miércoles, 31 de agosto de 2011

Estatuaria carolina (VIII): La estatua ecuestre de Mesina y su boceto del Museo Pepoli de Trapani

1. Boceto en bronce de la escultura ecuestre de Carlos II en Mesina. Museo Pepoli de Trapani (Sicilia).

No es cierto, como se ha dicho, que Carlos II nunca llegara a tener un gran retrato ecuestre esculpido como los de su abuelo y su padre. Bien es cierto que éste existió, curiosamente en Italia y no en España. Se trata del monumento ecuestre que estuvo colocado en la plaza del Duomo de la ciudad de Mesina (Sicilia) y que se encuentra unida a la derrota de la revuelta antiespañola que aquella ciudad protagonizó entre 1674 y 1678.


La revuelta de Mesina fue el conflicto interno más importante de cuantos tuvo que afrontar la Monarquía de España en la segunda mitad del siglo XVII. La ciudad siciliana, que gozaba de amplia autonomía en virtud de sus numerosos privilegios y que basaba su prosperidad en la economía sedera, vivió un prolongado enfrentamiento con los grupos de poder y los intereses vinculados a Palermo. la capital del Reino. El predominio de los grupos e intereses parlemitanos llevó, en los años setenta, a la intensificación de los conflictos entre Mesina y el poder real y al levantamiento armado de la ciudad.


El levantamiento de los mesineses del bando senatorial contra los representantes del Rey se trasformó en una guerra cuando Luis XIV decidió apoyar a los rebeldes. Con ello, no sólo prolongó la resistencia de Mesina, sino que otorgó una dimensión internacional al conflicto. La revuelta duraría casi 4 años y sólo acabaría en marzo de 1678 con la retirada de las últimas tropas francesas y la rendición de los rebeldes (1).


La derrota de la revuelta supuso el fin de la autonomía política de Mesina siendo abolidos todos sus privilegios, así como la Universidad, las academias y la Orden de los Caballeros de la Estrella. De igual modo, su ceca fue trasladada a Palermo, pero quizás el acto de mayor simbolismo fue que el virrey Conde de Santisteban ordenó la completa destrucción del palacio del Senado que se encontraba enfrente del Duomo, lo cual efectivamente se realizó en 1679. Parece que incluso se ordenó arar el terreno que había ocupado y cubrirlo de sal con el fin de que ni tan siquiera la hierba pudiese crecer allí donde los mesineses habían tenido el edificio que representaba físicamente sus derechos políticos y civiles. Es evidente que el acto se encontraba cargado de un profundo simbolismo muy hiriente para la ciudad. Pero aún es más, porque precisamente en el solar que ocupara el palacio senatorial, el Virrey proyectó erigir una plaza, cuyo diseño fue encargado al ingeniero Scipione Basta, que debía acoger un monumento ecuestre de Carlos II aplastando la hidra, símbolo de la ciudad y de la revuelta. Un paso más en la ofensa y el sometimiento hacia la ciudad rebelde lo constituye el modo en como se obtuvo el bronce necesario para la realización de la escultura, pues éste provenía de la gran campana del Duomo, utilizada durante siglos como medio para convocar a los mesineses constituyendo, por tanto, otro símbolo ciudadano. La campana fue hecha pedazos y enviada a Palermo donde sirvió para fundir la estatua.


Todo esto apenas descrito quedó reflejado, por expreso deseo del virrey Conde de Santisteban, en una inscripción colocada en el pedestal de mármol que debía sostener la escultura ecuestre, para que sirviese de permanente recuerdo del triunfo de las armas del Rey Católico y el castigo infringido a la ciudad por su acto de rebeldía contra su Rey y Señor natural:


Carolo II invicto, hispaniarum ac siciliae regi Ill mus et ex.mus d. Franciscus bonavides de avila Corellas, comes, S. Stephani prorex et capitaneus generalis Propre divinae augustissimae regis clementiae inhares ne dirutis, ut par erat, tot rebellium aedibus publicus civitatis deformaretur aspectus unam tantummodo donum senatoriam in qua perjuri ac perfidi messanae rectores coactis malingnantium concilis, ruptis totius debitae fidelitatis habenis, foedissimas inierunt coniurationes catholicum imperium conantes demoliri et tandem francorum protectioni capita submittentes sibi ac patriae exitium decrevere solo aequari, aratro subigi, ac sale cospegi iussit nec non, ut inde depicta eiusdem regis effigies publicae venerationi exposita nefario fuerat ausu sublata inibi aeviterna restitueretur aeneam ex aere campanae, quae a proxima turri rebellis ad immanisa quaeque flagitia saepe numero convocaberant, conflatam restauravit anno domini MDCLXXX” (2).


Varios testimonios de la época nos permiten conocer cómo era esta estatua ecuestre de Carlos II. Vincenzo Auria en su obra “Historia cronologica delli signori vicerè di Sicilia” (1697) describe el monumento y su traslado desde Palermo de esta forma (traduzco del italiano al castellano para su mejor comprensión):


Está el Rey sobre un vivaz y espirituoso caballo, que posa los dos pies de detrás sobre un pedestal, y los otros dos pies con las patas rampantes delante en el aire en forma de veloz carrera. Tiene la silla de montar decorada con varios y delicados encajes, y su cubierta adornada con varias figuras de personas encadenadas, trofeos de enemigos desnudos, y así escudos, corazas, lanzas y banderas unidas todas juntas. Se ve al Rey vestido todo de armas blancas con una corbata al cuello de la cual pende el Toisón hasta mitad del cuello. Tiene en la diestra el bastón de real mando, y a la siniestra el freno del feroz caballo. Tiene las piernas con unas botas y al final del piel el estribo, que con las espuelas dirige al caballo al imperio del Rey comandante [...] Salió la estatua de la Fundición de Palermo el 4 de mayo de 1684, de la Puerta de la Ciudad de la Calcina y nada más más salir por esa Puerta le fue hecha una salva real de la artillería del real Castillo y de los bastiones de la ciudad, de la Lanterna del Molo y de su fuerte. A 6 del dicho mes fue colocada sobre un barco y se volvió a hacer otra salva real y de allí llevada al Molo; y a 8 fue remolcada por la Capitanía de la escuadra de Sicilia a vista de Porta Feliece, acompañada de otras dos Galeras mandadas por el Virrey que estaba en Messina, y antes de su salida para Messina le fue hecha una tercera salva real desde el Castillo y desde los Baluartes de la ciudad [...] donde (Mesina) llegó finalmente con bien afortunados auspicios y se colocó en la plaza el día 26 de mayo de 1684 donde se situaba el Palacio Senatorial de la Ciudad de Messina, demolido como se ha dicho. Fue expuesta en aquel lugar la estatua sobre un gran pedestal circundado de escalerillas y se le puso la siguiente inscripción grabada en mármol: Carolo Secundo Invicto Hispaniarum et Siciliae Regi”.


Así pues de los testimonios contemporáneos extraemos una visión bastante exacta de cómo debió ser la estatua y del pedestal de mármol sobre el que fue colocada. Igualmente nos ofrecen el nombre del escultor que la realizó, el parlemitano Giacomo Serpotta (1656-1732), más famoso por ser un célebre estuquista, siendo de hecho ésta la única obra suya conocida en la que no utiliza el estuco y en la que trata el retrato ecuestre.


2. Monumento ecuestre de Carlos II en Mesina, ilustración del "Teatro geográfico antiguo y moderno del reyno de Sicilia". Madrid, 1686. Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores.

La historia de la estatua fue bastante azarosa desde el principio, pues fue finalmente colocada en su lugar bastante tiempo después de que se iniciase el proceso de creación, cuando el pedestal que debía sostenerla llevaba ya al menos dos años contruido y vacío. De acuerdo con las descripciones contemporáneas ya comentadas, la imponente figura del Rey a caballo en posición de corveta, estaba vestido de media armadura con botas altas, espada al cinto y con el collar del Toisón de Oro al cuello. En la mano derecha portaba el bastón de mando y con la izquierda sostenía las riendas del caballo. La silla estaba decorada con trofeos de guerra, e historiada en base a escenas con figuras de enemigos vencidos y personajes encadenados. En la parte delantera del pedestal, bajo las patas anteriores del caballo, figuraba una hidra de siete cabezas, alegoría de la ciudad y de la revuelta, devorada por un águila (símbolo por otro lado de la Casa de Austria). Motivo que se repetía en la parte posterior, sustituyendo el águila por un león que mata la hidra (símbolo de la Monarquía Hispánica). La ofensiva inscripción que recordaba permanentemente el triunfo del Rey Católico y el doloroso castigo infringido a la ciudad por su acto de rebeldía, estaba así mismo incisa sobre el pedestal.


El monumento se convertía así en un permanente recuerdo de la humillación y el castigo a la ciudad de Mesina, así como del triunfo y poderío de la Monarquía y de Carlos II, al mismo tiempo que servía de advertencia sobre las tremendas consecuencias que acarrearían quienes osaran atentar contra la autoridad real y la sumisión a la Monarquía, con el claro objetivo de disuadir futuras revueltas.


Muy probablemente el recuerdo transmitido de generación en generación de la sumisión hacia la Monarquía Católica, a la feroz represión y al castigo infringido como consecuencia de la revuelta y el modo tremendamente ofensivo como fue llevado a cabo, de todo lo cual era reflejo permanente el grupo escultórico, debió crear un clima de odio antiespañol en la ciudad que determinó la destrucción del monumento en el marco de la exaltación revolucionaria de 1848 contra el gobierno borbónico. Así pues, menos de dos siglos después, una venganza de pagaba con otra, siendo la “víctima”, en este caso, una obra de arte como en tantas ocasiones suele ocurrir. Y todo ello a pesar de que en 1707 el nuevo rey Felipe V, promulgaba un decreto por el que concedía el indulto a la ciudad de Mesina y, si bien decidía que se mantuviese la estatua de Carlos II, ordenaba que tanto las figuras alegóricas alusivas a la derrota de la ciudad y la revuelta auspiciada por el Senado (sobre todo la hidra pisoteada por Carlos II), como la inscripción, fueran picadas del monumento (3), lo cual se llevó a cabo efectivamente el 16 de febrero de 1708 “per allontanar dagli occhi e cancellar dalla mente una memoria che raccorda i succesi dolorosi”, en un intento de convertir el grupo escultórico en un simple monumento dinástico desprovisto de la evidente carga política con el que fue ideado.


De cualquier modo, el caso es que la furia popular derribó la estatua en 1848 destruyendo así mismo el pedestal de mármol. Parece que el caballo, ya sin el jinete y privado de las patas y la cola, estuvo durante algún tiempo en el patio del Palacio Brunaccini de Mesina. Otros testimonios afirman que el caballo fue transportado después a Nápoles y depositado primero en el arsenal de la ciudad y después en el Museo Nacional (4). Sin embargo, si esto fue en algún momento así, el hecho es que el destino final del bronce se desconoce y hoy en día no queda ningún rastro ni de la escultura ni del pedestal en mármol, habiéndose perdido para siempre.


3. Estampa del siglo XVIII que muestra la plaza del Duomo de Mesina con la estatua de Carlos II frente al templo.

Del conjunto del monumento ecuestre de Carlos II se conservan tan sólo algunas estampas que nos ofrecen una visión general de la plaza con el monumento colocado en el centro de la misma encarada hacia el Duomo, lo que permite hacerse una idea de la iconografía del mismo, pero sin que exista entre ellas una concordancia respecto al aspecto del grupo ecuestre. Existen eso sí, una ilustración que se detiene en reproducir tan sólo el grupo escultórico, convirtiéndose por tanto en fuente visual de inestimable valor a falta del monumento real (imagen 2). Aún así, se puede observar que se trata de una generalización iconográfica pues no se ven muchos de los detalles que ofrecen las descripciones contemporáneas, aunque sí los trofeos de guerra en la base del pedestal y los águilas portadores de los símbolos de la realeza. Tampoco se observa el importantísimo detalle de la hidra, aunque la perspectiva del dibujo no es la más correcta para que pudiese apreciarse, conforme al lugar en el que debía estar colocada según los testimonios coetáneos. Por otra parte, el dibujo se acompaña de la descripción que había sido incisa en el mármol del pedestal y que concuerda casi en todo con la que proporciona Auria y que se ha citado anteriormente.


Pero afortunadamente se conserva el boceto original de la escultura ecuestre relizado por Seportta en bronce, que se conserva en el Museo Pepoli de Trapani (imagen 1). Este pequeño bronce (39 cm de alto) perteneció al Príncipe de Palagonia, don Salvatore Gravina de Palermo. A la muerte de éste, sus bienes fueron puestos en venta y el bronce fue comprado por uno de los miembros de la familia Pepoli, pasando definitivamente a esta familia nobiliaria de Trapani, hasta que Agostino Pepoli instituyó el museo del que es ahora patrimonio.


Desde que fuera comprado por la familia Pepoli fue siempre atribuido a Serpotta y efectivamente el modelo concuerda perfectamente con las descripciones de los cronistas coetáneos. El bronce fue dado a conocer por Antonino Salinas convencido de que se trataba efectivamente del boceto para la célebre escultura ecuestre de Mesina y no una copia, aunque reconoce que le falta la hidra bajo las patas del caballo, detalle que tampoco mencionaba Auria, por lo que concluye que dicho motivo alegórico debió ser añadido más tarde.


Es precisamente en torno al hecho de la ausencia en el boceto de la hidra de siete cabezas en la parte delantera devorada por un águila y el león que mata a otra hidra en la parte posterior, sobre la que se han basado las reservas de algunos autores sobre la originalidad del mismo. En primer lugar, Antonio Picciotto en una carta publicada por el mismo Salinas en la que afirma que, al faltar la hidra, se debe tratar no del boceto original de la escultura de Mesina, sino de una reporducción en pequeño del misma realizada después de que con el decreto de Felipe V fueran quitadas tanto la inscripción como la hidra, no pudiendo entonces reproducir un motivo que ya había desaparecido. Salinas, comentando la carta de Picciotto anota sin embargo que el boceto está colocado en una base de madera moderna (imagen 1), pudiendo haber estado la célebre hidra fijada a la base antigua y, aunque esto no hubiera sido así, el hecho de la ausencua de la hidra no implicaría necesariamente que el pequeño bronce fuese una copia posterior a la eliminación del ominoso símbolo, pudiéndose haber tan sólo obviado en la descripción de Auria.


Ahora bien, para aclarar el problema de modo definitivo hay que recurrir a la descripción que el medico y naturalista toscano Michelangelo Tilli hacia del monumento en 1682. Éste sólo describe el pedestal marmóreo, pues no podía en modo alguno hacer otra cosa toda vez que la estatua no había sido todavía colocada en su lugar, y se encontraba, por tanto, vacío. Asé pues, según se desprende con claridad de la detallada descripción que sólo del pedestal hace Tilli en 1682, la hidra y los demás emblemas infamantes, pertenencían al pedestal mismo y no a la estatua ecuestre, es decir, habían sido esculpidos en la base (por orden expresa del Virrey) dos años antes de que fuera colocada la estatua y, por tanto, nada tenían que ver con Serpotta, autor sólo del grupo ecuestre como bien indica Auria. Confirmación de lo cual es el hecho de la diferencia expresa de materiales que indica Tilli, pues mientras dichos emblemas habían sido esculpidos en el mármol sobre el pedestal, allí “starà sopraelevata la statua di bronzo”.


Así pues, parece claro que si hidra era en mármol, no formaba parte de la escultura en bronce realizada por Serpotta ni, por consiguiente, del modelo o boceto de la misma en idéntico material, sino que había sido esculpida en el mármol del propio pedestal. Es significativo también al respecto que Auria no mencione la hidra, cuando sin embargo si se detiene en describir detalladamente la estatua como él la vio en Palermo cuando iba a ser embarcada con destino a Mesina. No cabe dentro de lo razonable que olvidase un detalle tan importante, sino que más bien se debe pensar que tan sólo podía describir la estatua en sí, y no el pedestal, al que pertenecía en realidad la famosa hidra. Y, sin embargo, a pesar de esta evidencia documental, todavía algunos consideran el bronce del Museo Pepoli como una copia abreviada de la escultura ecuestre ya que le falta la hidra.


Otra de las cuestiones en relación con la escultura se refiere al modelo que pudo servir de inspiración al joven Serpotta a la hora de afrontar un encargo de tal envergadura, que podía suponer un espaldarazo a su incipiente carrera como escultor. En realidad, como es sabido, el retrato ecuestre esculpido tuvo una enorme importancia desde época romana y, precisamente en Italia contaban con el ejemplo máximo que sirvió de inspiración a cuantos afrontaron después el retrato ecuestre de un poderoso: el Marco Aurelio de la romana plaza del Campidoglio, que Serpotta podría haber conocido durante su controvertida estancia en Roma. Ahora bien, el primero que se atrevió a esculpir un retrato ecuestre de grandes dimensiones con el caballo en posición de corveta fue el toscano Pietro Tacca en la famosa estatua ecuestre de Felipe IV, hoy en la Plaza de Oriente de Madrid. Quizá Serpotta pudo conocer alguna estampa del mismo, o incluso un grabado de alguno de los retratos ecuestres de Velázquez bien del mismo Felipe IV, bien del Conde-Duque de Olivares.


De igual modo se ha puesto en relación esta obra de Serpotta con el gran Bernini en su Constantino el Grande del Vaticano de 1670 o el Luis XIV de Versalles de 1677, basándose fundamentalmente en la iconografía del caballo rampante. Por otra parte, también se creyó este bronce en estrecha dependencia con el famoso retrato ecuestre de Carlos II de Foggini en el Museo del Prado. Conexión que ya fue apuntada en el catálogo del Prado de 1933.


Respecto al modelo que pudo servirle para copiar el rostro del Rey que, obviamente el nunca vio en vivo, se planteó la posibilidad de que hubiese utilizado el que aparecía en las monedas sicilianas. Lo cual parece algo absurdo cuando debían sin duda circular grabados con el retrato del Rey en los que fijarse, mejor que en una simple moneda. Incluso el mismo Virrey pudo haberle mostrado un retrato de Carlos II.



Fuentes principales:


* Pascual Chenel, Álvaro: “El retrato de Estadi durante el reinado de Carlos II. Imagen y propaganda”. Fundación Universitaria Española. Madrid, 2010.


* Salas, Antonino: “Di un bozzetto del monumento messinese di Carlo II modellato da Giacomo Serpotta”. Archivio Storico Siciliano, año VIII, 1884, pp. 483-490.


* Salinas, Antonino: “Aggiunta all’articolo sulla Statua di Carlo II modellata da Giacomo Serpotta”. Archivio Storico Siciliano, año IX 1884, pp. 241-243.


Notas:


(1) En un futuro trataré con detalle este conflicto, mientras y para saber más consúltese Ribot, Luis: “La Monarquía de España y la guerra de Mesina (1674-1678)”. Actas. Madrid, 2002.


(2) La inscripción se puede leer en la carta que el medico y naturalista toscano Michelangelo Tilli escribió al poeta Francesco Ridi. Ms. Redi 212. Carteggio Rediano, Laurenziano, vol. IV, cc. 244-247. Florencia, Biblioteca Laurenziana.


(3) Informado de la existencia en la plaza de la catedral de Mesina de una estatua del Rey, su tío, “Carlo II con una idra ai piedi rappresentante il Senato di quella fidelissima città di Messina nella rivoluzione che segui nel governo come spiega la inscrizione posta in essa [...] ho risoluto che mantenendosi la statua de re mio zio si casi e si cancelli l’inscrizione redatta che sta in essa” decía el decreto de Felipe V.


(4) Salinas, Antonino: “Aggiunta all’articolo sulla Statua di Carlo II modellata da Giacomo Serpotta”. Archivio Storico Siciliano, año IX 1884, pp. 241-243. En el tiempo que escribía Salinas (1884), parece que todavía se conservaban algunos restos de los bajorrelieves de mármol que ornamentaban el pedestal, consistentes en trofeos militares tales como yelmos, corazas, escudos, espadas, etc, que fueron incrustados como decoración en las paredes del puerto.



19 comentarios:

  1. Extraordinaria lección de Historia, Carolvs. Ignoraba esa revuelta de Mesina contra la Corona y su resolución con la derrota y abolición de privilegios.

    Luis XIV siempre en su linea de tratar de sustituir al imperio español, y al final lo logró imponiendo a su nieto como sucesor de Carlos II.

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  2. Tella: muchas gracias. Si quieres profundizar en el tema te recomiendo el libro del catedrático de la historia Luis Ricot: "La monarquía de España y la guerra de Mesina (1674-1678)" que fue premio nacional de historia en 2003, una auténtica obra maestra de nuestra historiografía.

    Un saludo.

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  3. La Casa de Santisteban, vinculada en efecto a los Benavides, tenía un viejo historial de servicios a la Monarquía. Entre otros oficios poseían el caudillazgo mayor del Obispado de Jaén.

    Saludos.

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  4. Impresionante... no podía imaginar que una estatua tubiera tantos interrogantes, simbolismos y polémicas...

    En cuanto a su destrucción 200 años después, pues si una pena, pero dado el desagradable calado que sin duda había tenido en la sociedad y que el respeto a las antigüedades en el XIX se circunscribía a encontrar tesoros tampoco es de extrañarse...

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  5. Ni imaginaba yo que Carlos II tuviera tantas muestras escultóricas fuera de España. Muy didáctica la entrada.
    Un saludo.

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  6. Curiosa la destrucción de ese terreno, cubriéndolo con sal, puñetazo en la cara a los mesineses...Es llamativo también que el artista, como explicas, se basara para hacer la escultura en ¡una moneda!, aunque me decanto más por un retrato.
    Muy completa tu entrada de hoy, Alberto.
    Saludos pre-Feria de Albacete, XD

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  7. Pues sí, desde luego, muchas obras de arte pagan las consecuencias del cabreo de mucha gente que ignora que por mucho que destruyan, sus problemas no se van a resolver por el mero hecho de desahogarse. Me viene a la cabeza el arrastre y casi destrucción de la estatua de Felipe III en la plaza Mayor de Madrid en tiempos de la I República, allá por 1873. ¿Qué culpa tendría Felipe III de las crisis aquellas del Sexenio revolucionario? En todo caso que tirasesn contra la Isabelona o contra el pobre Amadeo (Macarronini I para la rechufla popular matritense). ¿Qué culpa tenía el desgraciado Hechizado ante la revolución de 1848 y los abusos de los Borbones napolitanos?
    Saludos Majestad.

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  8. Amigo Carolus: ya volví del verano y me encuentro con esta serie de estupendas entradas sobre la estatuaria caronlina, que tengo que repasar con tiempo. Espero que hayas tenido un estupendo verano. Seguimos en contacto. Un cordial abrazo.

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  9. Retablo: muchas gracias por la información, desconocía ese privilegio que la Casa de Santisteban del Puerto tenía sobre el Obispado de Jaén.

    Un regio saludo.

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  10. José Luis: como ves muchos monumentos guardan una historia detrás que apenas conocemos, aunque la de éste quedó grabada en la memoria popular lo que llevó a su destrucción 200 años después.

    Un saludo.

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  11. Cayetano: ya ves que la proyección de Carlos II en Italia fue enorme, se perdió en potencia militar pero se ganó en propagandística.

    Un saludo y bienvenido de nuevo a esta tu casa.

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  12. Javier: ahí si que se puede aplicar aquello que por donde pasaba el Conde no volvía a crecer la hierba. Yo también apoyo la teoría de retrato.

    Un abrazo.

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  13. Juan: así es, no es la primera estatua u obra de arte en ser arrasada o arder por considerarse símbolo de algo...ahora tenemos algún que otro ejemplo en España.

    Un abrazo.

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  14. Paco: me alegro que te hayan gustado, pensé mucho en ti mientras lo redactaba pensando que era una pena que no las leyeses :). Feliz regreso, yo toddo bien, Viena y Galicia...ya vero que tu andastes por Roma :)

    Un abrazo.

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  15. Lo que hay que preguntarse es qué habría pasado si la estatua se hubiera alzado en territorio español. La respuesta es que todavía estaría en pie... o quizás no. Quizás la Guerra de Independencia y la falta de bronce para cañones hubiera acabado con ella.

    Besos

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  16. Carmen: yo supongo que seguiría en pie al igual que las de Felipe III de la Plaza Mayor y la de Felipe IV de la plaza de Oriente...pero quién lo puede saber.

    Un beso.

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  17. Leí hace tiempo un libro que trata sobre el tema de la revuelta de Messina, era "Revuelta Antiespañola De Mesina: Causas Y Antecedentes (1591-1674)" de Ribot Garcia, Luis Antonio publicado allá por los años 80. Tenía intención de hablar un día sobre el tema en el blog, pero casi que prefiero leer sobre esto en el suyo cuando, como comenta, se decida a publicarlo.
    Lástima que no se conserve una estatua ecuestre de gran tamaño como la de su padre o su abuelo, lo cierto es que es un monarca muy olvidado dentro de la ya de por sí olvidada historia española...
    Un saludo, amigo, un placer estar de nuevo por aquí.

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  18. Pedro: así es, ese libro consta en mi librería y es el antecedente del magistral "La Monarquía de España y la Guerra de Mesina (1674-1678" que dio a Ribot el Premio Nacional de Historia en 2003. Si no lo has leído te lo recomiendo.

    En un futuro no muy lejano trataré sobre la revuelta.

    Un abrazo amigo, el placer es mío de tenerte otra vez por aquí.

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