jueves, 9 de febrero de 2012

Don Juan José de Austria y la revuelta napolitana de 1647 (Parte II y final)

1. Retrato de don Juan José de Austria ecuestre (h. 1648), realizado por José de Ribera durante la estancia del bastardo en Nápoles (al fondo se puede identificar el famoso Castell dell'Ovo), Patrimonio Nacional.




Hacía tiempo que Francia preparaba su intervención en los sucesos de Nápoles. En 1646 había tenido lugar una expedición francesa a los Presidios de Toscana para estorbar las comunicaciones entre España e Italia y entre los propios territorios españoles de Italia, presionar políticamente a la Santa Sede para impedir las iniciativas favorables a España (1) e imponer una política de neutralidad en Toscana. Incluso, en los primeros meses de 1646, Mazarino había llegado a firmar un tratado con el Príncipe Tomás de Saboya, estipulando que Francia dispensaría a éste ayuda y protección a cambio de la cesión de la plaza de Gaeta y de un Puerto en el Adriático, en el caso de que los franceses consiguieran la Corona de Nápoles como consecuencia de una insurrección.

Sin embargo, y a pesar del empeño francés, el Conde de Oñate consiguió apresar al Duque de Guisa enviándole preso a Madrid (donde permanecería hasta 1652). Rápidamente emprendió una ofensiva con avanzadillas que fueron tomando posiciones. Al mismo tiempo, el pueblo empezó a colaborar y a vitorear al Rey. Así, Nápoles y otras ciudades del Reino a imitación suya, se fueron reduciendo a la obediencia del Rey Católico. El Conde de Oñate indultó a todos los presos salvo a los que fueran franceses.

Con fecha 6 de abril de 1648, escribió don Juan José una carta a don Luis de Haro, primer ministro de Felipe IV, comunicándole la total reducción de Nápoles en el día de la fecha, sin daños considerables para las partes. Si bien indicaba que:

“...bien reconozco que Su Majestad ha quedado sin rentas en este Reyno por la exençion de gabelas, pero también diré a V.E. que como el interés prinçipal es y debe ser siempre la seguridad del Reyno no me duelen a mi tanto las demás conveniencias” (2)

Fue importante en la reducción de Nápoles, la estrategia utilizada por los mandos españoles cuyo máximo empeño había sido sembrar la discordia entre los que gobernaban para acceder con facilidad al gobierno, granjeándose al mismo tiempo el favor de los civiles para que facilitaran la empresa.

El pueblo acabó colaborando por cansancio y, al mismo tiempo, por temor a las represalias de los españoles. Por su parte, la nobleza, se mantuvo siempre solidaria con la Monarquía dado que ésta garantizaba plenamente sus privilegios.

Una vez aplacados los ánimos, don Juan José concedió una serie de gracias al pueblo napolitano con el fin de liberarles de las excesivas imposiciones con que se hallaba gravado (3). Estas gracias se centraban fundamentalmente en la supresión de las gabelas que al gravar artículos de primera necesidad habían motivado el levantamiento del pueblo.

Entretanto, las noticias sobre la reducción de Nápoles llegaron a Madrid. Efectivamente, el 28 de abril de 1648, don Fernando Carrillo, gentilhombre de la Cámara de Su Alteza, apareció en la puerta de Nuestra Señora de Atocha, con la noticia del aplacamiento de Nápoles. Felipe IV recibió la noticia en Aranjuez. De regreso a Madrid, el 2 de mayo de 1648, se manifestó públicamente en las calles de Madrid, acompañado de la más rancia nobleza, siendo aclamado por el pueblo.

Especial relevancia tuvieron las celebraciones que llevó a cabo el Consejo de Italia. El lugar elegido para dicho acontecimiento fue el Convento de los Ángeles, de monjas de la Seráfica Religión del Glorioso San Francisco, en donde tuvo lugar la instalación del Santísimo Sacramento, a lo largo de tres días. Las celebraciones religiosas se vieron acompañadas por manifestaciones musicales y fuegos de artificio y culminaron, el último día, con una solemne procesión.

Don Juan José fue nombrado Virrey y Capitán General de Sicilia por lo que permaneció en Italia, además, con una orden real prioritaria: la recuperación de las plazas de Puerto Longón y Piombino. Era fundamental aprovechar la coyuntura puesto que las plazas se encontraban mal guarnecidas debido a que Francia estaba viviendo las revoluciones de París y todo lo que la Fronda trajo consigo.

El Conde de Oñate recibió las oportunas órdenes para preparar todo aquello que considerara conveniente, debía salir de Nápoles para intervenir en la empresa, en su calidad de virrey Nápoles (4). El Marqués de Caracena, por su parte, enviaría auxilios desde Milán. Mientras, don Juan se ocuparía del apresto de la Armada:

“... vais aprestando la Armada con inteligencia de que no habiendo de salir este año la de Francia a navegar asi por las turbaçiones como por haver pasado la mayor parte della a Poniente, no sera necesario esperar todo el apresto de la nuestra” (5)

Desde Madrid empezaron a divulgarse falsos rumores para hacer creer que la Armada que se preparaba estaba destinada a intervenir en Cataluña (6). Don Juan, naturalmente, hizo suya dicha estrategia para lograr los efectos deseados y despistar, en lo posible, a los franceses en ambos frentes (Cataluña y los Presidios).

Las fuerzas españolas, además, poseían cumplida información sobre la situación en hombres y pertrechos de Puerto Longón y Piombino (7). Una soldadesca impagada desde hacía meses, hambre, enfermedades y una artillería, en su mayor parte de hierro, esperaban a las tropas de don Juan.

A pesar de todas las previsiones, preparadas en la primavera de 1649, llegaron noticias de Madrid, con la orden de posponer la empresa ya que el Conde de Oñate había tenido que enviar la mayor parte de la infantería a España, concretamente a Cataluña, para intervenir en la ofensiva contra los franceses. Afortunadamente “cuando la Paz de Westfalia les privó de sus aliados holandeses y la Fronda empezó a preocuparles en el interior, Cataluña dejó de figurar destacadamente en los cálculos de Francia” (8).

Por fin, “cuatro docenas de navíos, dos de galeras y doscientos transportes, con catorce mil hombres de desembarco, efectivos impresionantes que dan idea del alcance atribuido a la empresa, fueron puestos a las órdenes superiores de don Juan José de Austria” (9). Atacados a un mismo tiempo Piombino y Puerto Longón, se rindieron en pocas semanas, en el verano de 1650. El Rey Católico recuperaba así unas plazas de importante valor económico, político y estratégico para dominar el Mediterráneo.




2. Detalle de un retrato ecuestre de don Iñigo Vélez de Guevara, Conde de Oñate.


Don Juan, a raíz de su intervención en Italia, se cubrió de gloria aunque se dice que fue el Conde de Oñate el que más contribuyó a sus éxitos militares.

Lo cierto es que a lo largo de su trayectoria, el Rey se preocupó de rodear a su hijo de expertos políticos y militares para que le ayudaran y aconsejaran en todo momento, lo cual, exasperaba a don Juan José cuya ambición le llevaba a desear ser cabeza visible de las empresas en las que participaba. En una carta que el bastardo real envió a don Luis de Haro desde Mesina el 27 de julio de 1649 decía:

Dígame por amor de Dios..., qué lugar tengo yo en esta facción [ejército], porque no veo otra ocupación sino de convoyar al Conde de Oñate, a quien hace S.M., dueño absoluto. Confieso a V.E., que ha sido este gran mortificación de mi alíento, y que mientras viva no se me borrara del corazón el concepto en que mi desdicha me ha puesto”.

Los informes que el Rey recibió sobre la conducta de don Juan José, el cual, había seducido a una de las hijas del pintor José Ribera, “Lo Spagnoletto”, le animaron a enviarle hacia Cataluña, en junio de 1651. Al parecer, este hecho, no sólo no disgustó a don Juan, sino que era algo que esperaba desde hacía tiempo (10).

Fuente Principal:

* Castilla Soto, Josefina: “La revuelta napolitana a mediados del siglo XVII y don Juan José de Austria”. Revista de la Facultad de Geografía e Historia, nº 4, 1989, pp. 195-206.


Notas:

(1) Esta política de presión a la Santa Sede, daría posteriormente sus frutos. En plena revuelta napolitana, el Papa se negó a enviar a don Juan un legado para que mediara en la paz, el detectar allí, la presencia francesa.

(2) B.N., Mns. 2379, fol. 121.

(3) Ibidem, fols. 109 a 112. Se trata de once capítulos en donde se recogen las gracias, privilegios e inmunidades concedidas al pueblo napolitano el 11 de abril de 1648.

(4) Carta dirigida a don Juan José como virrey de Sicilia, “...y considerando que no sera bastante la gente y provisiones que de esse Reyno podréis sacar con la Armada y que sera preciso que la mayor parte assi de infantería como de cavalleria salga del Reyno de Nápoles, junto con el caudal, municiones, bastimentos y dinero para su sustento que esto se facilitara mucho, hallándose en la jornada el Conde de Oñate”. (A.G.S., Secc. Estado, leg. 6112, fol. 48.)

(5) Ibidem, fol. 24. Se trata de un despacho del Rey a don Juan con fecha 24 de marzo de 1649.

(6) Ibidem, fol. 48.

(7) Ibidem, fol. 25.

(8) Lynch, J: “España bajo los Austrias”, Barcelona, Península, 1975, 2.° vol. p. 149.

(9) Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, José: “Razón de Estado y Geostrategia en la política Italiana de Carlos II: Florencia y los Presidios (1677-1681)”. Boletín de la Real Academia de la Historia, t. CLXXIII. Cuaderno II, Madrid, 1976, p, 314.

(10) En una carta enviada por don Luis de Haro a don Juan José con fecha 10 de junio de 1649, puede leerse: “Apruebo mucho la gran prudencia y acierto de VA, en suplicar a S.M. se sirva de no detener a V.A. en el govierno político de Siçilia, sino permitir que se emplee su persona en ocassiones víbas de guerra” (A.G.S., Secc. Estado, leg. 6112, fol. 56).

16 comentarios:

  1. A veces los celos, el orgullo, la ambición, el afán de protagonismo y el exceso de seguridad en uno mismo no dejan ver que precisamente son esas personas valiosas que rodean a personajes ilustres -como es el caso del conde de Oñate que comentas- las que hacen que luego estos tengan éxito en sus empresas y se cubran de gloria.
    Un saludo.

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    1. Así es, aunque también es cierto que don Juan era muy joven, recordemos que por aquellas fechas apenas contaba 20 años, por lo que también era normal que tuvieses esas ganas de destacar. Poco a poco se iría calmando, aunque nunca perdió sus aires de grandeza.

      Un saludo.

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  2. mano de hierro con guante de seda, así terminaron con la revuelta y no fue mala política...
    la pena es que Juan José se tomara a mal el estar rodeado de gente capaz y experta en vez de por rivales debió tomarlos por maestros.

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    1. Don Juan se mostró siempre como un gran negociador, tanto en Nápoles, como en Sicilia, Cataluña o Aragón y eso fue uno de los motivos por los que se ganó el apoyo del pueblo.

      Un abrazo.

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  3. Vaya, pues si lo envió a Cataluña por eso, tendría que andar moviéndolo con frecuencia, supongo.
    Bueno, el asunto por el momento no terminó mal, y los napolitanos obtuvieron algunas de sus reclamaciones, con lo que no todo fue en vano.

    Feliz tarde, monsieur

    Bisous

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    1. Ya sabemos la afición de los Austrias por las mujeres desde su más tierna edad...no querría el Rey que se desconcentrase de sus labores marciales.

      Un beso Madame.

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  4. Muchos paralelismos hay entre las figuras de los dos bastardos reales Don Juan José de Austria y Don Juan de Austria del siglo anterior y en este caso las figuras del Conde de Oñate y de Don Luis de Requesens al que creo si supo ver Don Juan como maestro.

    Saludos.

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    1. Así es, ambos fueron excelentes militares, aunque don Juan José fue mejor político y supo mejor hacerse con la opinión pública.

      Un abrazo.

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  5. Con que poco se consolaba el pueblo español, con esas noticias que llegaban de Italia, de que se sofocaba la rebelión napolitana, ya salian a la calle y vitoreaban al rey. La política del Conde de Oñate era positiva, indultar a los sublevados, pero con la excepción de los franceses, nuestros mortales enemigos. Nápoles puede considerarse como el gran triunfo de don Juan José. Celebro saludarle nuevamente, majestad.

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    1. Paco, en tiempos de aguda crisis política y militar, estos hechos eran visto como un gran triunfo del Rey que aún tenía poder suficiente para sofocar las insurrecciones periféricas.

      Un abrazo.

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  6. Veo que algunos de los males de nuestro país vienen de lejos: dejar de lado a las personas válidas por el mero hecho de serlo. Buenos consejos y mejores resultados.
    Un beso
    P.Dñ. Creo que Studia Histórica va a ser un buen sitio para sacar a la luz nuestro artículo. Cuando tenga las bases te cuento.

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    1. Carmen, así es, el condenar a los mejores, el encumbrar a los corruptos es algo muy nuestro.

      Un beso y espero entonces noticias de Studia Histórica ;)

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  7. Entrada interesante, con gran detalle de hechos sucedidos en Nápoles de los que nunca había oído hablar.
    Un saludo.

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  8. Viendo el tutelaje de Oñate ahora como otros después, cabe preguntarse qué responsabilidad tuvo el propio Juan José en estas victorias en Nápoles y Cataluña y en los desastres posteriores. Un saludo.

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    1. Lo cierto es que la figura de don Juan José, independientemente de sus "tutores", despertó muchas simpatías entre el pueblo por su sangre real y su carácter conciliador.

      Recordemos la tradicional pasión del pueblo español por los miembros de la familia real, algo que muchos visitantes extranjeros destacaban.

      Un saludo.

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