sábado, 1 de octubre de 2011

Estatuaria carolina (X): el Carlos II ecuestre de Foggini en el Museo del Prado


1. Carlos II ecuestre en bronce, obra de Giiovanni Battista Foggini (1698). Museo del Prado de Madrid.

Como se ha venido viendo a lo largo de la serie “Estatuaria carolina”, resulta curioso a la vez que relevante que todos los retratos ecuestres esculpidos de Carlos II procedan del ámbito italiano, continuando la peculiar relación entre la Casa de Austria y la escultura italiana desde la época de los Leoni. Al tiempo, son un excelente ejemplo que ilustra de manera expresiva cómo el arte suponía un eficaz instrumento en las relaciones diplomáticas.

La obra que hoy protagoniza esta entrada se trata de un pequeño bronce dorado de 65 cm de altura (97 cm incluida la base) colocado sobre una peana de madera dorada presente en el Museo del Prado de Madrid (actualmente situada en la planta baja, en la cámara donde se custodia el denominado “Tesoro del Delfín”), obra de Giovanni Battista Foggini (1652-1725). La obra representa a Carlos II a la edad de unos 15 años según el profesor Álvaro Pascual Chenel, convenientemente idealizado con un carácter heroico, vestido “all’antica”, como si de un emperador romano se tratase. Lleva túnica corta, loriga y fantasiosa banda que, enrollada en la cintura y plegada sobre el brazo y el hombro izquierdos, cae sobre la espalda, creando sugerentes pliegues que parecen volar agitados por el viento. Luce el Toisón de Oro sobre el pecho, colgando de una cinta. En la diestra porta la bengala o bastón de mando, mientras que con la izquierda sostiene las riendas del caballo que realiza la posición de corveta con las patas delanteras alzadas. Al cinto, luce espada.

En el inventario de Carlos II realizado a su muerte en 1700 se describe un conjunto escultórico existente en la Galería del Cierzo del Real Alcázar en los siguientes términos:

Una peana de ébano quadrada prolongada Con resaltos en las esquinas de cosa de tres quartas de alto adornada con quattro figuras en las esquinas de todo Relieue de bronze dorado que representan la Herejia Con cadenas Y dos escudos, el Vno de la fachada principal de Vna piel de Leon Con letrero Y Vn muchacho Con Una Corona y en el otro del testero Vn muchacho Con Vn letrero Y en los Costtados dos tarjetas de trofeos de Guerra y ençima de dicha Peana Un Cauallo de cosa de tres quartas de largo y el Señor Rey Don Carlos Segundo (que este en gloria) a cauallo Con espada baston Y banda todo de bronce dorado y tasado por los dichos plateros y escultor en cinco mil doblones” (1).

La estatua permaneció en el Alcázar (en la misma Galería del Cierzo), donde afortunadamente se salvó del incendió que lo destruyó en la Navidad de 1734, aunque sufriendo sus trágicos efectos, pues debió de ser entonces, bien como consecuencia directa de las llamas, bien por el atropello y las prisas con que debieron ser tratados los objetos con el fin de salvarlos del fuego, cuando perdió tanto el dorado como la magnífica peana original que se mencionaba en el inventario de 1700. Así lo atestigua un inventario de alhajas y muebles salvados del incendio que se depositaron en las Casas Arzobispales y en el Oficio de la Furriera tras el siniestro, en donde figura del siguiente modo: “Un caballo de cosa de tres cuartas de largo y el Sr Dn Carlos 2º encima con espada Baston y banda todo de bronce dorado sobre una peana cubierta de ébano cuadrada prolongada y faltan los resaltos que tenia según el ymbentario antiguo” (2), descripción que repite el inventario de las esculturas del Palacio de Madrid hecho en 1747 a la muerte de Felipe V (3).

Años después, Antonio Ponz, al describir el Salón del Trono del nuevo Palacio Real borbónico, menciona como decoración del mismo una estatua ecuestre de Carlos II, añadiendo además el nombre del supuesto autor: “de este mismo autor (Lorenzo Bernino, sic] es la estatuita eqüestre de bronce dorado, que representa á Carlos II” (4). Será a partir de entonces cuando comience el mito de la atribución a Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), pues incluso Pedro Michel y Celedonio Arce, escultores de cámara, al realizar el inventario y la tasación de la esculturas de palacio iniciado tras la muerte de Carlos III, la incluyen como “una estatua ecuestre de Sr. Carlos segundo vestido á lo heroico y el Caballo á galope dorada á molido: alto dos pies y tres octabos: está sobre una peana de madera dorada. Su autor el Caballero Bernino en 210.000 [reales]” (5).
La escultura se conservó todavía durante muchos años en el Palacio Real, antes de pasar al Museo del Prado en fecha aún desconocida, pues se menciona aún en un inventario de esculturas de Palacio realizado en 1822, es decir, tres años después de que abriera sus puertas el Real Museo de Pinturas y Esculturas, aunque esta vez sin atribución alguna: “Bronce Una estatua ecuestre dorada de 2 ½ pies alto sobre pedestal de madera dorada, representa a Carlos II” (6). Posteriormente ingresa en el futuro Museo del Prado figurando en la testamentaria de Fernando VII (1834) entre las esculturas depositadas en el Real Museo. A partir de estos momentos, en los sucesivos inventarios del Prado no aparecerá más la atribución a Bernini. Así, en el de 1849, comparece con el número 214 como “estatua ecuestre de bronce dorado de Carlos 2º vestido á la Romana sobre un pedestal de madera dorado. Alto del grupo 2 p 4 pul Yd del pedestal 1 p 2 pul” (7). Con el mismo número e idéntica descripción se incluye en el inventario de 1857. Posteriormente la escultura aparece en el Catálogo realizado por Barrón, calificándolo de trabajo francés de últimos años del siglo XVII. Más tarde, en el Catálogo de 1933, se califica como “anónimo napolitano” y se pone en relación con la estatua de Giacomo Serpotta, del mismo Carlos II, realizada para la plaza del Duomo de Mesina como recuerdo permanente del triunfo sobre la rebelión protagonizada por esta ciudad entre 1674 y 1678 (ver entrada Estatuaria carolina (VIII): La estatua ecuestre de Mesina y su boceto del Museo Pepoli de Trapani”).


2. El emperador José I ecuestre en bronce, obra de Giovanni Battista Foggini (h. 1706). Bayerisches Nationalmuseum, Múnich.


En 1945 Felipe Niño publicó este bronce como obra autógrafa de Bernini, siguiendo sin duda a Ponz, y pocos años después, en 1949, Manuel Lorente la comparó con el boceto de Serpotta del Museo Pepoli de Trapani para refutar la atribución hecha por el mismo Museo en 1933, llegando a la conclusión de que se trataba de un original de Bernini.

Fue tiempo más tarde cuando Lankheit (1962) identificó la obra del Prado atribuyéndosela definitivamente a Foggini (8). Es entonces cuando comienzan algunas imprecisiones historiográficas que se vienen repitiendo en la bibliografía sobre la escultura y que merece la pena aclarar definitivamente. Se afirma que Lankheit publicó un documento de la Biblioteca Nacional de Florencia en donde se menciona dicho bronce, y también se suele indicar que en la vida de Foggini escrita por Francesco Baldinucci (1624-1696) se alude a la misma escultura. En realidad, el documento al que siempre se hace referencia en la bibliografía es, precisamente, la vida de Foggini manuscrita, pues ésta nunca fue incluida en la edición impresa de la obra de Baldinucci. Efectivamente Lankheit publicó este valioso testimonio, que ofrece preciosos datos no sólo sobre el aspecto y el autor de la obra, sino también acerca del comitente de la misma y las circunstancias y fechas de su llegada a Madrid:

Dell’anno 1698 essendo Monsig. [Giuseppe] Archinto nuncio alla corte di Toscana stato poi promosso a quella di Spagna, volendo regalare a S. Maestà secondo il solito degl’altri fece gettare in bronzo dorato dal nostro Foggini un Cavallo in parata di Corveta d’altezza d’un braccio e mezzo in circa con sopra una figura vestita all’eroica che rappresentava il ritratto di Carlo 2º Re delle Spagne, il tutto posto sopra una base d’ebano ornata di bellissimi rapporti coll’aggiunta di quattro modiglioni che adornano le quattro cantonate sopra i quali vedendosi quattro schiavi in così varie e belle attitudini, che congiunti al restante dell’opera la rendono in ogni sua parte perfetta” (9).

Esto no hacía sino confirmar la atribución hecha por el mismo Lankheit algunos años antes a Foggini, al estudiar y comparar la escultura (prácticamente idéntica) del emperador José I en Múnich (imagen 2) con la de Carlos II, así como un dibujo del escultor conservado en Dresde en el que se observan las figuras de los esclavos o prisioneros que tenía el pedestal original en cada una de las esquinas (imagen 3). Lankheit consideró que este dibujo era el boceto preparatorio para la realización del grupo escultórico de Carlos II. El grupo del emperador José I es efectivamente una réplica de la escultura de Carlos II, que fue usada por Foggini hacia 1706 para fundir de nuevo la estatua, cambiando tan sólo el rostro del monarca y manteniendo las figuras de los esclavos encadenados en el pedestal, representaciones de los cuatro continentes, dos de los cuales aún se conservan. Dicha escultura, encargada por el gran duque de Toscana Cosme III para regalársela a su yerno, el elector palatino Juan Guillermo, aparece también mencionada por Baldinucci en los siguientes términos:

Questo caballo avendolo S.A. Real veduto e stimato molto circa all’anno 1706 fecelo di nuovo gettare colla figura dell’imperator Giuseppe con la stessa rica base e con alcune belle inscrizioni nelle quattro faccie leggiadramente disposte e ornate; e fecene un nobil regalo all’Elettore Palatino Giovanni Giuglielmo suo genero che moltissimo lo gradì” (10).


Estudio para el Carlos II ecuestre, obra de Giiovanni Battista Foggini (h. 1698). Staatliche Kunstsammlungen de Dresde.


Respecto a las otras figuras que incluía la base del grupo de Carlos II, se quisieron identificar “dos figuras de dos negros cautivos” que se salvaron del incendio del Alcázar con las que debieron pertenecer en origen al pedestal del grupo de Foggini (11). Éstas aparecen descritas en el inventario de 1789 con el número 958 entre las estatuas que estaban en poder de los escultores de cámara Pedro Michel y Celedonio Arce para su restauración, considerándose que una de ellas podría recuperarse mientras que la otra “solo puede servir para fundir” (12). Quizás esa digna de conservare es la que Adolfo Venturi pretendió identificar como de Pompeo Leoni que, según él, se conservaba en el Museo del Prado (imagen 4 - izquierda) (13), muy similar a uno de los esclavos conservados del grupo de José I. Se puede suponer que fuera el mismo que recordaba Lankheit en los depósitos del Prado. De hecho, en los inventarios del Museo del Prado de 1849 y 1857 se citan “tres esclavos de bronce dorado sentados sobre un zócalo de jaspe veteado Alto 5 pul 9 lin”, que tal vez podrían corresponder a los del grupo de Carlos II. Sin embargo, su pista se pierde después, ya que ni en el Catálogo de Barrón, ni en el de 1933 ni en los posteriores se mencionan, y actualmente no se encuentran en la colección. Se desconoce, por tanto, la fuente de Venturi, así como el paradero final de dichas figuras. En la exposición “Gli ultimi Medici” (1974) se publicó como inédita una figura de esclavo en bronce atribuida a Foggini (imagen 4 - derecha) que se relacionó con el grupo del emperador José I, descartando, quizás con demasiada rapidez, la posibilidad de que hubiese podido pertenecer al de Carlos II. Desde luego las dimensiones coinciden con las de la pareja de “Mori” conservados de la base de la escultura de José I, que corresponderían a Asia y África. Mientras, este tercero presenta rasgos occidentales que harían que fuese la representación de Europa. Es posible suponer que, puesto que el retrato ecuestre de José I es una réplica del de Carlos II con el lógico cambio de rostro, lo mismo debió de suceder con el resto de figuras de la base, ya sin necesidad de cambio alguno. Así pues, las figuras de los esclavos del grupo de Carlos II debieron de ser muy cercanas, si no idénticas, tanto a las conservadas del grupo del Emperador como al tercer y cuarto modelo del “prisionero-continente” que se acaba de comentar.



4. Izquierda: Esclavo encadenado en paradero desconocido, obra de Foggini. Derecha: Esclavo encadenado (Europa), obra de Foggini. Tomasso Brothers Fine Art, Leeds.


En cualquier caso, resulta evidente que Foggini siguió muy de cerca el ejemplo que suponían los cuatro “Mori” de Pietro Tacca del monumento a Fernando I de Medici en Livorno (imagen 5) a la hora de realizar su versión o interpretación del tema.

Así pues, lo que parece demostrado es que, en 1698, Foggini realizó el bronce por encargo de monseñor Archinto al ser nombrado éste nuncio papal en Madrid, trayéndolo consigo cuando vino a ocupar el puesto para regalárselo a Carlos II.

Ahora bien, ¿Por qué el Rey parece tener unos 15 años cuando en realidad debería aparentar los 37 con que contaba cuando se produjo el encargo?

Para responder a esta pregunta es necesario situarse en el año 1676 cuando Foggini se encontraba en Roma con fines de estudio y aprendizaje, enviado allí por el gran duque Cosme III de Medici. Fue en esos momentos cuando Foggini se vio involucrado en un ambicioso proyecto escultórico proveniente de la corte de Madrid. A partir de 1674, el nuevo valido de la reina regente doña Mariana de Austria, Fernando de Valenzuela, inició una serie de obras arquitectónicas en el Alcázar que incluían todo un programa decorativo de la plaza y la fachada. Consistía éste en un proyecto propagandístico y de glorificación de la Monarquía Hispánica, con la inclusión de diferentes estatuas de los antepasados de Carlos II y, sobre todo, la colocación en la fachada del Alcázar, en 1675, de la estatua ecuestre de Felipe IV realizada 35 años antes por Pietro Tacca y hoy presente en la Plaza de Oriente (imagen 6). Sin embargo, el proyecto dinástico-propagandístico ideado por Valenzuela y doña Mariana de Austria no estaría completo hasta que una estatua de Carlos II flanquease a la de su padre. Es así que, apenas regresado Valenzuela a la Corte en 1676, acudió al Gran Duque de Toscana, Cosme III, para solicitarle la realización de una monumental escultura ecuestre de Carlos II en bronce, a semejanza de la de Felipe IV. Hace unos años se publicaron unos documentos del Archivo de Estado de Florencia que así lo atestiguan (14), reflejándose con claridad los deseos e intenciones del valido y la Regente con el fin de completar el programa decorativo y propagandístico iniciado un par de años antes. De la documentación se desprende que se consideró como el mejor artífice para llevar término dicho encargo al hijo mayor del propio Tacca, Ferdinando (1619-1686), el cual, debido al enorme trabajo que dicha labor suponía, estaría ayudado por otros dos jóvenes escultores florentinos que se encontraban en aquellos momentos estudiando en Roma. Uno de ellos era precisamente Giovanni Battista Foggini, que fue llamado de vuelta a Florencia para ayudar en la realización de la escultura. Con dicha intención, el mismo Gran Duque encarga a los escultores el estudio atento de “tutti i Cavalli più belli di Roma e di Metallo e di Marmo in ogni postura” (15), de los cuales debieron realizar múltiples diseños y dibujos, así como de otras tantas obras de arte allí presentes. La realización de esos estudios, diseños y modelos de los caballos más bellos de Roma habría de servir indudablemente para la ejecución de la estatua del Rey.

5. El monumento de Fernando I de Medici en Livorno, también conocido como de los "Quattro Mori". Obra de Pietro Tacca (1623-1626).

Se sabe que, finalmente, este ambicioso programa no llegó a culminarse nunca y que la estatua de Carlos II, comparable a la de su padre, jamás fue fundida debido a la caída de Valenzuela y el subsiguiente ascenso al poder de don Juan José de Austria. A su llegada al poder, el nuevo primer ministro comenzó su gobierno con el lógico alejamiento de sus enemigos del Rey y de la Corte, confinando a la Reina madre en el Alcázar de Toledo y exiliando a Valenzuela a las lejanas Islas Filipinas. Eliminados de la vida pública los inspiradores del programa, don Juan José quiso acabar con todo lo que tuviese que ver con sus iniciativas. Así pues, en 1677 la estatua de Felipe IV fue bajada de la fachada del Real Alcázar y colocada en su emplazamiento original en el Palacio del Buen Retiro. La idea de doña Mariana de Austria y Valenzuela de contar con una monumental estatua ecuestre de Carlos II, comparable a la de Felipe III y Felipe IV, se desvaneció y quedó en nada.


Por tanto, cabría la posibilidad de que el bronce del Museo del Prado fuera un reflejo reducido del proyecto inicial que Foggini llevara a cabo para la realización del monumento del retrato ecuestre de Carlos II en 1676. Esto explicaría el aspecto juvenil del soberano en una fecha tan tardía como la de 1698. Es decir, es probable que Foggini al recibir el encargo de monseñor Archinto, aprovechase el trabajo ya hecho hacía más de veinte años, utilizando los diseños que hiciera para la estatua de grandes dimensiones, trasladándolos ahora a escala reducida. En aquellos momentos, una vez regresado a Florencia de su estancia romana, pudo tener a algún retrato de Carlos II enviado por la corte de Madrid para que se realizase la estatua. Retrato que, con toda probabilidad, respondería los modelos de Juan Carreño de Miranda (pintor de cámara en esa época), en los que se representa a Carlos II adolescente en el emblemático Salón de los Espejos del Real Alcázar de Madrid. En aquel año de 1676 el Rey tenía exactamente los 15 años que aparenta en el pequeño bronce, lo cual, aun contando con una decorosa idealización, parece a todas luces excesivo para 1698.




6. Felipe IV ecuestre, obra de Pietro Tacca (1634-1640).


La última cuestión que es necesario abordar es la de las fuentes utilizadas por Foggini. Parece no haber duda de que los modelos utilizados por el escultor florentino responden claramente a una combinación de los de la escuela florentina, a la que el artista pertenecía y en la que se formó, con los que de joven pudo también estudiar y conocer de primera mano en la Roma de Bernini. Es evidente que de la tradición de broncistas florentinos toma el caballo en posición de corveta, alarde técnica inaugurado por Pietro Tacca para las esculturas monumentales en bronce como el monumento ecuestre de Felipe IV en Madrid. El movimiento del caballo es mucho más atemperado que el “encabritamiento” de los caballos berninianos del Constantino de la Scala Regia del Vaticano, acabado en 1668, y del de Luis XV que ya se trató en la entrada “Estatuaria carolina (IX): el Carlos II ecuestre atribuido a Bernini” . Sin embargo, el tratamiento del jinete, con el desarrollo de los paños al vuelo y la armadura a la “romana”, procede de Bernini, el cual, justo en la época en que Foggini se encontraba en Roma, terminaba el monumental Luis XIV.


Así pues, se puede decir que el bronce del Museo del Prado deriva en parte de los modelos florentinos de Giambologna (1529-1608) con el caballo al paso, siguiendo el prototipo romano del Marco Aurelio del Campidoglio, continuados y enriquecidos después por Pietro Tacca, sobre todo en lo que a la corveta y a la disposición de las cuatro figuras del pedestal se refiere, siguiendo el precedente creado por él mismo en el monumento de Fernando I de Medici en Livorno. Sin embargo, Foggini añade además, en una creación nueva, lo aprendido de la contemplación directa de los modelos berninianos en Roma. La vestimenta all’antica está tomada de Bernini, aunque Foggini incluye el detalle de las riendas, que aparecen en todos los retratos ecuestres de tradición florentina, y que Bernini obvia.

Fuentes principales:

* Pascual Chenel, Álvaro: “Algunas precisiones en torno al retrato ecuestre de Carlos II de Giovanni Battista Foggini. Relaciones e influencias”. Boletín del Museo del Prado. Tomo XXVII, nº 45, 2009.


Notas:

(1) Fernández Bayton, G.: “Inventarios Reales. Testamentaria del Rey Carlos II, 1701-1703”. Tomo I. Madrid, 1975.

(2) Archivo General de Palacio (AGP), leg. 768, exp. 10, f. 4r. Numeración de Álvaro Pascual Chenel.

(3) “Inventario de las esculturas del Palacio de Madrid hecho a la muerte de Felipe V (1747)”, nº 11457.

(4) Ponz, Antonio: “Viaje de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse, que hay en ella”. Madrid (1772-1794).

(5) Fernández-Miranda y Lozana, F.: “Inventarios Reales, Carlos III, 1789-1790”. Madrid, 1988, tomo I, nº 831, p. 86.

(6) “Inventario de las obras de Escultura esistentes en las Rles Habitaciones pertenecientes de S.M. ejecutado el 17 del mes de Junio de 1822”. AGP. Leg. 765, exp. 01, f 16r. Numeración de Álvaro Pascual Chenel.

(7) “Ynbentario general de los Reales Museos de Pintura y Escultura de S.M. mandado formar por Real orden del 1º de Febrero de 1849. Galería de Escultura”. AMP, caja 1368, leg. 114.02, exp. 2, nº 214, p.735.

(8) Lankheit, K.: “Florentinische Barockplastik. Die kunst am Hofe der letzten Medici, 1670-1743”. Múnich, 1962, doc. 48, p. 235.

(9) Baldinucci, F.: “Notizie dei professori del disegno da Cimabue in qua (1845-1847)”. Florencia, 1974-75.

(10) Lankheit, K., op cit. (nota 8), p. 235.

(11) Acton, H.: “Gli ultimi Medici. Il tardo barocco a Firenze, 1670-1743”, cat. Exp., Florencia, 1974.

(12) Fernández-Miranda y Lozana, F., op. cit. (nota 5), p. 99.

(13) Venturi, A.: “Storia dell’Arte Italiana. X. La Scultura del Cinquecento. Parte III”. Milán, 1937, p. 460.

(14) Brook, A.: “Dynastic statuary for Charles II of Spain”. Antologia di Belle Arti. Nuova Serie, La Scultura, vol. II, 1996, núms. 52-55, pp. 115-125.

(15) Brook, A.: op. cit (nota 14), doc. 105, p. 253.

26 comentarios:

  1. A pesar de ser una estatua de pequeñas proporciones no por ello desdice en cuanto a los pequeños detalles. Es una obra donde se ha trabajado minuciosamente, una labor de fino orfebre más que de escultor.
    Un saludo.

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  2. Vaya con Su Majestad, tras un tiempo sin dar señales de vida, resucita con una entrada monumental y bien documentada. Muy elegantes la estatuas de Foggini de vos y del emperador. Sin embargo como madrileño me quedo con la que veo muchos días del año en la Plaza de Oriente, la de Tacca, la vuestro augusto padre, su Majestad Felipe IV. También me gusta, mas por castiza que por bella, la de la Plaza Mayor y que representa a vuestro abuelito don Felipe III.
    Saludos majestad y recuerde que ya quedan dos semanas para conocerlo en Navalcarnero, donde se casó vuestro Padre.
    Saludos.

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  3. Que magnifica entrada nos trae hoy (ayer). He disfrutado mucho leyendola y siguiendo las pistas descubiertas por su persona intentando aclarar su historia. Mis felicitaciones.

    Saludos!!

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  4. Como en las anteriores entradas de estatuaria carolina, excelente comentario formal y simbólico de esta pequeña obra, donde aparece un Carlos adolescente, pero con maneros heróicas muy idealizadas. Como bien dices, fue una suerte que se salvara del nefasto incendio del Real Alcázar, que tantas obras de arte se llevó por delante, y ahora se pueda disfrutar en el Prado (nunca me he parado a observarla para mi desgracia, pero lo haré en la próxima). Y la relación entre la casa real española y los escultores italianos era lógica, pues allí estaban los mejores escultores en general, y ecuestres en particular. Ha tardado en publicar, pero ha merecido la pena, majestad. Saludos.

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  5. Pues habrá que fijarse la próxima vez que visite el Prado. Esa estatua carolina es un primor.
    Enhorabuena por un estudio tan completo, monsieur.

    Feliz domingo

    Bisous

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  6. Debe usted publicar la serie sobre la iconografía carolina de una vez. Es un trabajo de categoría. Imagino, por otra parte, que el modelo, el ideal de la época, sería parecerse a Luis XIV, que tanta ascendencia española tenía, además.

    Saludos.

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  7. Soberana e inconmensurable artículo para hablarnos de esta pequeña estatua, que aunque no sea de Bernini es magnífica. Son tantos los detalles y aspectos contados sobre esta figura que me va a resultar imposible comentar todo lo que se me ha ido ocurriendo mientra leía: sobre los esclavos desaparecidos tan misteriosamente, desgraciadamente supongo que alguna de esta figuras decorarán el salón de alguna residencia particular; y sobre la estatua ecuestre de Felipe IV, la de la plaza de oriente, no sabía, o al menos no recordaba, que hubiera estado en la fachada del viejo alcázar, menos mal que la bajaron antes del incendio. Hubiera sido una gran desgracia perderla. Un abrazo, Carolus y felicidades por este artículo de matricula de honor.

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  8. Cayetano: podemos decir que Foggini fue un digno sucesor de los Giambologna y Pietro Tacca...una pena que no se pudiese realizar la estatua monumental del tamaño de la de Felipe IV.

    Un saludo.

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  9. Juan: la verdad es que yo también me quedo con las estatuas del tercer y el cuarto Felipe por tratarse de dos obras dignas de estudiarse en las mejores universidades, es especial la de Felipe IV, también llamada de los 4 genios pues en ella intervinieron Galileo, Martínez Montañes, Velázquez y Tacca.

    Un abrazo y yo también espero conocerte en Navalcarnero.

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  10. Lorenzo: me alegra que te haya gustado la entrada.

    Un abrazo.

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  11. Paco: intensas fueron las relaciones entre la Monarquía española y los escultores italianos con nombres como los Leoni, Tacca, Foggini o Vaccaro.

    Te animo la próxima vez que vengas a Madrid a visitar el Prado y bajar a la planta baja donde está esta obra, además de otro retratos ecuestres de Luis XIV y Felipe V de Vaccaro.

    Un abrazo.

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  12. Madame: muchas gracias por sus palabras y la ánimo a darse un paseo por el Prado ;)

    Un beso.

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  13. Retablo: muchas gracias por tu palabras, me pensaré publicar la serie en algún artículo universitario.

    En cuanto al modelo podemos decir que eran tanto el Marco Aurelio del Campidoglio de Roma como las obras de Bernini.

    Un regio saludo.

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  14. DLT: por desgracia tras la Guerra de la Independencia y la Guerra Civil hubo mucho listo que se apoderó de destacadas obras de arte que como comentas hoy andarán decorando el salón del algún particular...esperemos que pronto se pueda dar con ellas.

    Un abrazo.

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  15. Es magnífica, a pesar del tamaño, y como siempre, creada por italianos.¿Hay alguna de este estilo, en manos de algún artista español de la época?
    Muy buena.
    Salud¡¡

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  16. Javier: que yo sepa no, los italianos fueron los grandes escultores de aquella época. En España destacaban artistas como Martínez Montañés dedicados más a la imagineria que a la escultura de estado como ésta.

    En las próximas entradas veremos dos obras del austriaco Paul Strudel, aunque de haber nacido hoy también sería italiano pues lo hizo en el Trentino que entonces era iy hoy italiano.

    Un abrazo.

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  17. Y fíjate, yo me quedo con el estudio.

    Un fuerte abrazo, Alberto.

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  18. Jordi: no me extraña porque el estudio muestra a la obra en su plenitud, con todas las figuras que hoy faltan.

    Un abrazo.

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  19. Madre mía que historia alberga una estatua tan pequeña...

    Aprendo mucho con estas entradas... muchas gracias.

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  20. Estimado amigo, es la única estatua ecuestre que he llegado a ver de Carlos II y que por fortuna se salvó de aquel incendio del Alcázar de Madrid, al menos su parte fundamental, si bien perdió otros elementos.

    Afortunadamente El grupo del emperador José I nos muestra una réplica del resto del grupo escultórico desaparecido, con lo que nos hacemos una idea de toda la composición original en su conjunto. Por otra parte es una lástima que las circunstancias fueran adversas y que nunca llegara a fundirse una estatua como la que tuvieron su padre y su abuelo, tendremos que conformarnos con el posible boceto para una estatua ecuestre a mayor tamaño.

    Lo que usted ha publicado esta vez, más que una entrada es un estudio sobre la historia de esta estatua de Carlos II, sencillamente impresionante.

    Gracias una vez más y un saludo.

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  21. José Luis: muchas gracias, a veces las pequeñas cosas esconden grandes historias detrás.

    Un abrazo.

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  22. Pedro: muchas gracias. La verdad es que es una pena que ese proyecto dinástico no llegase a cumplirse porque seria realmente hermoso contar con una estatua ecuestre de Carlos II en territorio español que ensalzase la figura regia...al menos nos quedó el pequeño bronce del Prado.

    Un abrazo.

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  23. A raiz de un comentario tuyo hecho en el Facebook del Prado, te comento que la estatua de Foggini está actualmente en restauración, recuperando parte del dorado y que es previsible que sea mostrada a finales de año en una exposición que el museo dedicará a Bernini y España en la que se mostrará el retrato ecuestre de Carlos II obra de Bernini que será, imagino, el mismo que muestras en otra entrada.

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    1. Muchas gracias por la información amigo. Sin duda, será muy recomendable esa exposición sobre Bernini, un genio sin parangón, máximo exponente del Barroco. La estaua, sin duda, será la que comentaba, como dices en otra entrada: http://www.reinadodecarlosii.blogspot.it/2011/09/estatuaria-carolina-ix-el-carlos-ii.html

      Un saludo

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  24. La estatua de Foggini ya restaurada
    https://www.museodelprado.es/coleccion/galeria-on-line/galeria-on-line/obra/carlos-ii-ecuestre/

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    1. Ya he tenido la oportunidad de contemplarla, han dejado el dorado como el primer día, así da gusto verla. Un gran trabajo de los restauradores del Prado.

      Un saludo

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