lunes, 28 de abril de 2014

El Príncipe de Vaudémont: de la pérdida de la Lorena a último gobernador español de Milán (Parte IV)

Si os perdisteis la anterior entrada dedicada a la biografía del Príncipe de Vaudémont podéis acceder aquí...a continuación la cuarta entrega:

El palacio regio-ducal de Milán, residencia de los gobernadores españoles del Milanesado y que fue el centro de la corte del Príncipe de Vaudémont en aquella ciudad.

En las instrucciones que se le asignaron en el momento del nombramiento se le enumeraron los puntos principales que constituían el programa de gobierno que la Corte quería que aplicara. Frente a una reordenación institucional para solucionar al caos causado por la venalidad de cargos de la etapa anterior, la casi total ausencia de indicaciones sobre el mantenimiento del ejército (habitualmente descritas con detalle en las instrucciones generales) reflejaba la situación política internacional que se había creado tras la Paz de Risjwijk en 1697, por lo que la labor del Gobernador se debía centrar en este caso en la política interna, la relación con las instituciones y el modo de afrontar las cuestiones más urgentes, que eran sobre todo la justicia y, de forma marginal, el saneamiento financiero.

Otro de los asuntos importantes, teniendo en cuenta su estatus, era el tratamiento protocolario que se le debía reservar al nuevo Gobernador. El conde Carlo Borromeo Arese, una de las personalidades más importantes de Milán, escribió un memorial que entregó al residente modenés padre Luca de Carpi en que precisaba que Vaudémont pretendía el tratamiento de "Alteza" y explicaba porqué estaba en su pleno derecho: "oltre l'esser principe della Casa di Lorena è anche chiamato immediato successore di quei stati". Además, el conde Borromeo Arese especificaba que el nuevo gobernador poseía el Principado de Vaudémont, "il quale è in soverania assoluta indipendente dall'Imperio e dallo stesso stato di Lorena". En resumen, el nuevo gobernador era muy respetado por los príncipes electores, el Emperador "lo tratta con la dilezione", y el Rey de Inglaterra trataba a la Princesa de Vaudémont como si fuera una reina.

El Conde Borromeo Arese se reveló en los meses sucesivos como una persona sumamente formada en todo lo relativo al nuevo gobernador. De esta forma, las noticias que gracias a él se difundieron en Milán no calificaban en absoluto a Vaudémont como hijo ilegítimo del Duque de Lorena, sino más bien como quien tenía derechos de sucesión en el Ducado, relaciones con la gran aristocracia europea y era tratado como príncipe del Imperio. 

De hecho, el ceremonial con el cual había sido recibido en Milán era absolutamente inusual y diferenciaba, por consiguiente, las expectativas creadas de las que habían caracterizado a todos los demás gobernadores. Para recibir al nuevo representante del Rey, el gobierno de Milán había invitado no sólo, como de costumbre, a los representantes de las magistraturas, sino también a un secretario de la Cancillería Secreta, Ignazio Olgiati, con la tarea de atender a las necesidades del Príncipe. Éste fue a recibirlo mucho más allá de los confines del Estado de Milán, como era costumbre, incluso nada menos que hasta Génova, y desde allí, con una numerosa corte de nobles lombardos y genoveses (entre ellos el Conde Archinto, que después sería uno de los más asiduos e íntimos de la corte del gobernador en Milán, el Príncipe Doria, el Duque de Tursi y el Conde Rasini), fue hasta Marsella, donde el Príncipe había desembarcado con su corte, compuesta por 37 personas y 57 caballos.

El conde Carlo Borromeo Arese, uno de los más fieles colaboradores del Príncipe de Vaudémont durante su gobierno en Milán.

Por lo tanto, el viaje de llegada a Milán estuvo caracterizado por una elaborada atención a la representación del prestigio, y en la organización de la última parte, la que condujo hasta Milán, Vaudémont no fue un simple figurante sino parte integrante de la misma. La atención al ceremonial continuó durante su establecimiento en a ciudad y después, cuando se realizaron los primeros encuentros, en los saludos a los representantes extranjeros y a los de las magistraturas locales. Si bien es cierto que ésta era una operación que caracterizaba un poco a todos los inicios de gobernación, sin embargo, también es cierto que, en el caso de Vaudémont y en la forma en la que atendió la recepción de los representantes de la élite local y de los potentados italianos, se puede documentar una esperanza de ser reconocido como príncipe; intentó convencer a los representantes de las cortes italianas, por ejemplo, presionando a través de los personajes más leales, como Borromeo Arese o Archinto, para que le concedieran el tratamiento de "Alteza". Es evidente que había cierta reticencia en los príncipe italianos a otorgárselo, pues se pensaba (quizás incluso se esperaba) que la calificación de gobernador, de cualquier forma, reduciría el prestigio de un príncipe, tanto es así que en su memorial dirigido al representante del Duque de Módena, el conde Borromeo Arese, había subrayado que el duque Maximiliano Manuel II de Baviera, a pesar de ser gobernador de los Países Bajos, era llamado Alteza y no Excelencia. Entre la nobleza local también había una cierta reticencia, posiblemente porque no lograba entender cómo ese detalle podría influir sobre los equilibrios locales, y sólo las grandes familias aristocráticas, acostumbradas a ambientes internacionales, como los mismos Borromeo Arese, los Archinto o los Trivulzio, podían entender que codearse "con los grandes" aumentaba su prestigio en vez de disminuirlo. En todo caso, Vaudémont logró crear desde el principio un grupo de fieles adeptos que constituyeron, junto con los oficiales, el núcleo de su corte; entre éstos con seguridad estaban el ya citado Carlos Borromeo Arese y su mujer, la condesa Camilla Barberini (hija del IV Príncipe de Palestrina, de la familia papal de los Barberini), la que, no por casualidad, fue encargada por el castellano don Fernando Valdés de "far un invito generale di tutte le dame e portarsi nel castello per darsi a conoscere lla nova governatrice" durante la estancia en el castillo, antes de la entrada oficial en la ciudad y de su instalación en el palacio-real ducal.

Así pues, muy consciente de la debilidad de sus propios apoyos en la corte de Madrid y quizás también de la dificultad de acceder a la maraña de poderes existentes en Milán, Vaudémont intentó sortear el obstáculo diluyendo la política en las relaciones de corte. Por otro lado, tenía un precedente en la forma en la que había actuado Maximiliano de Baviera en Bruselas, que había conseguido crear una verdadera y auténtica vida de corte.

.... (CONTINUARÁ)

Fuentes:

Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Prevenir la Sucesión. El Príncipe de Vaudémont y la red del Almirante en Lombradía". Estudis: Revista de historia moderna. Nº 33, 2007.

* Cremonini, Cinzia: "El Principe de Vaudémont y el gobierno e Milán durante la Guerra de Sucesión Española", en "La pérdida de Europa. La guerra de Sucesión por la Monarquía de España" (ed. Antonio Álvarez-Ossorio, Bernardo J. García García y Virginia León). Fundación Carlos de Amberes, 2007.

4 comentarios:

  1. Delirios de grandeza. En vez de nacido en Bruselas casi le pegaba mejor haberlo hecho por estos pagos, que aquí somos más de aparentar. Esa altivez y ese deseo de notoriedad explica en parte su posición adversa que mostrará más adelante hacia el futuro rey borbón.
    Un saludo.

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    1. Grandeza que le venía de familia ya que la corte de los Lorena se contaba entre las más fastuosas...aunque ya veremos que en realidad Vaudémont beberá de los vientos que soplen a su favor y acabará por apoyar la causa borbónica.

      Un saludo

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  2. La jerarquización y la demostración de poder eran dos puntos importantes y nada baladíes en aquella sociedad estamental. Nada podía dejarse al azar, pues cualquier descuido podría traer consigo un verdadero conflicto diplomático. ¿Grandeza? En Italia eran muy dados, como en España, en demostrar el poder social, político y económico de cada familia sin tibiezas.
    Un saludo

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    1. Las cortes de los potentados italianos estaban llenas de grandezas y altiveces que servían para contrarrestar el escaso poder político y militar de esos pequeños estados, que sin embargo, eran fuerte cultural y artísticamente.

      Un beso

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