viernes, 20 de enero de 2012

“La estatua de Prometeo” de Calderón y don Juan José de Austria

1. El martirio de Prometeo por Tiziano (h. 1549).

En medio del pesimismo presente durante la regencia de doña Mariana de Austria y la minoría de edad de Carlos II, el gran Calderón de la Barca redactó “La estatua de Prometeo” (h. 1672-74), una de sus obras cortesanas más tardías. En ella retoma el mito clásico del titán Prometeo, quien solicita de los dioses el fuego, que simboliza el conocimiento (aunque sabe que los hombres rechazan su enseñanza), acto por el cual se enfrentará a su tiránico hermano Epimeteo. Su osadía le conduce a un destino aciago, del cual Calderón le salva, al tiempo que convierte al personaje en símbolo de la capacidad de la razón como instrumento de progreso. Prometeo representa, así, el programa preilustrado de reformas sociales que Calderón estimaba necesario para una nación que oscilaba entre don Juan José de Austria y los leales a la Reina Madre.

En esta pieza de tipo mitológico, inspirada musicalmente en la ópera italiana, se adapta el recitativo al contexto del teatro español, lo que significa la preeminencia del texto literario sobre lo puramente musical. Centrándose en su trama argumental, la mitología (las figuras de Prometeo, Epimeteo, Minerva, Palas y Apolo) no es mero pretexto sino la base para una interpretación filosófica profunda de la realidad histórica. Por haber robado el fuego a Zeus, que lo había ocultado a los hombres, Prometeo es condenado a ser clavado en una roca del Cáucaso, donde cada día un águila irá a roerle el hígado. Sólo será liberado si revela a Zeus la profecía relativa a un matrimonio que hará caer a Zeus de su trono. Ya el propio Esquilo le había dado un giro a la visión tradicional del titán, no tratándose de un personaje negativo en este autor sino del liberador de la humanidad (en tanto que para Hesíodo, en la “Teogonía” (v. 507-616) y en “Los trabajos y los días”, simboliza la mala eris, actitud contraria al deseo de Zeus, que quiere todo lo bueno). Siguiendo esta línea, el Cristianismo, echando mano de una frase sugerente de Tertuliano (Apologético, XVIII, 2), vio en el titán amarrado a la roca por amor a la humanidad el símbolo de la crucifixión de Cristo, salvador de los hombres, del mismo modo que será para Calderón en “La estatua de Prometeo” representante de la razón, del progreso, del modelo utópico, frente a su hermano Epimeteo, que simboliza la fuerza de las pasiones.

No es este el momento sin embargo para extenderse en torno a las numerosas interpretaciones a las que ha dado lugar la figura de Prometeo, a quien F. Bacon considera en su “De sapientia veterum” (1691) modelo de la libertad de pensamiento, y a quien G. Bruno vio como un rebelde que se opone a las arbitrariedades del dogma y que para el poeta romántico Shelley se yergue como el símbolo de la libertad en su “Prometeo liberado” (1820). En el siglo pasado se ha insistido en presentarlo como trasunto de la rebeldía humana (así Albert Camus en “Promete aux Enfers” y en “L´homme révolté”) o en símbolo de la conciencia moral del hombre (esta es la interpretación que da A. Gide en su “Prométhée mal enchainé” al águila que le devoraba diariamente el hígado).

Con independencia del tema, que interesó asimismo a otros coetáneos de Pedro Calderón de la Barca, como Luis de Góngora y Lope de Vega, y dejando a un lado también las fuentes que don Pedro manejó a la hora de redactar “La estatua de Prometeo”, además de traducciones de Hesíodo y de Esquilo, hubo de leer las enciclopedias mitológicas de Juan Pérez de Moya (“Filosofía secreta”, 1585) y de Fray Baltasar de Victoria (“Teatro de los dioses de la gentilidad”, 1620-23), hay que incidir en el tratamiento alegórico del mito en la fiesta cortesana.

De acuerdo con lo anterior, los mitos se podían leer en Palacio como historias universales y como representación de poder. Los espectáculos de corte mitológico, despliegue de fasto y de riqueza, enfatizaban el poder absoluto de la Casa de Austria. La posición especular privilegiada del Rey explica que tomara asiento precisamente donde la perspectiva creaba una perfecta ilusión de realidad. Aun antes de que se levantara el telón de boca, se subrayaba el poder divino del monarca por medio de las iniciales que figuraban en el mismo, cuando no su propio nombre, así como los atributos regios. En el diseño global del espectáculo se rendía homenaje al Rey y a su familia, así, en la loa para “Fieras afemina amor” entran en competencia los meses del año y sale premiado diciembre al haber nacido el 22 de ese mes Mariana, la Reina madre, a la cual se obsequia con el divertimento (1). De la misma manera, se produce una equiparación entre las personas de reyes y príncipes que asisten a la representación (y que antes de la misma pasean su mirada por las estancias palaciegas adornadas con cuadros mitológicos) y las figuras míticas.

“La estatua de Prometeo” es, pues, un espectáculo en el que Carlos II es identificado con Apolo, puesto que lo que el público cortesano contemplaba no era una obra sino al Rey en una obra. Al mismo tiempo Calderón retoma un tema mítico, lo universaliza y le da una lectura de corte político. Lo universaliza porque la lucha entre lo instintivo y lo racional resume la eterna dualidad del hombre y, por otro lado, es apropiada a la concepción binaria del teatro calderoniano. En efecto, el dualismo entre Epimeteo y Prometeo, que Calderón de la Barca presenta novedosamente como hermanos gemelos, se prolonga en las diosas también gemelas que los favorecen y a cuyas influencias están sujetos, Palas y Minerva, deidades de la guerra y de la sabiduría respectivamente.
No obstante, a veces subyace cierta ambigüedad y el espectador se puede preguntar si Prometeo, que desea apoyarse en la inteligencia, a quien "este anhelo de saber" le distancia del bruto, es un intelectual puro o sirve para recalcar las limitaciones de la razón, ya que Calderón aparentemente nos lo muestra como héroe solitario distanciado del pueblo que desea gobernar (se aleja cuando comprueba que su "político gobierno" resulta un fracaso, I, 185 y ss.). Es cierto que se diferencia en su comportamiento del gracioso Merlín, que desdeña el conocimiento, pero asimismo de Epimeteo, que se prefigura como el líder emocional que conduce y manipula con carisma a unos y a otros a lo largo de la composición ("Yo responderé por todos", I, 315). El ser humano progresa en el seno de la sociedad en la medida en que emplea con acierto su razón y, sin desprenderse de su humanidad, logra un delicado equilibrio entre su lado más humano y el puro intelecto. Alguien así es merecedor (y esto ocurrirá con Prometeo) del regalo celestial de Minerva, que abandona su apariencia de fiera y como diosa le otorga uno de los rayos de Apolo y más adelante la boda con la semidiosa Pandora, la estatua creada por Prometeo a la que ese rayo de luz ha dotado de vida. A Epimeteo, que únicamente desea sustraer la estatua y destinarla a su propio disfrute, no le aguarda semejante destino. Ante Epimeteo Minerva se presenta como salvaje monstruo rodeado de la usual escenografía de la horrenda gruta.

2. Juan José de Austria como espejo para la juventud, en Marcos Bravo de la Serna "Espexo de la juventud moral, político y christiano" (1674). BNM.


En segundo lugar, Calderón ofrece una lectura política, puesto que Prometeo representa el ideal, lo utópico, y Epimeteo, apoyado por una serie de villanos que funciona como coro, la realidad, lo concreto, que a su vez puede tener varias lecturas (como la fuerza de la costumbre y el sentir del pueblo llano, entre otras). Si bien algunos estudiosos opinan que no cabía en la época un cuestionamiento de los límites del absolutismo regio (2), una lectura detenida de ciertas obras pone en duda tal aserto. A esto se suma la evolución que tiene lugar en el teatro cortesano: de las máscaras tempranas en las que la Corte toma parte efectiva, se pasa, a partir de los años sesenta, a la representación que remite de manera indirecta a la Casa de Austria. Calderón no es ajeno a este proceso y, si para comprender “Fieras afemina amor” (1669) hay que recordar las facciones políticas existentes durante la regencia de doña Mariana de Austria, la Reina madre, de “La estatua de Prometeo” puede decirse otro tanto.

Al vacío de poder dejado tras la muerte de Felipe IV en 1665 se sumó la fuerte personalidad de don Juan José de Austria, hijo bastardo del Rey, a quien los hados habían concedido la inteligencia y salud que le habían negado a su medio hermano Carlos II. Felipe IV reconoció públicamente a Juan José de Austria como su hijo en 1642, si bien, siempre se negó a legitimarlo con el título de Infante y, por tanto, a situarle en la línea de sucesión a la Corona. Don Juan José, Gran Prior de la Orden de San Juan en los Reinos de Castilla y León y Príncipe de la Mar, salió victorioso de numerosas empresas militares que le hicieron ganarse un halo de grandeza y respeto entre el pueblo, que le vio como a un nuevo Mesías y renovador de las viejas glorias de España.

En 1668, alejado del poder por el valido de la Reina, el confesor jesuita Juan Everardo Nithard, a quien acusó de querer envenenarle, huyó a Cataluña y volvió triunfante desde Barcelona con una tropa de cuatrocientos caballeros. Nithard marchó a Roma, la Junta de Gobierno accedió entonces a alguna de sus peticiones (Junta de Alivios) y don Juan José fue nombrado Vicario General de la Corona de Aragón. Otro momento delicado se vivió en 1675, con motivo de la mayoría de edad de Carlos y el apoyo que doña Mariana prestó a don Fernando Valenzuela, segundo valido de la Reina que contó con la oposición de buena parte de la nobleza. Finalmente, en 1677 con el apoyo del pueblo y de los Grandes, don Juan José, apoyado por quince mil hombres, emprendió una marcha desde Zaragoza a Madrid, Valenzuela huyó a El Escorial para posteriormente ser expulsado a las Filipinas y don Juan José fue nombrado primer ministro por Carlos II, al tiempo que la doña Mariana de Austria era obligada a exiliarse a Toledo.

A pesar de que su brevedad en el cargo impidió que se produjeran cambios reales, puesto que falleció en 1679 cuando contaba cincuenta años, durante el bienio en que fue primer ministro, entre 1677 y 1679, Juan José de Austria emprendió reformas monetarias, limitó el crecimiento de las órdenes eclesiásticas y estableció una Junta de comercio con el propósito de modernizar el sistema industrial, lo que suponía romper con el viejo sistema de los gremios y declarar la nobleza compatible con este tipo de actividades.

Su carismática personalidad se extendió entre los científicos de su tiempo, el grupo de los "novatores", que vieron en él un mecenas a quien dedicar sus proyectos. Los "novatores", protegidos por clérigos y nobles de mentalidad preilustrada, formaban tertulias independientes o se apoyaban en mecenas. A uno de ellos, Juan José de Austria, interesado en la ciencia moderna, conocedor de los instrumentos de observación astronómica y aficionado a la mecánica, dos miembros del grupo le dedicaron sus obras. Se trata del “Discurso físico y político” (1679), de Juan Bautista Juanini, texto donde por vez primera un asunto de higiene pública se intenta solucionar recurriendo a la medicina y a la química, y del libro “Arquitectura civil, recta y oblicua” (1678), de Juan Caramuel, fundamentación matemática aplicada a la construcción.

3. Juan José de Austria sosteniendo el peso de la Monarquía, en Pedro González de Salcedo "De lege politica in executione et obligatione tam inter laicos quam ecclesiastico ratione boni communis" (1678). Calcografía Nacional, Madrid.



“La estatua de Prometeo”, a pesar de no estar dedicada expresamente a don Juan José de Austria, se puede entender como una composición elaborada en torno a su persona. Al igual que Prometeo, don Juan José retorna a su propio país para colaborar en su gobierno y crear una nueva España, Pandora, ayudado por el Rey, es decir, robándole a Apolo un rayo del sol. Con todo, Calderón minimiza este delito, hace que Minerva solicite ayuda de Zeus y que Apolo le perdone. La compasión que Prometeo ha mostrado hacia Pandora abre el camino para que ambos celebren sus esponsales y para que la Discordia desaparezca.

No es fácil saber si tras Epimeteo se esconde una figura real o si remite, en todo caso, a las fuerzas conservadoras, tradicionales, que cerraban el paso a don Juan, quien, por otro lado, es a un tiempo Prometeo y Epimeteo, la modernización y la ciencia a la vez que el bastardo que implica una amenaza de guerra civil. Otro tanto sucede con doña Mariana de Austria, desdoblada en la juiciosa Minerva y la irascible Palas que controla a sus seguidores. Por su parte, el indeciso Apolo, incapaz de decidir entre una y otra hermana (e indirectamente entre Prometeo y Epimeteo), parece reflejar la actitud del propio Carlos II, que oscilaba entre apoyar a los partidarios de don Juan José y a los de su madre.


Fuente principal:

* Buezo, Catalina: “Política y mitología en la Estatua de Prometeo” en “Utopía y antimodelo en el teatro aurisecular: de la comedia calderoniana La estatua de Prometeo a la mojiganga dramática Merlín y los animales”. Universidad Complutense de Madrid, 2008.

Notas:

(1) Sobre esta representación en honor de doña Mariana de Austria véase mis entradas: El teatro durante la minoría de edad de Carlos II


(2) Neumeister, Sebastian: Mythos und Representation: die mythologischen Festspiele Calderons. 1978.

12 comentarios:

  1. Muy aventurado el paralelismo entre el personaje mitológico y el histórico. Lógicamente, para los partidarios de Juan José de Austria se trata de un hombre valiente que, al igual que Prometeo, es castigado injustamente por el "delito" de llevar "el fuego" a los mortales. Me imagino que los detractores del bastardo no pensarían lo mismo. Como en toda etapa de nuestra historia, se perfilan dos grupos bien definidos. Los partidarios y los enemigos. Una lección más de esta peculiar forma de ser nuestra.
    Un saludo.

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  2. Estupendo análisis de la figura literaria de Prometeo, el dios amigo de los hombres, que se jugó el pellejo para robar el fuego sagrado y entregárselo a los hombres, siendo castigado inmisericordemente por Zeus a que el águla le devorase el hígado diariamente, encadenado a la roca. Está claro con la intención con lo que le escribió el gran Calderón, hombre fino, sibilino y tremendamente psicólogo de su época. Y que bueno el lienzo de Tiziano.
    Un abrazo, Alberto.

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  3. No se si Calderón pretendía hacer política o no, del uso que hacen de la obra de un artista muchas veces este último es totalmente inocente...

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  4. Cayetano: como todos los mitos clásicos, según se miren o interpreten, pueden tener una lectura u otra. Los juanistas sin duda veían a don Juan como a un nuevo redendotor.

    Un saludo.

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  5. Paco: muchas gracias y sí,el cuadro de Tiziano es maravilloso, como toda su obra.

    Un abrazo.

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  6. José Luis: cualquier cosa se podía esperar del genio de Calderón, hombre de su tiempo y conocedor de los entresijos de la Corte.

    Un abrazo.

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  7. Has creado un buen símil en tu narración, y le has dado una vuelta de tuerca curiosa. La comparación entre Prometeo y don Juan José de Austria es definitoria.
    Un abrazo Alberto ¡¡¡

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  8. Interesante análiisi sobre la mitología y su relación con la Casa de Austria. En una corte de etiqueta tan rígida es claro que cualquier cosa no quedaba en manos del azar y menos los espectáculos con los que se distraía la real corte. De todos modos, hay que decir que Zurbarán, en los lienzos que se le encargaron para el Salón de Reinos con asuntos mitológicos, no se lució precisamente.
    Un beso
    P.D. Sigo estudiando lo de nuestro artículo. Consultaré en la hemeroteca de la facultad las bases para enviar los artículos en alguna de las revistas que comentamos.

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  9. Javier: muchas gracias. El símil no es mío sino de Catalina Buezo.

    Un abrazo.

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  10. Carmen: hombre los lienzos de Hércules no son de la mejor calidad, pero supongo que simplemente siguió unas líneas ya marcadas por Velázquez y el Conde Duque.

    PD: sigo a la espera entonces ;)

    Un beso.

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  11. Muy bueno Carolvs, me entusiasmó la lectura de esta entrada, muy buena también la ilustración "Juan José de Austria sosteniendo el peso de la Monarquía" y muy acorde con tu exposición.

    Un abrazo.

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  12. Eduardo: me alegra que te haya gustado...ese grabado es muy ilustrativo de aquello que quería transmitir en la entrada.

    Un abrazo.

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