martes, 8 de febrero de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE VIII)

Retrato del III Duque de Feria por Felipe Diriksen (detalle). Antinguo Mueo del Ejército de Madrid.

La propuesta de enviar al Cardenal-Infante a Bruselas a reunirse con su tía Isabel Clara Eugenia había tardado algún tiempo en madurar, entre otras cosas debido a que los avances suecos y franceses habían bloqueado los pasillos militares que comunicaban la Lombardía con Flandes, de manera que no había ninguna ruta segura por tierra. La decisión tomada en el otoño de 1632 de que el Duque de Feria reuniera un ejército de 16.000 soldados en Milán para acompañarlo en su viaje reflejaba todas esas dificultades. Durante los meses de invierno de 1632-1633, sin embargo, los planes, ya complejos de por sí, se complicaron aún más. En noviembre, el Duque de Feria había recibido una carta de Isabel Clara Eugenia en la que le preguntaba si podía enviar ayuda al Franco-Condado, pues ella no estaba en situación de defenderlo desde Flandes. En respuesta a esta petición, y a sus preocupaciones por la necesidad de dejar el camino expedito para el viaje del Cardenal-Infante, el 4 de febrero de 1633, escribía a Madrid proponiendo la creación de un ejército en Alemania, según las líneas de la propuesta hecha por el Conde-Duque en 1631 de formar un ejército del Palatinado. Estas fuerzas habrían de defender el Franco-Condado, salvaguardar el Tirol, prestar apoyo a los esfuerzos bélicos del Emperador y venir en ayuda de Italia en caso necesario.

Apenas había tenido Madrid tiempo de aprobar esta propuesta cuando el Duque de Feria sometió a su consideración otros planes todavía más ambiciosas. El ejército de Alsacia (1), para el que había propuesto en un principio 15.000 hombres, debía ser aumentado hasta alcanzar los 20.000 soldados de infantería y 4.000 de caballería. Estas fuerzas, según creía, habían de bastarle para recuperar la propia Alsacia, en poder de los suecos desde la Batalla de Breitenfeld de 1631, salvaguardar el Franco-Condado y limpiar de tropas enemigas el Mosela y el Rin hasta Colonia (4). El Consejo de Estado aprobó este proyecto revisado el 27 de marzo, aunque no sin cierto desasosiego por las repercusiones que pudiera tener en las relaciones de España con sus aliados. Iba a ser necesario, por ejemplo, hacerse con un paso por el Cantón de los Grisones, para lo cual se requeriría el permiso del Emperador. Olivares ponía asimismo de relieve la necesidad de calmar los temores en Alemania por la presencia de este gran ejército español en su suelo.

El 8 de abril de 1633 se envió la orden de formación de un ejército de Alsacia compuesto por 24.000 hombres y la del nombramiento del Cardenal-Infante como generalísimo de todos los ejércitos. Aquella maquinaria, cuya finalidad era asombrar una vez más al mundo con el incontestable poderío del Rey de España, se ponía laboriosamente en movimiento.

El socorro de Breisach por Vicente Carducho (en primer plano el Duque de Feria). Museo del Prado de Madrid.

En una carta remitida en el mes de marzo al Marqués de Aytona para explicarle sus disposiciones militares para el año en curso, el Conde-Duque ponía de manifiesto tanto sus preocupaciones como sus esperanzas (2). Con la ayuda de Dios, el ejército del Cardenal-Infante lograría “abrir ese camino, con que también se abre el socorro de las plazas de ultra Mosa, y las del Rin”. Pero a todo el mundo le preocupaba la posibilidad de que los franceses atacaran el Franco-Condado mientras los holandeses arremetían contra alguna otra plaza fuerte: “Este es el cuidado supremo… Hoy todo se endereza a defendernos de Francia”. En el mes de febrero, Olivares había enviado a París a un nuevo embajador de carácter intransigente, don Cristóbal de Benavente y Benavides, con instrucciones de insistir en que Luis XIII hiciera concesiones territoriales y abandonara a sus aliados suecos (3). Pero en una carta a Pedro Roose confesaba que estaba dispuesto a firmar con los franceses un tratado de paz y amistad, con tal de que no se inmiscuyeran en los asuntos de Flandes. Por desgracia, los franceses no mostraban ninguna inclinación a mantenerse al margen de los asuntos ajenos.

A comienzos de julio, el ejército de Alsacia estaba casi listo, pero pronto surgiría una nueva e imprevista dificultad: en una carta fechada en Milán el 5 de julio, el Duque de Feria comunicaba que el Emperador, cediendo a las presiones del todopoderoso Albrecht von Wallenstein (4), generalísimo de los ejércitos imperiales, no parecía dispuesto a permitirle entrar en Alsacia con su ejército (5). Sus instrucciones no contaban con la posibilidad de que el Emperador denegara las facilidades de tránsito. Hallándose Alsacia en grave peligro de caer por completo en manos del enemigo y con Breisach, el importantísimo vado del Rin, amenazado por los suecos del general Gustav Horn, ¿cómo iba a llevar al Cardenal-Infante y a su ejército a Flandes en caso de que llegara de Viena una denegación oficial?

Todos los recelos que en España se sentían hacía Wallenstein se habían reavivado ante la perspectiva de que se plantara en suelo alemán con otro ejército que estuviera fuera de control. Pero el comportamiento cada vez más excéntrico de éste hacía crecer el número de sus enemigos en Viena, y siempre cabía la posibilidad de que Fernando II, ante las presiones de los embajadores españoles, el Conde de Oñate y el Marqués de Castañeda, cambiara de opinión. En reunión del Consejo de Estado celebrada el 19 de agosto, el Conde-Duque fue partidario de forzar la situación. Debía ordenarse al Cardenal-Infante emprender la marcha hacia el norte, y había que decir al Emperador que si no estaba dispuesto a enviar tropas que garantizaran la seguridad de don Fernando, no recibiría más dinero de Madrid (6).

Castañeda pudo por fin comunicar desde Viena la segunda semana de agosto, que el Emperador había cambiado en el último momento d opinión (7). Tanto Breisach como Costanza corrían peligro de caer en manos de los suecos, y Fernando II no tenía más remedio, dadas las circunstancias que permitir los movimientos de tropas españolas de Italia a Alsacia, por muchas objeciones que pusiera Wallenstein. El Cardenal-Infante permanecería de momento en Milán, mientras que el Duque de Feria acudiría en socorro de Breisach con la ayuda de algunos regimientos alemanes al mando del lugarteniente de Wallenstein, Johann von Aldringen, apoyado por Maximiliano de Baviera.

Mientras Feria se preparaba para marchar, la situación en la frontera occidental del Imperio se deterioró rápidamente. Luis XIII y Richelieu perdieron la paciencia ante el comportamiento del duque Carlos de Lorena, que había permitido a España y al Emperador reclutar tropas en sus tierras y era sabido que conspiraba con Gastón de Orleans, hermano del monarca francés, y con los españoles. El 31 de agosto, Luis XIII apareció al frente de un ejército ante los muros de Nancy. Carlos, esperando en vano las ayudas de Wallenstein, no pudo resistir a las exigencias francesas, entre las que se incluían la ocupación de su capital por un período de 30 años. El 25 de septiembre, Luis XIII entraba con gran pompa en Nancy y cuatro meses más tarde, el Duque de Lorena abdicaba.

En una sesión del Consejo de Estado celebrada el 17 de septiembre, Olivares enumeraba con gran enojo las repercusiones de la invasión francesa de Lorena, que no eran otras que el corte de las comunicaciones entre Alemania y los Países Bajos excepto por Colonia. Controlando ya como controlaba Alsacia y Breisgau, con la excepción del vado de Breisach, estaba a punto de cortar los últimos lazos que quedaban entre Italia y Alemania, aislando por completo a Flandes. La guerra con Francia parecía que estaba a punto de empezar y la única esperanza que quedaba era formar una gran alianza para restaurar la paz en toda la Cristiandad. Si el Duque de Feria lograba socorrer Breisach y liberar Lorena, España se hallaría en una posición de fuerza que le permitiría convencer al Emperador para entrar en una alianza contra los holandeses.

El socorro de Constanza por Vicente Carducho (el Duque de Feria en primer plano). Museo del Prado de Madrid.

El Duque de Feria cruzó los Alpes el día 5 de septiembre al frente de 8.000 soldados de infantería y 1.300 de caballería. En compañía de las tropas de Aldringen, Feria llevó a cabo una hábil marcha que limpió de enemigos todo el camino desde Constanza hasta Breisach , que fue liberada el 20 de octubre. Sin embargo, para ayudar a Feria, Aldringen había tenido que desplazar a sus hombres de los puestos defensivos que ocupaban a orillas del Danubio, y Bernardo de Sajonia-Weimar aprovechó la ocasión para atacar Ratisbona, que controlaba el camino hacia Viena. Wallenstein respondió demasiado tarde a las llamadas del Emperador y de Maximiliano de Baviera. Feria, por su parte, se había quedado atascado. Cuando sus tropas se disponían a recogerse en sus cuarteles de invierno, se vieron atacados por el tifus, que diezmó sus filas. El propio Duque contrajo la enfermedad y, ya en estado grave, fue trasladado a Munich, donde fallecía el 11 de febrero de 1634. La muerte de aquel hombre dejaba un hueco difícil del llenar.

La expugnación de Rheinfelden por Vicente Carducho (el Duque de Feria en primer plano). Museo del Prado de Madrid.

El parón de la campaña del Rin coincidió con noticias preocupantes desde Bruselas. El 29 de noviembre de 1633, el Marqués de Aytona escribió al Cardenal-Infante que Isabel Clara Eugenia estaba al borde de la muerte y que “hallándose tan llenos de sediciosos dentro y con tantos enemigos fuera” (8) la situación en los Países Bajos se hacía muy precaria. Suplicó al hermano del Rey que se dirigiera a Bruselas sin demora “porque estas son las ocasiones en que los príncipes puedes y deben aventurar sus personas” (9). Dos días después, repitió su petición. Mientras tanto, el 1 de diciembre, Isabel Clara Eugenia fallecía. Inmediatamente el Rey firmó una orden en la que nombraba al Marqués de Aytona gobernador general interino. El interinato, sin embargo, se suponía que había de durar poco tiempo. El Cardenal-Infante había de emprender lo antes posible su azaroso viaje a Flandes. Sin embargo, se necesitaba tiempo para la leva de nuevas tropas y la coordinación con los ejércitos imperiales comandados por el Rey de Hungría Fernando III, hijo del Emperador, y generalísimo de las tropas césareas tras el asesinato de Wallenstein (10).


Fuentes principales:

* Aedo y Gallart, Diego de: “El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria”. Amberes, 1635.

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.



Notas:

(1) Para saber más sobre el Ejército de Alsacia consúltese C. de la Rocha, A. Cañete y J. Gonzáles Martín: “El ejército de Alsacia”. Satrapa, 2010.

(2) ADM, leg. 79, Olivares a Aytona, marzo de 1633.

(3) Leman, Auguste: “Urbain VIII et la rivalité de la France et de la Maison d‘Autriche de 1631 a 1635”. Lille, 1920, p. 278.

(4) Albrecht von Wallenstein (1583-1634) fue un militar bohemio y mercenario al servicio de la Casa de Austria. Llegó a poseer un ejército de entre 30.000 y 100.000 hombres bajo su mando durante la Guerra de los Treinta Años, convirtiéndose en uno de los hombres más poderosos de su tiempo.

(5) AGS, Estado, leg. 3339, fol. 163.

(6) AGS, Estado, leg. 3339, fol. 135. Consulta, 19 de agosto de 1633.

(7) AGS, Estado, leg. 2334. Consulta, 25 de septiembre de 1633.

(8) Se refiere a una conspiración de la nobleza flamenca para liberar a las provincias del sur de los Países Bajos de la dominación española que pudo ser desbaratada a tiempo con la expedición a España del miembro más destacado de la misma, el Duque de Aerschot

(9) SEG 2289, s.f.: el Marqués de Aytona a don Fernando, 29 de noviembre de 1633.

(10) Wallenstein, gracias sobre todo a la actuación del embajador español en Viena Conde de Oñate, que le consideraba un obstáculo en los planes de España de despejar el camino del Rin hacia Flandes, fue declarado culpable de alta traición al Emperador, siendo asesinado en Eger el 25 de febrero de 1634 por los oficiales de su mando.

20 comentarios:

  1. Malos tiempos para un imperio hispánico que se desmorona. Además de las peripecias militares aparecen otros enemigos más difíciles de combatir, como el tifus que diezmó las tropas del Duque.
    Un saludo.

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  2. Cayetano: es esta épova la Monarquía Hispánica era aún la primera potencia europea. Ella sola habría podido aniquilar a Francia con de hecho hizo en los primeros años de la guerra franco-española (1635-1659), el problema es que al mismo tiempo había otros frentes abiertos: contra los holandeses, y el de los protestantes en Alemania (principalmente suecos) + más la rapiña inglesa y holandesa en las Indias. Demasiados frentes abiertos, sin embargo, la Monarquía jamás de desmoronó pese a los malos augurios y llegó al cambio dinástico de 1700 practicamente como la había dejado Carlos V a su muerte, lo que indica la solides del dominio hispánico, en los últimos años eso sí se mantuvo gracias a la aún expléndida diplomacia hispana y a la alianza con las potencias marítimas a las que no interesaba el poder de Luis XIV.

    Saludos.

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  3. Perdón: he usado inapropiadamente los tiempos verbales y el estilo de la redacción. No sé qué me pasa hoy que ando espeso con eso del catarro. Ya sé que en esos momentos España era la primera potencia europea. Quería decir exactamente: "un imperio hispánico con amenazas latentes por todos lados que ponen en peligro su estabilidad".
    Un saludo.

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  4. Que tiempos de angustia.

    Y encima, los ingleses siempre listos como buitres.

    Muy ameno, Carolvs.

    Un abrazo.

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  5. El tifus siempre iba con los campamentos y las compañías. Era, a veces, más demoledor que los arcabuzazos.

    Saludos.

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  6. Es cierto majestad, España hasta mediados del XVII era la primera potencia en el mundo, pero como bien dices, tenía muchos enemigos, precisamente por ser la más poderosa, todas las demás le tenían ganas: Francia, Holanda, Gran Bretaña... Y cuando no eran los soldados enemigos eran otros los adversarios que nos menguaban: temporales, piratería, epidemias, como ahora el tifus. Iniciábamos ya la cuesta abajo.
    Un cordial saludo.

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  7. Retablo: tifus y peste, dos enfermedades fatídicas de la época.

    Un cordial saludo.

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  8. Paco: si empezaba la cuesta abajo pero la Monarquía aún tenía mucho que decir e iba a ser difícil echarla de la supremacía, algún momento de gloria nos queda aún por narrar ;)

    Un abrazo.

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  9. Ha sido emocionante el relato de hoy. Eurora era un tablero complicadísimo, y España movía piezas por doquier; todo un precioso ejercicio de estrategía. Cuánto he disfrutado con tu narración hoy. Un saludo.

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  10. Entre los enemigos de fuera y los de casa "de toda la vida", y sumando las muertes reales, parece que todo estaba en contra de la Corona...
    Salud¡

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  11. Desdelaterraza: me alegra que te haya gustado la entrada, desde luego que todos estos movimientos marciales eran impreionantes.

    Un saludo.

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  12. ..Y mientras tanto Castilla manteniendo a esas tropas que se movían por el tablero de Europa, siempre Castilla, que acabará pagando muy seriamente la sangría de hombres y de dineros. Tifus en el frente y peste en el corazón del Imperio.

    Saludos

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  13. Lástima que nuestra Monarquía estuviera rodeada de enemigos por los cuatro costados, otro gallo le hubiera cantado a alguno de nuestros vecinos de no ser por ello.
    Fíjese que he leido muchas veces los acontecimientos de esa época pero relatados por usted vuelven a mi cabeza como si de una película se tratase. No puedo decir más que seguiremos esperando con ansia los sucesivos capítulos amigo Carolus.

    Un abrazo.

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  14. Carmen: así es, Castilla pagaba todo el peso de la Monarquía y de eso no se recuperaría hasta bien entrado el XVIII...además a partir de finales del reinado de Felipe IV, el Reino de Nápoles se alzará como la segunda fuerza contributiva de la Monarquía.

    Un beso.

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  15. Pedro: sin duda habría sido como dices, ante un sólo frente la Monarquía habría sido casi invencible. Me alegra que te gusten las entradas.

    Un abrazo.

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  16. Las peripecias del Infante-Cardenal para llegar a Flandes son increíbles. Y aún nos quedan muchas más que poco a poco tu amena pluma nos irá desvelando.

    Un abrazo (y un R.I.P. para la Serenísima Infanta)

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  17. Jordi: muchas gracias y también me pongo de luto por la infanta-archiduquesa ;)

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