viernes, 17 de enero de 2014

El Príncipe de Darmstadt, de la fidelidad a la Casa de Austria al mito catalán (Parte VI)


LA TOMA DE GIBRALTAR:

* Por lo actual del tema y ser una de las acciones de aquella Guerra de Sucesión que aún hoy perviven, dedicaré una entrada completa a este hecho de armas en el que el Príncipe de Darmstadt fue protagonista directo:

Tras el fracaso del primer intento de conquista aliado de Barcelona, la flota del almirante Rooke con el Príncipe de Darmstadt a bordo, puso rumbo al sur siguiendo la costa levantina, como indicamos en la anterior entrada. Así, y siendo conocedor Rooke de la lamentable situación en que se encontraban las defensas de Gibraltar,decidió dar un golpe de mano. En efecto, la guarnición de la plaza estaba compuesta por 80 hombres a los que en caso de apuro se podrían sumar los varones del vecindario de la ciudad, poco diestros en el manejo de las armas. El número de piezas de artillería que guarnecían su defensa era considerable, llegando al centenar, pero los artilleros apenas eran media docena y la mayor parte de las piezas estaban desmontadas, por lo que resultaban inservibles para la defensa. El gobernador militar, don Diego Salinas, había realizado numerosas peticiones en demanda de hombres y medios con que fortificar el Peñón, sin que sus peticiones obtuviesen respuesta adecuada, pese a que todo el mundo reconocía la importancia estratégica de esta plaza.

El 1 de agosto de 1704 la flota anglo-holandesa apareció en aguas de la bahía de Algeciras. El Príncipe de Darmstadt, en nombre del rey-archiduque Carlos III, hizo un llamamiento a los gibraltareños para que le acatasen como soberano y le jurasen fidelidad. Tanto el gobernador Salinas, como el corregidor de la ciudad, don Cayo Antonio Prieto Lasso de la Vega, rechazaron la invitación y decidieron resistir, pese a la abrumadora diferencia de hombres y medios que existía. Respondieron con brevedad, señalando que la ciudad tenía jurado por su rey y señor a Felipe V y que estaban dispuestos a sacrificar sus vidas por él.

Los día 2 y 3 la escuadra permaneció fondeada en la Bahía, confiando en que su sola presencia intimidaría a los gibraltareños y les invitaría a entregar la plaza. No fue así porque el ultimátum lanzado por Darmstadt recibió igual respuesta.

Bombardeó de Gibraltar por parte de la flota aliada el 4 de agosto de 1704.

Al amanecer del 4 de agosto los cañones de 30 de los barcos que integraban la flota abrieron fuego contra Gibraltar, iniciando un terrible bombardeo que duró seis horas,  siendo el preludio del asalto que se produjo a continuación. Unos 4.000 soldados aliados desembarcaron, luchándose con ferocidad, aunque el desequilibrio de fuerzas era tan patente que la suerte estaba echada de antemano. Salinas y el corregidor Prieto decidieron reunir al cabildo municipal para tomar una decisión que permitiese salvar la vida a la población ante lo inútil de la resistencia. Finalmente se decidió al entrega de la plaza al Príncipe de Darmstadt bajo capitulación en la que se estipulaba entre otras cosas: a la ciudad y a los moradores, soldados y oficiales de ella que quieran quedarse, se le conceden los mismos privilegios que tenían en tiempos de Carlos II. La religión y todos los tribunales quedarían intactos y sin conmoción, supuesto que se hiciera el juramento de fidelidad a la Majestad de Carlos III como su legítimo Rey y Señor.

Además de lo dicho, se permitiría la salida de la guarnición con bandera desplegada y a todos los vecinos que deseasen marcharse. Acogidos a esto, la práctica totalidad de la población abandonó la plaza, repartiéndose entre diversos lugares próximos: Tarifa, Medina Sidonia, Ronda, Málaga, Marbella y Estepona. Un importante número de ellos se congregó en torno a la ermita de San Roque, dando lugar al nacimiento de la actual población, que se considera legítima heredera de Gibraltar por cuanto el 21 de mayo de 1706, una vez que el intento de volver la plaza a la soberanía de Felipe V se reveló imposible, el Rey autorizó la fundación de una nueva ciudad con su correspondiente término municipal, dándose el título de San Roque donde reside la de Gibraltar. 

El cuadro"El último de Gibraltar" que retrata al gobernador Salinas antes de abandonar la plaza, obra de Augusto Ferrer-Dalmau.

Se ha vertido mucha tinta y todavía hoy, a 300 años de distancia, se mantienen numerosas dudas acerca de la forma en la que se produjo el traspaso de soberanía en agosto de 1704. El marqués de San Felipe, cronista pro-borbónico, y otros autores señalan  que la plaza fue entregada a Jorge de Hesse-Darmstadt quien la recibió en nombre de Carlos III de Austria. Sobre la fortaleza de Gibraltar ondeó el pabellón amarillo, distintivo de la Casa de Austria, sin embargo, a las pocas horas dicha enseña fue sustituida por la bandera inglesa y el almirante Rooke tomó posesión de la plaza en nombre de la reina Ana de Inglaterra. Se ignoran los forcejeos que, sin duda, debieron de producirse entre ambos jefes a consecuencia de esta acción. A la postre, quien tenía la fuerza de las armas, los ingleses, impuso sus condiciones.

Está claro que las promesas que se hicieron a la población de Gibraltar lo fueron para que acatasen la soberanía de Carlos III y, en consecuencia, era a él a quien se hacía entrega de la plaza. Así parece, además, recogido en el acta de recapitulación. Y es, en un primer momento, el Príncipe de Darmstadt quien, como su representante, toma posesión de la plaza en su nombre. Sin embargo, la escuadra que había bombardeado la plaza y las tropas que se habían apoderado de ella eran inglesas (los holandeses aparecen siempre en un segundo plano, aunque aportaban un importante número de barcos a la flota y estaban mandados por su propio almirante, Almond. Recordemos además que, hasta la muerte de Guillermo III en 1702, Rey de Inglaterra y Estatúder de la Provincias Unidas, Inglaterra y Holanda permanecieron políticamente unidas, aunque independientes la una de la otra, algo que continuó siendo así durante el resto de la Guerra, aunque cada vez con mayores diferencias, sobre todo por temas de tipo económico e intereses comerciales). Por tanto, Inglaterra, sabedora de que el rey Carlos III necesitaba angustiosamente sus armas y su dinero, se vio con la fuerza suficiente para apoderarse de este enclave que suponía una base estratégica para controlar el Mediterráneo, un sueño largamente añorado por Londres.

(CONTINUARÁ)

Fuentes:

* Albareda Salvadó, Joaquim: "La Guerra de Sucesión de España (1700-1714)". Crítica, 2010.

* Calvo Poyato, José: "1704: Gibraltar en el marco de un conflicto europeo" en "La pérdida de Gibraltar y el nacimiento de las nuevas poblaciones". VIII Jornadas de Historia del Campo de Gibraltar, San Roque, del 21 al 24 de octubre de 2004.

* López i Camps, Joaquim E.: "El Príncipe Jordi de Hessen-Darmstadt i la Guerra de Succesió. Alguns apunts per una biografia necessària", en "L'Aposta catalana a la Guerra de Successió (1705-1707). Actes del congrés celebrat a Barcelona del 3 al 5 de novembre de 2005 al Museu d'Història de Catalunya". Generalitat de Catalunya, 2007.

11 comentarios:

  1. El cambio dinástico nos trajo, colateralmente aunque no buscado, este "regalo" de parte de los ingleses. Hasta hoy.
    Un saludo.

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    1. Fueron muchos más los regalos que nos dejaron los ingleses a parte de Gibraltar: territorialmente Menorca recuperada en época de Carlos III y económicamente y quizás más importante el asiento de negros y el navío de permiso que introdujeron de lleno el contrabando en las Indias españolas.

      Un saludo

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  2. Me ha impresionado gratamente este sitio por lo ameno y documentado. Es un placer leer la historia de esta manera.
    Saludos.

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    1. Muchas gracias amigo. Te doy la bienvenida a este espacio y espero verte con asiduidad.

      Un saludo

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  3. Y pensar que todavía las consecuencias directas de aquellos días aún se esgrimen como arma entre dos países integrantes de la Unión Europea en pelno siglo XXI... parece de locos.
    Hoy tengo una buena noticia que darte. El Centro de Estudios Bejaranos, del que formo parte, ha premiado el trabajo presentado a la edición XVII del premio "Ciudad de Béjar", titulado "La participación del X Duque de Béjar, D. Manuel de Zúñiga en el Sitio de Buda (1686)". No sé cuándo se publicará. Te mantendré informado.
    Un beso

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    1. Un anacronismo histórico que los ingleses se empeñan en continuar pese a su irracionalidad (colonia dentro de la UE, en un país aliado) y pese a las resoluciones de la ONU.

      Un beso

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  4. Avete proprio ragione riguardo agli inglesi...

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    1. Per quanto riguarda Gibilterra non c'è dubbio...è proprio anacronica una colonia nell'UE nel XX! secolo riguardante una guerra di 300 anni fa...ma gli inglesi, come su tante altre cose, fanno finta di niente su quello che dice l'ONU

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  5. Es una espina clavada que tenemos los españoles que admiramos a Inglaterra. Bien lo sabe Dios.

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    1. Los ingleses son un gran pueblo de puertas adentro, una gran nación, civilizada y avanzada...pero de cara al exterior son tercos como una mula, altivos y un poco arcaicos en temas que les tocan su orgullo.

      Un saludo

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  6. No negará usted, amigo Carolus II, que algunas de sus cualidades nos vendría muy bien tenerlas ahora. De hecho no nos faltaron la altivez, la tenacidad (o la terquedad) y cierto arcaísmo, a nosotros los españoles, en nuestros grandes siglos.

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