martes, 6 de octubre de 2015

Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte III)

1. Palacio de la Alhambra, residencia de Fernando de Valenzuela durante su estancia en Granada.

A principios de 1676 Valenzuela llegó a Vélez Málaga, "a servir el Puesto de Capitán General de la Costa", como indicó en una carta dirigida al nuevo Duque de Pastrana, don Gregorio de Silva y Mendoza. En febrero y marzo residió en la ciudad de Granada ejerciendo el puesto de Capitán General de la Costa y Reino de Granada. El Marqués de Villasierra, como sus predecesores en el cargo, se albergó en el Palacio de La Alhambra. Durante las semanas que permaneció en Granada la tensión política se incrementó de forma sustancial en la ciudad. Valenzuela se enfrentó con el regimiento de la ciudad y con la Chancillería por cuestiones de tratamiento. No era nuevo que los capitanes generales chocasen con la Chancillería y el gobierno municipal por distintos motivos, incluida la superioridad municipal. En estas urbes los poderes togado, municipal, eclesiástico y militar rivalizaban por la precedencia, de acuerdo con los paradigmas consustanciales a las sociedades del Antiguo Régimen. En el caso de Valenzuela, el factor novedoso consistió es la ostentación pública del favor de la Reina.

Desde su estancia en Granada, se hizo manifiesta una nueva prioridad en la trayectoria de Valenzuela: la pugna por la preeminencia. Valenzuela había disfrutado en los últimos años de la minoría de edad de Carlos II de un poder cada vez más amplio. Había mediado en la provisión de puestos y mercedes, convirtiéndose en un elemento decisivo en la canalización del patronazgo regio. En un principio sus gestiones eran más o menos ocultas, dando lugar al apelativo de "duende" por el misterioso origen de la influencia en las decisiones de la Regente y por frecuentar a horas tardías la cámara de doña Mariana. Entre 1671 y 1672 Valenzuela era conocido sobre todo entre los negociantes y pretendientes del Real Alcázar, además de por los embajadores y representantes diplomáticos a los que trataba por su oficio de conductor. Desde 1673 comenzó su ascenso más público, en el ámbito de las casas reales. Entre 1674 y 1675 asumió su papel protagonista en la distribución del patronazgo regio. En su trayectoria en 1676 prevaleció el objetivo de pasar de ser árbitro de las mercedes a tener un cometido decisivo en la dirección política de la Monarquía. Valenzuela pretendía trasladarse de la esfera de patronazgo a la del gobierno universal. No bastaba con tener poder, sino que aspiraba a revestirlo de autoridad. Hasta entonces, los aristócratas, ministros y pretendientes identificaban a Valenzuela con la figura del medianero y conseguidor, un trujamán encumbrado por el favor de la Reina. Era la vía del oro, que le permitió lucrarse y acumular un patrimonio considerable. Pero desde noviembre de 1675, cuando recibió el título de Marqués, aspiraba a priorizar el honor sobre el útil. En 1676 la vía del oro se eclipsaba, mientras ascendía la retórica del servició a los reyes. El medianero del favor, optaba al ministerio supremo. El pícaro, como se le caricaturizaba en numerosos escritos, podía llegar a transformarse en primer ministro de la Monarquía.

La paradoja de esta metamorfosis era la debilidad latente de la posición de Valenzuela. El duende dependía del poder de su señora, la reina Mariana. Durante la minoría de edad del Rey, la Reina gobernadora asesorada por la Junta de Regencia tenía plena capacidad legal para ejercer la soberanía. El testamento de Felipe IV era la piedra angular del sistema de la Regencia. La Reina gobernadora, tutora y curadora, pero su posición jurídica era sólida frente a los intentos de don Juan José de Austria. A partir del 6 de noviembre de 1675 la situación había cambiado de forma irreversible. Aunque doña Mariana se hubiese impuesto en el pulso faccional, Carlos II ya era mayor de edad y comenzaba su gobierno personal. La prolongación de la labor de la Junta de Regencia y de los poderes de la Reina tan solo enmascaraban el hecho objetivo de que llegaban nuevos tiempos, en los que más tarde o más tarde se impondrían el soberano y su entorno. Desde la creación de la Casa del Rey en diciembre de 1674, se había configurado en torno a la cámara un partido del monarca, tejido en la complicidad cotidiana de Carlos II con su Sumiller de Corps, el VIII Duque de Medinaceli, y algunos de sus gentileshombres de cámara. Eran los "amigos" del Rey. Aristócratas interesados en las oportunidades que se habría con la mayoría de edad. La misma dinámica que había gestado valimientos cuando Felipe III y Felipe IV eran príncipes. El partido del Rey consideraba a Valenzuela un instrumento para obtener mercedes, una anomalía que quedaría atrás cuando Carlos II comenzase a tomar las decisiones por sí mismo. En 1676 cuando tuvo lugar el conflicto abierto entre el partido de la Reina y los hombres de confianza del Rey, a beneficio de terceros situados en la oposición política, como don Juan José y sus partidarios.

Cuando la tensión había alcanzado cotas máximas en Granada, el Marqués de Villasierra abandonó la ciudad pata regresar a la Corte, con el pretexto de recoger a su esposa. Con la entrada de incógnito de Valenzuela en Madrid a principios de abril de 1676 se inició un periodo decisivo en el reinado de Carlos II. La "execrable elevación" de Valenzuela como la denominaron los Grandes de España, duró ocho meses. En ese periodo se pusieron a prueba los mecanismos estructurales del gobierno de Corte. El Real Alcázar y los reales sitios se convirtieron en un laboratorio en el que se ensayaron diversas fórmulas políticas. Su interés radica en la versatilidad y complejidad del proceso que llevó a Valenzuela a ejercer el puesto de Primer Ministro, y en las fuerzas sociales que se movilizaron para acabar con el poder de la reina doña Mariana de Austria.

Fernando de Valenzuela era el favorito de la Regente, pero no gozaba de la gracia de Carlos II. A partir de abril de 1676 el diseño de doña Mariana fue reforzar el papel de Villasierra en las casas reales, como paso previo a su acceso al ministerio supremo.

A finales de marzo circulaban por la ciudad de Granada multitud de rumores sobre una posible partida del Capitán General. Valenzuela se ocupada de instrumentalizar estos rumores para desorientar la opinión común, dado que su criado más afín, Nicolás Ibáñez de Zabala, difundió la especie de que el destino era Cádiz, mientras que otros comentaban que regresaría a Vélez. El 27 de marzo a medianoche salió en caballo el Marqués de Villasierra del Palacio de La Alhambra, acompañado de su capellán y un séquito reducido, compuesto por sus cuatro criados, cuatro militares y seis soldados. Al día siguiente dos carrozas cargadas con su equipaje partieron del palacio hacia Madrid, siguiendo la ruta de Jaén. El destino de Villasierra era la Corte. Se llevaban todos sus vestidos y ropa "sin dejar en la ciudad ni un clavo", así como los animales de su caballeriza. El Capitán General no preveía regresar en una plazo corto a su destino militar en La Alhambra.

La ciudad de Granada amaneció inundada de especulaciones. ¿A dónde se dirigía Villasierra? Al confirmarse que el destino era Madrid, las conversaciones se centraron en el porvenir del conflictivo Marqués. Unos pensaban que intervendría en una junta sobre los enfrentamientos que habían tenido lugar con la Chancillería y el cabildo municipal, otros que ayudaría a preparar la jornada real a Aranjuez, y no faltaban quienes que consideraban que podía optar a la mayordomía mayor del Rey, dado que su titular, el Duque de Alburquerque estaba moribundo. El destino de Valenzuela en los mentideros granadinos se asociaba con los reales sitios y las jefaturas de las casas reales.

A mediados de marzo ya circulaban por Madrid rumores sobre la posible concesión a Villasierra de una licencia de dos meses para acercarse a la Corte. Durante los tres meses y medio de ausencia la Reina continuó guardando las espaldas a su criatura en el Real Alcázar y procurando su retorno. Ya desde finales de enero los negociantes advirtieron cómo doña Mariana retrasaba adoptar resoluciones en asuntos relevantes, como la promoción de nuevas Grandezas de España,a la espera de conocer el criterio de Valenzuela. Desde el Reino de Granada Valenzuela tejió una red de apoyos en el seno de la aristocracia cortesana que le permitiría sostener la opción del regreso.

CONTINUARÁ...


Fuentes:

1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.

2. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos años en la ciudad de México (1678-1692)". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.

3 comentarios:

  1. Además de advenedizo, intrigante, manipulador y, por supuesto, con más enemigos que partidarios, cabría añadir, si bien esto no es nada científico, algo "gafe y cenizo". Y si no que le pregunten al caballo que lo despachó.
    Un saludo.

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  2. El Duende de Palacio solía, imagino, presentarse en la cámara real a altas horas para no ser detectado por los lenguaraces de la corte, lo cual daría lugar a pábulos relacionados con el buen nombre de la reina. En todo caso las maledicencias provendrían de la envidia de ciertos Grandes por no haber adquirido tan alta influencia en quien dominaba hasta ese momento las riendas del poder.
    Un beso

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  3. Es la historia de una trepa en toda regla, regalar los oídos de la reina de mucho le valió, con el poder en sus manos, conceder mercedes y contentar al pueblo hicieron el resto. Pero eso era imposible de mantener indefinidamente. Don Juan José y muchos grandes descontentos acechan. Se vislumbra el final..., que supongo nos contará.
    Un saludo.

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