiente de la escalera, siguió adelante. En diciembre de 1667, cuando Pedro Antonio de Aragón se encontraba ya en Nápoles, Colbert encargó a Bernini una estatua colosal de mármol de Luis XIV para la que aún no se había decidido la ubicación. Según un aviso de Roma, en verano de 1669 llegó a la ciudad el bloque de mármol para la estatua que debía ser colocada delante de Trinità dei Monti. Sin embargo, en 1671 aún no se conocía si el destino final de la estatua iba a ser el convento mínimo del Pincio o la ciudad de París (8).

El nombre de Bernini se cruzó, por tanto, en los tres proyectos, aunque con poca fortuna en todos los casos. El proyecto de Bernini para el Constantino del Vaticano fue muy criticado pues a pesar de existir imágenes en miniatura del emperador en medallas, su retrato en la basílica de San Juan de Letrán y el busto colosal del Campidoglio, Bernini no siguió ninguno de estos modelos. Para el retrato de Luis XIV en cambio sí trató de ser fiel a los rasgos del monarca, a tenor del boceto en terracota que aún existe de la escultura ecuestre en mármol, probablemente por una exigencia del encargo de la obra. Es conocida la mala aceptación de Luis XIV del retrato que le realizó Bernini (9), quien tampoco pudo ver en vida la estatua de Felipe IV exhibida.

Fuentes principales:

* Carrió-Ivernizzi, Diana: "La estatua de Felipe IV en Santa Maria Maggiore y la embajada romana de Pedro Antonio de Aragón (1664-1666)". Roma moderna e contemporanea, XV, 2007, pp. 255-270. Università Roma Tre-CROMA.

Notas:

(1) G. De Caro: Astalli, Camillo, en Dizionario Biografico degli Italiani, Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana, vol. IV, 1962, pp. 453-454.

(2) Archivio Capitolino di Roma (ACR), Juan Cavallero, vol. 202, 21 octubre 1663: “que el cardenal Astalli le ha suplicado que en consideración de sus servicios, sea servido hacerle merced que pueda testar y disponer de los frutos y rentas de dicho obispado sin que estén sujetos a expolio”.

(3) AGS, E-R. 3036. Carta del 22 de julio de 1662.

(4) Archivio Segreto Vaticano (ASV), Avvisi, leg. 113, fol. 20, 31 de enero de 1665.

(5) AEESS, ms. 48, fol. 343: “El embajador tiene otras tres funciones publicas que hacer, el día de nuestra señora de septiembre que va a Santa María la Mayor y aquel cavildo y canonigos cantan una misa por la salud de su magestad y cassa real, lleva el embajador el mayor cortejo de carrozas que puede, se combida a todos los cardenales”.

(6) Según decreto del 14 de marzo del capítulo de Santa Maria Maggiore, según S.F. Ostrow, Gianlorenzo Bernini.

(7) Archivo Histórico de Protocolos De Madrid, leg. 10902, fols. 355-366. “Relación jurada de Pedro Antonio de Aragón de las pinturas que le donaron en Italia, ante el juez Pedro Gil de Alfaro”, firmada en Madrid el 27 de enero de 1680.

(8) R. Wittkower: “The Vicisitudes of a Dynastic Monument. Bernini’s Equestrian Statue of Louis XIV”, en De Artibus Opuscula XL: Essays in Honor of Erwin Panofsky, New York, New York University Press, 1961, pp. 497-531.

(9) Sobre este tema ver mi entrada: “Estatuaria carolina (IX): el Carlos II ecuestre atribuido a Bernini”.

17 comentarios:

  1. Así pues, por lo que parece, la estatua de Felipe IV se inspiró en la figura de Constantino cuando milagrosamente se convirtió al cristianismo en la batalla del Puente Milvio donde, según la tradición católica, se le apareció en el cielo una cruz con el lema "Con este signo, vencerás". Cosas de la religión.
    Me alegra saber que coincido con Bernini en cuanto a la inconveniencia de usar el dorado en el acabado de las estatuas. Los dorados me suelen resultar algo recargados.
    Un saludo.

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  2. Afortunadamente el empeño del embajador don Pedro Antonio de Aragón fue fundamental, incluso fuera él ya de Roma, para que la posteridad disfrute de esta gran escultura.
    Un saludo.

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  3. Como bien dices, tiene todo el porte del emperador Constantino. Como dice Cayetano, tampoco me gusta los dorados en las estatuas. Mira que visité a fondo Santa María Maggiore, pues me quedaba este verano a dos pasos, en una bocacalle de Vía Cavour, en Vía Viminale. Estuve toda una mañana en esta basílica, y otra tarde también me pasé, pero no ví la estuatua de Felipe IV. Cosas de los viajes. Un saludo majestad, tras haber transcurrido los fastos de su nacimiento.

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  4. Menos mal que Bernini se posicionó en contra del dorado, monsieur. Hubiera resultado un tanto excesivo.
    No está muy reconocible el monarca en la estatua, pero creo que la belleza de la obra es indiscutible.

    Feliz domingo

    bisous

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  5. Por lo visto Bernini hizo lo que le dio la gana dieran lo que dijeran.
    Y esta estatua tiene un cierto aire romano, si.
    Buen domingo.

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  6. Cayetano: un Felipe Iv protector de la Iglesia Católica y convertido en un nuevo Constantino. Yo tampoco soy muy amante de los dorados, aunque algunas estatuas de Viena tienen este color y la verdad es que son espectaculares.

    Un abrazo.

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  7. DLT: Pedro Antonio era muy cabezota y además tenía un gran sentido dinástico y de la dignidad, todo ello fue fundamental para erigir esta estatua.

    Un abrazo.

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  8. Paco: cuando yo vivía en Roma la estatua estaba nada más entrar por la puerta de la verfa (antes de acceder al recinto de la basílica) a la derecha, y supongo que, si no la han movido para restaurarla (que conociendo a los romanos no pienso) ahí seguirá.

    Un abrazo.

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  9. Madame: la idealización pertinente y necesaria cuando se representaba a un Rey.

    Un beso.

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  10. Lorenzo: Bernini, como artista reconocido que era, podía permitirse esos lujos.

    Un abrazo.

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  11. Bernini se podía permitir lo que quisiera, aún a riesgo de "mosquear" a cualquiera con poder suficiente. La estatua en plan "romano" así lo justifica.
    Un saludo Alberto¡¡

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  12. Tengo recuerdo de esta estatua de Felipe IV, situada en la parte derecha del atrio de la hermosa basílica de Santa María la Mayor.

    Me llamó la atención encontrarme allí con un rey español y créame que me acordé de su blog. Me hubiera gustado leer su entrada antes de ver la escultura, la hubiera contemplado con otro criterio.

    Un saludo

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  13. Cual emperador romano, Felipe IV se presenta en el momento de comenzar un discurso en el senado o sobre su carro triunfal tras una gran victoria. De todos modos, es curioso que visitemos Roma y no nos percatemos de la existencia de estas esculturas que efigian a reyes españoles.
    Saludos

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  14. Javier: así es, era ya un artista de reconocido prestigio como para poder permitirse ciertos "lujos".

    Un abrazo.

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  15. Pedro: jeje parece que tú y yo somos los único de todos los amigos que hemos visto la estatua en Santa Maria Maggiore.

    Un abrazo.

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  16. Carmen: así es, pero como un emperador católico, un nuevo Constantino triunfante.

    Un beso.

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  17. Yo he debido ver esa estátua... pero cuando pasé por allí era el año 90 y como que no me acuerdo... lo de Felipe IV y tratar de equipararse a Constantino... se me hace mucho comparar pero con el ego que se gastaba el cuarto Felipe estoy convencido que se lo creía.

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