martes, 8 de abril de 2014

El Príncipe de Vaudémont: de la pérdida de la Lorena a último gobernador español de Milán (Parte III)

1. Don Juan Tomás Enríquez de Cabrera, Almirante de Castilla, grabado obra de Georges Tasniere (1682).
La gobernación del Estado de Milán no era un tema baladí, ya que además de ser la llave de Italia, era uno de los puntos neurálgicos de la logística militar española. Por otra parte, el Milanesado era un feudo imperial que el Rey de España poseía en calidad de vasallo del Emperador, por lo que si el soberano-vasallo fallecía éste debía teóricamente retornar al Imperio. Este hecho no había causado jamás ningún problema debido al poderío del Rey de España, muy superior al de sus primos austriacos, y al hecho de que siempre, hasta Carlos II, la sucesión había quedado por línea directa masculina de primogenitura dentro de la Casa de Austria. Sin embargo, a finales del siglo XVII, el escenario era bien distinto, con un Carlos II enfermo y sin hijos, era necesario asegurar que este importantísimo territorio continuase en poder de la Agustísima Casa.

Como vimos en la anterior entrada, uno de los más fieles defensores de la causa imperial y, por tanto, de la sucesión dentro de la Casa de Austria, era el Almirante de Castilla, con el que Vaudémont cultivó una sincera amistad durante los años finales del siglo XVII. Entre las cualidades que el Almirante podía valorar en Carlos Enrique de Lorena estaba su experiencia en la dirección del ejército y las complicidades que mantenía con algunos ministros y aristócratas de los Países Bajos, aunque pesaban más las influyentes relaciones que cultivaba con los principales adversarios de Luis XIV en Europa: el rey Guillermo III de Inglaterra y el emperador Leopoldo I. Por otra parte, el hijo del Príncipe de Vaudémont, Carlos Tomás de Lorena, prestabas sus servicios como general de caballería en el mando supremo del ejército imperial y contaba con la confianza del príncipe Eugenio de Saboya, el más grande de los generales imperiales. Con Guillermo III había combatido mano a mano en las guerras para frenar los designios expansionistas de Luis XIV. La correspondencia del Príncipe pone en evidencia sus estrechos contactos con las cortes de Londres y Viena.

El ascendiente del Rey de Inglaterra en la corte de Madrid beneficiaba a Vaudémont. El dinero, la flota y las tropas que movilizase Inglaterra se consideraban decisivas en aquella difícil coyuntura finisecular, como se puso de relieve durante la Guerra de la Liga de Augsburgo o de los Nueve Años (1688-1697), además no hay que olvidar que Guillermo era también el Estatúder de las Provincias Unidas, por el apoyo de las denominadas "potencias marítimas" dependía de su persona. Por ello, las cuestiones confesionales pasaban a un segundo plano y en la corte del Rey Católico se glosaban las virtudes de un cristiano reformado que había aplastado las esperanzas de los católicos ingleses e irlandeses durante la "Glorious Revolution" de 1688. En Madrid, la Reina y el Almirante no ahorraban los elogios al rey Guillermo.

Mariana de Neoburgo y el Almirante de Castilla decidieron emplear a Vaudémont como conducto para una relación más estrecha con el monarca inglés en previsión de tiempos cruciales. Además, se le prometió que esta labor de medianero se vería recompensada en ocasión propicia. El Almirante le aseguró que conversaría con la Reina sobre sus pretensiones, "cuya protección tienes enteramente".

La predisposición favorable de Mariana de Neoburgo debía esperar una situación adecuada para acabar de decidir a su marido a recompensar los servicios de Vaudémont. En junio de 1696 el Almirante avisaba a Carlos Enrique de que "la Reyna Nuestra Señora ha vuelto a hablar al rey sobre el gobierno de Milán, y ha hallado confirmada la buena disposición del animo de Su Majestad hacia ello que hemos reconocido antes, pero apretándole sobre él cuando parece que lo que se puede sacar es que no quiere apartarte de esos países mientras durare la guerra por el conocimiento y satisfacción grande con que se halla Su Majestad de tu persona y conducta en la constitución de esas cosas". Por tanto, las expectativas de acceder al Gobierno de Milán quedaban diferidas hasta el final de la guerra.

Para entonces Vaudémont tenía 47 años, y sufría periódicamente afecciones reumáticas en piernas y brazos que dificultaban su movilidad. Por ello, de vez en cuando se trasladaba a Aquisgrán a "tomar aguas" y aliviarse de sus dolores. Ante la perspectiva de esperar unos años antes de ocupar el gobierno de la Lombardía decidió desviar sus aspiraciones hacia un destino más tranquilo y con un clima meridional. El Almirante se dio por enterado del cambio de planes del Príncipe, a causa de los achaques que "te obligaba a pensar en el Virreynato de Sicilia más a propósito aquel clima para el reparo de ellos que no el de Milán", sin embargo le recomendó desistir de esta opción a sabiendas del estratégico valor del Estado de Milán, además, desde el nombramiento del Duque de Veragua en febrero de 1696, el Virreinato de Sicilia ya estaba en manos del partido de la Reina. Además, la presencia de Vaudémont en Milán se estimaba necesaria para canalizar las relaciones diplomáticas con los potentados y las repúblicas del norte de Italia, así como para reformar el ejército en caso de declararse la paz, licenciando tropas y reduciendo los tributos.

Vaudémont se conformó con los criterios de su protector en Madrid y finalmente la coyuntura perfecta llegó con la firma de la paz en Ryswick en septiembre de 1697. El Almirante comenzó a mover los hilos y en octubre Carlos II comunicó al presidente del Consejo de Italia su decisión de conceder al Marqués de Leganés, actual gobernador de Milán, la licencia que éste había solicitado y que iba a proceder a designar a su sucesor en el cargo. Para ello indico al Consejo que le entregasen las propuestas por votos secretos. Durante 3 semanas el Rey se demoró en publicar su decisión, hasta que el 11 de noviembre decretó "Nombro al Príncipe de Vaudémont". El 15 de enero de 1698 Carlos II rubricó el título de gobernador y se elaboraron las instrucciones y el resto de despachos, si bien hasta mayo el Príncipe no llegaría a tierras lombardas.

Fuentes:

Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Prevenir la Sucesión. El Príncipe de Vaudémont y la red del Almirante en Lombradía". Estudis: Revista de historia moderna. Nº 33, 2007.

* Cremonini, Cinzia: "El Principe de Vaudémont y el gobierno e Milán durante la Guerra de Sucesión Española", en "La pérdida de Europa. La guerra de Sucesión por la Monarquía de España" (ed. Antonio Álvarez-Ossorio, Bernardo J. García García y Virginia León). Fundación Carlos de Amberes, 2007.

2 comentarios:

  1. El sur más calido siempre es preferible al norte, más frío y húmedo, en caso de afecciones reumáticas; sin embargo los huesos y las articulaciones del príncipe deberían sacrificarse, al menos de momento, por altas razones de la Corona. No sabemos cómo acabaría de sus dolencias el señor de Vaudémont.
    Un saludo.

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    1. Cayetano como adelante decir que Vaudémont tuvo una larga vida. Era claro que destinos como Sicilia y, sobre todo, Nápoles, eran los virreinatos más apetecibles por el clima y el provecho que se podía sacar de ellos...pero a un hombre de armas y bien relacionado como él se le necesitaba en el antemural de Italia: Milán.

      Un saludo

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