martes, 27 de septiembre de 2011

Sigo vivo

La carga de trabajo y viajes por motivos personales a Lisboa me están impidiendo publicar con regularidad, aunque espero tener en breve una nueva entrada sobre la estatuaria carolina.

Un saludo.

CAROLVS II

domingo, 18 de septiembre de 2011

2º aniversario de Reinado de Carlos II


Tal día como hoy de hace dos años iniciaba mi andadura en esto de los blogs. Mi intención no era otra que dar a conocer una etapa de nuestra historia que me apasiona y acabar con falsos mitos de siglos pasado. Hoy, dos años después y con muchísimas entradas a la espalda, no sé si lo he conseguido, pero de lo que sí que estoy seguro es que este blog me ha permitido conocer a excelente personas, mi lectores habituales, que es lo que más cuenta para mí. A todos ellos GRACIAS.

De momento sigo con ganas y con ilusión, así que me tendréis que aguantar aún por algún tiempo :)

CAROLVS II

sábado, 17 de septiembre de 2011

Tal día como hoy moría don Juan José de Austria

Detalle del retrato de don Juan José de Austria (1674), obra de Isidoro de Burgos Mantilla en Real Monasterio de El Escorial.

Justo un día como hoy, 17 de septiembre, pero de 1679 moría en Madrid don Juan José de Austria, exactamente 14 años después de que lo hiciese su padre, Felipe IV (17 de septiembre de 1665). Esta es la historia de sus últimos días:

En el último de los años de su vida, 1679, cuentan las crónicas que en la tradicionalmente fastuosa procesión del Corpus, don Juan José de Austria, a diferencia de lo exhibido en el año anterior, portaba en opinión de muchos de los que le vieron un semblante agotado, además de sentirse afectado por la soledad del poder, por más que su capacidad de acción continuase siendo grande. En efecto, desde que a finales de 1676 se convirtiese en el cerebro e instigador de los actos que llevaron a la caída de don Fernando de Valenzuela y obligaron a la reina madre doña Mariana de Austria a “exiliarse” en el Alcázar de Toledo, desafiando de paso la legalidad vigente, contando además con el aplauso de las clases populares, venía ostentando un poder casi absoluto.

Pero es que además don Juan José contaba como elemento básico a su favor con el carácter apático de su hermano Carlos II, incapaz de mantener todo criterio personal, en cualquier acto que supusiera pasar el filtro de la recia personalidad de su hermano.

El rey Carlos sentía verdadero pánico cuando se le obligaba a fijar la atención en un asunto concreto y, seguramente por ello, aborrecía los tediosos asuntos de gobierno. Además, la infantil bondad de su persona y la irascibilidad caprichosa de su temperamento le empujaban a estar siempre asistido y acompañado. Y eso precisamente fue lo que hizo siempre don Juan José, desde aquel mismo instante de la mañana del 23 de enero de 1677 cuando el bastardo se presentó en el Palacio del Buen Retiro para asumir el poder, proclamándose allí miso la mayoría de edad de Carlos II al librarle de las influencias de su madre y de aquella camarilla que liderase don Fernando de Valenzuela.

En todo caso, y como queda dicho, en la procesión del Corpus del 1679 el envejecimiento del bastardo era evidente. Y si Carlos II portaba elegantes bordados y tafetanes, además de famosa perla Peregrina (1), mostrándose exultante y feliz, a la par que como un adulto capaz de asumir sus responsabilidades como Rey, su hermano don Juan carecía ya del brío necesario para lucir su magnífico traje. Cuan diferente era ahora de épocas pretéritas, épocas de juventud cuando se paseaba por media Europa en busca de aquel lugar que por su nacimiento pensaba le pertenecía. Valga de ejemplo la descripción que de don Juan José hiciese una dama de la Corte francesa cuando éste pasó por allí camino de España tras los desastres de los Países Bajos:

Vino vestido de camino con grueso traje gris, coleto de terciopelo negro y botones de plata, todo ello a usanza francesa. El príncipe nos pareció pequeño de estatura, pero bien formado. Tenía rostro agradable, cabellos negros, ojos azules llenos de fuego; sus manos eran bellas y su fisonomía inteligente”.

En este momento don Juan José aparece y se siente más frágil que nunca. El desengaño asaltó su espíritu y, aún sin querer reconocerlo, sentiría que el peso del hastío y de la melancolía se presentaban ahora muy cercano a él, adueñándose de su espíritu que antes fue altanero y ahora veía como se postraba a su languidez. En este momento observa con relativo desprendimiento, las miradas entre agresivas y torvas de aquellos que poco antes le alababan e idolatraban; y percibe de primera mano la fragilidad de la ambición, lo vano de los sueños, como si de una de esas vanitas barrocas pintadas por Valdés Leal se tratase.

Cuentan las crónicas que el verano del año que vio morir a don Juan José de Austria fue fresco. En este sentido, el Duque de Maura en su obra sobre el reinado de Carlos II relata como el hijo bastardo de Felipe IV, en ese intento de acompañar al joven Carlos II hasta casi en los momento más íntimos de su vida, ante el temor de que su frágil carácter se viese expuesto a cualquier perturbación por parte de terceros, y con ello a perder su afecto, continuaba a su lado a pesar de no encontrarse en buen estado de salud

Ese notable afán por acompañar al joven Carlos II, quizás en ese intento ya observado por controlar su voluntad, le acarrearía, obviamente, a don Juan José no pocas críticas por parte de sus adversarios políticos. Así rezan numerosos pasquines que circulaban por aquel Madrid que le vio desarrollar sus tareas de gobierno:

colocado Don Juan en el alto ministerio, no puedo corresponder a los buenos deseos, ni a las esperanzas de la Nación. Se le censuró que se ocupara más de preocuparse de las distinciones de su empleo, que en buscar la felicidad de los pueblos ya que las desgracias que padecía la Monarquía en su tiempo eran todavía mayores que las que habían padecido en los años antecedentes” (2).

Pero su salud seguía empeorando. En este sentido, el jueves 24 de agosto de 1679 sintió don Juan a su regreso de un paseo campestre, una ligera destemplanza acompañada de dolor de cabeza, retirándose a su habitación para descansar. Ya al día siguiente no pudo levantarse, debiendo continuar con su recuperación.

Cuenta un texto de la época, que ya el 27, a las dos de la tarde, le repitió crecimiento manifiesto con leve frío en los extremos y algún quebranto en todo el cuerpo, que terminó después de ocho horas de calentura con un sudorcillo universal, quedando libre todo el día siguiente, en el cual se le sangró, precediendo la seguridad del vientre. Y ya nunca más volvería don Juan a recuperar la salud por completo, continuando en ese trance cuando el 31 de agosto se celebró la ceremonia del juramento de las paces entre las monarquía de España y Francia, la llamada Paz de Nimega.

Poco después, el 7 de septiembre, y a la vista de que la enfermedad de don Juan de Austria continuaba agravándose por momentos, vino éste a realizar testamento. Cuenta el Duque de Maura que se hallaba atormentado por los cirujanos con purgas, sangrías, sajas, sedales y “cuantas puertas fueron posibles para dar éxito a tanta y tan maligna materia”. La cosa se agravó cuando el lunes 11 de ese mismo mes hizo mella en su espalda y tórax una erisipela, que vino a durarle dos días. A partir del día 13 no cesaría su situación de delirio, repitiéndose constantemente ataques compulsivos.

El sábado 16 de septiembre de 1679 don Juan de Austria agonizaba en su lecho, muriendo al día siguiente, catorce años después de que lo hiciese su padre, Felipe IV el Grande (17 de septiembre de 1665). Don Juan tenía 50 años.

La muerte de don Juan José de Austria supuso la desaparición del hombre probablemente más importante de la segunda mitad del siglo XVII español y uno de los más destacados de la Europa de la época. General victorioso y político capaz y de amplias miras, don Juan se pasó toda su vida luchando por conseguir una posición que creía que le correspondía por nacimiento, como hijo que era de Rey. Sin embargo, comenzando por su propio padre que jamás le consideró para la línea sucesoria, anteponiendo incluso a parientes lejanos antes que a su propio hijo y que en su último testamento le apartó incluso de la Junta de Regencia del pequeño Carlos II, lo que suponía apartar al hombre más capaz de aquella España; y siguiendo por sus adversarios políticos que no veían en él más que a un vanidoso bastardo hijo de una vulgar comediante, hicieron que don Juan, el mesías del pueblo, no pudiese alzarse con el poder hasta el final de su vida y tras dos fallidos intentos por conseguirlo. ¡Qué distinta hubiese sido esa España de haber llegado a reinar don Juan José!

A tenor de los resultados de la autopsia del cuerpo de don Juan, algunos de sus partidarios vinieron a atribuir el fallecimiento al veneno, como si aquel intento que años atrás protagonizara el Conde de Aranda o el Marqués de Aytona ahora se hubiese manifestado nuevamente. En este sentido, los forenses, tras analizar su cadáver proporcionan algunos datos importantes: “halláronse en la vejiga de la hiel dos piedras blancas, redondas y leves como piedra pómez: la una del tamaño de una nuez de especia, la otra del de una avellana; ésta tapaba el ducto o vena por donde se expurga la cólera en su estado natural, y se halló muy enviscado y teñido el hígado de este humor y difundido por la masa de la sangre. Ha causado admiración el no haber visto en el hábito del cuerpo ni en la orina (que siempre estuvo natural) señal de ictericia, y no menos el haber hallado gangrenado por lo interno del tórax, en correspondencia de la erisipela, sin haber precedido dolor ni dificultad de respiración. En las venas de la cabeza se halló la sangre concreta; mucho hubo extravasada en los ventrículos y demás espacios”.

Mientras tanto, Carlos II, como si la cosa no fuese con él, seguía su actividad ociosa, incluso se dice que no se acercó a su lecho a lo largo de toda la enfermedad de su hermano o, tras ésta, a su ataúd por temor a contagiarse. Don Juan José de Austria murió solo y olvidado por muchos que en otras épocas aprovecharon su poder.

Un día después de la muerte de don Juan, al mismo tiempo que su cadáver era embalsamado conforme a los mandatos del propio Carlos II, un correo portaba billete del Rey a su madre doña Mariana de Austria: “Madre y señora mía: ayer no pude escribirte por la muerte de don Juan, que se le llevó Dios a las dos, y ahora te despacho con este aviso, y después de él responderé a tus cartas. Tu hijo que más te quiere, Carlos”.

Se acercaba la hora de que la antaño Regente regresara a la Corte, dejando atrás su destierro en el Alcázar de Toledo. Carlos II esperaría al día siguiente del destierro del bastardo para salir al encuentro de su madre, anunciándolo así el mismo día del entierro de su hermano: “Madre y señora de mi vida: he recibido tu carta, de ayer, y no dudando de que te habrá causado todo el gusto que dices la noticia de habernos de ver tan presto, puedo asegurarte que no es menor el mío. Yo llegaré a esa ciudad, queriendo Dios, mañana a las once, y no tienes que salir de casa, sino aguardarme en ella, y si hubieras de responder me enviarás la respuesta a Aranjuez, donde dormiré esta noche”.

El martes 19 de septiembre los restos mortales de don Juan José, excepto su corazón que volvería a sus amadas tierras de Aragón para que encontrase cobijo en la Basílica del Pilar de Zaragoza, serían introducidos en una caja de plomo, y ésta en otra de madera forrada en brocado rojo, metiéndose en la bóveda abierta bajo el coro de la iglesia del convento de las Descalzas Reales.

Llevaba por mortaja el mismo traje que lució en la boda de Carlos II, además del bastón y el manto capitular de la Orden de San Juan, de la que era Gran Prior para los reinos de Castilla y León. Esa misma noche partirían sus restos mortales en dirección al monasterio de El Escorial, para depositar su cadáver en el pudridero, siendo acompañado en este su último viaje por sus más fieles partidarios.

Hoy día es posible acercarse a ver los restos de este gran hombre, situados en el Panteón de Infante de El Escorial junto a la tumba del primer don Juan de Austria, hijo del emperador Carlos V. El visitante podrá leer en ella una simple frase en latín: “Iohannes Iosephvs. Philippi IV filivs notvs”.

Fuentes principales:

* Ruíz Rodríguez, Ignacio: “Don Juan José de Austria en la Monarquía Hispánica. Entre la política, el poder y la intriga”. Dykinson, 2007.

Notas:

(1) La perla Peregrina fue pescada en los mares del sur en 1515, perteneció a un antepasado del Conde de Puñonrostro, luego a doña Isabel de Bobadilla, de la casa de Chinchón y, finalmente, a la emperatriz Isabel de Portugal, que la incorporó al patrimonio de la Corona. Pesaba 52 quilates y 3 gramos y tenía un valor de unos 222.605 reales de plata.

(2) BN, mss. 18.206.

PD: gracias a Pedro de Mingo del blog España Eterna por este premio Fidelitas que me otorga en el primer aniversario de su blog:

jueves, 15 de septiembre de 2011

Para zanjar el tema

El emperador Carlos VI (Carlos III de Austria) (1716), obra de Jan Kupecký. Museo de la ciudad de Viena.

Para zanjar el tema del nacionalismo catalán que tan entretenidos nos ha tenido en los últimos días, querría compartir con todos vosotros algunos libros presentes en mi biblioteca personal que ayudarán a entender mucho mejor el tema del austracismo y el felipismo, sus idearios políticos, así como la derrota del primero en 1714, hecho que constituye el mito fundacional del catalanismo a finales del s. XIX. Como veréis son libros tanto en castellano como en catalán, lengua ésta última que no hablo pero que entiendo bastante por su semejanza con el italiano:

· Actas del Congreso” L´aposta catalana a la Guerra de Successió (1705-1707)”, Museu d’Història de Catalunya, Barcelona, 2007.

· Albareda, Joaquim: “Felipe V y el triunfo del absolutismo. Cataluña en un conflicto europeo (1700-1714)”. Generalitat de Catalunya, 2002.

· Albareda, Joaquim (Coord.): “Del patriotisme al catalanisme”. Eumo Editorial, Vic, 2001.

· Albareda, Joaquim: “La Guerra de Sucesión de España (1700-1714)”.Crítica, 2010.

· Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio (Coord.): “La pérdida de Europa. La guerra de sucesión por la Monarquía de España”. Fundación Carlos de Amberes, 2007.

· Amor de Soria, Juan – Lluch, Ernest (Ed.): “Aragonesismo austracista”. Institución Fernando el Católico, 2010.

· Bernardo Ares, José Manuel de (Coord.): “La sucesión de la Monarquía Hispánica (1665-1725) (I)”. Universidad de Córdoba, 2006.

· Bernardo Ares, José Manuel de (Coord.): “La correspondencia entre Felipe V y Luis XIV (I). Estudio histórico, informático y traductológico”. Universidad de Córdoba, 2006.

· Bernardo Ares, José Manuel de (Coord.): “La sucesión de la Monarquía Hispánica (1665-1725) (II)”. Sílex Ediciones, 2007.

· Bernardo Ares, José Manuel de: “Luis XIV español. De los imperios plurinacionales a los estados unitarios”. Iustel Publicaciones, 2008.

· Bernardo Ares, José Manuel de y Echeverría Pereda, Elena (Coords.):Las Cortes de Madrid y Versalles en el año 1707. estudios traductológico e histórico de las correspondencias real y diplomática”. Sílex Ediciones, 2011.

· Castro, Concepción de: “A la sombra de Felipe V. José Grimaldo, ministro responsable (1703-1726)”. Marcial Pons, 2004.

· Fernández Albadalejo, Pablo (Ed.): “Los Borbones. Dinastía y memoria de la nación en la España del siglo XVIII”. Casa de Velázquez/Marcial Pons, 2002.

· García Cárcel, Ricardo: “Felipe V y los españoles. Una visión periférica del problema de España”. Plaza Janés, 2002.

· García González, Francisco (coord.): “La Guerra de Sucesión en España y la batalla de Almansa. Europa en la encrucijada”. Sílex, 2007.

· González Mezquita, María Luz: “Oposición y disidencia en la Guerra de Sucesión Española. El Almirante de Castilla”. Junta de Castilla y León, 2007.

· Kamen, Henry: “Felipe V, el rey que reinó dos veces”. Temas de hoy.

· Lama Romero, Eduardo: “Macanaz memorialista. Una aproximación a la formación del Estado borbónico”. Universidad de Córdoba, 2009.

· León Sanz, Virginia: “Carlos VI. El emperador que no pudo ser rey de España”. Aguilar, 2003.

· León Sanz, Virginia (Ed.): “Memorias de Guerra del capitán George Carleton”. Universidad de Alicante, 2002.

· Lluch, Ernest: “L’alternativa catalana (1700-1714-1740). Ramon de Vilana Perlas i Juan Amor de Soria: teoria i acció austriacistes. Vic: Eumo, 2000.

· Peña Izquierdo, Antonio Ramón: “La Casa de Palma, la familia Portocarrero en el gobierno de la Monarquía Hispánica (1665-1700)”. Universidad de Córdoba, 2004.

· Peña Izquierdo, Antonio Ramón: “De Austrias a Borbones. España entre los siglos XVII y XVIII”. Akrón historia, 2008.

· Pérez Álvarez, Mª Berta: “Aragón durante la Guerra de Sucesión”. Institución Fernando el Católico, 2010.

· Ribot García, Luis Antonio: “Orígenes políticos del testamento de Carlos II: la gestación del cambio dinástico en España” RAH, 2010.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Segunda réplica al bloguero Daniel

Carlos III de Austria frente al puerto de Barcelona (1707), obra de Frans von Stampart. Palacio de Schönbrunn, Viena.

A continuación paso a replicar de nuevo y punto por punto en negrita al bloguero Daniel. Sin embargo, lo haré sólo en lo que respecta a temas históricos ya que he notado que aprovechando la historia nos está intentando colar sus ideas nazi-onalistas, creando para ello un ficticio enfrentamiento Madrid-Cataluña que no viene al caso y que es muy del gusto de aquellos tristes nacionalismos, y que no voy a permitir en este espacio:

“Antes de nada decir, que me gusta mucho la primera imagen, y me parece horrorosa la segunda. La primera es el retrato ideal de un príncipe, que probablemente, en Cataluña se haya convertido en un "rey Sebastián". La segunda es la caricatura de lo que deploro, tanto por lo que representa, como por la visión simplista y malintencionada de los que la han dibujado y ven así de simplificadas las sensibilidades de los españoles...

1. Desde un punto de vista histórico, en mis comentarios no he puesto en duda la legitimidad de las cortes catalanas de 1702: esto es, Felipe V aceptó el sistema pactista catalán, y los representantes del Principado reconocieron al rey. Antes de seguir considerando el tema de las Cortes me gustaría hacer una reflexión importante. El entrar a decir que fueron los intereses económicos de una oligarquía catalana los que motivaron el cambio de rey (de Felipe V a Carlos III) me parece malintencionado. Todos sabemos que la representación de los reinos (y en este caso del principado) que encarnaban las cortes no era una representación "democrática" como hoy la entendemos. Tampoco el rey representaba los intereses de los "no representados" por los procuradores de cortes. En cualquier caso las cortes eran la forma de representatividad (y perdón por la redundancia) de una sociedad que se pensaba como corporativa y estamental. Me parece una consideración malintencionada el decir que la "traición" de los catalanes a Felipe V fue responsabilidad de una oligarquía comercial egoista. La nobleza y el clero catalán apoyaron decididamente al archiduque!: por citar solo a algunos de los miembros más destacados de las más relevantes familias del principado, los Cardona, los Rocabertí y los Pinós. No solo fueron Austracistas convencidos, sino exiliados. Por otro lado el archiduque concedió el consejero 6º a consell de cent, esto es el conseller "menestral". Se puede pues afirmar que el apoyo al archiduque en Cataluña era transversal, no una cuestión de clase como Carolus afirma (permíteme que usando tu expresión te diga que "retocas la historia"). Es cierto, claro, que no toda la sociedad catalana en "masa" se pronunció por el archiduque, pero sí que en los términos de representatividad de la epoca, el cuerpo político de la "republica catalana" se posicionó a favor del archiduque a partir de 1705.

1. Daniel, comparto tu gusto por la imagen de Carlos III como Conde de Barcelona, en cuanto a la segunda la veo al revés, es decir, es la visión simplista que los nacionalistas tienen del resto de los españoles allende sus fronteras autonómicas.

Me alegra que no niegues la importancia de las Corte de 1702 porque te considero una persona bastante formada en historia. Es obvio que las Cortes eran un acto de reconocimiento mutuo y negociación en las que unos y otros daban y recibían, pero no olvidemos que no siempre se llegaba a un acuerdo y si no recordemos las desastrosas cortes catalanas de 1626 presididas por Felipe IV y el Conde-Duque de Olivares.

En lo de la oligarquía catalana no me has entendido o no me has querido entender: no hay ninguna duda (absolutamente ninguna) de que el movimiento austracista fue promovido inicialmente por esa oligarquía comercial catalana de la que formaban parte importantes familias como los Dalmau, Teixidor, Lledó, etc que estaban estrechamente emparentados con la baja nobleza y con el virrey Darmstadt, que a su vez contaba con importantes apoyos en la Corte de Madrid entre los austracistas más convencidos, es decir, aquellos que formaban el círculo más cercano a la reina Mariana de Neoburgo, auténtica hacedora de la política española en los años finales del reinado de de Carlos II y que mantuvo sus cotas de poder incluso después del “golpe de estado” de 1699, el llamado “motín de los gatos”, orquestado por el Cardenal Portocarrero y que supuso la caída del primer ministro Conde de Oropesa. Pero lo puedes ver desde otra perspectiva que para mi es la causa-efecto quizás más cercana a la realidad: fue el grupo austracista latente en la Corte de Madrid, dirigido por la reina Mariana de Neoburgo y el virrey Darmstadt, quien se valió de esas oligarquía comercial descontenta que éste último tan bien conocía, para conseguir su objetivo de sentar en el trono al archiduque Carlos y así asegurar su futuro. Posteriormente la burguesía catalana utilizó su enorme influencia y redes clientelares para movilizar al pueblo bajo a favor de sus intereses, utilizando también para ello al bajo clero que hicieron de los templos auténticas cédulas del austracismo. Obviamente que después hubo muchas grandes familias fieles a Carlos III entre la gran nobleza, siendo el caso más destacado el del Príncipe de Cardona, don José Folch de Cardona y Erill, que recordemos había vividos muchos años en Viena cuando se trasladó allí en 1666 para servir a la emperatriz-infanta Margarita Teresa, mujer de Leopoldo I (la famosa niña de las meninas para que nos entendamos todos) y que, por tanto, sentía como propias las reivindicaciones imperiales.

Te dejo un párrafo de historiador Germán Segura García en su artículo “La Constituciones catalanas de 1706: la cumbre del sistema pactista catalán”:

[…] una incipiente burguesía, bien conectada con la pequeña nobleza catalana, empezaba a adquirir fuerza en el Principado gracias a la neutralización comercial de Francia y a la sustitución de sus productos vitícolas por los catalanes en los mercados del norte de Europa. La prosperidad de estos mercaderes y, según ellos, la de toda la monarquía residía en sacar mejor partido de las posibilidades que ofrecía el comercio, ya fuera exportando sus excedentes a otras naciones o simplemente dando respuesta a la creciente demanda de productos en sus vastos territorios. Pero para conseguir la aceptación de estas propuestas era necesario algo más que la simple teoría, se imponía la intervención en la política económica de la monarquía”.

Queda bastante clara de nuevo la participación de la burguesía mercantil.

2. Dicho esto, las Cortes de 1702, fueron en efecto las más "ventajosas" para la provincia, pero ¿y para el rey?, las Cortes, como el autor y los lectores de este blog sabemos, no eran una "donación graciosa del rey", sino una negociación entre rey y reino en la que uno y otros (representantes del reino) aspiraban a satisfacer intereses, calibrando los riesgos: política. El hecho de que se tratase de negociación no menoscaba que hubiera una fidelidad que rey y reino sintiesen recíprocamente. Felipe V en 1702 estaba necesitadísmo de hacerse reconocer, de legitimar un derecho al trono que, seamos francos, era endeble. Luis XIV se había pasado todo su reinado (desde 1660) intentando provocar una sublevación en Cataluña. La política agresiva francesa sobre el principado, comprendía también una retórica de propaganda que llamaba a los catalanes a la rebelión. Algunos de los colaboradores catalanes (en el Rosellón) de la política francesa eran antiguos dirigentes de la revuelta de 1640. Luis XIV había firmado un pacto secreto de reparto de la Monarquía de España con Leopoldo I, y en fin, en el momento en que el testamento de Carlos II llegó a Fontainebleau, el consejo del rey estuvo fuertemente dividido entre la aceptación o el compromiso con el Emperador. Todo lo cual indica que los Borbones eran conscientes de la fragilidad de su posición en España. A Felipe V le interesaba satisfacer a los catalanes para ganar su lealtad y estos lo sabían. A Carlos « III » también, solo que este principe, además de conceder más de lo que concedió Felipe (por ejemplo una reivindicación persistente de los catalanes : la liberación de las insaculaciones, secuestradas desde 1652 por Felipe IV), era un Austria y a pesar de lo que se diga, en Cataluña había un auténtico sentimiento austracista en 1700 : resultado (como he dicho antes) de las guerras de Francia, y también, como comenta Carolus, de la conducta del príncipe de Hessen-Darmsdadt, a quien los catalanes habían « hecho » virrey (pues fue por sus persistentes demandas que Carlos II lo nombró después del segundo sitio de Barcelona).

En definitiva : no hay bien intencionados y mal intencionados, a mi modo de ver, sino una continuidad tanto en la defensa de unos intereses mutuos, los de la Casa de Austria y los de Cataluña, como una auténtica inclinación « sentimental » hacia esta dinastía. Es muy fácil, desde una visión teleológica, tildar a los catalanes de « interesados « (y a los aragoneses y valencianos), pero no olvidemos que fueron ellos los que se mantuvieron leales a una dinastía que había gobernado desde Castilla durante dos siglos…

2. Vamos por puntos. Los catalanes consiguieron en estas Cortes importantísimas ventajas como la Constitució de l’Observança por la que se creaba un tribunal encargado de juzgar los actos contrarios a las leyes del Principado, recogiendo así la tradicional reivindicación de que esto no fuese llevado a cabo por la Real Audiencia, por ser sus oficiales los que llevaban a cabo estas contrafecciones; se introdujeron mejoras en el funcionamiento de la Diputació; se regularon los alojamientos de tropas en el Principado (una de las motivaciones del alzamiento de 1640); se asignaron plazas a catalanes en las instituciones de gobierno de la Monarquía (Consejo de Santa Clara de Nápoles, un magistrado extraordinario en Milán y un turno rotatorio como protonotario en el Consejo de Aragón). En cuanto a las medidas económicas destacaban: autorización para erigir una casa de puerto franco en Barcelona, el permiso de enviar cada años dos barcos catalanes a las Indias y fundar una Compañía Naútica Mercantil y Universal, es decir, como vemos todas medidas encaminadas a satisfacer las necesidades de la burguesía comercial. Por su parte, Felipe V recibió un donativo de 1 millón y medio de libras.

En cuanto a que la posición de Felipe V era “endeble” pues hay que relativizarlo. La legitimidad de Felipe V era absoluta en cuanto emanaba del testamento de Carlos II y recordemos que en aquella época el testamento de un Rey era ley universal e irrefutable pues emanaba de la voluntad divina de quien el Rey era su vicario en la tierra. Está claro que Felipe V, conocedor de la reticencia catalana hacia los Borbones tras 40 años de guerra casi continuada, quiso favorecer y ganarse a aquellos que tenían dudas sobre su persona, pero, por otra parte, se mostró intratable con la petición de la devolución de las insaculaciones retenidas por Felipe IV en 1652, lo cual demuestra su posición de fuerza. En cambio, a Carlos III no le quedó más remedio que aceptar esta petición en las Cortes de 1706 para asentar su poder ganado por la fuerza de las armas tras la toma de Barcelona en 1705 y carente de la legitimidad testamentaria, pero ten por seguro que esta concesión fue hecha con gran dolor pues suponía su sumisión a los poderes locales y las perdida de sus prerrogativas regias…otra cosa es que después el romanticismo decimonónico edulcorase este hecho.

En cuanto a la malintencionalidad pues obviamente cada cual miraba a sus propios intereses, pero lo cierto es que la burguesía catalana, aún siendo entendible, condujo a una terrible guerra a todo el Principado por sus propios intereses de grupo, que fueron los que igualmente guiaron la acción de los austracistas Neoburgo-Darmstadt que querían asegurar su posición política.


* Por lo que respecta a tus ideas sobre el catalán y el castellano, me gustaría sólo decirte que las lenguas no tienen derechos, sino que son los ciudadanos los que los tienen, y que tanto derecho tiene un castellano-parlante en Cataluña como derecho tiene un catalano-parlante.

Y en cuanto a tus ideas políticas nacionalistas-austracistas-carlistas que nos has comentado extensamente te dejo sólo esta frase del gran Pío Baroja:

El carlismo se cura leyendo y el nacionalismo, viajando


Felipe V, rey legítimo de España (1723), obra de Jean Ranc. Museo del Prado de Madrid.

martes, 13 de septiembre de 2011

Respuesta al bloguero Daniel

Carlos III de Austria (el archiduque Carlos) como conde de Barcelona (h. 1706/1707). Museu Palau Mercader dels Comtes de Bell-Lloc. Cornellà del Llobregat (Barcelona).

Como era de esperar mi entrada dedicada a la Diada catalana no ha gustado a todos y ha despertado algunas sensibilidades. Un bloguero llamado Daniel me dedica estas abundantes líneas que paso a replicar una a una en negrita y en las que espero ser lo más diplomático que tan delicado tema me permita:

“La entrada reservada al 11 de septiembre, igual que sucediera el año pasado ante la misma efeméride, me parece desproporcionada y considero que afea la alta calidad de este blog.

Tanto desde un punto de vista historiográfico como ideológico me parece que se hace una interpretación sesgada y tendenciosa.

1. El detalle con el que se describe la estancia de Felipe V (IV de Aragón) en Cataluña, muestra que el rey respetó el sistema pactista, como le correspondía hacer por obligación, y que los catalanes hicieron lo propio.

Sin embargo, desde un punto de vista del "imaginario" o sentimental, los catalanes (más que cualquier otro pueblo de la Monarquía de España) no podían sino sentir rechazo hacia el origen del nuevo rey. Como bien sabe y ha expuesto el autor de este blog Cataluña estuvo azotada por la guerra durante toda la segunda mitad del siglo XVII. La política exterior agresiva de Luis XIV desde el momento mismo de la muerte de su tío y suegro se sintió de manera contundente en Cataluña: Barcelona fue bombardeada dos veces, y tomada por la fuerza una de ellas, en 1697. La presión militar continua sobre Cataluña contribuyó de manera notable a cerrar las heridas que pudieran permanecer abiertas entre el Principado y la Casa de Austria durante la larga crisis de 1640-1652/59, y aún a consolidar una "unión de corazones", siendo Carlos II uno de los monarcas más populares y queridos de la historia de Cataluña, a pesar de no haber pisado jamás aquella tierra. Es natural pues tanto la hostilidad a la Casa de Borbón como la inclinación hacia la Casa de Austria.

Conviene señalar que si bien el archiduque-rey Carlos III y su gobierno tuvieron sus tensiones naturales con las intituciones forales catalanas, la dinámica general fue de entendimiento y de mutuo aprecio. Carlos llevó Barcelona siempre en su corazón como diversos episodios de su vida demuestran”

1. Daniel, no hay ninguna duda del recelo que el nieto de aquel que había bombardeado y tomado brutalmente Barcelona en 1697, durante el último acto de la Guerra de los Nueve Años (1689-1697). Sin embargo, hay que decir que la predisposición de Felipe V (IV de Aragón) hacia Cataluña fue muy positiva, siendo el primer territorio, tras la cabeza de la Monarquía, Castilla, al que visitó para jurar sus fueros y privilegios como era costumbre, tan sólo unos pocos meses después de llegar a España. Queda claro que con este gesto quiso reconciliarse con Cataluña, eligiendo además este territorio para celebrar su boda con María Luisa Gabriela de Saboya. Es obvio que las Cortes de 1702 fueron las más ventajosas que jamás un Rey había concedido al Principado, otorgándole reivindicaciones históricas tan importantes para Cataluña como los navíos comerciales a Indias, algo que era fundamental para la creciente burguesía catalana.

No hay duda, de que las Cortes de 1706 presididas por Carlos III de Austria y que Germán Segura García denomina como “la cumbre del sistema pactista catalán” fueron una copia de las de 1702, que eran hasta ese momento, como comento, las más ventajosas para Cataluña.

No hay que olvidar antes de cerrar este punto que para la burguesía catalana era fundamental el comercio con Inglaterra y Holanda que tanta importancia había alcanzado durante el reinado de Carlos II gracias a los tratados de amistad y comercio entre la Monarquía y estos dos países, entonces gobernados conjuntamente por Guillermo de Orange. Queda claro que la llegada de los Borbones, enemigos de los Orange, amenazaba seriamente este comercio y la preeminencia de la creciente burguesía y que fue esta razón, más que cualquier miedo a una amenaza al sistema foral, la que desencadenó el estallido austracista de las élites burguesas.

Finalmente, hay que señalar el importantísimo papel que en este alzamiento tuvo la figura de Jorge de Hesse-Darmstadt, virrey de Cataluña durante la toma de Barcelona de 1697, además de primo de la reina Mariana de Neoburgo y la emperatriz Leonor Magdalena, mujer del emperador Leopoldo I y madre del archiduque Carlos. Fue Darmstadt, junto al Almirante de Castilla (los dos austracistas más destacados de estos primeros momentos, aunque entre ellos no existiesen muy buena relación) quien sabía de las inquietudes de esta burguesía y es por ello que propuso el alzamiento por Cataluña y no por la frontera andaluza (recuérdese que el archiduque Carlos-Carlos III había llegado a Lisboa en 1704 y que la toma de Barcelona se produjo en 1705). En cuanto a la relación del archiduque Carlos con Cataluña queda claro que fue buena aunque con momentos de tiranteces que se volvieron bastante más graves tras la partida de éste al Imperio en 1711 dejando a su mujer al mando, junto a la figura clave del austracismo: el catalán Ramón de Vilana Perlas, Marqués de Rialp. Pero también hay que añadir que la política seguida por Carlos III-Carlos VI durante su reinado de Austria no se diferencia mucho de la llevada a cabo por Felipe V en España, es decir, ambos tenían un claro concepto del absolutismo centralizador que empezaba a ser la base del sistema político europeo del XVIII.

A modo de conclusión, se puede resumir que, como un compañero bloguero ya comentó, el nacionalismo catalán es, por tanto, un nacionalismo de élite, alejado de los intereses del “pueblo llano”.

2. Sin entrar a hacer juicios de valores sobre la decisión de los catalanes, y aún aceptando como previsible o "natural" la represión (durísima represión) que siguió a la toma de Barcelona (y que se venía practicando desde 1707 en los reinos de Aragón y Valencia), hay un hecho incuestionable: la llegada de la Casa de Borbón supuso la desaparición de la Corona de Aragón como entidad y de cada uno de sus reinos, ¡realidades que eran antiguas de 6 siglos!

2. Daniel aquí, con todos mis respetos, tergiversas un poco los hechos. La causa-efecto no es la que cuentas, es decir, no fue la llegada de los Borbones la que supuso el fin de la Corona de Aragón tras 600 años de existencia, sino que fue el alzamiento de la Corona de Aragón contra Felipe V (aunque no todos fueron austracistas, al igual que en Castilla no todos fueron felipistas) la que supuso su fin. El gobierno de Felipe V, a diferencia de lo hecho por Felipe IV-don Juan José de Austria en 1652, no fue tan comprensivo para con los aragoneses-valencianos-catalanes-mallorquines, aplicando la represión ideada por Macanaz en el Reino de Valencia en 1707, aplicando el derecho de conquista con estos territorios para crear una nueva entidad territorial a imagen y semejanza de Castilla y bajo los principios centralistas de Luis XIV. Pero recordemos, como bien cuenta Virginia León, que también Carlos III practicó esta represión contra los felipistas o botiflers en los territorios que iba conquistando.

No defiendo los métodos llevados a cabo por Felipe V como digo en la entrada (si en cambio los llevados a cabo por Felipe IV en 1652) pero son claramente comprensibles con los ojos de aquella época y más con los de un Rey que se sentía traicionado por aquellos que tanto le alabaron en 1702. La historia hay que verla con ojos de la época y no con los nuestros actuales imbuidos de otros principios completamente distintos.

3. El 11 de septiembre es para los catalanes una fecha triste y una fecha que merece ser recordada institucionalmente. La historia es uno de los más importantes elementos articuladores de una sociedad. Los aragoneses y la memoria de la ejecución del justicia, o los madrileños y la conmemoración del 2 de mayo, no provocan el rechazo de nadie en el resto de España (y si nos ponemos a desmenuzar ¿no fue también el de 1591 un choque entre la "oligarquía aragonesa" y el rey? o ¿no era la monarquía de Carlos IV un régimen absoluto, cuyo soberano había cobardemente abandonado a sus súbditos?).

Cada 11 de septiembre los catalanes recuerdan una derrota que puso fin a una realidad política y cultural de 600 años. Y no seamos hipócritas, Cataluña quedó arrinconada dentro de España como una provincia conquistada y sometida militarmente (solo cabe recordar como ante una consulta del Capitán General sobre como se debía proclamar a Luis I en 1724 la corte respondió que se hiciera alzando el pendón real al grito de "Castilla, Castilla por Luis el rey n.s.").

3. Vuelves a contar una historia “retocada”: el 11 de septiembre fue, sin duda, una fecha triste para el austracismo pues supuso su fin, aunque ya para aquel entonces los barceloneses “rebeldes” propugnaban un sistema republicano tras el armisticio entre los aliados y las dos coronas borbónicas en Utrecht, y el abandono del Principado por parte de la regente Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel, mujer de Carlos VI, y de los ejército imperiales al mando de Guido Starhemberg.

Que se pueda celebrar o no, pues ahí ya no entro, pero que se celebre para tergiversar la historia y vincularla con el independentismo eso ya es otro cantar…nada tiene que ver el 11-S de 1714 con lo que los partidos nacionalistas propugnan y que no es más que un invento del siglo XIX, al igual que el del resto de nacionalismos. Ah! y no me mezcles el 11-S con el 2 de mayo, el dos de mayo fue el alzamiento del pueblo madrileño contra un invasor extranjero, no una revuelta contra un rey legítimo. Eso se llama populismo.

Finalmente, lo de que Cataluña fue militarizada es así sin duda pues era necesaria para, a ojos felipistas, mantener la paz y la tranquilidad en un territorio que se había mostrado demasiado belicoso (alzamientos de 1640-1652, revolta dels gorretes de 1687-1689 y finalmente alzamiento austracista de 1705-1714). Pero es igualmente cierto que ya a finales del reinado de Felipe V y durante los de Fernando VI y Carlos III Cataluña fue enormemente favorecida económica y comercialmente frente al resto de la España centralizada, hecho que permitió su pronta industrialización.

4. La Monarquía borbónica impuso centralismo y castellanismo. Lo que se pretende conmemorar el 11 de septiembre no es una "Cataluña independiente", sino una Cataluña soberana (también fiscalmente), que existió dentro de una Monarquía compuesta y diversa, y donde los reyes eran más respetuosos con la diversidad de lo que lo han sido los régimenes políticos españoles de los siglos que siguieron.

4. Absolutamente claro que se impuso un centralismo y una castellanizacióon por los motivos citados en el punto anterior. El problema del 11-S es que no se celebra lo que se debería hacer que es precisamente lo que tan bien citas, sino que es aprovechado por esos partidos fascistas y xenófobos catalanistas (ya trataremos el punto del fascismo más adelante) para tergiversar y reivindicar falsedades en pos de su propio interés. Es precisamente por ello que Artur Mas considera de suma importancia el control de la educación, arma clave del nacionalismo para engañar al ciudadano ya desde su primera infancia, educándole en la mentira y el rencor a los “español”.

Por último, y perdón si me extiendo, me parecen harto desproporcionadas las críticas al nacionalismo catalán "fascismo", "cáncer"...

Se pueden hacer caricaturas del nacionalismo o deplorar una visión idealizada e interesada de la historia (no lo hace el "nacionalismo" español también?), pero cuidado, el nacionalismo tiene unos orígenes y en Cataluña estos orígenes no son solo "franceses" (me refiero a que no es un nacionalismo nacido de las ideas de la Revolución Francesa), sino que son forales. El nacionalismo catalán vehículo las ideas del austracismo y del carlismo, que eran ideas que hoy llamaríamos federales. El nacionalismo catalán no se definió ni se define como independentista, sí algunos sectores dentro del mismo. El hecho que existan en Cataluña reivindicaciones que han permanecido vivas durante siglos debería hacernos reflexionar seriamente sobre el fracaso del modelo de España. Parte de culpa la tendrán los unos, pero también lo otros... La España autonómica que se imaginó en la Constitución recogía esas reivindicaciones históricas. Los gobiernos que la aplicaron desfiguraron el espíritu de aquel modelo precisamente para rebajar lo que la Constitución había establecido. Es mi punto de vista, que desde luego no espero que nadie comparta, pero sí que se respete. El nacionalismo NO es fascismo, sí es así los Catalanes que masivamente han venido votando a partidos nacionalistas son fascistas, o imbéciles ¿es eso?

Daniel, ¿no podemos definir el fascismo como un nacionalismo fuertemente identitario con componentes victimistas que conduce a la violencia de cualquier tipo contra los que se definen como enemigos por un eficaz aparato de propaganda y un componente social interclasista? ¿no acaso eso lo que hace el nacionalismo catalán?

El fascismo es la tergiversación de un pasado supuestamente glorioso, una exaltación de lo propio y un desprecio por lo ajeno basado en una vil propaganda que inicia con la reeducación de las masas para utilizarlas como arma arrojadiza. El nacionalismo español, entendido como fascismo o ¿exaltación del franquismo? Es igualmente nocivo.

En cuanto a la última parte de tu discurso está claro que mezclas y confundes un sano regionalismo con un vil nacionalismo. El nacionalismo que se exalta el 11-S nada tiene que ver con esas sanas “reivindicaciones” y es claramente independentista (véase gritos a favor de la independencia durante la colocación de las coronas de flores de CIU o ERC).

En cuanto a tu pregunta final tiras de populismo baratejo, el que vota por ejemplo a ERC no es imbécil, pero sí es fascista y xenófobo (al menos a mis ojos).

Por cierto, el tema de la libertad de "enseñanza en castellano", me parece el ejemplo de libro sobre la manipulación:

1. La Constitución reconoce que hay dos lenguas cooficiales en Cataluña, el catalán siendo según la carta magna "la lengua propia".

2. La nota media en el examen de castellano de los alumnos que pasan las selectividad en Cataluña es superior a la media global de toda España: es decir los alumnos que han sido educados según el modelo lingüístico de "inmersión" conocen perfectamente (o en todo caso no menos que los alumnos del resto de España) la lengua castellana.

3. La sentencia del Tribunal Supremo que cuestiona el modelo educativo catalán responde a una demanda hecha por 3 familias en Cataluña: 3. Muestra significativa que se trata de un enorme problema social y de que en Cataluña existen "ciudadanos castellanoparlantes oprimidos".

2. En la comunidad Valenciana, en 2010, 125.953 alumnos han visto denegada su petición de ser educados en catalán (o valenciano): el 61,2% de les familias valencianes piden que sus hijos sean escolarizados en valenciano y, la Generalidad Velenciana solo ofrece plazas al 33%. Y cada año menos.

No creo en ningún momento haber defendido la eliminación del catalán de la educación de Cataluña, es más creo haberlo defendido como un bien cultural de incalculable valor. Lo que se defiende es la educación bilingüista y no la opresión del castellano que propone el sistema de “inmersión lingüística” del señor Mas. La educación debe ser conjunta catalano-castellana con total libertad de la última y que los que la utilicen no sean castigados por ello (¡¿cuantos casos de niños castigados por hablar en castellano vemos cada día?!, ¡¿cuántas multas a locales por poner carteles en castellano?!).

El punto 2 es puro populismo y sabes que no es así, la sentencia del TS sabes que responde a las continuas demandas de miles de ciudadanos que ven vulneradas continuamente sus libertades lingüísticas.

Punto 3, ¿nos facilitas la fuente de estos datos?

Para concluir, la quema de banderas y fotos de SM el Rey son actos execrables y merecen ser perseguidos y castigados, pero el 11 de septiembre, a pesar de los azares de la vida política y de los exaltados, es una fiesta bien fundada que como toda conmemoración en cualquier lugar del mundo (14 de julio, 12 de octubre, 2 de mayo y largo etc.) idealiza un episodio histórico ¿Que hay de malo en ello? Los mitos son necesarios en todas las sociedades, y cada una elige los suyos.

Personalmente la desaparición de la Corona de Aragón me parece una desgracia histórica (como la del imperio austro-húngaro o la unidad italiana, a la vista de los resultados que ambos episodios han dado) y la catalanofobia disfrazada de erudición una impostura moral.

Me alegro que al menos condenes la quema de banderas y del retrato del Jefe del Estado. La fiesta no tiene nada de malo, lo malo es su utilización por el fascismo catalanista…lo de los mitos, pues siempre que sean basados en hechos reales seguramente sí…

La guinda me la pones o nos la pones tildando de catalanofobia, cuando este blog cuenta con tanto y tan buenos amigos catalanes y habla siempre con extrema objetividad de los conflictos en Cataluña durante los reinado de Felipe IV, Carlos II y Felipe V.


Ideario político nacionalista.

lunes, 12 de septiembre de 2011

El gobierno de España lo permite


Muchos piensan o pensamos que España es una nación libre y democrática, donde priman los derechos y las libertades individuales. Puede que esto sea cierto (con todas las imperfecciones democráticas) en la mayoría de los lugares, sin embargo, hay dos territorios, don comunidades autónomas, en las que por desgracia esto no es así. No creo que descubra nada nuevo si cito al País Vasco y a Cataluña, la primera gobernada por una terna de terroristas metidos a políticos y legalizados in extremis para conseguir un apoyo parlamentario de los que todos sabemos; y la segunda a la que dirigen un grupo de neo-fascistas llamados nacionalistas catalanistas.

Veo estos días con tristeza y, porqué no decirlo, rabia como en Cataluña, una Cataluña que los últimos 7 años se ha radicalizado ante la connivencia de un gobierno débil, se privan los derechos más básicos del ciudadano. Se obliga a la mayoría de los niños, adolescentes y universitarios a estudiar en "lengua" catalana, privándoles del derecho a educarse en castellano. Se les obliga, por tanto, a un provincialismo y un encajonamiento laboral futuro ya que éstos no podrán expresarse adecuadamente en la lengua mayoritaria y oficial de España y, recordemos la segunda más hablada del mundo tras el chino mandarín.

Es obvio que Cataluña cuenta con un gran bien cultural como es la "lengua" "idioma" o "dialecto" catalán (elijan la definición que más le guste a cada cual según los tecnicismo oportunos), y que esta debe conservarse como tal, pero jamás imponerse por ley. Cada familia debe ser libre de educar a sus hijos en el idioma que crea oportuno y siempre que la otra lengua venga aprendida de manera paralela. Además, aquellos que decidan con buen criterio estudiar en castellano deben ser respetados y no castigados por ello (me vienen a la cabeza las multas por poner carteles en castellano en las tiendas).

No hace ni dos días que volvimos a ver en esa farsa que es la Diada de Cataluña, en la que se dejan flores en el monumento de uno que acabó siendo un felipista convencido que murió cómodamente en Cataluña, mientras miles de exiliados austracistas las pasaban canutas en el exilio, la quema de banderas españolas y de retratos de S.M. el Rey. Pues bien, esta quema de banderas permitida sin ningún castigo ni pudor por el gobierno de España, simboliza la quema de las libertades de un pueblo oprimido como es el castellano-parlante catalán, que ve desesperado y con dolor como aquellos que deberían defenderle hacen la vista gorda y aplauden a sus socios nacionalista por un mísero puñado de votos...

Quizás haya llegado el momento de dar un golpe encima de la mes ay decir basta a esta barbaria. Quizás haya llegado el momento de acabar con esa herida que desangra a España y que se llaman CCAA...quizás haya llegado el momento de que nos demos cuenta de hasta dónde hemos llegado.

Desde aquí quiero dar todo mi apoyo a todos aquellos catalanes que ven reprimidas sus libertades educativas, culturales y lingüísticas.

PS: en breve este blog volverá a sus derroteros históricos.

domingo, 11 de septiembre de 2011

La Diada o la Gran Mentira del nacionalismo catalán

1. Felipe V vestido a la española, anónimo madrileño. Cartuja de Miraflores (Burgos). Foto del autor.

Muchos asocian el día de hoy, 11 de septiembre, a los terribles atentados de Nueva York en 2001, sin embargo, esta fecha en España nos lleva al año 1714 y a la toma de Barcelona por las tropas borbónicas capitaneadas por el Duque de Berwick. La toma de la capital catalana supuso prácticamente la derrota del Austracismo y la victoria de Felipe V de Borbón y, por tanto, el final de la Guerra de Sucesión que acabaría definitivamente en 1715 con la reconquista felipista de Mallorca.

Precisamente este hecho de armas, la toma borbónica del Barcelona el 11 de septiembre de 1714, constituye el mito fundacional del nacionalismo catalán. Vemos en estos días a los políticos nacionalistas catalanes contar un mentira tras otra rescribiendo una historia que no fue pero que ellos quieren hacer creer que existió, recurriendo a aquello que dijo Goebbels de que una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad. Pues bien depende de aquellos que nos dedicamos a esto de la historia contar los hechos tal y como fueron. Para este fin recurriré a la entrada que ya el pasado 11 de septiembre de 2010 dediqué a este tema y que ahora vuelvo a utilizar:

No me detendré a comentar la GRAN MENTIRA de que Cataluña era un ente independiente hasta la toma de Barcelona por el Duque de Berwick el 11 de septiembre de 1714, durante la fase final de la Guerra de Sucesión a la Corona de España (1702-1715), pues creo que los que aquí me leen son bastante doctos en historia como para desmentir tal falacia. Baste sólo recordar el grandísimo esfuerzo que la Corona de Carlos II realizó para defender el Principado de las agresiones de Luis XIV durante todo su reinado...

Centrémonos pues en el momento sucesorio: el 1 de noviembre de 1700 moría Carlos II declarando como sucesor a su sobrino-nieto, el Duque de Anjou, Felipe de Borbón, hijo segundo del Delfín de Francia y nieto de Luis XIV. El nuevo rey, Felipe V, de tan solo 17 años de edad, entró en España el 22 de enero de 1701 por Irún, llegando a la Villa y Corte de Madrid el 18 de febrero donde se alojaría en el Palacio del Buen Retiro, aunque la entrada oficial y triunfal no tendría lugar hasta el 14 de abril de ese mismo año. Comenzaba el reinado del primer Borbón en España.

Se puede afirmar que el testamento de Carlos II fue aceptado de manera general en todos los reinos de la Monarquía de España, aunque también es justo decir que inicialmente existió una cierta reticencia por parte de los estados de la Corona de Aragón por el secular enfrentamiento contra Francia, en especial en el frente pirenaico-catalán (aún estaba demasiado reciente la toma de Barcelona por parte de las tropas francesas en 1697 tras un durísimo asedio), y que veían ahora entronizarse al nieto del que tanto sufrimiento había generado: Luis XIV.

Otro elemento fundamental para entender a la Cataluña de la época es la pujante burguesía mercantil que se había ido desarrollando en el Principado a lo largo del reinado de Carlos II y que había logrado poco a poco hacerse con el control político y económico del territorio en alianza con las estructuras y redes político-económicas anglo-holandesas, desarrollando aquello que algunos han dado en llamar de forma equivocada “neoforalismo” (1). Entre estos mercantes y comerciantes destacan nombres como los de Narcís Feliú de la Penya (2), Josep Narcís, Joan Kies, Arnoldo Jäger, Mitford Crowe, Cristófol Lledó, Llorenç Lledó, Joan Llinàs, Onofre Sidós, Pau i Dalmases, Jaume Teixidor, Joan Bòria, Joan Lapeira, Amador Dalmau, Francesc Dalmau, Pere Dalmau, Joan Puigguriger, etc (3).

Sin embargo, se puede afirmar que la postura de Cataluña, y del resto de España, hacia el nuevo Rey fue de gran apoyo. Las manifestaciones populares y oficiales en su favor fueron generales y la literatura panegirista exaltó al nuevo monarca y a la nueva dinastía, salvando incluso el hecho de que Felipe V fuese francés. Así, el catalán Raymundo Costa escribía en su “Oración panegírica” (1701): “Felipe quinto para Cataluña no es extraño, sino patricio, Natural, y buen Catalán, quando la Sangre Real, que alienta sus venas ha salido de los cristales transparentes de esta perenne y clara fuente de Nobleza del Principado de Cataluña”. Por su parte, el también catalán Francesc Brú señala en su “Lamentación fúnebre” (1700): “el Rey es español por más que haya nacido en Francia. Porque los reyes toman la naturaleza de la Corona, no de la cuna; de los reinos en que mandan, no de las tierras en que nacieron [...] venga a España el serenísimo Felipe de Francia y será más español que nosotros, pues a nosotros nos hizo españoles la tierra, y a Felipe el Cielo, a nosotros la cuna y a Felipe la Corona”.

2. Felipe V vestido a la española en un grabado de comienzos del siglo XVIII.

Desde la llamada “Acadèmia dels Desconfiats” (núcleo del austracismo), si bien se exaltaron las supuestas relaciones idílicas entre el Principado y el fallecido Carlos II, también se defendió al nuevo Rey. Los académicos aceptaron el Testamento Real como última muestra de fidelidad hacia el amado Carlos II. Este argumento de defensa del nuevo Rey se basaba sobre todo en el principio de la unidad e indivisibilidad de la Monarquía, que constituía el eje central del testamento carolino, pensándose que quién la podía defender mejor era la potencia más fuerte de ese momento, es decir, la Francia de Luis XIV, abuelo del nuevo Rey Católico. El punto de referencia de este austracismo catalán fue, por tanto, la exaltación de España. Paradójicamente sólo entre declarados filipistas, como Pellicer y Copons o Josép Aparici, se glorificó a Cataluña.

Una de las obras cumbre de la “Acadèmia” fueron las “Nenias Reales” que lloraban la muerte de Carlos II. En ellas, el anteriormente citado Raymundo Costa, escribía que Carlos II había dado la corona a Felipe de Anjou para que la conservase unida como “cuerpo uno y sin división de partes [...] cuerpo político, civil y místico de España” que está de acuerdo en esta Sucesión. Pero a añadía que tal “cuerpo natural” de España tenía tres cabezas: el rey legítimo español y catalán, Felipe V; las Cortes de los reinos y la Fe.

En este ambiente las principales instituciones de Cataluña (el Consell del Cent, la Diputación General de Cataluña, la Universidad,...) no cesaron en hacer llegar al nuevo Rey la necesidad de su pronta venida y la exhortación a celebrar Cortes, lugar donde Felipe V debía jurar a sus reinos y éstos prestar juramento a su Rey. Así todo quedaría conforme al Testamento de Carlos II y a las leyes, fueros y privilegios de Cataluña. Además, con la llegada de Felipe V a España los comunes catalanes exaltaron los buena nueva con celebraciones de todo tipo, destacando entre todas ellas las “Festivas aclamaciones” celebradas en Barcelona por los representantes de las instituciones catalanas junto al virrey Conde de Palma, durante las cuales se leyeron romances, poemas, villancicos y letrillas de loa y alabanza a Felipe V.

Es en este contexto de regocijo por el nuevo Rey y de fidelidad hacia su persona, es cuando se produce la visita de Felipe V a Cataluña, visita que tendrá lugar del 24 de septiembre de 1701 al 8 de abril de 1702, con el objetivo principal de la celebración de Cortes. Cataluña esperaba llena de expectación la primera visita del nuevo Rey, una visita especialmente esperada, pues hacía setenta años, desde la visita de su bisabuelo Felipe IV en 1632, que un soberano español no visitaba el Principado.

Felipe V debía hacer todo lo necesario para consolidar el trono recién heredado. Su abuelo Luis XIV le había aconsejado visitar inmediatamente los reinos de la Corona de Aragón para celebrar el preceptivo y recíproco juramento real en las Cortes. En la Corona de Castilla, tenida por más dócil, el día 8 de mayo se había realizado en la Iglesia de los Jerónimos de Madrid el juramento y pleito homenaje, pero se había evitado la reunión de Cortes, temidas como fuente de potenciales problemas y conflictos (recuérdese que no se celebraban Cortes en Castilla desde 1658). Pero en la vida política de Cataluña, Aragón y Valencia, las Cortes eran esenciales y resultaba conveniente celebrarlas, aun a costa de los habituales riesgos y dificultades. Felipe V salió de Madrid con destino a Barcelona el 5 de septiembre. En su viaje pasó por Alcalá, Guadalajara, Torija, Algora, Alcolea, Maranchón, Tortuera, Used, Daroca, Cariñena, Muel, Zaragoza, a donde llegó el día 16 y donde permaneció hasta el 20 de septiembre, para después partir de nuevo rumbo a Villafranca, Pina, Bujaraloz, Fraga y Lérida, donde juró los privilegios de la ciudad. De allí a Cervera, en que se repitió la misma ceremonia, y a continuación Bellpuig, Igualada, Piera, Martorell y Barcelona. Durante todo el camino el paso del carruaje real atrajo a mucha gente. Las autoridades y el pueblo acudían a contemplar al nuevo soberano y a rendirle homenaje.

A medida que el Rey se iba acercando a la capital catalana aumentó el número de personalidades que se adelantaban a recibirle y darle la bienvenida: Universidad de Barcelona, oidores del General de Cataluña, el Consell de Cent, destacando el discurso del Conseller en Cap:

“Senyor, la Ciutat de Barcelona se postra humil als Reals peus de V.M. en protestació de son verdader rendiment, y ab expressió del imponderable jubilo ab que celebra lo feliz arribo de V.M. gloriantse de la ditxa li cap, que V.M. la favoresca ab sa Real presencia, y si be est tan rellevant favor, lo te sa innata fidelitat a agigantat […]”.

No faltaron tampoco las multitudes y las aclamaciones en el recibimiento dispensado al soberano, a lo largo del camino y en los alrededores de la ciudad. El relato publicado por la Diputació del General resaltaba las aclamaciones hechas a Felipe V cuando nada más llegar a Barcelona salió a saludar al balcón de palacio: “el numeroso concurso que llenaba la espaciosa plaza empezó en alegres y festivas afectuosas aclamaciones a repetir:Viva, viva nuestro Rey Felipe Quinto” [...] y sobre las voces echaban los sombreros al aire” (4). Sin embargo, el momento culminante se produjo con la entrada triunfante y solemne de Felipe V en la ciudad el día 2 de octubre, día en que toda la capital catalana se engalanó y mostró todos los esplendores del arte efímero barroco para aclamar a su nuevo Rey.

El día 4 se celebró el doble juramento recíproco del Rey y de los representantes del Principado. Felipe V juró las Constituciones de Cataluña y los catalanes le juraron fidelidad y le prestaron homenaje como su rey y señor. Finalmente, el día 12 de octubre tuvo lugar la inauguración de las Cortes catalanas que eran muy esperadas por no haberse celebrado desde 1599, bajo el reinado de Felipe III, pues las de 1626 (continuadas en 1632), ya bajo el reinado de Felipe IV, no llegaron a cerrarse.

Las Cortes catalanas, inauguradas el 12 de octubre, estuvieron funcionando durante tres meses. Como era propio de las Cortes su funcionamiento consistía en una dura negociación, en que el Rey trataba de obtener los mayores recursos posibles a cambio de las menores concesiones y el Reino buscaba conseguir el máximo de leyes favorables a sus intereses políticos, económicos y sociales y el máximo de reparación de agravios cometidos, por el mínimo de donativo. Uno de los temas más calientes fue el asunto de las desinsaculaciones, por la que las Cortes reclamaban que Felipe V renunciara a la prerrogativa que, acabada la Guerra de Secesión Catalana en 1652 tras la toma de Barcelona por don Juan José de Austria, Felipe IV se había reservado, consistente en el poder de desinsacular sin juicio previo a los insaculados en las bolsas de la Diputació del General y del Consell de Cent. Se produjo un duro tira y afloja que tuvo como resultado la renuncia al tema de las desinsaculaciones por parte de las Cortes para salvar el resto de lo pactado con el Rey. A pesar de esto, el balance de las Cortes resultó muy positivo para Cataluña, sobre todo teniendo en cuenta que hacía casi 100 años que no se celebraban. Uno de los aspectos más interesantes de estas Cortes fueron las reformas económicas, encaminadas a favorecer la recuperación catalana, ya en marcha, facilitando las actividades comerciales. Tres medidas destacaban por su importancia: la autorización para erigir una casa de puerto franco en Barcelona, el permiso para enviar cada año dos barcos catalanes a América (se rompía así el monopolio castellano con las Indias, secular reclamación de la Corona de Aragón y de Cataluña en particular) y la creación de una junta encargada de proyectar y fundar una Compañía Náutica Mercantil y Universal. Se daba, por tanto, satisfacción a la importante burguesía mercantil catalana citada anteriormente.

En compensación de todas estas concesiones reales, las Cortes catalanas otorgaron a Felipe V un donativo de un millón y medio de libras. Además, para celebrar la conclusión de las Cortes y premiar los servicios prestados, así como para estrechar los lazos de los catalanes con la Corona, el Rey concedió una serie de gracias a numerosas personas (títulos nobiliarios, privilegios de nobles, nombramientos como ciudadanos honrados, etc). Podemos decir, sin duda, que tanto desde el punto de vista de Felipe V como desde el punto de vista de los catalanes el balance de las Cortes de 1701-1702 fue claramente positivo.

En el Principado se produjo también el encuentro entre Felipe V y María Luisa Gabriela de Saboya, tras su boda por poderes del 11 de septiembre en Turín. Nuevas celebraciones por la llegada de la Reina engalanarían la ciudad condal.

El 8 de abril de 1702, y obligado por el inicio de las acciones bélicas, Felipe V dejaba Barcelona poniendo rumbo a Italia en medio de un clima general de fidelidad y amor al monarca, hasta el punto que Feliú de la Penya señalaba que jamás vio tales muestras de amor hacia un rey (5).

Se puede afirmar, por tanto, que tras las Cortes la popularidad de Felipe V en Cataluña se había incrementado hasta niveles altísimos. De igual modo, cuando el 20 de diciembre de 1702 Felipe V regresó de Italia y entró en Barcelona fue recibido mejor que cuando llegó a la ciudad por primera vez para celebrar Cortes (6). El ambiente general era, por tanto, de optimismo y esperanza en el futuro y solo la guerra europea que había estallado ya en Italia, ensombrecía la situación. Nada hacía presagiar el estallido del conflicto civil en 1705.

3. Asalto final a Barcelona por parte de las tropas de Felipe V el 11 de septiembre de 1714.

¿Qué hizo por tanto estallar el conflicto y la desafección catalana? La respuesta es clara: el conflicto entre la camarilla reformista hispano-francesa de Felipe V y el “lobby” comercial catalano-anglo-holandés que veía con recelo las reformas que se querían imponer desde Madrid para modernizar el país, pues éstas podrían poner en peligro sus intereses económicos personales y de grupo, hecho que les llevó a romper con el felipismo reformista y a apoyar al archiduque Carlos de Austria como representante, al menos para ellos, del antiguo modelo “federal” de los Austrias, apoyando además a sus aliados comerciales Inglaterra y Holanda que habían tejido importantes redes clientelares y familiares en territorio catalán. En 1704, el archiduque Carlos, proclamado en 1703 en Viena Rey de España con el nombre de Carlos III, desembarcó en Lisboa haciendo un llamamiento al pueblo español para alzarse contra Felipe V. Durante la segunda mitad de 1704 el soporte social del austracismo aumentó entre las élites sociales y políticas catalanas, valencianas y aragonesas e incluso en puntos de Castilla. Con la amplificación del ambiente austracista se extendieron las revueltas por Valencia y Cataluña, y los sediciosos fueron acercándose a Barcelona hasta sitiarla con la ayuda de la flota anglo-holandesa el 29 de agosto de 1705, hasta la capitulación el 9 de octubre de aquel año. Se iniciaba una guerra civil que habría de durar hasta 1715 con la caída de Mallorca.

Podemos concluir, por tanto, que Felipe V fue aceptado mayoritariamente en Cataluña y que fueron los intereses económico-personales de la élite catalano-anglo-holandesa los que arrastraron al resto del Principado a la rebelión y a una de las más terribles guerras que jamás tuvieron lugar suelo hispano, unas causas bien distintas de las esgrimidas por el nacionalismo catalán desde finales del siglo XIX, cuando inició a conmemorarse la Diada, en aquel tiempo de los nacionalismo decimonónicos radicales surgidos de las Revoluciones Industriales y el odio hacia la inmigración y el control del Estado, que fue otra de las causas del nacionalismo vasco de Sabino Arana.

Tras conocer la historia podéis juzgar muchas de las patrañas que los políticos catalanistas quieren hacer creer como la lucha nacional de Cataluña contra la opresión española y borbónica al pueblo catalán, cuando, sin embargo, fueron sus propias élites, por su egoísmo e intereses particulares, las que llevaron a Cataluña a perder sus libertades y todos los beneficios salidos de las Cortes de 1702, muy pero que muy ventajosas y a demonificar a un Rey que, sin embargo, había sido más generoso con ellos que ningún otro en la historia. Sin embargo, tras la caída de Barcelona en 1714, Felipe V no se mostró tan comprensivo como lo había sido Felipe IV tras la reconquista de 1652, y por ello no perdonó tal desafección y traición a su persona tras todo lo hecho por Cataluña en las Cortes de 1702 y su meses del estancia en el Principado durante los que tuvieron lugar tantos juramentos de fidelidad hacia su real persona … se imponía la Nueva Planta.


Fuentes:
* Espino López, Antonio: “El frente catalán en la Guerra de los Nueve Años, 1689-1697”. Universidad Autónoma de Barcelona, 1994.

* Pérez Samper, Mª de los Angeles: “Felipe V en Barcelona: un futuro sin futuro”. Ediciones Universidad de Salamanca.

* Peña Izquierdo, Antonio Ramón: “El Cardenal Portocarrero y el primer gobierno de Felipe V. (1698-1705)”. Universidad Autónoma de Barcelona, 2005.

* Reglà, J. : “Els virreis de Catalunya”. Vicens-Vives, 1980.


Notas:
(1) Este término fue acuñado por J. Reglá en su obra “Els virreis de Catalunya” (Vicens-Vives, 1980), aunque la actual historiografía tiende a dismitificar y tratar con cautela este término: García Cárcel, Espino López, Ragón y Cardoner, Peña Izquierdo, etc.

(2) Narcís Feliú de la Penya (o Narciso Feliú de la Peña) está considerado el ideólogo de este grupo mercantilista catalano-anglo-holandés con su obra “Fénix de Cataluña” (1683), aunque últimamente se está poniendo en duda la autoría del mismo.

(3) Peña Izquierdo, Antonio Ramón: “El Cardenal Portocarrero y el primer gobierno de Felipe V. (1698-1705)”. Universidad Autónoma de Barcelona, 2005.

(4) Festivas demonstraciones, pag. 19.

(5) Pérez Samper, Mª de los Angeles: “Felipe V en Barcelona: un futuro sin futuro”, pag. 104.

(6) Albareda, J: “El catalans i Felip V”.