martes, 1 de noviembre de 2011

Tal día como hoy moría Carlos II: sermones fúnebres en su honor

Túmulo de Carlos II en Barcelona (1701), grabado de Francesc Gazan. Museu Nacional d'Art de Catalunya.

Carlos II moría el 1 de noviembre, día de Todos los Santos, del año 1700 tras largo tiempo de agonía. En diciembre de ese mismo año, en las principales iglesias de Madrid proliferaron las celebraciones fúnebres en memoria del Rey. Las exequias fueron financiadas por las corporaciones que conformaban la Villa y Corte. Los predicadores debían agudizar su ingenio en los elogios al soberano difunto dada la situación de incertidumbre ante la sucesión pacífica del trono y ante los reveses militares y diplomáticos experimentados por la Monarquía durante su reinado. La vida de Carlos II se comparó con la pasión de Cristo, entendida como un camino de padecimientos y tribulaciones que el Rey asumió con paciencia y resignación. La corona real había sido una corona de espinas, sin obtener de la providencia divina que dispusiese el ansiado nacimiento de un heredero en sus dos matrimonios. Como indicaba el predicador real Bernardino de Madrid: “sembró en la heredad de España Carlos Segundo para lograr el fruto de la sucesión oraciones, rogativas, limosnas y obras de piedad muy bien aceptas a Dios”, pero la ganancia revirtió en sus parientes austriacos al liberarse éstos de la amenaza otomana, y en Francia al multiplicarse la familia real y crecer la reputación del reino (1). La piedad de Carlos II no había sido recompensada por Dios con prosperidad y sucesión. Y, sin embargo, los predicadores sólo podían glosar su devoción ante la ausencia de victorias contra herejes e infieles que ponderar, tras un reinado en el que los aliados preferentes de la Monarquía de España, además del Imperio, habían sido las potencias marítimas calvinistas y anglicanas (2).

El elaborado discurso de la “pietas austriaca” e hispánica ofrecía un cómodo guión a la oratoria sagrada durante las exequias. Como se había puesto de relieve en los sermones consagrados en la capilla de Palacio a su padre, Felipe IV, a sus hermanas María Teresa (reina de Francia) y Margarita Teresa (emperatriz), y a su madre, doña Mariana de Austria, se trataba de personalizar los rasgos primordiales de la devoción de la Casa de Austria, ponderando las inclinaciones espirituales que de forma particular caracterizaban a cada miembro de la familia real (3). La rutina retórica de la piedad austriaca ni siquiera precisaba individualizar demasiado, dado que la sangre comunicaba la virtud inmemorial al conjunto del linaje. Por ello, en las exequias dedicadas a la memoria de Carlos II volvieron a resplandecer las referencias a la devoción a la cruz, la adoración del misterio eucarístico, el culto a la Virgen María sublimado en la Inmaculada Concepción y la piadosa creencia en las reliquias de los santos (4). En torno a estos cuatro pilares se edificó el monumento de exaltación del celo religioso del Rey difunto.

El culto a la cruz fue glosado por el sermón del capuchino Bernardo de Madrid, declamado el 17 de diciembre de 1700 en el convento de Santo Domingo el Real a expensas de la coronada villa de Madrid. Según el predicador, Carlos II había fallecido con el crucifijo colocado en el corazón, y lo besaba durante su prolongada agonía siguiendo el ejemplo del emperador Carlos V (5). En el ritual de la muerte en Palacio de los soberanos de la Casa de Austria la fe en las reliquias estaba representada por la cercanía de los cuerpos milagrosos de san Diego de Alcalá, san Isidro Labrador y santa María de la Cabeza, a cuya mediación ante el favor divino se atribuía la recuperación de la salud del Rey tras superar algunos de sus periódicos agravamientos (6).

Junto a la cruz y las reliquias, los predicadores ensalzaban la veneración del Rey por el Santísimo Sacramento y su piedad mariana. En las gacetas y relaciones impresas sobre la muerte y entierro de Carlos II se destacaba que el monarca “fue devotísimo de la Reyna de los Ángeles, y tuvo especial y constante veneración al Santísimo Sacramento. Nunca dejó de asistir a su festividad de las cuarenta horas, y en su testamento encarga a su sucesor esta heredada devoción” (7).

Los predicadores no caerían en el error de anteponer las cuestiones de gobierno, de las que el Rey se había ausentado, a las de su profunda devoción, de hecho en ningún momento se le criticó por este hecho, pues aunque acaso pudiera parecer que “se olvidó de la regia autoridad de su Corona […] nunca más autorizada la Corona que cuando empleada en tan reverente asistencia” (8). Es más, su catolicismo, que procuró expandir por las Indias, era un modo de vida que debía adoptar el nuevo rey Felipe V. Así lo rogaba a Dios el canónigo y predicador real Juan de Perea y Porras:

Dios mío, que sea lámpara ardiente de piedad y fervorosa en los asuntos de la Santísima Virgen, imitando a nuestro gran Carlos II, su devoto, y que tanto deseó que se declarase por la Sede Apostólica el Misterio de la Inmaculada Concepción […]. Que sea todo manos [sic] para la práctica de las virtudes y para que teman nuestros contarios […]. Que sea muy amante de la Religión Católica para la propagación de la fe que tanto encargó nuestro monarca […]. Así, despertando el español aliento, reverdeciendo sus laureles, renovando sus victorias, no permanecerán triunfantes los estandartes de la herejía, donde tantas veces vencieron gloriosas las llagas de Jesucristo. Temblará el turco, acabaráse Mahoma, eclipsarónse sus lunas, desmayarán y confundiránse sus ejércitos” (9).

Fuentes principales:

* Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: “La piedad de Carlos II” en Ribot, Luis (dir) “Carlos II y su entorno cortesano”. CEEH, 2009.

* Sánchez Belén, Juan A.: “La muerte os sienta tan bien, Majestad. La imagen de Carlos II en los sermones fúnebres” en Ribot, Luis (dir) “Carlos II y su entorno cortesano”. CEEH, 2009.

Notas:

(1) Fray Bernardo de Madrid: “Oración fúnebre en las reales exequias que nuestro difunto Católico monarca Don Carlos II que está en gloria, consagró la siempre leal, imperial, Coronada Villa de Madrid, en el Convento de Santo Domingo el Real, el día 17 de Diziembre de 1700. Díxole el Rmo. P. Fr. Bernardino de Madrid, Predicador de Su Mag., Misionario Apostólico, y Provincial que ha sido de esta provincia de Capuchinos de los Reynos de Castilla”. Madrid, s.n., s.a., p. 26.

(2) Una perspectiva sobre la transformación de la imagen sagrada de los reyes en Europa en P. Kléber Monod: “El poder de los reyes. Monarquía y religión en Europa, 1589-1715”. Madrid, 2001.

(3) Véase, Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño: “La sacralización de la dinastía en el púlpito de la Capilla Real en tiempos de Carlos II”. Criticón, 84-85 (2002), pp. 313-332.

(4) Sobre la configuración del discurso de la piedad dinástica consúltese Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño: “Corona Virtuosa y Pietas Austriaca: Baltasar Porreño, la idea de rey santo y las virtudes de Felipe II”, estudio introductorio de B. Perreño: “Dichos y hechos del Señor Rey Don Felipe Segundo, el Prudente, potentísimo y glorioso monarca de las Españas y de las Indias”. Madrid, 2001.

(5) Madrid, s.a. (nota 1), pp. 12 y 13.

(6) Sobre el papel de las reliquias de estos santos en la muerte de los reyes de España véase J. Valera: “La muerte del rey. El ceremonial funerario de la monarquía española, 1500-1885”. Madrid, 1990, pp. 66-73 y 140-141.

(7) “Relación y gazeta que refiere la muerte y entierro de nuestro Católico Monarca, Carlos Segundo, que Dios aya, con el nombramiento del sucesor para los Reynos y dominios de España. Madrid, 9 de noviembre de 1700”. Sevilla, Juan Francisco de Blas, 1700.

(8) Fray D. Pérez: “Oración fúnebre en las exequias con que expresó la muy noble y leal ciudad de Alcalá de Henares su gran sentimiento de la muerte de Nuestro Rey y Señor D. Carlos II…”. Alcalá de Henares, Julián García Briones, impresor de la Universidad, 1700, p. 4.

(9) Juan de Perea y Porras: “Oración fúnebre en las majestuosas, lúgubres exequias que consagró a la inmortal memoria del Rey Católico de las Españas, nuestro señor D. Carlos II, la muy ilustre y antigua ciudad de Cuenca…”. S.l., s.n., s.a., p. 38.

21 comentarios:

  1. ¿Qué sería de las Españas tras morir el rey sin un heredero? Creo que ese pensamiento sería a esas alturas pura obsesión y pondría un nudo en la garganta a más de uno. Las potencias europeas tenían preparadas ya sus garras para apoderarse de tan suculento botín.
    Un saludo.

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  2. Muy apropiada su entrada para un día como hoy. Aquella muerte y el testamento de Carlos II cambiarían muchas cosas en nuestra España a partir de ese momento, algunas de ellas siguen coleando a día de hoy léase el contencioso de Gibraltar tras la Guerra de Sucesión).
    Dejo este enlace a un documental de Memoria de España sobre aquellos días, bastante entretenido:

    http://www.youtube.com/watch?v=bVpevcFFE4E

    Un abrazo amigo mio.

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  3. Cayetano: era el sino de la monarquías hereditarias, en las que todo el juego político dependía de la salud del Rey y de si este tenía o no un heredero.

    Un abrazo.

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  4. Pedro: el testamento de Carlos II fue la clave de la actual configuración de España haciendo heredero del trono a Felipe de Borbón desencadenando de esta forma el conflicto sucesorio que aún hoy, como dices, se hace sentir.

    Gracias por el enlace, lo conocía pero está bien para que otros amigos puedan verlo ;)

    Un abrazo.

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  5. Con él moría una España y Torrelaguna no iba a ser menos, desde sus antepasados Trastamara hasta Carlos II todo fue auge para esta villa, luego nada más sería decadencia.

    GLORIA AL REY

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  6. Mira que este día me acuerdo siempre del difunto rey, y porque no rezo o una oración no le faltaría, pero nunca le perdonaré su testamento por mucho que me cuenten que era lo más acertado.

    R.I.P

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  7. Muy cerquita murió del día de su nacimiento. Y España quedaba a las puertas de la guerra. Día de todos los santos y de la muerte de nuestro último monarca habsburgo. Pronto celebraremos su alumbramiento. Pésame y saludos.

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  8. Con su muerte se abrió un interrogante sobre el futuro. Dentro de seis días celebraremos su nacimiento, aunque sigamos hablando de su muerte. Un saludo.

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  9. Desde luego esta gente seguía el protocolo de manera rigurosa hasta para morirse....

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  10. Y a partir de ahí, todo cambió. España dio un vuelco tremendo con la llegada de los Borbones, para bien y para mal...
    Saludos¡¡

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  11. Orémus et pro Cathólico Rege nostro Carolo. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine, et lux perpétua luceat eis.
    Cum sanctis tuis in æternum, quia pius es.

    Pater noster,...

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  12. ¿Por qué siempre el muerto es ensalzado una vez llegado a la tumba? Sólo se le echó en falta al pobre rey una vez fallecido. Parece como si las gentes ya viesen venir lo que se les caía encima: nuevas luchas por el trono.
    Mira que irse a morir el día de Todos los Santos... Una fecha muy propicia.
    Un beso

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  13. Eduardo: GLORIA AETERNA...supongo que la decadencia de Tordelaguna fue a causa de la Guerra de Sucesión.

    Un abrazo.

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  14. Jordi: ya sabes que el reinado de Carlos II fue de esplendor para los reinos forales...aunque entiendo que un austracista como tú no respete el testamento borbónico ;)

    Un abrazo y viva el archiduque (esto me recuerda a un capítulo de los Simpsons jeje)

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  15. Paco: y sin embargo la guerra no fue tan inmediata como normalmente se enseña, fue un proceso muy complejo...ten en cuenta que el conflicto civil no estalló hasta 1705.

    Un abrazo.

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  16. DLT: dos momentos vitales muy cercanos que marcaron la historia de España y de Europa.

    Un abrazo.

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  17. José Luis: ya sabes que la etiqueta era sagrada para la Casa de Austria.

    Un abrazo amigo.

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  18. Javier: un cambio que en realidad se inició ya en el reinado de Carlos II con las reformas de Juan José de Austria, Medinaceli y Oropesa y el movimiento de los novatores, predecesores de los ilustrados.

    Un abrazo.

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  19. Carmen: siempre es así, nos acordamos de la gente cuando muere...casualmente murió el mismo día que su hermano Felipe Próspero.

    Un beso.

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