sábado, 17 de septiembre de 2011

Tal día como hoy moría don Juan José de Austria

Detalle del retrato de don Juan José de Austria (1674), obra de Isidoro de Burgos Mantilla en Real Monasterio de El Escorial.

Justo un día como hoy, 17 de septiembre, pero de 1679 moría en Madrid don Juan José de Austria, exactamente 14 años después de que lo hiciese su padre, Felipe IV (17 de septiembre de 1665). Esta es la historia de sus últimos días:

En el último de los años de su vida, 1679, cuentan las crónicas que en la tradicionalmente fastuosa procesión del Corpus, don Juan José de Austria, a diferencia de lo exhibido en el año anterior, portaba en opinión de muchos de los que le vieron un semblante agotado, además de sentirse afectado por la soledad del poder, por más que su capacidad de acción continuase siendo grande. En efecto, desde que a finales de 1676 se convirtiese en el cerebro e instigador de los actos que llevaron a la caída de don Fernando de Valenzuela y obligaron a la reina madre doña Mariana de Austria a “exiliarse” en el Alcázar de Toledo, desafiando de paso la legalidad vigente, contando además con el aplauso de las clases populares, venía ostentando un poder casi absoluto.

Pero es que además don Juan José contaba como elemento básico a su favor con el carácter apático de su hermano Carlos II, incapaz de mantener todo criterio personal, en cualquier acto que supusiera pasar el filtro de la recia personalidad de su hermano.

El rey Carlos sentía verdadero pánico cuando se le obligaba a fijar la atención en un asunto concreto y, seguramente por ello, aborrecía los tediosos asuntos de gobierno. Además, la infantil bondad de su persona y la irascibilidad caprichosa de su temperamento le empujaban a estar siempre asistido y acompañado. Y eso precisamente fue lo que hizo siempre don Juan José, desde aquel mismo instante de la mañana del 23 de enero de 1677 cuando el bastardo se presentó en el Palacio del Buen Retiro para asumir el poder, proclamándose allí miso la mayoría de edad de Carlos II al librarle de las influencias de su madre y de aquella camarilla que liderase don Fernando de Valenzuela.

En todo caso, y como queda dicho, en la procesión del Corpus del 1679 el envejecimiento del bastardo era evidente. Y si Carlos II portaba elegantes bordados y tafetanes, además de famosa perla Peregrina (1), mostrándose exultante y feliz, a la par que como un adulto capaz de asumir sus responsabilidades como Rey, su hermano don Juan carecía ya del brío necesario para lucir su magnífico traje. Cuan diferente era ahora de épocas pretéritas, épocas de juventud cuando se paseaba por media Europa en busca de aquel lugar que por su nacimiento pensaba le pertenecía. Valga de ejemplo la descripción que de don Juan José hiciese una dama de la Corte francesa cuando éste pasó por allí camino de España tras los desastres de los Países Bajos:

Vino vestido de camino con grueso traje gris, coleto de terciopelo negro y botones de plata, todo ello a usanza francesa. El príncipe nos pareció pequeño de estatura, pero bien formado. Tenía rostro agradable, cabellos negros, ojos azules llenos de fuego; sus manos eran bellas y su fisonomía inteligente”.

En este momento don Juan José aparece y se siente más frágil que nunca. El desengaño asaltó su espíritu y, aún sin querer reconocerlo, sentiría que el peso del hastío y de la melancolía se presentaban ahora muy cercano a él, adueñándose de su espíritu que antes fue altanero y ahora veía como se postraba a su languidez. En este momento observa con relativo desprendimiento, las miradas entre agresivas y torvas de aquellos que poco antes le alababan e idolatraban; y percibe de primera mano la fragilidad de la ambición, lo vano de los sueños, como si de una de esas vanitas barrocas pintadas por Valdés Leal se tratase.

Cuentan las crónicas que el verano del año que vio morir a don Juan José de Austria fue fresco. En este sentido, el Duque de Maura en su obra sobre el reinado de Carlos II relata como el hijo bastardo de Felipe IV, en ese intento de acompañar al joven Carlos II hasta casi en los momento más íntimos de su vida, ante el temor de que su frágil carácter se viese expuesto a cualquier perturbación por parte de terceros, y con ello a perder su afecto, continuaba a su lado a pesar de no encontrarse en buen estado de salud

Ese notable afán por acompañar al joven Carlos II, quizás en ese intento ya observado por controlar su voluntad, le acarrearía, obviamente, a don Juan José no pocas críticas por parte de sus adversarios políticos. Así rezan numerosos pasquines que circulaban por aquel Madrid que le vio desarrollar sus tareas de gobierno:

colocado Don Juan en el alto ministerio, no puedo corresponder a los buenos deseos, ni a las esperanzas de la Nación. Se le censuró que se ocupara más de preocuparse de las distinciones de su empleo, que en buscar la felicidad de los pueblos ya que las desgracias que padecía la Monarquía en su tiempo eran todavía mayores que las que habían padecido en los años antecedentes” (2).

Pero su salud seguía empeorando. En este sentido, el jueves 24 de agosto de 1679 sintió don Juan a su regreso de un paseo campestre, una ligera destemplanza acompañada de dolor de cabeza, retirándose a su habitación para descansar. Ya al día siguiente no pudo levantarse, debiendo continuar con su recuperación.

Cuenta un texto de la época, que ya el 27, a las dos de la tarde, le repitió crecimiento manifiesto con leve frío en los extremos y algún quebranto en todo el cuerpo, que terminó después de ocho horas de calentura con un sudorcillo universal, quedando libre todo el día siguiente, en el cual se le sangró, precediendo la seguridad del vientre. Y ya nunca más volvería don Juan a recuperar la salud por completo, continuando en ese trance cuando el 31 de agosto se celebró la ceremonia del juramento de las paces entre las monarquía de España y Francia, la llamada Paz de Nimega.

Poco después, el 7 de septiembre, y a la vista de que la enfermedad de don Juan de Austria continuaba agravándose por momentos, vino éste a realizar testamento. Cuenta el Duque de Maura que se hallaba atormentado por los cirujanos con purgas, sangrías, sajas, sedales y “cuantas puertas fueron posibles para dar éxito a tanta y tan maligna materia”. La cosa se agravó cuando el lunes 11 de ese mismo mes hizo mella en su espalda y tórax una erisipela, que vino a durarle dos días. A partir del día 13 no cesaría su situación de delirio, repitiéndose constantemente ataques compulsivos.

El sábado 16 de septiembre de 1679 don Juan de Austria agonizaba en su lecho, muriendo al día siguiente, catorce años después de que lo hiciese su padre, Felipe IV el Grande (17 de septiembre de 1665). Don Juan tenía 50 años.

La muerte de don Juan José de Austria supuso la desaparición del hombre probablemente más importante de la segunda mitad del siglo XVII español y uno de los más destacados de la Europa de la época. General victorioso y político capaz y de amplias miras, don Juan se pasó toda su vida luchando por conseguir una posición que creía que le correspondía por nacimiento, como hijo que era de Rey. Sin embargo, comenzando por su propio padre que jamás le consideró para la línea sucesoria, anteponiendo incluso a parientes lejanos antes que a su propio hijo y que en su último testamento le apartó incluso de la Junta de Regencia del pequeño Carlos II, lo que suponía apartar al hombre más capaz de aquella España; y siguiendo por sus adversarios políticos que no veían en él más que a un vanidoso bastardo hijo de una vulgar comediante, hicieron que don Juan, el mesías del pueblo, no pudiese alzarse con el poder hasta el final de su vida y tras dos fallidos intentos por conseguirlo. ¡Qué distinta hubiese sido esa España de haber llegado a reinar don Juan José!

A tenor de los resultados de la autopsia del cuerpo de don Juan, algunos de sus partidarios vinieron a atribuir el fallecimiento al veneno, como si aquel intento que años atrás protagonizara el Conde de Aranda o el Marqués de Aytona ahora se hubiese manifestado nuevamente. En este sentido, los forenses, tras analizar su cadáver proporcionan algunos datos importantes: “halláronse en la vejiga de la hiel dos piedras blancas, redondas y leves como piedra pómez: la una del tamaño de una nuez de especia, la otra del de una avellana; ésta tapaba el ducto o vena por donde se expurga la cólera en su estado natural, y se halló muy enviscado y teñido el hígado de este humor y difundido por la masa de la sangre. Ha causado admiración el no haber visto en el hábito del cuerpo ni en la orina (que siempre estuvo natural) señal de ictericia, y no menos el haber hallado gangrenado por lo interno del tórax, en correspondencia de la erisipela, sin haber precedido dolor ni dificultad de respiración. En las venas de la cabeza se halló la sangre concreta; mucho hubo extravasada en los ventrículos y demás espacios”.

Mientras tanto, Carlos II, como si la cosa no fuese con él, seguía su actividad ociosa, incluso se dice que no se acercó a su lecho a lo largo de toda la enfermedad de su hermano o, tras ésta, a su ataúd por temor a contagiarse. Don Juan José de Austria murió solo y olvidado por muchos que en otras épocas aprovecharon su poder.

Un día después de la muerte de don Juan, al mismo tiempo que su cadáver era embalsamado conforme a los mandatos del propio Carlos II, un correo portaba billete del Rey a su madre doña Mariana de Austria: “Madre y señora mía: ayer no pude escribirte por la muerte de don Juan, que se le llevó Dios a las dos, y ahora te despacho con este aviso, y después de él responderé a tus cartas. Tu hijo que más te quiere, Carlos”.

Se acercaba la hora de que la antaño Regente regresara a la Corte, dejando atrás su destierro en el Alcázar de Toledo. Carlos II esperaría al día siguiente del destierro del bastardo para salir al encuentro de su madre, anunciándolo así el mismo día del entierro de su hermano: “Madre y señora de mi vida: he recibido tu carta, de ayer, y no dudando de que te habrá causado todo el gusto que dices la noticia de habernos de ver tan presto, puedo asegurarte que no es menor el mío. Yo llegaré a esa ciudad, queriendo Dios, mañana a las once, y no tienes que salir de casa, sino aguardarme en ella, y si hubieras de responder me enviarás la respuesta a Aranjuez, donde dormiré esta noche”.

El martes 19 de septiembre los restos mortales de don Juan José, excepto su corazón que volvería a sus amadas tierras de Aragón para que encontrase cobijo en la Basílica del Pilar de Zaragoza, serían introducidos en una caja de plomo, y ésta en otra de madera forrada en brocado rojo, metiéndose en la bóveda abierta bajo el coro de la iglesia del convento de las Descalzas Reales.

Llevaba por mortaja el mismo traje que lució en la boda de Carlos II, además del bastón y el manto capitular de la Orden de San Juan, de la que era Gran Prior para los reinos de Castilla y León. Esa misma noche partirían sus restos mortales en dirección al monasterio de El Escorial, para depositar su cadáver en el pudridero, siendo acompañado en este su último viaje por sus más fieles partidarios.

Hoy día es posible acercarse a ver los restos de este gran hombre, situados en el Panteón de Infante de El Escorial junto a la tumba del primer don Juan de Austria, hijo del emperador Carlos V. El visitante podrá leer en ella una simple frase en latín: “Iohannes Iosephvs. Philippi IV filivs notvs”.

Fuentes principales:

* Ruíz Rodríguez, Ignacio: “Don Juan José de Austria en la Monarquía Hispánica. Entre la política, el poder y la intriga”. Dykinson, 2007.

Notas:

(1) La perla Peregrina fue pescada en los mares del sur en 1515, perteneció a un antepasado del Conde de Puñonrostro, luego a doña Isabel de Bobadilla, de la casa de Chinchón y, finalmente, a la emperatriz Isabel de Portugal, que la incorporó al patrimonio de la Corona. Pesaba 52 quilates y 3 gramos y tenía un valor de unos 222.605 reales de plata.

(2) BN, mss. 18.206.

PD: gracias a Pedro de Mingo del blog España Eterna por este premio Fidelitas que me otorga en el primer aniversario de su blog:

24 comentarios:

  1. Tienes razón en que los Reinos hispánicos hubiesen sido otros bajo el mando de don Juan José de Austria. Puestos a pensar en su autopsia no es descabellado pensar que, como su ilustre tío don Juan de Austria, en quien él tanto se miraba para actuar en la política y enla guerra en general, murió, dicen, por causa del veneno (a lo cual yo me niego rotundamente a creer), no es de extrañar que a don Juan José le dicataminaran el mismo mal, como si hasta en la muerte debieran de parecerse.
    Por cierto, impresiona colocarse en el Panteón de Infantes de El Escorial entre las tumbas de uno y otro, teniendo a don Juan de frente y a don Juan José de espaldas. Quiero imaginármelos conversando tranquilamente durante las negras noches...
    Un beso

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  2. Está claro que todos venimos con fecha de caducidad, incluso los grandes personajes de la historia. Como alguien dijo: no hay que tomarse la visa demasiado en serio, al fin y al cabo no vamos a salir vivos de ella.
    Así que el día de su entierro llevaba por mortaja la misma vestimenta que llevó en la boda del hermanastro... De un evento presuntamente gozoso a un hecho luctuoso. Así es la condición humana.
    El panteón del Escorial es impresionante además de un lugar silencioso y fresquito para que los que están allí -muy a su pesar- pasen el verano madrileño fresquitos.
    Un saludo.

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  3. Quería decir "la vida", no "la visa", que está echando humo.

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  4. Carmen: fueron dos hombres con una trayectoria y una historia muy parecidas, dando glorias y laureles a sus reyes (Felipe II y Felipe IV), pero al mismo tiempo reclamando eso que la sangres de sus madres plebeyas les negaba.

    Bonita imagen imaginar a ambos narrándose sus batallas, aventuras y desventuras.

    Un beso.

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  5. Cayetano: jeje si la visa la tenemos todos temblando. Pues sí, la vida son dos días y ni los más grandes se libran de la muerte.

    Un saludo.

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  6. Magnifico recordatorio en el aniversario de la muerte de Don Juan. Llama la atención que su hermano Carlos II no apareciera ni de visita en el lecho de muerte. Con actos así vemos que jamas fue digno de su persona.

    Y felicidades por el premio!

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  7. Lorenzo: Carlos II tenía una personalidad muy pobre, era fácil de engañar por unos y otros que es lo que hicieron los enemigos de don Juan durante su enfermedad, además parece ser que le agobiaba sobremanera el control de que don Juan ejercía sobre él.

    Un saludo y gracias ;)

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  8. Una observación, creo que el traje que uso de mortaja Don Juan era en efecto el que se había mandado hacer para las bodas de su hermano el rey, pero no llegó usarlo para tal ceremonia pues su muerte se produjo antes (Don Juan murió en septiembre y las bodas fueron en noviembre). Así Don Juan no legó a ver nunca a la reina María Luisa...
    Es curioso el hecho que Don Juan muriese el mismo día que su padre, no lo sabía. Hay otros casos curisos de coincidencia: Luis XIII murió de muerte natural un 14 de mayo, el mismo día que su padre había sido asesinado 33 años antes. Otro caso es el de Franco y Jose Antonio (aunque este sospecho no fue del todo natural).

    Yo creo que una de las cosas que más obsesionaba a Don Juan "II" de Austria (como se le denomina en los registros de Simancas) respeecto a su homólogo y pariente, de quien recibió el nombre y siguió la estela, era que él era bastardo (Juan José) y Don Juan (el I) hijo natural.
    Una sutileza que si bien en nuestros tiempos parece sin importancia, en aquel entonces tenía mucha.
    El primer Don Juan era hijo del emperador víudo y de una dama soltera de la pequeña nobleza, no había pues objeción canónica que lo convirtiese en bastardo. El segundo lo era de un rey casado y una actriz...(y las dudas sobre la paternidad fueron objeto de coplillas, como creo que ha recordado Carolus en sus posts anteriores sobre Don Juan José).
    Creo que esa es una de las razones por las que Don Juan José nunca fue condecorado con el Toisón de Oro por ejemplo. A pesar de todo allí donde estuvo y gobernó se le trató como a príncipe y a hijo de rey.
    Su trayectoria tambié permite un paralelismo con la del cardenal infante...

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  9. Daniel en efecto don Juan no conoció a María Luisa, me refería a la boda por poderes, no a la boda real que se celebró en Quintanapalla (Burgos).

    Estas sutilezas hoy no tienen mucha importancia, pero en aquel entonces sí como bien dices. La gran obsesión de don Juan fue siempre ser nombrado infante de España, lo que le daba posibilidades de acceder al trono y a un mayor respeto por parte de los Grandes. Don Juan, al menos en sus primeros años, estuvo obsesionado con conseguir un reino, lo intentó con Polonia y el Tirol, casándose con una de las archiduquesas de aquella rama de la Casa de Austria de la que ya traté extensamente hace un tiempo.

    Don Juan nunca recibió el Toisón de Oro, por eso entre algunos historiadores el retrato anónimo del Prado levanta sospechas de que no se trate de don Juan, a pesar de lucir también la Cruz de Malta.

    Un saludo.

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  10. *digo que intentó casarse con una de las archiduquesas, algo que finalmente no sucedió por la negación de Leopoldo I.

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  11. Bueno, le festejamos en abril su cumpleaños y hoy toca luto.

    Extrordinaria entrada, muy sentida.
    Abrazo.

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  12. Durante el siglo XVII los Austrias tuvieron una política matrimonial algo absurda, dejando a tantos archiduques, infantes y principes sin casar. Luego pasó lo que pasó. Don Juan se hubiera podido casar con una de las bastardas de Luis XIV de haber vivido un poco más. De haber tenido descendencia legítima no creo que hubiera llegado al trono, pero quizá hubiera perdurado una rama de la Casa de Austria con un ducado español... historia ficción.

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  13. Vaya vaya, se ve que no tenía Vuesa Merced mucha simpatía por su hermanastro. Sobre la decepción que me dijo Su Majaestad de los catalanes por la no recuperación del Roselló y su capital Perpinyá, pues le repito que ¿como echarle el diente al todopoderoso y agresivo Rey-Sol con un ya paupérrimo ejército? Es como decepcionarse con el rey actual por no recuperar el robo británico de Gibraltar en 1704.
    Posiblemente, en tiempos en que la Monarquía Hispánica estaba en caída libre en Europa y era una marioneta rodeada de buitres esperándo su estirada de pata en el Alcázar de Madrid para repartirse sus territorios como despojos, cualquier personaje que pareciese algo, sería fácilmente encumbrado. Y ese fue vuestro hermanastro al que poco amábais por tanto humillar a vuestra reina madre doña Mariana y su confesor Nittard.
    Saludos Majestad.

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  14. Pues vería la muerte como una liberación, viendo como se quedaba el panorama, con su hermano físicamente mal...y sin ningún digno sucesor válido.
    Salud Alberto

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  15. Que en paz descanse quien pudo haber sido la solución a muchos problemas de aquella monarquía.

    Saludos

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  16. Desde luego, otro gallo cantaría si su hermanastro llega a tener todo el poder, pero la historia es como fue y nada puede cambiarse. He llegado tarde a esta conmemoración por estar fuera de SEvilla, pero me uno a ella como otras veces. Feliz domingo, Majestad.

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  17. Daniel: como ya comenté en una entrada, para mi el gran error que costó la sucesión a la Casa de Austria, fue no casar a los infantes don Carlos y don Fernando, hijos de Felipe IV...lo que habría creado dos líneas paralelas legítima como la de los Orleans (descendientes del hermano de Luis XIV) en Francia.

    Un saludo.

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  18. Juan: a pesar de la debilidad de la MOnarquía, no hay que olvidar que seguía siendo una potencia continental y que Luis XIV las pasó canutas cuando se coaligó con otras potencias como Holanda o Inglaterra durante la Guerra de los Nueve Años. Además, España seguía contando con la mejor red de diplomáticos del continentes, hombres curtidos en mil batallas y capaces de ganar cosas en los despachos, cosas que en tiempos pretéritos se ganaban en los campos de batalla.

    Un abrazo.

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  19. Javier: puede ser, aunque también puede ser que pensase que aún podía hacer mucho por la Monarquía.

    Un abrazo.

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  20. Jordi: así es, moría un coloso, quizás el último gran Austria.

    Un fuerte abrazo.

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  21. Paco: sin duda habría sido distinta.

    No te preocupes por la tardanza, las obligaciones con los primero ;)

    Un abrazo.

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  22. Brillante, como siempre. Leer esto me ha recordado aquellas conmemoraciones del año pasado, que tanto nos hicieron disfrutar, al menos a mí. Un abrazo.

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