martes, 21 de abril de 2015

Los retratos dobles de Mariana de Austria y Carlos II (PARTE II)

Detalle del retrato de doña Mariana de Austria por Juan Bautista Martínez del Mazo (1666). National Gallery de Londres.

En el retrato de doña Mariana de Austria, obra de Juan Bautista Martínez del Mazo que vimos en la parte primera de esta entrada, la Regente aparece por primera vez como viuda Esto no supone ninguna innovación sino que se seguía la tradición de la Casa de Austria para la iconografía de sus reinas viudas desde tiempos de Margarita de Austria y María de Hungría, tía y hermana respectivamente del emperador Carlos V. Una imagen de viudedad que era símbolo de ejemplaridad y de fidelidad y lealtad al monarca fallecido, del que la Regente ha recibido la legitimidad de su poder y autoridad para el gobierno de la Monarquía. Fidelidad a los deseos de Felipe IV expresados en su testamento, que se reforzaría simbólicamente por el perrillo mansamente tendido a sus pies.

Doña Mariana se sitúa en el Salón de los Espejos, espacio que desde su construcción fue empleado por Felipe IV como lugar emblemático en el que concedía audiencia a príncipes, embajadores y personajes de elevado rango ,audiencias en las que estaba ausente la Reina consorte. Sin embargo, puesto que ahora es ella la legítima gobernante hasta la mayoría de edad de Carlos II, también recibe a los personajes más relevantes en el mismo espacio. 

Por otra parte, la Regente aparece sentada en un sillón de brazos tapizado de terciopelo negro debido al luto de la Corte, atributo de su elevada condición y estatus y, aunque no es frecuente en la tradición del retrato regio hispano que un rey aparezca sentado, alude aquí directamente al desempeño de las funciones de gobernante ejercidas por doña Mariana de Austria, pues la silla era utilizada por la Reina en contadas ocasiones o ceremonias, siendo el uso habitual de la Corte que las mujeres se sentasen en el suelo sobre cojines o almohadones. Circunstancia que viene subrayada por el hecho de que, además, la Regente sostiene en su mano un documento, quizá una consulta, atributo inequívoco de su cometido, pues sin su firma carecían de validez jurídica los decretos emitidos por la Junta de Regencia instituida por Felipe IV, según estipulaba el testamento de éste: “Los despachos que Yo suelo y acostumbro firmar, ha de firmar la Reyna en el mismo lugar que yo lo hago; y las resoluciones que tomare en las consultas assí en materias de paz, como de govierno, gracia y justicia y órdenes que embiare se han de executar de la misma manera que si Yo viviendo las resolviera”. El hecho de aparecer aislada del resto de figuras, parece indicar la soledad en la pesada carga del gobierno que doña Mariana ejerce de manera personal sin apoyarse en valido alguno, obedeciendo así los deseos testamentarios de Felipe IV.

Sin embargo, se sabe que ni la Reina tenía su despacho en el Salón de los Espejos ni recibía allí a la Junta. La deliberada alteración responde, por tanto, a la intención de representarla en dicho espacio por la enorme carga que había adquirido el salón como símbolo del poder que desde él se irradiaba. Por otra parte, el modo como se da a entender que se halla en aquel recinto resulta peculiar pues, a diferencia de los posteriores retratos de Carreño de Miranda, en donde se representan los muebles que dieron nombre al salón, nada aquí lo permite identificar, salvo el ingenioso detalle de mostrar la sala contigua, la conocida como Pieza Ochavada, que aclara la ubicación de forma indirecta.

La información determinante para poder identificar la sala del fondo y, por deducción, también la del primer plano, la proporciona una de las esculturas de bronce de la serie de los Siete Planetas, en concreto la de Venus o la Luna, realizadas por Jacques Jongelinck y que fueron regaladas por el Cardenal Infante don Fernando a su hermano Felipe IV para la decoración del Palacio del Buen Retiro, donde se instalaron en 1637, siendo posteriormente, en 1647, trasladados al Alcázar, donde Velázquez les había asignado una nueva ubicación en la Pieza Ochavada junto a algunas estatuas que había traído de Italia y otras que estaban ya en la colección real, como unas cabezas de bronce que se colocaron sobre los frontones de las puertas de los chaflanes, uno de los cuales podemos observar en el retrato de Mazo.

Pero el hecho más importante y que dota de mayor legitimidad al retrato y, por tanto, al poder de doña Mariana, es que se represente al rey-niño Carlos II en el fondo de la escena, en cuyo nombre ésta gobierna. Por otra parte, que Carlos II aparezca expresamente atendido por mujeres, muestra su dependencia de la Casa de la Reina, en cuyos apartamentos de hecho vivía y era servido. Efectivamente, al morir Felipe IV, su Casa se transformó y adaptó a la nueva situación integrándose, tal como deseaba el Rey en su testamento, en la dela Reina , en torno a la cual se articulará ahora toda la intrincada y sinuosa política de Corte. Dicho cambio resultó de trascendental importancia para las mujeres que estaban al servicio de la Reina, cuya situación, funciones, poder e influencia mudaron con la misma rapidez que las de la Regente, adquiriendo ahora una preeminencia que les llevó a las más altas cotas en el ejercicio del poder informal que se desarrollaba en los círculos de acceso a las personas reales y, con ellos, al patronato y favor regio. Entre todas ellas cabría destacar, sin duda, al aya de Carlos II, la Marquesa viuda de los Vélez, María Engracia de Toledo y Portugal.

El hecho de que el aya esté representada sosteniendo los cordones que al parecer se utilizaban para ayudar al pequeño Carlos II a mantenerse en pie, trasmite otra de las funciones que otorgaba a Mariana el testamento de Felipe IV: no sólo es Regente y Gobernadora, sino también, tutora, custodia y responsable del cuerpo físico del Rey y, con ello, de la Monarquía que él representa, pues no es capaz aún de sostenerse sin su ayuda.

De este modo el retrato se convierte en un verdadero alegato en favor de doña Mariana, mostrando el desempeño de sus nuevas funciones y responsabilidades como gobernante y regente de hecho y de derecho. De ahí la presencia perfectamente calculada del rey-niño, que atestigua y valida los derechos y legitimidad dinástica de doña Mariana para ostentar un poder y autoridad ejercidos de modo legítimo, en función de los expresos deseos de Felipe IV y en nombre de su hijo el rey Carlos cuya necesidad de ser tutorado y asistido justifica por sí misma la deseabilidad de la Regencia.


CONTINUARÁ...

Fuentes: 

*Pascual Chenel, Álvaro: "Retórica del poder y persuasión política. Los retratos dobles de Carlos II y Mariana de Austria". Goya: Revista de arte, nº 331 (2010).

*Pascual Chenel, Álvaro: "El retrato de Estado durante el reinado de Carlos II. Imagen y propaganda". Fundación Universitaria Española (2010).

4 comentarios:

  1. Todo un lenguaje milimétricamente estudiado para comunicar lo que se pretende. Nada es casual. Es un mensaje completo al espectador.
    Un saludo.

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    1. El retrato barroco de corte era, como dices, un mensaje en clave que el espectador tenía que descifrar y que siempre hacía referencia a temas históricos, mitológicos y de buen gobierno.

      Un saludo

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  2. Con el tema de la viudedad regia representada en el retrato aúlico me has recordado a la escultura de María de Habsburgo realizada por Leoni en la que aparece con tocas de viuda, en efecto. Con lo cual el modelo a seguir era relativamente reciente. También se podría hacer referencia a Juana de Austria, hermana de Felipe II, aunque en este caso se la representó con vestidos de luto, sin toca. La singularidad de Mariana de Austria es que llegó a ser regente del reino en la minoría de edad del rey, situación que no se había producido desde la Edad Media, si mal no recuerdo, por lo que había que crear un lenguaje nuevo y singular, repleto de alusiones al poder detentado sin olvidar la figura del rey-niño.
    Un beso

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    1. Ese bronce de María de Hungría se encuentra en el Prado y es, sin duda, una de las máximas expresiones de esa viudedad católica y fiel. María, hermana de Carlos V, fue un referentes dentro de la Casa de Austria, en especial para su sobrino Felipe II y, por tanto. para todos sus sucesores. Buen gobierno y fidelidad a la dinastía hasta el último de sus días.

      Un beso

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