martes, 17 de mayo de 2016

Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte VIII)

1. Estatua orante de don Pedro Fernández de Campo, primer Marqués de Mejorada. Museo Arqueológico Nacional de Madrid.


Desde principios de julio de 1676 el Marqués de Villasierra desplegó su labor política en el despacho de los negocios. Por un lado, continuaba inmiscuyéndose en los asuntos relativos a provisiones de oficios y dignidades civiles y eclesiásticas. Por otro, se implicó en el abastecimiento de alimentos a Madrid. En el mes de junio se había centralizado el abastecimiento de la carne en Madrid, al hacer depender los vendedores de carne del carnero del Rastro de las compañías de obligados que gestionaban la carne en la Villa y su alfoz. Como se detallaba en un diario: "en 6 de julio de dicho año, mandó don Fernando de Balançuela llamar a los obligados de las carnicerías de esta Corte, en que les mando bajasen tres cuartos en cada libra de carne, sobre que hubo muchos debates, y que el dinero de la Villa a 5 por ciento y no más". La gestión del abastecimiento de Madrid era crucial para asegurar la quietud de la Corte. En estos días, el descrédito del gobierno de doña Mariana de Austria en la opinión común era creciente. Por las calles de la ciudad circulaban pasquines e impresos contrarios a la Regente. La intervención sobre los abastos, en una fase de penuria como esta, tuvo como finalidad templar los ánimos del pueblo. Debido a medidas como estas, la imagen del ministerio de Valenzuela ha pasado a la historiografía moderna asociada al arquetipo de "pan y circo", combinando las comedias y las fiestas de toros con el abaratamiento de los productos de primera necesidad en Madrid. Fiestas y alimentos baratos buscaban contentar a la plebe madrileña, consideraba un "monstruo" poco fiable por los patrones cortesanos.

A principios de agosto se confirmó en Madrid la bajada del precio de la carne impuesta por Valenzuela. Durante aquellos meses fue constante su intervención en los asuntos de la Villa, desde la financiación de las obras reales hasta la reforma del número de alguaciles y la política de abastos.

El reforzamiento del poder de Villasierra suscitó la oposición abierta o tácita de los principales beneficiarios políticos de su ausencia de Madrid. El Duque de Medinaceli utilizaba su jefatura de la cámara del Rey para obstaculizar su ascenso. En julio circularon rumores de un posible cese del Conde de Villaumbrosa. Como eventual sucesor en la Presidencia del Consejo de Castilla se aludió al obispo electo de Oviedo, Alonso Antonio de San Martín, abad de Alcalá la Real, hijo natural de Felipe IV. Desde la jornada de Valenzuela a Vélez Málaga eran constantes las alusiones al interés de la Reina en reforzar su partido con la presencia en el gobierno de un hijo natural de Felipe IV que sirviese de contrapeso a don Juan José de Austria.

Sin embargo, tanto Medinceli como Villaumbrosa consiguieron conservar sus puestos durante el ministerio de Valenzuela. Distinta suerte tuvo el tercer miembro del triunvirato que dirigió el gobierno durante los primeros meses de 1676. A mediados de julio estalló un violento enfrentamiento entre Valenzuela y el Secretario del Despacho Universal, el bilbaíno Pedro Fernández del Campo y Fernández Angulo, Marqués de Mejorada desde 1672. Tanto él como su hermano Íñigo anudaron lazos durante sus carreras con el Conde de Peñaranda. El poderoso secretario encabezaba una extensa red de parientes y amigos, para quienes consiguió destacados puestos en la Corte y el gobierno, así como dignidades eclesiásticas. Tras la caída de Nithard, Fernández del Campo asumió un papel decisivo en el gobierno de la Monarquía. Era una hechura de la Reina, quien prefería que un hidalgo controlase el despacho regio a otorgar el valimiento a un Grande de España.

El fracaso de la pugna por la precedencia en el coche del Rey no frenó los intentos de a Reina por reforzar la proyección ministerial de Villasierra. A mitad de julio trató de dejar patente la subordinación de los Consejos, al imponer varios nombramientos de puestos supremos sin preceder las acostumbradas ternas, Quizá animado por el éxito de los gentilhombres de cámara en su oposición a Valenzuela, Mejorada optó por la vía de la resistencia a los designios del "Duende". El secretario recibió las órdenes para preparar los despachos por los que se nombraba virrey de Cataluña al Príncipe de Parma, Alessandro Farnese, y virrey de Sicilia a Anielo de Guzmán. Marqués consorte de Castel Rodrigo. Estas decisiones se adoptaron sin preceder las consultas de los Consejos de Estado y de Guerra. El secretario representó al Rey en el despacho como era costumbre de su padre Felipe IV, y de la Reina durante la regencia, resolver tales nombramientos tras examinar las consultas de los Consejos Carlos II escuchó el parecer de Mejorada y le dijo que hablaría con su madre.

La representación del secretario en defensa del papel de los Consejos suscitó la indignación de Villasierra, quien instó a Mejorada a preparar los despachos. Ante sus dilaciones, Valenzuela le reprendió de forma severa. Se reiteraron las órdenes reales para expedir los despachos, de modo que se rubricaron los nombramientos como virreyes de Castel Rodrigo y del Príncipe de Parma. Fernández de Campo se fingió enfermo, retirándose a su casa pretextando que no podía acudir al despacho en varios días. En su lugar comenzó a ejercer el puesto Jerónimo de Eguía, secretario de la Reina que tenía la facultad de sentar la plaza en caso de ausencia o enfermedad del titular. La promoción de Eguía alteró el "cursus honorum" de la pluma. Hasta entonces, lo habitual era que los secretarios de Estado accedieran a la secretaria de despacho. Eguía había ejercido las plazas de secretario de Órdenes y de Justicia en gobierno.

De este modo, Valenzuela doblegó la oposición de la secretaría del despacho universal, a la vez que restringía el margen de maniobra del Consejo de Estado. Al proveer los virreinatos por decreto sin preceder terna del Consejo de Estado, Villasierra reafirmaba su primacía frente al principal consejo de la Monarquía compuesto por Grandes de España y aristócratas. Con un solo golpe se quebraba la autoridad de la covachuela y mermaba la la del Consejo de Estado, dos instancias supremas de poder en la Corte desde la muerte de Luis de Haro (1661).

Durante su aparente convalecencia don Pedro Fernández de Campo sufrió la absoluta indiferencia de los Reyes. La pérdida del favor regio quedó acreditada con la ausencia de pretendientes en su antecámara. Como era habitual, Valenzuela utilizó los rumores para forzar la rendición final de Mejorada. Hacer correr una voz por los mentideros era un modo de sondear la opinión común de la Corte. Desde Palacio se comentó que había bajado un decreto prohibiendo a Mejorada volver a entrar en la covachuela, a la vez que supuestamente se encargaba a Lope de los Ríos que lo residenciase. A principios de agosto se especuló con que se preparaban numerosas acusaciones contra el secretario en asuntos graves, incluida la revisión de cuentas del Bolsillo Secreto del Rey. Tras amenazas de una visita particular y un proceso, Mejorada envió intercesores a Valenzuela y se avino a un acuerdo que minorase el rigor de su desgracia.

A principios de septiembre los representantes diplomáticos informaron cómo don Pedro Fernández de Campo había logrado ajustar su jubilación con Valenzuela, evitando la puesto en marcha de una residencia de su gestión. Mejorada había regresado a Palacio para besar la mano de los Reyes. El Marqués de Villasierra había vencido a la covachuela. Durante su ministerio se aseguró de no proveer en un titular propietario el puesto de secretario del despacho universal. En su labor como primer ministro Valenzuela utilizó los servicios de Jerónimo de Eguía, manteniendo siempre su condición de secretario interino. Para los pretendientes y negociantes en la Corte se trataba de un cambio radical, acostumbrados como estaban durante tres lustros al poder omnímodo de la covachuela.

Desde julio la covachuela se convirtió en una plataforma de poder del nuevo valido. El nombramiento sin consulta de los virreyes y la caída de Mejorada era el anuncio ante la Corte del encumbramiento ministerial de Villasierra. Valenzuela despachaba con Jerónimo de Eguía en Palacio a solas de forma frecuente, lo que equivalía a decir que el despacho universal del gobierno de la Monarquía  lo desempeñaba él mismo.

A finales de julio Fernando de Valenzuela contaba con dos logros destacados y varios fracasos desde su regreso wn abril a Madrid. Entre los éxitos, por un lado, estaba la obtención de la jefatura de la casa de la Reina. Por otro, el reconocimiento de su superioridad por parte de la secretaría del despacho universal. Este triunfo político estaba reciente cuando se celebró en Palacio la onomástica de la Reina. El 26 de julio, día de Santa Ana, se organizaron en la Corte comedias y saraos. La Chamberga lució sus nuevas libreas al desfilar en la plaza de Palacio. En los oficios de la real capilla acompañaron a los Reyes diecisiete Grandes de España. En el día del santo de doña Mariana se publicaron numerosas mercedes, como virreinatos, embajadas, mandos militares y pensiones. La expectativa de recibir beneficio reunió a la Grandeza de España y a la alta nobleza en torno a las personas reales. La reina Mariana, junto a su hijo y al valido Fernando de Valenzuela, podía considerar que había fortalecido su control de la dirección del gobierno de la Monarquía. Pero en aquellos días ya habían comenzado las cábalas de algunos aristócratas, como el Duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa, tendentes a derribar a Fernando de Valenzuela La cámara del Rey volvía a movilizarse contra el nuevo valido. Sino caída el "Duende", el siguiente objetivo sería la propia Reina. Entre agosto y diciembre de 1676 el poder de doña Mariana entraba en una fase decisiva en la que estaba en juego tanto el destino final de su hechura como su propia supervivencia política.

CONTINUARÁ...


Fuentes:

1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.

2. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos años en la ciudad de México (1678-1692)". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.


2 comentarios:

  1. Una lectura superficial de la historia -lo más frecuente habitualmente y este no es el caso- no permite casi nunca ahondar en el tema espinoso de la conspiración, donde determinadas personas o grupos de presión intentan manejar los hilos de la política nacional, algunas veces por sentido de estado y las más para obtener alguna ventaja frente a otros. Es frecuente que se junten en esta empresa ambiciones, afán de protagonismo e intereses personales. Y en este juego nos encontramos.
    Un saludo.

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  2. Tener complacido al pueblo con el abastecimiento correcto de pan y carne, además de ofrecer festejos que le entretuvieran, eran tácticas conocidas desde antiguo para tenerlo complacido y evitar posibles levantamientos. Cuanto menos se les incitara a pensar más facilidades habría de tener las riendas bien amarradas. Además el apoyo del populacho podría inclinar la balanza hacia el lado de Valenzuela en caso de que vinieran mal dadas, aunque, habida cuenta del poder al que se enfrentaba, de poco le podrían valer los levantamientos populares. Un advenedizo a ojos del resto de poderosos nobles seguría siéndolo por mucho que se esforzase en hacerse valer a través de sus logros.
    Un beso

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