martes, 9 de agosto de 2016

Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte X)

1. Retrato de don Juan José de Austria dentro del libro de Gaspar Sanz "Instrucción de música sobre guitarra española". Zaragoza, 1674. BNM.


Al poco de publicarse el famoso Manifiesto de los Grandes, Valenzuela se retiró a El Escorial junto a su mujer embarazada y sus dos hijas, acompañado por una escolta de veinte "chambergos". Allí Villasierra quedaría amparado por el asilo eclesiástico. Sin embargo. el Consejo de Estado recomendaba al Rey alejarle incluso aún más:

"el primer paso que se debe dar es apartar y asegurar la persona del marqués de Villasierra, porque estarse en El Escorial, no es tan apartado y asegurado...que Vuestra Majestad le mande salir de San Lorenzo, y que un alcalde, u otro sujeto le lleve al Alcázar de Segovia...".

Con todo, y después de haberse decantado el Rey finalmente por la localidad escurialense, enviaría una carta el 23 de diciembre al padre fray Marcos de Herrera, prior del Real Convento, pidiendo que allí fuese recibido y acogido don Fernando de Valenzuela:

"Venerable y devoto fray Marcos de Herrera, prior del convento Real de San Lorenzo. En caso en que don Fernando de Valenzuela, marqués de Villasierra vaya a ese convento, os mando le recibáis en él y le aposentéis en los aposentos de Palacio, que le señalaron cuando yo estuve en ese sitio, asistiéndole en todo cuanto hubiere menester para la comodidad y seguridad en su persona y familia, y para los demás que pudiere ofrecérsele, con el particular cuidado y aplicación que fío de vos en que me haréis servicio muy Grande".

Por otra parte, en la semana anterior a Navidades la reina doña Mariana de Austria intentó desesperadamente defenderse ordenando en reiteradas ocasiones al presidente del Consejo de Castilla, apresar a los cabecillas de la conjura: Alba, Osuna y Medina-Sidonia. Desde una postura desafiante, los tres hicieron saber que estaban armados y dispuestos a defenderse. No obstante, el presidente, el Conde de Villaumbrosa, se negó a ejecutar la orden. movido, probablemente por su repulsa tanto a Valenzuela como al comportamiento de la Reina en el otoño de 1676, así como por el temor a una guerra civil.

Mariana de Austria echó mano de lo único que creía capaz de controlar la situación: llamar al Arzobispo de Toledo y Primado de España, el cardenal Pascual de Aragón, a la capital, donde haría su entrada el 24 de diciembre. Después de 11 años de regencia, la Iglesia y la nobleza, recuperaban el poder perdido y se hacían dueños de los acontecimientos políticos.

2. Retrato de don Pascual de Aragón, obra de Alberto Pérez (1678).

El prestigio de don Pascual de Aragón se mantenía intacto y su poder sobre la Iglesia castellana era enorme, No obstante, como ya en otras ocasiones, no se sintió capaz de asumir el Gobierno que se le ofrecía. En su lugar, se creó una Junta en los días de Navidad en la que él, el Almirante de Castilla, el Condestable, el Duque de Medinaceli, el Rey y doña Mariana trataron de manejar el curso de los acontecimientos.

Pero los ánimos en Madrid estaban totalmente agitados, el rearme del Palacio impulsado por Valenzuela y el revuelo de las masas populares hicieron temer lo peor. Algunos de los conjurados y, sobre todo, don Pedro de Aragón (hermano del Arzobispo de Toledo) no resistieron la tensión y comenzaron incluso a aproximarse de nuevo a Valenzuela y la Reina. No obstante, la resolución de los otros, principalmente de Alba, Osuna y Medina-Sidonia, no dejaba cabida a otras solución que no fuera la fijada por los Grandes.

Por consejo de don Pascual de Aragón y del Almirante, Carlos II acabó enviando el 27 de diciembre el siguiente billete a su hermano don Juan José de Austria:

"Don Juan de Austria, mi hermano: Habiendo llegado las cosas universales de la Monarquía a términos de necesitar de toda mi aplicación y dar cobro ejecutivo a las de mayor importancia, en que os hallo tan interesado; debiendo fiar de vos la mayor parte de mis resoluciones; he resuelto ordenaros vengáis sin dilación alguna a asistirme en tan grave paso, como lo espero de vuestro celo a mi servicio, cumpliendo en todas las circunstancias de la jornada lo que es tan propio de vuestras obligaciones".

Al mismo tiempo, la reina doña Mariana enviaba al Príncipe una carta en la que ratificaba la orden de su hijo con un requerimiento en los mismo términos:

"Don Juan, mi primo: El Rey, mi hijo, ha resuelto, como entenderéis por la que os escribe, que vengáis luego a asistirle al expediente de los negocios universales; y yo he querido deciros de cuánto agrado y gusto me será que lo ejecutéis con la brevedad que solicita el estado de las cosas de la Monarquía, como lo fío de vuestro celo é intención: pudiendo aseguraros de lo que siempre atenderá a todo lo que fuera de vuestra mayor satisfacción".

Sin embargo, a diferencia de 1669 y 1675, don Juan José no veía con demasiada confianza su marcha a Madrid. Ya había visto frustrada en dos ocasiones su esperanza de servir como Primer Ministro de Carlos II, de ahí que, al contrario de lo que cabría esperar, éste se hubiera pasado los meses anteriores entregado plácidamente a otras ocupaciones, manteniendo sólo de manera esporádica contactos con Madrid. En secreto, sin embargo, Su Alteza, desde Zaragoza, hizo todos los preparativos oportunos para poder dar una pronta respuesta a las posibles señales que llegaran a Madrid. De ayuda le serviría ahora la posición que se había forjado en sus años de virreinato en Aragón, como padrino de la nobleza y del tercer estamento. Empezó a reunir soldados y pertrechos, se hizo con el control de la línea postal entre Cataluña, Aragón y Madrid, y avivó su apoyo a los diputados del Reino,

También en Cataluña don Juan pudo comprobar que la mayoría de los soldados estaban de su parte. Los jinetes catalanes a las órdenes de don Gaspar de Sarmiento representaban un importante refuerzo para las tropas juanistas. Bajo su enérgico mando, los jinetes marcharon rumbo oeste en continua afluencia hasta que el Príncipe hizo parada en Ariza al fin de organizar sus unidades.

Los datos discrepan a la hora de ponderar la fuerza y el número de su tropa: 3.000 soldados de infantería y 1.000 de caballería le atribuiría un cronista adverso; 7.500 y 1.600 son las cifras aportadas por un seguidor del Príncipe. En Madrid corrían rumores de que llevaba consigo hasta un total de 15.000 hombres; aunque ya poco después después se decía que sólo eran 1.000 soldados de infantería y 600 de caballería.

Al parecer, don Juan fue considerando cada vez más la idea de reducir su escolta, pues, por un lado, desconfiaba de la fuerza de una tropa demasiado heterogénea y, por otro, no quería entrar en la capital  como un "golpista", sino como aquel que había sido llamado por Carlos II. Cuando acampó finalmente en Hita (un territorio del juanista Duque del Infantado, al noreste de Guadalajara), sus soldados eran seguramente muchos menos de los que tenía en Ariza.

Hasta Hita se desplazaría don Pascual de Aragón para tratar allí con don Juan los detalles de su entrada en Madrid y pedirle que "deshiciese la gente", a lo que el Príncipe impuso dos condiciones: la prisión de Valenzuela y la extinción de la Guarda Chamberga.

CONTINUARÁ...


Fuentes:

1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.

2. Castillo Soto, Josefina: "Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV): Su labor política y militar". UNED, 1991.

3. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos años en la ciudad de México (1678-1692)". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.

4. Ruiz Rodríguez, Ignacio: "Don Juan José de Austria en la Monarquía Hispánica. Entre la política, el poder y la intriga". Dykinson, 2007.


1 comentario:

  1. Cuando la situación no tenía remedio avisar a don Juan José parecía la panacea de todos los problemas. Mientras tanto se le tenía proscrito y en total abandono, por miedo a un posible afianzamiento de su poder. La política es compleja y la revuelta del pueblo de Madrid no hacía viable otra soclución.
    Un beso

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