lunes, 24 de marzo de 2014

RIP Adolfo Suárez


"Brindo por el pueblo español, esperando que tenga unos dirigentes mejores que los que actualmente posee" (Adolfo Suárez)


Sobran las palabras para describir a un hombre clave en la historia de España, a un político con amplitud de miras y que supo estar donde debía estar cuando España más le necesitaba.

ADIÓS PRESIDENTE

domingo, 16 de marzo de 2014

El Príncipe de Vaudémont: de la pérdida de la Lorena a último gobernador español de Milán (Parte II)


1. El duque Carlos V de Lorena.
Mientras Carlos Enrique, Príncipe de Vaudémont, como veremos más adelante, pasaría a servir a los Austrias españoles en Flandes, su primo Carlos de Lorena, futuro duque Carlos V (1643-1690) huyó a Viena en 1662 tras la venta de la Lorena por parte de su tío Carlos IV a Luis XIV, para ponerse a las órdenes del emperador Leopoldo I, donde empezó a servir con óptimos resultados en el ejército imperial, siendo recibido a menudo en la Corte y manteniendo contacto directo con el Emperador. Nacido del matrimonio entre Claudia de Lorena y el duque Nicolás Francisco, llegó a ser general en los ejércitos imperiales y en 1678 contrajo matrimonio con la archiduquesa Eleonora María (1653-1697), hermana del emperador Leopoldo I. La esposa estaba, para la época, ya entrada en años y aquel era su segundo matrimonio, pero provenía de altísima cuna y era viuda del Rey de Polonia Miguel Korybut Wisniowiecki, con el que no había tenido hijos, detalle que junto al parentesco imperial contribuyó a unir a Carlos y a su línea familiar con lo mejor de la aristocracia europea, precisamente en los años en los que se asistía al empuje del Imperio y de su política por la hegemonía continental en lucha contra el Turco.

Después de su matrimonio con Eleonora María de Austria, y siendo ya padre de un hijo varón, el futuro duque Leopoldo I de Lorena, fue nombrado en 1679 gobernador del Tirol con sede en la ciudad de Innsbruck y en 1683 se convirtió en comandante supremo del ejército imperial. En este cargo tuvo la oportunidad de demostrar sus dotes como servidor fiel y soldado valiente, destacando sobre todo en la lucha contra el Imperio Otomano y su operación más importante, precisamente la que en 1683 acabó con el asedio turco de Viena (1).

Antes de estos cruciales acontecimientos y después de presentarse en 1679 como candidato a la elección del trono polaco, Carlos V de Lorena había tenido la satisfacción de entrar en su Ducado en el año 1675 a la cabeza de los ejércitos imperiales. Sin embargo, la solución definitiva de la cuestión lorenesa se hizo esperar. Pese a este paso significativo y a los ya citados acuerdos estipulados con su primo Carlos Enrique, eran necesarios el reconocimiento y las ayudas internacionales para entrar en posesión efectiva del Estado, liberándolo definitivamente de la ocupación francesa. De esta forma, once años después se vio obligado a solicitar, por ejemplo, la intercesión del Marqués de Borgomanero (ex-embajador español en Londres y en aquel entonces embajador en Viena), considerado un auténtico entendido en la corte inglesa, para obtener el apoyo del rey Jacobo II. Pasaría a la historia para siempre como "le duc sans duché", aunque su descendencia llevaría a la dinastía de los Lorena a lo más alto de la política internacional, al casarse su nieto Francisco Esteban de Lorena con la hija del emperador Carlos VI, María Teresa, futura emperatriz María Teresa I, y ser él elegido Emperador en 1745. Ambos darían lugar a la dinastía de los Habsburgo-Lorena, que regirían el Imperio, y posteriormente Austria-Hungría hasta de la disolución de ésta tras la Primera Guerra Mundial.

Mientras tanto, su primo Carlos Enrique de Lorena, Príncipe de Vaudémont seguía padeciendo la falta de moderación y la imprecisión paternas, y se veía obligado a permanecer en la sombra esperando su oportunidad tanto como para no permitirle materializar el sueño de poseer un estado a pesar de sus múltiples intentos en todos los sentidos. La situación no parecía dejar esperanzas concretas, pero, a pesar de todo, los Vaudémont seguían buscando apoyo y esperando que llegara alguna ocasión favorable. Nada se subestimaba, todo se intentaba, y por ejemplo, su mujer, la princesa Ana Isabel, impresionada por los sermones del padre capuchino Marco d'Aviano (2), pero también por su fama de sanador y su profunda religiosidad, le escribió en 1681 contándole los peligros en los que se hallaba Flandes ante la amenaza francesa y confiándole que "tutti i negozi della nostra famiglia stanno ancor in maggior confusione et in tal ansietà che non lo posso esprimere". La angustia expresada en estas palabras demostraba que los Vaudémont esperaban todavía algún balance positivo en sus asuntos dinásticos.

En los años inmediatamente precedentes a esta carta, los dos primos Lorena aparecían ya encauzados en caminos paralelos (uno en el ejército de los Austrias españoles y el otro en el de los Austrias de Viena), siguiendo así el camino que dictaba la tradición seguida por otros muchos aristócratas europeos, algunos hijos de dinastías locales, que habían servido con dedicación y constancia en las dos cortes habsbúrgicas. De este modo, también para los Lorena, pese al difícil periodo que la dinastía atravesó en el siglo XVII, el cursus honorum se nutría de las vías ya conocidas: el Príncipe de Vaudémont pasó a servir en el Ejército de Flandes, destacando durante la Batalla de Seneffe (1674), lo que llamó la atención del estatúder Guillermo de Orange (futuro rey Guillermo III de Inglaterra), que dirigía el ejército holandés, aliado de España, en su lucha contra Luis XIV, siendo desde entonces uno de sus hombres de confianza en los ulteriores conflictos bélicos.

2. El Príncipe de Vaudémont con vestimenta militar, obra de Du Chatel.
En 1675 Vaudémont recibiría el Toisón de Oro y en 1682, en plena Guerra de las Reuniones, fue nombrado capitán general de la caballería del Ejército de Flandes, uno de los cargos más importantes de todo el sistema militar español. Se mantuvo en ese puesto desde 1682 a 1686, cuando fue nombrado maestre de campo general, en unos años durísimos para los Países Bajos españoles, ya que a la Guerra de las Reuniones le siguió la llamada Guerra de la Liga de Augsburgo o de los Nueve Años (1689-1697).

Atormentado por molestos trastornos de salud, el Príncipe de Vaudémont fue con su mujer a Italia, con toda seguridad en la primavera de 1690 y de 1692, buscando en la suavidad del clima alivio para la grave afección bronquial que sufría desde 1682.

A pesar de sus problemas de salud, y como comentábamos anteriormente, participó en la Guerra de la Liga de Augsburgo que las potencias europeas aliadas, entre las que se contaba la Monarquía Hispánica, libraron contra Luis XIV, participando en algunos de los hechos de armas más destacados como el Sitio de Namur (1695). En aquella ocasión, Vaudémont se encontró de nuevo bajo el mando de Guillermo de Orange, un viejo compañero de armas, que se hallaba al mando de las tropas aliadas en los Países Bajos. Guillermo, marido de María Estuardo, hija del depuesto Jacobo II, se había convertido en 1688 en Rey de Inglaterra; los orígenes continentales y concretamente holandeses del nuevo soberano hicieron que fueran bastantes los oficiales de carrera y los aristócratas europeos que pudieron presumir de su entrada en la corte de St. James, o de su directa relación con el Rey de Inglaterra para pedirle que los apoyara durante las negociaciones de paz o con ocasión de los numerosos pactos internacionales que las potencias acordaron sobre el problema de la sucesión española entre 1697 y 1702, fecha de su fallecimiento. Como se ha señalado, la influencia del nuevo Rey de Inglaterra en la corte de Madrid fue muy útil para Vaudémont y para la concreción de sus aspiraciones.

Por otra parte, Vaudémont tenía tanto proyectos dinásticos como ambiciones personales, y para llevarlos a cabo tenía que ampliar las instancias de representación de sus intereses . A partir de 1696, a su amistad con el Rey de Inglaterra se le sumó la del poderoso don Juan Tomás Enríquez de Cabrera, Conde de Melgar y Almirante de Castilla, antiguo gobernador del Milanesado y virrey de Cataluña, y uno de los políticos más influyentes de la corte de Carlos II, con el cual estableció una sólida amistad. Estar en su círculo representó, por lo menos hasta 1699, formar parte de aquella facción de la Corte que apoyaba la sucesión dentro de la Casa de Austria, lo que significaba volver también a una más estrecha alianza con el Imperio, de la que el padre de Vaudémont se había separado treinta años antes, de hecho, su hijo, Carlos Tomás, nacido en 1670, fue encaminado a la carrera militar en las filas imperiales.

En este contexto de redes político-militares, situarse bajo la protección del Almirante significaba para Vaudémont contar con otro personaje poderoso que le apoyase en su lucha por lograr una solución sobre los títulos y territorios que le correspondían. En cambio, para el Almirante de Castilla, tener de su parte a un personaje como Vaudémont significaba ampliar el entramado de su círculo a una esfera internacional, expandir las relaciones y su propia influencia en Flandes y en la aristocracia europea, desarrollar los lazos con Viena y con Londres. Sorprende el tono franco y amistoso que caracteriza la correspondencia entre ambos: con un estilo insólito para la época, se tutean, el Almirante firma siempre sus cartas con el lema "tuyo hasta morir" y garantiza su propio apoyo, el de la reina madre doña Mariana de Austria y, a través de ella, la intercesión de Carlos II; le pide en cambio a Vaudémont simples recomendaciones para algún que otro soldado, pero en realidad recibe también mucha información sobre lo que está ocurriendo en los Países Bajos. El 11 de abril de 1696 asegura que Carlos II tiene intención de ayudarlo, dos meses después aparece el proyecto, probablemente sugerido por el propio Vaudémont, de proponerlo como gobernador de Milán, aunque por el momento el Almirante consideraba que era más útil que permaneciese en los Países Bajos y que no era conveniente que se alejase, quizás deseando que ejerciera un control sobre Maximiliano de Baviera, entonces gobernador de los Países Bajos, que ya se había delatado manifestando su propio protagonismo y su propia autonomía. Se sabe que Vaudémont aspiraba a ir a Italia, país del que amaba el clima y en el que esperaba reponerse de sus problemas de salud. Con la península italiana tenía lazos familiares y amistosos (3), además en 1697 intentó activar todos los canales que tenía a su disposición para que los diversos representantes de las potencias reunidas en el congreso de Ryswick tuvieran en cuenta su caso como sujeto con intereses en la Lorena: era esencial conquistar el derecho a ser tomado en consideración en las negociaciones de los acuerdos internacionales. Además, ahora que Carlos V de Lorena había muerto (1690), y dado los múltiples cambios que habían caracterizado a la generación precedente, cabe pensar que Vaudémont albergaba en secreto la esperanza de que se revisara la legitimidad de su sucesión o de que se creara para él un espacio dentro de los proyectos para el reparto de la herencia española.

(CONTINUARÁ)

Notas:

(1) Para saber más sobre el asedio turco de Viena de 1683 véase mi serie de entradas "La última cruzada de España: el sitio de Viena de 1683 y la conquista de Buda en 1686".

(2) Ana Isabel de Elboef había conocido al padre Aviano junto con su marido precisamente en Innsbruck, en la corte de sus primos, los duque de Lorena Carlos V y Eleonora María, gobernadores del Tirol como dijimos anteriormente.

(3) Una tía de Vaudémont, Enriqueta, se había casado con Francesco Grimaldi, cuya hermana Antonia María a su vez se había casado con Gerolamo Litta (1633-1707). Después de su muerte, su hijo Alessandro Litta, se puso al servicio de la cuñada de Vaudémont, Enriqueta de Elboef, mujer del duque de Mantua Ferdinando Carlo Gonzaga, fallecido en 1708 bajo la acusación de traición. Por sus vínculos amistosos Vaudémont podía contar, entre otros, con el conde Carlo Borromeo Arese, que ayudó a Litta a escoltar a la duquesa de Mantua en su fuga a Bellinzona, acogiendo a ambos en la Isola Bella y quizás también por la fuerte relación de amistad que desde siempre había unido a su hijo Giovanni Benedetto con Alessandro Litta. La princesa de Vaudémont, por su parte, siguió manteniendo una intensa correspondencia con la marquesa Biumi todavía durante muchos años después de marcharse de Milán.


Fuentes:

Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Prevenir la Sucesión. El Príncipe de Vaudémont y la red del Almirante en Lombradía". Estudis: Revista de historia moderna. Nº 33, 2007.

* Cremonini, Cinzia: "El Principe de Vaudémont y el gobierno e Milán durante la Guerra de Sucesión Española", en "La pérdida de Europa. La guerra de Sucesión por la Monarquía de España" (ed. Antonio Álvarez-Ossorio, Bernardo J. García García y Virginia León). Fundación Carlos de Amberes, 2007.