lunes, 9 de abril de 2012

Don Juan José de Austria y la crisis política de comienzos de la Regencia (parte II)

1. Castillo de Consuegra, residencia oficial de don Juan José de Austria y lugar desde donde se escribió su famosa carta dirigida a la reina doña Mariana de Austria.

El 27 de junio de 1668, don Juan comunicó a la Reina que los médicos le aconsejaron no fuese a Flandes ya que padecía de una destilación en el pecho y si pasaba a aquellas tierras, en breve tiempo le acabaría la vida (1). Explica el secretario de don Juan, don Mateo Patiño, a don Manuel de Belmonte, residente en Amsterdam: “desde la Coruña di avisso a Vm. de los motivos que a S.A. habían obligado, para escussarse del passaje à Flandes, que siendo el principal, la falta de salud, y aquel Pais tan mal a propósito para sus achaques hubo de elegir el de sus prioratos donde con la sequedad del, se halla algo aliviado” (2). Ante esta renuncia don Juan recibió órdenes de la Reina de recluirse en Consuegra, su residencia oficial, hasta nueva orden (3). Desde Consuegra don Juan no cesó de fomentar la oposición al padre Nithard, máxima personificación del poder en esos momentos, a cuyos desaciertos atribuía, y así lo creía también la opinión pública, los desastres de Flandes y la pérdida de Portugal que por el Tratado de Lisboa (13 de febrero de 1668) fue reconocido como reino independiente.

El 13 de octubre el capitán Pedro Pinilla declaró a la Reina que durante la campaña de Portugal, don Bernardo Patiño, hermano del secretario de don Juan, don Mateo Patiño, le había propuesto la entrada en una conjura contra el padre Nithard, urdida por don Juan. El 14 de octubre, se encarceló a don Bernardo Patiño, que acabó por confesar. Patiño fue acusado, no sólo de conspirar contra Nithard, sino contra la misma Reina. Se le atribuyó el intento de recluirla en un convento, secuestra al Rey-niño y entregar la regencia al bastardo.

El 19 de octubre, la Junta de Regencia dictó la detención de don Juan de Austria. El Marqués de Salinas, capitán de la Guardia Española, recibió encargo de reunir 80 capitanes de caballo, citándoles para la madrugada del domingo 21 de octubre. La mayoría de los capitanes, sin embargo, se negaron a seguirlo hasta Consuegra. Cuando llegó el Marqués de Salinas a Consuegra con un destacamento de tropa, sólo pudo constatar que aquél que había de detener y conducir al Alcázar de Segovia se había ausentado. Advertido a tiempo, don Juan huyó de Consuegra, seguido de 60 servidores. El aviso de lo que le amenazaba le llegó en la mañana del sábado, prueba evidente de que se le había expedido desde Madrid horas después de tomar la Junta sus secretísimas resoluciones.

Antes de partir, don Juan escribió su famosa carta a la Reina. Cabe señalar que existe cierta discusión en cuanto a la fecha de la huida, y por consiguiente, la fecha en la que fue redactada la carta. En la copia de una carta dirigida a don Juan y escrita por un criado suyo desde Consuegra, en la que le da cuenta de las novedades, se lee: “Despues que V.M. salio de esta villa aquel sábado de octubre en la noche” (4), es decir, la noche del sábado 20 de octubre. Si es verdad que don Juan partió el 20, la fecha de la carta sería posdata.

Sea como fuere, el caso es que al llegar a Consuegra, el Marqués de Salinas encontró únicamente la que es la carta más famosa escrita por don Juan y que, por su importancia, histórica transcribo íntegramente:

Señora,

La tiranía del Padre Everardo; y la execrable maldad que ha extendido, y ha forjado contra mí, habiendo preso á un hermano de mi Secretario, y hecho otras diligencias con ánimo de perderme, y esparcir en mi deshonra abominables voces; me obliga á poner en seguridad mi persona. Y aunque en esta acción parezca á primera vista culpado, no es sino de finísimo vasallo del Rey, mi señor, por quien daré siempre toda la sangre de mis venas, como, siendo Dios servido, conocerá V.M. y el mundo más fundamentalmente desde la parte donde me encamino; y en prueba de esto, declaro desde luego á V.M. y á quantos leyeren esta carta, que el único motivo verdadero que tuve para no pasar á Flandes, fue el apartar del lado de V.M. esta fiera tan indigna por todas razones del lugar tan sagrado que ocupa; habiéndome inspirado Dios á ello con una fuerza más que natural desde el punto que oi la horrible tiranía de dar garrote á aquel hombre inocente con tan nefandas circunstancias; hasta cuyo accidente es cierto estaba también en deliberado ánimo de pasar á aquellos estados, no obstante el conocimiento con que iba de lo que dexaba á las espaldas. Esta acción medité, dispuse, y pensaba executar sin escandalo, ni violencia, mientras no fuese necesaria otra que la precisa para conseguir el intento de separarle de lado de V.M., y no su muerte; como su mala conciencia le ha hecho temer; porque aunque según la mia, y lo que toda razon pedia, debia quitarle la vida por las causas comunes del bien de esta Corona, y particulares mios, y para ello he tenido no solo repetidas opiniones, sino instancias de grandísimos Teólogos, no he querido aventurar la perdición de una alma, que tan probablemente había de ser arrebatada en mal estado, anteponiendo los riesgos y trabajos de mi persona al deseo de hacer á Dios este sacrificio, que espero de su infinita misericordia me pagará con dar feliz logro á mi justa intencion; que es y será la misma hasta perder el último aliento de mi vida, por hacer á mi Rey, y á mi patria este gran servicio. A este fin, señora, y no por la apreension de los peligros que podia correr en Consuegra, voy á ponerme en parage y postura, donde asegurado del cruel ánimo de este mal Jesuita, cuyas máximas perniciosas y detestables son las que siguen todos los de su ropa, pueden ser mas entendidas de V.M. mis humildes representaciones, que siempre serán encaminadas á la expulsión de esta peste, sin mas interés mio (después de la reparacion de mi honra) que el de librar estos reynos de ella, y de las calamidades y trabajos que por su culpa padecen los pobres y oprimidos vasallos. No he querido encaminarme á esa Corte, aunque he podido hacerlo con sobrada seguridad: porque en la ligereza con que los pueblos se mueven, y aprenden las cosas, no sucediese algun escándalo de irreparable inconveniente al servicio de V.M. Suplico á V.M. de rodillas, con lagrimas del corazon, que no oyga V.M. ni se dexe llevar de los perversos consejos de este empozoñado basilisco; pues si peligra la vida de mi Secretario, ó de otra qualquiera persona que me toque ázia mi, ó á mis amigos; ó si á los que en adelante se decláren por mios, que es lo mismo que por buenos Españoles y fieles vasallos del Rey, se intentáre con escritos, órdenes ó acciones, hacer la menos violencia ó sinrazón: pretexto á Dios, al Rey mi señor, á V.M., y al mundo entero, que no correrán por mi cuenta los daños que pudieren resultar á la quietud pública de la satisfaccion que me será preciso tomar en semejantes casos, poniendo en execucion lo que sin algunos de estos motivos no pensára jamas conmover. Y al contrario, si V.M. (como fio de la divina misericordia) suspendiere mi juicio y sus deliberaciones hasta recibir segundas noticias mias, es cierto que todo se dispondrá á entera satisfacción de V.M., y se hará con quietud y sosiego el mayor servicio de Dios, del Rey nuestro señor, y bien de sus vasallos; cuya mira es la única de todas mis resoluciones. Y en la hora en que el mas fiel amigo viese en mi la mas leve muestra que desdiga de esta obligacion, le exòrto sea el primero á quitarme la vida. Dios guarde y prospere la de V.M. para bien de estos Reynos. Consuegra 21 de Octubre de 1668. = Su mas humilde criado y vasallo de V.M. = Don Juan” (5).

2. Firma de don Juan José de Austria.

(continuará)

Fuente principal:

* Graf von Kalnein, Albrecht: “Juan José de Austria en la España de Carlos II. Historia de una regencia”. Editorial Milenio, 2001.

* Vermeulen, Anna: “A quantos leyeren esta carta. Estudio histórico-crítico de la famosa carta de don Juan José de Austria, fechada en Consuegra, el 21 de octubre de 1668”. Leuven University Press, 2003.

Notas:

(1) BNM, ms. 18.655, exp. 18; R. 2069, R. 2933, R. 7660, R. 3437, R. 23745, R. 38033, fol. 6, SErud, Vol. IV, p.22.

(2) BNM, ms. 900, fol. 203.

(3) BNM, ms. 8345, fol. 173; BNM, R. 2069, R. 2933, R. 7660, R. 3437, R. 23745, R. 38033, fols. 6-7.

(4) BNM, ms. 8346, fol. 257v.

(5) Transcribo la edición alemana de la carta, publicada en el “Theatrum Europaeum” (Frankfurt del Meno).

8 comentarios:

  1. No son relaciones amistosas ni cordiales precisamente las de don Juan y el taimado confesor, ese "emponzoñado basilisco" que hace y deshace a su antojo con el beneplácito de la reina. Y lo que es más importante, el bastardo no disimula su animadversión hacia él.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cayetano la situación era ya tan tensa que las disimulaciones no eran ya posibles...don Juan había decidido coger el toro por los cuernos y ya no había marcha atrás, o él o Nithard.

      Un saludo.

      Eliminar
  2. Dura carta la escrita por Don Juan José, diciendo las cosas claras, y más después de ser un gran valedor, mucho más que la Junta de Regencia.
    Un saludo Alberto ¡¡

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es cierto que don Juan miró por sus propios intereses, pero también, y es de destacar, por los del Reino y su Rey...fue sin duda, uno d elos primeros grandes oradores de nuestra edad moderna.

      Un abrazo.

      Eliminar
  3. La dureza de la carta es impresionante. Un documento de primera.
    Y, por cierto, es una satisfacción ver que la fotografía que hice de la firma de don Juan José, tomada de un viejo libro de historia que tengo, de Antonio de Cárcer Montalban del año 34, y que publiqué en uno de los artículos dedicados a don Juan José con motivo de algun aniversario de su familia, haya servido para ilustrar tu estupendo artículo. Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La carta es dura, un puñetazo en la mesa declarando sus verdaderas intenciones...la verdad es que tu imagen me vino de maravilla para cerrar esta carta...un documento también muy interesante.

      Un saludo.

      Eliminar
  4. A veces no se sabe como acertar pero aquí hizo bien en escapar, si le pillan se hubiese podrido en el Alcázar de Segovia.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es Eduardo, habría sido probablemente su fin político, aunque creo que habría logrado escapar ya que tenía muchos amigos.

      Un abrazo.

      Eliminar