lunes, 27 de octubre de 2014

La Condesa de Berlepsch, un ambición femenina en la Corte de Carlos II (Parte I)

1. Retrato de la Condesa de Berlepsch.

Marie Gertrude Wolff von Guttemberg (1654-1723), baronesa viuda y, después, condesa de Berlepsch, nació en Langenschwarz (Hessen). Casó con Wilhelm Ludwig von Berlepsch, militar al servicio del emperador Leopoldo I, quien murió prematuramente durante el asedio de Philippsburg (1676), dejándole un hijo de corta edad y otro que nacería póstumamente aquél mismo año. Tras años de caída en desgracia, el Emperador la tomó bajo su protección en 1684 en calidad, primero, de Hofmeisterin de la esposa del elector Juan Guillermo de Neoburgo, la archiduquesa Mariana de Austria, y tras la muerte de ésta en 1689, como de Oberhofmeisterin de la mujer del príncipe Carlos Felipe de Neoburgo, hermano y sucesor de Juan Guillermo.

Habiendo demostrado su fidelidad a las Casas de Austria y Neoburgo, Marie Gertrude fue destinada a la corte de Madrid dentro del servicio de doña Mariana de Neoburgo, hermana de los dos anteriores (Juan Guillermo y Carlos Felipe) y que había sido elegida como segunda esposa de Carlos II tras la muerte de María Luisa de Órleans.

La estancia madrileña de la Baronesa-Condesa de Berlepsch supuso el engrandecimiento de una familia relativamente modesta, consiguiendo ejercer una férrea privanza sobre la reina doña Mariana de Neoburgo, quien no dudó en promocionar tanto a Marie Gertrude como a sus hijos y parientes: su promogénito Sittich Herbold, Conde de Berlepsch; el segundogénito, Peter Philipp, archimandrita de Mesina; y la baronesa Maria Katharina von Cram, su sobrina (1). El rápido ascenso social, económico y político de la parentela Berlepsch no pasó desapercibido entre cortesanos y diplomáticos extranjeros, como el imperial Conde de Harrach, quien en repetidas ocasiones mostraba su disconformidad hacia las extravagantes peticiones de los susodichos, evidenciando el flaco favor que hacían a los intereses del emperador Leopoldo I en la corte del Rey Católico, en aras de una posible sucesión imperial al trono de Carlos II.

Apetecibles cargos en Sicilia (el archimandritazgo de Mesina), hábitos y encomiendas de órdenes militares españolas. legaciones diplomáticas, puestos de relevancia en los Consejos madrileños y vieneses o rentas italianas, sin contar con presentes, obras de arte y otros beneficios pecuniarios, fluyeron con el consentimiento regio hacia el clan de Berlepsch.

En una carta dirigida a Juan Guillermo de Neoburgo, Elector Palatino y hermano de la Reina, la Condesa de Berlepsch se quejaba amargamente de que, movida por la irregularidad del cobro de sus gajes como dama de honor, que no habían sido pagados durante tres años, había pedido a los Reyes la concesión de una merced en Nápoles que le restituyera lo adeudado. Sin embargo, y aunque el Consejo de Italia había convenido una sustanciosa contraprestación por 10.800 ducados anuales, la Condesa no disfrutaba de los mismo, ya que el virrey Duque de Medinaceli, habría obviado remitir las patentes requeridas para la toma de posesión. La queja demostraba el interés de la Berlepsch, no sólo por el retraso de dos años en la concesión, sino también por su necesidad de vender los feudos consignados para la obtención de un dinero líquido con el que consolidar el prestigio familiar a través de la adquisición de un señorío soberano en los límites del Sacro Imperio.

Según la determinación del Consejo Supremo de Italia, se había concedido a la Condesa de Berlepsch diversos feudos "que havían recaido en la Regia Corte" a resultas de cierta transacción de compra hecha entre la administración regia, la Duquesa de Medina Sidonia y la Princesa de Stigliano, María de Toledo y Velasco: a saber, la tierra de Torre del Greco y los casales de Resina, Portici y Cremano, "con todos sus cuerpos, miembros, derechos, rentas, jurisdicciones, y su entero estado". Según real cédula de 6 de septiembre de 1697, Carlos II ordenaba a las autoridades virreinales que se pudiera vender cualquier afecto de su Real Hacienda, salvo los referentes a a caja militar del Reino "para desempeñar con el precio dellos los dichos feudos de Astillano, y de ellos dar embestidura a la dicha señora condesa [de Berlepsch] hasta en la dicha cantidad de diez mill y ochocietos ducados al año". Tras la firma de la cesión al patrimonio real el 11 de marzo de 1698, ante el escribano Frabrizio Sansone, la Regia Camara procedió a asignar el citado señorío en la cabeza de Maria Gertrude von Berlepsch.

El señorío napolitano de la Berlepsch había sido tasado ocho años antes por lo tavolieri Galluccio y Ruggiano, quienes determinaron de forma minuciosa el valor de la jurisdicción, bienes raíces y muebles, así como de las rentas y cargas anuales del mismo. Así, el señorío de Torre del Greco y su "palaçio baronal" proporcionaban la suma anual de 3.660 ducados, a los que se le descontaban 360 ducados por la tercia parte del arrendamiento del vino "a menudo", resultando el remanente total 3.300 ducados, de los que la Condesa se "contentó".

2. Castillo de Berlepsch, centro de los estados patrimoniales de los Condes de Berlepsch (Hesse, Alemania).

A partir de entonces comenzó un largo proceso en el que la Berlepsch intentó vender este feudo al mejor postor, hecho que retrasó su salida de la Corte de Madrid hasta marzo de 1700, puesto que para ella era fundamental no alejarse de su patrona hasta que su futuro y el de su familia estuviesen resueltos. En un principio el mejor posicionado para hacerse con los feudos napolitanos fue el Marqués de Monteforte, Mario Camillo Loffredo, sin embargo las conversaciones que habían llegado ya a un punto de acuerdo y cesión, se rompieron a comienzos de 1699. Esta ruptura se produjo en un momento en el que la Condesa estaba intentando conseguir para su hijo primogénito la Grandeza de España y para sí misma el cargo de Camarera Mayor de la Reina. El progresivo ascendiente de la Berlepsch sobre la pareja real no tenía parangón con otros cortesanos, ya que incluso pudo canalizar intereses de otros fieles partidarios de la causa imperial o meros miembros de su familia. Para entonces Marie Gertrude había logrado el alrchimandritazgo de Mesina para su hijo segundo, un puesto en el Consejo Áulico del Emperador en Viena (1698), otro del Consejo de Flandes para el mayor (1699) junto con el título condal, un hábito de Álcantara y la encomienda de Belvís y Navarra (1694), un oficio de dama de honor de la emperatriz en Viena, 2.000 escudos de paga anual y una suculenta dote para su sobrina Maria Katharina von Cram, incluyendo un collar del toisón para quien la desposara.

La inflación de honores de la Berlepsch y su familia causó seria indignación en la opinión cortesana de Madrid, perjudicando además a los intereses imperiales en su lucha por hacerse con la sucesión de Carlos II. La escasez de alimentos y las escasas simpatías de la camarilla alemana de la Reina acabaron por aupar a la facción pro-borbónica tras el famoso Motín de los Gatos (abril de 1699). A parte de esto, para los distintos agentes, tanto imperiales como franceses, estaba claro que los intereses de la Berlepsch no se centraban el Reino de Nápoles, sino en tierras germánicas. En abril de 1699 el embajador imperial Conde de Harrach comunicaba a Leopoldo I cómo un tal Selder, confidente del Almirante de Castilla, le había asegurado el interés de la propia Mariana de Neoburgo por comprar un principado en el Sacro Imperio al que pudiese retirarse tras quedar viuda de su marido, alejándose así de la Corte de Madrid, donde no era apreciada por sus súbditos. La posible compra de un feudo alemán por parte de la Reina se encontraba intrínsecamente ligada a las intenciones de la Condesa, quien ya no dejaba duda de su intención de hacerse con un señorío en propiedad, mayor que el detentado en torno al castillo de Berlepsch (Hessen). La ruptura de la negociación por los feudos napolitanos con el Marqués de Monteforte debió de sumir en la desesperación a la Condesa de Berlepsch, la cual parece que había pedido licencia para abandonar la Corte si hubiese podido conseguir dicho dinero. Además, de manera paulatina se iba deshaciendo el poder de la camarilla alemana en la voluntad de Carlos II, máxime cuando no dejaban de fluir pasquines difamatorios contra la Berlepsch, el Almirante de Castilla, el padre Gabriel de Chiusa, o incluso contra la propia reina Mariana de Neoburgo, objeto todos ellos de una campaña difamatoria basada en el expolio de la Real Hacienda en beneficio propio o de sus hechuras y parientes.

CONTINUARÁ...


Notas:

(1) Dicha Baronesa llegó a Madrid en 1698 en el séquito de la Condesa de Harrach, mujer del embajador imperial, siendo inmediatamente recibida en el Real Alcázar "in qualità di dama della Regina come è stata dama della maestà dell'Imperatrice". ASV, Segr. Stato. Spagna, 179, f. 252r. Avvisi (Madrid, 10 de abril de 1698).


Fuentes:

* Quirós Rosado, Roberto: "De mercedes y beneficios: negociación intermediarios y política cortesana en la venta de los feudos napolitanos de la Condesa de Berlepsch (1698-1700)". Universidad Autónoma de Madrid, 2004.

8 comentarios:

  1. La baronesa de Berlepsch, a quien los madrileños llamaban "baronesa perdiz", era tan ambiciosa como la propia Mariana de Neoburgo.

    Saludos

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    1. Una ambición desmesurada la de ambas mujeres que acabaron por cavar su propia tumba política, algo parecido a lo que vivimos con los políticos actuales.

      Un saludo

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  2. Parece una maldición que acompaña a la realeza española en más de una ocasión. Una mujer ambiciosa la baronesa, intrigante y nefasta, que me recuerda no sé por qué a esa camarilla de la que se rodeaba Isabel II, con la Monja de las Llagas, Sor Patrocinio, y el padre Claret.
    Un saludo.

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    1. Siempre ha habido quien se arrima al poder para conseguir sus propios objetivos, y ?qué mejor poder que el de una Reina caprichosa?

      Un saludo

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  3. Doña Mariana se rodeaba, sin duda, de una camarilla que se asimilaba a ella en carácter y ambición. De la baronesa de Berlepsch circulaban por Madrid todo tipo de rumores irónicos y críticos que no serían de su gusto cuando llegaran a sus oídos. Seguro que daban en el clavo.
    Un beso

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    1. Creo que todo lo referido a la Berlepsch estaba más que justificado, su ambición no tenía límites y causó duros quebraderos de cabeza al bando imperial.

      Un beso

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  4. Ahora tan de moda el término, esta baronesa podríamos decir que era una autentica "conseguidora", pero para sí misma y los suyos. Pecado capital el de la avaricia del que no se libro y me pregunto si acaso encontró aquí en la corte nuestra el caldo de cultivo donde crecer.
    Un saludo.

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    1. La Berlepsch fue una de las máximas responsables de la implantación de la Casa de Borbón en España, ya que ambición excesiva y los odios que generó acabaron por hundir la causa imperial en la sucesión de Carlos II.

      Un saludo

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